Kankri

Nime no era ni consciente de la llegada de Pelusa ni de muchas otras cosas, mientras flotaba con las orejas sumergidas. Esperaba que, de alguna manera, los que no sabían nadar sacasen algo en claro de verla flotar por ahí y mover los brazos. En el fondo, lo único que quería era llamar la atención. La demonio mineral solo dejó de flotar boca arriba cuando Milo la vaciló.
—Es muy fácil —le respondió, enfatizando el “muy” e ignorando la parte en que la llamaba medio pez—. Lo entenderéis cuando lo probéis… ¡pues igual que aprendisteis a moveros con el hechizo de levitar!

De hecho, Rox había validado el consejo de Nime, algo que había inflado su ego un poquito más. Precisamente por eso, Kin se encontraba dando pequeños saltitos de prueba sobre el fondo marino, comprobando que el flotador era un punto de agarre más firme de lo que había pensado en un primer momento.

Rox se dispuso enseguida a dar su primera lección, que Nime ignoró mientras saludaba a Pelusa desde el agua al haberla visto por fin en la arena. El raigaurum, en cambio, siguió sus indicaciones como pudo, sintiéndose un poco como si hubiese vuelto a tener diez años y estuviese en una excursión del colegio. El flotador era demasiado grande para ponerse encima, así que finalmente tuvo que meterse dentro para poder flotar cómodamente sobre su propia tripa. El hinchable al menos hacía su trabajo obligando a sus brazos a flotar. Tras haber dominado el hechizo de levitación conseguir levantar los pies de la arena no parecía un gran logro, pero el irrense estaba contento de poder tachar algo de la larga lista de cosas que siempre había querido probar.

Durante las pruebas de los demás Nime siguió dando brazadas para que la gente la pudiese imitar, y como estaba atenta a lo que hacían los aprendices, ver a Eitne tragando agua, seguido de Rena, y escuchar sus quejas la hizo reír con malicia. No sabía que no reiría la última después de la broma que le gastó el propio daeliciano.

A pesar de haber asegurado categóricamente que no tenía miedo de aquellas bestias acuáticas de las que hablaban todos, la advertencia de Eitne la hizo incorporarse de sopetón y dar manotazos hasta girar sobre sí misma. Y Nime se golpeó con algo al hacer aquel movimiento brusco, pero no era un tiburón, sino Kin, que pasaba en ese momento por detrás de ella pataleando sobre su flotador. El golpe le hizo retroceder y su flotador se resbaló hasta abandonarlo, dando un pequeño salto al liberarse de su peso. El raigaurum se hundió como si estuviese hecho de plomo, y su cabeza tardó algunos segundos antes de volver a asomar, el tiempo que tardó en ubicarse y encontrar el suelo para volver a salir a la superficie. Aun con el pelo empapado tapándole los ojos, Nime pudo sentir su mirada clavándosele como un cuchillo.
—¡Fue culpa de Eitne! —exclamó, señalando a su amigo.
—Seguro —ironizó el irrense. Se había llenado el hocico de agua y, tal como habían dicho Rena y el otro enano, sabía a rayos.

-Bueno, no he traído suficiente cera para hacer un barco grande, pero una barquita de uno o dos si que podría hacer. ¿O estabas hablando de barcos chiquititos? -contestó Neil a la pregunta de Eitne justo cuando su edeel se acercó preguntando sobre qué era un tiburón.

El miedo le subió al aurva por la espalda en el momento en el que el daeliciano comenzó a describirlo y luego señaló el tatuaje de Rox, pero consiguió tranquilizarse lo suficiente cuando el gamusino aseguró que no creía que fuera algo más peligroso de Rocavarancolia. Aunque todavía había muchas cosas que le asustaban y le aterrorizaban de la ciudad, con el tiempo y la experiencia había aprendido que aunque no podía evitar el miedo que le provocaban, sus amigos y él podrían enfrentar el problema como en otras ocasiones. Además, ahora tenían más amigos que llevaban mucho tiempo en la ciudad y que podían ayudarlos. Al fin y al cabo, al viaje también había venido un veterano y posiblemente entre su experiencia y el trabajo conjunto de los demás, no tendría que preocuparse por posibles tiburones.

Aún así, Neil decidió atraer sus cubos y esferas de cera que había guardado en su bolsa, tanto para que su proximidad le diera más seguridad como por el orgullo que había sentido cuando Adru había halagado su estrella de mar cambiante. Las esferas y cubos se convirtieron rápidamente en barquitos de distintos diseños y colores que primero navegaron por la arena y luego por el agua jugando entre los bañistas, agrupándose en formación, navegando en fila o simplemente dejándose balancear por el oleaje.

