La Boutique de dama Isis

El cambiante tuvo que fijar los ojos en el rostro de Raelene y controlar los músculos faciales a consciencia para que su sonrisa no se convirtiese en una de burla. La humana iba más normal, incluso con ese jersey con el que fijo pasaba frío y calor a la vez, pero el nivel de dama Abrazos era demasiado. Se prometió a sí mismo no volver a quejarse de la ropa reveladora que a veces su jefa le pedía llevar. Cuando se descubrió respondiendo mentalmente que era una pena que no hubiesen entrado a por unos zapatos con menos hojalata para su novia Rox se tuvo que morder un moflete por dentro para reprimir un bufido de risa, a modo de bronca. Gracias a los dioses no exteriorizó nada.

—Oh —respondió con ligera sorpresa. Ya le había generado curiosidad la explicación de la humana y la frivy terminó de confirmarle las cosas—. Claro. ¿Teníais algo en mente? Un sombrero, un cinturón, una pulsera... —según hablaba las guió hasta las escaleras, aprovechando para dejar el pantalón que tenía entre manos con los demás—. Tenemos muchas cosas en la primera planta. Aunque si lo que queréis es ropa interior tenemos que bajar.

Si se tratase de una tienda normalita les habría dado indicaciones y a volar, pero en una boutique el trato era personalizado y le tocaría ir con ellas. A la espera se aseguró de que la placa militar con su nombre estuviera bien metida bajo su camiseta y luego las siguió eligieran lo que eligieran. Según bajaban o subían escaleras el chico no contendría sus dudas.

—¿Tenéis un amigo cosechado? —procuró que la pregunta fuera lo más inocente e indolora posible, charla amena; no era algo en lo que indagaría de no ser por la ligereza con la que habían soltado el detalle en primer lugar. Esperaba no equivocarse.

La atención de la guerrera rápidamente se desvió hacia una blusa según andaban y volvió a desaparecer dejando a los dos ex-humanos solos.

—Bueno, pensando en zonas que no suelen cambiar demasiado llegamos a la conclusión de que un collar, un brazalete o una pulsera estarán bien. Pero ahora que lo dices un cinturón valdría, quizás unos pendientes tambien.

Seguían a lo que para ellas era la dependienta por las escaleras con Abri moviéndose de un lado a otro detrás de ambas hasta que del brazo mecánico de Raelene surgieron unas cuantas protuberancias y con un gesto de llamada la frivy quedó del lado de la humana con una de las manos agarrada a la de la humana y la otra ocupada en los cachivaches.

—Siiiiiiiiaunque la verdad pensaba que se había pasado ya su tiempo —se apresuró a contestar la frivy.

—Técnicamente a vosotros se os puede cosechar hasta los... ¿cincuenta o algo así? — dijo Raelene encogiéndose de hombros mientras miraba a la guerrera. A lo que esta simplemente le respondió devolviéndole el mismo gesto.

—Pero bueno, su piel es muy morena algo rojiza. Es bastante alto, como una cabeza más que nosotras y tiene el pelo, blanquecino plata y los ojos azules pero tan claros que prácticamente igual que su pelo —empezó a explicarle a la dependienta para que se hiciera una idea y les diera consejos.

Entonces la maga cayó en una cosa.

—Ahora que lo pienso es Dama Isis quien le ha cosechado.

—¡Es verdad! Me pregunto de qué hablarían... Igual se conocían de antes, ¿no?

Rox se ciñó a lo que le tocaba, oyendo sin interrumpir a las chicas y asintiendo cuando debía. Las idas y venidas de Abrazos le ponían nervioso, un nervio similar al que le provocaba Guille pero maxificado por ser quien era. No obstante lo que más le sorprendió de todo fue lo convencidas que estaban de que su amigo sobreviviría a la criba. Le sabía mal pensar aquello, pero teniendo la cosecha tan reciente y conociendo la ligereza con la que se las tomaban algunos veteranos le era inevitable. Se lo quitó de la cabeza poniéndose a fuerzas en lo mejor.

No pudo responder a lo último, pues él no le preguntaba a dama Isis sobre su vida personal y su relación no iba a más que empleado-jefa. Sabía que era cosechadora porque la había oído mencionarlo poco antes de Halloween, pero poco más.

