Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Hyun subió, como Eitne, al llegar los demás. Escapando en parte de la conversación que le había dejado un tanto insatisfecho. Mientras subía, se intentaba convencer de que de algo habría servido. Aunque el malestar que le provocaba la preocupación por lo contrario no desapareciera.

De primeras se asustó al ver venir solo a parte del grupo. Le molestaba que se separaran tan tranquilamente, lo consideraba arriesgado. Pero no le dio tiempo a exteriorizarlo, pues los que habían llegado venían con chicos nuevos. <<Humanos>> el coreano se encontraba dividido frente a la situación. No se esperaba que descubrir a otros de su mundo le fuera a sentar mal. Siempre le habían incomodado los de las otras especies en el torreón, pero más humanos se le presentaban peores. Encima eran: un niño pequeño, que nunca le habían gustado, una chica occidental con pintas raritas, y un negro al que Hyun en su racismo, asumía un chulo y un ladrón. Le provocaban miedo, miedo a que, como otros humanos en la tierra, la tomaran con él. Miedo de que Rox se hiciera más amigo de ellos, de que se demostrara que Rox solo le hacía caso pues era el otro único humano, sin contar con Ain, que no se había preocupado en relacionarse fuera del entrenamiento con ninguno. Así que para saludarlos solo levantó un poquito la mano.

La llegada del resto no tardo en ocurrir y pilló a Hyun en el patio, al que se había ido saltandose la introducción que les estaban haciendo al torreón. Enfrascado en sus pensamientos, de los cuales no sacaba la conversación que acababa de tener con Eitne. Salio a la puerta e hizo poco más que seguir los movimientos del grupo en la tarea de hacer beber al niño chico el agua de la fuente.

La mona del queso no estaba por la labor de socializar y su primer deseo fue salir al patio y alejarse un poco de sus compañeros, pero al notar quien se le había adelantado en su deseo, cambio de opinión. Prefería evitar compartí espacio con Hyun lo máximo que pudiera, dentro de lo posible viviendo juntos como vivían. No estaba de humor para verle el careto de cerca mas de lo estrictamente necesario.

Por ello, resignada, fue a la cocina con el fin de distraerse en hacer su comida, llegando a ver el momento que Rena le dio el agua de la fuente al pequeñajo. Pam seguía sin conocer los nombres de sus nuevo compañeros, pero sabiendo que se terminaría enterando tarde o temprano no vio necesidad de ir preguntando, y lo mismo en cuanto a decir su nombre. Simplemente se entretuvo analizándolos de forma mas clara, los tres parecían realmente del mismo mundo que Rox, Ain y Hyun, pero incluso imaginando eso los rasgos no se parecian en nada al de sus compañeros que de algún modo compartían algunas similitudes, especialmente en los ojos.

Aquellos tres individuos despertaba cierta extrañeza en Pam, pues ninguno compartía rasgos faciales con Rox y los otros dos, especialmente el humano del piel marrón. En su vida había visto algo similar, pues todos los monos del queso eran blancos como la leche y los mas cercano que había visto de una piel marrón tan oscura, era el pelaje de algunos ordeses. Ninguno de los presentes, incluso siendo de otro mundos, tenía la piel tan oscura lo que despertaba cierta confusión para ella, ¿cuantos tipo de humanos diferente había en el mundo de Rox? << Es todo oscuro, menos la palma de las manos ¿se ha embarrado? No lo parece, se ve como suave, como si fuese su color de piel real, no sucio. ¿Una mutación, tal vez?>> pensó Pam, sin intención alguna de tocarle para averiguar si su piel era tan sedosa como parecía, a nadie le gustaba que le tocaran por la cara y no le parecía tampoco adecuado igual que a ella tampoco le gustaba que lo hiciera con ella. Así que simplemente lo  observo con sencilla curiosidad. << Tal vez es una particularidad suya, como la diferencia en el color de ojos >> pensó finalmente la mona del queso diciéndose que tal vez en otro momento preguntaría y se sacaría de dudas.

En aquel momento había otra cuestión que tenia su mayor interés y ya que su intento de estar sola en el patio se había visto truncado, intentaría socializar lo mínimo que su estado anímico le permitía, para averiguar algo que estaba carcomiendole la cabeza tras el comentario de Renade  rato antes. Así que, tras darle un ultimo mordisco a una de las ramitas que había cogido de las cestas, se acerco a los humanos mas mayores en cuanto estuvieron un poco mas solos.

