Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

Asintió sin pretender añadir nada más. Por supuesto que lo entendía. Que Mónica pretendiera ir a darle la noticia a los padres meramente lo hacía injusto para ella también, nada más.

Se preguntaba con desidia qué sería un canario, apenas una chispa de curiosidad en la corriente de pensamientos pesados que venía aparejada a recordar a Nad, cuando la pregunta de Siete le distrajo. Sox tardó un momento en contestar mientras hacía las cuentas.
—Diez contando con éste. Como mínimo.

Nubla, Carabás, la Tierra, Daelicia, Sinhdro, Idris, Ulterania, Dryfus, Tierra Bruja. Nombres que en su inmensa mayoría habrían sido palabras sin sentido, de no convivir Sox con la prueba viviente y constante de que existían.

—Probablemente más. Había gente dormida en las mazmorras a la que no reconocí, y si todo esto se trata de una prueba tendría sentido que trajeran al menos a una persona de cada mundo.

Un sonido de asentimiento.

- Y los ciudadanos con los que nos hemos cruzado también eran distintos-. Se sintió pequeño de pronto, al valorar aquel número de mundos, países y países y miles de mares que no conocería. Se mordió los carillos y sonrió pequeño-. Hay muchisimos sitios a los que ir, si llegamos a poder viajar.

Unos segundos de silencio, mientras colocaba la cabeza de Sox con suavidad para tener mejor acceso a los mechones laterales.

- ¿Por qué crees que es una prueba?

Un murmullo de asentimiento al recordar a los ciudadanos de Rocavarancolia. Era cierto, cada uno tenía que ser de otra especie diferente. El de las alas, la mujer serpiente de la que le habían hablado tras una salida, y la dragona de huesos.
—Fue lo que nos dijeron a mí y a Rad para traernos aquí —contestó sin traza alguna de duda—. Cuando llegué creí que nos habían mentido, pero entre lo que dicen los hermanos y lo que nos han estado machacando los ciudadanos con el tema de aguantar hasta el día de la Luna Roja... La verdad es que tiene sentido—adujo. Agachó un poco la cabeza, pensando, hasta que una presión en la sien le hizo recordar que Siete seguía cortándole el pelo y la ajustó con diligencia—. Es eso o un juego sádico. Y si fuera lo último dudo que lo dejaran al azar, o al menos que permitieran que pasaran tantos días de calma como hemos tenido.

Como a Siete, la cantidad de horizontes sin descubrir le abrumaba. Pero si se paraba a pensar en ello eran lugares sobre los que no podría aprender nada en su mundo de origen; lugares sobre los cuales sus compañeros podrían hablarle.
—Sería muy enriquecedor. Para nosotros, y para nuestros mundos cuando llevemos la información de vuelta.

¿Habrían traído a Rocavarancolia a otros carabeses y no habrían superado la prueba? La perspectiva de ser el primero le habría llenado de determinación en otro momento, pero ahora solo le revolvió el estómago. Ahora que sabía lo que conllevaba. La amenaza constante de encontrar entre los baúles de ropa abandonada una prenda carabesa pendía sobre él cada mañana, a pesar de que había hecho hacía un tiempo un examen minucioso para sacudirse el desosiego de encima, porque siempre podía encontrar cosas pequeñas que hubiera pasado por alto. Un reloj, unas gafas, una tarjeta holográfica. Pensar en ello le recordó a Nad. Le recordó pensar en qué quedaría atrás de él si desapareciera.
"Basta."
—¿Has encontrado alguna vez por el torreón algo familiar? —preguntó, casi temiendo la respuesta—. ¿Algo de tu mundo?

Mónica se sentía frustrada sin saber exactamente el por qué desde el final de la conversación con Tritón y Vampy. No, no era frustrada. Era otra cosa. Se separó de la pared apretando los dientes, pasándose las manos por la cara. No era solo frustración. Era la tensión constante, el saber que todos estaban en una ciudad que claramente podía matarles. Era el estar abandonados, solo un puñado de adolescentes frente a lo desconocido. Era el miedo a no volver a ver a su familia. Era el no poder dormir, atenazada como siempre por las pesadillas.

