Torreón Sendar (Archivo III)
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Naeryan
Yber
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Torreón Sendar (Archivo III)
21/02/17, 11:03 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Aldhias recordaba perfectamente el día en que llegó. La ciudad era tan gris que temió haberse quedado daltónico de pronto. Todo era viejo o estaba sucio, o las dos cosas, y todo en lo que podía pensar era en qué se había fumado para aceptar ir a ese lugar. No había más gente como él, todos los seres ''inteligentes'' con los que se encontró tenian pieles descoloridas y ropas extravagantes. Sus voces eran tan discordantes y desagradables como el resto del paisaje. Salvo uno. Su atuendo era el único cuidado, si bien con colores muy pastel para el gusto de Aldhias. Tenía la piel de un color exótico, como el chocolate fundido, uniforme y suave, y cuando por fin pudieron entenderse, tras beber de la fuente, su nombre se le derritió en los labios al pronunciarlo. Noah.
Su compañero era de talante tan dulce como amargas eran las calles de la ciudad. A pesar del miedo y sus inseguridades intentaba mediar entre el resto de aliens, y nadie lograba calmarle igual.
-Aldhias, nos van a pillar.
-Shhh...
Su primer encuentro, como todos los que lo siguieron, fue en una habitación de la planta baja que no usaban. Ni el polvo y las telarañas les molestó, tan solo querían un momento a solas.
-Erevelin se levanta por las noches.- dijo Noah, asustado.
-Erevelin se puede ir a la mierda. Necesito...
Aldhias no fue capaz de acabar la frase, se lanzó a los labios carnosos de Noah con ansia. Se besaron en la oscuridad, con algo de torpeza pero con pasión, y tras separar sus labios siguieron besándose. En las sienes, en el cuello, en la mandíbula, en cualquier trozo de piel que tuviesen al alcance. No se atrevieron a acostarse sobre el colchón, Aldhias acorraló a Noah contra la pared, pero interponiendo una mano entre el cuerpo del terrícola y la piedra. Algo tan suave no debía tocar la inmundicia de la ciudad, nada podía herir esa piel. Metió los dedos bajo la blusa del terrícola y los pasó con suavidad por todo el recorrido de su columna. Jadeaban. De pronto, se oyó un ruido fuera de la habitación, y el jadeo se convirtió en un respingo.
-¿Noah?
-¿Erevelin? ¿Qué quieres?- preguntó el demichico tratando de recobrar el aliento. Incluso en la oscuridad pudo imaginar qué expresión tendría Aldhias. No estaba contento.
-Han vuelto a salir los alados en llamas. Estaban en mi sueño- algo de angustia se podía distinguir en el tono monocorde de la niña. Llevaba días teniendo pesadillas con las mismas criaturas.
-Ahora mismo salgo.
Aldhias fue a replicar, pero Noah le puso la mano sobre los labios para que guardase silencio. No era el momento. Le dio un beso en la mejilla y se ajustó la ropa. Sabían lo que había que hacer: el humano saldría, se llevaría a Erevelin, y luego Aldhias se escabulliría de vuelta al dormitorio. Como todas las noches.
Aldhias recordaba perfectamente el día en que llegó. La ciudad era tan gris que temió haberse quedado daltónico de pronto. Todo era viejo o estaba sucio, o las dos cosas, y todo en lo que podía pensar era en qué se había fumado para aceptar ir a ese lugar. No había más gente como él, todos los seres ''inteligentes'' con los que se encontró tenian pieles descoloridas y ropas extravagantes. Sus voces eran tan discordantes y desagradables como el resto del paisaje. Salvo uno. Su atuendo era el único cuidado, si bien con colores muy pastel para el gusto de Aldhias. Tenía la piel de un color exótico, como el chocolate fundido, uniforme y suave, y cuando por fin pudieron entenderse, tras beber de la fuente, su nombre se le derritió en los labios al pronunciarlo. Noah.
Su compañero era de talante tan dulce como amargas eran las calles de la ciudad. A pesar del miedo y sus inseguridades intentaba mediar entre el resto de aliens, y nadie lograba calmarle igual.
-Aldhias, nos van a pillar.
-Shhh...
Su primer encuentro, como todos los que lo siguieron, fue en una habitación de la planta baja que no usaban. Ni el polvo y las telarañas les molestó, tan solo querían un momento a solas.
-Erevelin se levanta por las noches.- dijo Noah, asustado.
-Erevelin se puede ir a la mierda. Necesito...
Aldhias no fue capaz de acabar la frase, se lanzó a los labios carnosos de Noah con ansia. Se besaron en la oscuridad, con algo de torpeza pero con pasión, y tras separar sus labios siguieron besándose. En las sienes, en el cuello, en la mandíbula, en cualquier trozo de piel que tuviesen al alcance. No se atrevieron a acostarse sobre el colchón, Aldhias acorraló a Noah contra la pared, pero interponiendo una mano entre el cuerpo del terrícola y la piedra. Algo tan suave no debía tocar la inmundicia de la ciudad, nada podía herir esa piel. Metió los dedos bajo la blusa del terrícola y los pasó con suavidad por todo el recorrido de su columna. Jadeaban. De pronto, se oyó un ruido fuera de la habitación, y el jadeo se convirtió en un respingo.
-¿Noah?
-¿Erevelin? ¿Qué quieres?- preguntó el demichico tratando de recobrar el aliento. Incluso en la oscuridad pudo imaginar qué expresión tendría Aldhias. No estaba contento.
-Han vuelto a salir los alados en llamas. Estaban en mi sueño- algo de angustia se podía distinguir en el tono monocorde de la niña. Llevaba días teniendo pesadillas con las mismas criaturas.
-Ahora mismo salgo.
