La Boutique de dama Isis

Asintió, sin contenerse la cara de “madre mía” y la exhalación nasal a modo de risa al ver la sonrisa de Raelene. Tampoco podía culparlas, él había tenido la suerte de llegar con la apertura de una tienda de ropa en el vertedero mágico en el que vivían, pero… Jesús, la sed. Marchó al almacén a por la prenda, la cual no tardó en encontrar y llevar en su respectiva caja. Como quien vende calcetines, esa era su mentalidad para la segunda pieza: después de todo veía la lencería todos los días y había tenido que llevar más de una para las fotos.

—Creo que es más fácil si me hacéis una lista —bromeó, tendiéndole a la australiana el conjunto—. También tenemos unos con flores bordadas —dijo, señalando el que les interesaba una vez tuvo las manos libres—. ¿Os bajo ese?

Abri asintió con su entusiasmo habitual potenciado por las ganas y observaría todo el proceso con atención, o toda la atención posible por su parte pues su mirada se iba a los otros conjuntos alrededor antes de volver al australiano y repetir el proceso unas cuantas veces.

—¡R-Rox! ¿No le quedaría bien ese al irrense? —Señaló un conjunto de lencería con ligas como el de Raelene pero de un blanco puro, en un intento algo pobre de tratar de socializar con el cambiante.

Raelene se quedó observando el intento de su preciosa  tapándose la sonrisa con la mano.

Se anotó todos los que fueran diciendo para ir del tirón a por todos con las respectivas tallas. Las atendería con toda la energía que disponía, tan metido en su papel de dependiente ejemplar que luego se sentiría merecedor de un retrato del empleado del mes, sobre todo teniendo en cuenta de quienes se trataban y lo pasado. Eso sí, cuando dama Abrazos le soltó aquello le tembló un párpado, buscando y desviando la vista del conjunto tan rápido como se lo dijo. Podía ser un dependiente amigable y cercano, pero eso estaba siendo demasiado cercano.

—Eh- No, no lo sé. ¿A qué irrense? —suponía que se refería a Milo, pero con el cortocircuito tampoco supo que más decir—. Bueno, eeeh, ¿os voy trayendo las cosas antes de que se me olviden?

La guerrera se quedó un poco pillada con la reacción del australiano, nerviosa por no saber qué hacer. Miró a la maga y esta desde detrás le hizo un gesto de calma.

—Es un gran conjunto, quizás lo compremos otra día... —soltó Rae para romper algo la tensión mientras envolvía a la guerrera entre sus brazos por un lateral. —Ahora ya tenemos con lo que tirar~ —sonrió, genuinamente entusiasmada.

—S-si, ¡porfa! —le contestó Abri a Rox acomodandose contra la maga para calmarse un poco. — ¿Te ayudamos? —Era más cortesía genuina, Abri solía llevar jarras y vasos en los bares de cuando trabajaba y de ahí lo había extrapolado siempre a otros negocios.

—Está bien —se apresuró en contestar para deshacerse de la incomodidad—. Eso sí, si os gusta algo no tardéis mucho en cazarlo, hay bastante demanda para lo que tenemos.
Tampoco insistiría, ya iban a echar el día gracias a esas dos. Negó rápidamente ante su proposición.
—No hace falta —de cada codo le salió un par de brazos extra, de forma que no molestaban con lo que llevaba puesto—. No estoy aquí solo por mi cara bonita.

Se fue a por todo lo indicado y no tardó regresar con las cosas bien sujetas gracias a sus manos extra. Les pidió que le siguieran para pasar por caja, dónde revisó todo individualmente para que ambas pudiesen verificar lo que llevaban antes de guardarlo en bolsas. Hizo lo mismo con la cuenta, dividiendo el reloj -y lo que pidiesen- a plazos.

—Tenéis tres meses para pagarlo, a cobro por mes —les tendió un contrato y una pluma que sacó del mostrado con las condiciones y precios—. Solo necesito un nombre, el lugar de residencia y una firma aquí.

