Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

- Sí - le costó buscar palabras para explicarse-. Por la armonía. Si el mar reclama... Es como funciona. Es como funciona en Idris. Sirce iba a ser un Ahogado y si... Si algo sucede a mi clan, va a ser mi culpa.

Levantó la mirada hacia Sox, parpadeando. Que le dijeran que había hecho lo correcto era lo último que Siete había esperado, y no sabía qué hacer con aquello. Tenía el corazón hecho un nudo cuando Monica corroboró la respuesta del carabés. Dio un respingo con el abrazo y gimió, reprimiendo como podía el derrumbe nervioso. Notaba la incomodidad de ambos.

A Siete le parecía incoherente a la sinceridad con la que le decían que había hecho bien, que estúpidamente, quería discutir. El alivio del perdón había sido un deseo sin esperanzas, y desde luego, no lo que merecía. Era cobarde y egoista y seguía temiendo las consecuencias. Había tardado más de un mes en confesar. Se restregó los ojos.

- Huí- dijo-. Huí de Idris y de Sirce.

Oírse llamado por su nombre en lugar de por el mote le valió una distracción momentánea en la que miró a Mónica con una ceja alzada. La madrileña parecía tan perdida como él, sin embargo, y Sox se acercó de mala gana a instancias de ella, sin saber qué más aportar más que no mirar directamente al idrino mientras lloraba y así ahorrarle la indignidad. Mónica ya estaba abrazando a Siete y diciéndole que todo iba bien, y aunque para el carabés aquello era increíblemente dudoso también sabía que no era el momento de decirlo en voz alta. La parte de él que aún daba un respingo cuando perdía el equilibrio en las escaleras y se creía caer deseaba creerlo también.

—¿Y qué piensas hacer?  —quiso saber cruzándose de brazos—. ¿Volver?
Sería lo suyo, regresar y aclarar qué había sucedido si quería hacer las cosas bien. Es lo que Sox habría hecho de querer quedarse tranquilo con su conciencia, aunque no lograba imaginarse huyendo de sus responsabilidades. Pero si Siete quería evitar que lo matasen, ¿hacerlo no sería lo mismo que confesar y luego salir huyendo? Cada fibra de lógica en Sox creía que aceptar el castigo correspondiente era lo correcto, pero no lograba casar en su cabeza la pena de muerte con la falta que había cometido Siete.
¿Por qué nada era simple en aquel lugar?
—Si encontramos la manera de volver, claro —rezongó—. ¿Crees que son capaces de seguirte hasta aquí?
Irónicamente si la magia de Idris fuese lo bastante poderosa el crimen de Siete podría salvarlos a todos. Un rescate; recordar la posibilidad le encendió una brasa de resentimiento por dentro, que hasta entonces había intentado sofocar.

Tayron relajó los hombros, y sintió como toda su excitación y curiosidad se evaporaban. Cambió la carga del peso de su cuerpo de un pie a otro e intercambió una mueca que invitaba a pensar que acabaría en una sonrisa.
-Vaya, así que tú tampoco andas muy bien para expresarte- le dijo guiñándole el ojo con rapidez. Lo que el nublino le dijo lo dejó más confuso- esa idea es acojonante, ojalá no nos hayan visto en bolas- se paró por si Barael no entendía la expresión- que viene a ser pillarnos desnudos, ya me entiendes. Si es verdad lo que dices ya han superado mis expectativas, espero que tengan un límite- y lo decía totalmente en serio, aquella gente parecía desesperada, atontar a niños para traerlos a un mundo peligroso solo podía llevar oscuras intenciones. Los cosechados sacaban partido de todo aquello si conseguían sobrevivir, pero qué conseguía el resto era el verdadero quid de la cuestión.

Se les sumó Sinceridad, a la que saludó con un gesto de cabeza, Fahran quiso poner de su parte, a Tayron le alegró su implicación a pesar del trato que la xolnita mantenía con todos.
-Pues listo- y apretó su lanza con un gesto automático.

Sigue en la Torre Leprosa

El idrino no dejaba de temblar y a Mónica le daba mucha pena, aunque comenzaba a impacientarse un poco. «Idris debe de ser horrible» se dijo.