Aldhias fue a replicar, pero Noah le puso la mano sobre los labios para que guardase silencio. No era el momento. Le dio un beso en la mejilla y se ajustó la ropa. Sabían lo que había que hacer: el humano saldría, se llevaría a Erevelin, y luego Aldhias se escabulliría de vuelta al dormitorio. Como todas las noches.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
06/08/18, 12:26 am
Granta se encontraba en el patio intentando tomar los últimos rayos de sol de la tarde. No tenía ganas de volver al interior, y por desgracia las nubes habían estado empezando a acumularse bloqueando la luz. Por primera vez desde que estaba allí, parecía estar formándose una tormenta.
—Esto es de locos —farfulló. Aquello y los terremotos que habían tenido lugar a lo largo del día habían crispado el ambiente. Sabían que iba a pasar algo, y aquel algo podía tener que ver con lo que les había contado el nublino antes de morir. Granta deseó que siguiese allí para poder hacerle más preguntas, pero ya era demasiado tarde. Tarde para evitar demasiadas cosas.
Nunca había visto un atardecer tan rojo. Sintió una profunda fascinación, y anticipo. Le hormigueaba todo el cuerpo. También notaba escozor en los ojos, en el cuello, o las encías, y sin embargo sonreía de oreja a oreja. No sabía muy bien por qué. No tardaría en dejar de hacerlo.
La molestia de su cuello se convirtió en un dolor agudo, podía notar dos bultos intentando abrirse paso bajo su piel. Sus encías empezaron a sangrar a medida que sus dientes se aflojaban para dar paso a otros nuevos. El asreniano se sujetó al borde del pozo con ambas manos y cerró con fuerza los ojos. Lo que tuviera que ser, sería. No pensó en si saldría de aquella, no pensó en sus compañeros. Dejó que el dolor ocupase su mente y bloquease los gritos en la lejanía, ya que tampoco podía hacer mucho más.
De pronto su estómago regurgitó algo. Granta no pudo evitar expulsar un vómito anormalmente caliente que parecía contener solo agua. Al abrir los ojos cuando intentó taparse la boca fue cuando se percató de lo que le estaba pasando a su piel. Sintió que enloquecía. Se estaba volviendo translúcida, pero sus entrañas eran azules. La impresión le hizo retroceder y se cayó al suelo, pero no se golpeó con la fuerza que él esperaba. Se notaba mucho más liviano.
—¿Pero… qué…? —Sus palabras se ahogaron con el segundo vómito, y el asreniano solo pudo encogerse mientras su cuello se rasgaba para dar paso a sus nuevas branquias externas.
—Esto es de locos —farfulló. Aquello y los terremotos que habían tenido lugar a lo largo del día habían crispado el ambiente. Sabían que iba a pasar algo, y aquel algo podía tener que ver con lo que les había contado el nublino antes de morir. Granta deseó que siguiese allí para poder hacerle más preguntas, pero ya era demasiado tarde. Tarde para evitar demasiadas cosas.
Nunca había visto un atardecer tan rojo. Sintió una profunda fascinación, y anticipo. Le hormigueaba todo el cuerpo. También notaba escozor en los ojos, en el cuello, o las encías, y sin embargo sonreía de oreja a oreja. No sabía muy bien por qué. No tardaría en dejar de hacerlo.
La molestia de su cuello se convirtió en un dolor agudo, podía notar dos bultos intentando abrirse paso bajo su piel. Sus encías empezaron a sangrar a medida que sus dientes se aflojaban para dar paso a otros nuevos. El asreniano se sujetó al borde del pozo con ambas manos y cerró con fuerza los ojos. Lo que tuviera que ser, sería. No pensó en si saldría de aquella, no pensó en sus compañeros. Dejó que el dolor ocupase su mente y bloquease los gritos en la lejanía, ya que tampoco podía hacer mucho más.
De pronto su estómago regurgitó algo. Granta no pudo evitar expulsar un vómito anormalmente caliente que parecía contener solo agua. Al abrir los ojos cuando intentó taparse la boca fue cuando se percató de lo que le estaba pasando a su piel. Sintió que enloquecía. Se estaba volviendo translúcida, pero sus entrañas eran azules. La impresión le hizo retroceder y se cayó al suelo, pero no se golpeó con la fuerza que él esperaba. Se notaba mucho más liviano.
—¿Pero… qué…? —Sus palabras se ahogaron con el segundo vómito, y el asreniano solo pudo encogerse mientras su cuello se rasgaba para dar paso a sus nuevas branquias externas.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
06/08/18, 12:28 am
La Luna Roja. Baste y Lulú sabían que era su momento, que debían estar a solas. Más que uña y carne eran cuenca y ojo, cerebro y cráneo; las dos partes de un todo independiente del resto de sus compañeros. Ninguno puso pegas, claro, el sentimiento de pertenencia al grupo era ya una carcasa vacía, un fantasma. Todos sabían que estaban unidos por una atrocidad, pero el sentir conjunto se había muerto y no ocupaba espacio. Aun así, viciaba el aire. Ni Lulú ni Baste podían respirar bien rodeados de gente. No les entendían como se entendían entre sí.
Cuando asomó la luna, Baste sonrió levemente. Sentía el fulgor más allá de sus ojos inútiles, su cuerpo entero vibraba, su pelaje se erizó, la euforia lo invadió con tanta fuerza que durante unos instantes no existió Erevelin, durante unos instantes era todavía un buen chiquillo… Y así fue como murió el ordés. Cayó de espaldas al suelo, golpeándose la cabeza contra la piedra. La sangre manó de ella y formó un reguero rojo en el cauce que encontró en las juntas del empredrado.
Lulú, que admiraba la Luna con mucho más respeto que su amigo, cayó con él. El repoblador era ágil y no tuvo problemas para aterrizar de pie, pero la imagen de Baste muerto fue desoladora. Chilló como una flauta desafinada. Corrió a su cabeza y la alzó lo suficiente para comprobar que no había mucho que hacer. Aun así no perdió la esperanza. No fue hasta que saltó sobre su cuello y buscó su pulso que el repoblador empezó a llorar. Mostró la pena como lo hacían los suyos, con un soniquete lastimero que nacía de su espalda. Y fue entonces cuando el cuerpo de Baste se calentó y un par de llamas azules cubrieron sus enormes ojos como lágrimas de fuego.