Una vez su cera estuvo cerca, el brujo resopló con alivio e incluso se permitió saludar efusivamente a Pelusa cuando esta apareció en la arena. Aunque no pudo distraerse mucho con esto ya que tenía el suficiente miedo a ahogarse como para querer estar totalmente concentrado en Rox y Nime y sus clases de natación, comenzando a probar tentativamente las primeras indicaciones, sorprendiéndose por lo mucho que le gustó flotar simplemente en el agua ayudado de los manguitos. Por suerte, el agua era lo suficientemente clara como para poder ver el fondo y sus propios pies distorsionados, ya que de no ser así no podría disfrutar del todo al tener el constante miedo de que algo pudiera tocarle bajo el agua.

—¿Rad? Deberías preguntarle a la cara con esas mismas palabras— dijo con sorna—. Dijo que sabía nadar, así que a la próxima no tiene excusa.
Con todo, no culpaba al astrario por no acudir. A él mismo le había costado tomar la decisión, aunque fuese por inercia. Cada uno estaba lidiando con lo suyo, probablemente incluso los que ahora chapoteaban despreocupados en el agua.  

La mención a su ya no tan nueva piel le hizo sonreír. El cambio visual, aunque abrupto al principio, era uno de los aspectos de su transformación que le parecía indudablemente positivo, sin medias tintas. Rocavarancolia tenía un sol tan desvaído que ahora los diamantes destacaban de verdad.

Desvió con retraso la atención de la explicación lo justo para fulminar a Tay con la mirada, dicho lo cual volvió a atender de forma diligente. Frunció el ceño levemente porque “no te lo pienses demasiado” siempre había sido prefacio a algo que luego le había resultado excepcionalmente difícil de aprender, pero no sería él quien se rindiera antes de empezar. Tenía sus dudas pero siguió al grupo al interior del océano.

Tras apenas un minuto en el agua, Sox había aceptado la arena como un hecho inescapable de la vida. Las olas la mantenían siempre en movimiento y era imposible sumergirse, caminar o simplemente estarse quieto sin que terminara por todas partes.

Intentó rememorar lo que le habían enseñado para no tener que partir de cero, pero lo que le habían hecho aprender en Carabás había sido cuando tenía cuatro extremidades y no seis. Chapoteó de forma no intencionada varias veces con las alas, salpicando mucho más de lo que habría deseado, antes de rendirse y mantenerlas desplegadas hacia arriba, lo más lejos posible de la superficie del agua, para intentar dar brazadas normales. Era cierto que el agua tendía a mantenerle a flote, pero cuanta más fuerza y tensión ofrecía Sox menos parecía colaborar con él, y el chapoteo del mar era impredecible. No se ahogaba, pero tampoco tardó demasiado en tragar sal él también.

Aprovechando que se había parado de todos modos, por la sorpresa de ver pasar uno de los barcos de cera prácticamente frente a sus narices, posó los pies en el fondo marino para darse un descanso y miró con empatía a la irrense que también se estaba esforzando no muy lejos de él.

-No le tengo miedo a Rad - contestó muy seguro de sí mismo y con una sonrisa.- Pero es una pena que no haya venido, le habría venido bien desconectar un rato.

Miró a Tay con una sonrisa cuando le pidió que le diera una vuelta. Sobretodo porque luego podría tirarlo desde el aire al agua.

-Claro, deja que te levite. Pesas mucho para poder cargarte - le dijo haciendo un hechizo de levitación para que fuese más liviano. Luego se colocó tras él, le pasó los brazos por debajo de las axilas y aleteó con fuerza para salir del agua.- ¡Chicos, nos vamos a dar un paseo por el cielo, en un rato volvemos. Esforzaos mucho!

Al principio únicamente ascendió por el cielo sin dirigirse a ningún sitio, para que el lémur pudiera ver las vistas.

-Esto no se ve todos los días ¿eh? - le preguntó con voz calmada y risueña mientras seguía ascendiendo.

Oyó decir a alguno de sus compañeros que Pelusa había llegado así que la buscó haciendo visera con la mano hasta dar con su pequeña figura y sus alas de mariposa, momento en el que la saludó con la mano y gritando “¡Hoooola, Pelusa!"

Se rio mucho con todas las bromas que le dedicaron a Nime, y una parte de él quiso que se encontraran con un tiburón cuando supo que era, porque parecía un pez realmente molón, pero su parte que había adquirido sentido común sabía que no era lo ideal.