- Hay algo que me gustaría preguntaros sobre el otro grupo con el que estabais -preguntó Pam intentando a traer la atención de cualquiera de ellos hacia ella, intentando no levantar mucho la voz, pues prefería no se aireara mas de lo necesario- ¿Había entre ellos una criatura bípeda con hocico, como de metro y medio, peluda y de ojos grandes y saltones? No se cuanto estuvisteis con ellos, pero si estaba tal vez menciono ser un ordes o una ordesa. Posiblemente tuviera un marsupio- añadió pues al fin de cuenta si había alguno allí, no podía saber si era macho o hembra- ¿O alguien como yo? ¿Pequeñito, calvo y de piel muy blanca? - añadió algo incomoda viendo la posibilidad de que, si como decía Rena pudieran traer traer mas gente de un mundo,y de ser así, hubiera no solo algún ordes por allí, sino también algún otro mono del queso.

Con cualquiera de las dos posibles opciones, la daba un vuelco el estomago, y no precisamente por alegría.

Tras una caminata llegaron al torreón. La verdad es que a Mike no le pareció tan mal el sitio cuando vio que la altura del torreón era de unas 15 yardas, un poco más bajo que su refugio de la décima con la 45, pero lo suficiente como para sentirse protegido. El foso tampoco le disgustó en absoluto.

Varios chicos saludaron, entre ellos uno de piel morada, otro de piel grisácea, una niña bastante pequeña, y Neil, al que Adru le encasquetó la tarea de enseñarles el torreón. El pobre se presentó como el aurva de Adru, y Mike supuso que sería una especie de mayordomo de la chica. "A ver si al final va a ser verdad que es capitana", pensó Mike.

Neil les hizo un pequeño tour por el torreón y luego los llevó afuera, hacia el patio, que tenía una extensión lo bastante grande para hacer actividades fuera, sin abandonar la seguridad del foso.

Los instintos de Mike de hacerse un refugio personal en una zona elevada le urgieron a acercarse a Neil para preguntarle, pero antes de que pudiera hacerlo, cabo Pelusa les preguntó si había en el otro grupo alguien peludo con hocico y ¿marsupio?, o alguien como ella.

-¿Marsupio? -preguntó Mike, ya que nunca había oído esa palabra - El grupo que nos encontramos en las mazmorras eran seis: Una chica llamada Ellie que debía ser humana como ella y yo, bastante grande, y que llevaba una espada casi tan grande como ella. Tres que se parecían bastante a nosotros, aunque con colores de piel o pelo extraños, y que no sabría decir si alguno era humano o no, que se llamaban Aldhias, Noah y Erevellin. Había un ser pequeño y protestón, con la piel que parecía estar hecha para camuflarse entre vegetación, llamado Lulú y... un tal Baste Doce, un ser peludo, con hocico, y una especie de... bolsa. - hizo un gesto con las manos por delante - ¿Es eso el marsupio?

La sinhadre subió enérgicamente las escaleras dejando atrás a Zobriel muy rápido, por lo que volvió sobre sus pasos varias veces sin perder la sonrisa antes de volver a adelantarle en un impulso. Una vez llegaron a la azotea Adru se asomó y comenzó a otear con expresión seria.
—¡Al parecer sí! —Le respondió al nublino cuando le preguntó si creía que había más gente en la ciudad—. Mike dijo que un grupo de personas les habían ido a buscar a las mazmorras. Dijo algo de un sueño… No me acuerdo muy bien —se rascó la cabeza, pensativa—. Los demás nublinos seguro que… están con ese otro grupo.
Había empezado a afirmarlo con convencimiento, pero la imagen del cadáver realizó una intromisión abrupta en su línea de pensamiento y titubeó ligeramente. Si Zobriel se había dado cuenta o no, no lo supo en ese instante porque su inquieta mirada captó a Rena, Pelusa y Milo a lo lejos.

