Kankri

Obel lo soltó como le dijo y lo vio precipitarse. Que lo tenía y una mierda. Lanzó el hechizo de levitación cuando el ángel negro estaba solo a dos metros del agua.

-Bueno - comentó acercándose a Sox.- Podría haber sido peor supongo. Volvamos a probar.

Volvió a remolcar a Sox a los cielos y cuando estuvieron allí lo dejó ir y lo puso frente a sí.

-Veamos, ¿qué crees que ha fallado? - le preguntó aleteando frente al chico. Era listo, seguro que se fijaría en la cadencia de Obel al aletear y memorizaría el ritmo.

-Hmmmm… -Rena se rascó la barbilla con una garra ante la sugerencia de Nime. La libense la estaba poniendo en una dicotomía -Es que quiero que me deje montar en su tabla de cobre, y si le hago una putada no me va a dejar. Podemos dejar que Neil le pegue una paliza y reírnos por lo bajo, no tendremos ni que pensar en vengarnos.

Cambió a su forma irrense porque le resultaba más sencillo mantenerse a flote de forma estática. Las piernas de oso eran demasiado cortas. Se apoyó en la rosquilla de Nime ya sin miedo a hundirla y evaluó la situación intentando poner cara seria y no distraerse con lo muchísimo que le estaban molando los submarinos de Milo. Entonces puso los ojos sobre Kin por casualidad.

-Podemos vengarnos de Kin. Él no tiene tabla de cobre que dejarnos -dijo como si pensara en voz alta -El día es largo, podemos pensarlo con tranquilidad. La venganza se sirve fría. Ahora vamos a mirar la pelea para que no sospechen nada.

Aunque dijera que era para disimular, la ursántropa estaba encantada con la batalla y no sabía a quién de los dos contrincantes animar. Al final se conformó con jalear con silbidos, sin dirigirlos a nadie en particular.

Tayron podía haber prestado mucha más atención a cómo Rox se regodeaba o a que Eitne cambiaba más veces de bando que la dirección del viento. Pero responder a todo eso le habría quitado unos importantes segundos sobre la verdadera amenaza.

—Sí... mi rehén, eso es lo que he dicho —pero a medida que la chica le iba preguntando una y otra vez el lémur fue perdiendo confianza, especialmente cuando vio su mano deslizándose con lentitud hacia el bolsito. Tayron tragó saliva con una sonrisa nerviosa e intentó descifrar en los ojos del cambiante y del daeliciano si estaban tan inquietados como él. Nunca habría pensado que una niña con alas en la espalda y sentada en una butaca en la orilla sería tan perturbadora. Cuando Pelusa movió la cabeza hacia arriba y Tay se encontró con aquel rostro inexpresivo se le heló la sangre y pensó con claridad lo buena actriz que era la mona del queso. ¿Estaba actuando, verdad?— por supuesto que no, un pañuelo no es tan importante como para jugármela contigo... —diría con una voz que claramente expresaba “retirada”. Lentamente y aún divertido pero confuso fue chapoteando hacia atrás alejándose de la spriggan y dando a entender que ya no estaba en su poder, si es que alguna vez lo había estado—tengo ideas... mejores, podemos tomarnos una foto todos juntos con esa preciosa cámara que tienes ahí para dejar claro que somos amigos del alma —murmuró luego— ya que no todos tienen la oportunidad de salir al lado del gran panda gris pero para eso... tienes que convencer a Rox de que me devuelva mi pañuelo, seguro que lo que sea que vayas a sacar de ahí vale menos que una foto grupal hermosa—le diría de manera susurrante, la única alternativa era tomarla como aliada— ...es muy importante para mí, proviene de una gran desgracia familiar... —sin embargo aquello no podía sonar a más mentira barata, la prenda procedía del fondo de uno de los baúles cualquiera de la Sede cubiertos de polvo.

Tragó saliva de nuevo, sabía que las dotes de persuasión nunca habían sido su fuerte.