—¿Y qué ibas a haber hecho? ¿Te ibas a quedar para que te mataran? —dijo pasándole la mano por la espalda, de vuelta a las palmaditas tranquilizadoras—. ¿Sabes? No creo que Sirce esté enfadado. Nadie quiere morir, digan lo que digan.

Cuando Vampy le preguntó si quería volver y si podrían seguirle hasta Rocavarancolia se giró hacia él y, abriendo mucho los ojos y mirando alternativamente al carabés y a Tritón, vocalizó un «¿Pero quieres que nos entre todavía más en crisis?».

A pesar de ello, se levantó, todavía con la mano apoyada en el hombro de Tritón, y miró con interés al idrino. Tal vez…

Los motes:

Siete lloraba casi por inercia. Se le escapaban las lágrimas, pero había dejado de temblar y miraba entre parpadeos borrosos a sus compañeros. Apretó la boca ante la mención de Sirce.
- Depende- dijo, con la voz rasposa-. De si se lo dijo a los demás.

Si supieran lo que había pasado, Sirce iría a la isla de los Ahogados a morir solo, para que no pudiera pasarle nada. Si no lo había dicho, ponía en peligro el clan y la armonía, igual que había hecho Siete. Había condenado a su mejor amigo a la deshonra o a la soledad.

- No- respondió a Sox, acompañandolo de un gesto brusco de cabeza-. La situación es la misma. Si volviese sería para morir.

Volvió a negar otra vez cuando le preguntaron si creía que su clan aparecería alli.
- No sé si sabemos hacer algo así, y no soy tan valioso - se secó de nuevo la cara y añadió con simpleza-. Gracias.

La impaciencia o la duda no eran desprecio, no borraban que Sox y Monica seguían a su lado. Sintió que pertenecía un poco más.

- ¿Que hareis vosotros? Cuando pase el año.

Se encogió de hombros a la defensiva ante la mirada de Mónica, pero por fortuna Siete ya parecía estar recobrándose. En vista de que el tema parecía haberse estancado, en cuanto el silencio posterior a decir "No las merece" se alargó unos segundos Sox propuso directamente seguir con lo que estaban haciendo, renunciando por completo a que el ofrecimiento sonase natural. Creía haber terminado con Mónica de todas formas.
—Mírate al pozo a ver qué te parece. Si hace falta te doy un repaso.

Quedaron en que Siete se ocuparía de su corte. Le pasó las tijeras y dijo a media voz lo que quería, con la mente claramente en otra parte. Solo sanear las puntas y que el pelo quedase simétrico a ambos lados. Si acaso los mechones de delante un poco más largos, para poder recogerlos por detrás sin problemas si quería.
No había llegado a contestar aún a la pregunta del idrino, dejando que lo hiciera Mónica primero, y algo en la respuesta que Siete había dado a la suya no había hecho más que avivar aquella primera brasa de resentimiento. Sox se dejó caer en la silla con más brusquedad de la que pretendía. Tenía los brazos cruzados, y la mirada afilada de quien tenía algo en la cabeza y era incapaz de soltarlo.

—Si llega a pasar el año completo y todavía tengo que ser yo el que mueva el culo para volver, liársela parda si han borrado mis datos del sistema. Eso para empezar —soltó una risa completamente carente de alegría. Él mismo se dio cuenta, y se esforzó por no dejarlo en un comentario pasivo-agresivo. No era propio de él. "Es este lugar."
—Quiero decir que... es que ya llevamos dos meses aquí —intentó explicarse—. ¿Qué diablos están haciendo? —la frustración se le traslucía claramente en la voz—. ¿A qué están esperando para sacarnos de aquí? Rad y yo estamos en lo alto —se negaba a hablar en pasado. Se negaba—. Deberían estarnos buscando. Deberían habernos encontrado ya, si tuvieran dos dedos de frente — "o si de verdad les importara una mierda."
No dijo lo último en voz alta, pero era esa posibilidad la que en realidad le quitaba el sueño por las noches. Por eso las discusiones con Rad sobre el sistema carabés, algo que había empezado como roces irritantes de convivencia y luego continuado como estimulante mental, habían pasado a convertirse en algo que evitaba últimamente.

