Kankri
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Kankri
05/04/20, 05:50 pm
Kankri
El portal se encuentra dentro de una cueva a pie de playa, en una pequeña isla del hemisferio norte que está habitada principalmente por cangrejos de caparazón rojo. La isla forma parte de un archipiélago con otras once islas.
El portal se encuentra dentro de una cueva a pie de playa, en una pequeña isla del hemisferio norte que está habitada principalmente por cangrejos de caparazón rojo. La isla forma parte de un archipiélago con otras once islas.
- InvitadoInvitado
Re: Kankri
13/07/20, 10:37 pm
La idea de la excursión a Kankri fue bien recibida entre sus amigos, así que en cuanto tuvieron la información sobre el mundo en sí y las normas de seguridad que debían seguir se pusieron manos a la obra con los preparativos. Aunque también investigó por su cuenta, Rox fue la principal fuente de información con respecto al clima y demás. Rocavarancolia era el mundo más cálido que había conocido Rena, así que iba a ser una experiencia interesante. La elección de traje de baño fue realmente divertida, a cuenta de los privilegios de empleado de Pelusa y Rox. La ursántropa se decidió por un traje de neopreno negro con detalles en verde forforito. Era de manga corta, para poder fardar de brazos pero mantener la conexión de su prótesis cubierta. Las piernas las llevaba totalmente al descubierto (era lo máximo de piel que había enseñado en su vida) al igual que los pies. Se sentía rara llevando chanclas, por eso metió un par de zapatos cubiertos en la mochila por si las moscas. Sobre el neopreno llevaba una chaqueta fina sin mangas y con capucha para protegerse un poco la cabeza del sol. Al parecer el sol era una cosa seria, porque antes de salir de la Sede les habían obligado a embadurnarse en una crema que olía a coco y les habían dado unas gafas protectoras para los ojos. Rena pensó que estaban exagerando un poco hasta que cruzó el portal.
-¡Hostia puta, cómo brilla! -exclamó.
Estaban en una cueva, protegidos en la sombra, y aun así la luz que entraba por la boca de la gruta era deslumbrante. La cueva olía a salado y a algo que más tarde reconocería como algas. Su voz había asustado a un grupo de pequeños artópodos pardos que corretearon por las paredes y el techo para huir del grupo. Eran adorables, Rena estuvo tentada de ir tras ellos, pero la playa esperaba.
Caminar con las chanclas y el peso de la mochila era un poco engorroso. El suelo era todo arena con algunas piedras sueltas y conchas aquí y allá. En cuanto salió al sol no pudo evitar silbar.
-¡Esto es una pasada!
La cueva se abría a un par de metros de arena blanca y justo después el mar, enorme y turquesa con lenguas de espuma que avanzaban y reculaban en su dirección. A la izquierda la playa seguía trazando un controrno sinuoso y a la derecha había una pared de roca coronada con dos palmeras. Rena avanzó por la arena, mirando en todas direcciones ahora con las gafas puestas ahora sin ellas. Pasando la playa, tierra adentro, todo era vegetanción verde y espesa. Una bandada de pájaros que no pudo reconocer pasaron riéndose por encima de sus cabezas. Había tantos estímulos (olores nuevos, colores nuevos, sonidos nuevos), que Rena se sintió un poco mareada por unos instantes. Un cangrejo rojo pasó corriendo junto a sus pies y esta vez sí que lo siguió hasta que se metió en el mar. El agua salada le mojó los pies y por alguna razón eso le hizo reír.
-¡Cómo mola todo! ¡Quiero soltar los trastos ya y meterme en el agua! ¿Habéis visto los cangrejos? ¡Son adorables! ¡Quiero cazar cangrejos! -miraba al grupo, pero principalmente a Rox que era su experto en playas. Iba bastante cargada, pues aparte de la mochila con la muda, el protector solar, la toalla, la cantimplora y parte de la comida también llevaba una sombrilla enorme y una red con una sandía, también bastante enorme.
-¡Hostia puta, cómo brilla! -exclamó.
Estaban en una cueva, protegidos en la sombra, y aun así la luz que entraba por la boca de la gruta era deslumbrante. La cueva olía a salado y a algo que más tarde reconocería como algas. Su voz había asustado a un grupo de pequeños artópodos pardos que corretearon por las paredes y el techo para huir del grupo. Eran adorables, Rena estuvo tentada de ir tras ellos, pero la playa esperaba.
Caminar con las chanclas y el peso de la mochila era un poco engorroso. El suelo era todo arena con algunas piedras sueltas y conchas aquí y allá. En cuanto salió al sol no pudo evitar silbar.
-¡Esto es una pasada!
La cueva se abría a un par de metros de arena blanca y justo después el mar, enorme y turquesa con lenguas de espuma que avanzaban y reculaban en su dirección. A la izquierda la playa seguía trazando un controrno sinuoso y a la derecha había una pared de roca coronada con dos palmeras. Rena avanzó por la arena, mirando en todas direcciones ahora con las gafas puestas ahora sin ellas. Pasando la playa, tierra adentro, todo era vegetanción verde y espesa. Una bandada de pájaros que no pudo reconocer pasaron riéndose por encima de sus cabezas. Había tantos estímulos (olores nuevos, colores nuevos, sonidos nuevos), que Rena se sintió un poco mareada por unos instantes. Un cangrejo rojo pasó corriendo junto a sus pies y esta vez sí que lo siguió hasta que se metió en el mar. El agua salada le mojó los pies y por alguna razón eso le hizo reír.
-¡Cómo mola todo! ¡Quiero soltar los trastos ya y meterme en el agua! ¿Habéis visto los cangrejos? ¡Son adorables! ¡Quiero cazar cangrejos! -miraba al grupo, pero principalmente a Rox que era su experto en playas. Iba bastante cargada, pues aparte de la mochila con la muda, el protector solar, la toalla, la cantimplora y parte de la comida también llevaba una sombrilla enorme y una red con una sandía, también bastante enorme.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Kankri
13/07/20, 11:29 pm
Rox había revisado su mochila 3 veces esa mañana, ya eran 10 veces menos que ayer. Desde que Rena y Adru les dieron la noticia de que podían echar el día en un mundo vinculado con playa tropical, el australiano estaba frenético. En su arrebato de alegría se había ofrecido a invitar a todo el mundo a bañadores -gracias a los descuentos de dama Isis, claro- y se reafirmó en lo de enseñar a nadar a quien lo necesitase. Había contado los días que quedaban hasta el acordado, aquel que les iba bien a todos por trabajo y/o entrenamientos, y tales eran los nervios que le había pedido a Eitne que le indujera al sueño esa noche para poder pegar ojo. A la mierda la bahía horrorosa de Rocavaracolia, ¡iban a una playa de verdad!