Si Rox no se partía la caja ahí mismo era por no echar por tierra las actuaciones de Eitne y Pelusa, algo especialmente difícil con la ocurrencia del veneno. Había hundido medio rostro para no delatarse a Tayron, aunque el daeliciano sí que podría ver la sonrisa temblorosa del rubio a través del agua cristalina. Lo estaba pasando tan bien viendo el susto del belga que no se percató del truco de Eitne. Puso ambas manos de altavoz para hacerse oír.
—¿¡Qué te dije!? —exclamó, divertido, ignorando lo que el lémur estuviera cuchicheando y lo que Eitne tramase.

Miró al niño bestia con una sonrisa traviesa, impulsando su cuerpo hacia atrás como una nutria panzarriba cuando se dio cuenta de que el pañuelo ya no estaba donde debía. Se le borró la sonrisa de sopetón y su sorpresa fue obvia durante unos segundos, reincorporándose en vertical rápidamente para esconder la cola de nuevo en el agua; la evidencia. Discretamente echaría un vistazo al daeliciano para ver si se había fijado en él e ipso facto se pondría a rebuscar por la superficie. Mierda. Al no dar con la prenda se pondría a bucear para buscarla en el fondo, sin resultado.

—Eitne —susurró al salir, con una minúscula sonrisa apurada—. Creo que se me ha desatado el pañuelo. Ya no está.

No lo tenía. Sox aleteó frenéticamente mientras se desplomaba sin control; el aire pasaba inútil a través de los espacios entre sus alas y el resto de su cuerpo, un marco intangible a su caída inevitable al mar. Había dado ya media vuelta sobre sí mismo y se preparaba para el impacto cuando éste no llegó. El ángel negro abrió los ojos y necesitó que transcurrieran unos breves instantes de desorientación para darse cuenta de qué había hecho Obel. Aquel “podría haber sido peor” hirió su orgullo de estudiante modelo.

—Que la gravedad existe —rezongó cuando volvieron a las alturas, pero se tomó la pregunta en serio, como un ejercicio de clase. Reflexionó intensamente—. Tiene que ser… He tenido que usar mal las alas. Era como si atravesara el aire, no podía usarlo para impulsarme —se le coló la frustración en la voz. ¡No podía ser tan difícil! ¡Obel estaba hecho de piedra!

Cuando se quiso dar cuenta Kin estaba en medio de aquella batalla entre la cera y el cobre como espectador. Aunque un espectador que dependía del cobre para seguir a flote, así que no le quedaba otra que ponerse del lado metálico de la refriega. La excentricidad de ambos brujos creando armas consiguió hacerlo reír, precisamente porque toda aquella escena era ridícula.

Tras las risas, sin embargo, empezó a darse cuenta de la inestabilidad de la mantarraya. El raigaurum no tenía muy claro cómo funcionaban los dominios, pero podía imaginarse que no era fácil controlar simultáneamente todas las cosas que estaba moviendo Milo. Quizá por eso a ratos su embarcación improvisada parecía perder consistencia.
—Oye… —comenzó a decir, reclamando la atención del brujo.

Un poco más allá, Nime ponía morritos por la negativa de Rena. Para sí misma pensaba que el cobre probablemente ganaría a la cera porque era más duro y, viniendo de Neil, aunque ganase probablemente no sería satisfactorio como venganza.

Rena volvió a la normalidad y se apoyó en el flotador también. Era su pequeña butaca incómoda para observar el espectáculo que estaban dando los brujos.
—Mmm… Entonces le pedimos la tabla a Milo y nos vengamos de los dos después de comer. ¿Trato? —Nime no iba a pasar por alto que la trampa había sido cosa de Milo y, si Rena se apuntaba, es que no iban a hacer nada demasiado malo, solo divertido—. ¿Nos acercamos más?
Sin esperar respuesta, Nime empezó a patalear de nuevo, arrastrándolas a ambas poco a poco hacia donde se desarrollaba la batalla, justo a tiempo para ver a Kin resbalarse de la mantarraya y patalear buscando algún lugar donde sujetarse en su superficie lisa. Una sonrisa maliciosa iluminó la cara de la niña.