Vio con curiosidad como el chico vistoso con alas de murciélago se acercó a ellos y pasó cerca de él para saludarle.
—¡Hola! ¿Eres amigo de Obel y Tayron, y de Arcan? ¿También quieres aprender a nadar? Yo soy Adru, el gamusino.
Le había visto alguna vez por la Sede, pero nunca habían hablado.

Siguió las instrucciones de Rox y salió del flotador para colocarse torpemente sobre él una vez en el agua, manteniéndose cerca de Neil en todo momento ya que probablemente el brujo tendría algo de miedo. Ella se encontraba bastante cómoda con su flotador, pero tampoco creía del todo a la demonio mineral que se empeñaba en decir que todo era muy fácil. Algo la asustó entonces y la sinhadre se acercó con preocupación por si de verdad había algo allí, pero al parecer había sido una falsa alarma. No pudo evitar volver a reír tanto por la reacción de Nime como por lo que le ocurrió a Kin. Por lo que dijo la libense, Eitne debía de haberle dicho algo que solo ella pudo escuchar.

Con tanta gente tragando agua y afirmando lo mala que estaba no pudo contener su curiosidad y se metió un poco en la boca. Por suerte, estando sobre aviso, no llegó a tragar y la escupió al notar el fuerte sabor a salitre, tosiendo en el proceso.
—Joé, sí que es verdad que sabe horrorosa. Y parece tan limpia y bonita…

Decidió concentrarse un poco más en mover los brazos y las piernas como les indicaba Rox, fijándose después en Neil que sin duda se habría quedado mejor con todas las instrucciones.

Milo sonrió cuando la libense recalco lo “muy fácil” que era de nuevo, ocultando el hocico debajo del agua para que no resultara demasiado obvia la gracia que le hacía buscarle las cosquillas a la pequeña.
—Entonces seguro que te gano en una carrera en lo que aprenda. —replicó con fingida fanfarronería, dejando que las olas le mecieran suavemente mientras la voz del australiano les llamaba la atención para empezar por fin con las lecciones.

Lo primero que hizo Rox antes de ponerse con la clase propiamente dicha fue respaldar el primer consejo que les había dado Nime, arrancándole otra sonrisa al brujo del cobre, y a continuación fue dando instrucciones a los presentes que diferían entre sí según el tipo de ayuda con el que contaban en el agua. En su caso el irrense era de los que habían entrado al mar sin nada, solo con el bañador puesto, y por eso el cambiante les sugirió que intentaran moverse sin tocar el suelo.

La idea sonaba lógica si se tenía en cuenta que la mayoría de los presentes conocía el hechizo de levitar y lo había experimentado en sus propias carnes, pero mientras el coreano hablaba los pies de Milo se habían hundido en la arena reteniéndolo momentáneamente. La sensación de vértigo que le provocaba la intención de dejar de hacer pie voluntariamente le abrumaba, disparándole el pulso superficialmente, y un escalofrío empezó a bajar por su espalda mientras luchaba por dar el primer paso.
«¡Deja de pensartelo tanto!» se recrimino mentalmente, liberándose del lecho marino con grandes aspavientos para dejarse caer hacia delante con los ojos bien cerrados.

El planchazo fue inesperado, pero el norteño consiguió mantener sus vías respiratorias bien cerradas pese a todo, y una vez bajo el agua con las piernas en alto por fin comprendió porque flotar era tan fácil. El peso de su brazo, sin embargo, no tardó nada en recordarle que si se descuidaba acabaría en el fondo, así que se apresuró a mover las extremidades con fuerza para contrarrestar el tirón hacia abajo.
—¡Pfffffff… ! —exclamó mientras sacaba la cabeza del agua, escupiendo agua salada con una mueca de asco que no tardó en ser reemplazada por una sonrisa algo tonta: estaba completamente de acuerdo con Eitne, Rena y Adru.

Con el cuello bien estirado el moreno empezó a avanzar poco a poco, agitándose cómicamente al no estar aún acostumbrado a aquella forma de moverse, pero cuanto más tiempo pasaba más fluido se iba volviendo su estilo de perrito cojo.
—¡Voy a por ti, Nime! —llamó la atención de la demonio mineral con cierta dificultad cuando esta chocó con Kin, estirando las manos hacia la niña con intención de atraparla a muy baja velocidad.

Los barcos de cera de Neil se movían juguetones entre los bañistas, agrupándose en formaciones, avanzando en fila o simplemente dejándose arrastrar por el oleaje, y cuantos más se tropezaba Milo en su errático paseo marino más ganas tenía de crear submarinos de cobre e iniciar una batalla naval a pequeña escala.

