Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

Siete contestó a la pregunta sobre el paño mojado diciendo con sinceridad que no estaba seguro.

- Puede que el frío baste - siguió- a mi la humedad me hace bien a la piel pero... No tenemos la misma.

La de Sox tenía color de pescado cocido, y le parecía que la gente del torreón no solía bañarse con la misma frecuencia que él, si acaso con la excepción de Mónica. A veces Siete se limitaba a pasarse un trapo húmedo si le molestaba la piel seca, y eso tampoco lo había visto.

Torció la boca en una mueca cuando Sox lo miró incredulo, sintiendo un hormigueo en la piel. Era la clase de sensación de necesidad de protegerse cuando se imagina algo desagradable. Y aun así, recordaba muchos gritos aquel día.

- Supongo que no es peor que lo que ya han hecho para curarlos. Es irracional, lo siento. Dolía.

Asistió un poco perplejo a la conversación que siguió entre los dos carabeses, intentando recordar si le habían parecido amigos o si la pulla hecha a medias de Sox era porque se llevaban mal. A Rad le hizo gracia y respondió de buenos modos. ¿Amigos, entonces? Quizás solo la intimidad de venir del mismo lugar. El echaba de menos esa sensación, pero quizás era mejor ser el único idrino. Se fijó en la cara de Rad. Era evidente que estaba sufriendo, tanto como que lo contenía. Siete lo interpretó como un intento de disminuir el dolor.

Levantó la cabeza al oir llegar a Eorlir y se encogió ligeramente ante el comentario de necesitar manos. Luego su mirada se desvió a las mantas, y de ahí al brasero encendido. El tren de pensamiento solo quedó detenido un instante, con el comentario de no querer salir. Siete respiró despacio y profundo, de acuerdo con lo de no tener ganas de arriesgarse más, pero después de todo nada les aseguraba que no se le presentara algo en la puerta. Quedaban meses. No había contado días, y se mezclaban juntos, haciendo la espera a salir de aquello eterna. Con todo lo acumulado en aquellos días no podían estar seguros de que... Sacudió la cabeza y se puso en pie, tragando saliva. "No más, no más. No pienses. Primero hoy". Otro suspiro.
- Haré algo caliente para todos. Y cómida para cuando haya estómago . Hay que reponer sangre.

Se refugiaría en lo cotidiano de sostener una olla y lo distinto del olor a comida y a té llenando la sala. Se alegraba de darles la espalda al resto para que no vieran nada más en él. Le temblaban un poco las manos, otra vez, de pura debilidad.

Eriel fulminó con la mirada a su hermano y al sinhadre. A Sox le dirigió una de reproche y al final se resignó a que le cosieran. En ningún momento miró la aguja y cada puntada hacía que se encogiera tanto por el dolor como por el desagrado. Al nublino no le gustaba el dolor y si debía ser sincero consigo mismo las cosas que sabía que dolían le producían un rechazo.

El chico se mantuvo en un silencio digno durante el trayecto al torreón, no se merecían que les dirigiera la palabra. Él no habría obligado a nadie a someterse a aquella tortura.

Los subieron a Mónica y a él a una habitación arriba y la mirada que le echó a Dafne para que no le desvistiera bastó para que fuera a buscar al nuevo. A Eriel nunca le había molestado la desnudez propia o de otra persona al menos cuando vivía en Nubla, pero allí eran todos familia, no contaba. Allí sin embargo... la mayoría eran desconocidos y el nublino se sentía cohibido. Por esa misma razón y por deferencia hacia Mónica apartó la vista hasta que la hubieran tapado.

-Yo también quiero - le respondió a la humana. En realidad Eriel se sentía dividido, por una parte sí deseaba estar en casa con su familia y por otra la ciudad lo atraía como si de un imán se tratase. En estos momentos el nublino no sabía que parte tiraba más por él.

Notando el malestar de Mónica Eriel buscó con su mano la de la chica con intención de estrechársela para intentar que se sintiera mejor de alguna forma.