La niña ocultó, con la perfección que daba tener los músculos faciales agarrotados por años, la diversión que le producía la expresión nerviosa de Tayron. Este retrocedió tanto en pretensión como en acción, alejándose ligeramente de su espalda mientras parecía cambiar su plan de acción. Pelusa estaba segura que acababa de asustarle y no podía sentirse más satisfecha internamente por ese hecho. Aunque no fuera mucho, el saber que podía causar incomodidad en la gente a tal punto, le alegraba, significaba un primer paso en la dirección deseada. Al fin y al cabo, Pelusa no había olvidado su deseo original: Quería magia.

Y el poder causar intimidación, aunque fuese un poquito, en alguien que podría defenderse de ella con facilidad y en medio de un juego, era un pequeño paso para conseguirlo.

Pelusa escucho la nerviosa palabra persuasiva o que intentaba serlo, del Lemur, aun mirándolo atentamente de forma tranquila e igual de expresiva, su incomodidad y como buscaba una especie de salida, para no acabar siendo envenenado. Si seguían al menos la premisa de las palabras de Rox, no podía hacerle más gracia. Estaba a segura que Tayron en esos momentos, estaba lejos de sentir el calor de Kankri en su piel. La spriggan ladeo ligeramente la cabeza aun observándolo sin articular palabra, pensando su propuesta. << Una foto conjunta. No suena mal…me quiero hacer una foto con ello, quiero salir con Rox, con Rena y Milo y cobrecito y…con todos >> pensó la niña que hasta ahora había hecho fotos al paisaje, a los cangrejos, a sus amigos, a la batalla de cobre contra cera en el agua, incluso a Tayron, Sox y Obel, pero no había nada suyo en aquella cámara.  No había constancia real en aquellas fotos de su presencia en aquella salida a Kankri.

Sin quererlo, pues la spriggan aun quería mantenerse inexpresiva, fría y distante, seguir torturando un poco más al lémur, sus ojos lavandas brillaron por un instante con algo parecido a la ilusión.  Fue apenas un momento el tiempo de la niña de darse cuenta que su inexpresividad se andaba evaporando, ocultando aquel momento de debilidad al bajar su mirada hacia la cámara que colgaba de su pecho.

- Una foto…a cambio de tu pañuelo y tu presencia ¿No aparecerías sino convenzo a Rox de que te lo de entonces? ¿Me estas chantajeando, Tayron?  – pregunto la niña con suavidad volviendo a levantar la vista hacia el,  su inexpresividad había vuelto, la niña empezó a sacar la mano del bolso lentamente, con intención, antes de mirar de reojo hacia donde Rox se encontraba junto a Eitne aparentemente hablando, cuando escucho de nuevo el pedido de ayuda por su pañuelo de boca del lémur, que seguía susurrando. La niña rodo los ojos con entretención ante lo ridículo que sonaban sus últimas palabras.

- Mientes peor que Eitne y Nime juntos… ¿Y a que no sabes que, Tayron?- dijo volviendo sus ojos de nuevo hacia él, tranquilo y serios- No me gusta que me mientan- añadió en un tono tan tranquilo que apenas fue un murmullo volviendo totalmente su vista y parte de su cuerpo, hacia él

- ¿No te gustan las mentiras tampoco, verdad? ¿Quieres que traicione a mis amigos por una mentira? Eso estaría muy, muy feo…– murmuro la niña mirándolo de forma tranquila y seria mientras se iba levantando lentamente de su butaquita, aun viéndolo, profundamente entretenida por dentro- ¿No quieres que yo haga eso, verdad que no? - añadio de nuevo bajito en un tono suave y agudo, aun mirandolo de forma atenta, a pesar de su pequeño tamaño, de pie junto a su butaquita, su expresion no decia nada. A pesar de que Pelusa en esos momentos estaba claramente divertida muy dentro de si.