La madrileña no les había dicho la verdad a sus compañeros: se sentía responsable de Nad, sí, pero no solo por la culpabilidad que le atenazaba cada vez que pensaba en su muerte y en sus manos manchadas de la sangre de la belga. En realidad sospechaba que el fantasma de la niña estaba acosándola y que por eso sus pesadillas eran recurrentes. Por eso quería, cuando volviera a la Tierra, decirles a los padres de Nad lo que le había pasado a esta. A lo mejor así la niña por fin podía descansar en paz… y la dejaba a ella dormir tranquila. Mon se mesó repetidas veces el pelo húmedo, dejando translucir su cansancio, y la rabia volvió a inundarla. No era justo.

Mónica corrió escaleras arriba, ajena al resto del mundo, y se arrojó sobre una cama. No quería dormir —dormir traía pesadillas— pero necesitaba hacer algo. Y por eso, sin comerlo ni beberlo, casi inconsciente de sus actos, comenzó a liarse a puñetazos y patadas con el colchón.

«¡No! ¡No es justo! ¡Noesjustonoesjustonoesjusto!».

Eventualmente paró, agotada, despeinada y con la cara roja, surcada de lágrimas que no recordaba haber llorado. Y en ese momento, al levantar la cabeza, se dio cuenta de que Cenizo también estaba allí. La chica esbozó una sonrisa nerviosa haciendo como que no pasaba nada… y mientras maldecía para sí misma.

—Hola. ¿Qué tal te sientes?

Los motes:

Siete frunció el ceño un momento.

- Para mi no tiene sentido- reconoció-. No estamos demostrando nada por estar aquí. Pero tampoco sé cual es la otra opción.

Hizo un sonido de negación mientras revisaba el corte y rodeó a Sox para ponerse de frente, valorando los resultados.El pelo oscurecido con el agua le recordaba a la arena de playa.

- Creo que ha quedado bien- dijo con media sonrisa. Luego retomó la pregunta-. No he visto nada de Idris, creo. Al menos no algo que no pudiera ser de cualquier otra parte-. Los ojos de Siete siguieron la cara de Sox con atención, intentando captar la intención de su interés. Creyó que entendía, y su gesto se volvió más sombrío-. Pero es verdad que hubo alguien antes que nosotros. Había una cuna. Una cama para bebé, manchada de sangre - el día que se la había encontrado le había dado un susto horrible-. Y la ropa es toda distinta. Me gustaría pensar que simplemente lo dejaron atrás pero...

"Pero ya hemos visto que clase de cosas suceden en Rocavarancolia". Decía el tono. Se frotó el brazo con incomodidad. Sangre, sangre, y polvo y miedo. Pensar en quien podía haber ocupado la cuna le erizó el pelo de los brazos. Se sintió vulnerable otra vez.

Eriel vio marcharse al roedor y pensó que quizás aquello fuese lo más entretenido que le pasaría ese día. Con resignación volvió a la cama con cuidado y recogió las notas de magia. No entendía mucho de ellas y decidió pedirle a Sox que le enseñase cuando tuviese tiempo.

Oyó que subía alguien pero no miró hasta unos segundos después, estaba enfrascado intentando descifrar una palabra que no entendía. Levantó la mirada cuando escuchó una serie de golpes contra un colchón y al ver a Mónica dio un respingo. La chica parecía enfadada con algo o alguien y había decidido tomarla con la cama.

Eriel desvió la mirada cuando encontró la suya.

-Bien - mintió. Aún sentía dolor y frustración aunque fuese menos que los anteriores días, pero eso no pensaba decírselo.- Estaba leyendo estas notas de magia. Cuando me recupere quiero intentar alguno de los hechizos.

-Estás guapa - dijo tras una breve pausa.- Te queda bien ese corte de pelo - volvió a desviar la vista hacia las notas intentando con todas sus fuerzas no ponerse rojo.