-No te preocupes - le dijo.- Estoy seguro de que entre mi hermano y Sox encontrarán una forma de que el anillo funcione. En unos días estaremos mejor, ya lo verás.

Eriel no tenía ya mucho de su habitual optimismo pero rebuscó en su interior lo suficiente por la humana. <<Me niego a perder a nadie más>> se descubrió pensando y abarcando con el pensamiento a todos los del torreón, incluso a los nuevos.

-Dime, ¿qué harás cuando encuentres a Doce? - le preguntó tratando de subirle el ánimo y de que pensara en otra cosa que no fuese la infección de heridas.

Había algo en el intercambio que quedaba cojo sin una réplica rápida, pero recibirla tarde era mejor que nunca. Sox bufó inicialmente, pero luego su rostro adquirió un deje taciturno.
—No he sido yo el que ha perdido la mano —Barael no había dicho nada al respecto pero el carabés estaba seguro de que había alguna clase de reacción bullendo bajo la superficie, o la habría cuando asimilara que había quedado incapacitado. El frío en la muñeca se volvió reconfortante ahora que era recordatorio de que seguía teniéndola en su sitio.

Afortunadamente Eorlir eligió ese momento para bajar. Que le preguntaran por su herida por tercera vez siendo la persona menos grave de la habitación empezó a hacerle sentir incómodo, como si estuviera mostrando debilidad sin darse cuenta. Tras murmurar algo similar a la respuesta que había dado a Rádar Sox devolvió la manga de la sudadera a su lugar para ocultar el vendaje de la vista. Ante la mención de tareas pendientes asintió con seriedad, más relajado.
—Ayudaré —no pensaba quedarse atrás. Se cruzó de brazos sin embargo ante el comentario del sinhadre—. No podemos pensar así. De hecho esto nos ha pasado mientras intentábamos escondernos de algo que estaba en plena calle —se negaba a dejarse acobardar, aunque por una vez pareciese haber muy buenas razones para ello. Permitir que les pasara suponía para el carabés que la situación cruzase la fina línea de lo abrumador a lo insoportable—, y tenemos que salir sí o sí a recoger la comida. Ésta ya ha ido mejor que la última vez que pasó un desastre —tres personas destrozadas eran mejores que una muerta. El rubio tensó más los brazos cruzados, cabreado por la lógica absurda a la que aquel lugar le obligaba a recurrir—. No podemos hacer otra cosa más que mejorar.
>>Pero sí, no hoy —añadió con retraso, de mala gana. Sabía que deberían volver a salir a por las cosas que habían dejado atrás, pero le pesaban todos los huesos. Se avergonzaba de ello, pero en aquellos momentos no le importaba nada dejarlo para mañana.

La oferta de comida del idrino sonó a tregua. Sox dejó pasar un silencio meditabundo con el entrechocar de los cacharros de cocina de fondo.
—Siete, ¿qué hicieron exactamente con el anillo para curarte? ¿Te lo pusieron?—él había estado más alejado y no había visto aquello con detalle—. ¿Y empezó a doler inmediatamente?

La consciencia de Mónica seguía yendo y viniendo, por suerte para ella ya que la cosieron y colocaron la rotura sin que se enterase. Sin embargo, sí estaba consciente cuando Barael le consoló (a lo que respondió con una sonrisa triste), o cuando Dafne le quitó la ropa. Mónica estaba demasiado débil para resistirse, así que mientras la chica le ponía una camiseta encima, sonrió sardónicamente.

—Cuidado, no disfrutes mucho de estas vistas que tu noviete se pondrá peluso —la sonrisa se desvaneció un poco cuando volvió a recostarla, pero el tono jocoso no tembló.

La taparon con cuidado, pero Mon no dejaba de tiritar. Estaba muy cansada. A su lado estaba Cenizo, quien también parecía estar bastante mal… y quien le comentó que él también quería irse a casa.