Frente el portal no podían desentonar más. Un puñado de monstruos de distintos planetas, adolescentes y niños, vestidos de playa, oliendo a protector solar (y patatas), cargados con sombrillas, pelotas hinchables y toallas. Rox llevaba ese aesthetic en vena y adoraba volver a él, con su mochila a un hombro, chanclas, un bañador negro de tiras beig y verdes, una camisa hawaiiana blanca con hojas de palma verdes y naranjas y unas gafas de sol redondas sobre la cabeza. También había elegido cuidadosamente sus tatuajes. Un cocodrilo en el antebrazo derecho y un tiburón en el izquierdo, y dispuestos sobre ambos, animales que representaban a sus amigos: un oso, una abeja, una mariposa, un escarabajo cubierto de gemas, una serpiente, un monito cuya cola era una mano, una liebre y un león con cuernos, un gato con pata mecánica... se había pasado días aboceteándolos para la ocasión. Además, esta vez contaba con detalle significativo respecto a sus viejos días en ninguna playa: su disforia estaba completamente erradicada. Hasta para él, de una forma u otra, era una primera vez.
Lo primero que le llegó al cruzar el portal y aparecer en la cueva fue el característico olor a mar, la brisa y la humedad. El cambiante se llenó los pulmones de aire hasta que no pudo más, captando por debajo de las voces de sus compañeros el suave romper de las olas contra la orilla. No sabía que decir, completamente ensimismado. Solo acertó a bajarse las gafas de sol en respuesta a Rena, después de haber jugueteado nerviosamente con su colgante. La cueva podía ser bonita, pero lo que tiraba de él era lo de fuera. Se ajustó la mochila y los cachivaches para el chiringuito, echando a andar con notable prisa hacia la salida.
Suerte que llevaba las gafas, porque después de tanto tiempo sin recibir esa cantidad de sol se le podrían haber achicharrado los ojos. El calor, el peso de su cuerpo en la arena, la sal en los labios, tantas cosas que le sacaron una fuerte exclamación de alegría. Hacía años, puede que más de dos, que no se sentía tan contento. El sitio no tenía nada que envidiarle a las calas de Brisbane, y cualquier adjetivo que se le ocurriese se le quedaba pequeño. Hundió los pies aposta para sentir la arena contra su piel, y a pesar de estar caliente, no se quejó.
Y sin más, casi irónico teniendo en cuenta lo que la irrense había dicho, tiró todo lo que llevaba al suelo y echó a correr hacia el agua. Frenó un poco más adelante de la osa, salpicándole sin querer mientras reía como un niño pequeño. Había esperado demasiado para eso. No solo era desde su llegada a Rocavarancolia, sino desde que había abandonado Australia al mudarse a Corea. Miró a Rena con una sonrisa radiante y los ojos haciendo chispas.
—Quiero vivir aquí —dijo por fin, cargado de emoción—. ¿Podemos vivir aquí?
Frente el portal no podían desentonar más. Un puñado de monstruos de distintos planetas, adolescentes y niños, vestidos de playa, oliendo a protector solar (y patatas), cargados con sombrillas, pelotas hinchables y toallas. Rox llevaba ese aesthetic en vena y adoraba volver a él, con su mochila a un hombro, chanclas, un bañador negro de tiras beig y verdes, una camisa hawaiiana blanca con hojas de palma verdes y naranjas y unas gafas de sol redondas sobre la cabeza. También había elegido cuidadosamente sus tatuajes. Un cocodrilo en el antebrazo derecho y un tiburón en el izquierdo, y dispuestos sobre ambos, animales que representaban a sus amigos: un oso, una abeja, una mariposa, un escarabajo cubierto de gemas, una serpiente, un monito cuya cola era una mano, una liebre y un león con cuernos, un gato con pata mecánica... se había pasado días aboceteándolos para la ocasión. Además, esta vez contaba con detalle significativo respecto a sus viejos días en ninguna playa: su disforia estaba completamente erradicada. Hasta para él, de una forma u otra, era una primera vez.
Lo primero que le llegó al cruzar el portal y aparecer en la cueva fue el característico olor a mar, la brisa y la humedad. El cambiante se llenó los pulmones de aire hasta que no pudo más, captando por debajo de las voces de sus compañeros el suave romper de las olas contra la orilla. No sabía que decir, completamente ensimismado. Solo acertó a bajarse las gafas de sol en respuesta a Rena, después de haber jugueteado nerviosamente con su colgante. La cueva podía ser bonita, pero lo que tiraba de él era lo de fuera. Se ajustó la mochila y los cachivaches para el chiringuito, echando a andar con notable prisa hacia la salida.
Suerte que llevaba las gafas, porque después de tanto tiempo sin recibir esa cantidad de sol se le podrían haber achicharrado los ojos. El calor, el peso de su cuerpo en la arena, la sal en los labios, tantas cosas que le sacaron una fuerte exclamación de alegría. Hacía años, puede que más de dos, que no se sentía tan contento. El sitio no tenía nada que envidiarle a las calas de Brisbane, y cualquier adjetivo que se le ocurriese se le quedaba pequeño. Hundió los pies aposta para sentir la arena contra su piel, y a pesar de estar caliente, no se quejó.
Y sin más, casi irónico teniendo en cuenta lo que la irrense había dicho, tiró todo lo que llevaba al suelo y echó a correr hacia el agua. Frenó un poco más adelante de la osa, salpicándole sin querer mientras reía como un niño pequeño. Había esperado demasiado para eso. No solo era desde su llegada a Rocavarancolia, sino desde que había abandonado Australia al mudarse a Corea. Miró a Rena con una sonrisa radiante y los ojos haciendo chispas.
—Quiero vivir aquí —dijo por fin, cargado de emoción—. ¿Podemos vivir aquí?
- ♪♫♬:
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Kankri
14/07/20, 02:17 pm
El plan de la fiesta playera había sido un rotundo éxito entre el grupo. Nime se había emocionado considerablemente al saber que podría volver a bañarse en el mar sin peligros y obstáculos como en la costa Rocavarancolesa, cuya agua aún no se había dignado a catar. Cuando llegó el día, la niña se puso una camiseta de algodón y unos pantalones cortos con sandalias porque había oído que hacía mucho calor en el mundo al que iban. Si llevaba una toalla en su mochila era porque otros habían insistido, porque ella siempre se había tirado al mar en cualquier momento del día y vuelto a su casa todavía chorreando.
Kin seguía al grupo cerca de Rena y Milo, caminando distraídamente. Nunca había estado en una playa decente, salvo de paso por mundos vinculados, a pesar de que le chiflaba el mar. No sabía cuánto calor haría, así que se había puesto un pantalón corto, una camiseta de tirantes y una camisa abierta y remangada por encima. No tenía nada mejor que unas zapatillas de tela para los pies, pero pensaba quitárselas en cuanto llegasen a la arena.