—¡Hooola! —les saludó desde las escaleras antes de acercarse corriendo al gran grupo que se estaba reuniendo en la planta baja ante la vuelta de los que habían ido a la fuente—. Se llaman Mike y Hiss —explicó para los que no habían estado presentes durante las presentaciones, señalando a cada uno.
Le llamó la atención la pregunta de Pelusa y no preguntó qué era un marsupio porque el propio Mike también tenía la misma duda. No fue capaz de quedarse con ninguno de los nombres que mencionó el humano, pero sí extrajo de sus palabras que la posibilidad de que hubiese algún nublino entre los descritos, existía. Y al parecer también el ser peludo por el que había preguntado la mona del queso.
—¿Y eso, Pelusa? ¿Es que hay roedores con esas bolsas que son personas en tu mundo?
A la edeel la descripción le había recordado en primera instancia a una rata, a excepción del hecho de que eran bípedas.

Pam se mordisqueo el labio inferior a la espera de que Mike, que fue el primero que atendió a su pregunta, respondiera atrayendo con dicha respuesta a alguno mas de sus compañeros de forma inevitable. La mona del queso fue incapaz de explicar de inmediato que era un marsupio, su atención puesta completamente en la descripción que el recién llegado daba de los componente que había llegado a conocer del otro grupo.

A cada nueva descripción dada, y que en nada se parecía a la que ella había indicado, sentía que aquel nudo inexplicable en la boca del estomago parecía relajarse, de  forma demasiado adelantada al parecer pues Mike, como Adru lo había presentado, dejo el plato fuerte para el final consiguiendo que ese nudo que Pam ya sentía deshacerse, oprimirse de golpe. La descripción dada por Mike se asemejaba demasiado a la que ella misma había indicado << No...no....no tiene porque ser un ordes...puede ser otra criatura...de otro mundo...tiene que serlo, ellos no pueden tener derecho a todo esto, a ser especiales...¡no pueden! >> pensó Pam con cierto frenesí que sin ella querer se dejo ver en el temblor evidente de sus manos. Quería pensar que esa era la posibilidad mas obvia, pero la descripción y el nombre dado por Mike apenas dejaba dudas de la naturaleza ordesa de la criatura.

Miro a Mike y a Adru, escuchando sus dudas sobre el marsupio como una especie de ruidito lejano. Y es que a pesar de la rebeldía de Pam, de su desprecio hacia esos seres, hacía su esclavitud, no podía evitar tenerles miedo. Miedo a que ese Baste Doce fuese uno entre muchos mas posibles en la ciudad, que incluso en aquella ciudad volviera a ser de nuevo aquello de lo que huía....que, incluso de forma total incoherente y absurda, estuvieran buscándole para castigarla por su huida.

De nuevo, como un dolor fantasma, sintió las cicatrices de su espalda calentarse e instintivamente, agarro con fuerza el mango de su daga dentro del bolsillo de su delantal. <<Incluso si es así...¡no voy a volver...n-no pienso volver...yo...matare si es necesario...pero no pienso volver a ser un esclava! >> pensó Pam cerrando los ojos con fuerza y respirando hondo buscando calmarse, se sentía observada, sabía que esperaban su respuesta y no quería mostrar mas de lo que ya estaba mostrando, lo turbada que esa respuesta le había dejado.

-No...no son personas -logró articular con un tono suave, nervioso y despreciativo salido de lo mas profundo. Levanto la vista para mirar a aquellos que le observaban << Son bestias...bestias que nos usan y esclavizan como si fuéramos mascotas >> quiso decir con toda la impotencia que sentía, pero le avergonzaba las miradas y aun mas que todos supieran de aquella manera lo que ella era, mas aquello en los que no tenía aun confianza, por lo que lo dijo de otra forma- Ellos...los ordeses....son otra raza con capacidades iguales a la de cualquiera de ustedes, son aquellos que mandan en el lugar donde nací. Ellos...no se portan bien con los monos del queso -su voz titubeaba levemente, con nerviosismo obvio mientras aun se mordía el labio inferior insistentemente, casi a punto de hacerlo sangrar, pues no le era nada cómodo hablar de su relación con ellos ni de ellos en particular- El marsupio...es una bolsa que llevan a la altura del vientre, donde tienen las mamas las hembras para portar a sus crías. Ese último que mencionaste sería una ordesa - añadió dirigiéndose con lo ultimo a Mike para sacarlo de dudas, aunque no se sentía cómoda con aquella conversación que ella misma había iniciado.

