Kankri

Kin se rió con el humor del cambiante, que también se había tomado el vuelo lo suficientemente bien como para bromear. A fin de cuentas si la niña hubiese querido hacerles daño, se habrían hecho daño de verdad. Ya hablarían con ella cuando hubiese terminado el ataque de los temibles cangrejos. Aunque al irrense no le parecían tan temibles, porque según la teoría de Rox tenía al menos dos meñiques menos que eran susceptibles de ser pinzados.
—Tendré que asegurarme de que no se me acerquen a los pies —se burló. Rox había atrapado a un cangrejo que llevaba una patata frita justo en ese momento, y se acercó a observar sus ojillos. De cerca se dio cuenta de que eran menos parecidos a insectos de lo que había pensado en un primer momento, y verlo comer con las pinzas, incluso en esa situación, le arrancó una risotada—. Vistos de cerca no parecen muy dignos.

Cuando se acercaron al grupo la situación ya estaba controlada. Nime perseguía a los cangrejos rezagados tirándoles arena con los pies, mientras otros revisaban lo que se había salvado.
—Menos mal que había comida para un ejército —comentó el raigaurum al ver que lo que se había salvado seguía siendo más que suficiente.

Cuando Nime regresó junto al grupo se acercó a Eitne al ver que había domado a uno de los animales. Los amigos nuevos de Eitne siempre eran bienvenidos, y a la niña no le disgustaban los cangrejos, lo que no quería era que les saqueasen las neveras mientras no miraban.

La demonio mineral no se daba exactamente cuenta, pero se centró en orbitar en torno a Eitne, Guille, Adru y Neil porque pensaba que Rox y Kin, que estaban más con el resto de mayores, estarían bastante enfadados. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo se dio cuenta de que realmente debería disculparse, pero como era tozuda por naturaleza le costó bastante encontrar el momento idóneo.

Se entretuvo nadando y construyendo estructuras en la arena. Además de castillos con fosos, también se empeñó en construir una pequeña piscina en la orilla que llenó de conchas y algas para decorarla. En su búsqueda de adornos naturales encontró muchas cosas curiosas por el arenal o dentro del agua. Aquel mundo, a fin de cuentas, estaba lleno de vida que ella nunca había visto antes.

Cuando empezó a caer la noche Kin había salido del agua tras su último baño. Empezaba a cogerle el truco a nadar, aunque sin el flotador le costase demasiado estabilizarse en el agua. Las temperaturas no habían bajado demasiado a pesar del atardecer, pero tampoco le apetecía bañarse en aguas oscuras cuando se fuese la luz natural.

Se sentó en una toalla a ver los colores del cielo. Ni en Rocavarancolia ni, por supuesto, en Irraria había tenido la oportunidad de ver un espectáculo como aquel. Tal vez había presenciado aquellas mismas tonalidades en el cielo al visitar otros mundos, pero nunca de ese modo, ni reflejándose el sol sobre la superficie marina.

En ese momento alguien le tapó las vistas. Se trataba de Nime, que había arrastrado a Rox allí de la mano sin demasiadas explicaciones, solo un «¿puedes venir conmigo un momento?». Le resultaba más fácil acercarse a Rox primero, y también le resultaba más fácil decir lo que tenía que decir a los dos a la vez.
—Um… —empezó, soltando la mano de Rox y retrocediendo un par de pasos—. Yo solo quería decir que… que siento mucho lo de antes, ¿vale? Me pasé un poco.
Con eso tenía que ser suficiente, pensaba la niña. Además, estaba siendo sincera.
—La verdad es que sí —le respondió el raigaurum, pero no estaba enfadado, ni siquiera esperaba la disculpa a esas alturas—. Pero a mí me basta con que te hayas dado cuenta —añadió mirando también a Rox. Luego se levantó de la toalla y le tendió la mano a la niña—. Venga, vamos a firmar las paces de una vez. ¿Las has firmado ya con Milo?
Nime vaciló un instante antes de darle la mano.
—¡Claro! ¡Más o menos! Con él no me pasé, ¿vale? Lo de cuando nadábamos es distinto.
Luego miró a Rox esperando su respuesta.

