Torreón Letargo (Archivo VII)

Recuerdo del primer mensaje :

La sinhadre permaneció pensativa cuando varios hicieron notar que la comida solo sabía mal a veces, recordando que ella misma también lo podía corroborar.
—¡Es cierto! Qué extraño… Que hechizo más raro.
Estaba de acuerdo con Milo en que prefería pensar que fuese cosa de magia y no de alguna porquería como la que había sugerido Rox. Además, en ese caso la comida tendría mal aspecto, ¿no?
>>¡Por supuesto que no! —añadió inmediatamente cuando el irrense le dijo a Neil que no era culpa suya, olvidándose de comentar su anterior pensamiento—. Tú eres el mejor cocinero que conozco: es imposible que sea cosa tuya.

Guille, como de costumbre, continuó arrancándole varias risotadas y, poco después, la apreciación de Eitne desmentida inmediatamente por la propia mona del queso le hizo reír aún más. Aunque para ella resultaba todavía más claro que si también las ramitas estaban malas tenía que ser cosa de magia. El daeliciano le respondió a su pregunta entonces y en un principio Adru compuso una expresión levemente alarmada. Tenía un "¡eso sería horrible!" en la punta de la lengua, pero por una vez recordó que no era la mejor idea soltar el primer pensamiento que le había venido a la cabeza. Lo último que necesitaba el niño era entrar en pánico.
—N-no… ¡No te alarmes, Eitne! —Su vacilzación y gestos exagerados posiblemente resultasen menos convincentes de lo que pretendía—. Además no parece que sean muy buenos lanzando maldiciones porque la comida sabe bien a veces —añadió con una risilla.

No siguió pensando en la inquietante posibilidad que el daeliciano había planteado porque volvió a fijarse en el muñeco de Guille. Zob lo había reconocido como un animal de su mundo… Tenía que pertenecer a un nublino.
—¿Se habrán dejado olvidado ese muñeco aquí el grupo de Ellie y Lulú? —se le ocurrió de pronto, aunque olvidando de tener en cuenta que había pasado una cantidad de tiempo considerable desde aquel encuentro como para que fuese probable.

El pinchazo de Adru sirvió para demostrar que la sangre azul también servía. Eitne sonrió, a pesar del leve dolor en el dedo, se limpió la mano en el cubo y quedó contento durante el resto del día, el cual pasó pensando en cómo serían realmente los duendes. De noche, como siempre, tras una breve conversación consigo mismo, cayó dormido.

---

Eitne se levantó más temprano de lo usual debido al ruido, bostezó con fuerza y se ayudó de las muletas para llegar a la cocina, donde empezaba a llegar todo el mundo para desayunar. El niño, para variar, fue a por su bote de miel y hundió los dedos en ella. Tras un lametón inicial,  se aseguró de que la miel esa mañana sí tenía sabor y se sentó a comer, feliz por aquel descanso en la maldición de sosez que sufrían.

—¿Habéis tenido pesadillas? —preguntó a todos, pues no sabía de quién hablaban en concreto—. Si no podéis dormir, podéis hablaros a vosotros mismos hasta que os entre sueño —les dijo, en un intento vano de dar un buen consejo—. A mí me ayuda.

Volvió a bostezar.

Nime no se despertó de inmediato en cuanto empezaron a oírse voces en su habitación. A la niña le había costado mucho quedarse dormida aquella noche, y su cuerpo se resistía a dejarla despertarse. Aun así, los murmullos llegaban a sus oídos y era medianamente consciente de que pronto tendría que salir de la cama. Lo que terminó de despertarla fueron unas punzadas fuertes y rítmicas en su cabeza. Aquella clase de dolor era cada vez más frecuente, por lo que Nime gruñó de frustración mientras se frotaba los ojos. No sabía si veía borroso o tenía legañas, solo sabía que habría preferido seguir durmiendo hasta el mediodía.

No bajó a la cocina hasta que no se sintió un poco mejor, y se unió al desayuno y a la conversación, aunque de no muy buen humor.
—¿Y quién no tiene pesadillas? —murmuró, de morros, mientras rebuscaba en las cestas.