Sox había trabajado hasta dejarse la piel, había entregado hasta la última migaja de su tiempo y su dedicación al sistema. Lo que le impedía cada vez más defenderlo a capa y espada era la posibilidad de que aquel mismo sistema se hubiese rendido y les hubiese abandonado ahora, a la deriva en un mundo donde podían ser asesinados por la calle y donde habrían podido morir de hambre o de enfermedad de haber tenido menos suerte. Como si no valiese la pena ser buscados y rescatados cuando había otros que podían ocupar fácilmente su lugar; como si el talento y todo el trabajo duro que les presionaban para cultivar no valiese, en realidad, para nada cuando siempre llegarían más alumnos brillantes a cubrir esos huecos. Sox era muy consciente de que de haberles dado por desaparecidos habría otras personas ocupando sus lugares ahora mismo. Eso le sacaba de quicio.

—Vuestros mundos al menos no tienen magia, o no la suficiente —el cruce de brazos se hizo más tenso, como si así no mantuviera bajo control no solo su postura sino a su miedo—. El mío no tiene excusa —lo último vino tajante, procurando expulsar aquel tema de su mente tanto como de la propia conversación—. Así que sí. Más vale que no me hayan olvidado, pero si lo han hecho volveré y echaré a patadas a quien sea que hayan puesto en mi lugar en las listas —demostrarles que si habían creído que podían renunciar a él porque era más fácil que otro le sustituyera, se habían equivocado.

Un momento mientras sus pensamientos volvían a su lugar.
—Espero que valga la pena al menos —y en su voz ahora sí había incertidumbre—. Lo que sea que ganemos aquí dentro de unos meses. Porque si no solo será un año perdido.

Lo miro medio mal un momento y comento por lo bajo. -Bien devuelto. -Le escuchaba mientras repasaba mentalmente que estuvieran todos y, sobre todo, que estuvieran preparados. -No me preocupa tanto que nos vean desnudos como otras cosas... y la por lo que cuentan, la imaginación es el límite. -Se encogió de hombros, solo esperaba lo peor de ellos después de estos dos meses. -No por nada son nuestros crueles dioses, aunque está bien ir acostumbrándose, después de todo en cuanto la Luna nos toque seremos parte de ellos. -Suspiró largo y tendido. -Vamos a tener mucho trabajo por delante para levantar este desastre.

Fahran estaba ahí, inútil a su vista, casi sin preparar. Barael solo la tenía en cuenta como un cebo, pero aún con todo un cebo inútil no servía de nada, así que se acercó a ella tendiéndole la daga que llevaba  al cinto. -Al menos usa esto. -Dijo exasperado.

Por fin Sinceridad apareció preparada  y empezaron la salida diaria.



Sigue en Torre Leprosa

La frase de Tritón, de que no era tan valioso, hizo que Mónica torciera el morrillo. Le pareció una frase muy victimista, cosa que no le gustó. Sin embargo su corte de pelo parecía que había acabado. Saltó ante la noticia, dándole una palmada sorpresa en el hombro a Vampy, y corrió hacia el pozo a mirarse en sus aguas.

Era un corte desordenado, obviamente no perfecto, pero no le quedaba mal: los mechones más cercanos a la cara rozaban sus clavículas, pero por detrás estaba un poco más corto. Mónica se sacudió el pelo, todavía húmedo, con la mano, y le sonrió a su reflejo guiñándole un ojo al agua. «Estoy cañón—se animó a sí misma—. Seguro que a Doce le molaría este corte. Tengo que ponerme en contacto con él».

Volvió hacia Tritón y Vampy dando saltitos y le dio un abrazo sorpresa al carabés, soltándolo de inmediato y echando mano inconscientemente de la cantidad más pequeña que pudo de su gel desinfectante.

—Gracias —le dijo—. Me gusta.

Al parecer ellos hablaban de lo que hacer cuando acabara el año.

—Me volveré a casa, claro. Quiero ver a los que quiero. Y a ver si convenzo a Doce Punto… bueno, primero tengo que encontrarle, pero ya pensaré en eso más tarde… para que venga conmigo. O si no… hay muchos más peces en el mar. Ya sabéis. Y también… a lo mejor es una tontería, pero quiero ir a ver si puedo encontrar a los padres de Nad. No parece justo… —la chica se interrumpió, notando cómo se le rompía la voz, y sacudió la cabeza. No diría más.