No estaba escrito, pero el contrato contaba con hechizos de localización para encontrar fácilmente al firmante de darse un impago. No podías fiarte de la buena fe del cliente, menos aún en Rocavarancolia.

—Creo que ya tenemos bastante... —concluyó la maga con la cantidad de bolsas que iban a llevar.

—Pero podremos volver otro día de estos a mirar, ¿verdad? —la guerrera le puso ojitos a su novia, si por ella fuera se pasaría el día en aquella tienda probándose ropa y comprando nuevos conjuntos. A su vez le salieron brillitos en los ojos y solto un "guauuuuuu" al verle sacar más brazos, fascinada con aquello. Siempre le gustaba mirar cómo funcionaba cada transformación.

Raelene se encargó de las cuentas y al final pagaron todo de una vez salvo el reloj y la lencería. No es como que no pudieran pagar los conjuntos pero si les daría más soltura para otras cosas, viajes, fiestas, equipo...

Dama Abrazos tomó la pluma y firmó dando su nombre y la dirección.

—¡Y ya está! Ains, que ganas tenía de una tienda así~ —la guerrera se veía ilusionada aún, como si acabara de estar en algún parque temático.

—Ya nos veremos por La Sede, y no tengas miedo de pedirme los tarros de vegi. Ya te presentaré a quien se los puedes encargar. Pero eso a coste de un café, claro. —bromeó Raelene haciendo levitar las bolsas con las cosas para llevárselas.

—Esto... ha sido un placer y um... gracias por querer hablar... —Abri entrelazaba sus dedos unos con otros en un movimiento nervioso, acompañado de una sonrisa un tanto avergonzada pero cálida.

—Pueees… —revisó el papel y les sonrió—. ¡Listo! Yo me alegro de haber llegado a la ciudad con su apertura. Cero coñas, ha hecho la fase de aceptación mucho más rápida —dijo saliendo del mostrador.

>>Vale. Me parece muy poco un café a cambio del vegi pero ¡yo no me voy a quejar! —apoyó una mano sobre el mueble, relajado y sonriente—. Gracias.

El pequeño agradecimiento final de dama Abrazos fue lo que más le sorprendió, no como gesto individual, sino de pensar en todo lo que había pasado esa mañana tras todo lo sucedido previamente. El resultado le aliviaba la consciencia.

—No, nada… y lo siento. Me alegro de que lo hayamos solucionado —le devolvió la sonrisa, tan torpe como la de la frivy—. Nos vemos por la Sede, ¡y por aquí cuando queráis!
Las acompañó a la salida y las despidió con la educación que se espera de un dependiente de boutique, pero en cuanto se alejaran el cambiante haría un pequeño baile de la victoria y correría de vuelta a la caja para contar el dinero. Quizás a su jefa no le resultase una suma impresionante considerando sus contratos con los del burdel, pero el cambiante estaba orgulloso como él solo. No solo por ganancias económicas podía darse Rox una palmadita en la espalda ese día, había hecho las paces con dama Abrazos, hecho una amiga australiana y se había apalabrado un bote de vegemite. Tenía buenas nuevas de sobra que contarle a Rena.

Con un quejido agotado Rox dejó caer la cabeza contra el montón de folios desperdigados debajo suya, estirando los brazos a ambos lados.
—No se me ocurre nada! —su voz sonó apagada al tener la boca contra el mueble. Ladeó el rostro—. Soy demasiado joven para esto.
—¿Demasiado joven? Querrás decir que estás demasiado agobiado. Mi madre a mi edad-
—No quiero ser mi propio jefe Kahlo.

La varmana dejó de remover su taza de té y la puso en la mesa con una exhalación divertida. Después alcanzó la cajita metálica ultradecorada que había a un lado y con un simple susurro el cigarro que había sacado de esta se encendió entre sus dedos. Se lo llevó a la boca usando el largo portacigarrillos que tenía, y expulsó el aire a un lado y arriba para que no alcanzara al cambiante.