El crio bebió, un problema menos. Al parecer Neil ya les había hecho un tour a los nuevos por el torreón lo que quitaba otra tarea de la lista. Comer debía ser lo siguiente. Rena se preguntó si no sería buena idea darles a los recién llegados un tiempo para aclimatarse antes de acosarlos con preguntas, pero la curiosidad era poderosa. Por suerte Pelusa les hizo una pregunta sencilla, algo relacionado con gente de su mundo, y Mike respondió dándoles descripciones de todos los integrantes del grupo que les había recogido. No había ningún irrense, aunque aun cabía la posibilidad de que se hubiese quedado cuidando del refugio. Estaba a punto de preguntar más detalles sobre las ''pieles y cabellos extraños'' cuando se percató del estado de Pelusa.

-Ey, Pelusilla, ¿te encuentras bien?

En lo que llevaban viviendo en la ciudad Rena había tenido bastantes oportunidades para comprobar que Pam podía ponerse mucho más blanca de lo que ya era, pero nunca la había visto así. Cuando oyó el comentario sobre los tales ordeses puso cara de pocos amigos.

-¿Qué quieres decir exactamente con que no os trataban bien?

Aquello no le estaba gustando ni un pelo.

Mientras esperaba, vio como entraba el grupo que se separo de ellos. El Cyber-pitbull se acerco y le di un vaso con agua "que atenta ¿como sabría que tendría sed" pensó mientras cogía el vaso.

-Gracias- dijo un poco intimidado por Rena. "Como diría hermanito no tengo que juzgar a la gente por su apariencia"

Mientras tanto la planta baja se llenaba de gente y comenzaban a hablar. Aunque se esforzaba por entender que decían ,no podía. Resignado comenzó a beber del vaso de agua, debido a la sed se lo bebió de un trago.

Nada mas dejar el vaso en la mesa, escucho al "Alien traigo la paz" (Pam), decir que trataban mal a unos monos.

-No hay que portarse mal con los monos, tienen sentimientos y son mucho mas listos de los que parecen, no se puede tratar mal solo porque se consideren animales.-sentencio enfadado.

Se paro unos segundos, mientras continuaban hablando.

-AAAAAAA!! os entiendooooo, antes no os entendía, debía ser por la sed, antes de beber no entendía nada... no, es por el agua que me has dado cyber-pitbull lo has echo tu, has puesto un hechizo al agua, eres una cyber-pitbull maga, si si, todo encaja. dijo convencido "y asi pudo saber también que tenia sed"

La mona del queso habría preferido que su comentario sobre el trato que los ordeses daba a su raza, quedara como tal, sin ahondar mucho mas en ello. El motivo de no decirlo con las palabras originales no era otro mas que sentirse expuesta, como si mostrase algo de si misma que no sentía la confianza de mostrar. Para Pam, la imagen que ella había decidido mostrar al resto era algo vital para su supervivencia, para su orgullo y autosuficiencia; no quería que sintieran lastima de ella, ni quería tampoco que el trato cambiase, ya fuera con acciones o miradas; ni que tal vez, tras conocer cosas de de su pasado, inconscientemente intentaran protegerla.

Su dolor, sus traumas había lidiado toda su vida ella sola con ellos, no se sentía cómoda  exponiéndolo con todas sus letras, no ahora, no en ese momento, no enfrente de tres desconocidos que aun no consideraba como fiables. El hecho de tratar con los demás con cierta cercanía, no la haba vuelto mas confiada, al contrario, siempre existiría en ella una cierta separación entre ella y el resto.

Aun así había sido en cierta forma su culpa de que Rena se interesara,  algo que también consideraba normal, debido a su impaciencia por saber si existían monos del queso u ordeses en la ciudad. Lanzo los dados y perdió, y esas eran las consecuencias.

Pensaba en su respuesta, en las palabras que usaría, cuando el pequeño niño nuevo empezó a hablar de una forma entendible por todos. Sus palabras dichas evidentemente sin captar que lo del mono del queso no era una raza cualquiera, pues para empezar a ella no era ningún animal << Eso lo seras tu en todo caso, niño, que eres quien se pone a correr en círculos cuando esta asustado, como si fuera un pájaro sin cabeza >> pendo Pam con cierta inquina, que a pesar de medio entender que no hablaba de su raza, no le agradaba ver unido “mono” con “animal” en una misma frase, le recordaba demasiado el trato de mascotas que su raza tenía. Pero quitando aquella breve interrupción, esta le permitió el tiempo suficiente para encontrar las palabras exactas que diría, expresando mas en colectivo de la raza que de forma personal. Era menos angustioso e impersonal.