Fue en la explanada de los portales donde Kin notó que alguien le miraba fijamente, o mejor dicho, a su equipaje. Nime no le quitaba los ojos de encima a su mochila y la bolsa que llevaba del hombro.
—¿Has traído tu vidio consola?
—¿Qué? No, ¿por qué iba a traerla? ¿Quién querría jugar estando en la playa? —Por no decir que las pantallas holográficas irrenses no eran muy eficaces a pleno sol.
La niña hizo un puchero, pero cuando cruzaron el portal volvió a hablarle.
—¿Entonces qué traes?
—Cosas.
—¿Qué cosas?
Siguieron intercambiando palabras de forma automática y sin decir nada, empezando a picarse mutuamente, hasta que abandonaron la cueva a la que daba el portal de Krankri. La claridad les golpeó en los ojos, y ninguno dijo nada más mientras miraban alrededor. Nunca habían visto nada como aquello, ni uno ni otro. Las playas tropicales eran bastante diferentes de las que conocían. Para Nime la niebla y la ausencia del sol eran normales, y Kin nunca había visto vegetación como aquella ni aguas tan claras.
El irrense se paró al observa cómo Rena se adelantaba hacia el agua, seguida de Rox. Le tentaba hacer lo mismo, pero antes de nada tenía que dejar los bultos en algún lado, lejos del mar. Allí donde estaba se descalzó y apoyó la mochila y la bolsa hechizada a modo de nevera donde había metido una buena cantidad de bebidas energéticas irrenses para compartir. Esperaría a que el grupo se asentase definitivamente en algún lugar para sacar los altavoces inalámbricos que se había traído.
—¡Al agua! —pudieron oír todos exclamar a Nime justo antes de verla tirarse en plancha a la orilla, sin haberse quitado de encima nada más que la mochila, que estaba peligrosamente cerca del alcance de las olas—. ¡Está súper caliente! —diría riendo poco después mientras escupía el agua salada con arena que se le había colado en la boca.
Kin seguía al grupo cerca de Rena y Milo, caminando distraídamente. Nunca había estado en una playa decente, salvo de paso por mundos vinculados, a pesar de que le chiflaba el mar. No sabía cuánto calor haría, así que se había puesto un pantalón corto, una camiseta de tirantes y una camisa abierta y remangada por encima. No tenía nada mejor que unas zapatillas de tela para los pies, pero pensaba quitárselas en cuanto llegasen a la arena.
Fue en la explanada de los portales donde Kin notó que alguien le miraba fijamente, o mejor dicho, a su equipaje. Nime no le quitaba los ojos de encima a su mochila y la bolsa que llevaba del hombro.
—¿Has traído tu vidio consola?
—¿Qué? No, ¿por qué iba a traerla? ¿Quién querría jugar estando en la playa? —Por no decir que las pantallas holográficas irrenses no eran muy eficaces a pleno sol.
La niña hizo un puchero, pero cuando cruzaron el portal volvió a hablarle.
—¿Entonces qué traes?
—Cosas.
—¿Qué cosas?
Siguieron intercambiando palabras de forma automática y sin decir nada, empezando a picarse mutuamente, hasta que abandonaron la cueva a la que daba el portal de Krankri. La claridad les golpeó en los ojos, y ninguno dijo nada más mientras miraban alrededor. Nunca habían visto nada como aquello, ni uno ni otro. Las playas tropicales eran bastante diferentes de las que conocían. Para Nime la niebla y la ausencia del sol eran normales, y Kin nunca había visto vegetación como aquella ni aguas tan claras.
El irrense se paró al observa cómo Rena se adelantaba hacia el agua, seguida de Rox. Le tentaba hacer lo mismo, pero antes de nada tenía que dejar los bultos en algún lado, lejos del mar. Allí donde estaba se descalzó y apoyó la mochila y la bolsa hechizada a modo de nevera donde había metido una buena cantidad de bebidas energéticas irrenses para compartir. Esperaría a que el grupo se asentase definitivamente en algún lugar para sacar los altavoces inalámbricos que se había traído.
—¡Al agua! —pudieron oír todos exclamar a Nime justo antes de verla tirarse en plancha a la orilla, sin haberse quitado de encima nada más que la mochila, que estaba peligrosamente cerca del alcance de las olas—. ¡Está súper caliente! —diría riendo poco después mientras escupía el agua salada con arena que se le había colado en la boca.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Kankri
14/07/20, 02:24 pm
Estaba que no cabía en sí de la emoción. Durante el trayecto hacia la explanada de los portales tuvo varios arranques de echar a correr por delante del resto, dejando tras de sí una ristra de remanencias. Una media elipse de gamusinos cada tantos metros, con la ida y la vuelta con el grupo de la sinhadre. Adru llevaba un bañador de cuerpo completo de color morado, que le cubría también parte de los brazos y los muslos, y un flotador de color rosa con dibujos de conejitos. Además había conseguido un sombrero de paja, al que le había hecho agujeros para sus largas orejas, y llevaba aquellas gafas oscuras que les habían dicho que sería mejor utilizar.
No tardó en comprobar que quitárselas nada más llegar no era buena idea, pues el sol allí era extremadamente brillante y se las volvió a bajar deprisa mientras soltaba una exclamación. Por lo menos había tenido el buen juicio de no mirar directamente al radiante astro, pero necesitó unos segundos para poder volver a ver sin manchas en la visión.
Le gustó que el portal diese a una cuevecita que desembocaba en la playa y no paraba de comentar emocionado cada cosa nueva que veía con sus compañeros. Al contrario que Rena no resistió el impulso de perseguir a aquellos graciosos artrópodos que huían por toda la cueva, aunque no quería molestarles ya que parecían muy asustados y se limitó a seguirles la pista a los que iban por el suelo hasta que volvieron a desaparecer en un agujero. Volvió rápidamente junto a sus amigos y enseguida salieron a cielo descubierto.
Dejó escapar una exclamación asombrada y le faltó tiempo para dejar caer las cosas que portaba para echar a correr directamente hacia el mar, casi al mismo tiempo que Rox hacía lo mismo, adelantando a Rena y riendo de la emoción al ver pasar a aquellos pájaros que también parecían divertirse.
Habíe empezado a seguir con la vista a aquellos cangrejos que mencionó Rena cuando Nime pasó junto a él.
—¡Nime! ¿Tú sabes nadar? —le preguntó a la pequeña acercándose a ella.