El repoblador chilló de nuevo y se alejó tanto como pudo. Quiso subir a las almenas para llamar al resto, pero un fuerte dolor le sobrevino y lo tumbó en el suelo. En ese mismo instante llegó el primer rayo, una ironía aterradora hecha de luz y luego estruendo. ¿Acaso iban a morir juntos? ¿Eso era lo que les deparaba la Luna Roja? Entre jadeos, a la vez que los huesos de sus pies se estiraban lenta, muy lentamente, Lulú creía que sí. El repoblador del pantano buscó con la mirada el sitio que le había dado más seguridad desde que inició la cosecha. Lulú se arrastró sobre la sangre del ordés con cierta destreza, gracias únicamente a sus cuatro brazos, incapaz de mover las piernas. Notaba como si alguien le pellizcara la piel bajo los sobacos, pero comparado con el dolor de sus pies, aquella sensación servía de distracción y resultaba casi agradable. Poco a poco, logró llegar hasta la cabeza del ordés y se recostó contra ella. Entonces, encontró la resignación.
La lluvia tormentosa lo pilló dejándose llevar por el dolor y la certeza de la muerte y le lavó la sangre. A la vez que las piernas del repoblador se estiraban y le daban nueva forma a sus pies, los ojos de Baste acabaron por consumirse y un nuevo fuego surgió de su pecho. El dolor se extendió poco a poco por el rostro de Lulú como una llama diferente a la del ordés, una llama que no ardía, pero que amenazaba con abrirle la cabeza. El repoblador intentó alzar las manos para tocarse y descubrió que sus brazos superiores se habían unido a los inferiores por un pliegue de pellejo asqueroso. Cuando sus manos palparon sus cara, sin embargo, fue cuando verdaderamente se horrorizó, sus ojos se desprendieron y cayeron al suelo. Descansaron sobre un charco de lluvia, savia y sangre.
Cuando Baste despertó, Lulú ya no estaba allí. Buscó su olor por instinto, pero su nariz era incapaz de procesar toda la información que le llegaba.
—¿Lulú? ¿Dónde estás?
Intentó levantarse, pero la nueva longitud de sus brazos lo pilló por sorpresa y cayó de bruces, dando con su cara en el charco. Fue entonces cuando notó un movimiento extraño procedente de su cara, una suerte de ondeo que nacía de las cuencas de sus ojos. Apéndices nuevos que se hundieron en la misma sangre, savia y lluvia que los ojos de Lulú y se los quedaron. Cuando se llevó las manos a la cara para palpar el cambio, descubrió que veía y no prestó atención a sus nuevas garras, el resplandor carmesí que se filtró a través de ellas lo obnubiló. Bajó sus brazos anormalmente largos, de forma que tocaron el suelo, y caminó hacia las almenas.
—Por la Suerte…
Durante unos instantes le embargó la felicidad. Se sintió eufórico, justo como antes de… ¿Morir? Baste se dio cuenta de que no respiraba. El nerviosismo lo atropelló. Volvió a centrar su visión en sí mismo y descubrió unas garras feas y peludas frente a él, sus propios brazos le dieron repelús. Agachó la cabeza para examinarse a fondo. Su pecho se había abierto, podía ver sus costillas y cómo decenas de tentáculos diminutos serpenteaban dentro. No había pulmones, ni corazón, solo pánico y tentáculos.
—¡No, no, no! ¡No puede ser! ¿Por qué ceros?
Tomó la peor decisión posible: dio marcha atrás y buscó su reflejo en el charco del que sacó sus nuevos ojos. Su cara le recibió con horror. Sus ojos ya no estaban y en sus cuencas vacías ahora vivían otros tantos tentáculos, que sujetaban con mucho cuidado unos ojos compuestos, diminutos: los de Lulú. El miedo se apoderó de él, su cuerpo temblaba furiosamente. El pánico por su nuevo cuerpo, la posibilidad de haber matado a su mejor amigo, la confusión, la ausencia de recuerdos… La recién nacida paranoia se clavó las garras en los brazos, encaró a la Luna Roja y gritó con todas sus fuerzas y todas sus bocas.
Poco sabía Baste que Lulú aun lo acompañaba, dentro, muy dentro de su cabeza.
Cuando asomó la luna, Baste sonrió levemente. Sentía el fulgor más allá de sus ojos inútiles, su cuerpo entero vibraba, su pelaje se erizó, la euforia lo invadió con tanta fuerza que durante unos instantes no existió Erevelin, durante unos instantes era todavía un buen chiquillo… Y así fue como murió el ordés. Cayó de espaldas al suelo, golpeándose la cabeza contra la piedra. La sangre manó de ella y formó un reguero rojo en el cauce que encontró en las juntas del empredrado.
Lulú, que admiraba la Luna con mucho más respeto que su amigo, cayó con él. El repoblador era ágil y no tuvo problemas para aterrizar de pie, pero la imagen de Baste muerto fue desoladora. Chilló como una flauta desafinada. Corrió a su cabeza y la alzó lo suficiente para comprobar que no había mucho que hacer. Aun así no perdió la esperanza. No fue hasta que saltó sobre su cuello y buscó su pulso que el repoblador empezó a llorar. Mostró la pena como lo hacían los suyos, con un soniquete lastimero que nacía de su espalda. Y fue entonces cuando el cuerpo de Baste se calentó y un par de llamas azules cubrieron sus enormes ojos como lágrimas de fuego.