Adru se había acercado a la cocina en cuanto que empezó a haber movimiento, tras salir pitando hacia las mazmorras para guardar las armas. Había adquirido la costumbre de guardarlas nada más terminar de usarlas, porque le habían hecho hincapié en varias ocasiones en lo peligroso que era dejarlas tiradas en cualquier sitio. No es que la edeel no lo supiera: pero le había costado adquirir el hábito que antes no tenía por puro despiste. Saludó efusivamente a todo el que llegaba y comenzó a rebuscar entre las cestas, preguntándose qué le apetecía más desayunar aquella mañana. Por lo visto, la conversación aquel día volví a centrarse en un tema recurrente en el torreón: las pesadillas, y se acercó a la mesa con expresión curiosa, esperando que respondiesen a la pregunta que ya había formulado Eitne. Deducía, aun así, que al menos Guille había tenido pesadillas aquella noche. Y a juzgar por la respuesta de Nime, ella también.
—Pues la verdad es que yo también tuve una hoy —contó mientras se sentaba ruidosamente en una silla—. Es raro… Neil tenía muchas pesadillas desde siempre, pero yo no recuerdo haber tenido ninguna hasta llegar aquí. A lo mejor Guille tiene razón y existe algo parecido al huésped de los sueños…
Adquirió su “pose pensativa”. Para la sinhadre las pesadillas eran algo nuevo, al menos lo que ella consideraba como tal. Había tenido “sueños desagradables” en Sinhdro alguna vez, pero no lo asociaba a las pesadillas que hacían llorar a Neil a menudo ya que ella tan solo sentía una ligera sensación de agobio al despertarse de aquellos malos sueños, seguida de alivio por comprobar que todo era como siempre. En Rocavarancolia aquello había cambiado, y por eso no le parecía descabellada la hipótesis del pequeño.
>>Creo que haríamos mucho ruido si todos nos hablásemos para dormir y entonces nadie podría dormirse —le respondió con diversión a Eitne—. ¿Eso te ayuda a no tener pesadillas también? —Preguntó curiosa.
El daeliciano había mencionado específicamente que le ayudaba a dormirse, pero lo había sugerido como método para evitar tener pesadillas. En su cabeza comenzaban a formarse sus habituales teorías acerca de que tal vez solo afectaba a los que dormían arriba y que a lo mejor el huésped seguía en la pared del cuarto, pero una vez más no quería mencionar algo así delante de los más pequeños.

Eitne torció el morro ante el comentario de Nime, pero en realidad estaba de acuerdo. De hecho, la pregunta de Adru le hizo reflexionar al respecto.

—¡Sería gracioso! —se rió ante su primer comentario—. Pero en realidad no... Tengo pesadillas igual, aunque al menos no me da miedo dormirme. Como cuando la yaya me cantaba nanas de pequeño. —Metió el dedo en el tarro y lo sacó rebosante de miel. Con el dedo dentro de la boca, continuó hablando—. ¿Creeid que dodo cerá igual de mal dras la luna?

La mona del queso no dijo nada mientras dejaba que Guille la tomara de la mano, igual que si ella fuese la niña pequeña y no al contrario, para bajar junto a el las escaleras en dirección ala cocina, mientras escuchaba atentamente a las maduras palabras del niño que al parecer estaba teniendo también pesadillas periódicas que dejaban un claro regusto amargo.

Las palabras finales de Guille especialmente atrajeron su atención cuando menciono ala "fantasma" que suponía se trataba de Erevelin y recordó de nuevo las extrañas palabras de la chica las veces que se había colado en el torreón con frases extrañas  referente precisamente a lo sueños o a dormir. ¿Ella sabia algo acaso?