-Quiero decir que no nos veían, ni nos ven, como iguales...somos inferiores para ellos...una pertenencia mas -murmuro Pam sin mirarla directamente bajando cada vez mas y mas su voz con cada palabra, la tensión había desaparecido en cierta medida, pero seguía resultando incomodo, sintiendo ese dolor fantasma en las cicatrices de su espalda recordandole cuan poco significaba sus vidas realmente para los ordeses- Y cuando consideras a alguien inferior a ti, no valoras su vida, sus opiniones o lo que quiere, solo pasa a ser alguien de cierta utilidad o simplemente algo bonito o peculiar que admirar – explicó alejándose despacio de ellos, incomoda dejando claro que no le era nada agradable hablar de aquello a pesar de que su voz era baja era bastante clara, decidida a pesar de todo- Eso es mi raza en mi mundo y los ordeses son aquellos que hacen que seamos solo eso. - finalizó con un obvio tinte de rencor.

Nadie habló durante el camino de vuelta al torreón, pues todos tenían cosas en las que pensar, y contra todo pronóstico fue un trayecto sin sobresaltos que el trío agradeció después de haber tenido una mañana bastante ajetreada. Milo se forzaba a mantener su atención puesta en el camino, pues recordar el cadáver hinchado de la varmana le turbaba demasiado, pero no podía evitar darle vueltas una y otra vez a lo que había ocurrido con los nuevos en la plaza de los colaespina. ¿Como era posible que hubieran dormido durante tanto tiempo sin morir de sed o de hambre? La respuesta más obvia era que era cosa de la magia, pero al norteño la idea de que alguien empleara tantos recursos en mantenerlos con vida le resultaba extraña después de lo que había experimentado en aquella ciudad. En cualquier caso no podían averiguar nada más por el momento, por lo que se dedicó a vigilar los alrededores, atento a peligros que no llegaron nunca.

En cuanto avistaron Letargo en la lejanía el pequeño grupo apretó el paso, ansiosos por alcanzar la seguridad del torreón, y en cuanto saludaron a los vigías de las almenas cruzaron el puente sin mirar atrás. En el interior de la torre sus compañeros habían empezado a poner al día a los recién llegados, pero el más pequeño seguía en la ignorancia, así que no dudo en pasarle el odre lleno a Rena cuando esta se lo pidió y observó en silencio como le daba de beber al pequeño humano. Mientras el niño asimilaba el nuevo idioma Pam le preguntó algo a los dos mayores, pero la respuesta que obtuvo no fue satisfactoria para ella. Milo torció el hocico cuando la mona del queso respondió a Rena, pero estaba claro que la incomodaba hablar del tema y no parecía correcto comentar nada al respecto.
—No te preocupes, Pam —intervino el hacker a pesar de todo—, todo eso ha quedado atrás. Ahora estamos en Rocavarancolia y aquí las cosas no funcionan del mismo modo que en nuestros mundos de origen: somos un equipo y nos apoyamos los unos a los otros. —aseguró con una media sonrisa de compañerismo.

La reacción de Guille al beberse el vaso del agua y darse cuenta de que comprendía a los demás fue exagerada, como era de esperar, pero fue el apelativo con el que se refirió a Rena lo que más llamó la atención del norteño.
—¿Cyber-pitbull? ¿Eso qué se supone que es? —le preguntó al niño con una sonrisa divertida, haciéndose con un bollo hiper calórico y propinándole un buen mordisco.

Guille se quedo pensativo al oír a Alien Traigo la Paz (Pam) en primera persona.

-Jajajajajajaja, tú no eres un mono, yo he visto muchos monos en el zoo y no eran como tú, tienen pelo y hacen ruidos "Uh-ah-ah",  tú eres un alien-traigo la paz, pero eres una persona... ¿por qué iban a ser inferiores unas personas a otras? No tiene sentido- dijo incrédulo de todo lo que decía.

"¿Esto se llama Rocavarancolia? ¿Pillará lejos de casa? ¿Mundos de origen?" pensó Guille mientras escuchaba a Milo, que le habló a él.
Miró al Mecha-husky con sorpresa.