El repoblador chilló de nuevo y se alejó tanto como pudo. Quiso subir a las almenas para llamar al resto, pero un fuerte dolor le sobrevino y lo tumbó en el suelo. En ese mismo instante llegó el primer rayo, una ironía aterradora hecha de luz y luego estruendo. ¿Acaso iban a morir juntos? ¿Eso era lo que les deparaba la Luna Roja? Entre jadeos, a la vez que los huesos de sus pies se estiraban lenta, muy lentamente, Lulú creía que sí. El repoblador del pantano buscó con la mirada el sitio que le había dado más seguridad desde que inició la cosecha. Lulú se arrastró sobre la sangre del ordés con cierta destreza, gracias únicamente a sus cuatro brazos, incapaz de mover las piernas. Notaba como si alguien le pellizcara la piel bajo los sobacos, pero comparado con el dolor de sus pies, aquella sensación servía de distracción y resultaba casi agradable. Poco a poco, logró llegar hasta la cabeza del ordés y se recostó contra ella. Entonces, encontró la resignación.
La lluvia tormentosa lo pilló dejándose llevar por el dolor y la certeza de la muerte y le lavó la sangre. A la vez que las piernas del repoblador se estiraban y le daban nueva forma a sus pies, los ojos de Baste acabaron por consumirse y un nuevo fuego surgió de su pecho. El dolor se extendió poco a poco por el rostro de Lulú como una llama diferente a la del ordés, una llama que no ardía, pero que amenazaba con abrirle la cabeza. El repoblador intentó alzar las manos para tocarse y descubrió que sus brazos superiores se habían unido a los inferiores por un pliegue de pellejo asqueroso. Cuando sus manos palparon sus cara, sin embargo, fue cuando verdaderamente se horrorizó, sus ojos se desprendieron y cayeron al suelo. Descansaron sobre un charco de lluvia, savia y sangre.
Cuando Baste despertó, Lulú ya no estaba allí. Buscó su olor por instinto, pero su nariz era incapaz de procesar toda la información que le llegaba.
—¿Lulú? ¿Dónde estás?
Intentó levantarse, pero la nueva longitud de sus brazos lo pilló por sorpresa y cayó de bruces, dando con su cara en el charco. Fue entonces cuando notó un movimiento extraño procedente de su cara, una suerte de ondeo que nacía de las cuencas de sus ojos. Apéndices nuevos que se hundieron en la misma sangre, savia y lluvia que los ojos de Lulú y se los quedaron. Cuando se llevó las manos a la cara para palpar el cambio, descubrió que veía y no prestó atención a sus nuevas garras, el resplandor carmesí que se filtró a través de ellas lo obnubiló. Bajó sus brazos anormalmente largos, de forma que tocaron el suelo, y caminó hacia las almenas.
—Por la Suerte…
Durante unos instantes le embargó la felicidad. Se sintió eufórico, justo como antes de… ¿Morir? Baste se dio cuenta de que no respiraba. El nerviosismo lo atropelló. Volvió a centrar su visión en sí mismo y descubrió unas garras feas y peludas frente a él, sus propios brazos le dieron repelús. Agachó la cabeza para examinarse a fondo. Su pecho se había abierto, podía ver sus costillas y cómo decenas de tentáculos diminutos serpenteaban dentro. No había pulmones, ni corazón, solo pánico y tentáculos.
—¡No, no, no! ¡No puede ser! ¿Por qué ceros?
Tomó la peor decisión posible: dio marcha atrás y buscó su reflejo en el charco del que sacó sus nuevos ojos. Su cara le recibió con horror. Sus ojos ya no estaban y en sus cuencas vacías ahora vivían otros tantos tentáculos, que sujetaban con mucho cuidado unos ojos compuestos, diminutos: los de Lulú. El miedo se apoderó de él, su cuerpo temblaba furiosamente. El pánico por su nuevo cuerpo, la posibilidad de haber matado a su mejor amigo, la confusión, la ausencia de recuerdos… La recién nacida paranoia se clavó las garras en los brazos, encaró a la Luna Roja y gritó con todas sus fuerzas y todas sus bocas.
Poco sabía Baste que Lulú aun lo acompañaba, dentro, muy dentro de su cabeza.
- Zarket
Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
06/08/18, 12:29 am
Fiuxy's se encontraba en su habitación, mirando al techo con algo que podía ser indiferencia. Era en realidad una mezcla de agotamiento y trauma del tamaño de la Luna Roja, mezcla que arrastraba desde hacía meses. En ocasiones el frivy no estaba muy seguro de si solía estar despierto o soñando, pues en ambos lados el sufrimiento ante las imágenes de sus recuerdos era similar.
La Luna Roja lo cogió allí. Hacía algunos pocos días que todo temblaba y una sensación incluso más ominosa que de costumbre se instaló en sus tripas, pero Fiuxy's no sabía en realidad qué iba a pasar, ni cuándo. Las palabras del nublino que había muerto hacia tanto tiempo acudieron en su mente, y el niño no pudo sino desear haber prestado más atención, o al menos haberlo entendido mejor.
Los gritos no tardaron en resonar a su alrededor, lo que llevó a Fiuxy's a encogerse de puro terror. Él no sintió dolor alguno, nada sino un corazón que no dejaba de latir cada vez más rápido. La luz de la Luna Roja se colaba por la ventana, pero su orientación no era adecuada para verla.
Entonces vio algo por el rabillo del ojo. Levantó su mano, de la que manaba algo de humo negro. Apenas le llevó un momento comprender que él mismo estaba perdiendo su consistencia. Desapareciendo.
El chillido se escuchó en todo Sendar.
Empezando a llorar, fiuxy's intentó mantener aquella mano lejos de sí mismo, como si así pudiera evitar que aquello se extendiera. Sus deseos no se cumplieron, y en poco tiempo el humo manó de sus brazos, de sus piernas, de su tronco. Y, a pesar de que no era molesto, el niño solo quería llorar ante aquello, ignorando los cascabeles que sonaban detrás de su propia voz y la grandiosa luna que, ahora sí, veía.
A Fiuxy's, sin embargo, le daba igual el astro, la luz o la magia. El niño solo quería volver a cuando Ellie le hacía trencitas en el pelo, a cuando Erevelin no daba miedo y a cuando su cuerpo no se convertía en humo que se disiparía con el viento.