—Acuérdate de lo que nos han machacado con lo de sobrevivir hasta la Luna—le recordó Sox. Había sido el factor común a los tres encuentros, y ahora que habían perdido a alguien y apenas hacía un par de días corrían el riesgo de perder a otros tres el carabés deseó haberse tomado más en serio aquellas advertencias—. Puede que llegar hasta el final sea la propia prueba. No es como si nadie nos hubiera dado más objetivos —añadió con un bufido.

Se levantó de la silla en cuanto Siete le informó de que había terminado con su pelo y se asomó al pozo para evaluar el resultado. Era soso en comparación a cómo lo llevaba al llegar, pero más práctico. Tanto si lo dejaba crecer como si no, Sox no tendría problemas para recogérselo.
—Gracias. Era justo lo que quería —dijo. No perdió más tiempo en mirarse y se subió a la barandilla del pozo para dejarle al idrino la silla libre. Asintió al principio, coincidiendo con el tren de pensamiento de Siete. Cuando su compañero mencionó una cuna ensangrentada, sin embargo, su cara reflejó con transparencia el espanto que le embargó.
—¿Alguien tuvo críos aquí? —la voz le salió más aguda de lo normal, horrorizada por todos los escenarios horribles que materializaba el testimonio de Siete.

Cada posible implicación de aquello era peor que la anterior. Tener críos y traerlos a aquel lugar. O concebirlos en aquel lugar y pasar meses con la certeza de tener que darlos a luz con parto natural, en un torreón insalubre. Criar niños en aquel lugar, a secas. Ser responsable no solo de que tuvieran una educación, sino de que siguieran vivos. ¿Habría tenido la gente a la que habían secuestrado antes que ellos que quedarse hasta ese punto? La posibilidad de haberse equivocado y que los responsables de aquel exilio no les permitiesen regresar a ninguna parte le sacó el aire de los pulmones. Años y años en aquel erial. No podía. El ansia de salir de allí, que no le había asfixiado por dentro con tanta fuerza desde los primeros días, volvió ahora con fuerzas renovadas.

La existencia de sangre en aquella cuna les dejaba tajantemente claro que nunca sabrían con certeza la respuesta: el intento había terminado en tragedia. Si le hubieran preguntado Sox habría dicho que prefería saberlo y que estuvieran prevenidos, pero en aquel momento casi deseó que Siete no hubiera encontrado la cuna nunca.
—Me da ganas de vomitar. Por muchas razones —murmuró. Familias forzadas en Rocavarancolia y bebés muertos. Mierda, no iba a poder sacarse aquella posibilidad enfermiza de la cabeza el resto del día. El resto de su vida tal vez—. No lo entiendo. ¿Adónde ha tenido que ir toda esta gente? ¿Se cambiaron de casa? ¿Murieron todos? —no tuvo miedo a decir en voz alta lo que Siete había dejado inconcluso, pero no tenía más respuestas que él: si acaso más preguntas. "Si siguen aquí, ¿por qué se esconden de nosotros?"—. Diría de buscarlos, de no ser porque es mejor no saber nada y seguir vivos, supongo —Rocavarancolia le hacía preferir la ignorancia. Otro motivo para estar quemado con aquel lugar—. Ojalá algo empiece a salirnos bien cuando probemos la magia y averigüemos más cosas. Si no me voy a volver loco.

En cuanto le preguntó qué tal estaba, la chica quiso darse de hostias. Estaba mal, claro. Pero no lo iba a admitir. Efectivamente, el nublino trató de ignorar su estado y distraerla, pero Mónica no quiso dejarlo pasar.

—Bueno, hace nada yo estaba en esa situación. Y sé que en realidad no estás bien. Es aburrido, no se puede hacer nada, no sucede nada, te sientes aislado, odias a la gente que está bien y estás de morros. Bueno, yo estaba de morros. Y también odié un poco a los que estaban bien. Es una mierda. Rocavarancolia es de todo menos genial, pero a mí apenas me contaron nada. ¿Qué te dijeron a ti para que quisieras venir? Este lugar es lo puto peor.