Vampy, parecía frustrado. Más que frustrado. Ese día parecía el de la crisis en el torreón. La madrileña le miró con incertidumbre. No parecía en crisis como Tritón antes, pero el sentido arácnido de Mon vibraba. Vampy no estaba bien. Alargó la mano y, titubeando igual que hizo con el idrino, le dio unas palmaditas consoladoras en la espalda. Tenía la sensación de que con el carabés no iban a funcionar los «ea, ea» y los «todo irá bien», así que no dijo nada de eso. Simplemente trató de desviar su atención.

—Nadie que hubiera visto tus ojos, estén del color que estén, podría olvidarte —dijo guiñándole un ojo y señalándole formando pistolitas con las manos en plan comando sexy. Después, se echó a reír, para que quedara claro que estaba de broma—. Nah, ahora en serio. ¿Qué creéis que va a pasar al acabar el año aquí?

Los motes:

Siete se pasó la mano por la cara una última vez antes de prepararse para cortar el pelo a Sox, y dio un pequeño respingo cuando lo vio sentarse en la silla. Escuchó con atención a ambos, mientras peinaba con cuidado el pelo mojado del carabés. Le gustaba el tacto en los dedos. Siete seguía con el oido las inflexiones en los intercambios de sus compañeros, alzando la mirada a Monica de vez en cuando para comprobar. Se sintió extraño, después de dos meses de convivencia y entre aquella atmosfera cargada, por encontrar algo familiar en las dinámicas. Había un tinte reconfortante entre la frustración y la nostalgia que salían con aquellos temas, incluso después del barrido emocional de haber contado lo de Sirce. Una especie de alivio que reducía la tensión. Se daba cuenta de que por respetar las distancias de personas que no había considerado parte de su clan había reducido el contacto físico a roces casuales o inevitables, y que el abrazo de Monica, aunque incomodo, había sido de los pocos recibidos en su estancia. No era realmente cosa de sus compañeros. Había sido otra forma de silencio por su parte. La intención de Siete era centrar su atención en Sox y en Monica, pero la superposición de impresiones lo había dejado divagando, entumecido.
Intentó pensar en una respuesta.

- No lo sé. La Luna Roja, y lo que sea que signifique eso.

Siete intentó evaluar si se sentía bien.

El abrazo duró lo justo para parpadear con confusión y luego verse libre. Tampoco dijo nada al notar las palmaditas en la espalda, pero las agradeció. Eran la medida justa de consuelo; más y habría creído haber mostrado debilidad. Sumido en aquel silencio pensativo el comentario de Mónica le tomó por sorpresa, y se echó a reír. Parecía que la última vez que le hubieran tirado los tejos (aun en broma) hubiera sido hace siglos, aunque no hubiese llegado a aquel lugar ni siquiera hace tres meses.
—Como mínimo tú tendrás que dejar de llamarme Vampy —adujo, y dejó correr lo que quedaba del tema de buena gana. Pensó ahora en la respuesta sin acritud. A diferencia de sus compañeros él sí había visto la Luna Roja aunque fuese de segunda mano.
—Tal y como la vi no tenía buena pinta —Sox no querría admitir nunca que algo le intimidaba, pero intuía que habría sido mejor para describir al astro que había vislumbrado en aquel fogonazo mental—. Puede que ese día terminemos la prueba, pero parecía peligroso y con gente rara en las calles. Deberíamos tener cuidado cuando llegue.  
Quedaba mucho tiempo para entonces, pero el carabés se consideraba curado de espanto. De tres encuentros solo uno de ellos había terminado sin consecuencias fatales para ellos. Sox había captado el mensaje de qué clase de gente había en aquel lugar, y los quería a distancia.