—¿Tan pequeño es Frivo que os conocéis entre todos? —se rió, y en seguida quiso morirse. Aunque su tono fuera suave y la broma inocente a veces olvidaba que esas confianzas no eran dignas de una boutique. Nunca sabías cuando podías cabrear a un cliente—. En la Tierra eso es un imposible —intentó justificar con una sonrisa, escurriendo el bulto volviendo a lo principal—. Vale, pues si su piel es morena diría que algo claro mejor: plateado, blanco o dorado resaltarían más, por ejemplo, aunque si no queréis arriesgaros el negro siempre combina con todo. El azul también es una opción segura si sus ojos lo son, ayudaría a resaltarlos más. Unos pendientes azules podrían quedar bien —dijo, adentrándose en la planta. Los muebles exponían todo tipo de accesorios: desde simples muñequeras deportivas a pulseras de cuero trenzado y otros materiales más finos, joyería, sombreros para gente con y sin cuernos y cinturones.—. Tenemos cosas sencillas y otras más ostentosas, ¿cuál es su estilo? Y bueno, ¿cuál es vuestro presupuesto?

La pregunta quedó flotando en el aire sin respuesta aunque pareció quedarse como retórica sin nadie molesto por el vacío.

Raelene pareció soltar una risilla burlesca con la gracia mirando hacia Abri, a lo que esta contestó algo ofendida intentando "defender el honor" de su mundo.

—Es fácil conocerle si eres de los súper ricos y poderosos de frivo. No por nada es un jefe Drocarbury y uno de los Como´s seleccionado top uno y mantenido en el top cinco durante años. —Estaba claramente fardando de amigo en ese momento y Raelene simplemente rodó los ojos con una sonrisa en la cara.

—Suele llevar oro negro o cosas plateadas o blancas así que yo diría que le gustan bastante esos tres... Aunque tambien dorado... Y su brazal ,que se lo ha traído el muy humilde —comentó burlona—, es de oro negro y está decorado principalmente de diamantes, con la versión rosa de estos haciendo un patrón aunque también más cosas de pequeños detalles. ¿Quizás algo que haga juego con eso?

—Ostentoso va a ser —confirmó Abrazos. —Y en realidad queremos gastarnos un buen pellizco como enhorabuena y por habernos ayudado por frivo. Mmmmmmegusta la idea de un gran pendiente de estos que cubren toda la oreja, o un aro para el bíceps decorado.

—¿Tenéis pago a plazos? Si acabamos por encontrar algo bastante caro sería un alivio...

No tenían problemas de dinero trabajando ambas pero se auguraba una suma considerable a lo que le echaran el ojo. No podían equipararse a las obscenas cantidades de dinero que manejaba el grandullón, pero al menos querían dar algo que le fuese admirable. Tenían esperanza en Isis para ello.

Rox procuró no expresar demasiado cuando dama Abrazos sacó a flote su ego, claramente picada, aunque el leve arqueo de una ceja le traicionó momentáneamente. Supuso que los dos eran famosos o algo así, aunque de la última parte no entendió ni la mitad. Al menos le aliviaba ver que la humana se lo tomaba con humor.
«De lo que te ha servido la fama, mastuerza» pensó mordiéndose la lengua. «¿Qué tienes, un amigo o un trofeo?»

Estaba claro que no le convenía charlar de más, solo pedir los detalles que fueran necesarios. Se cargó de paciencia para no volcar su repelús antipijos en el pobre amigo cosechado de esas dos (bueno, pobre exactamente no era) y reconectó con lo importante.

—Sí, disponemos de pago a plazos —comentó primero, apartándose para que las chicas observasen lo expuesto mientras tanto—. Mm, si decís que a este chico le gustan mucho los accesorios, ¿habéis pensado en un reloj de pulsera, para no repetir? Si llevaba es posible que con el paso del portal se le haya estropeado de todas formas. ¡Y tenemos algunos que marcan la salida de la Luna Roja! Son muy bonitos.

No tenían que moverse a penas para ver el exhibidor de los relojes. Los había minimalistas, deportivos y notablemente más caros, todos separados por niveles según su estilo. Puestas a sangrar la cartera las dirigiría a lo jugoso.

—Perfecto —contesto sin más la maga con una sonrisa algo más aliviada al ver algunos precios de los estantes.