Cuando le pidió a la gárgola dar una vuelta por el cielo, Tayron nunca pensó que aceptaría tan fácilmente. Algo ajeno al progreso de Obel con sus alas quedó gratamente sorprendido y le salió darle un abrazo muy rápido y breve al nublino mientras sonreía de oreja a oreja, si Sox miraba en su dirección le dedicaría una mirada socarrona antes de partir.

A pesar de todo algunas resistencias se hicieron presentes cuando percibió el hechizo de levitación hacer efecto en él.
—Si aún no te has sacado el carnet... creo que sería un buen momento para ser sincero y... —quedó mudo unos segundos cuando Obel lo cargó por las axilas desde la espalda y con un aleteo despegaron— oh, coño... esto... —aquello no se parecía en absoluto a ninguna sensación semejante en la tierra. No eran las atracciones peligrosas o callejear con su bicicleta a mucha velocidad, ni siquiera la sensación de flotar con magia. Estaba... sencillamente volando. ¡Volaba!. Y las vistas y la altitud le impresionaban tanto que por un instante olvidó reaccionar y dejarle claro a su amigo que no estaba inconsciente— gracias —murmuró sin más, desde allí tenía una visión mucho más amplia de aquel lugar paradisíaco, veía la arena, el horizonte, la espuma blanca romper en la orilla. E incluso a sus amigos y los barquitos  de cera de Neil navegando entre ellos. Con una habilidad tan especial y preciada por el lémur, se preguntó si alguna vez Obel se sentiría menos que invencible.

La calidez risueña de la voz de la gárgola a su espalda se le contagió, sentía una especie de hormigueo en el estómago que se extendía a todas sus extremidades, era una mezcla de respeto por la situación y euforia. Mentiría si dijera que con todas sus fuerzas reprimía emocionarse en pleno vuelo, se decía que era por el impacto repentino del viento azotante en sus ojos.
—No se ve todos los días, no, esto es una puta pasada —frunció el ceño al ver que el nublino lo llevaba cada vez más y más alto, pero se dejaba hacer y fluir cerrando los ojos por unos segundos para disfrutar de la experiencia. Demasiado asombrado era consciente de que su amigo pocas veces le habría visto en ese estado, así que no tardó en volver a sus ocurrencias. Extendió las piernas rectas hacia atrás poniendo fuerza en el abdomen, y solo un poco también los brazos en cruz, pero no tan abiertos para que la gárgola no perdiera agarre. De ese modo, parecía que él controlaba aquel viaje mágico, aunque la posición le duró poco pues requería demasiado esfuerzo— me siento una chica de película romántica, es lo que siempre he querido ¿sabes?, un chico duro jadeando en  mi nuca y que me haga volar —estalló en pequeñas risas roncas, allá arriba le costaba hablar y respirar con normalidad— parecemos Titanic ¿eh?, oh... Jack... —hizo una pausa— lo siento, referencias terrestres, en esa película se hunden y casi todos mueren ahogados. Podemos saltarnos esa parte si quieres.

Se puso en pie para saludar a Pelusa desde el agua mientras sus amigos daban los primeros intentos, y en el momento en el que se detuvo a mirar como iban... se llevó una mano a la boca para tapar el bufido burlón que soltó. Ahí estaban ellos, oh, poderosos monstruos y seres mágicos nadando como ganso borracho en el agua. Como era de esperar quienes llevaban flotador o manguitos iban más sueltos, pero aquellos que iban a pelo eran todo un espectáculo visual. Si el espectáculo era una obra de comedia, claro. Les miró ladeando la cabeza, rascándose la nuca con gesto pensativo y una sonrisa ladina.

—Tíos, ya sé que sois muy nuevos en esto, pero la idea no es beberse el mar —no pudo frenar la risa esta vez—. ¡He visto gatos nadar con más elegancia!

A él sí le agradaba el sabor del agua, pero también influían los recuerdos de su infancia en ese gusto adquirido. Tampoco es como si fuera tragando mar por ahí. Uno de los barquitos de Neil pasó por su lado, así que hundió el cuerpo de nuevo para verlo de cerca, sintiéndose como Godzilla en escala.

Entonces Nime pegó un rebote dejando a Kin tocado y hundido, mandando con todo el revuelo al pequeño velero lejos. Puede que el irrense fuera escéptico, pero conociendo a los enanos el cambiante sí creía muy posible la trastada de Eitne. Hundió medio rostro en el agua, lo justo para seguir respirando mientras observaba con disimulo al daeliciano. Sin ruido se sumergió entero. El agua salada picaba en los ojos y le costó un par de pestañeos abrirlos sin molestia, cosa que solucionó cubriendo el ojo con una suerte de lentilla que lo protegiera. Luego buceó entre los allí presentes, cogiendo los pies morados de Eitne para hacerle cosquillas sin clemencia desde abajo.