Sus deseos no se cumplieron. Su cuerpo se transformó en humo y empezó a aumentar su tamaño, con una consistencia que no era sólida y tampoco gaseosa. Mientras el terror y la desolación lo inundaban, Fiuxy's dejó de ser Fiuxy's.
Pronto sollozos roncos inundaron la habitación, mostrando los sentimientos de la nueva bestia del crepúsculo.
La Luna Roja lo cogió allí. Hacía algunos pocos días que todo temblaba y una sensación incluso más ominosa que de costumbre se instaló en sus tripas, pero Fiuxy's no sabía en realidad qué iba a pasar, ni cuándo. Las palabras del nublino que había muerto hacia tanto tiempo acudieron en su mente, y el niño no pudo sino desear haber prestado más atención, o al menos haberlo entendido mejor.
Los gritos no tardaron en resonar a su alrededor, lo que llevó a Fiuxy's a encogerse de puro terror. Él no sintió dolor alguno, nada sino un corazón que no dejaba de latir cada vez más rápido. La luz de la Luna Roja se colaba por la ventana, pero su orientación no era adecuada para verla.
Entonces vio algo por el rabillo del ojo. Levantó su mano, de la que manaba algo de humo negro. Apenas le llevó un momento comprender que él mismo estaba perdiendo su consistencia. Desapareciendo.
El chillido se escuchó en todo Sendar.
Empezando a llorar, fiuxy's intentó mantener aquella mano lejos de sí mismo, como si así pudiera evitar que aquello se extendiera. Sus deseos no se cumplieron, y en poco tiempo el humo manó de sus brazos, de sus piernas, de su tronco. Y, a pesar de que no era molesto, el niño solo quería llorar ante aquello, ignorando los cascabeles que sonaban detrás de su propia voz y la grandiosa luna que, ahora sí, veía.
A Fiuxy's, sin embargo, le daba igual el astro, la luz o la magia. El niño solo quería volver a cuando Ellie le hacía trencitas en el pelo, a cuando Erevelin no daba miedo y a cuando su cuerpo no se convertía en humo que se disiparía con el viento.
Sus deseos no se cumplieron. Su cuerpo se transformó en humo y empezó a aumentar su tamaño, con una consistencia que no era sólida y tampoco gaseosa. Mientras el terror y la desolación lo inundaban, Fiuxy's dejó de ser Fiuxy's.
Pronto sollozos roncos inundaron la habitación, mostrando los sentimientos de la nueva bestia del crepúsculo.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
06/08/18, 12:30 am
Y en mitad de aquel caos estaba Aldhias, prisionero sempiternamente de aquel sillón. En los últimos días apenas había comido. Sus compañeros parecían haberse apiadado de él en algún momento, porque de vez en cuando aparecía un plato con comida y un vaso con agua al pie del sillón. Ni siquiera sabía cuándo o quién lo había llevado hasta allí. Comía de forma automática y volvía a colocar el plato en el suelo sin mediar palabra con nadie. Las únicas veces que se levantaba del sillón era para visitar las letrinas; no se lavaba desde hacía días y llevaba casi cuarenta y ocho horas sin dormir. Su aspecto era parecido al de Ellie cuando la encerraron en las mazmorras: desaliñado, sucio, ojeras profundas. Se preguntó en varias ocasiones si se iba a convertir en la humana. Por suerte no quedaba Noah para volverlo a matar. Ese pensamiento lo alivió durante escasos segundos, hasta que volvió a sentir la mirada decepcionada de él.
La anunciada noche llegó, pero no sucedió nada de lo que pensaba. Oyó gritos provenientes de arriba. Reconoció a Fiuxy's, muerto de miedo. Reconoció la desesperación de Lulú. Vio a Granta a través de la puerta del patio, con ojeras aun más profundas a pesar de que cualquiera lo hubiese creído un hito imposible. Con ojos que miraban sin ver, porque Aldhias ya no sabía quién era. No parpadeaba, ni siquiera se inmutó ante el sufrimiento que llegaba a sus oídos. Él no sufría, no por ningún cambio de la Luna Roja. Pero lo entendió: él ya era un monstruo y no se le permitía el lujo de tener una excusa para serlo.
La visión se le emborronó mientras trataba de fijarla en Granta. Notó algo en el asreniano que llamó su atención por un breve instante, pero no tenía ni idea de por qué. Daba igual: su mente se precipitó hacia la inconsciencia y el daeliciano se escurrió en el sillón como el fardo inservible que era.
La anunciada noche llegó, pero no sucedió nada de lo que pensaba. Oyó gritos provenientes de arriba. Reconoció a Fiuxy's, muerto de miedo. Reconoció la desesperación de Lulú. Vio a Granta a través de la puerta del patio, con ojeras aun más profundas a pesar de que cualquiera lo hubiese creído un hito imposible. Con ojos que miraban sin ver, porque Aldhias ya no sabía quién era. No parpadeaba, ni siquiera se inmutó ante el sufrimiento que llegaba a sus oídos. Él no sufría, no por ningún cambio de la Luna Roja. Pero lo entendió: él ya era un monstruo y no se le permitía el lujo de tener una excusa para serlo.
La visión se le emborronó mientras trataba de fijarla en Granta. Notó algo en el asreniano que llamó su atención por un breve instante, pero no tenía ni idea de por qué. Daba igual: su mente se precipitó hacia la inconsciencia y el daeliciano se escurrió en el sillón como el fardo inservible que era.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
11/08/18, 04:17 pm
Granta, ligero como una pluma, levitó chocándose contra el marco de la puerta hasta el interior del torreón. Acababa de ver pasar a la carrera un ser monstruoso desde el patio. Podía reconocer parte del cuerpo de Baste en aquel horror, y se había marchado. Un segundo monstruo de niebla negra y verde se precipitaba por las escaleras siguiendo al primero y casi se choca con él.
—Yo voy a por Baste, vigila a los demás —le dijo al pasar. Apenas pudo reconocer la voz de Fiuxy’s. Puede que ya no le sorprendiese nada, porque del frivy le llamó más la atención el cambio de actitud.