Oteaban el puesto cada una a su manera, Raelene con una calma que parecía infinita evaluando cada detalle y opción y Abrazos con su nerviosismo habitual, saltando entre joyas y relojes que no le convencían hasta que se detuvo en seco frente al mostrador de relojes al tiempo que las palabras de Rox sonaban. Parecía haberla convencido cuando menciono que marcaban la salida de la Luna.

Su vista pasó rápidamente hacia los niveles más caros hasta que escasos segundos después se clavó en uno en concreto. Y según lo miraba fueron surgiendo emociones. Sorpresa, emoción y finalmente melancolía.

—Ri —llamó la frivy a su novia en tono suave y algo apenado.

La maga pareció alertarse y al instante dejó de mirar unos pendientes y fue hasta el lado de Abrazos rodeándola con su brazo normal. Observó el reloj que la guerrera le señalo y le dio el visto bueno con un gesto de cabeza para la guerrera.

—Nos lo quedamos —declaró la frivy con firmeza.

Ella misma extendió la mano para recogerlo del mostrador y lo levantó con el más sumo de los cuidados, con todo el mimo y cariño que podía, temerosa de romperlo. Lo atrajo hacia sí y se quedó mirándolo un poco más aun con esa expresión decaída y una sonrisa apagada.

—¿Crees que le gustará?

—Le va a encantar.

El reloj era plateado, de trazados simples pero preciosos y sin gemas incrustadas en la caja lo que lo hacía mucho más elegante que vistoso y más apto para el uso diario que muchos otros de su mismo precio. El interior era negro con filigranas también plateadas también talladas en las manecillas. A través de un hueco en forma de círculo interior en la parte de abajo podía verse un cielo nocturno con estrellas que indicaban la salida de la emisaria y de la Luna roja con su giro dando un golpe de color cuando llegara la Luna. Y a parte en los laterales marcaba el día y el mes en dos pequeños huecos rectangulares.

Parte de aquellas emociones revueltas en la frivy las provocaba la Luna, nunca olvidaría ni dejaría de amarla pues esta le concedió la libertad. Libertad de las cadenas del mundo, de su dolor y de su soledad. Libertad para ser quien era.

La humana se apegó más a la frivy y apoyo su cabeza en la de esta, ya sabiendo que le pasaba e intentando animarla.

—El grandullón va a estar bien —empezó— Ya han conseguido comida y son un grupo muy capaz. Lo lograrán. —Declaró con firmeza.

—Venga. Cuando lleguemos a casa, ¿qué tal si hacemos un conjuro de buena suerte sobre el reloj para él?

La guerrera giró la cabeza para mirarla con una chispa de ilusión brillando en los ojos y asintió con fuerza. Raelene le devolvió una sonrisa en respuesta

—Vamos, que empezamos a incomodar a la dependienta anda. Y además ahora toca comprar para nosotras.

Aquello pareció animar del todo a Dama Abrazos quien después de darle un beso en la mejilla a Raelene se giró acercándose hasta Rox y le tendió el reloj encima de la palma de su mano, esperando a que lo cogiera y tuviera que hacer con ello lo que debiera.

—Pagaremos la mitad ahora y el resto en cuatro plazos si puede ser —se escuchó decir a la humana detrás de la frivy.

Con las manos a la espalda Rox esperó a que las chicas eligieran. No le dio tiempo de coger la pieza que les gustó, que siendo de las caras por protocolo tendría que manejar él, aunque la frivy tuvo cuidado. Tras echar un breve vistazo al reloj por asegurarse, el cambiante reculó discretamente y miró a otro lado para no interrumpir la privacidad de la pareja. Que hablasen entre ellas o los gestos de cariño no le incomodaban lo más mínimo, pero sí los tintes amargos de la conversación. Siendo famoso, ricachón y amigo de dama Abrazos se imaginaba al chaval igual de excéntrico que ella, pero hasta con esas papeletas le daba pena. La frustración de no poder actuar era ya bastante mala como para que encima cosechasen a un ser querido. Por respeto no hizo comentarios; poco valdrían sus palabras.

No obstante, con una pizca del rencor que la ciudad le había enseñado a guardar se preguntó como se sentiría la frivy si le dijese que podían matar a su amigo si ella no mantenía la cabeza gacha. Con un suspiro imperceptible se tragó su sal y les sonrió, haciendo a un lado aquellos pensamientos.