—¡Esto... por asustar a mi ayudante! —dijo al salir a la superficie, recuperando el aire sin dejar de hacerle cosquillas al pequeño. Si hacía falta se ayudaría de los brazos para que el menor no se ahogase ni tragase agua, de paso impidiendo su huida. Al soltarlo se apartaría el pelo de la cara y daría una palmada al aire—. ¡A ver! ¡Menos tragar agua y más mover esas piernas! ¡Tú, Rena! ¿No eras un oso? ¡Pues nada como uno, que hasta Milo parece más oso que tú!

Y por si acaso deseaban vengarse por la burla se alejó a brazadas de ellos.

Obel rió cuando su amigo le dio las gracias. Dejó de ascender cuando ya llevaba un buen trecho y se mantuvo en el aire aleteando.

-Volar es una cosa increíble - comentó.- Lo mejor que me ha pasado nunca. Ni siquiera recargar magia me hace sentir así, tan libre...

Contempló las vistas durante unos segundos, empapándose con el horizonte y las distintas islas que se podían ver. Tanto por explorar, tantos lugares nuevos que descubrir, lugares donde nadie había puesto un pie. Se moría por explorarlos todos.

-No me hables de jadear en nucas - mencionó entre risas. Luego se inclinó hacia la oreja del lémur y susurró con voz sugerente.- ¿Confías en mi?

Sus intenciones eran muy distintas a lo que prometía su voz.

Estaban ocurriendo muchas cosas a su alrededor. Los barquitos de Neil haciendo el mar aún más bonito, el muchacho negro con alas rojas que se había unido a nadar con ellos, Obel y Panda Gris volando, diferentes niveles de chapoteo… Estaba tan metido en lo que ocurría en el agua, en (irónicamente) empaparse de todo, que no se percató de la llegada de Pelusa. Sin embargo, no pudo evitar reírse cuando Nime se asustó y chocó contra Kin, hasta que las repercusiones del susto hicieron que el demonio se hundiera y se le congestionó la cara entera, dejando en evidencia que sí, había sido culpa suya (como si no fuera obvio ya). Por suerte, no hubo daños mayores, excepto por los barcos que chocaron con él. Decidió callarse, porque le parecía feo contradecir a Nime con un “No he sido yo” después de la que se había armado, y simplemente se limitó a responder a todos los que, como él, probaron por error el agua.

—¿A que sí? Está malísima —y fue entonces cuando se percató de Pelusa y levantó las manos para saludarla—PelusAAAAaAaaAaAa JAJAJA SOCORRO PARA POR FAVOR —no había terminado el nombre cuando sufrió el ataque sorpresa de Rox.

Al principio se asustó y luego no pudo parar de reír y patalear, salpicando agua a su alrededor. Por suerte la misma persona que le hacía cosquillas le sujetaba para que no se ahogara y también le impedía salir disparado con la fuerza con la que agitaba sus piernas de carne y de metal.

—¡Lo siento! ¡Me portaré mejor ahora! —dijo con su vocecilla más dulce. De verdad que lo sentía, pero ¡portarse bien era una cosa tan subjetiva! Las cosas que estaban bien para uno no lo estaban para otro, así que no había manera de asegurar si aquello se cumpliría para el final del día. Eitne lo sabía (y seguro que Rox también).

Irónicamente, después de las cosquillas, Eitne entendía mucho mejor la siguiente parte de la clase: mover las piernas. No pudo evitar reírse cuando sintió como estas le impulsaban hacia delante. Utilizaba los brazos como remos, por no tener nada de idea sobre natación, pero sentía que funcionaba y comenzó a perseguir uno de los barcos de cera. No le quitaba un ojo a Rena, sin embargo, pues estaba deseando ver a la osa transformada y en acción.

Eitne no tenía manera de verlo, pero cuatro pececillos de colores lo seguían bajo el agua a una distancia prudencial de sus pies.

Rena no podía echarle la culpa de su lamentable actuación a lo atenta que estaba a la camiseta mojada de Kin porque sabía que eso solo haría que Rox se metiera con ella todavía más, así que optó por culpar a los barquitos de Neil.

-Son muy monos y me distraen -refunfuñó de forma no muy convincente.