Localizó el cuerpo de Aldhias donde siempre había estado. Por un momento pensó que había muerto, pero pudo ver su pecho moverse de arriba abajo. Se acercó con torpeza al daeliciano, esquivando muebles, y le observó dormir durante más tiempo del que debería, teniendo en cuenta la crisis que estaba teniendo lugar. No era un buen momento para quedarse pasmado, pero mucho menos para caer dormido.
—¡Despierta! —gruñó. No sirvió de nada. No podía perder más tiempo, ya que todavía no había encontrado a Lulú. Granta alargó una mano para zarandearlo, pero no pudo evitar distraerse al verla. Su aspecto también debía de ser monstruoso desde fuera.
Fue entonces, al estar en contacto con Aldhias, cuando comenzó a sentir algo extraño. Eran sentimientos ajenos mezclados con los suyos, y no supo de dónde venían hasta que el daeliciano cambió su expresión mientras soñaba. Parecía angustiado, asustado, fruncía el ceño y se revolvía. Eran exactamente las sensaciones que invadían a Granta. El asreniano no se alejó al darse cuenta, deseaba entender lo que estaba sucediendo. Pero todo rastro de sentimientos ajenos desapareció cuando Aldhias abrió los ojos de súbito, inhalando como si le faltase aire que respirar.
—Yo voy a por Baste, vigila a los demás —le dijo al pasar. Apenas pudo reconocer la voz de Fiuxy’s. Puede que ya no le sorprendiese nada, porque del frivy le llamó más la atención el cambio de actitud.
Localizó el cuerpo de Aldhias donde siempre había estado. Por un momento pensó que había muerto, pero pudo ver su pecho moverse de arriba abajo. Se acercó con torpeza al daeliciano, esquivando muebles, y le observó dormir durante más tiempo del que debería, teniendo en cuenta la crisis que estaba teniendo lugar. No era un buen momento para quedarse pasmado, pero mucho menos para caer dormido.
—¡Despierta! —gruñó. No sirvió de nada. No podía perder más tiempo, ya que todavía no había encontrado a Lulú. Granta alargó una mano para zarandearlo, pero no pudo evitar distraerse al verla. Su aspecto también debía de ser monstruoso desde fuera.
Fue entonces, al estar en contacto con Aldhias, cuando comenzó a sentir algo extraño. Eran sentimientos ajenos mezclados con los suyos, y no supo de dónde venían hasta que el daeliciano cambió su expresión mientras soñaba. Parecía angustiado, asustado, fruncía el ceño y se revolvía. Eran exactamente las sensaciones que invadían a Granta. El asreniano no se alejó al darse cuenta, deseaba entender lo que estaba sucediendo. Pero todo rastro de sentimientos ajenos desapareció cuando Aldhias abrió los ojos de súbito, inhalando como si le faltase aire que respirar.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
22/08/18, 05:09 pm
Aldhias no se había movido del sillón ni después de aquel súbito despertar. Granta solo le había preguntado un escueto “¿te encuentras bien”, sabedor, de algún modo, de que había estado teniendo pesadillas especialmente agobiantes. No le dijo nada acerca de lo que había sentido al tocarlo: el propio asreniano se había sentido muy extraño ante lo que parecía uno de aquellos poderes de los que hablaban los nublinos. ¿Para qué quería él poder saber si una persona dormida soñaba con florecitas o con una masacre? Aquello de levitar todo el rato… Bueno, tenía sus ventajas, pero no podía evitar decirse, con sarcasmo, que le estaba dificultando el poner los pies en la tierra. Y vaya si lo necesitaba, ante aquella situación. Fiuxy’s había vuelto al amanecer afirmando no haber podido encontrar a Baste y Lulú. Y no mucho después de eso, el frivy había revertido a su aspecto original ante sus ojos, volviéndose poco a poco más consistente de nuevo hasta formar por completo el cuerpo del niño que conocía. El asreniano no sabía quién era más extraño de los tres: si él que parecía una especie de fantasma azulado, si Fiuxy’s que no parecía tener claro si era un felino gigante de humo o no… o Aldhias, que no había cambiado en absoluto.
—Deberías ir pensando en levantarte de ahí: ya oíste anoche el mensaje. Bueno, o eso creo.
Granta tenía sus dudas sobre si el daeliciano se encontraba en aquel mundo o en el suyo propio.
Silencio durante largos segundos. Ya no esperaba respuesta alguna, pero milagrosamente Aldhias pareció reaccionar por fin y se levantó.
—Voy a… limpiarme un poco y recoger mis cosas —anunció mientras se dirigía hacia el piso de arriba. Aquellas eran las primeras palabras que pronunciaba en bastante tiempo.
Granta se quedó mirando como el daeliciano subía, suspirando sonoramente. Al menos había movido el culo, ya era algo.
—Pero Baste y Lulú todavía superno han vuelto… —dijo Fiuxy’s tímidamente.
—Ya, pues espero que lo hagan antes del mediodía, que no quiero meterme en un lío por culpa de esos dos —gruñó el asreniano.
En el fondo estaba tan preocupado como el frivy, pero no pensaba admitirlo en voz alta aunque no parase de lanzar miradas continuas a la puerta, abierta de par en par y con el puente bajado: poco le importaba si se acercaba alguna alimaña, al menos podría desquitarse con algo.
No obstante, no fue una alimaña lo que se acercó.
—Deberías ir pensando en levantarte de ahí: ya oíste anoche el mensaje. Bueno, o eso creo.
Granta tenía sus dudas sobre si el daeliciano se encontraba en aquel mundo o en el suyo propio.
Silencio durante largos segundos. Ya no esperaba respuesta alguna, pero milagrosamente Aldhias pareció reaccionar por fin y se levantó.
—Voy a… limpiarme un poco y recoger mis cosas —anunció mientras se dirigía hacia el piso de arriba. Aquellas eran las primeras palabras que pronunciaba en bastante tiempo.