—A veces suenas como mi hermano —Rox alzó la cabeza, con más aspecto de golden retriever imposible. Una disonancia con los animales de demasiados dientes que tenía tatuados por doquier—. Deberíamos hacer caja antes de pensar en el nombre del negocio. No pasa nada porque siga llamándose La boutique de dama Isis por un tiempo, ¿no? Es mejor eso que no tener inventario.
—Lo sé, lo sé, pero… Es que está todo más o menos hecho. Isis me dio más o menos las instrucciones. Solo hay que recuperar algunos proovedores, ver el espacio que se nos queda y… —joder, no, faltaban mil cosas por hacer. Incluso ahí, en el taller, las cosas estaban patas arriba. Cajas vacías y por vaciar asomaban por las escaleras. Resopló y se reincorporó—. Mira, la primera planta es tuya, pero si no tenemos para llenar la tienda siempre podemos cerrar arriba y que ocupes lo que haga falta en la principal mientras tanto… Así yo tampoco tengo que exponer tanta ropa y estiro el material que nos queda para cuando pueda hablar con los mercaderes o vaya yo mismo a la Tierra a por más. Así también podríamos reabrir antes.

Vendían moda propia y de todos los mundos, pero desde que las ausencias de Isis se habían convertido en lo usual y no la excepción, habían dejado de hacer y recibir pedidos. Obvio. Después de todo no había quien se ocupara de chequear y encargar las prendas que querían, menos aún de confeccionarlas. Hasta hace nada él solo era modelo y dependiente, su costurera y amiga Pam ahora estaba en Kankri con Rena y el mundo se le había venido encima. Eso y la ropa frivy. Ropa frivy tenían por un tubo. Estaba harto de la ropa frivy.

—No creo que me de para llenar una sala a mi sola todavía… —Kahlo se quedó mirando las hojas de té bailar en el agua al fumar—. Tú el taller lo vas a seguir utilizando, ¿no? Podría montar el mío abajo mientras tanto sino.
—¡Que va! Puedes ponerlo aquí, si va a sobrar espacio... Se acabó la marca. Ya bastante es con traer ropa de otros mundos, o sea, como mucho mantendré una o dos máquinas para hacer los arreglos. En caso de hacer huecos para alas y colas, tener prendas en reserva o cosas más bestias para, no sé, un centauro... Pero no me interesa hacer marca propia.
—Entonces… sí. Mejor si por ahora nos quedamos con la planta baja nada más. ¿Ves como había cosas más importantes que el nombre?

El australiano no quería cerrar ni estando solo contra el mundo, pero no sabía si habría tenido el valor de pedirle el negocio a Isis de no ser por la positiva de, justamente, la chica que ahora tenía en frente. En muy poco tiempo la joven se había acostumbrado a negociar con su ex-jefa y se había convertido en una de sus fuentes de joyería, así que cuando la veela hizo saber al cambiante que se volvía a Frivo uno de sus primeros pensamientos fue “oye, ¿por qué no le pido ayuda a la varmana esta que no lleva ni un año en la ciudad para llevar la tienda aunque posiblemente ninguno de los dos tengamos ni puta idea de como hacerlo?” y así estaban. Al menos la suerte le había bendecido porque la chica ALGO sí que sabía, y era bastante más lógica y ordenada que él.

