La Boutique de dama Isis

—Más bien de Gorillaz, Glass Animals, Stella Jang o Vaundy —respondió a Raelene con humor—. No soy muy australiano cuando se trata de música. Australiana —se corrigió rápidamente.

Que estuviera entretenido no significaba que abandonase su trabajo. A la orden de la frivy asintió y marchó al almacén para coger un par de su talla que no fueran las de exposición.

—¡Tasmana! Entonces casi que habrás conocido más humanos aquí que ahí —bromeó, en alto para que la distancia no interrumpiese el hilo de la conversación. No tardó en volver con los zapatos—. Vaya cambio de Hobart a Melbourne. Nosotros también nos tuvimos que mudar de vuelta a Corea un año antes de que me viniese, oye, y por lo mismo, a mis padres les salió trabajo. Está claro que no se nos puede sacar de casa —rió.

>>Yo soy de Brisbane, de la parte norte. De esto que estás cerca de la ciudad, pero lo suficientemente lejos como para que se te cuelen cocodrilos en el jardín —dirigiéndose a dama Abrazos para abrir la caja delante de ella y enseñarle el interior, confirmándole que eran las mismas—. ¡Aquí las tienes!

—Ya lo veo ya —rio Raelene a lo de no ser muy australiana sin atender demasiado al error de la dependienta con el entusiasmo de poder hablar con otra australiana en la ciudad. Aunque la frivy se quedó mirándola unos segundos por ello sin cambiar la expresión divertida de su cara.

—Por donde yo solía quedar había un montón de pademelones siempre. Los eché un tanto de menos en Melbourne. Aunque eché más en falta la nieve, el frio y la panda. Me costó adaptarme al pijerio del centro y la escuela... Pero coño, Corea sí que tiene que ser un cambiazo. ¿Te desenvolviste bien con el idioma y con lo demás?

Dama Abrazos por su parte agradeció con un amplio y sonoro "GRACIAS" tras coger las deportivas y confirmar la compra a la dependienta y agarró del brazo a Raelene para seguir mirando cosas.

—En frivo nos mudamos toodos de casa de nuestros padres al centro de pequeñitos. Aaaah, recuerdo empezar a estudiar yo sola, las fiestas del inicio de curso para los que acabábamos de mudarnos visitando los pisos y decorandolos, mi primera sesión de woopunchix... Pero mudarse a otra zona tan alejada... ¿es como venirse aquí a la ciudad pero mejor? ¿Sin mazmorras ni secuestro?


Raelene se paró dos segundos antes de responder.
—¿Se podría decir que si? —Y se quedó mirando a la humana en busca de su opinión.

Se puso la caja de zapatos bajo el brazo e hizo un “así-asao” con la mano libre.
—Por el idioma que va, de peque mi padre me hablaba en coreano y mi madre en inglés, los aprendí a la vez, pero culturalmente... —hizo una mueca—. Es muy diferente, demasiado —esbozó una sonrisa de circunstancias; aquella era una forma muy suave de resumir su mala experiencia, donde el bullying venía hasta de no tener el pelo negro—. Yo alrevés, eché de menos el calor y eso de apenas tener estaciones —rió—. Y a mis amigos también, claro.

Las siguió a paso ligero por la sala, pensando en lo que había dicho dama Abrazos. Rocavarancolia era incomparable a nada que conociera, los horrores físicos y mentales habían sido demasiados, pero... al menos ahí tenía gente que le quería. En Corea del sur no tenía que preocuparse de que le mordiese un trasgo poseído por sus instintos al salir del trabajo, pero solo tenía dos amigos decentes y una familia muy cerrada de mente. Ahora era amigo de un oso, tenía hermanos, algo parecido a hijos, un novio buscado por la ley y un estrés post traumático como un demonio de grande.

—Pues no sé que deciros eh —bromeó, haciendo rodar su anillo de cobre con el pulgar—. De Australia me fui secuestrada y he visto pisos de estudiantes que harían que las mazmorras de este sitio merezcan 3 estrellas.