No tardó en comprobar que quitárselas nada más llegar no era buena idea, pues el sol allí era extremadamente brillante y se las volvió a bajar deprisa mientras soltaba una exclamación. Por lo menos había tenido el buen juicio de no mirar directamente al radiante astro, pero necesitó unos segundos para poder volver a ver sin manchas en la visión.
Le gustó que el portal diese a una cuevecita que desembocaba en la playa y no paraba de comentar emocionado cada cosa nueva que veía con sus compañeros. Al contrario que Rena no resistió el impulso de perseguir a aquellos graciosos artrópodos que huían por toda la cueva, aunque no quería molestarles ya que parecían muy asustados y se limitó a seguirles la pista a los que iban por el suelo hasta que volvieron a desaparecer en un agujero. Volvió rápidamente junto a sus amigos y enseguida salieron a cielo descubierto.
Dejó escapar una exclamación asombrada y le faltó tiempo para dejar caer las cosas que portaba para echar a correr directamente hacia el mar, casi al mismo tiempo que Rox hacía lo mismo, adelantando a Rena y riendo de la emoción al ver pasar a aquellos pájaros que también parecían divertirse.
Habíe empezado a seguir con la vista a aquellos cangrejos que mencionó Rena cuando Nime pasó junto a él.
—¡Nime! ¿Tú sabes nadar? —le preguntó a la pequeña acercándose a ella.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Kankri
16/07/20, 10:47 pm
Milo estaba igual de emocionado que sus amigos con aquel viaje, pues nunca había visto una playa tropical y por como las describía Rox tenían que ser lugares increíbles, pero los preparativos para el mismo se le habían hecho eternos. Por suerte el día había llegado por fin y el brujo había salido de la Sede igual de pertrechado que los demás: crema solar, toalla, sombrilla, gafas de sol, un bañador a rayas anchas y una camisa hawaiana oscura con flores claras cortesía de su amigo australiano y sus buenos contactos, pero a diferencia del resto él apenas llevaba equipaje encima. Cobrecito le hacía las veces de porteador, pues su dominio había adoptado la forma de un perchero flotante que le seguía a todas partes, y el irrense caminaba con las manos en los bolsillos y aire despreocupado.
Su implante aquel día era de color blanco impoluto, una apariencia a la que se había aficionado tras la tarde con el cambiante en la biblioteca, y lo había protegido con varios hechizos que impedirían que la arena lo estropeara de algún modo. Al igual que Kin iba calzado con unas zapatillas de tela fina, pues no le terminaban de convencer las chancletas, pero en lo que llegaran a Kankri tenía pensado librarse de ellas.
—Si alguien quiere ir más ligero a él no le importa echar un gancho o dos. —diría en voz alta nada más llegar a la explanada de los portales, sonriendo ligeramente mientras señalaba a su acompañante metálico y se preparaba mentalmente para el viaje entre mundos.
El hacker no tenía recuerdos de su llegada a Rocavarancolia, pues evidentemente lo había hecho dormido, pero estaba seguro de que la experiencia de atravesar un portal no iba a gustarle demasiado y para su desgracia no estaba equivocado. La sensación de vértigo que le sobrevino en cuanto sus pies aterrizaron en otro punto del universo le hicieron tambalearse en el sitio, pero por suerte había una pared cerca que le hizo las veces de apoyo y evitó que diera con el hocico contra el suelo.
—La hostia… —murmuró en voz casi inaudible mientras todo dejaba de darle vueltas, parpadeando tras sus gafas de sol repetidas veces para acostumbrarse a la intensa luz que se filtraba por la entrada de la cueva en la que habían acabado.
Unos pequeños artrópodos, asustados quizás por la aparición de tanto monstruo entusiasmado, correteaban por el suelo de arena en busca de refugio, pero lo que había fuera llamaba tanto la atención del moreno que ni siquiera les echó un segundo vistazo mientras seguía al grupo a cielo abierto. Si bajo techo la luz le había parecido intensa allí fuera el efecto era mucho mayor, pero tras haber paseado por la superficie de Irraria en un día despejado podía soportarla sin problemas. El paisaje era completamente distinto, sin embargo, y el calor del sol se le antojo delicioso.
—Menuda pasada. —fue lo único que logró decir mientras intentaba no lastimarse el cuello por querer mirar en todas direcciones a la vez.
El mar era precioso, nada que ver con las aguas grises de la bahía de la ciudad, y la arena que se le colaba entre los dedos de los pies era extremadamente fina. La vegetación también le resultaba extraña, pues era la primera vez que veía palmeras en persona, pero combinaba a la perfección con todo el paisaje y al brujo le encantaba.
—Yo no tengo ninguna objeción. —le contestó al rubio cuando preguntó si podían vivir allí, desabrochándose la camisa para sentir la brisa marina en el pecho mientras buscaba un buen sitio para instalar las toallas con la mirada.
En las alturas una bandada de aves marinas les sobrevoló riendo y el norteño echó la cabeza hacia atrás con una sonrisa en el rostro, dejando que el sol le acariciara la piel mientras su mente inquieta se preguntaba qué clase de bromas harían reír a los pájaros.
Su implante aquel día era de color blanco impoluto, una apariencia a la que se había aficionado tras la tarde con el cambiante en la biblioteca, y lo había protegido con varios hechizos que impedirían que la arena lo estropeara de algún modo. Al igual que Kin iba calzado con unas zapatillas de tela fina, pues no le terminaban de convencer las chancletas, pero en lo que llegaran a Kankri tenía pensado librarse de ellas.
—Si alguien quiere ir más ligero a él no le importa echar un gancho o dos. —diría en voz alta nada más llegar a la explanada de los portales, sonriendo ligeramente mientras señalaba a su acompañante metálico y se preparaba mentalmente para el viaje entre mundos.
El hacker no tenía recuerdos de su llegada a Rocavarancolia, pues evidentemente lo había hecho dormido, pero estaba seguro de que la experiencia de atravesar un portal no iba a gustarle demasiado y para su desgracia no estaba equivocado. La sensación de vértigo que le sobrevino en cuanto sus pies aterrizaron en otro punto del universo le hicieron tambalearse en el sitio, pero por suerte había una pared cerca que le hizo las veces de apoyo y evitó que diera con el hocico contra el suelo.
—La hostia… —murmuró en voz casi inaudible mientras todo dejaba de darle vueltas, parpadeando tras sus gafas de sol repetidas veces para acostumbrarse a la intensa luz que se filtraba por la entrada de la cueva en la que habían acabado.
Unos pequeños artrópodos, asustados quizás por la aparición de tanto monstruo entusiasmado, correteaban por el suelo de arena en busca de refugio, pero lo que había fuera llamaba tanto la atención del moreno que ni siquiera les echó un segundo vistazo mientras seguía al grupo a cielo abierto. Si bajo techo la luz le había parecido intensa allí fuera el efecto era mucho mayor, pero tras haber paseado por la superficie de Irraria en un día despejado podía soportarla sin problemas. El paisaje era completamente distinto, sin embargo, y el calor del sol se le antojo delicioso.