—Que va, no os preocupéis —se acercó para coger el reloj. Luego abrió un cajón del mueble contiguo donde había distintas correas para reloj ordenadas—. Podéis elegir la correa también.

Lo dejó a la vista para que probasen combinaciones mientras él buscaba una cajita donde presentarlo. En cuanto acabasen lo guardaría dentro ya montado.

—Seguro que le gusta. Me están dando ganas de tener uno así —bromeó al verlo; incluso con el descuento de empleados sería un pellizco demasiado gordo para él—. Sin problemas. Igualmente hacemos el pago cuando terminéis. Os lo guardo en caja mientras tanto.

No olvidaba que querían ver ropa interior, y en el fondo rezaba por que no lo hicieran. Estaba lejos de ser un novato del cuerpo femenino, pero... a quién vamos a engañar, quería escaquearse de aquella parte. Le tocaría apechugar, literalmente.

Abri asintió y se quedó tanteando las correas, aunque esta vez Raelene tomó la voz cantante a golpe de "tú ya has escogido el reloj".

Al cabo de un cacho aparecieron con una correa de metal negro y una línea azul clara horizontal. Tan solo un pequeño detalle que no rebasase todo el conjunto.

La humana parecía estar más pendiente y cercana a la frivy que antes y esta última parecía orbitar más alrededor de la primera y no alejarse tanto a mirar cosas.

—Hmmm veamos, un par de sujetadores deportivos nuevos, algún complemento, lencería, yo quiero un abrigo y tú querías algo de calzado nuevo ¿me equivoco? —
listó Raelene para organizarse tanto ella como para que la dependienta supiera a dónde irían.

La guerrera asintió con la cabeza y habló para Raelene.

—¿Damos una vuelta a por las cosas y luego vamos a los probadores o cosa a cosa?

—¿Qué tal si quitamos la ropa exterior de primeras y luego ya vamos a la interior luego?

—Entonces me pido mirar los playeros ya que están ahí —señaló con la mano justo antes de casi desaparecer hasta  la colección de distintas deportivas que había.

Raelene miro a la dependienta y se encogió de hombros sonriente como medio disculpándose y echó a andar hacia allá. Poco podía hacer por controlar a ese torbellino muchas veces.

Mientras Abri parecía revolotear entre modelos deportivos blancos* para vestir Raelene se giró y observó extrañada a la dependienta.

—Siento preguntar así pero... no me suena tu cara la verdad. Eras humana ¿verdad? ¿De donde eres?

*Ejemplos decadencia pinteresttiana
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Rox se alegró mentalmente de que hubiera más cosas de por medio, por eso y por la certeza de que iba llenar caja con lo que se gastarían. Aguardó paciente a su primera elección, de especial buen humor al ver que se trataba de zapatillas.

—No puedo culparla —respondió a la peliblanca, riéndose flojito. Un segundo, ¿estaba empatizando con dama Abrazos?—. Yo también me pongo así con los zapatos, solo lo disimulo delante de los clientes.

Se acercaron con menos rapidez que la guerrera a la sección, donde se fijó en los que llamaban más su atención para tener en cuenta su gusto. No fue difícil saber que quería unas blancas. Iba a ofrecer su ayuda cuando Raelene preguntó por su identidad, algo inevitable cuando la población era tan reducida, y ya mentalizado a que eso pasase se tragó su turbación.

—Sí, soy de la última cosecha. Bruja del hilo —asintió a la pregunta sobre su especie con una sonrisa, habiendo pensado a toda velocidad una transformación para dar el pego.

>>Oh, esas —le dijo en tono discreto a la frivy, sin intención de interrumpir demasiado la conversación—. Yo las tengo iguales pero con las bandas grises. Son comodísimas y para lo chulas que son están muy bien de precio —volvió a Raelene, con un pequeño gesto que venía a decir “ya estoy”—. Nací en Corea del sur, pero me crié en Australia. ¿Tú también eres humana?

En realidad ya lo sabía, vivían en el mismo refugio, pero tenía que hacerse el tonto y para ello falseó un tono ilusionado por encontrar a otra de su mundo. No vio la necesidad de mentir sobre su propia nacionalidad, pues dudaba que fuese sabido fuera de su círculo. Eso y que toda la originalidad se le había ido con la transformación.

Raelene le dedicó una risa ligera a la dependienta. —Sí y también australiana, aunque de toda la vida. Y hilos eh. A mi solo se me da bien tratar el metal y el cuero con mi magia.