La chica sonrió como un gato satisfecho ante el cumplido haciendo caso omiso a la vergüenza del chico, y se tocó el pelo, alborotándoselo.

—¿Verdad? Cualquiera diría que he ido a una peluquería —nada más lejos de la realidad, pero el corte de pelo no estaba tan mal—. Yo también creo que me queda bien. Tan largo ya me molestaba. Fijo que me llevo de calle a todo el mundo con el pelo así —se rio.

Los motes:

El nublino se sobresaltó al ser cogido en su mentira y se sonrojó ligeramente cuando Mónica enumeró sus sentimientos. Estaba claro que la chica había pasado por ello también.

-No os odio - respondió.- Pero sí que siento cierta envidia - confesó.- Me siento encerrado. Yo vivía al aire libre, estar tanto tiempo entre estas paredes me desgasta, sólo puedo ver el cielo a través de las ventanas. Soy como un pájaro encerrado en una jaula.

-Yo siempre quise venir - dijo mirando por la ventana.- No hizo falta que me convenciesen de nada. Crecí escuchando historias de este lugar. Una ciudad llena de magia, héroes de leyenda, conquistas de otros mundos. Nubla lleva mucho tiempo en contacto con este sitio. Hace años, un día, de repente, el portal se cerró. Nadie supo qué había pasado. Mi abuelo temió que se hubieran enfadado con nosotros y hubiesen decidido castigarnos por alguna falta. ¿Pero y si no fue así? - preguntó más para sí mismo que a la humana a la cual miró.

-Mira la ciudad - la instó.- Me cuesta creer que este lugar de mis historias haya sido siempre así. Al haberlo visto por mis propios ojos... Creo que pasó algo, no sé el qué. Elijo creer que esta no es la ciudad de las historias que me contó mi abuelo, no es la Rocavarancolia de hace años. Y no son los mismos dioses - dijo de forma rotunda.- Yo elijo creer en los dioses de mi abuelo, en sus historias y convertirme en un dios por derecho propio. Sobreviviremos, tenemos que hacerlo por ella - le dijo con la certeza de que la chica sabría a quién se refería.

Sonrió a su comentario del pelo.

-Sí, quizá yo también deba cortarlo. Empiezo a tenerlo largo - se rió.- Seguro que sí Mónica, seguro que sí.

—Oh —la chica arrugó la nariz—. A mí el campo solo me gusta para excursiones pequeñas. Y estar encerrada en mi cuarto nunca me supuso problemas, pero claro, tenía Internet. Echo tanto de menos Internet…

Escuchó al chico mientras se tumbaba de espaldas con las manos en la nuca. Su vida había sido completamente distinta a la suya, su mundo era completamente distinto al suyo.

—No sé… —comenzó, titubeante— sí parece que hubiera pasado algo. Pero hace mucho, mucho tiempo. Esto parece… un mundo corrupto.

Con la mención velada a Nad, el ánimo de Mónica bajó un poco más. Estaba rodeada de su recuerdo, joder.

—Sí, bueno. Ella también tendría que haberlo hecho —se incorporó, zanjando el tema y comenzando a hablar de otra cosa, con un tono más ligero—. Pues puedo llamar a Vampy y a Tritón si quieres, que están ahí con las tijeras en la mano, y así aprovechas… Por cierto, una pregunta así que me corroe. ¿Tú eres bisexual, como tu hermano? ¿Es un rasgo de vuestra raza?

«Magnífico cambio de tema, Mon, magnífico» se felicitó mentalmente. «Sutil, sutil».

Los motes:

Eriel asintió a sus palabras. Quería hablar con Siete, hacía ya un par de días que tenía una sospecha y quería confirmarla con el idrino.

-Sí, si pudieras llamar a Siete te lo agradecería yo... - Eriel se puso rojo. No se esperaba aquella pregunta.- Yo...yo...yo... - repitió como si de un disco rayado se tratase. Parpadeó varias veces por la sorpresa y negó con la cabeza para despejarse.- ¿A qué viene esta pregunta? - el nublino carraspeó incómodo.- No creo que sea un rasgo de nuestro mundo, no - refutó intentando evitar la pregunta. La mirada de la chica hizo que se pusiera más rojo aún.- No lo sé, ¿supongo? - respondió por fin.- No tengo con qué comparar nada, nunca he tenido pareja.