—Menuda pasada. —fue lo único que logró decir mientras intentaba no lastimarse el cuello por querer mirar en todas direcciones a la vez.
El mar era precioso, nada que ver con las aguas grises de la bahía de la ciudad, y la arena que se le colaba entre los dedos de los pies era extremadamente fina. La vegetación también le resultaba extraña, pues era la primera vez que veía palmeras en persona, pero combinaba a la perfección con todo el paisaje y al brujo le encantaba.
—Yo no tengo ninguna objeción. —le contestó al rubio cuando preguntó si podían vivir allí, desabrochándose la camisa para sentir la brisa marina en el pecho mientras buscaba un buen sitio para instalar las toallas con la mirada.
En las alturas una bandada de aves marinas les sobrevoló riendo y el norteño echó la cabeza hacia atrás con una sonrisa en el rostro, dejando que el sol le acariciara la piel mientras su mente inquieta se preguntaba qué clase de bromas harían reír a los pájaros.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Kankri
16/07/20, 11:08 pm
Obel Reo cruzó el portal embadurnado en aquello que llamaban crema solar. No sólo pensaba que era algo que le daba repelús sino que lo consideraba totalmente innecesario en su caso, dudaba que su piel pudiera quemarse como las del resto y, para ser totalmente sincero, podía curarse a la perfección sin ello. De todas formas no quería ser un mal ejemplo para los más pequeños así que lo hizo.
Llevaba puesto un bañador tipo boxer de varios colores con estampado de palmeras, cortesía de Rox. Estaba cómodo con él puesto y además la playa tenía la ventaja de que no necesita ropa para su mitad superior.
Entrecerró los ojos para que la luz no lo cegase y fue abriéndolos más conforme se acostumbraba a la luz. Movió un poco el toldo que llevaba en los brazos para acomodarlo, más por lo grande que era que por lo que pesaba. Salió de aquella cueva y contempló el mar que no tenía absolutamente nada que ver con el de la ciudad. Caminó hacia donde el resto habían dejado las cosas y depositó su carga.
Aquel lugar era increíble y cada vez tenía más ganas de meterse al agua, pero había otra cosa que hacer primero. Despegó y subió recto como una flecha hacia el cielo y cuando estuvo a buena altura contempló los alrededores. La vegetación frondosa se extendía por la isla junto a su arena y sus playas. Y el mar, aquel vasto lugar que lo atraía como un imán... ¿qué misterios se ocultarían en aquellas otras islas que veía a lo lejos? ¿Y bajo el fondo marino o detrás de aquellos árboles? El gárgola deseaba saberlo, necesitaba saberlo y, algún día, lo sabría.
Voló un rato con las gaviotas y finalmente bajó en picado hasta aterrizar cerca de los demás.
-Hay unas vistas geniales desde arriba - dijo contento.- ¿Os echo una mano para montar las cosas? - se ofreció.
Llevaba puesto un bañador tipo boxer de varios colores con estampado de palmeras, cortesía de Rox. Estaba cómodo con él puesto y además la playa tenía la ventaja de que no necesita ropa para su mitad superior.
Entrecerró los ojos para que la luz no lo cegase y fue abriéndolos más conforme se acostumbraba a la luz. Movió un poco el toldo que llevaba en los brazos para acomodarlo, más por lo grande que era que por lo que pesaba. Salió de aquella cueva y contempló el mar que no tenía absolutamente nada que ver con el de la ciudad. Caminó hacia donde el resto habían dejado las cosas y depositó su carga.
Aquel lugar era increíble y cada vez tenía más ganas de meterse al agua, pero había otra cosa que hacer primero. Despegó y subió recto como una flecha hacia el cielo y cuando estuvo a buena altura contempló los alrededores. La vegetación frondosa se extendía por la isla junto a su arena y sus playas. Y el mar, aquel vasto lugar que lo atraía como un imán... ¿qué misterios se ocultarían en aquellas otras islas que veía a lo lejos? ¿Y bajo el fondo marino o detrás de aquellos árboles? El gárgola deseaba saberlo, necesitaba saberlo y, algún día, lo sabría.
Voló un rato con las gaviotas y finalmente bajó en picado hasta aterrizar cerca de los demás.
-Hay unas vistas geniales desde arriba - dijo contento.- ¿Os echo una mano para montar las cosas? - se ofreció.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Kankri
18/07/20, 01:24 am
Eitne había delegado la responsabilidad de organizar el viaje a Kankri en los más mayores, pero estaba tan entusiasmado que se ofreció a ayudar con los preparativos, metiendo las manos o las zarpas aquí y allá. También ayudó a Rox a conciliar el sueño, super orgulloso de poderle echar un cable. Llenó su mochila personal con una poca ropa de repuesto, toallas y, sobre todo, cubos, palas, rastrillos y otros juguetillos que les habían sugerido. El único mar que había visto en persona era el de Rocavarancolia, pero sabía por los libros de la biblioteca que los había mucho más bonitos y sobrecogedores que ese, que todavía parecía un vertedero marino. Eitne estaba preparadísimo para pasarselo bien, aprender a nadar y hacer un castillo de arena gigante con pozas para los pececillos con los que quería entablar amistad. Eso sí, la mochila pesaba tanto que tuvo que colgarla en Cobrecito.
Llegado el día, se vistió para la ocasión con con una visera roja, desgastada, en la que ponía Coca Cola; un crop top negro y un bañador corto azul clarito y salpicado de formas simples que simulaban pececillos de colores. En el último momento cambió unas chanclas (que le molestaban al andar con la pierna irrense) por unas sandalias que se abrochaban y quedaban bien sujetas a los pies.
El niño cruzó el portal con sorpresa, intentando empaparse de aquel proceso que realizaba, por primera vez, despierto,y abrió los ojos como platos al pasar de la explanada al interior de una cueva que olía raro y estaba humedísima. Eitne se mantuvo boquiabierto durante todo el trayecto hasta la boca de la cueva, buscando con los ojillos a los artrópodos que los rehuían o cualquier otro signo de vida animal hasta que atravesaron la salida.
Pisó primero con el pie irrense y sintió la arena mullida debajo, pero no fue hasta que la arena se le coló por los huecos de la sandalia de su otro pie que se le escapó la risa. Se quedó anclado ahí, disfrutando de los colores de aquel paraíso tropical, pasando la mirada de los cangrejos rojos a la arena clara o al límite en el que la playa se convertía en una selva verde frondosa. Una bandada de pájaros graznó sobre sus cabezas y Eitne no dudó en gritarles:
—¡Buenos días! ¡Espero que no os molestemos! —luego se agachó—. Hola, cangrejos, me llamo Eitne.