—Eriel tenía muy claro que iban a darnos poderes. Imagino que fortalecer nuestra magia, o dársela a los que no la tienen, no sería una idea descabellada —teorizó. Sin embargo intuía que algo se le quedaba cojo. Sería importante, desde luego, pero... ¿valía el riesgo de tener que secuestrar a tanta gente?—. No me puedo imaginar otra clase de poderes, a menos que... — la voz se le fue apagando según pensaba. Chasqueó los dedos de pronto. Lo tenía—. A menos que cruzar entre mundos sea justamente el poder que nos dén.
A más lo pensaba más sentido cobraba en su mente, después de tantos meses.
—Pensadlo: es algo que nadie de nuestros mundos puede hacer. Y si esta prueba la han hecho más veces la ciudad tendría que estar llena de gente que ya ha pasado por el aro, ¿verdad? Habría quien querría ayudarnos, y si fueran suficientes hasta se las apañarían para hacerlo en secreto, o cambiar el sistema.
Pero nadie iba a ayudarles: dos meses ya se lo habían dejado sangrantemente claro. El sistema de represión de Rocavarancolia debía ser excepcionalmente brutal para lograr mantener oculto y oprimido a tal volumen de personas, y Sox prefería creerse la opción más esperanzadora para ellos pasado un año: que simplemente no quedaba gente allí con voluntad de oponerse.

—Han tenido que ir a alguna parte, y no creo que les rescataran a todos o si no alguien habría desmontado ya esta red de secuestros. Así que ha tenido que haber gente que eligió quedarse aquí con todo lo que conlleva, y gente que volvió adonde había venido.
Explicaría la calaña de la gente con la que se habían encontrado: solo personas sin un mínimo de moral elegirían aceptar el sistema de Rocavarancolia. Eso, o gente como Siete que no pudiera regresar.
—A lo mejor les borran la memoria a los que vuelven para que no se chiven, pero es lo único que no me termina de encajar. ¿Cómo podrían usar su poder nuevo si no lo recuerdan?
Frunció el ceño, dándole vueltas. Aventurar una conjetura era mejor que la desinformación de la que habían partido al principio, pero seguía sin ser suficiente. Se contentó con responder a la pregunta original, de momento.
—Yo supongo que volveré a Carabás a recuperar mi puesto y de paso ver si pueden hacer algo por detener esta especie de mafia de secuestros. Aunque si los únicos que pueden moverse de un mundo a otro son los de aquí podría ser de complicado a imposible—vaciló antes de añadir—. Pero estaría bien que ésa fuera la recompensa. Ser capaz de visitar otros mundos abriría muchas puertas.
"Casi compensaría la mierda por la que estamos pasando."

Había sin embargo gente a la que un rescate o un premio ya no les serviría para nada, y en un mundo correcto los padres de Nad ya sabrían que estaba muerta. Les habría dado la noticia algo tan impersonal como una notificación escrita o un agente del gobierno, y estarían tan poco apegados a ella que no les afectaría de la forma en que Sox sospechaba que lo haría, a juzgar por el tono de Mónica al decir que volvería a decírselo.  
—Es injusto —comentó a media voz—. No es nuestra responsabilidad. No debería —se corrigió.
Si Rad muriera, ¿tendría él la responsabilidad al volver a Carabás a notificarlo? ¿Dar los detalles de cómo le habían reventado la cabeza con un virote o de un pisotón, y de cómo él no había podido hacer nada al respecto? La perspectiva le revolvió el estómago, al mismo tiempo porque sabía que sería incapaz de actuar de otra forma y callárselo.

—Es cierto— repuso pensativa, mirando al cielo y después bajando la vista para mirarle directamente, volviendo a guiñarle el ojo con una sonrisa pícara—. Tendrás que contarme más cosas de ti entonces, ojitos. Espero que no te importe.

Mónica se calló el que realmente dijera lo que él dijera le pondría uno, aunque daba por hecho que todos lo sabrían, y puso los ojos en blanco con el comentario de Tritón.

—Obvio que la Luna Roja, tío — masculló en voz muy baja.

Lo que Vampy contaba hizo que se retorciera las manos, nerviosa.

—Poderes… —musitó saboreando la palabra. Realmente no quería pensar en ello, en lo que sucedería. Sólo quería centrarse en el momento en que pudiera abrazar a sus seres queridos de nuevo, no por lo que tendría que pasar para hacerlo. «Mientras consiga que Doce tenga una cita conmigo…» se dijo, tratando de animarse.

Volvió a la tierra cuando Vampy comentó que no era su responsabilidad lo de informar a las familias. La chica respiró hondo.

—Ya sé. Pero era tan pequeña —la voz le tembló un poco—. Y ella se juntaba conmigo y yo traté de distanciarme y después estaba muerta —se miró las manos, como si todavía pudiera ver la sangre de la belga en ellas, y se las frotó, rascando con las uñas—. Y… su familia… no es justo que no sepan lo que le pasó. Ella estaba aquí y ellos allí. Sin saberlo. Sin saber que no va a volver. Eso no es justo. ¿Entiendes?