Rox soltó a su rehén una vez hubo acabado su patata para que se reuniera con los suyos, y sobre todo para no tener que decirle a Eitne que no se lo llevase a casa junto con Bocata. No iban a poder comerse todo lo que habían traido así que el ataque no había sido tan terrible, pero igual se aseguraron de que lo tuviera más difícil en un segundo asalto.

A medida que avanzaba el tiempo el cambiante estaba más y más disperso por lo que se había prometido hacer después. Para despejarse pasó la tarde practicando con su cola de tiburón bajo el agua mientras investigaba la fauna marina a solas, pero tuvo un encuentro (lejano) con uno de verdad con el que le faltaron músculos para volver a la orilla. Después de eso optó por tirarse como un pescado seco al sol junto a Rena hasta sacar el valor de confesarse a Milo. Cosa que, gracias a todos los dioses -incluso aquellos a los que no había rezado nunca-, terminó yendo de película. Al igual que el irrense el australiano se sentía capaz de pegar saltos de alegría tan altos como los de Adru, y aunque todos sus amigos estaban ensimismados con los colores del cielo agradeció un extra de calma cuando Nime le pidió que le acompañase. Separarse un poco de su más que reciente novio le iba a venir bien, aunque fuese el cuerpo y no el corazón el que se lo pidiese. Le dedicó una fugaz mirada de cachorrito abandonado al chico antes de seguir a Nime.

—Si es por lo de antes... —empezó, entrañado por el gesto de la niña según se dejaba llevar de la mano. Sin embargo pronto comprendió que quería pedirle perdón a Kin también y, conociéndola, le daría corte enfrentarse a él sola, así que guardó silencio. No podía estar molesto con absolutamente nada ahora mismo así que la sonrisita que traía de antes solo creció con sus disculpas—. A mi también me basta —le puso una mano en la cabeza para revolverle el pelo—. Y mientras no te acostumbres a mandarnos a volar yo me quedo tranquilo.

Tuvo que hacer memoria para entender a qué se referían después, pensando que fuera lo que fuese habría pasado mientras él huía de una osa. Se encogió de hombros cuando la demonio le miró; si había alguien que se pasaba chinchando al brujo eran Rena y él, no era nadie para hablar.

—A ese lo que sea fijo se le ha olvidado ya, pero si te quedas más tranquila... ¡Caragato! —gesticuló para que se acercase. Mientras buscó a Rena con la mirada, dando unos pasos en su dirección—. ¡En cuanto terminéis decidle que se venga, por fa!

Con una carrerilla Rox se lanzaría a darle un abrazo casi placaje a su amiga.

La pelea de globos de agua pronto derivó en una guerra de artimañas y trampas mágicas en la que Tay tomó parte imitando al resto. Recibió por todos lados y de amigos que se suponía que estaban en su bando, incluso se atrevería a decir que fue impactado muchas más veces de las que él acertó. Al final todo acabó sin ningún claro ganador (con lo cual el lémur pediría repetir aquella batalla en otro momento o día) y tuvieron que espantar a unos cangrejos que amenazaban con robarles la comida.

Tayron pasó el resto del tiempo entre tomando el sol para coger un poco de color y dándose pequeños baños esporádicos y refrescantes. En ese momento guardó la crema solar pues ya no lo necesitaría, el sol se estaba ocultando y en su lugar quedaba un atardecer muy bonito. Enterró los pies en la arena disfrutando de la sensación y respirando con tranquilidad. Lo necesitaba, necesitaba tanto ese relax y bienestar que no quería que el día terminara.
—Ey, Eitne —dijo desde su toalla, ladeó la cabeza un poco intrigado con el ceño fruncido y una risita confusa al ver que el daeliciano se deshacía de toda ropa hasta quedarse en calzoncillos— ¿Qué estás haciendo? —pareciera que estaba esperando a que algo ocurriera.