—¿Si? —Miró a las deportivas indicadas durante un momento y procedió a buscar número para probárselas, por suerte para ella. —Ey, ya que es de cerca tuya porque no te compras con ella algo de allí. Ya sabes, un look viejo de los tuyos~

—Abri... —empezó como a reñirla.

—¿Qué? ¡Estás muy sexy con ellas! Además le dan un rolli guay a tu brazo. Si quieres me compro yo un conjunto a juego —Levantó la cabeza hacia Rox para hablar a la que creía dependienta.
—¿A ti te gusta el rap?

—Abriiii —se quejó la maga— no es como si todas las australianas rapearan. —Se cruzó de brazos un tanto sonrojada por su pasado al tiempo que Dama Abrazos se levantó del sitio para lucir los playeros y pedir opiniones de ambas.

La maga estuvo por no decir nada pero finalmente cedió al verla ya más animada.
—Te quedan genial —la alagó a lo que la guerrera giró sobre si misma contenta.

La humana extendió la mano buena para estrechársela. —En fin... Raelene, maga, de hará ya tres cosechas contando esta última.

—Oh —Abri se adelantó de un paso hasta ellas.
—Dama Abrazos, guerrera frivy de hace unas cuatro.

—¡No jodas! —exclamó con una sonrisa y genuina sorpresa. La ilusión de que fuera humana era falsa, aquella no. En su grupo solo había dos humanos, así que conocer a otra que además era de su país, aunque fuera la novia de dama Abrazos, hacía que se sintiera menos solo.
Intercambiaron puyitas que supuso eran sobre el pasado de la chica, con las que Rox mantuvo las orejas bien abiertas por curiosidad.
—Me encanta —respondió en seguida, divertido por la vergüenza de la otra—. Aunque soy más de indie, eso sí.

El cambiante había bajado la guardia, tanto que en comparación a cuando las había visto entrar su incomodidad había quedado muy diluida. Si Rena le veía lo mismo le volaba la cabeza de un collejazo.

—¡Sí, te quedan muy bien! — «Mucho mejor que la chapa, tía» pensó con humor para sus adentros—. ¿Te gustan esas?

Fue el momento en el que Raelene se presentó y le ofreció la mano cuando Rox pareció caer en todo aquello. Estaba congeniando con esas dos, y la cuestión es que... no estaba siendo tan malo. Tras un instante de reflexión y desconcierto mental le devolvió el gesto.
—Soo-jin —continuó tras la guerrera con renovada seguridad, apropiándose del nombre de una de sus primas paternas sin perder la sonrisa—. ¿De qué parte eres, Raelene? ¡Perdona que no te haga tantas preguntas a ti! —se excusó en seguida con la frivy—. Es que conozco pocos humanos aquí y no me lo esperaba —dijo entre risas.

Raelene echó una risa aún algo avergonzada pero deleitándose de la reacción de la humana. No se esperaba tanto entusiasmo aunque podía entenderlo de una nueva.

Mientras la frivy volvió a mirar a las deportivas  y quitándole importancia a la disculpa de la dependienta con un gesto ráìdo y animado fue a mirarse a un espejo.

—Me encantan, creo que puedo trabajar alrededor de ellas bastante. Aunque seguramente con algo más largo en las piernas — habló la guerrera mientras sacaba la cadera hacia un lado y otro posando para probar distintos ángulos.
—Me los llevo. —Finalmente decidió.

Mientras eso sucedía la maga contestaba a Rox camuflado.

—¿Indie? ?Más a lo pop como Alpine o más a lo rock como Silverchair? —el tema música era algo que parecía llamar bastante la atención de la maga. No por nada lo llevaba de sangre materna.
—Y soy de Hobart, en Tasmania. Más concretamente en la zona de Battery Point. Y hay bastantes humanos pero juraría que eres la primera australiana que conozco por aquí. Ya te harás al lugar. Yo me crié un poco con Bangs y Bliss N Eso en los barrios antes de ir a Melbourne con mi padre por trabajo, más o menos un par de años antes de venir aquí. Pero en fin, ¿de dónde eres tú?

—Aaaaaah recuerdo que me ponías un montón de cosas de esas en nuestras citas cuando por fin conseguiste la música. —Comentó la guerrera con cariño y nostalgia.