Aún no había visto a Obel y Tayron alzarse en el aire, concentrada como estaba en todo lo que ocurría en el agua, pero también habría sido una muy buena excusa. Rena era una gran amante de hacer el payaso, pero de hacerlo a propósito, y ya había tragado bastate agua para su primer intento, así que le tomó la palabra al cambiante. Ya tenía suficiente soltura con la runa de vestir como para no darle vergüenza transformarse en público. Pronto el lugar de la irrense lo ocupó la mole peluda que era su forma osuna. Hacía pie perfectamente, así que decidió tomarse una pequeña venganza y echar a correr hacia el cambiante, salpicando agua a todo el que se cruzase en su camino.

- ¿Cómo que Milo es más oso que yo? ¿Cómo te atreves? ¡Te vas a cagar!

La altitud y la temperatura más fría allá arriba solo aumentaban la excitación del lémur que, con los ojos cerrados y la brisa removiendo los pequeños cabellos que salían de su pañuelo pirata, disfrutaba del ahora aleteo pausado de Obel. Esto era lo que merecía desde hacía mucho tiempo, ojalá su novia hubiera venido y pudiera disfrutar de Kankri y su belleza.

Abrió los ojos cuando el nublino habló de sus sensaciones al recagar magia y guardó silencio, algo más taciturno. Le comprendía, él mismo poseía magia continuamente debido a la presencia constante de Dafne, aunque nunca llegaba a las fuerzas renovadas y completas que le proporcionaron las reservas de Ancas, como si aquel fuera el camino correcto y los demás truncar a su naturaleza. Tenía una idea aproximada de lo que una gárgola debía hacer para obtener magia pero... el tema le hacía pensar en qué se habría visto involucrado su amigo en concreto, y no había venido para pensar. Le preguntaría después y con calma cuando la situación fuera más propicia y no le estuvieran entrando corrientes fresquitas por los bajos del bañador.

Tayron se removió un poco al notar los susurros en su oreja, le estaba haciendo cosquillas.
—Confío plenamente en ti —dijo moviendo un poco la cola al tiempo que sonreía mientras miraba a todos los que estaban en el agua desde las alturas. ¿Aquello era un oso nadando hacia Rox?— puede sonar un poco convenido pero... acabas de comprar cuarenta años de amistad por esto.

El silencio de Eitne fue casi una traición para Nime, que se juró que le devolvería la jugada en cuanto tuviese ocasión. Lo siguiente que supo fue que Milo venía a embestirla y trató de huir, pero el otro irrense le cortó el paso, dirigiéndole una sonrisa maliciosa.
—¡No! ¡Aparta!
Mientras Milo sujetaba a la niña, Kin le puso el flotador como si fuese una atadura –una muy poco eficiente, pero merecida–, y se echó a reír inevitablemente al ver el espectáculo que estaban dando también Rox y Eitne un poco más allá.

Nime también acabó riendo al ver la pequeña venganza de Rox, pero cuando lograse zafarse de Milo se encaramaría al flotador con curiosidad, para ver cómo de eficientes eran aquellos artilugios de plástico, llevándose algún barquito de cera por delante en el proceso.
—Ahora no te lo pienso devolver —le dijo a Kin sacando la lengua y empezando a patalear para alejarse metida dentro de la rosquilla—. Ni siquiera me podéis seguir a donde no dais pie —chinchó a ambos irrenses.
—¿Estás segura? —le respondió Kin—. ¿De verdad no podemos? —preguntó entonces a Milo, con un tono que dejaba claro que haría trampa si era necesario.

En aquel momento se escucharon los chapoteos de Rena convertida en oso, y tanto el irrense como Nime se giraron a ver qué pasaba. Resultaba divertido ver a aquella bestia imponente en la que se podía convertir chapotear en el agua mientras perseguía a Rox maldiciendo.
—¡Tú puedes, Rena! —la animó la niña desde su posición más alejada, levantando un brazo.
Kin estaba empezando a pasárselo realmente bien observando a aquel grupo.

Obel esbozó una ancha sonrisa por las palabras de Tay, ya verían si repetía eso cuando lo dejase en tierra.

-Puedes volar conmigo cuando quieras - dijo en su oído.- Sólo tienes que pedirlo.

>>No cierres los ojos.

Y plegó las alas dejando que la gravedad reclamase su cuerpo. Tay seguía siendo ingrávido pero, al tenerlo abrazado el gárgola, caía a la vez que él. No aleteó para ganar impulso, no en la primera caía libre del lémur, y cerró las alas alrededor de su cuerpo para que el aire no molestase tanto.