¿Asi que eso era jugar? No se sentia tan mal.

Eitne tenía la sonrisa anclada a la cara de forma casi dolorosa, riéndose por partida doble al ver a Pelusa y a Tay chocando por un lado, aunque no llegaba a oírles bien, y a Rox buscando el pañuelo por otro. El niño aprovechó para mover el pañuelo bajo tierra, lo hizo emerger en la playa con toda la precaución que pudo sobre una toalla y lo deshechizó. Cuando el cambiante emergió del agua con una sonrisa nerviosa, al niño le costó muchísimo disimular y poner cara de susto. De hecho, más bien parecía que se le habían agarrotado los músculos irrisorios. Nada sutil.

Se giró levemente, para tener todavía a Pelusa y a Tay en su rango de visión y habló en susurros, como si usase un canal privado con Rox, que en realidad era compartido tanto con la spriggan como con el lémur.

—Oh, oh… ¡Tenemos que encontrarlo antes de que se enteren! —Intentó sonar asustado y miró a todas partes para disimular.

Pelusa y Tay no podían verle la cara, pero para el cambiante sería obvio que la bestia del crepúsculo sabía más de lo que intentaba aparentar.

-Nime eres un jodido genio -le dijo a la pequeña libense. Así también tendría más tiempo para pensar en alguna trastada. Con Milo tenía confianza como para tocarle las narices pero a Kin lo conocía de menos.

Imitó el pataleo de Nime y en nada estuvieron en el lado cobrizo de la refriega y a la distancia perfecta para ver bien toda la acción. También estaban a la distancia perfecta para ver a Kin resbalarse de la tabla que lo mantenía a flote y chapotear desesperadamente. Rena se apresuró y agarró al irrense por la camiseta para levantarlo.

-Eeeeepa

De una forma un poco brusca evitó que se hundiera y lo acercó al flotador para que se sujetase. Nime no lo necesitaba para mantenerse a flote y ella conseguía medio apañarse ahora que sabía cómo tenía que mover las piernas. Miró a Milo, que empezaba tener ese tembleque que le daba cuando se concentraba mucho en una cosa.

-Milo no te flipes porque como te de un yuyu Nime va a tener que rescatarte y vas a quedar super mal -le advirtió.

Tayron no dejaba de preguntarse cómo se había metido en esa situación, una niña intentaba intimidarle con éxito, no se encontraba en posición de su pañuelo pirata (lo que le hacía pensar que luego podían jugar al pañuelito) y encima había sido degradado de Tay a Panda Gris y posteriormente a Panda Plancha.

—¿Chantajearte... yo? —diría sin parar de retroceder con lentitud y reparando en que le estaba entrando hambre— ¿es que acaso... quiero perder una mano o algo? —sin embargo le pareció ver algo por un segundo en la cara de Pelusa cuando habló de sacar una foto juntos, aquello se desvaneció demasiado pronto y cuando Pelusa se levantó de la silla con el rostro serio y el aura perturbadora que la caracterizaba decidió que tenía que retomar el control— aunque te ofrezco otro trato, yo os fotografío a todos vosotros con tu cámara, seguro que te causa un tremendo placer que sea el único en no salir... .

Sin embargo una voz susurrante frustó todos sus planes y Tay se giró hacia el daeliciano y el australiano de inmediato, con un movimiento de cola a su espalda que indicaba sorpresa y confusión. Las posibilidades de que Eitne le hubiera hablado por accidente al oído con su poder a varios metros de él eran pocas. Sonrió unos instantes, antes de mostrar una mueca más seria y fruncir el ceño con preocupación.
—Ey chicos, ¿ocurre algo?... ¿Rox?

El pequeño pulpo en la cabeza de Neil movió sus puñitos más efusivamente cuando Adru le presentó y Neil jadeó sorprendido cuando la bola de cobre cayó con suavidad sobre su sombrero e intentó mirar hacia arriba para ver qué ocurría sin conseguirlo mientras el pulpo de cera de su cabeza comenzaba a darle golpecitos suaves con sus puños al otro pulpo como si la pelea se hubiera puesto a cámara lenta.