Cuando estuvieran en la planta de abajo para ver los abrigos dejaría las cosas tras el mostrador.

Tanto Raelene como Abrazos pusieron una mueca de disgusto al escuchar que lno le había ido del todo bien con el cambio, empatizando con "Soo-jin".
La guerrera volvió momentáneamente a ser Shealy´s, sola en la ciudad con la mera compañía de una espada sedienta de sangre. Esa mudanza le había costado cara.
La maga por su parte recordó los problemas con sus nuevas compañeras, las risillas y burlas y como fue expulsada un mes por pegarse con ellas.

—Puedo jurar que las mazmorras están bastante más limpias que alguno de los lugares donde quedaba con la panda —terminó por bromear Raelene.

—¿A qué clase de lugares habéis ido? —Abri parecía entre divertida y asqueada al preguntarlo mientras casi empujaba a Raelene a seguir las compras.

Ya en donde querían estar Raelene empezó a mirar entre bastantes estantes y expositores pero no parecía estar decidida por nada. Estaba claro que quería algo abrigado, otoñal o invernal, pero vagaba entre colores y formas mirando sin realmente llegar a probarse nada.

—¿No te está gustando nada? —la guerrera se abrazó a ella mimándola.

—Es más bien lo contrario. Me gustan bastantes y no termino de decidirme por ninguno...

—¿Y si compras un par o tres?

—Prefiero ahorrar para la casa, ya estamos gastando bastante de este mes y más que fundiremos con la lencería—declaró con convicción.

A Abrazos se le ensombreció un poco la cara con la mención de la casa pero pareció suspirar y seguir. No le gustaba la idea de mudarse y que hubiera menos gente alrededor suya pues odiaba estar sola desde siempre, aunque mñas desde su cosecha.

—Porque te compres dos en vez de uno no pasará nada —insistió— Mira, ¿Este lo acabas de mirar no? Es precioso.

—Ya pero... los muebles que hace "Muebly´s" son carillos y... —¡AGH! —soltó exasperada la guerrera— ¡Solo es un abrigo! Superno te comas la cabeza tanto por favor. Si quieres un par cómprate un par y hala. Ni que tuviéramos que pagar luz o agua o nos fuéramos a morir de hambre. Total, ¿hasta que no se haga un barrio decente de que sirve plantar una casa en medio de las ruinas? Hay tiempo de sobra para ahorrar. ¡Ahora  ve cogiendo los abrigos que te gusten! Soo-jin y yo te ayudaremos a escoger. ¿Verdad? —se giró para mirar a la dependienta.

Raelene se dió por vencida y empezó a coger abrigos y hacer un pequeño pase de moda con ellos si se lo permitía la dependienta.

Desfile:
A1
A2
A3A3.2
A4
A5
A6
A7
A8

—A mi me encantan esos dos. (A3 Y A5)

«¿Pero cuánto dinero tienen estas?» se preguntó con los ojos bien abiertos mientras dama Abrazos animaba a Raelene a llevarse más de un abrigo. Ya solo el reloj asustaba, pero si encima sumaban un par de zapatos, abrigos de temporada y luego la lencería... en cuanto se fuesen iba a subir corriendo todo orgulloso para enseñarle la caja a dama Isis. Tampoco es que fuera raro, cuando no tenías que pagar por tu propio techo, comida ni deudas por miembros-robot ahorrar era fácil en la ciudad. No es que hubiera tantos sitios a mano donde dejarte la pasta.

Ayudó a las chicas a cargar con los abrigos y las condujo a la sala probador, donde podrían dejar cualquier cosa que llevasen para más comodidad. Rox no se sentó y esperó de pie a que Raelene se pusiese todos los que querían, curioso por como hablaban entre sí como un matrimonio reciente.

—Mm, todos te quedan bien, pero diría que el primero y el negro son los que más resaltan. El blanco peludito también te queda precioso, es súper elegante, pero a lo mejor con los otros tu pelo contrasta más. Pero bueno, también es que yo soy más de abrigos largos y sueltos, ¿eh? Tú los que prefieras.