—A mi hermano le habría gustado esto. La parte de las heridas no, claro, pero la aventura… yo no soy él —le dijo.

Mon casi dio un respingo cuando notó cómo el nublino le cogía de la mano, por suerte, de la buena. Estuvo a punto de apartarse de inmediato pero aguantó: escuchó al chico en silencio, sin mirarle, sin apartar los ojos del techo, y cuando éste acabó la madrileña apretó un poco su mano antes de soltársela.

—No sé —el decaimiento se hacía visible en su voz—. Yo ya no estoy segura de eso.

De nuevo guardó silencio, notando cómo, a pesar de la sed repentina, se estaba quedando dormida. Mónica trató de luchar contra el sueño: no quería, después de haber pasado el día que había pasado, de caer en las garras del monstruo Nad… además de estar a merced de la infección. La voz de Cenizo la sacó de su miedo. Si seguía hablando no tenía por qué dormir.

—Cuando vez a Doce Punto... Primero darle una patada en el culo por no haberme venido a buscar –la chica sonrió pero hizo una mueca de dolor al notar un ramalazo en las heridas de su cabeza —. Luego, invitarle a un picnic. Me gustaría saber más de él. Cómo acabó en Rocavarancolia. Dónde vivía antes, si tenía familia… ya sabes. Cosas de cita. Tal vez incomodarle un poco, darle otra de mis estampitas y si una cosa lleva a la otra…

En cuanto Mon comentó lo de sus estampas, algo en su cerebro hizo click.

—¡Mi bolso! —exclamó angustiada—. ¿Dónde está mi bolso?

Los motes:

Siete dejó escapar un sonido poco comprometido ante la sugerencia de pedir ayuda. Habría sido útil y si llegaba la aceptaría, pero podía apañarse solo. Sobre todo, quería poder evitar subir al dormitorio al menos unos minutos más.  Iría a verlos cuando tuviera algo que ofrecer; una vez más en su vida, se sentía culpable por seguir vivo. Dio un respingo interno cuando Eorlir apoyó la mano en su hombro y la mirada fue de esta al sinhadre. No podía poner ninguna confianza en lo que decía, aunque quisiese creerselo tanto como él. La mirada baja de Siete, esta vez, estaba llena de cansancio.

- No. Lo apretó contra mí- respondió a Sox-. Creo que fue de inmediato. Es... era un dolor distinto.

Luego se frotó el brazo con incomodidad y volvió al movimiento de preparar la cena.

- Yo no compararía- dijo más seco de lo que esperaba, casi rasposo. Bajó la vista a las ollas entrando en ebullición.

Asintió ante el comentario del sinhadre.
—Exacto. Hemos visto magia aquí mucho más elaborada que lo que figura en esos apuntes —la misma torre podrida, por ejemplo—. Nada nos garantiza que encontremos la forma de hacerla, pero es un comienzo. De momento voy a darme prisa en extraer lo útil de lo que ya tenemos. Si todo va bien deberíamos poder empezar a hacer pruebas pronto —se encargaría de que así fuera. Era su oportunidad.

Sox sacó el anillo de su riñonera una vez más y le dio vueltas con cuidado entre las manos, examinándolo otra vez ahora que disponía de más luz.
—Sería extraño que pudiera detonarse con cualquier clase de tacto, tendrías que tener mucho cuidado de no tocarlo. Si la dueña llevaba guantes... —¿los llevaba? El carabés no se acordaba. Habían existido demasiados estímulos reclamando su atención en ese momento—. Sí, supongo que sería posible. Pero suena muy aparatoso—una teoría alternativa se le había venido a la mente mientras estaba abajo, y la compartió con los demás—. ¿Veis la piedra? Es probable que sólo detone si la tocas.