-¿No sabes lo que es un Cyber-pitbull? Ella -dijo señalando a Rena- un robot perro-humano destinado a salvar el mundo de las fuerzas del mal, con sus armas del futuro y sus temidos movimientos de karateeee - mientras hacía gestos con las manos como si estuviera luchando contra un rival invisible y tarareaba la intro de Mazinger Z-. Y con su fiel compañero Mecha-Husky boy, nadie los podrá detener. "¡¡Trueno, trueno, trueno perros!!" -se sorprendió.  "Recuerdo que esto molaba mas, ¿por qué no me sale?". Y se quedó intentado encontrar las palabras que había perdido.

No quería perder más palabras. Perderlas significaba olvidar, y olvidar hace que desaparezcan las personas. "No quiero que desparezcan más personas".

-Pff, ¿maga yo? Ojalá- respondió Rena con una media sonrisa. No tuvo ni que preguntar qué demonios era un cyber-pitbull, Milo se le adelantó.

Era dificil cabrearse con aquel enano haciendo el payaso, pero la irrense lo hizo igualmente. La respuesta de Pam no le gustó, ni una pizca. ¿Quién cojones se creían que eran esos ordeloquesea para tratar a otra persona como inferior? ¿Habían hecho daño a Pelusa? ¿La habían maltratado? Rena no había visto un ordés en su vida, pero la raza al completo había pasado a formar parte de su lista negra. Aun así, su compañera no quería hablar de ello, y el mini humano había creado una atmósfera que era mejor no romper con malos rollos. Se agachó junto a la mona del queso y le susurró:

-Tú no te preocupes, si vemos a un bicho de esos acercándose al torreón haremos empanada con él.

Le dió una palmada cómplice en la espalda, algo más fuerte de lo que le habría gustado, y volvió a ponerse en pie, siguiéndole el juego al crío nuevo.

-Pues suena a que mola un huevo y medio. Vas a tener que explicarme mejor eso de que salvo el universo. ¿Qué armas del futuro dices que tengo? Y no sé vosotros pero yo me muero de hambre. Neil, ¿qué se come hoy?

La curiosidad de Rox seguía a flor de piel, pero sabía que lo mejor era llegar al torreón. Que hubiera más gente fuera le pedía a gritos ir a revisar de nuevo las mazmorras donde habían despertado, e incluso hacer un barrido a fondo a toda la ciudad por si encontraban algo.
De nuevo, todas sus preguntas hacia los nuevos iban a tener que seguir esperando. Las pequeñas introducciones, ofrecerles comida o la visita guiada tenían prioridad. Al menos ya había sacado en claro dos de tres nombres. Rena, Milo y Pam estaban de vuelta, con lo que la identidad del pequeño dejaría de ser un misterio pronto. Prestó atención a la conversación que estaba teniendo lugar entre Mike y Pam, sonriendo levemente ante las dudas que surgían de la palabra "marsupio". Mike no era australiano, eso fijo. Tuvo que morderse la lengua para no soltar un comentario del calibre de "oh, así que vuestros líderes son canguros", porque por el tono de la mona del queso no eran seres nada agradables. Quería encontrar a la gente que el chico había descrito, pero no estaba tan seguro de querer provocarle un disgusto a Pam trayendo a un ordense al torreón.
Iba a proponer cambiar de tema porque no le gustaba el rumbo de aquella conversación, pero ya estaba todo comenzado. El menor pasó entonces a hablar en su nuevo idioma, sacándole una pequeña carcajada al coreano con sus palabras, y acto seguido Milo y Rena se ocuparon del resto. Esperaba que con eso Pam dejará de darle vueltas: eran una piña, ninguna raza iba a imponerse sobre otra en el torreón.

—La madre del cordero. —parpadeó más deprisa e hizo una mueca de asombro, asimilando todo lo que el rubio acababa de soltar. No recordaba tener tanta imaginación de pequeño—. ¿No eran gatos en vez de perros? —sacudió la cabeza suavemente, no quería entrar en el juego—. ¿Qué te daban para desayunar, nano?

Con tal de dejar a los nuevos aclimatarse antes de asaltarlos a preguntas, Rox se mantuvo distraído ayudando en todo lo que hiciera falta. Imaginaba que querrían espacio antes de someterse a la curiosidad general. La cena parecía un buen momento, y tampoco es como si pudiera alargar más el no conocerles. Si iban a vivir juntos, lo suyo era saber un mínimo sobre ellos.
Ayudó a servir la comida y poner la mesa, uniéndose algo más tarde a la cena al haberse entretenido en la cocina.