Entre tanto él recogería los abrigos que fuesen descartando y los dejaría colgados en una percha, pendientes de ordenar.

—¿Cómo os conocísteis?—preguntó en cuanto tuvo hueco—. Habíais dicho que érais de distintas cosechas, ¿verdad?
El cambiante ignoraba que se había librado de meter la pata por un pelo: había estado a punto de preguntar cuánto tiempo llevaban saliendo, cosa imposible que supiera si supuestamente era la primera vez que las veía. Asumir que eran novias habría sido extraño desde fuera.

—El pelo no es un problema la verdad, puedo tintarlo de otro color cuando quiera —contestó algo pensativa Raelene y con un par de gestos de la mano y mirándose en el espejo del probador su pelo levitó y empezó a cambiar de color hasta tras unos diez segundos ser un pelirrojo reluciente como el de un buen tinte que imitara el natural.
—Y puff. Magia~ —se rio.

—Ya pero si es verdad que llevas el blanco como el noventa por ciento del tiempo —aportó Abrazos. —Aunque me encanta ese pelirrojo.

—Hmmm, creo que entonces el "blanco peludito" que nos gusta a las tres y el primero.

—¿Segura de que no quieres otro más? —le dijo sonriendo medio en broma medio en serio.

—Siiiii —puso los ojos en blanco— ya estoy contenta. Antes de que te pongas tonta con ello.

—Vaale~~

Ante la pregunta de la dependienta la sonrisa burlesca de la frivy se ensanchó y miró a la humana divertida.
Raelene por su parte se había sorprendido por la pregunta y aunque solo era un poco parecía sonrojarse.

—¿Prefieres que lo cuente yo? —la guerrera parecía disfrutar de la vergüenza de la maga.

—No, no. Prefiero mi versión antes que la tuya. —Dama Abrazos se echó a reír mientras cogía los últimos abrigos descartados y se los llevaba a la dependienta para ahorrarle trabajo.

—Verás —empezó, como quien empieza una pequeña historia— era como mi segunda o tercera semana en la armería-forja del ejército. No hay mucho personal en esa área y aún menos con tanta magia así que automáticamente tenía que encargarme de un millar de cosas y estuve tan ocupada que llevaba ya un buen peñizco de tiempo sin salir con mis amigos ni hacer mucha vida social en general. Aquel día después de pasarme otra vez todo el día trabajando me fui hacia las duchas y saliendo de una de ellas me encontré con esta señora desnuda—señaló a Abrazos quien estaba claramente divertida escuchando— yyyy me quede un poquiito pasmada mirándola.

—Un poquito, sí —se burló la guerrera.

—¡Tu a callar! El caso es que va la cabrona, me mira de arriba a abajo, me sonríe y va y tira la toalla al suelo dándose la vuelta mientras entra de nuevo en la ducha sin dejar de mirarme por encima del hombro. Yyy te puedes imaginar el resto. —Declaró algo avergonzada. —Prefiero contarlo así antes de que la cabrona en cuestión entre en detalles.

—Estabas tan mona acucada en mi cuello la mitad del camino... — soltó Dama Abrazos .

—Me levantaste de sopetón sin que te lo pidiera.

—¿Y qué iba a hacer si no? Estabas cayéndote de cansancio y sueño por las esquinas.

Por  un momento se miraron confrontadas, sin embargo estaba claro que no era nada serio ni mucho menos, era ese aire de enfado e indignación que en realidad tan solo consistía en un pequeño juego entre enamoradas del que ellas como tales ni siquiera se daban cuenta.

—Bueno —rompió Abrazos con un pequeño saltito— hablando de cosas calientes. ¡A por la lencería!

Raelene suspiró rindiéndose pero formando una sonrisa cálida para luego girarse a Rox.