-¿Y tú? - el nublino decidió que si él tenía que sentirse incómodo y ella podía preguntar cosas tan personales él también podía. También le podía la curiosidad, para qué iba a molestarse en negarlo.

La chica asintió y se levantó de la cama de un salto.

—Claro, le llamo ahora. No hay problema.

Los tartamudeos del nublino detuvieron a Mónica en la puerta de la habitación, y la madrileña se dio la vuelta con una mirada de diversión y una sonrisa gigante en la cara. Había conseguido su objetivo y había ganado un 2x1: un nublino incómodo y distraerse del tema Nad.

—Ah, ya sabes, curiosidad —la risa contenida le burbujeaba en la garganta —. Como los mundos son tan distintos, pensé que por qué no. Qué interesante, tendré que preguntaros más —se le escapó un bufido de diversión que sofocó de inmediato con un carraspeo de tuberculosa.

—¿Yo? ¿Bisexual? Pues no me he visto en la situación. Por ahora me van los tíos, pero quién sabe.
Ya salía por la puerta, pero antes de marcharse asomó la cabeza por la jamba—.Y por cierto, en respuesta a tu pregunta, sí, pero no nada serio. ¡Libertad! No ataduras, ya sabes. Grrr —imitó un rugido, guiñó un ojo y se fue.

El pasillo retumbó con su risilla traviesa, y aún se reía cuando se asomó al patio.

—Chicos, Cenizo… Eriel os reclama.

Una vez dejó su mensaje se fue a la cocina y se apoyó contra la mesa mientras se sonreía. Nada como incomodar a la gente para subirle a una el ánimo tras sufrir el constante recordatorio de sus pesadillas.

Los motes:

Siete contestó con un sonido poco comprometido. La cuna estaba guardada en un lugar apartado ahora, y Siete se había tomado tiempo en intentar limpiarla, poco después de la muerte de Nad, pero eso no cambiaba que alguna vez había sido de alguien. Dejó pasar las preguntas de Sox sin respuesta, puesto que no tenía ninguna que dar. Se mostró de acuerdo a su último comentario, y se sentó en la silla que le había dejado libre.

Desde esa posición, se giró al oir a Monica acercarse, atento al sonido de los pasos. La miró de reojo cuando se corrigió en el nombre, con una mueca pequeña. Asintió, todavía pensativo, y notando de forma distante la inversión en los animos. Ofreció una sonrisa pequeña a ambos, y empezó a andar hacia las escaleras. Había sido una conversación agotadora emocionalmente, en conjunto, y sabía que una parte de ella se tendría que repetir. Le debía a Eriel contarle aquel secreto, más ahora que alguien del torreón lo sabía. Saberlo no significaba que se fuera a atrever, y empujó la idea al fondo de su mente. Podía ser después.


- ¿Decía Monica que nos buscabas?- preguntó al entrar en la habitación.

Eriel no reaccionó hasta que Mónica se perdió escaleras abajo. Los colores volvieron a su rostro con más fuerza y el nublino se dejó caer sobre la cama tapándose la cara con la almohada. <<Entre una cosa y otra voy a terminar muerto de verdad.>> pensó pero por otra parte una sonrisa asomó en sus labios. Si bien era cierto que la conversación había sido incómoda a Eriel le había divertido y alegrado ver a la humana de mejor humor.

Se incorporó cuando oyó las palabras de Siete.

-Sí - le respondió dirigiéndole una sonrisa al idrino.- Mónica me ha dicho que estabais cortando el pelo y he pensado que quizá no te importaría, yo creo que me hace falta un corte también - se pasó la mano por el alborotado cabello.- ¿Qué tal estás por cierto?

No era toda la verdad pero ya le preguntaría lo otro cuando la situación fluyese un poco.