- Yo ya no me sorprendería de nada, a estas alturas, no es nada normal que de un tiempo a este parte todos estemos teniendo pesadillas. - dijo la niña frunciendo el ceño, cuando incluso Adru menciono haber tenido pesadillas y vio llegar a Nime con mal humor. Hasta Eitne decía esta teniendo dificultades  para dormir- Vale que las tengamos cuando ha ocurrido algo grave porque eso termina perjudicando, peor llevamos un tiempo medio tranquilos, deberíamos mínimo habernos calmado un poco. ¿porque seguimos teniendo todos pesadillas? Es agotador- suspiro la mona del queso pues eso realmente estaba pasandoles factura. Que no lo mencionara no significaba que estuviera durmiendo cómodamente, tenia pesadillas a menudo desde hace ya algunos meses, algunas mas inquietantes que otras, pero pocas eran las noches que podía dormir por completo sin algún sobresalto nocturno.

Fue a decir algo mas al respecto, mientras se dirigía ala cocina con intencion de comer algo, pero un repentino grito resonando por todo el torreón, le heló la sangre. Sobresaltada abrió los ojos inmensamente, saliendo rápidamente de la cocina con intención de dirigirse alas escaleras, pues el grito había provenido de arriba, pero un repentino golpe sordo resonó en sus oídos desde el patio, poniéndole el vello de punta. <<No...no, que no sea eso...>> la mona del queso no lo pensó, ni siquiera supo en que momento sus pequeñas piernas recorrieron todo el camino desde el centro de la sala directamente al patio a una velocidad sorprendente, a tiempo de ver la espeluznante imagen del cuerpo de Mike tendido sobre el suelo del patio en una postura imposible. Roto.

-¡Mike!- exclamo Pam, con los ojos como platos, sacudida aun por su pesadilla, por los reclamos del humano que se unía a su cuerpo tumbado sobre el patio, con la sangre empezando a derramarse  a su alrededor. no no era posible ¿de verdad estaba cumpliéndose su pesadilla de una forma totalmente enrevesada? En ella todos terminaban pereciendo...- ¡Adru, sube arriba y llama a los demás, trae a Neil, corre! ¡Guille, Nime, Eitne NO SALGÁIS!- ordeno prácticamente la mona del queso mientras corría hacia el humano, queriendo de evitar de todas las formas posible que los niños recordar a Mike de aquella forma, con la cabeza abierta contra la piedra del torreón, sangrando y los huesos destrozando la carne por el golpe.

Se arrodillo junto a el con manos temblorosas toco su cabeza, sin saber que hacer, pues incluso si le había pedido a Adru llamar a Neil, la simple imagen de Mike dejaba claro que no había salvación alguna para el.

Instintivamente, la mona del queso, con lo dientes apretados y las manos manchadas de sangre miro hacia la parte mas alta del torreón, no viendo sentido alguno para ella de que el humano hubiese caído sin mas ni mas. Estaban todos acostumbrados de pisar la azotea del torroen, se la conocían bien, eran cuidadosos. ¿Por qué había caído?

-Mierda, Mike...¿que demonios ha pasado?- susurro la mona del queso apretándolos dientes  con rabia, tristeza y frustración, sintiendo su corazón latir tan rápido que sentía iba a dejarla sorda mientras tomaba con cuidado la cabeza de Mike entre sus manos con suavidad. Al hacerlo noto por primera vez aquella marca en su cuello, que inicialmente por el sobresalto y la sangre, que había captado toda su atención,  no había notado. <<Eso son....¿marcas de dientes?>> pensó Pam sintiendo un escalofrió mientras tocaba la zona con dedos temblorosos. ¿Estaba imaginando cosas? ¿Por qué tenía Mike marca de dientes en su cuello? Lucían demasiado profundas para tratarse meramente de algún tipo de jugueteo con algún coma compañero de torreón y estaba segura no las tenia el día anterior. Parecían realmente recientes.

-...- nerviosa Pam estaba sin palabras, miro de nuevo hacia la azotea del torreón, como si el culpable de aquello fuese a dejarse ver de forma tan estúpida como esa.