—Ahora que ya sabes eso te toca. ¿Cómo acabaste trabajando aquí? No te recuerdo en la inauguración.

Rox fingió admiración cuando Raelene se tiñó el pelo para no ser maleducado y asintió para apoyar que le quedaba bien. Después de todo su falta de sorpresa no era solo por sus propias habilidades, sino porque era algo que su jefa hacía todos los días.

Habiéndose decidido ya por los abrigos apartó en una percha los que no se llevaban y cogió los que sí para dejarlos junto al resto de compras. Las escuchó de camino a la caja, mirándolas por el rabillo del ojo mientras hacía sus cosas para dejar constancia de que estaba atento. Y mejor, porque así no verían la cara que se le estaba quedando con toda la historia. Había demasiados detalles que no necesitaba. Dentro del paraguas de la asexualidad el chico podía decir que su experiencia había sido bastante activa y cercana a “lo estándar”, pero cosas como esa le hacían dar un paso atrás y sentirse como un completo alienígena. O más bien al revés, que el no-alien era él.

—Oh... —dijo solamente, escondiéndose momentáneamente tras la caja con la excusa de sacar una bolsa para los abrigos. En la privacidad del recoveco aprovechó para arrugar la cara como si hubiera chupado un limón.

¿Qué demonios decía ahora? ¿”Qué romántico”? ¿En qué universo era eso romántico? ¿Por qué los alosexuales eran así? Haber chingado en una ducha compartida con una desconocida rocavarancolesa le parecía siniestro hasta en sus estándares terrestres, y eso que la mitad de sus amigos eran cis heteros blancos. Una risita de puro y absoluto nervio le traicionó de pensar en lo extra incómodo que sería ahora ver la condenada lencería con ellas, risa que al menos le sirvió para asomarse con una sonrisa en la cara, como si le hubiera hecho gracia la historia. En realidad quería morirse un poco.

—No... no me parece un intercambio de información equivalente —“bromeó”, abandonando la seguridad de la caja para descender al infierno textil—. Necesitaba dinero, mi transformación me ayudó a ganarme el puesto y ya está —se encogió brevemente de hombros. No mentía—. Y sí que estuve en la inauguración, pero no me veríais. Estuve con unos amigos. Igualmente había mucha gente.

Sinceramente a este punto le daba igual que se levantase la liebre, aunque no sería él el tonto que le disparase.

Raelene se fijó en la seguramente incomodidad de la dependienta y en ese momento agradecía haberlo contado ella y no el tornado cantarín a su espalda. Tan solo dejaría el tema pasar y correr lo antes posible.

—Estaba realmente lleno sí —respaldó. —Una pena, me hubiese gustado que nos topásemos antes. Pero bueno, siempre podremos quedar más ahora. Si te apetece, claro. Ahora que lo pienso no estaría mal volver a pisar Australia el día de la cosecha...


—¿Queréis ir? —Preguntó Dama Abrazos curiosa.
—Conseguir los permisos será una lata seguramente pero no creo que sea ningún problema.

Ambas empezaron a bajar hacia el sótano en busca de la lencería.

Rox se tensó ante la idea de volver a Australia, en contraste su corazón se reblandeció. Ese Halloween habían montado la fiesta por muchos motivos, no solo por pasarlo bien: no pensar en la nueva cosecha, que cumplían un año en Rocavarancolia y él en particular que no podía volver a casa. Nadie le recordaba en la Tierra, ni amigos ni familiares, y aunque le había costado un mundo aceptarlo y se le había roto el alma en mil pedazos en el proceso, al final había sido un alivio. Nadie sufrió su desaparición y eso le quitaba toneladas de encima. Nunca había existido. Claro que no significaba que no quisiera volver, atravesar el portal a la próxima oportunidad. Se removió con un suspiro. Las “acababa” de conocer, pero aparte no podía ir a sus amigos y decirles que había conseguido veteranas con las que visitar su mundo el próximo año, no estando la situación como estaba todavía con dama Abrazos. Se preguntó que cara se les quedaría si volviese a su aspecto original. “Ey, sorpresa, habéis invitado a uno de los novatos que os hizo la cruz".