—Y tu me ponías ese pop duro frivy de fondo que siempre...  —Miró entonces a la dependienta recordando cosas un poco sonrojada.

—Más bien de Gorillaz, Glass Animals, Stella Jang o Vaundy —respondió a Raelene con humor—. No soy muy australiano cuando se trata de música. Australiana —se corrigió rápidamente.

Que estuviera entretenido no significaba que abandonase su trabajo. A la orden de la frivy asintió y marchó al almacén para coger un par de su talla que no fueran las de exposición.

—¡Tasmana! Entonces casi que habrás conocido más humanos aquí que ahí —bromeó, en alto para que la distancia no interrumpiese el hilo de la conversación. No tardó en volver con los zapatos—. Vaya cambio de Hobart a Melbourne. Nosotros también nos tuvimos que mudar de vuelta a Corea un año antes de que me viniese, oye, y por lo mismo, a mis padres les salió trabajo. Está claro que no se nos puede sacar de casa —rió.

>>Yo soy de Brisbane, de la parte norte. De esto que estás cerca de la ciudad, pero lo suficientemente lejos como para que se te cuelen cocodrilos en el jardín —dirigiéndose a dama Abrazos para abrir la caja delante de ella y enseñarle el interior, confirmándole que eran las mismas—. ¡Aquí las tienes!

—Ya lo veo ya —rio Raelene a lo de no ser muy australiana sin atender demasiado al error de la dependienta con el entusiasmo de poder hablar con otra australiana en la ciudad. Aunque la frivy se quedó mirándola unos segundos por ello sin cambiar la expresión divertida de su cara.

—Por donde yo solía quedar había un montón de pademelones siempre. Los eché un tanto de menos en Melbourne. Aunque eché más en falta la nieve, el frio y la panda. Me costó adaptarme al pijerio del centro y la escuela... Pero coño, Corea sí que tiene que ser un cambiazo. ¿Te desenvolviste bien con el idioma y con lo demás?

Dama Abrazos por su parte agradeció con un amplio y sonoro "GRACIAS" tras coger las deportivas y confirmar la compra a la dependienta y agarró del brazo a Raelene para seguir mirando cosas.

—En frivo nos mudamos toodos de casa de nuestros padres al centro de pequeñitos. Aaaah, recuerdo empezar a estudiar yo sola, las fiestas del inicio de curso para los que acabábamos de mudarnos visitando los pisos y decorandolos, mi primera sesión de woopunchix... Pero mudarse a otra zona tan alejada... ¿es como venirse aquí a la ciudad pero mejor? ¿Sin mazmorras ni secuestro?


Raelene se paró dos segundos antes de responder.
—¿Se podría decir que si? —Y se quedó mirando a la humana en busca de su opinión.

Se puso la caja de zapatos bajo el brazo e hizo un “así-asao” con la mano libre.
—Por el idioma que va, de peque mi padre me hablaba en coreano y mi madre en inglés, los aprendí a la vez, pero culturalmente... —hizo una mueca—. Es muy diferente, demasiado —esbozó una sonrisa de circunstancias; aquella era una forma muy suave de resumir su mala experiencia, donde el bullying venía hasta de no tener el pelo negro—. Yo alrevés, eché de menos el calor y eso de apenas tener estaciones —rió—. Y a mis amigos también, claro.

Las siguió a paso ligero por la sala, pensando en lo que había dicho dama Abrazos. Rocavarancolia era incomparable a nada que conociera, los horrores físicos y mentales habían sido demasiados, pero... al menos ahí tenía gente que le quería. En Corea del sur no tenía que preocuparse de que le mordiese un trasgo poseído por sus instintos al salir del trabajo, pero solo tenía dos amigos decentes y una familia muy cerrada de mente. Ahora era amigo de un oso, tenía hermanos, algo parecido a hijos, un novio buscado por la ley y un estrés post traumático como un demonio de grande.

—Pues no sé que deciros eh —bromeó, haciendo rodar su anillo de cobre con el pulgar—. De Australia me fui secuestrada y he visto pisos de estudiantes que harían que las mazmorras de este sitio merezcan 3 estrellas.

Cuando estuvieran en la planta de abajo para ver los abrigos dejaría las cosas tras el mostrador.