Mónica se mordisqueó el labio. No le gustaba hablar de esto. Era como si la temperatura exterior bajase cada vez que lo recordaba. El virote en la cabeza. Los ojos muertos de la niña.

—Me voy un momento —dijo tratando de mantener una expresión neutra mientras se frotaba los brazos, rascando también suavemente—. Tengo que… cambiarle el agua al canario.


La chica se alejó sin esperar respuesta. Le temblaban los hombros.

Los motes:

Siete cortó el pelo más despacio, y después, paró del todo, mientras Sox teorizaba en voz alta. Él había dado su respuesta como pie para la conversación, un eco que significaba que había oido la pregunta, pero que no tenía nada más complejo que elaborar. Ya había dejado claro que no podía volver a Idris, y le costaba formar un futuro concreto en la cabeza. En algún punto, vivir en Rocavarancolia se había reducido a unas horas, unos días, nunca demasiado por delante. Las teorías de los demás abrían puertas que Siete todavía no había visto.

Musitó un "¿qué?" atontado con la excusa de Monica y miró hacia la nuca de Sox, como si el carabés pudiera leer su expresión de espaldas. Un gesto que decía "¿Que hacemos?". Pasó los dedos por el pelo, decidiendose a dejarle espacio a la chica.

- Sox, ¿Cuantos mundos crees que hay?- preguntó, con el trajín de las tijeras de nuevo como ritmo de fondo

Asintió sin pretender añadir nada más. Por supuesto que lo entendía. Que Mónica pretendiera ir a darle la noticia a los padres meramente lo hacía injusto para ella también, nada más.

Se preguntaba con desidia qué sería un canario, apenas una chispa de curiosidad en la corriente de pensamientos pesados que venía aparejada a recordar a Nad, cuando la pregunta de Siete le distrajo. Sox tardó un momento en contestar mientras hacía las cuentas.
—Diez contando con éste. Como mínimo.

Nubla, Carabás, la Tierra, Daelicia, Sinhdro, Idris, Ulterania, Dryfus, Tierra Bruja. Nombres que en su inmensa mayoría habrían sido palabras sin sentido, de no convivir Sox con la prueba viviente y constante de que existían.

—Probablemente más. Había gente dormida en las mazmorras a la que no reconocí, y si todo esto se trata de una prueba tendría sentido que trajeran al menos a una persona de cada mundo.

Un sonido de asentimiento.

- Y los ciudadanos con los que nos hemos cruzado también eran distintos-. Se sintió pequeño de pronto, al valorar aquel número de mundos, países y países y miles de mares que no conocería. Se mordió los carillos y sonrió pequeño-. Hay muchisimos sitios a los que ir, si llegamos a poder viajar.

Unos segundos de silencio, mientras colocaba la cabeza de Sox con suavidad para tener mejor acceso a los mechones laterales.

- ¿Por qué crees que es una prueba?

Un murmullo de asentimiento al recordar a los ciudadanos de Rocavarancolia. Era cierto, cada uno tenía que ser de otra especie diferente. El de las alas, la mujer serpiente de la que le habían hablado tras una salida, y la dragona de huesos.
—Fue lo que nos dijeron a mí y a Rad para traernos aquí —contestó sin traza alguna de duda—. Cuando llegué creí que nos habían mentido, pero entre lo que dicen los hermanos y lo que nos han estado machacando los ciudadanos con el tema de aguantar hasta el día de la Luna Roja... La verdad es que tiene sentido—adujo. Agachó un poco la cabeza, pensando, hasta que una presión en la sien le hizo recordar que Siete seguía cortándole el pelo y la ajustó con diligencia—. Es eso o un juego sádico. Y si fuera lo último dudo que lo dejaran al azar, o al menos que permitieran que pasaran tantos días de calma como hemos tenido.

Como a Siete, la cantidad de horizontes sin descubrir le abrumaba. Pero si se paraba a pensar en ello eran lugares sobre los que no podría aprender nada en su mundo de origen; lugares sobre los cuales sus compañeros podrían hablarle.
—Sería muy enriquecedor. Para nosotros, y para nuestros mundos cuando llevemos la información de vuelta.