—Me gustaría muchísimo —sonrió de forma un tanto incómoda, siguiéndolas escaleras abajo—. Pero no puedo aceptarlo... No quiero molestar.

No sabía si insistirían, pero ya sacaría excusas de debajo de las piedras. Podía decir que ya tenía planes o con quienes ir, cosa que no sería del todo mentira, pero prefería no sacar aquello por no ser maleducado.

—¡Aquí estamos, última parada! —añadió con fachada alegre.

La maga se giro con una mirada hacia aquella dependienta que velaba un montón de emociones, aunque parecía cálida a su manera. Cada criba era un mundo y cada situación personal tan amplía y caótica como las estrellas del cielo por lo que no preguntaría ni insistiría con ello.

Abri miró la escena con curiosidad pero manteniéndose callada y al margen. La presencia de Raelene hacía que pudiera leer mucho mejor el ambiente y la calmaba a la vez que la mantenía más a rajatabla.

—No molestas —empezó Raelene—, pero no pasa nada. Siéntete libre de aceptar cuando quieras. —Sonrió a la dependienta. —Y ey, tengo aún bastantes cosas de allí del encargo que le hice a uno de los... ¿recolectores? Si quieres algo como un botecito de "Vegi" no tengas vergüenza, considéralo propina por el buen servicio si quieres.

—Sigo sin entender cómo puedes comerlo con todo —Replicó la guerrera.

—Pero si a ti también te gusta. —Se quejó la maga.

—Si, en su justa medida, pero tú es que le echas un montón a todo. ¿Es alguna cosa de ser australiana? —Preguntó girándose a la dependienta.

Ambas se detuvieron ante a colección a lo que Raelene silbó por el despliegue de conjuntos.

Aún así la atención parecía posada en Rox.

Temió que al “no molestas” le precediese una invitación insistente, pero no fue el caso. De hecho, la cosa mejoró en una dirección que no se esperaba. La cara se le torció en una sonrisa emocionada muy mal contenida, casi como un cachorro al oír la palabra mágica que llama a dar un paseo pero sabe que no debe volverse loco. Tanto así que se sintió fatal por todos los prejuicios que había construido en torno a esas dos (aunque algunos los mantuviera por prudencia y experiencia), y hasta le dio cosa estar engañándolas con una apariencia y nombre falsos.

—Gracias. Jo, dios —se tapó la boca para reírse, con las mejillas coloradas. Se moría por muchas cosas terrestres y el vegemite era de las más fuertes—. No te voy a decir que no porque madre mía. ¡Muchas gracias!

Evitó mirarlas demasiado por pudor, porque la ilusión que le había hecho aquello le hacía sentirse extra de rata y tonto. A lo mejor, pensó, era un vendido, pero el gesto de verdad le había dejado patidifuso y ni de coña iba a rechazarlo. El agradecimiento se reflejaría rápido.

—Está buenísimo —añadió colándose en la conversación con nuevas energías. Seguramente estaba feo que como dependienta de una boutique se dejase llevar tan pronto, pero... que carajo, estaba descubriendo que eran majas a su peculiar manera y le acababan de ofrecer un cachito de su infancia—. Sí, muuu-cho —contestó a dama Abrazos con humor—. Es uno de esos gustos adquiridos raros de cuando te crías en una isla gigante.

>>¡Vale, a ver! —continuó dando una palmada al aire para centrarse—. Tenéis conjuntos enteros aquí, última temporada —señaló un ala con un brazo, como una azafata de vuelo. Iría repitiendo el gesto según listase—. Prendas sueltas ahí, todas ordenadas por combinaciones. Medias, bodys, ligueros y accesorios, camisones... y bueno claro, ropa interior masculina y algunas cosillas de cuero un poco más picantes. ¿Necesitáis que os tome medidas?