Continuó cayendo hasta estar a pocos metros del agua, momento en que Obel abrió las alas de golpe remontando el aire y alzándose. Descendió hasta que Tay pudo tocar el agua con las manos si quería. Hizo varios giros y finalmente hundió un ala en el agua levantando el líquido de forma brusca al pasar.

Volvió a ganar altura riendo con ganas. Aquella era la mejor sensación del mundo. Su mente volvió a Sox, deseando que éste aprendiese a volar pronto para tener un compañero de vuelo.

-¿Qué te ha parecido? - preguntó al oído del lémur para hacerse oír por encima del viento.

Pelusa agradeció a Milo porque le ayudara con la crema, viendo como el susodicho no tardaba en quitarse su camiseta para ir lanzarse al agua con el resto que testaba creando un caos digno de nombrar.  La niña saludo a todos con una mano, al ver que se hacían consciente de su presencia y tuvo que sonreír ligeramente al escuchar el medio grito medio ataque de risa que estaba sufriendo Eitne. << Son un desastre andante >> pensó la niña divertida, ante lo caótico que podían ser.

Ella no pensaba seguirles hacia el agua, incluso si tenía la impermeabilidad en las alas, no sabía nadar y con su altura el agua le llegaba por la cintura y casi pecho cuando a Milo por ejemplo le llegaban por las rodillas. No era algo muy fiable meterse cuando ni siquiera iba a poder estar cerca del resto. Y esos manguitos flotadores…no le convencían, quería tener sus pies bien en la tierra, no acabar mar adentro. Había escuchado algo de tiburones al llegar y aunque solo sabía de ellos por Rox, no le apetecía demasiado acabar siendo aperitivo de uno.

<< Ya me acercare a la orilla más tarde, cuando haya menos riesgo que estos críos no acaben arrastrándome con ellos para nadar >> pensó la niña, viendo como jugaba todos en el agua como si fueran críos, incluyendo los que ya ni lo eran. L aniña suspiro sintiéndose como siempre demasiado mayor en comparación a sus amigos para ciertas cosas, pero decidido no pensar mucho en ello y en que no sabía cómo jugar de forma alegre e infantil como ellos y comenzó a rebuscar en la bolsa que había traído consigo. << Estoy segura que lo metí…cuando planeamos esto creí que sería buena idea, Dama Isis suele usar mucho ese aparto suyo que hace imágenes de las cosas, como esas que guardan Rena o Milo en sus brazos >> gracias a eso sabia un poco mejor lo que era una cámara, asique había buscado una en el mercado en secreto con los ahorros que había podido hacer tras ayudar con la parte del pago de la pierna de Eitne.

Cuando lo encontró finalmente, una ligera curva en sus labios surgió. Había usado un par de veces para ver como funcionaba esos botones y por donde salía la imagen y como cambiar el rollo de dentro que le permitía hacer fotos. Le había costado caro, al menos apra su presupuesto, especialmente lo segundo, los rollos de fotos, pero había conseguido hacerse con alguno que guardaba cuidadosamente en su bolso. Estaba segura el gasto valdría la pena y que sería algo que al resto le gustaría. Pelusa no había querido contar nada, queriendo que fuese una sorpresa.

Ya con la pequeña cámara instantánea en las manos, que era de un oscuro, preparada para hacer fotos, volvió su mirada hacia el caos de la playa, parpadeando aturdida cuando vio a Rena convertida en osos persiguiendo a Rox por mitad del agua. << ¿Qué ha pasado mientras andaba distraída? >> pensó la niña confundida, notando como sobre la cabeza de sus amigos, había una sombra, levanto la vista intentando que el sol no le molestase demasiado bajo la Pamela que había vuelto a ponerse tras echarse la crema, notando allá arriba Tayron subido sobre Obel que ya sabía volar incluso cargar a alguien consigo.

L aniña puso un ligero mohín de envidia, porque ella aun no había logrado llegar a tanto, su ala era un poco difíciles de manejar. <<Pronto podre>> pensó convencida, mientras se levantaba de la toalla que había tomado como suya y se acercaba a la orilla tras quitarse las sandalias, apenas dejando que sus pies rozasen un poco el agua, que estaba fresquita. Miro hacia sus pies, notándolos hundirse ligeramente bajo la arena húmeda. Era una sensación peculiar, que no había sido capaz de vivir en rocavarancolia, cuyas playas estaba lejos de tener arena así.

Un cangrejo paso no muy lejos de donde sus pies se hundían, sorprendiéndola, cuando el animalejo levanto sus pinzas, moviéndose graciosamente de izquierda a derecha, como viendo hacia donde ir para esquivarla. L aniña rodo los ojos, pero pensativo, tomo su cámara, haciéndole una foto al cangrejo en posición defensiva, ante de verlo salir huyendo. La niña tomo la foto que salió un poco después moviéndola como sabia debía hacer comprobó que tal había salido.