<< Esta claro alguien lo mordió con saña pero....¿es el culpable también de esto? ¿Cayo por accidente? ¿Lo empujaron? ¿¡Quien lo ha mordido y por qué!? ¿¡Que paso aquí!?>>  las preguntas se arremolinaban en la mente de Pam exigiendo respuestas. No podían dejar la cosa así, Mike había muerto y en algún momento antes de eso alguien lo había mordido con ganas. Y allí ya todos tenían experiencia con mordeduras feas, entre lo de Rox y lo de Eitne, como para inquietarse al respecto.

Quiso darle una respuesta optimista a Eitne, pero el inicio de su frase fue bruscamente interrumpido por los gritos. Adrune se levantó de la silla de un golpe mirando alrededor hasta localizar las escaleras, hacia las que se iba a dirigir a toda prisa. Pero su visión periférica captó algo cayéndose al patio, justo antes de aquel ruido que era peor que cualquier pesadilla. No quería creerse que lo que se había caído era lo que parecía. Tenía que comprobarlo cuanto antes y salió tras Pelusa con el corazón en un puño.

Se llevó las manos a la boca mientras comenzaba a empañársele la visión en lágrimas que comenzaban a salir ante la visión del patio. ¿Cómo? ¿Por qué? Todo estaba bien desde hacía un tiempo. Rox se había salvado. Eitne ya no estaba siempre triste por la pérdida de su pierna. El día anterior se habían divertido con la búsqueda del tesoro. ¿Cómo podía ser posible la escena que tenía ante sus ojos? No tenía sentido, nada tenía sentido. Apenas escuchó las palabras de la mona del queso y tardó en procesarlas. Cuando lo hizo actuó de forma automática.

—¡No salgáis fuera! —Les dijo a los niños en un tono que trataba de ser firme pero completamente ahogado por el llanto y la desesperación que sentía.
Siguió su camino escaleras arriba apretando los dientes con rabia. Por alguna razón estaba volviendo a revivir su primera pesadilla. Enredaderas imaginarias le impedían el paso y ella las apartaba a manotazos con furia. Las lágrimas le quemaban en los ojos y de pronto el torreón parecía mucho mucho más grande. A pesar de su propia percepción no tardó en llegar a su destino y buscó primero a su aurva.
>>¡Neil! Tienes que bajar al patio… Tienes que intentar… curar… curar a Mike —el llanto le impidió seguir hablando durante unos segundos. Negó con la cabeza antes de proseguir—. No. No se le puede curar —se desdijo inmediatamente: tenía que aceptar la realidad—. Mike… Mike está muerto. Se cayó desde arriba.

Los gritos cortaron de tal manera la conversación, que Eitne no sabría de qué estaban hablando en el futuro, si le preguntaban. Al niño se le heló la sangre azul, su vello se erizó y miró horrorizado a la puerta que daba al patio. Soltó el tarro de miel en la mesa y se encaramó a sus muletas para seguir a sus compañeros, que ya habían llegado. ¿Qué ocurría? La voz de Pam delataba que no era nada bueno. ¿Mike? La voz de Adru fue la que le hizo saltar todas las alarmas. Las lagrimas inundaron sus ojos por pura anticipación.

Eitne quiso obedecer la orden que les habían dado a los niños, pero no fue capaz; no del todo. Ya se sentía bastante impedido por la falta de pierna, no quería mantenerse al margen. ¡Sabía magia! ¿Y si podía hacer algo? Él estaba vivo gracias a lo que otros habían hecho por él, necesitaba saber si podía aportar aunque fuera un poco de ayuda. Con cuidado de no caerse, abandonó el umbral y echó un vistazo rápido.

El color se le fue de la cara, lo oscuro de su morado palideció levemente y Eitne se quedó completamente helado en el sitio. Mike estaba... Mike estaba... Eitne no estaba preparado para ver los huesos rotos, ni las manchas de sangre, ni los ojos vacíos, ni el mordisco del cuello.

Soltó una de las muletas para llevarse la mano a la boca y chilló.