Granta se quedó mirando como el daeliciano subía, suspirando sonoramente. Al menos había movido el culo, ya era algo.
—Pero Baste y Lulú todavía superno han vuelto… —dijo Fiuxy’s tímidamente.
—Ya, pues espero que lo hagan antes del mediodía, que no quiero meterme en un lío por culpa de esos dos —gruñó el asreniano.
En el fondo estaba tan preocupado como el frivy, pero no pensaba admitirlo en voz alta aunque no parase de lanzar miradas continuas a la puerta, abierta de par en par y con el puente bajado: poco le importaba si se acercaba alguna alimaña, al menos podría desquitarse con algo.
No obstante, no fue una alimaña lo que se acercó.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
22/08/18, 05:52 pm
Akeyo Kau caminaba a paso apresurado, adentrándose en aquel torreón que, esperaba, fuese la salvación que necesitaba. Llegó frente al asreniano y el frivy y les dedicó una mirada seria, preocupada.
—Siento el atrevimiento pero… Necesito que vengas conmigo —se giró hacia Granta y estiró un brazo para coger el suyo—. Por favor: será solo un momento.
—¿Pero qué…? ¡Eh, suétame!
La chica no parecía dispuesta a dejarle ir, pues por más que el asreniano forcejeaba ella contrarrestaba sus intentos mediante el uso de simples hechizos que había preparado de antemano.
—Volveremos enseguida —dijo Akeyo empezando a caminar hacia el exterior del torreón, arrastrando al levitante, y gruñón, asreniano con ella.
—¡Ch-chica! ¡Espera! ¿A dónde te llevas a Granta?
La vocecilla cautivadora del frivy le hizo girarse un instante, a pesar de que no había planeado detenerse en ningún momento.
—Te prometo que tu amigo volverá pronto: es muy importante que me acompañe ahora.
—¡Pero me cago en…!
Y así, Granta fue llevado por aquella desconocida a través de varias calles en dirección a uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
—Siento el atrevimiento pero… Necesito que vengas conmigo —se giró hacia Granta y estiró un brazo para coger el suyo—. Por favor: será solo un momento.
—¿Pero qué…? ¡Eh, suétame!
La chica no parecía dispuesta a dejarle ir, pues por más que el asreniano forcejeaba ella contrarrestaba sus intentos mediante el uso de simples hechizos que había preparado de antemano.
—Volveremos enseguida —dijo Akeyo empezando a caminar hacia el exterior del torreón, arrastrando al levitante, y gruñón, asreniano con ella.
—¡Ch-chica! ¡Espera! ¿A dónde te llevas a Granta?
La vocecilla cautivadora del frivy le hizo girarse un instante, a pesar de que no había planeado detenerse en ningún momento.
—Te prometo que tu amigo volverá pronto: es muy importante que me acompañe ahora.
—¡Pero me cago en…!
Y así, Granta fue llevado por aquella desconocida a través de varias calles en dirección a uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Torreón Sendar (Archivo III)
23/08/18, 07:03 pm
La vuelta a Sendar es mucho más tranquila que la ida. Baste aún siente cierto desasosiego, como si la Luna Roja lo hubiera tiznado a él, mientras que a otros los renueva por completo. Arrastra los brazos en un caminar lento, silencioso; pensativo. Sin girar la cabeza, sus orejas se mueven por espasmos y descifran cada pequeño ruido ambiental, mientras que los tentáculos que sostienen sus ojos miran a un lado y a otro. Se siente sucio por portar los restos de Lulú en sus cuencas oculares, al fin y al cabo son las sobras, y el dolor de cabeza parece querer matarlo. Gruñe de nuevo por sus dos bocas.
—No vuelvas a hacerme eso, rata peluda.
Lulú se ríe sobre su cabeza (que no dentro de ella). Su aspecto ahora es similar al de un roedor: ojos negros, diminutos; un par de orejas de tamaño desproporcionado en comparación con su cabeza, pelo por todo el cuerpo. Sus seis patas se unen por membranas de piel que le permitirán planear en el futuro y que de momento se pliegan incómodas contra su cuerpo. El repoblador no deja de removerse, buscando una posición que no existe con el fin de que los nuevos parches de piel dejen de molestarle. Por si no fuera suficiente, su cola ahora es más grande que él y tiene los pies más feos del universo. Pero él es feliz, como pocas veces.
—Lo sieeeeeento, no sabía que pasaría eso. Solo quería que muriéramos juntos.
—Halagador, aunque preferiría que me hubieras matado.
Baste aprieta los ojos y se lleva una mano a la cabeza.
—No te ofendas, pero creo que ya estás muerto.
La risotada de Lulú se contagia a Baste, que se carcajea a su vez por sus dos bocas y hace tiritar al repoblador.
—Por la Flora, creo que no me acostumbraré en la vida a eso.
—Lo mismo digo —Baste suspira. Luego añade—: ¿Y qué dices que viste?
—Pues creo que a tus padres, aunque eran mucho más feos que tu nuevo tú: se les caía el pelo y echaban fuego por la boca cada vez que hablaban. Parecían buscarte.
—Estaban cabreados, ¿verdad? —Lulú asiente a la pregunta—. No hay… No había día en el que no discutieran, o al menos eso es lo que mejor recuerdo de casa. —Hay añoranza en las palabras del ordés.
—Ojalá hubieras heredado de ellos su capacidad para insultar —se burla el repoblador—, era aterrador oírles. Las cosas que te decían no tenían nombre. O bueno, ya me entiendes.
—Tendrían que verme ahora —la paranoia se ríe con amargura.
—Vaya cuadro, Doce.