Avanzó lentamente, sin perder de vista a los artrópodos. Muchos habían seguido con su vida, pero un par se ladearon y corrieron detrás de él, quizás embelesados. A Eitne le dio la risa al ver cómo se movían de lado, se agachó para verlos de cerca y, sin querer, su pie se acercó peligrosamente a uno de ellos, que hizo ademán de, según él, cortarle un dedo del pie con las tenazas. El susto fue suficiente para que la magia hipnótica de Eitne se rompiera y el niño se diera prisa en llegar con los demás.
Cuando vio que Nime ya se había tirado al agua y que otros se acercaban o se habían mojado ya, se sintió repentinamente pequeño. El mar en Rocavarancolia parecía antipático y claramente peligroso, pero se sentía pequeñito y no llamaba tanto la atención. En comparación, el mar de Kankri parecía una críatura mítica, era sobrecogedor y (como la propia bestia de día) casi hipnótico, lo que le hacía desconfiar un poco.
—¡No os ahoguéis, porfa! —pidió, mientras bajaba su mochila de Cobrecito y empezaba a estirar toallas con impaciencia. Le daba un poco de reparo, pero en el fondo estaba deseando probar el agua. Asintió con vehemencia cuando Rox dijo de quedarse a vivir allí y le faltó tiempo para apuntarse a cazar cangrejos con Rena—. ¿Yo también puedo?
Llegado el día, se vistió para la ocasión con con una visera roja, desgastada, en la que ponía Coca Cola; un crop top negro y un bañador corto azul clarito y salpicado de formas simples que simulaban pececillos de colores. En el último momento cambió unas chanclas (que le molestaban al andar con la pierna irrense) por unas sandalias que se abrochaban y quedaban bien sujetas a los pies.
El niño cruzó el portal con sorpresa, intentando empaparse de aquel proceso que realizaba, por primera vez, despierto,y abrió los ojos como platos al pasar de la explanada al interior de una cueva que olía raro y estaba humedísima. Eitne se mantuvo boquiabierto durante todo el trayecto hasta la boca de la cueva, buscando con los ojillos a los artrópodos que los rehuían o cualquier otro signo de vida animal hasta que atravesaron la salida.
Pisó primero con el pie irrense y sintió la arena mullida debajo, pero no fue hasta que la arena se le coló por los huecos de la sandalia de su otro pie que se le escapó la risa. Se quedó anclado ahí, disfrutando de los colores de aquel paraíso tropical, pasando la mirada de los cangrejos rojos a la arena clara o al límite en el que la playa se convertía en una selva verde frondosa. Una bandada de pájaros graznó sobre sus cabezas y Eitne no dudó en gritarles:
—¡Buenos días! ¡Espero que no os molestemos! —luego se agachó—. Hola, cangrejos, me llamo Eitne.
Avanzó lentamente, sin perder de vista a los artrópodos. Muchos habían seguido con su vida, pero un par se ladearon y corrieron detrás de él, quizás embelesados. A Eitne le dio la risa al ver cómo se movían de lado, se agachó para verlos de cerca y, sin querer, su pie se acercó peligrosamente a uno de ellos, que hizo ademán de, según él, cortarle un dedo del pie con las tenazas. El susto fue suficiente para que la magia hipnótica de Eitne se rompiera y el niño se diera prisa en llegar con los demás.
Cuando vio que Nime ya se había tirado al agua y que otros se acercaban o se habían mojado ya, se sintió repentinamente pequeño. El mar en Rocavarancolia parecía antipático y claramente peligroso, pero se sentía pequeñito y no llamaba tanto la atención. En comparación, el mar de Kankri parecía una críatura mítica, era sobrecogedor y (como la propia bestia de día) casi hipnótico, lo que le hacía desconfiar un poco.
—¡No os ahoguéis, porfa! —pidió, mientras bajaba su mochila de Cobrecito y empezaba a estirar toallas con impaciencia. Le daba un poco de reparo, pero en el fondo estaba deseando probar el agua. Asintió con vehemencia cuando Rox dijo de quedarse a vivir allí y le faltó tiempo para apuntarse a cazar cangrejos con Rena—. ¿Yo también puedo?
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Kankri
18/07/20, 07:54 pm
Neil había estado desde el principio entusiasmado con la idea de la excursión a la playa pensando en lo mucho que jugarían y lo bien que lo pasarían, aunque le asustaba un poco la idea de nadar.
Por supuesto, en cuanto se puso sobre la mesa la necesidad de hacer merienda, el aurva se adjudicó el trabajo rápidamente. Nunca hubiera sospechado que conocía tantísimas recetas que incluyeran patatas así que quedó gratamente sorprendido cuando se lo tomó como un reto y terminó llenando dos neveras de playa de tuppers, una más de bebidas frías y otra de helados caseros que había reforzado con hechizos de congelación para evitar que se derritieran. Aunque su primera idea había sido llevar las neveras levitando, había terminado por colgarlas en Cobrecito, aunque sí llevó al hombro su bolsa personal con crema solar, toalla, manguitos con estampado de abejorros, un libro de magia, algunos cubos y esferas de cera y ropa de abrigo porque por mucho que fueran a la playa, el sinhadre sabía que el frío le podía coger en cualquier parte y nunca estaba de más prevenir.
Bajo la instrucción de los especialistas en playa, Neil se había echado varias capas de protector solar dejándose incluso un gran pegote de crema en la punta de la nariz por culpa de un comentario de Guille sobre pecas, quemaduras y piel blanca convirtiéndose en roja. Para el gran evento, el brujo, al percibir esto como un atuendo adecuado para la playa, se había agenciado una bonita camisa de manga corta verde clara con palmeras plasmadas en ella que llevaba sobre una camiseta de tirante ancho blanca (probablemente, las primeras prenda que no eran de manga larga que había tenido en su vida) y un bañador corto morado con dibujos de frutas tropicales en rosas y violetas. Para completar el conjunto llevaba unas grandes y redondas gafas de sol y un enorme sombrero de paja a juego con el de su edeel adornado con figuras de cera de colores que representaban distintos animales marinos como estrellas de mar, cangrejos y pececillos.
Lo primero que pensó Neil al cruzar el portal era que el sol era tan brillante que probablemente se sentiría muy incómodo durante la excursión porque aunque había superado la mayoría de sus miedos con la luz, en algunas ocasiones todavía se inquietaba un poco. Pero en cuanto salieron de la cueva quedó tan impresionado por lo bonita que era la playa y lo relajante que era su sonido que cualquier miedo o inquietud que pudiera haber tenido se esfumó tan rápido como había venido, y con una amplia sonrisa Neil siguió a sus amigos hasta donde habían ido dejando las mochilas y el resto de bultos, dejando que todos comenzaran a disfrutar ya del agua, mientras él extendía toallas, comenzando por la de Adru y la suya, colocaba sombrillas y comprobaba las neveras para que todo estuviera perfecto.