Pasaría el anillo a quien quisiera verlo con más atención ahora que no estaban en peligro de muerte. Él mismo lo había tanteado con el dedo desde distintos ángulos con idéntico resultado: nada. Eorlir planteó en voz alta la pregunta lógica.
—Funcionó con Barael, así que debería funcionar con Eriel seguro—dedujo Sox en voz alta. De nuevo pensar para otros le resultó familiar, y se acogió a la sensación—, y también con Tay así que Mónica también está cubierta. Y si esta clase de magia no distingue entre dos especies, es prudente afirmar que no distingue ninguna en absoluto.

>>He estado intentando descifrar los apuntes hace un rato —les contó—. Si termina teniendo bases similares a la magia de Carabás, si hay un hechizo en él el anillo puede ser un catalizador o un cargador. Lo primero pone el hechizo pero no la energía, lo segundo pone las dos cosas —enumeró ambas opciones con los dedos—. Si es un catalizador y no funciona, es porque no lo están usando las personas adecuadas, o esas personas se han quedado secas de magia. Si es un cargador y no funciona, es porque se ha agotado la magia que tenía dentro y hay que recargarla.

Lorenzo

No estaba muy por la labor, despues de todo aquello. Por el momento, necesitaba tranquilizarse. Saliendo al patio, el diestro encontroselo desierto y fresco, justo como necesitabalo. Sentose en una esquina y dejó la su mente vagar, a veces tocando rincones oscuros y otros no tantos.
Jugueteaba con una espada corta, dandole vueltas al pomo, rodándola con cierta gracia sobre la punta, aun a sabiendas que aquello perjudicariala, non estaba con la cabeza de ser previsor, solo queriase distraer.

Y así que pasó el tiempo.

Aquel lugar estaba vacio. Vacio de inspiración, vacio de entretenimiento, vacio de algo a lo cual llamar "buen gusto en diseño de interiores".
Y, lo peor de too, parecia faltar algo muchisimo más importante: un espejo.
Asi Fahran se puso a buscar con urgencia en todas las plantas y en cada pequeño rincón de aquel miserable lugar para tan solo hacer tan espantoso descubrimiento. Mientras que sus uñas pintadas de color lavanda estaban, normalmente, escondidas dentro de sus gantes de satín blanco, habian logrado hacer trazos rojos en sus brazos a traves de su ansiedad.
Aqeullo no estaba bien. Definitivamente, aquello no lo era.

Ah y aparentemente, habia unos cantos niños heridos tambien. Habian tenido el valor de pedirle ayuda a llevarles de vuelta al torreón. Por supuesto, una nunca sabia lo qe depararia para el bien supremo el tener a un niño desesperado en deuda.
Y así, Fahran, la martir, la pobre diosa de la Moda, tuvo que rebajarse a ayudar a unos (muy!) sucios niños.
Y vaya que si odió cada segundo de ello.

Acaso estaba ella sucia tambien ahora? No podria decir. Podria ser que, sin que se diese cuenta, se hubiera ensuciado con la sangre sucia de no de los niños su precioso pelo o vestido? No podria juzgarlo por ella misma. De veras que no.

Gota a gota.

Tamborieandole contra las sienes. Podia oirlo, de nevo, con frustración. Aquel goteo tan pesado y ruidoso que sentia que le iban a reventar el temple. Se aquejó, ajustando su postura en el sofá.

Y ahí estaba, de ser na de las diseñadoras de moda más prestigiosas de ulterania a ser un crio asqueroso más.
Porque ella estaba sucia. Muy sucia.

Gota a gota.

Y rodeada de aquellos niños, heridos como estaban, ¡Cuanta osadia! ¿Como no podian comprender lo arrogante que estaban siendo por creer estar sufriendo más que ella, con sus brazos llenos de arañazos, su pelo pringoso, su ropaje posiblemente destrozado por su asquerosa sangre?
Se encontraba furiosa. Necesitaba soltar algo de estrés. Alguien debia ser una cabeza de turco y ser victima de sus frustraciones y su ardiente fria. O eso pensaba, mientras examinaba la sala y sus ocupantes con ojos llenos de desidia.