Cuando Nime se llevó de la mano al cambiante Milo intercambió con él una mirada fugaz, pero se quedó en su sitio con una expresión parecida a la de Rox. Una parte de él extrañaba la proximidad del chico, aquella que estaba más condicionada por todos aquellos sentimientos nuevos que estaba experimentado, pero otra, muy pequeña en comparación, agradecía aquel breve distanciamiento que le permitiría tranquilizar su agitado corazón.

El brujo volvió su atención hacia los colores del cielo, cada vez más apagados, y se centró en ellos mientras normalizaba su respiración. Era complicado, pues sus pensamientos se desviaban de vez en cuando hacia el humano y echaban por tierra su “meditación”, pero al final consiguió aplacar su nerviosismo y se dejó caer sobre una toalla para disfrutar de la brisa marina. Un rápido vistazo a las neveras que había a su lado aprovechando que estaba solo le confirmó que aún quedaba algo de comida, así que se hizo con un bollo y un zumo para matar el gusanillo antes de la cena.

Estaba en medio del tentempié cuando la voz del australiano le llamó desde la distancia, haciéndole gestos para que se acercara a donde estaba charlando con Nime y Kin. Milo no sabía qué ocurría, pues mientras caminaba hacia el grupo Rox se alejó del mismo con una carrerilla, y su expresión en cuanto se reunió con los otros dos era de ligera confusión.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó con una media sonrisa, dándole un sonoro sorbo a la pajita de su tetrabrik mientras observaba a los dos demonios con expresión expectante.

Le habría ofrecido algo de comer, pero de su bollo ya solo quedaban migas que no tardó en sacudirse con los dedos de su mano libre y el zumo, bastante escaso en su opinión, bajaba alarmantemente rápido.

El comentario de Milo asustó brevemente al niño, pero luego se autoconvenció de que nadie se comería a Bocata, porque nadie había usado a Limón para aliñar calamares. ¡Estaba a salvo! También sintió dudas por lo que le dijo Neil sobre la convivencia entre el cangréjo y el híbrido de pájaro y roedor. Confiaba en que su afinidación fuera suficiente, pero la realidad era que ni siquiera sabía hasta qué punto funcionaba. El niño había estado muy ocupado esos meses saludando a animalillos y se había olvidado de ponerse a prueba. ¿A lo mejor era lo que tocaba ahora?

A Eitne no le hacía mucha ilusión. Poner a prueba sus poderes sonaban parecido a trabajar y le parecía aburrido, pero por suerte, ahora lo que tenía enfrente era un anochecer magistral que le colmaba de magia hasta rebosar.

—¡Estoy preparándome para transformarme en un gigante gaseoooosooo! —le respondió a Panda Gris con una sonrisa enorme. Y, como si lo hubiese cronometrado, las volutas de negrura comenzaron a envolver su cuerpo. Lo siguiente que dijo, lo hizo ya sin cascabeles, ni aquel aura que ayudaba a que la gente se ensimismase con él—. ¡Mira, mira!

El daeliciano desapareció bajo la neblina oscura, que creció en cuestión de segundos, alcanzando algo menos que la altura de Rena como osa completa, y se contorsionó de forma casi cómica para deshacerse de los calzoncillos del niño. Cuando el león cayó a cuatro patas sobre la arena, la prenda colgaba de su cola como la bandera de un reino gobernado por niños de cuatro años, pero a él le divertía.

—¡Tachán! —dijo, ahora con su voz grave y un aire presumido, muy fuera de lugar con el nuevo aspecto—. ¿Qué te parece? ¿A que es un buen truco?

El cielo se llenó de colores que Rena nunca había imaginado que pudieran estar en un cielo. Nunca había visto nada igual, ni en Rocavarancolia ni en su mundo. Se quedó ensimismada viendo el sol rojo encendido perdiendose en el horizonte y cómo teñía las nubes, cómo los pájaros cruzaban una y otra vez la línea de costa montando escándalo. La temperatura apenas había bajado pero sin el sol pegando fuerte estaba mucho más a gusto. Se acercó un poco más a la orilla para que el agua le mojase los pies.