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Kankri
19/07/20, 01:38 am
—Me recuerda mucho a mi casa... —murmuró. Así eran las playas a las que había acudido toda la vida, a lo sumo menos salvajes, pero... bueno, hasta eso era dudoso tratándose de Queensland. Sonrió. Dios, como lo había echado de menos—. ¿Verdad? —contestó a la pequeña demonio—. ¡Está perfecta! Tiene que haber mogollón de peces.
El agua a sus tobillos era reconfortante, y aunque se muriera de ganas de seguir el ejemplo de Rena y Nime metiéndose mar adentro, tenían cosas que preparar antes. Que Neil se encargase de todo mientras ellos nadaban no era lo suyo, además, cuanto antes se lo quitasen de encima mejor. Ver a Milo con la camisa abierta detrás suya casi le provoca un cortocircuito, y pese a que su primera reacción fue desviar la mirada azorado, el rubio no tardaría en recordar que llevaba gafas de sol, y por ende, que sus vistazos eran más discretos. El mar no era lo único que le iba a deleitar la vista ese día.
—¡Venga Eitne, métete! Nosotros ponemos las cosas rápido —le animó mientras salía, esperando que siguiesen su consejo y no se ahogasen. O al lo menos que no se ahogasen tan pronto—. ¡Que no se te olviden los manguitos! —al pasar cerca de Milo le salpicó no muy alto con el pie—. A ti tampoco.
Recogió la mochila de Nime junto la suya y las colocó donde Neil estaba organizando las toallas. De paso le hizo gestos a Obel para que les ayudase por ahí. La costumbre le hizo clavar la primera sombrilla con fuerza física, pero sus ganas de nadar a la de ya, el calor del sol en el cogote y que no quería sudar la camisa nueva hicieron que recurriese al hechizo de levitación para casi todo lo demás. Las buenas costumbres de dama Isis se le iban pegando. Al final entre varios montaron la primera línea de playa rápido, dejando que el sinhadre se encargase de las neveras a gusto. Rox se desabrochó la camisa, la dejó sobre su toalla y regresó corriendo, esta vez sin chanclas, a la orilla. En menos que canta un gallo el cambiante estaría bien metido en el agua, hundiendo la cabeza para mojarse el pelo de una. Un pequeño grito de júbilo siguió al gesto.
Volver al mar y encima hacerlo sin su antigüo cuerpo y su disforia debía ser lo más cercano al nirvana que había estado nunca.
El agua a sus tobillos era reconfortante, y aunque se muriera de ganas de seguir el ejemplo de Rena y Nime metiéndose mar adentro, tenían cosas que preparar antes. Que Neil se encargase de todo mientras ellos nadaban no era lo suyo, además, cuanto antes se lo quitasen de encima mejor. Ver a Milo con la camisa abierta detrás suya casi le provoca un cortocircuito, y pese a que su primera reacción fue desviar la mirada azorado, el rubio no tardaría en recordar que llevaba gafas de sol, y por ende, que sus vistazos eran más discretos. El mar no era lo único que le iba a deleitar la vista ese día.
—¡Venga Eitne, métete! Nosotros ponemos las cosas rápido —le animó mientras salía, esperando que siguiesen su consejo y no se ahogasen. O al lo menos que no se ahogasen tan pronto—. ¡Que no se te olviden los manguitos! —al pasar cerca de Milo le salpicó no muy alto con el pie—. A ti tampoco.
Recogió la mochila de Nime junto la suya y las colocó donde Neil estaba organizando las toallas. De paso le hizo gestos a Obel para que les ayudase por ahí. La costumbre le hizo clavar la primera sombrilla con fuerza física, pero sus ganas de nadar a la de ya, el calor del sol en el cogote y que no quería sudar la camisa nueva hicieron que recurriese al hechizo de levitación para casi todo lo demás. Las buenas costumbres de dama Isis se le iban pegando. Al final entre varios montaron la primera línea de playa rápido, dejando que el sinhadre se encargase de las neveras a gusto. Rox se desabrochó la camisa, la dejó sobre su toalla y regresó corriendo, esta vez sin chanclas, a la orilla. En menos que canta un gallo el cambiante estaría bien metido en el agua, hundiendo la cabeza para mojarse el pelo de una. Un pequeño grito de júbilo siguió al gesto.
Volver al mar y encima hacerlo sin su antigüo cuerpo y su disforia debía ser lo más cercano al nirvana que había estado nunca.
- ♪♫♬:
- InvitadoInvitado
Re: Kankri
20/07/20, 12:22 am
La carrera del cambiante fue respuesta suficiente a su pregunta. Contagiada por el entusiasmo de Rox y Adru Rena retrocedió fuera del agua para soltar sus trastos y las chanclas a toda prisa y se metió corriendo al principio y luego un poco más prudente. Las olas chocaban perezosas contra sus rodillas, el agua era tan cristalina que podía verse las uñas pintadas y los pececillos alejándose del barullo que estaban montando. Se echó a reir a carcajadas cuando Nime se tiró en plancha.
-¡Yo también quiero vivir aquí! ¿Creéis que podríamos pedirle algún permiso de construcción al Consejo? -dijo, medio en broma medio en serio. La verdad es que era una idea demasiado tentadora. -Eitne, el agua no cubre nada, no te preocupes -le dijo al pequeño para tranquilizarlo. -Y claro que puedes venir a cazar cangrejos, ¿quién va a afinidarlos si no?
En cuanto vio que algunos empezaban con los preparativos salió del agua, llevándose a Nime en volandas.
-Vamos a colgar la ropa de Cobrecito para que se seque, que si no luego no vamos a tener qué ponernos para la vuelta -le dijo después de soltarla donde se había decidido levantar el ‘’campamento’’.
A la sudadera realmente solo se le habían mojado los bajos, pero ahí colgada había menos posibilidades de que se llenase de arena. Colgó también la ropa de Nime antes de ayudar al resto a montar las cosas. Eran bastantes y tenían la ventaja de fuerza sobrenatural y magia, así que no tardaron nada. No perdió la oportunidad de lanzarle una sonrisa burlona a Rox en cuanto vio que Milo iba con la camisa abierta. En cuanto estuvo todo fue a unirse a los bañistas. Su capacidad de atención no le daba para más, solo veía el mar y sus destellos.
-Tío a mi no me caben los manguitos pero tengo la colchoneta esa de pez que pillé, ¿debería traerla? -preguntó. El agua no cubría nada y parecía la cosa menos peligrosa que había visto en su vida, pero tampoco tenía mucha idea.