—Ya, pero… es una cuestión de orgullo —había cogido un lápiz y ahora lo hacía bailar entre sus dedos. A veces tanto que estos se ponían en ángulos un poco imposibles—. Dama Isis se ha desentendido así que no me parece justo que sea “su” boutique. Que si la lío y vamos a pique es con su nombre, sí pero… qué se yo, me sigue dando rabia. Ya bastante es que tengamos que rendirle cuentas. Además, "boutique" suena demasiado pijo.
—A mi me gusta —alzó una ceja—. Supongo que es porque es pijo como yo.
—¡No! Me refiero, en plan, que- —Kahlo empezó a reír así que cesó su búsqueda de excusas con una sonrisa. Mira que se consideraba un muchacho bastante apañado pero al lado suya se sentía un bruto—. Solo quiero darle un cambio de aire. Que sea menos… elitista. Elitista es la palabra.
La granta sabía perfectamente lo que era querer salir de la sombra de otro, así que aunque le preocupasen más otras cosas entendía la necesidad de empezar por ahí. No era una simple socia pero tampoco la única dueña, podía dar su opinión y exigir ciertas cosas respecto a lo que sería su espacio pero elegir nombre seguía siendo una decisión muy personal.
—¿Y qué se te ha ocurrido si no es “la no-boutique de Rox”? —sonrió cuando este arrugó la cara.
—Dios no. Nada. No sé… no sé si preferiría una sola palabra como las marcas de mi mundo. Rollo Nike, Adidas, H&M. ¿R&K? —arrugó la cara un poco más—. No, no. O no sé, si vamos a vender ropa y tu oro… ¿La tela dorada…?
—Aprecio que me tengas en cuenta pero suena un poco a nombre de taberna.
—Ya, a mi tampoco me gusta.
—Además no solo vendo oro.
—Ah. Ya. Perdón, es verdad —el vistazo que le dedicó a sus chorrocientos anillos, pulseras, pendientes, colgantes y, como no, el brazo protésico que había estado pululando en su cuarto y el de Milo mientras este lo tuneaba con, spoilers, oro, hizo de sus palabras un tanto irónicas sin querer—. ¿Y... Boutique Muda?
—¿Muda? ¿Como de no poder hablar?
—¡No, de- —le dio la risa—. ¡De muda de animal! Muda de ropa, de, de… ¿las polillas mudan?
Kahlo bajó el cigarrillo un momento.
—Supongo que si cuentas la metamorfosis… ¿sssíii? Hm... ¿Y Exovia?
—¿Qué es eso? Suena a carta de Yugioh.
Lo dijo tan bajito que la varmana no pareció oírle.
—La exovia es la muda de los insectos. O sea, el exoesqueleto que dejan detrás. En realidad creo que las polillas no pasan por eso, pero… una compañera mía es un insecto gigante y…
Los dos estaban intentando no poner cara de asco.
—Bueno, como palabra suena guay.
—Pero da grima.
—No sabía como decirlo pero sí, un poco.
—Que tal... ¿La serpiente de seda? —la pequeña pausa que se tomó el cambiante para saborearlo era indicio de que le había gustado, así que continuó—. Está claro que te gustan las serpientes —señaló con el cigarro el tatuaje de su cuello, aunque bien podría haber señalado las de sus mangas— y bueno, como dices mudan la piel. Y "seda" por la que producen algunas polillas para sus crisálidas —se señaló a sí misma con ambas manos—. Y porque es una tienda de ropa, claro.
—Serpiente de seda... —dicho en alto le gustaba incluso más. Se tapó la boca, pensativo, sin cubrir la totalidad de una sonrisa emergente.
—Y si algún día hacemos lo que te dije, lo de construir un acceso por fuera por si alguien quiere pasar directamente a mi joyería pues... Podemos añadirle algo como "Mariposa de..." lo que sea. Oro mismamente. O porcelana, no sé. Pero el nombre así tal cual me gusta.
—Serpiente de seda y Mariposa de oro. Uy. Uy —se le escapó una risa. No sabía si sonaba muy elegante o muy pijo, pero hipocresía fuera a él, le encantaba. Hacía referencia a los dos sin añadir ningún nombre al título—. ¡Me flipa! ¡Te lo compro!
—Gracias. Son 10 monedas de oro.
—Coño. No te vendes barato.
Apagó el cigarro contra el plato de su taza.
—Le he pillado el gusto a ser una ladrona.