La sonrisa de la maga se ensanchó ligeramente con aquella reacción, y al ver que les evitaba las miradas aprovecho para lanzar una de victoria en la dirección de Dama Abrazos, la cual le correspondió tan solo con una risilla alegre.

La guerrera suspiró al escuchar la respuesta.
—Al final no se para que me mato a cocinar si se os puede dar eso y pan y estáis aún más felices...

—Oh vamos, no te pongas así. Si sabes que me encanta tu comida. ¡Probablemente me moriría sin ti comiendo tonterías! —Se acercó a ella para intentar comprarla con algún mimo y mirada de cachorrito tontos. La guerrera volvió a suspirar pero parecía más alegre por los gestos.

La palmada marcó el final de aquello y ambas empezaron a inspeccionar a más detalle los conjuntos a su alrededor. Sin embargo la maga volvió hablar.

—Pues ahora que lo dices Soo-jin —sacó un poco el trasero mirándoselo—
siento que me quedan un poco más apretados los pantalones, creo que se me está empezando a agrandar con tanto entrenamiento y dulce... Igual si que debería medirme de nuevo...

Abri la miró a su novia sin tapujos y contestó seriamente y sin rodeos.
—Tu culo está perfecto cosi. No creo que tengas que preocuparte pero si te sientes mejor comprobándolo dale.

Raelene asintió y con una pequeña disculpa se acercó hasta la dependienta.

—Yo voy mirando algo para ti mientras —exclamó Abri internandose en aquella oda a la ropa erótica.

Su bufo de energía tembló por un momento cuando Raelene pidió, tal como había ofrecido, medidas, pero sobre todo cuando le llamó por el nombre falso. Disimuló bien el cuaje al oírlo (no era el suyo después de todo, no lo tenía asociado), pero a cada repetición se sentía peor por él. Era un cambiante, igual que un vampiro bebe sangre o un brujo es tremendo nerd se supone que él no debía sentirse mal por engañar a la gente con su aspecto, pero las chicas le habían cogido confianza suficiente como para ofrecerle ir a la Tierra con ellas y un bote de vegemite, importado de un planeta cuyo portal se abría solo dos condenados días al año, y para más inri ahora iba a medirle el culo a una de ellas. Eso era jugar en otra liga, no era solo un disfraz: era una identidad. Obviando lo violento que sería para la humana, si dama Abrazos se enteraba de que Soo-jin no existía y había sido el enamoradito pedante quien había manoseado a su novia (vale que solo eran medidas, pero Rox maxificaba el asunto) puede que le pisase el pecho hasta sacarle las entrañas. No quería averiguarlo.

«Mierda mierda mierda»

—¡Como quieras! —dijo poniendo toda la convicción en el asador, contrario a lo que gritaba su cerebro—. No tardamos nada, ya verás.

Siempre llevaba un metro de tela en el bolsillo precisamente para eso. Con según que prendas no era necesario que los clientes se desvistiesen, pero con la lencería y los pantalones... bueno, eso no permitía margen de error. Le pidió a la australiana que le siguiera hasta el probador, preguntándose que demonios era lo mejor que podía hacer. Al menos la frivy se quedaría fuera mientras tanto. Corrió la tela detrás suya, sin soltarla tomó aire y miró a Raelene en mutis unos segundos. Antes de que preguntase que pasaba (porque por su cara era obvio que algo) Rox decidió saltar a la piscina. Si fuera habilidoso con la magia habría alzado una burbuja de silencio como las de Milo, pero no, le había dedicado más estudio a hacerse agallas de pez para cuando volvieran a la playa.