¿Habrían traído a Rocavarancolia a otros carabeses y no habrían superado la prueba? La perspectiva de ser el primero le habría llenado de determinación en otro momento, pero ahora solo le revolvió el estómago. Ahora que sabía lo que conllevaba. La amenaza constante de encontrar entre los baúles de ropa abandonada una prenda carabesa pendía sobre él cada mañana, a pesar de que había hecho hacía un tiempo un examen minucioso para sacudirse el desosiego de encima, porque siempre podía encontrar cosas pequeñas que hubiera pasado por alto. Un reloj, unas gafas, una tarjeta holográfica. Pensar en ello le recordó a Nad. Le recordó pensar en qué quedaría atrás de él si desapareciera.
"Basta."
—¿Has encontrado alguna vez por el torreón algo familiar? —preguntó, casi temiendo la respuesta—. ¿Algo de tu mundo?

Mónica se sentía frustrada sin saber exactamente el por qué desde el final de la conversación con Tritón y Vampy. No, no era frustrada. Era otra cosa. Se separó de la pared apretando los dientes, pasándose las manos por la cara. No era solo frustración. Era la tensión constante, el saber que todos estaban en una ciudad que claramente podía matarles. Era el estar abandonados, solo un puñado de adolescentes frente a lo desconocido. Era el miedo a no volver a ver a su familia. Era el no poder dormir, atenazada como siempre por las pesadillas.

La madrileña no les había dicho la verdad a sus compañeros: se sentía responsable de Nad, sí, pero no solo por la culpabilidad que le atenazaba cada vez que pensaba en su muerte y en sus manos manchadas de la sangre de la belga. En realidad sospechaba que el fantasma de la niña estaba acosándola y que por eso sus pesadillas eran recurrentes. Por eso quería, cuando volviera a la Tierra, decirles a los padres de Nad lo que le había pasado a esta. A lo mejor así la niña por fin podía descansar en paz… y la dejaba a ella dormir tranquila. Mon se mesó repetidas veces el pelo húmedo, dejando translucir su cansancio, y la rabia volvió a inundarla. No era justo.

Mónica corrió escaleras arriba, ajena al resto del mundo, y se arrojó sobre una cama. No quería dormir —dormir traía pesadillas— pero necesitaba hacer algo. Y por eso, sin comerlo ni beberlo, casi inconsciente de sus actos, comenzó a liarse a puñetazos y patadas con el colchón.

«¡No! ¡No es justo! ¡Noesjustonoesjustonoesjusto!».

Eventualmente paró, agotada, despeinada y con la cara roja, surcada de lágrimas que no recordaba haber llorado. Y en ese momento, al levantar la cabeza, se dio cuenta de que Cenizo también estaba allí. La chica esbozó una sonrisa nerviosa haciendo como que no pasaba nada… y mientras maldecía para sí misma.

—Hola. ¿Qué tal te sientes?

Los motes:

Siete frunció el ceño un momento.

- Para mi no tiene sentido- reconoció-. No estamos demostrando nada por estar aquí. Pero tampoco sé cual es la otra opción.

Hizo un sonido de negación mientras revisaba el corte y rodeó a Sox para ponerse de frente, valorando los resultados.El pelo oscurecido con el agua le recordaba a la arena de playa.

- Creo que ha quedado bien- dijo con media sonrisa. Luego retomó la pregunta-. No he visto nada de Idris, creo. Al menos no algo que no pudiera ser de cualquier otra parte-. Los ojos de Siete siguieron la cara de Sox con atención, intentando captar la intención de su interés. Creyó que entendía, y su gesto se volvió más sombrío-. Pero es verdad que hubo alguien antes que nosotros. Había una cuna. Una cama para bebé, manchada de sangre - el día que se la había encontrado le había dado un susto horrible-. Y la ropa es toda distinta. Me gustaría pensar que simplemente lo dejaron atrás pero...

"Pero ya hemos visto que clase de cosas suceden en Rocavarancolia". Decía el tono. Se frotó el brazo con incomodidad. Sangre, sangre, y polvo y miedo. Pensar en quien podía haber ocupado la cuna le erizó el pelo de los brazos. Se sintió vulnerable otra vez.