Eriel se rió por el comentario de la chica, le dolió pero no se arrepintió de ello. Si estaba bien para bromear el nublino creía que se recuperaría.

-Si no te importa yo también quiero darle una patada en el culo - le dijo cuando paró de reír.- Por dejarte aquí - añadió en voz más baja esperando que realmente no lo oyese. Simplemente tenía que decirlo.

-No lo sé, debe de estar por ahí - respondió.- ¿Llevas algo importante dentro?

Observó a la sinahdre irse y pensó en la comida. Tenía hambre pero hasta que no había pensado en ello no se había dado cuenta, demasiadas emociones hasta el momento.

-Me pregunto cómo vamos a comer - dijo pensando en voz alta.

Alguien sugirió llevar a los más ilesos arriba y así se hizo, sin perder él de vista a su hermano ni un segundo. Quiso desvestir él a su hermano, pero ya ni eso podía hacer. Y poco a poco la frustración rompía en un vacio con tintes de tristeza, dejando toda aquella ira de lado.

Se quedo arriba pensando un poco para él cuando Mónica y su hermano empezaron a hablar entre ellos, por lo que pronto sintió que sobraba ahí. Decidió dejarle espacio a su hermano para estar con ella.

-Está por abajo seguro, no te preocupes. -Se movió de su sitio y se dirigió a la puerta. -Os subiremos comida y os ayudaremos. -Le respondió a su hermano. -Vendré dentro de un rato a supervisar. -Y sin más se fue.

Mientras bajaba pensaba en lo raro que había sido oír a su hermano diciendo que quería volver a casa. ¿Debía tomarse aquello como una cosa preocupante? Le dio vueltas un segundo hasta llegar abajo. Allí estaban la mayoría. Se quedó parado un segundo sin saber que hacer así que se paró a escuchar de qué hablaban un momento mientras miraba la situación y caras de todos. Cerca de él se hallaba la nueva de comportamiento insoportable.

Mónica ignoró la pregunta de Cenizo acerca de su bolso, agitada, y negó con la cabeza cuando éste reflexionó acerca de la comida. Ella no tenía hambre, tenía sed. Comenzó a moverse haciendo caso omiso del dolor tratando de incorporarse, y al escuchar el comentario de Barael enseñó los dientes, frustrada. El nublino ni siquiera se quedó por ahí, simplemente se fue. La madrileña rechinó los dientes a medida que su enfado crecía. ¡Había pasado de ella!

—¡No te vayas! ¡No te atrevas a pasar de mí! ¡No sólo quiero saber si está o no por ahí, necesito —hizo hincapié en la palabra, hablando cada vez más y más alto y de forma más alterada mientras se sostenía con los codos trabajosamente al tiempo que trataba de desprenderse de las mantas sin mostrar su dolor— mi bolso!

Le había costado lo suyo, pero había conseguido sacar las piernas de las mantas. Puso los pies en el suelo mientras la cabeza le daba vueltas, pero no consiguió sostenerse. Estaba débil y volvió a caer sobre la cama con un gemido.

Los motes:

La roquense trabajaba como si la mayoría de sus acciones no dependieran de ella, como si no fuera consciente de lo que hacía. Se había quedado abajo, con Rad, y o bien seguía las instrucciones o bien lo que recordaba de Tierra Bruja... Simplemente actuaba. Al menos lo peor parecía resuelto: tablones extraídos, heridas cosidas, heridas limpias... Necesitaba un buen baño. Y en medio de todo el caos, la nueva sin hacer nada. Les miraba. Tener a aquella nueva criatura allí en medio, observando sin tomar partido... No le gustaba. Vale que acababa de llegar y había ido a la fuente con Lorenzo y les había echado una mano pero una vez en el torreón, ¿qué? Y encima con esa mirada tan rara... Una cosa eran fanáticos "amables" y otra una especie de noble que le recordaba mucho a los altos cargos del Coro.

Se alejó un momento del brasero y Rad y se acercó. Si la otra reaccionaba mal, mejor no cruzar gritos en la planta.