Había estado siguiendo las idas y venidas de Nime por el rabillo del ojo. A juzgar por las personas que había reunido, Rena dedujo que iba a disculparse, y eso le hacía sentirse orgullosa de ella. ¿Tal vez debería disculparse ella por la colleja?

Rox le placó de improvisto sacándola de su trance. Tenía los pies bien clavados en la arena así que ni siquiera se desestabilizó.

-¿Qué coño te ha picado? -preguntó entre risas -Por la cara de tonto que traes imagino que ha ido bien, ¿no?

Neil se rió cuando Eitne dio un espectáculo al transformarse y al aurva le pareció tan divertida su bandera improvisada que terminó aplaudiéndole.

-¿Sabes nadar también así? ¡Yo quiero verlo! -exclamó pensando en como se vería su forma nocturna nadando.

Nime le sonrió a Rox, pero en cuanto la tensión desapareció del ambiente, no pudo evitar responderle:
—Depende de si se nos ocurre algo para lo que haga falta salir volando.
Nime se reía mientras Milo se acercaba. El mote que había usado Rox para llamarle le hacía gracia, precisamente porque Milo no tenía mucho de divino.
—Nos estaba pidiendo disculpas por lo de antes —respondió Kin, por lo que Nime le interrumpió enseguida.
—Por lo de salir volando, pero como este dijo que hiciésemos las paces por la guerra del agua, Rox también te llamó a ti —explicó—. Pero bueno, te gané al juego de cartas, así que todo arreglado, ¿no?
Tras eso Nime le tendería la mano a Milo esperando que se la chocase también.

Kin los observaba mientras se toqueteaba la piel del cuello distraídamente. Estaba ardiendo, y al pasar los dedos por ella escocía. Su cara de incomodidad llamó la atención de la demonio mineral.
—Estás todo rojo, te has quemado, ¿no?
—¿Quemarme? ¿Con qué iba a…?
Kin se detuvo en seco. «Soy gilipollas» comprendió.
Nime se reía de él, pero sus coloretes estaban más marcados que nunca y su espalda se había enrojecido considerablemente a pesar de la insistencia de sus amigos en que usara crema. Solo se la había puesto una vez antes de salir de la sede.

—De momento ni un solo mosquito, gracias por preocuparte —respondió con una sonrisa enorme. Al despegarse de la chica se mordió el interior del moflete, mitigando su sonrisa para poner la mejor expresión agridulce posible—. Bueno... —bajó el tono—. Me ha dicho que solo me ve como amigo, pero que se lo va a pensar. Parece que le gustan más los chicos como Kin... —y lanzó una mirada significativa al grupito detrás suya.

Su teatrillo fue interrumpido por una carcajada y la sonrisa, aún más grande que la anterior, volvió a hacerse hueco en su rostro acompañada de un rubor.

—¡Hemos empezado a salir! —dijo en voz bajita pero cargada de emoción—. ¡Y tengo que darte las gracias por ser tan bocazas! ¿Te acuerdas de la noche del calzone? Pues se coscó cuando me delataste y eso hizo que se preguntara cosas —le dio un apretón en el hombro, y pensando que se le quedaba cortó terminó cambiando por un breve abrazo, aún entre risas—. Gracias por eso y por aguantar todos mis dramas, Rena. Eres la mejor osa amorosa del mundo.

Tay tenía una idea aproximada de las transformaciones de sus amigos pero siempre era diferente verles actuar en directo. Como cuando usaban sus dominios o Rox cambiaba su aspecto. Se preguntaba qué opinarían de él si le vieran robar reservas mágicas a un fantasma.