A pesar de su mirada seria claramente fingida, el brujo no pudo evitar asombrarse por las figuras que había hecho Milo con su cobre en el agua, tan pequeñas y bonitas como eran, pero no perdió el suficiente tiempo la concentración como para no poder anticipar el ataque del otro brujo al que sus figuras respondieron al momento, algunas tragándose los proyectiles y otras saltando por los aires dramáticamente y separándose en cientos de gotas de cera que volvieron a caer al agua, esta vez sobre los submarinos de Milo, formando pececitos aún más pequeños.

-¡Lluvia de peces! -exclamó entusiasmado con el juego el sinhadre.

Concentrado como estaba con el concurso improvisado no se dio cuenta de otras cosas que ocurrían a su alrededor, como de que Kin se cayó al agua o de la conversación que mantenían Rena y Nime.

—¡La esquina roja llama refuerzos para su mantarraya! ¿Qué está haciendo ahora, es eso una bola de cobre? ¡La dispara! Yyy… ¡Es un calamar para enfrentarse al pulpito peleón!

Completamente metida en su papel de narradora, el gamusino explicaba todo lo que ocurría con tono de expectación sin dejar de atender a las figuras de metal y cera.

—¡La lucha tiene dos frentes! ¡Mientras los boxeadores de muchos puños intercambian golpes en la cabeza de la esquina azul está teniendo lugar una batalla naval en el océano! ¡Aquí viene el contraataque de la esquina azul! ¡Los peces anti submarinos!

Los nervios de Rox se disiparon en cierta medida cuando se fijó en la cara de Eitne. El niño era más fácil de leer que un libro abierto y las sospechas de que tuviera algo que ver eran a ese punto una confirmación. Con el ceño ligeramente fruncido se acercó a él, despacio, como un tiburón rondando un bocado asegurado.

—Síiiii... Venga —dijo, arrastrando las letras. El cambiante le buscaría las manos y los pies con la mirada, esperando ver el color de la tela en ellos. Cuando Tayron preguntó, no obstante, su cuerpo volvió a tensarse como un resorte. Solo le faltaba hacer un saludo militar—. ¿Eh? ¿Qué pasa? ¡No, nada! —respondió a trompicones, despachando su pregunta sacudiendo la mano como si espantara moscas.

Al voltearse le dedicó a Eitne una sonrisa contenida de diversas intenciones. Si el lémur había preguntado justo ahora tenía que ser porque cierto señorito les había delatado.
—Eitneeeeee —susurró mientras se cernía sobre él con los brazos separados como un oso. Reía por lo bajini—. Creo que no me estás contando todo... Tú sabes dónde está el pañuelo de Panda Plancha, ¿verdad?
Movió los dedos de ambas manos. Si no confesaba lloverían cosquillas de nuevo.

La batallita era tan intensa y el brujo estaba tan concentrado en manejar su dominio que la voz de Kin apenas llegó a alcanzarlo, por lo que no se percató del inminente apuro en el que estaba el demonio raigaurum hasta que ya fue demasiado tarde.
—¡No! —exclamó cuando el irrense se resbaló de la mantarraya, alargando el brazo hacia su compatriota sin demasiado éxito. Por suerte Rena estaba cerca y el rubio no llegó a hundirse en el agua, pero al brujo el micro infarto no se lo quitó nadie.

La advertencia de la ursántropa, de hecho, llegaba justo a tiempo, pues todo empezaba a desmoronarse. Su brillante y flamante montura no paraba de estremecerse bajo sus piernas, amenazando con derribarlo a él también, y a su alrededor sus submarinos de cobre empezaban a irse a pique.
—Esto no va bien… —masculló para sí, frunciendo visiblemente el entrecejo cuando se desató una lluvia de peces sobre sus tropas. Las manos del brujo se hundían inconscientemente en el lomo de metal de su criatura, buscando asidero desesperadamente, y el único que no parecía afectado por su sobrecarga mental era el calamar que batallaba en el sombrero de Neil.