Nime no tuvo tiempo de incorporarse a la conversación sobre si hablar con uno mismo ayudaba a dormir o no —por raro que le hubiese sonado—, porque el caos se apoderó del torreón en segundos. Un alarido fue seguido poco después de un golpe sordo que venía del patio. La niña se quedó paralizada tras agarrar el brazo de quien tenía a su lado con todas sus fuerzas —que resultó ser Guille—. Una buena parte de ella no quería saber qué había pasado, pero el grito había sido muy humano. Algo le había pasado a alguno de sus compañeros, y Nime temía también que ellos fuesen a ser los siguientes. Todos los monstruos que había visto desde que llegaron a aquella ciudad empezaron a inundar sus recuerdos.

La libense ni siquiera escuchó realmente la orden que se les había dado. La indecisión era lo que le impedía moverse, junto con el miedo de que un monstruo los estuviese esperando en el patio. Por los gritos ya sabía que quien estaba herido, o algo peor, era Mike.

El chillido de Eitne fue lo que logró devolverla a la realidad. Eitne había visto algo, y fuese lo que fuese, lo había asustado de verdad. La niña quiso levantarse y seguirlo, pero Zob insistió en que no debían salir mientras traía al daeliciano de vuelta.
—¡Pero…! ¡¿Pero qué ha pasado?! ¡Zob…! —Nime miró suplicante al nublino, a punto de romper a llorar y temblando de nerviosismo—. ¿Hay algo ahí fuera? ¿Está Mike…?

Se quedo parado alado de Nime y Eitne no sabía que hacer, los gritos empezaron en la casa y vio como Eitne se ponia a intentar llegar con las muletas, a ver que había ocurrido y el grito  posterior al igual que a Nime, despertó a Guille.

Se acerco corriendo detras de Eitne, y tiro de él de nuevo a la cocina, con cuidado que no cayera.

-Todo va a salir bien, nos quedaremos en la cocina-dijo acercandos a Eitne-  todo va a salir bien.

Mirando a Nime a los ojos dijo convencido.

-Nos tenemos que quedar en la cocina, fuera no podemos ayudar, podemos quedarnos aqui preparando vendas y agua.-dijo mientras se le quebraba la voz- todo va a salir bien.- volvio a asegurar aunque al primero que queria convencer era a si mismo.

Se quedo abrazando  a Eitne hasta que volviera en si. Y se pudieran poner manos a la obra.

"Todo va a salir bien" se volvio a repetir mentalmente.

Era un día perfecto para desconectar y dejar de pensar. El cielo tenía un color verde mar tan intenso que parecía cosa de un filtro. La arena se sentía como terciopelo bajo sus manos y el olor a sal la engatusaba. Al lado suya, figuras que reconocía como amigos reían y hablaban de cosas que no era capaz de retener. A pesar de ello, la australiana no podía evitar sonreír. En cuestión de segundos, un ruido abstracto en la distancia perturbó todo a su alrededor. Sus amigos se desvanecieron como si no hubieran estado nunca ahí, las palmeras crujieron detrás suya, el cielo se tiñó de un color sucio y lo que antes había sido un mar en calma desapareció, recogiéndose para formar lo que debía ser la mayor ola que había visto jamás. No le dio tiempo a levantarse y correr. Tan repentino como soñar que caes de un avión, los gritos y el impacto del tsunami despertaron a Rox dando una brusca bocanada de aire, confusa de si lo que acababa de oír era real, o cosa del sueño.

Se puso en pie, abrumada por la rapidez de los eventos. Tras situarse un mínimo se dirigió a las escaleras, dubitativa, y bajó con la velocidad prudente de quien no sabe si quiere llegar a su destino, oyendo todo cuanto podía del piso de abajo. Todavía sentía el golpe del agua sobre los pulmones. Con cada escalón, la presión se intensificaba. Cuando por fin vio a sus compañeros arremolinados contra la salida al patio, creyó estar a punto de ahogarse.