Pero ese no era el tema al que debía prestar atención. Eitne se acababa de convertir en un león casi tan grande como Rena después de que unas volutas negras lo envolvieran. Y fue sencillamente alucinante.
—¿Qué me parece? —le contestó al daeliciano con la cara iluminada de lo emocionado que estaba, se echó unas risas por la nueva voz del bestia del crepúsculo, que para nada la tenía asociada a él— ¡me parece que eres un puto flipe! —el lémur desvió la mirada hacia Neil, para después apoyar su idea— ¡yo también quiero verlo! ¿por qué no nos dejas montarnos encima y nos llevas hasta el agua? me apetece mojarme y podría decir que me he bañado con un león. ¡Es más! —aventuró— ¿por qué no fotografiamos el momento? ¡Paaam! ¿Aún tienes la cámara?.

Tayron no se preguntó siquiera si al daeliciano le apetecía hacer todas esas cosas de lo arriba emocionalmente que se encontraba. Parecía que aquella playa sacaba todavía más si era posible su niño interior.

Pelusa se unió a comer con el resto apenas Milo le devolvió la cámara con las fotos que habían salido bastante bien. Y tal y como había prometido le dio el pañuelo de vuelta a Tayron y ella recupero su pamela. La spriggan simplemente tomo asiento, sobre una silla de playa donde sus pies apenas si alcanzaba el suelo y se puso a comer su ensalada. Y en eso estaba, mientras escuchaba el ajetreo general de sus amigos que ni comiendo podía estar calmados, cuando una bolita rubia cargada hasta las cejas hizo aparición. Pelusa miro confundida a Guille cuando lo vio aparecer como si pensara mudarse a la playa. <<Menos mal que tenemos magia y manos de sobra, porque si no a ver como cargamos tan tiesto de vuelta>> pensó la niña negando con la cabeza dispuesta a seguir comiendo. Al menos hasta que escucho del posible incendio ocasionado por Guille en la Sede, que casi hace que se atragante con un hoja de lechuga.

Cogió rápido un vaso de agua para intentar respirar mirando con ojos lloroso a Guille, con el ceño fruncido. Lo veía capaz, lo veía muy capaz. Peor Pelusa decidido no molestarse y solo suspiro, resignada a que siempre habría desastre con tanto crio. Además, sus amigos ya empezaron revolucionarse con lo que el pequeño humano había traído y todo se quedó en el olvido.

Una vez terminaron todos de comer. Pelusa los vio decididos a jugar a las cartas ya ellos los juegos le atraían poderosamente, pero decidió no intentarlo o entraría en modo obsesivo competitivo como aprecia estaría entrando sus compañeros. Asique solo se quedó observándolos, echando fotos de vez en cuando, infranganti ante sus caras de desespero cuando perdía o las de felicidad extrema cuando ganaban, y las iba almacenando en su bolsito.

En algún momento se aburrió de estar allí sentada y queriendo estirar un poco las piernas, dejo su bolso con su cámara en la silla que acababa de abandonar y aun escuchando el griterío que tenían, se levantó para acercarse en la orilla. No se había bañado antes no gustándole la idea de quedarse fuera de pie, y aunque su ala andaba protegidas y podían mojarse sin sufrir daños, le producía bastante respeto. Aun así, quería remojare un poco, asique mientras escuchaba a sus amigos, se metió en el agua hasta por debajo de la cintura, y desplego las alas ligeramente, sintiendo como el agua mecía ligeramente sus alas. También se remojo la cara, pero no intento sumergirse. No quería ni siquiera entrever como de incomodo seria con las antenas, con lo sensibles que eran.

No estuvo mucho rato realmente, quería aprovechar el sol que quedaba y tumbarse un rato. Descansar no era su fuerte realmente, pero hacerlo de vez en cuando no le vendría mal para variar.