Allí ambas creaciones tentaculares intercambiaban golpecitos con sus patitas, ajenas a la carnicería que se desataba a su alrededor, y si alguien se molestaba en prestarles atención podría percatarse de que no parecían estar actuando bajo las órdenes de sus artífices.

Con las tripulaciones de sus vehículos saltando por los aires ante los impactos de cera la situación del ejército de cobre parecía precaria, pero Milo aún se guardaba un as bajo la manga.
—¡Ahora! —ordenó a voz en grito con una sonrisa, dejando que el férreo control que ejercía sobre las naves se deshiciera al mismo tiempo que sus tropas ejecutaban la orden final: acoplamiento controlado para la captura efectiva del enemigo.

En apenas un instante y de forma simultánea todos sus soldados (tanto los que estaban en el aire como los que se habían empezado a hundir en el mar) extendieron sus extremidades en todas direcciones, buscando a sus compañeros a la desesperada para formar una red de metal que abarcaba todo el campo de batalla. Sin tantos frentes abiertos la mantarraya volvió a adquirir firmeza y las arrugas en la frente del norteño desaparecieron poco a poco, pues ahora solo tenía una preocupación.
—Hora de apretar. —murmuró con un deje taimado, juntando ambas manos como si quisiera atrapar el aire al tiempo que la red empezaba a comprimir todo lo que había en su interior.

Le parecía bastante curioso ver a Tayron, retrocediendo solo por escucharle y por verle ponerse de pie, le precia entretenido. ¿Fingía o realmente estaba intimidándole de alguna forma? Parecía no tener idea de cómo salir de la inusual situación donde andaba metiéndolo.

- ¿Quieres perder una mano? Yo puedo ayudarte si quieres- dijo devolviéndole su pregunta con otra igual mirándole detenidamente, evidentemente jugando con su pobre nervios, aunque cuando dijo lo de hacer una foto a todos sus amigos sin el estar presente y que sentiría placer por ello, la niña le miro detenidamente. No le importaba tomarle un poco el pelo, era un juego…o algo así ¿no? Pero tampoco al grado de que creyera que le desagradaba sinceramente. ¿Se estaba pasando tal vez? No tenía claro cuál era el límite en ese tipo de juegos, asique vajo un poquito el ritmo de intimidacion.

- No me causaría placer tenerte fuera de la foto. No tengo problema con que aparezcas – comento la spriggan suavemente mirándolo fijamente-Hago vacío a las personas que me desagradan y desconfió de las que no conozco. No estás en ninguno de esos bandos - añadió la spriggan con obviedad, escuchando en ese momento la vocecita reconocible de Etnee. No le sobresalto, estaba acostumbrada a escuchar la voz repentina del daeliciano, asique se giró un poco a mirar hacia el agua, siendo para ella un poquito más evidente, el nerviosismo de Rox, ya que conocía un poco mejor cuando se ponía así. << ¿Han perdido el pañuelo? >> era lo primero que se imaginaba con lo que había escuchado decir a Eitne, el cual desconfiaba un poco que no fuera aposta. Eitne ya controlaba bastante mejor a quien se dirigía cuando hablaba y a quien dejar afuera. Y ante todo era un pequeño vándalo.

La pequeño entrecerró los ojos suspicaces, notando a Tayron ponerse algo preocupado y preguntarle a Rox que pasaba. La niña volvió su mirada hacia la playa, negando con la cabeza disponiéndose a seguir con sus fotos, en este caso al movimiento del agua al tocar la arena. Por eso fue testigo, a una cierta distancia y no sin cierta confusión, cuando de entre la arena surgió un pañuelo, como si saliera directamente de la tierra brotando de ella sobre una toalla cercana como si fuera un cangrejo.