—Oye, tú, nueva. Al menos podrías preguntar si puedes ayudar o hacer algo. Y si no puedes porque estás afectada por todo esto, dilo —<<O no estar aquí en medio sin hacer nada, para eso que se vaya a otra parte, que mira que el torreón es amplio>>

No muy lejos, de hecho más bien cerca que lejos, solo que inaccesible para ellos por estar sumergido en la roca, su congénere se llevó la mano a la cara, sin llegar a atravesarla. Conservaba gestos, pero había aprendido a no traspasar su "piel de fantasma" por no quedar patético. No se creía que se hubieran salvado y tenía dudas de que los heridos pasaran de esta. Pero si encima ahora esas dos discutían... <<Al menos no están cerca de... el patio>> Si había fantasmas que podían sufrir escalofríos, Tesón era de esos.

*un Yao Ming como una casa, sorry pero sacar ganas de rol = misión imposible que empeora cuando se te acumulan muchos posts xD*

Siete hizo hueco a Inna cuando la oyó llegar.

- Las bebidas ya se han puesto a hervir- indicó con gestos lo que tenía ya organizado-. Las estaba dejando reposar un poco. Iba a preparar algo suave para el estómago, para todos, asi que no estoy echando ninguna especia. Estoy limpiando pescado para cocer, e iba acompañarlo con verduras. ¿puedes pelarlas y picarlas?

Arrastró hacia ella las verduras que había seleccionado y le alcanzó el cuchillo. Terminó de retirar con mano experta las espinas del pescado, y lo echó a hervir en una mezcla de agua y leche de umbra. Empezó a llenar tazas y vasos dispares de las infusiones calientes. Las había preparado con una de las hojas gruesas que olían fresco y especiado*, porque no las había notado duras para el estómago y pensó que darían buen sabor. Dio un sorbo para comprobar. Las acercó a los que estaban en el salón, con la taza extra para Rad y volvió para echar con Inna el resto de verduras al caldo. Lo miró hervir, removiendo de forma distraída hasta que estuvo tierno. Le hubiera indicado a la sinhadre de ser necesario que necesitaba cortes pequeños, que preparasen antes la comida. Se ayudaron a servir y repatir platos.

Barael había bajado y el trajín de gente, por una vez, agobiaba a Siete. Como se ofrecieron a alimentar a Rad, cargó el dos platos para Mónica y Eriel. Al resto de los de arriba les avisaría de que había más en la olla. Había un poco más de paz, y entre mantas y con ropa nueva, tapados, los heridos no despertaban los mismo recuerdos. Eran solo gente de la que cuidar.

- Traigo sopa de pescado y verduras- dijo. Era una suavidad apagada, tejida de matices que contaban que Siete estaba agotado y escondiendose. Apoyó los platos para ayudar a que se incorporarán en lo posible. Si mantenerse sentado les dolía, apilaría cojines para ellos. Alguien se ofreció a dar de comer a Monica, y se repartieron el cuidado de los heridos. Había un poco de miedo en la pregunta de Siete, cuando después de varias cucharadas cuidadosas, dijo:

- ¿Cómo os sentís?


*en la lista de provisiones de las cestas. Es parecido a un equivalente de menta.

Ayudó a los que pudo lo mejor posible, con aire distraído siguió las instrucciones de Barael con el jabón y limpió las heridas de los peores sin ninguna muestra de asco por la sangre. No le producía arcadas, si bien era distinto ver tanta cantidad de sangre en la realidad que en las películas intentaba no pensar que en algunos casos el desangramiento era severo. Recordó que se pasaba horas viendo maratones de pelis sangrientas y que le gustaba las matanzas, nunca volvería a ver una peli de aquellas de la misma forma, cuando era su propia sangre o la de sus amigos la que se deslizaba por el suelo o manchaba las paredes, la cosa era distinta.