- Lo mejor será que esperemos a que estes bien. Ahora sabemos que el anillo funciona. Pronto estarás fuera de la cama- dijo. Tenía una sonrisa resignada y posos de amargura en los ojos, que terminaban la respuesta por él: era una solución horrible, aunque fuera la mejor que tenían. El gesto fue luego una mueca expresiva, seguido de una sonrisa un poco más amplia, como si las circunstancias fueran un chiste interno-. Hago lo que puedo. Estoy en más sano que otros, pero me acuerdo de la caída. Es raro porque no recuerdo como era el dolor, pero el miedo, y la sangre y creer que me muero, a veces estan tan frescos como si acabara de salir de allí. Supongo que irá a mejor. Los días se mezclan aquí dentro. ¿Como estas tú?

-Bueno, no pasa nada. No creo que en un par de días mi pelo me vaya a ahogar mientras duermo si no lo corto - se rió pero la risa desapareció cuando oyó lo que decía Siete.

-Sí... yo también recuerdo la caída. Si me concentro aún siento el tirón que sentí cuando empecé a caer y el miedo al pensar que todo acabaría en ese momento - miró a Siete con expresión estóica pero sus ojos aún reflejaban ese miedo.- ¿Sabes? Hace tiempo en este mismo torreón tuve un sueño muy vívido, en el sueño nos llamaban a mí y a mi hermano "hijos del cielo". Cuando caimos por la grieta recuerdo haber pensado en lo irónico de aquellas palabras, que un hijo del cielo muriese bajo tierra - una sonrisa que nada tenía que ver con la felicidad se dibujó en su rostro,- ¿no es ridículo?

-Y cuando caimos y te vi, inmóvil en el suelo, tuve miedo, mucho miedo - los ojos de Eriel se empañaron con lágrimas.- Y mi hermano quería curarme a mi primero - dijo como si aún no terminara de creérselo.- Ese idiota, aún viendo que había gente en peor estado quería curarme a mí. Suerte que lo convencí - dijo suspirando.

-En resumen, no estoy bien. Tengo miedo, miedo de perder a alguien más, de que en cualquier momento el suelo desaparezca bajo mis pies. Y me duele, menos que hace unos días pero sigue doliendo. Y pica, me pican todas las heridas y no puedo rascar los vendajes - una sonrisa fugaz pasó por su cara.- Pero mejoraremos, estoy seguro de ello - le dijo al idrino dirigiéndole una sonrisa de ánimo.

Tayron sonrió con la mirada a Sinceridad.
-Nada, no te preocupes- hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a su disculpa, de todas formas ya estaba acostumbrado a ese tipo de conversaciones con sus amigos, si alguien le había dado el coñazo con Dafne habían sido ellos.

No pasó por alto la irritación de Barael, pero el belga tampoco ocultó su fascinación a medida que el nublino explicaba con precisión el sexo. Por lo menos a él se lo habían aclarado de manera más brusca.
-¿Diez veces?- chasqueó con la lengua con desaprobación- quince, puede que veinte- se dio cuenta entonces de lo difícil que sería mantener relaciones sexuales en el torreón sin que alguien se diera cuenta a la larga, todo era demasiado Gran Hermano, convivencia que le agradaba hasta que ponía en peligro su intimidad. Y luego estaba la diferencia de mundos, la roquense había reaccionado gruñona, pero otro podía hacerlo más agresivo todavía, actos que a lo mejor rompían con sus religiones y costumbres- mi mundo ya se pasa de listo a veces, hay tantas cosas que ni yo mismo las entiendo todas- guiñó un ojo a Barael por lo de la película.

La silueta de Maciel se recortaba a lo lejos y la presión de sus hombros bajó en el instante, hasta apretó la lanza con menos fuerza. Siendo un chico de calle era extraño que le relajaran cuatro muros, pero allí todo cambiaba, demonios, hasta hablar de los revolcones.
Alguien les bajó el puente y Tayron entró sin demoras, no muy lejos vio a Dafne.