-¡Yo también quiero vivir aquí! ¿Creéis que podríamos pedirle algún permiso de construcción al Consejo? -dijo, medio en broma medio en serio. La verdad es que era una idea demasiado tentadora. -Eitne, el agua no cubre nada, no te preocupes -le dijo al pequeño para tranquilizarlo. -Y claro que puedes venir a cazar cangrejos, ¿quién va a afinidarlos si no?
En cuanto vio que algunos empezaban con los preparativos salió del agua, llevándose a Nime en volandas.
-Vamos a colgar la ropa de Cobrecito para que se seque, que si no luego no vamos a tener qué ponernos para la vuelta -le dijo después de soltarla donde se había decidido levantar el ‘’campamento’’.
A la sudadera realmente solo se le habían mojado los bajos, pero ahí colgada había menos posibilidades de que se llenase de arena. Colgó también la ropa de Nime antes de ayudar al resto a montar las cosas. Eran bastantes y tenían la ventaja de fuerza sobrenatural y magia, así que no tardaron nada. No perdió la oportunidad de lanzarle una sonrisa burlona a Rox en cuanto vio que Milo iba con la camisa abierta. En cuanto estuvo todo fue a unirse a los bañistas. Su capacidad de atención no le daba para más, solo veía el mar y sus destellos.
-Tío a mi no me caben los manguitos pero tengo la colchoneta esa de pez que pillé, ¿debería traerla? -preguntó. El agua no cubría nada y parecía la cosa menos peligrosa que había visto en su vida, pero tampoco tenía mucha idea.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Kankri
20/07/20, 12:08 pm
Nime se rebozó en el agua riendo, sin prestar atención a nada más que aquella sensación familiar del agua salada y la arena colándose entre sus dedos. No había sido consciente de la nostalgia que sentía hacia aquellas pequeñas cosas hasta que se había propuesto la excursión. La pregunta de Adru fue lo que la devolvió a la realidad.
—¡Pues claro! Si mi familia era pescadora, ¡no podemos no saber nadar! ¿Quieres que te enseñe? —preguntó, haciéndole señales para que se metiese mar adentro.
La niña mostró entusiasmo por cualquier plan que se propusiese, desde mudarse a vivir allí hasta cazar cangrejos, inconsciente de que Rox se había tenido que encargar de recoger su mochila, hasta que ella fue la recogida de forma literal.
—¡Suéltame, suéltame! —le decía a Rena, sin parar de reír y patalear mientras la llevaba hacia donde el resto se estaban instalando. Una vez allí, Nime se quitó la ropa sin protestar. No era cómodo llevar el peso del agua encima, y en su plan original no había entrado mojarla.
Entre tanto Kin se había unido a quienes montaban el toldo, aguantándose las ganas de poner los pies a remojo. Cuando estuvo listo, colgó los altavoces de la estructura y se dirigió a los otros irrenses.
—Están en abierto, podéis mandar música desde vuestros ordenadores en cualquier momento. —Los había traído como aporte a la fiesta, por lo que no sería el primero en usarlos. Ni siquiera sabía mucho sobre las preferencias del resto.
»En esta nevera hay bebidas energéticas que traje de Irraria para quienes quieran —anunció después para el grupo, señalando la bolsa encantada que había traído.
Tras eso, el raigaurum rebuscó en su mochila el flotador que había podido conseguir y se sentó en la arena para llenarlo. No se iba a quedar sin probar el agua, independientemente del peso de sus brazos, pero a medida que intentaba inflarlo a pulmón se le iban quitando las ganas. Hacía demasiado calor para tomarse semejante esfuerzo, pero según repasaba mentalmente hechizos no se le ocurría ninguno específico que hiciera la tarea por él.
—¡Qué miedicas! ¡Si en el mar se flota! —se burló Nime con petulancia mientras caminaba hacia el agua solo con unas bragas puestas, riéndose de los manguitos, colchonetas y flotadores del resto—. ¡Mirad y aprended!
La demonio mineral se lanzó de nuevo al agua y empezó a alejarse de la orilla a nado. El raigaurum la observaba hacerse cada vez más pequeña en la distancia apoyado en el flotador a medio inflar.
—¿Es consciente de que aquí puede haber tiburones o deberíamos preocuparnos más bien por los tiburones? —preguntó a nadie en particular.
—¡Pues claro! Si mi familia era pescadora, ¡no podemos no saber nadar! ¿Quieres que te enseñe? —preguntó, haciéndole señales para que se metiese mar adentro.
La niña mostró entusiasmo por cualquier plan que se propusiese, desde mudarse a vivir allí hasta cazar cangrejos, inconsciente de que Rox se había tenido que encargar de recoger su mochila, hasta que ella fue la recogida de forma literal.
—¡Suéltame, suéltame! —le decía a Rena, sin parar de reír y patalear mientras la llevaba hacia donde el resto se estaban instalando. Una vez allí, Nime se quitó la ropa sin protestar. No era cómodo llevar el peso del agua encima, y en su plan original no había entrado mojarla.
Entre tanto Kin se había unido a quienes montaban el toldo, aguantándose las ganas de poner los pies a remojo. Cuando estuvo listo, colgó los altavoces de la estructura y se dirigió a los otros irrenses.
—Están en abierto, podéis mandar música desde vuestros ordenadores en cualquier momento. —Los había traído como aporte a la fiesta, por lo que no sería el primero en usarlos. Ni siquiera sabía mucho sobre las preferencias del resto.
»En esta nevera hay bebidas energéticas que traje de Irraria para quienes quieran —anunció después para el grupo, señalando la bolsa encantada que había traído.
Tras eso, el raigaurum rebuscó en su mochila el flotador que había podido conseguir y se sentó en la arena para llenarlo. No se iba a quedar sin probar el agua, independientemente del peso de sus brazos, pero a medida que intentaba inflarlo a pulmón se le iban quitando las ganas. Hacía demasiado calor para tomarse semejante esfuerzo, pero según repasaba mentalmente hechizos no se le ocurría ninguno específico que hiciera la tarea por él.
—¡Qué miedicas! ¡Si en el mar se flota! —se burló Nime con petulancia mientras caminaba hacia el agua solo con unas bragas puestas, riéndose de los manguitos, colchonetas y flotadores del resto—. ¡Mirad y aprended!
La demonio mineral se lanzó de nuevo al agua y empezó a alejarse de la orilla a nado. El raigaurum la observaba hacerse cada vez más pequeña en la distancia apoyado en el flotador a medio inflar.
—¿Es consciente de que aquí puede haber tiburones o deberíamos preocuparnos más bien por los tiburones? —preguntó a nadie en particular.
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