Se limpió la cara varias veces con el agua de la fuente, más que nada para despejarse y dejar de lado el sabor metálico de la sangre.
Algunos se fueron a pedir ayuda, y la ayuda vino en forma del español y nuevos, eso estaba bien, y lo agradeció porque decidió pasar a un segundo plano para descansar. De todas formas no se mantuvo lejos de nadie y tampoco se quedó parado pero le convenía que el resto hiciera la parte del trabajo más pesado. No mucho después decidieron regresar a Maciel, con una mentalidad muy diferente a cuando salieron, y con heridas muy profundas que no solo surcaban la piel.

Hasta ese mismo día se le iluminaba la cara con la idea de salir del torreón a explorar la ciudad, ahora se preguntaba quién tendría cojones de sacarle de Maciel. Sintió pulsaciones más rápidas en su corazón cuando su hogar empezó a perfilarse a lo lejos, se creía a salvo y sin darse cuenta aligeró el paso para no demorar su encuentro con la seguridad que le ofrecían los muros de piedra.

Dafne le recibió sin palabras, empezó a pensar que entre ellos sobraban para entenderse. Se dieron un largo abrazo y él la apretó con fuerza contra él. Ahora se daba cuenta de cuánto la necesitaba allí y de que no se imaginaba sin ella en la ciudad, porque en realidad era un viaje que habían emprendido juntos. Cuando se separó de la noruega la chica tenía lágrimas en los ojos.
-Ya está, está todo bien- le dijo con la voz temblorosa y alegrándose de que la muchacha se hubiera quedado- podría ser peor, mírame, aquí estoy- sus ojos verdes le invitaron a subir arriba y después de acomodar a Mónica y a Eriel arriba la siguió al cuarto de baño.
Esperaba que le preguntara por lo ocurrido pero no lo hizo, se dedicó a quitarle la camiseta y lavar sus heridas más aún con agua, a pesar de que Tayron ya le había avisado de que sus heridas estaban cerradas se hizo presente la tozudez de la muchacha, parecía que necesitaba alguna excusa para estar a su lado y eso lo tranquilizaba. Podría haber estado allí eternamente mientras la chica le pasaba con tranquilidad el agua por las cicatrices de los codos y él se revolvía por el cosquilleo.
-Gracias- y ella se quedó quieta sin entender, en realidad no sabía por qué lo había dicho pero sintió que tenía que decir algo- por aguantarme supongo- y se quedó callado. Ella se limitó a sonreír y no pasó mucho tiempo hasta que decidieron volver a ver el resto.

-Vamos Mónica, que el bolso no tiene patas- y lo puso al lado de ella tras encontrarlo no muy lejos de la habitación. Se sentó por alllí cerca nuevamente en silencio y con una sensación extraña, estaba contrariado, lo había pasado mal pero una parte de él agradecía no estabar bajo tierra aquel día. Ahora era tiempo de pararse a pensar y sobre todo recuperarse.
Llegó Siete y tanto Tayron como Dafne se ofrecieron a dar de comer a los heridos. El belga no pudo contenerse al ver al idrino apagado, aunque bueno, en realidad suponía que aquella actitud la tenían todos.
-Siete- le dijo con una mirada propia de entendimiento de aquellos que habían pasado por el anillo o simplemente decidieron salir- descansa, ya nos quedamos Dafne y yo, estoy más descansado- lo cierto es que era mentira y la noruega lo sabía, extrañamente le respaldó y no supo cómo pero antes de que se diera cuenta los dos tenían las manos cogidas. Tayron no se lo tomó como un acto de amor por ninguna parte, era afecto, necesitaban aferrarse a alguien, y se tenían el uno al otro, lo cierto es que esa situación sería violenta para él los primeros días, ahora sentía hormigueos en la barriga que tampoco le apetecía mostrar debido a lo ocurrido. Una parte de él quería estar bien y ser él de nuevo, pero igual ya no sería posible, o simplemente no quería serlo. Sí que tenía algo claro, nada iba a ser igual.