—¿Qué ha pasado? —le dio tiempo a decir, haciendo un bis a Nime.
Su voz fue a penas un hilo confuso. En cuanto la libense dejó la pregunta al aire, sus labios pronunciaron el nombre de Mike sin emitir sonido alguno. La imagen de Eitne llorando añadió más leña al fuego. Reunió valor y se asomó, lo justo para ver el cuerpo inerte del americano en el suelo, sin tardar ni dos segundos en llevarse las manos a la boca. Rox se paralizó como ya lo había hecho al ver el cadáver de Drake, con la diferencia de que esta vez había pasado en la seguridad de casa.
«Se ha suicidado», fue lo primero que pensó, aunque no es que le hiciera sentir mucho mejor. Las lágrimas se arremolinaron en sus ojos, incapaz de moverse o mirar directamente al humano. Tenía que hacer algo, ella era del grupo de mayores, de los responsables, y aún así estaba tan incapacitada como un ciervo en mitad de la carretera.

El grito de Eitne saco a Pam de su análisis, helandole la sangre. el niño había desobedecido seguramente tanto a ella como a Adru. Pam chasqueo la lengua, mordiéndose el labio inferior y juntando toda la fuerza que podía en sus temblorosos hombros, se levanto e golpe para correr hacia la ropa que se encontraba tendida, jalando con todas sus fuerzas de la sabana de una de las camas para con esfuerzo llevarla donde Mike yacía para taparlo con la blanca, casi grisácea tela que no tardo en a mancharse poco a poco de rojo. Habia sido culpa suya no darse cuenta de ese detalle, pero mostrarse tranquila, no significaba que los nervios no la estuvieran consumiendo, incapaz de hacerse cargo de todos al mismo tiempo. Su pequeño cuerpo no daba para tanto y mantenía la mente fría porque no le quedaba mas remedio, mas tarde cuando las prioridades no fuesen mantener un poco el control de la situación con esa falta de corazón, todo se le caería como si intentaran romperla en pedazos.

Aun así, su proceso de cubrir a Mike fue tan lento que aun hubo tiempo para que mas gente viese el cuerpo del humano antes de que pudiera cubrirlo, como pudo notar al mirar hacia el interior y ver la horrorizada expresión de Rox y al atisbar tras ella a Zobriel alejando a los pequeños para que no pudieran ver el patio, cosa que agradeció. <<Mierda, tengo que ver como esta Eitne y los demás...pero no puedo dejar aquí a Mike simplemente sin mas y Rox parece en shock >> pensó Pam mirando la figura cubierta de Mike, bajo la sabana tapado de tal forma que sino te fijabas en las extraña forma que se podía denotar bajo al tela, parecería dormido.

Se mordió el labio inferior alejándose un poco del cuerpo para acercarse Rox, cuyas lagrimas inundaba sus ojos incapaz de seguir mirando el cuerpo de su compañero.

-Rox, escuchame...se...se que esto es demasiado para todos, pero necesito ayuda...- dijo Pam intentando sonar tranquilizadora, peor no pudo evitar el cierto tinte de suave alarma en su voz, de necesitar en serio que el humano atendiera, que solo por un instante pudiese relegar el dolor a un lado incluso si sabía que no todos tenían la misma capacidad que ella- Le pedí a Adru ir por Neil, pero...no se puede hacer nada por el y hay algo mas...– murmuro la niña sin poder evitar la congoja que eso le provocaba, pues seguía sin saber como y por que había ocurrido, y única pista que tenia no dejaba en claro  mas que, que en el torreón, alguien se había vuelto peligroso. Su mirada se dirigió inconscientemente al hombro de Rox, recordando la herida que este había sufrido tiempo atrás y que casi lo llevo a la muerte.

-Esto es importante...¿recuerdas quienes estabais arriba en el momento en el que saliste de la habitación, cuando Adru subió? Necesito saberlo -pregunto suavemente sin alzar la voz para que los de adentro no la oyeran, quería darle tiempo para llorar,darle un instante para recuperarse, pero aunque fuese abismalmente cruel de su parte, no sabia que podían esperar de quien fuese que hubiese mordido a Mike. Debían darse prisa- Rox, Mike tiene una mordedura profunda en el cuello...y es muy reciente, se que ni tu...ni ninguno de los que estuvimos aquí pudo hacérsela, pero alguien lo hizo...y tiene que ser alguien d ellos que estaba arriba. No hay nadie mas en el torreón que nosotros ¿lo entiendes?- dijo la mona del queso mordiéndose el labio inferior pues podía ver tras Rox, algo alejado junto con lo niños a Zobriel que aprecia distanciado de la realidad. Y aun quedaba gente por bajar y que descubrieran la situación.