Cuando ya volvía junto a sus amigos, vio que aprecian haberse decidido a cambio de juego, y observo curiosa aquellas bolas que parecían llenas de agua que Guille había traído, confundida. La niña volvió a su sitio con intención de tumbarse en unas toallas con las alas desplegadas para no tenerlas agarrotadas todo el día, cuando el primer globo de agua salido disparados sobresaltándola. Pelusa miro con confusión la repentina guerra que se organizó entre sus amigos. <<Que afán con pelearse>> pensó divertida, teniendo una toalla medio bajo la sombrilla para echarse bocabajo sobre ella, fuera de rango donde estaba todos jugando con el agua. Dormir era imposible, ni lo intentaría, el “fss” fss” contante de del aire dando en sus antenas la mantenía alerta aun sin quererlo, como si tuviera un tercer oído pendiente de todo. Así que resignada y aun bocabajo alcanzo de nuevo su bolsa y comenzó a revisar todas las fotos que había hecho, cambiándole el carrete, ya vacío a la cámara.

Estuvo totalmente distraída y concentrada en aquello y en no intenta prestarla atención al exceso de información que le daban sus antenas de las correrías de sus amigos y de los globos de agua yendo y viniendo, que no se percató de la invasión cangrejil.

Fue antes de escuchar el primer grito de sus amigos y fue de una forma que por poco le dio un infarto. Estaba tranquilamente concentrada en las fotos y la cámara, que cuando noto movimiento cerca y levanto la vista, encontrándose a menos de un a un cangrejo enorme, mirándole con sus minúsculos ojillos negros mientras robaba un trozo de pan en una de sus pinzas. Pelusa le miro con asombro, batio sus alas de golpe con sobresalto, elevándose como medio entro del suelo y tastabillando cuando sus pies tocar de nuevo el suelo, retorciendo, notando que el lugar estaba asediado por los animalejos. <<¿Qué demonios? ¿¡De donde salieron tantos!?>> pensó la niña sorprendida, al ver como sus amigos aparecían casi volando para espantar a los ladrones de comida.

<<Cangrejos…nos han robado cangrejos…solo faltaría que Eitne quisiera a un…>> su pensamiento se quedó paralizado en el tiempo y nunca termino de formularse cuando vio al niño dándole un trozo de bocata a un cangrejo y como el animal, en vez de irse se quedaba comiendo a su lado. << No hay espacio en la sede para tanta mascota…>> pensó asumiendo ya que habríaun alta posibilidad de que Eiten lo dejaraallá, no cuando ya le había puesto nombre.

¿Iba a discutir que no había forma de que lo llevaran? No, porque nos serviría de nada. Solo esperaba que de veras no fuera cogiendo mascotas a cada lugar que fueran o iban a necesitar una casa sola para todas sus mascotas. La de él y las que el resto sabia también querían conseguir. <<Entre las mascotas, lo niños, las manos, que cuenta casi como mascotas y niños a la vez…la sede se nos va a quedar pequeña más pronto que tarde>> asumió Pelusa observando a sus compañeros que tras el sobresalto repentino con los cangrejos ya se había relajado, se unió a los pequeños cuando comenzaron a hacer construcciones de arena, curiosa por el proceso Y e hizo fotos, por supuesto no podía no hacerlo, aunque en estas ocasión ella también apareció en ellas.

Pronto o así le pareció a Pleusa al menos el sol comenzó a descender y con ello empezó a llegar la noche. Pelusa miro entonces a Eitne al verlo alejarse un poco para prepararse para su cambio. Pelusa ya lo había visto cambiar y lo había visto en su forma leonina, pero no dejaba de ser impresionante ver al pequeño niño daeliciano convertirse en aquella bestia que era sumamente intimidante en comparación al tierno daeliciano.

Pelusa ya tenía en ese momento la cámara en manos no muy segura de sí la foto se vería demasiado porque ya estaba claramente bastante oscuro, cuando la voz repentina de Tayron le hizo mirarle.