<< No está mal >> dijo guardándosela en la bolsita de mano que llevaba apra guardar la camara y las fotos que hacia y enfocando ahora  ala pequeña cámara hacia donde sus amigos se encontraban liándola, queriendo plasmas cada instante que pudiera. Aunque fuera algo un momento torpe, una persecución como la de Rena y Rox, Adru siendo Adru correteando por aquí y allá la cual era especialmente dificil de captar sin volverse un borron, los barquitos de cera Neil navegando entre la gente, Nime animando a Rena emocionada.

Le gustaria poder acercarse mas y hacer fotos mas de cerca, pero corria el riesgo de mojarse la camara asique se mantenia alli con el agua por la pantorrillas, moviendose por la orilla intentando captar lo que pudiera.

No sabía que tal salían hasta que la foto era impresa, pero a la niña le daba una extraña ilusión cuando cada foto instantánea salía y podía ver plasmada en ella algún instante que sus amigos estuviera viviendo, a veces captando algún que otra risa o momento infraganti y casi ridiculo.

<< Tengo algunos rollos asi que más tarde podremos hacer fotos más precisas…cuando se den cuenta >> añadió sintiéndose animada y como si hiciera una travesura como las que sus amigos se hacian unos a otros, pero desde luna prudente distancia para no acabar empapada hasta el alma.

Neil estaba poniendo todo su esfuerzo en aprender a nadar adecuadamente, fascinado cuando comprobó que si se tumbaba un poco en agua el movimiento de sus pies le impulsaba en la dirección que quisiera. El brujo, encantando con el descubrimiento, comenzó a poner en práctica la nueva técnica y comenzó a nadar en círculos al rededor de Adru, aunque todavía de forma muy lenta y sin usar sus brazos y manos.

-¡Mira, Adru! ¡Estoy nadando! -exclamó entusiasmado mientras los barquitos de cera que se encontraban cerca de ellos comenzaban a nadar en círculos también.

El aurva reía a carcajadas por las riñas graciosas que estaban teniendo Milo con Nime y Rox con Eitne cuando el gran oso que era Rena pasó a su lado salpicándole agua a su sombrero de paja y directamente a su boca, haciéndole jadear del susto y luego toser con desagrado por el mal sabor del agua salada "No necesitaba comprobarlo por mi mismo, me creía por completo las palabras de los demás" pensó arrugando la cara por el sabor, aunque no tardó en volver a reir al ver por qué Rena se había transformado.

-¡Corre, Rox, corre! -animó el sinhadre con alegría balanceándose en el agua gracias a sus manguitos.

La mayoría de accidentados barquitos, como el que Nime se había llevado por delante, naufragaron dramáticamente al ser derribados, pero aquellos que habían sido hundidos por la carrera de la usántropa resurgirían de las profundidades convertidos en miniaturas a escala de la propia Rena y la seguirían imitando sus movimientos con las garras en alto como un pequeño batallón de ositos furiosos bajo las ordenes de su capitana.

Su primera reacción a las palabras de Obel para que no cerrara los ojos fue, efectivamente, cerrarlos de golpe. Pero consiguió abrirlos de nuevo en el instante en que la gárgola plegó las alas a su alrededor y descendieron en caída libre, sin ningún aleteo que corrigiera la dirección de la gravedad.  El hechizo de levitación no impidió que sintiera el hormigueo en la barriga al caer gracias a que su amigo lo tenía bien agarrado. Ni que, a pesar del susto por la sorpresa se sintiera más vivo que nunca.
—¡Hijo de puta! —gritó por encima del viento, y estalló en verdaderas risas cuando el nublino remontó el vuelo, no dejándole caer finalmente. Aquello era mejor que cualquier cosa practicada en la tierra.

—¿Qué me ha parecido? —preguntó con las manos mojadas tras haber tocado la superficie del agua cuando la cercanía se lo permitió, luego le echó unas cuantas gotitas a su amigo para que se refrescara allá arriba— si te digo que lo hagas cuatrocientas veces más... ¿te respondo? —Obel podría notar como su cola con el manguito se agitaba a su espalda sin darse cuenta, era lo único que demostraba toda su energía, además de que tenía el corazón a mil por hora— tenlo claro... Obel, puede que la Luna no me haya bendecido con alas ni el poder para transformarme en un animal guapo de cojones, pero si existe alguna magia para volar y poder alcanzarte... ¡deberías temerme!.