No quería asustarle ni alterarle mas, pero no había forma de suavizar las cosas tal y como estaban, pero no podían dejar la cosa así sin saber que había pasado y menos teniendo alguien que aprecia suponer un peligro en el torreón.

Rox se sentía como si acabase de dar un trago a un bote de disolvente. El estómago le ardía y toda saliva había desaparecido de su boca. Temblaba, en gran parte por el propio esfuerzo de no romperse ahí mismo y mantenerse en pie. Cuando Pam se acercó, el nudo en su garganta se cerró a cal y canto.

«No me pidas que cargue el cadáver. No me pidas que cargue el cadáver, por favor.»

La tensión que le provocaba la idea bastó para que la coreana derramara las primeras lágrimas. Se tapó ambos ojos con una mano, haciendo presión, luego tomó aire con fuerza y se mordió el labio inferior, todo para contener el llanto. Aunque no lo aparentase, oía cada palabra que Pam decía con mucha claridad, alerta, como esperando a que le diera la orden de acercarse a Mike y no tuviera otro remedio que hacerlo. Habría preferido quedarse delante del tsunami antes que eso.
Limpiando sus lágrimas y evitando la mirada de la mona del queso, Rox respondió con un penoso ruido afirmativo. No cuestionó su pregunta, pero por su tono urgente empezaba a sospechar que el suicidio era una idea romántica comparada a la realidad. Cuando finalmente mencionó el mordisco, su grifo de lágrimas se cerró de golpe, dejándola de nuevo con la desagradable sensación del disolvente en el estómago y la tensión de la cuerda de un violín.

—Milo. Rena. Neil. Estaban en el cuarto. Creo. Me... me levanté muy deprisa, no estoy segura. —respondió en seguida, comiéndose las pausas entre palabra y palabra—. ¿No hay nadie más? ¿Seguro que no hay nadie más?

Miró a Pam directamente a los ojos. Los suyos ardían y su miedo era más que visible en ellos, pero tenía que asegurarse de que estaba 100% segura de lo que decía. Su expresión era una confusa mezcla de la misma firmeza de la mona y otros muchos sentimientos apurados.
Fuera cual fuera la respuesta, Rox echaría un vistazo detrás suya para ver quienes más estaban presentes, o mejor dicho, para ver si no había alguien con el aspecto que había tenido Verael. En acto reflejo, llevaría una mano allí donde quedaba su cicatriz.

Eitne no fue capaz de moverse y, en cuanto sintió que lo levantaban, se aferró a Zob con tanta fuerza que probablemente le haría daño. Vio también a Guille a su lado, y si hubiera tenido un par de brazos extra se los habría echado encima para abrazarlo también a él. Cuando Zob lo quiso dejar sobre suelo seguro, libre de muertos a la vista, Eitne tardó en descolgarse. Luego se tambaleó a la pata coja, hasta que tomó conciencia de la muleta que aún sujetaba.

Poco a poco entró en sí y los acompañó hacia la cocina. Ahora entendía que no, no podía ayudar. Con el estómago revuelto, Eitne se esforzó en responder a Nime.

—Mike está... —Le costaba hablar a través del llanto—. Está muerto. Y... La cabeza... y un brazo... —No era capaz de explicarles lo que había visto sin provocarse un extra de llorera—. Tenía un mordisco en el cuello —les dijo, con horror, en voz muy baja—. Creo que algo se lo ha intentado comer...

Para Eitne no cabía la posibilidad de que ese algo fuera un compañero. De vez en cuando miraba al cielo por si veía a algún monstruo volador. Aquella vez tardaría en parar de llorar, mientras tanto se sorbía los mocos y se limpiaba la cara con las mangas de su camiseta.