—Raelene, perdona... —empezó bajito, muy bajito, como si le contase un secreto—. A ver, antes de pedirte nada... —se apartó el pelo de la frente, inquieto. Se le había hecho bola—. Lo siento. Lo siento, pero no me llamo Soo-jin. Tampoco soy bruja del hilo. ¡Todo lo demás es verdad, no me he inventado nada!, pero..., ¡agh! Es que... ¡No es justo que te pida que te quites los pantalones cuando ni siquiera soy una tía! —era siniestro, o al menos a él se lo parecía. Apretó los dientes brevemente con cara de circunstancias e hinchó sus pulmones de aire. Despacio su aspecto se desdibujó para volver a ser quien era. La ropa que antes le quedaba un poco suelta se hizo de su talla—. Perdón —masculló con su voz normal, apenado. Luego hizo una reverencia, de esas de 45º que sus padres esperaban de él cuando la cagaba—. Soy Rox, cambiante. T-tuve... un encontronazo con tu novia hace tiempo y entré en pánico al veros entrar y... —cada vez susurraba más bajito—. Joder soy gilipollas.

Raelene se despidió de la guerrera y acompañó a la dependienta hasta el probador. No había recibido señales de que a esta le gustase o algo por el estilo así que se sorprendió bastante cuando cerro cuando después de correr la tela se quedó ahí parada mirándola y en su cara efectivamente se empezó a formar una pregunta que fue cortada.

En aquel pedirte alzo las cejas algo divertida tan solo para quedar aturdida y sorprendida con lo que empezó a decirle hasta que tuvo que ahogar un gritito al ver quién era. Le conocía de sobra.

—Ay joder... —se llevó la mano a la boca pensativa aunque no parecía preocupada, más bien incluso algo divertida.
—Lo siento yo también, em... He pensado que pasaba otra cosa con esa mirada sería tuya —se rio nerviosamente.

—Oh dios, ella igual se ha dado cuenta ya... a mí ya me ha parecido raro no saber nada de ti siendo dos australianas y trabajando aquí... Los rumores y la información vuelan con tan poca gente y sin internet y esas cosas...

—Me sé la historia sí, ya la reñí yo antes y lo siento por ello. Aunque no lo parezca no va a haceros daño... es simplemente demasiado impulsiva y la ciudad le ha hecho mucho... ¿Y qué hacemos ahora? —preguntó totalmente en serio. Al final era decisión suya si mostrarse o seguir con la mentira.

Rox, ahora sí con su cara, abrió mucho los ojos ante la insinuación de Raelene, a la que negó frenéticamente con las manos según le irrumpía una risa igual de nerviosa que la de la maga. Tampoco es que fuera el tipo de persona que asaltaba a sus clientes en el probador. Oh dios, ¿esa impresión había dado? Apretó los dientes para guardar silencio.
—No, no, santo Dooley no. Me gustan más... menos —sus manos se movían en el aire haciendo distintos gestos torpes—. Estoy pillado —atajó finalmente.

Si la frivy se lo olía sería un alivio porque significaba que al menos no habría sorpresa, aunque no quería pasarse de positivo. Es verdad que Rocavarancolia distaba de estar poblada acorde a su tamaño, que con el tiempo, cuantos más contactos hacían y compartiendo techo era imposible que no se hubieran enterado de cosas, pero el cambiante era lo suficientemente discreto con su información como para no mostrarse reticente. Soo-jin bien podía existir sino en Serpentaria en cualquier rincón de la ciudad. Igualmente se abrazó a la posibilidad.
Que Raelene fuera extra comprensiva era descanso suficiente.

—Ya, ya lo medio hablamos... —se rascó la nuca. Tampoco es que esa segunda charla hubiera sido mucho mejor. Joder, él y sus numeritos—. No sé, no quiero liarla más, ¡pero tampoco que la trola de Soo-jin siga creciendo! Tú la conoces mejor, si salgo así... —dejó la frase al aire—. ¿Crees que está de malas conmigo?

«¿Estoy yo de malas con ella?» se preguntó, y para su sorpresa su respuesta fue no. No tanto al menos. A lo mejor resultaba irónico y con razón, hasta hacía muy poco solo toleraba su presencia, y ahora le preocupaba lo que opinase, causarle peor impresión. Tampoco quería hacerle un feo a Raelene. Joder, era maja. ¿Eran majas?
—Lo siento mucho, por... todo. Se supone que yo tenía que medirte —rió por lo bajini—. Déjame que haga eso bien al menos —bromeó, aún apenado.