 << ¿No hay forma que esto sea natural ¿un hechizo intangible? >> pensó confundida, porque si hubiera llegado con el oleaje, pues aun…pero juraba haberlo visto brotar de la arena cual seta, en la toalla junto a la cual había estado sentada no mucho antes << Esto huele a travesura…>> pensó la niña algo entretenida ante lo que suponía era una pequeña traición del travieso Eitne, porque dudaba que Rox el causante. Seria boicotearse solo

La niña miro de reojo hacia Tayron que lucía preocupado mirando hacia el mar y moviéndose como si siquiera en sus tranquilos momentos haciendo fotos, se agacho en el suelo como si fuera hacerle la foto a un cangrejo que pasaba por allí y cogió el pañuelo velozmente guardándolo en su bolsito como si nada. Luego volvió a incorporarse observando la cámara y la foto que acababa de sacar de aquel cangrejo amenazándole con sus pinzas.

- Tayron…¿Qué tanto serias capaz de hacer por ese pañuelo pirata tuyo que ha sido una importante reliquia familiar? Pareces querero mucho si insistes tanto en que te ayude con Rox para devolvértelo- pregunto la niña mientras empezaba a andar por la orilla, enterrando sus dedos en la arena dejando que al agua tocase sus pies, mirándole recordándole su palabra de rato antes, aun sabiendo que eran mentira y devolviéndosela.

Kin sintió cómo tiraban de él, no en la dirección que esperaba, en cuanto descubrió que no era tan fácil volver a agarrarse a la mantarraya. Cuando escuchó la voz de Rena y tocó el flotador comprendió por fin lo que acababa de pasar, y se sintió avergonzado sin poder evitarlo. Se agarró al flotador y, ya a salvo, se recolocó la camiseta con la poca dignidad que le quedaba mientras la ursántropa le tiraba pullas a Milo.

Nime le hizo un mohín al raigaurum, pero abandonó el flotador sumergiéndose por debajo, para dejar espacio a los irrenses, que lo necesitaban más que ella.
—¿Rescatarle? ¿Yo? Que se rescate solo, ya que su tabla de cobre es tan guay —dijo Nime tras Rena, dirigiéndole al brujo una sonrisa torcida. Su atención no tardó en centrarse en las narraciones de Adru, y se puso lo más cerca que pudo del epicentro de la batalla de dominios, lanzándoles comentarios a los dominios como si realmente estuviesen vivos.

—Gracias —le dijo Kin a Rena cuando terminó de dirigirse a Milo. El brujo parecía haber optado por cambiar de estrategia, pero la batalla continuaba. El raigaurum pensó que tal vez Milo lo tenía más fácil ahora que no se tenía que preocupar de sujetar a dos personas sobre la mantarraya—. ¿Son siempre así de animados? —añadió, mirando a la ursántropa y luego a la batalla que tenía lugar justo delante de ellos. Era casi fascinante verlos vivir sus vidas al máximo aun a pesar de lo reciente que estaba la Luna para ellos. No podía evitar sentir un poco de envidia.

Eitne logró responder al lémur en exclusiva antes de que todo se fuera al traste:

—¡Todo bien! Mira en las toallas…

Rox, sin embargo, se volteó y le dedicó una sonrisa que, aunque no auguraba nada bueno, podría traer cosquillas o aguadillos o alguna jugarreta de cambiante que no supiese ver llegar. La bestia del crepúsculo puso cara de póker, o lo intentó siguiendo las explicaciones que le habían dado los humanos.

—No… No… —Le estaba costando aguantar una risa nerviosa y, si aquello no era suficientemente delator, se empujó con los brazos bajo el agua hacia atrás, para sacarle algo de distancia al coreano—. Bueno… Sí… Lo he movido hasta las toallas —acabó confesando entre risillas de “socorro”—. ¡Lo siento! —y le enseñó todos los dientes en una sonrisa que lo único que decía era que lo haría de nuevo.

Por supuesto, centrado en cómo le pudiera devolver aquel robo el cambiante, el niño ni siquiera fue consciente de que el pañuelo había seguido su propio camino más allá de las toallas.