- Necesitamos un poco más de luz, o solo se te vera tu pálido rostro, tu pelo de pasto y una sombra negra de blancos dientes a tu lado.- dijo Pelusa con algo de obviedad y un poco de humor, asique ocurriéndosele algo añadió- Ya se, podemos intentar algo…aprendí a volar un poquito y será la primera vez que lo intento frente a ustedes, si lanzáis algunas luces para que se vea más claro, puedo haceros fotos desde algo más arriba mientras cabalgáis a Einte ¿qué opinas Eitne? Eso si rescatadme si me caigo al agua…-dijo Pelusa un poco motivadano solo en probar aquello sino en mostrar, aunque fuera un poco orgullosamente el fruto de su esfuerzo por volar. Podría haberlo hecho durante el día, pero no se había sentido con demasiadas ganas. Pero ahora ¿porque no? No perdía nada, además podía quedar una foto estupenda.

Milo alzó una ceja con escepticismo cuando Kin le respondió, pero cuando Nime intervino el moreno sonrió con cierta indulgencia irónica. No esperaba una disculpa por aquello, había habido mamoneo por ambas partes, pero que la niña dijera que estaba todo arreglado por haberle ganado a las cartas le hacía gracia.
—Por mi parte todo correcto, si —sentenció, chocando la mano con la demonio mineral a modo de tregua—. Pero la próxima vez pienso ganarte al Uno, que lo sepas. —añadió mientras le sacaba la lengua.

A su lado el raigaurum se revolvía incómodo, llevándose las manos a la nuca para toquetearse la piel, y la que primero se dió cuenta fue la libense. Para evidente deleite de la pequeña el veterano parecía haberse quemado con el sol, pero al verla reírse el norteño no pudo contener una breve carcajada.
—Mucho te ríes, pero me parece que tú también te has tostado de más. ¿Cuántas veces te has echado crema? —le preguntó, pinchándole suavemente uno de sus brillantes coloretes.

En verdad no podía culparla por haber perdido la noción del tiempo, era normal con tanta diversión, pero le habría gustado que Nime fuera un poco más consciente con su salud. A Kin no iba decirle nada porque el chaval ya era mayorcito y encima era un veterano, pero si tuvieran más confianza quizás le habría soltado una colleja.
—No creo que sea demasiado bueno para la piel, así que si no os importa os voy a curar con un hechizo. ¿Quién va primero? —inquirió, repasando mentalmente los conjuros de curación que conocía. Uno para tratar quemaduras debería servir.

Nime le había tendido la mano a Milo pero no se había resistido a dirigirle una mirada que decía «eso ya lo veremos» cuando le respondió que acabaría ganándole al juego de cartas. Era más fácil pasar a reírse de la piel roja de Kin, pero Milo no tardó en señalarle que ella también se había puesto del mismo color.
—No creo que me haya quemado… En mi casa era muy raro que me quemase cuando iba a la playa, por eso os dije que no hacía falta embadurnarse con la cosa esa —le respondió a Milo, aunque toqueteándose la espalda a la vez. Para su sorpresa, donde tocaba sentía escozor, pero disimularía que se notase en su expresión que Milo tenía razón a toda costa.
—No se me había ocurrido que se podían hacer ungüentos para no quemarse, me siento gilipollas —admitió el raigaurum, tratando de tomárselo con humor. El irrense pensaba que podía tratar de algo mágico, ya que nadie le había explicado en qué consistía. En Rocavarancolia la crema solar no era muy necesaria por lo general, y mucho menos lo había sido en su mundo. A Nime le pasaba algo parecido, pero eso no le impedía burlarse para sus adentros del desconocimiento de Kin. Ella había aprendido el concepto aquella misma mañana.

Nime y Kin reaccionaron de forma opuesta al ofrecimiento del brujo.
—Que sepas que no me duele nada, pero si insistes te dejo curarme —le dijo Nime encogiéndose de hombros.
—No, tío, no gastes magia por esta tontería. ¿Es un hechizo que pueda hacer yo? —Fue la respuesta del raigaurum. No quería responsabilizar a otro de su metedura de pata.

A Eitne le encantaba atraer un poco de atención en su forma nocturna, porque eso quería decir que lo hacía por sí mismo y no por su aura de día, era más de verdad. Cuando Tayron se mostró tan efusivo, además, el león se contagió y se puso a dar saltos a cuatro patas. Las dudas de Neil se reflejaron durante un instante en su forma leonina… ¿Sabía nadar en su forma nocturna? (¿Sabía nadar siquiera en su forma diurna?) ¡Había que averiguarlo!