Tanto Raelene como Abrazos pusieron una mueca de disgusto al escuchar que lno le había ido del todo bien con el cambio, empatizando con "Soo-jin".
La guerrera volvió momentáneamente a ser Shealy´s, sola en la ciudad con la mera compañía de una espada sedienta de sangre. Esa mudanza le había costado cara.
La maga por su parte recordó los problemas con sus nuevas compañeras, las risillas y burlas y como fue expulsada un mes por pegarse con ellas.

—Puedo jurar que las mazmorras están bastante más limpias que alguno de los lugares donde quedaba con la panda —terminó por bromear Raelene.

—¿A qué clase de lugares habéis ido? —Abri parecía entre divertida y asqueada al preguntarlo mientras casi empujaba a Raelene a seguir las compras.

Ya en donde querían estar Raelene empezó a mirar entre bastantes estantes y expositores pero no parecía estar decidida por nada. Estaba claro que quería algo abrigado, otoñal o invernal, pero vagaba entre colores y formas mirando sin realmente llegar a probarse nada.

—¿No te está gustando nada? —la guerrera se abrazó a ella mimándola.

—Es más bien lo contrario. Me gustan bastantes y no termino de decidirme por ninguno...

—¿Y si compras un par o tres?

—Prefiero ahorrar para la casa, ya estamos gastando bastante de este mes y más que fundiremos con la lencería—declaró con convicción.

A Abrazos se le ensombreció un poco la cara con la mención de la casa pero pareció suspirar y seguir. No le gustaba la idea de mudarse y que hubiera menos gente alrededor suya pues odiaba estar sola desde siempre, aunque mñas desde su cosecha.

—Porque te compres dos en vez de uno no pasará nada —insistió— Mira, ¿Este lo acabas de mirar no? Es precioso.

—Ya pero... los muebles que hace "Muebly´s" son carillos y... —¡AGH! —soltó exasperada la guerrera— ¡Solo es un abrigo! Superno te comas la cabeza tanto por favor. Si quieres un par cómprate un par y hala. Ni que tuviéramos que pagar luz o agua o nos fuéramos a morir de hambre. Total, ¿hasta que no se haga un barrio decente de que sirve plantar una casa en medio de las ruinas? Hay tiempo de sobra para ahorrar. ¡Ahora  ve cogiendo los abrigos que te gusten! Soo-jin y yo te ayudaremos a escoger. ¿Verdad? —se giró para mirar a la dependienta.

Raelene se dió por vencida y empezó a coger abrigos y hacer un pequeño pase de moda con ellos si se lo permitía la dependienta.

Desfile:
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A3A3.2
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A8

—A mi me encantan esos dos. (A3 Y A5)

«¿Pero cuánto dinero tienen estas?» se preguntó con los ojos bien abiertos mientras dama Abrazos animaba a Raelene a llevarse más de un abrigo. Ya solo el reloj asustaba, pero si encima sumaban un par de zapatos, abrigos de temporada y luego la lencería... en cuanto se fuesen iba a subir corriendo todo orgulloso para enseñarle la caja a dama Isis. Tampoco es que fuera raro, cuando no tenías que pagar por tu propio techo, comida ni deudas por miembros-robot ahorrar era fácil en la ciudad. No es que hubiera tantos sitios a mano donde dejarte la pasta.

Ayudó a las chicas a cargar con los abrigos y las condujo a la sala probador, donde podrían dejar cualquier cosa que llevasen para más comodidad. Rox no se sentó y esperó de pie a que Raelene se pusiese todos los que querían, curioso por como hablaban entre sí como un matrimonio reciente.

—Mm, todos te quedan bien, pero diría que el primero y el negro son los que más resaltan. El blanco peludito también te queda precioso, es súper elegante, pero a lo mejor con los otros tu pelo contrasta más. Pero bueno, también es que yo soy más de abrigos largos y sueltos, ¿eh? Tú los que prefieras.

Entre tanto él recogería los abrigos que fuesen descartando y los dejaría colgados en una percha, pendientes de ordenar.

—¿Cómo os conocísteis?—preguntó en cuanto tuvo hueco—. Habíais dicho que érais de distintas cosechas, ¿verdad?
El cambiante ignoraba que se había librado de meter la pata por un pelo: había estado a punto de preguntar cuánto tiempo llevaban saliendo, cosa imposible que supiera si supuestamente era la primera vez que las veía. Asumir que eran novias habría sido extraño desde fuera.