Lulú se agacha ligeramente y le acaricia la frente. No dice nada más, guarda silencio sobre la cabeza de su amigo y reflexiona acerca de la vuelta que ha dado su vida. Anoche creía que moriría y hoy se siente vivo, enérgico y poderoso. No quiere decírselo a Baste, pero lo mejor de su pequeña incursión fue la satisfacción de esquivar cada terror que salía a su paso hasta llegar al árbol. De sus ramas colgaban unos racimos de frutas esféricas, naranjas y jugosas que sabían a olvido: ese plato que Baste probó una vez en una carpa de la capital del feudo, el olor a tarta de frutas que preparaba la abuela del ordés e incluso el barro que se le metió en la boca tras una caída aparatosa, cuando apenas tenía tres años. Han pasado horas desde que fue expulsado bruscamente de la mente de Baste, pero Lulú aun siente el regusto sabroso en la boca. Un torrente de energía recorre su pequeño cuerpo, un escalofrío placentero.
Algo que comparten los dos es que se alegran de seguir vivos, o existiendo. Tal vez no borren jamás la sangre que salpica los cimientos de su amistad, son conscientes de eso, pero ahora ambos tienen otros sitios a los que mirar. Fuera y dentro. El torreón Sendar se alza cada vez más alto frente a ellos y ambos sonríen, las tres bocas a la vez. Tras girar por una esquina, un grito agudo resuena en sus oídos y los puebla de agradables tintineos.
—¡Baste, Lulú! ¡Estáis vivos!
Miran a todas partes. Todavía les quedan un par de tramos para acercarse lo suficiente a su refugio, pero ¿esa no es la voz de Fiuxy’s? Suena tan clara… Baste enseguida señala las almenas de Sendar. El frivy resplandece levemente en lo alto y algo en su nueva voz de cascabeles los anima a reencontrarse con él.
El repoblador le da un par de palmadas en la frente al ordés.
—¡Date prisa, Baste! —le anima—. ¡A ver qué ha sido de ellos!
Baste asiente con energía y acelera el paso. Paranoia y surcamentes atraviesan de nuevo las calles a la carrera, como en los viejos tiempos.
—No vuelvas a hacerme eso, rata peluda.
Lulú se ríe sobre su cabeza (que no dentro de ella). Su aspecto ahora es similar al de un roedor: ojos negros, diminutos; un par de orejas de tamaño desproporcionado en comparación con su cabeza, pelo por todo el cuerpo. Sus seis patas se unen por membranas de piel que le permitirán planear en el futuro y que de momento se pliegan incómodas contra su cuerpo. El repoblador no deja de removerse, buscando una posición que no existe con el fin de que los nuevos parches de piel dejen de molestarle. Por si no fuera suficiente, su cola ahora es más grande que él y tiene los pies más feos del universo. Pero él es feliz, como pocas veces.
—Lo sieeeeeento, no sabía que pasaría eso. Solo quería que muriéramos juntos.
—Halagador, aunque preferiría que me hubieras matado.
Baste aprieta los ojos y se lleva una mano a la cabeza.
—No te ofendas, pero creo que ya estás muerto.
La risotada de Lulú se contagia a Baste, que se carcajea a su vez por sus dos bocas y hace tiritar al repoblador.
—Por la Flora, creo que no me acostumbraré en la vida a eso.
—Lo mismo digo —Baste suspira. Luego añade—: ¿Y qué dices que viste?
—Pues creo que a tus padres, aunque eran mucho más feos que tu nuevo tú: se les caía el pelo y echaban fuego por la boca cada vez que hablaban. Parecían buscarte.
—Estaban cabreados, ¿verdad? —Lulú asiente a la pregunta—. No hay… No había día en el que no discutieran, o al menos eso es lo que mejor recuerdo de casa. —Hay añoranza en las palabras del ordés.
—Ojalá hubieras heredado de ellos su capacidad para insultar —se burla el repoblador—, era aterrador oírles. Las cosas que te decían no tenían nombre. O bueno, ya me entiendes.
—Tendrían que verme ahora —la paranoia se ríe con amargura.
—Vaya cuadro, Doce.
Lulú se agacha ligeramente y le acaricia la frente. No dice nada más, guarda silencio sobre la cabeza de su amigo y reflexiona acerca de la vuelta que ha dado su vida. Anoche creía que moriría y hoy se siente vivo, enérgico y poderoso. No quiere decírselo a Baste, pero lo mejor de su pequeña incursión fue la satisfacción de esquivar cada terror que salía a su paso hasta llegar al árbol. De sus ramas colgaban unos racimos de frutas esféricas, naranjas y jugosas que sabían a olvido: ese plato que Baste probó una vez en una carpa de la capital del feudo, el olor a tarta de frutas que preparaba la abuela del ordés e incluso el barro que se le metió en la boca tras una caída aparatosa, cuando apenas tenía tres años. Han pasado horas desde que fue expulsado bruscamente de la mente de Baste, pero Lulú aun siente el regusto sabroso en la boca. Un torrente de energía recorre su pequeño cuerpo, un escalofrío placentero.
Algo que comparten los dos es que se alegran de seguir vivos, o existiendo. Tal vez no borren jamás la sangre que salpica los cimientos de su amistad, son conscientes de eso, pero ahora ambos tienen otros sitios a los que mirar. Fuera y dentro. El torreón Sendar se alza cada vez más alto frente a ellos y ambos sonríen, las tres bocas a la vez. Tras girar por una esquina, un grito agudo resuena en sus oídos y los puebla de agradables tintineos.
—¡Baste, Lulú! ¡Estáis vivos!
Miran a todas partes. Todavía les quedan un par de tramos para acercarse lo suficiente a su refugio, pero ¿esa no es la voz de Fiuxy’s? Suena tan clara… Baste enseguida señala las almenas de Sendar. El frivy resplandece levemente en lo alto y algo en su nueva voz de cascabeles los anima a reencontrarse con él.
El repoblador le da un par de palmadas en la frente al ordés.
—¡Date prisa, Baste! —le anima—. ¡A ver qué ha sido de ellos!
Baste asiente con energía y acelera el paso. Paranoia y surcamentes atraviesan de nuevo las calles a la carrera, como en los viejos tiempos.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
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