—¡A ver qué pasa! —dijo tras ellos, aceptando el reto de ambos: nadar y llevarles a cuestas.

El niño se esforzó por mantener su forma lo más sólida posible y se acercó a Tayron y Neil. Había tenido muchas oportunidades para aprender a cargar gente sobre su lomo gracias a Nime y Guille y no todas habían acabado bien, pero la bestia se sentía segura de sí misma en aquel instante. Además, si Pam también iba a volar frente a ellos por primera vez, ¡más les valía hacerlo bien a los dos para las fotos!

—¡Me parece genial! Cuando encontremos el sitio para la foto, pondré las luces, pero solo si tú también sales —le pidió a la spriggan. No estaba teniendo en cuenta que necesitaría ponerse a dos patas para hacer magia.

Acto seguido, se agachó para facilitar que se subieran Tayron y Neil y dijo:

—¡DING DING DING! ¡SUBAN AL CARRO NOCTURNO, RUMBO: EL MAR!

El león esperaba que Bocata no se moviera de su increible fortaleza de cera, arena y agua, o le daría mucha pena perder tan pronto a su segunda mascota legal de Rocavarancolia.

No había tardado ni un minuto en volver a sus carreras sin control, pues parecía que al gamusino todavía le quedaba energía para rato. Aquella noche caería dormido como un tronco nada más meterse en la cama, posiblemente incluso a media frase, pero hasta entonces la sinhadre no daba señales de cansancio. Se sentía demasiado feliz como para poder estarse quieta más que un instante. Cuando vio que Tayron y Neil se subían sobre el león que era ahora el daeliciano dirigió su carrera hacia ellos, curioso sobre qué estaban haciendo.
—¿Vais a hacer una carrera montados sobre Eitne? ¡Me temo que yo soy más rápido, pero podemos correr por diversión!

Cuando le explicaron lo que realmente querían hacer le faltó tiempo para apuntarse a la diversión.
—¡Eso es una idea genial! ¿Puedo participar? No hace falta que me suba, igual es mucho peso ya para ti —le dijo a la bestia del crepúsculo—. Pero puedo correr sobre el agua a vuestro lado mientras Pelusa nos hace la foto. Guau, quiero ver como vuelas también.

-Creo que te has confundido, el que no se entera de nada es Milo -le espetó a Rox con una media sonrisa, dándole una patada suave en la corva. -Vais a tener que disimular mejor la cara de gilipollas que se os pone juntos.

Intentó que no se le notara que le había molestado el comentario de Kin. A lo mejor ella también iba a tener que aprender a disimular mejor. No iba a decir nada al respeto, pues por el momento lo único destacable era que Kin era guapo, algo de lo que podía darse cuenta cualquiera con ojos en la cara. En su lugar aceptó el abrazo del cambiante y además lo levantó del suelo, riendo.

-¡Sin problema! Sabes que siempre podrás contar conmigo para ser una bocazas -dijo, y tras soltarle añadió : -¿Ahora qué? ¿Se lo vais a decir a los demás? Van a flipar.

Miró a los dos grupos que se habían formado, uno en la arena y el otro cerca de empezar un jaleo en el agua.

La efusividad de sus amigos se contagió en el mago y comenzó a aplaudir emocionado ante la sugerencia de Tayron de montar a Eitne dentro del agua y que Pelusa les fotografiara.

-¡Yo también me encargo de las luces! -exclamó Neil antes de pedirle ayuda a Tayron para subir a Eitne ya que se sentía muy pequeño en comparación con el gran león-. No vamos a correr, Dru, ¡vamos a intentar nadar! -le contestó con una amplia sonrisa a su edeel ya desde lo alto del león. El pulpo de cera en su sombrero había convertido una de sus patas en un sombrero de vaquero que iba girando en el aire-. ¡Sí! ¡Únete a la foto!