Hizo un gesto con la mano robótica quitándole peso al asunto.
—No si a mí solo me van las tías, —rio ante la excusa del cambiante— no te preocupes por eso, en serio. Tan solo una confusión por la situación y tal.

En realidad habían hablado bastante del tema entre ellas dos, desde el incidente aquel día hasta lo que pasó en el baile. En ese momento se centró más en leer a Rox para ver cómo estaba con el tema ya que era la parte que no conocía, y se sorprendió con aquella pregunta. No esperaba que le importase eso después de todo lo que había pasado.

Sonrió con calma tranquilizadora a aquella pregunta. Quizás si que podrían ir juntos a Australia después de todo.

—No, lo único que le molesta aún seguramente es que el pequeñajo no haya podido venir a más sesiones de manicura. Pero como ya hablé con ella de eso también —declaró para alisar el camino que estaba por venir entre ambos.

—No va a pasar nada porque te muestres —terminó de asegurar.

A la maga le solían importar más bien poco los nuevos. Tenía a su novia, a sus amigos y un trabajo que le encantaba pese a la carga que llevaba. Prefería no inmiscuirse más de la cuenta en los temas más turbios de la ciudad como era la propia criba y seguir llevando aquella vida tranquila, no es que en primer lugar pudiera hacer mucho por cambiar nada tampoco. Sin embargo la posibilidad de alguien con quien hablar del pasado y la comprendiera hacía que quisiera inmiscuirse más en aquello ahora.

—Bueno, tienes un trabajo que hacer primero, ¿verdad? —dio un cuarto de vuelta de manera tonta para enseñar su perfil demandando las medidas, intentando relajarle un poco más con algo mundano.

Sonrió de forma cómplice al saber que era lesbiana, para luego agachar la cabeza, pensativo y algo distante ante la mención de Eitne. Aquello estaba varios pasos por delante de un primer cambio de visión, y que los pequeños pudieran acercarse a dama Abrazos no dependía solo de él o de Rena, quien aún tenía una experiencia desagradable, sino de los propios niños. En Rocavarancolia era preferible pecar de precavido.

—Tiempo al tiempo —dijo, aunque reticente con una sonrisa. No estaban yendo por mal camino, y si podía salir con su careto de siempre quizás las cosas mejorasen un poquito más.

Se sacó el metro de tela del bolsillo y le pidió a Raelene que se quitara los pantalones con mejores ánimos. Todavía estaba nervioso, pero era el tipo de nervio que le animaba a mantenerse activo. Por cortesía miró a otro lado mientras la chica se quitaba los pantalones (tenía muy visto el cuerpo femenino y había pasado incontables días rodeado de gente en bañador, pero seguía siendo un adolescente) y volvió a ella para medirla después: cintura, cadera, muslo y largo de las piernas, para que cuando necesitase pantalones no le dieran guerra los ruedos. Le fue dictando los números según los tenía, también como forma de quedarse él con ellos.

—Vale. Ahora te los apunto en un papelito... o te los apuntas tú en el brazo —señaló su prótesis con una sonrisita. Hasta donde sabía, que un no-irrense llevase una prótesis indicaba algo traumático detrás, pero igual no podía evitar opinar lo mucho que molaban. En humanos era todavía más cyberpunk—. ¿Vamos entonces?

Guardó la cinta y tomó aire. En cuanto Raelene se hubo vestido abrió la cortina para que esta pasara primero. Esquivó la tentación de hacerse más bajito para esconderse detrás suya. Sus ojos buscaron los de Abrazos, y al dar con ellos una sonrisa mal hecha se dibujó en su rostro, como si bailara entre la incomodidad, el perdón y otras plegarias del tipo "señor llévame pronto".

—Ey... perdón.
¿Por tardar? ¿Por mentir? ¿Por absolutamente todo? Que lo decidiera ella.