—¡Buen provecho! —miró de reojo a los humanos, sentándose en su sitio habitual para proceder—. Bueno... ¿de dónde sois? De que parte de la Tierra, digo. —sonrió—. El planeta me lo conozco.

Volví a mi lista de gente. Aún faltaban unos pocos. De hecho, una de las personas que quedaban por apuntar se acababa de acercar, aunque llevaba un rato rondando. ¿Estaría observándonos de lejos, tratando de discernir nuestras verdaderas intenciones? No sé, es lo que yo haría. Esta en concreto me ponía nerviosa. Por un lado tiene unos rasgos algo exóticos (nunca he sabido distinguir muy bien entre etnias) y por el otro me confunde toda su apariencia. Ni siquiera tengo clara su edad. Entonces, habla mirándonos a los recién llegados.

—Bueno... ¿de dónde sois? De que parte de la Tierra, digo.El planeta me lo conozco.

Vaya, así que también es de la tierra. Me estaba planteando la posibilidad de que no fuera así, viendo la cantidad de aliens que hay por aquí. Me siento un poco más tranquila. Anoto mentalmente a Rox en el montón de la gente misteriosa de la que no sé nada.
En el momento en el que empieza a preguntarnos por nuestro origen, se hace el silencio. Sea por respeto, por curiosidad o porque se han agotado los temas de conversación, se hace el silencio. Sé que no va a durar más que unos momentos, y rodeada de caos y gente nueva como estoy, siento que llevo mucho tiempo sin hablar con nadie.

Siento el impulso de levantar la mano, lo cual me da unos dos segundos más de margen y me convierte en el centro de unas pocas miradas. Oh, no, lo he hecho y ahora tengo que hablar, ¿verdad?

—Bueno, lo cierto es... —empiezo. Muy bajo, completamente inaudible.
Pruebo de nuevo. Además, estaba mirando para la izquierda. Solo los mentirosos miran a la izquierda. Clavo la mirada en el techo.

—En el condado de Wicklow, en Irlanda, hay un pueblo llamado Greystones. El pueblo tiene bosque por dos lados. En medio de uno de los bosques, no muy lejos de las montañas Wicklow, hay un convento que sirve de orfanato. Es allí de donde vengo. Por todo Wicklow, en general, hay muchos bosques, muchos llanos verdes y muchos horribles conventos grisáceos, viejos castillos o muros de piedra con siglos de antigüedad. Y mucha humedad, aunque estemos a más de diez kilómetros del mar...
Recupero el aire. Curiosamente me apetecía hablar de ello. Este parece un buen momento para contar el resto. Apenas llevamos tiempo aquí pero todo eso ya parecen recuerdos lejanos. Comento algunos detalles peculiares del pueblo y su historia antes de seguir con algunas de mis vivencias:

—En mi opinión era un lugar deprimente. No había nada interesante que hacer. Nuestro país es bastante pacífico, al menos la parte que yo he podido ver. En cualquier caso, no me faltaba mucho para poder marcharme de allí, que no es que tuviera pocas ganas. [...] Una vez logré escaparme, pero me acabaron pilando y me devolvieron al orfanato. No me llevaba bien con la gente— Qué demonios, el problema no era mío—. Bueno, no. A decir verdad eran todos una panda de imbéciles insoportables. Lo único que podía hacer para ignorarlos era leer todo el rato, pero ya me había leído todos varias veces, así que solía escribir mis propias historias para no aburrirme en medio de aquel paisaje verde desvaído y los cielos nublados. Estaba deseando que llegase mi decimoctavo cumpleaños de una vez para enseñarles el dedo corazón a todos cuando apareció un tipo muy extraño, con su magia y sus cuentos, la clase de cuentos que quería escuchar.

Sí, creo que eso es todo; total, estoy exhausta. Busco una línea guay para acabar. Mi cabeza no está por la labor, así que murmuro rápidamente “y aquí estoy” y miro intensamente (o más bien con los ojos muy abiertos y una forzada mueca seria) a Mike. Eh, tú, desvía la atención de mí ya, ¿quieres? La última vez que hablé tanto seguido fue en clase, exponiendo un trabajo de historia. Quién fuera telépata ahora mismo.
Por si acaso, señalo al chico.

—En cuanto a Mike... Dijiste que eras americano, ¿no?

Al principio se quedó confusa con la afirmación de la mona del queso acerca de que no eran personas, contradictoria con lo que dijo a continuación. Pero ello basto para que lo olvidase, más interesada en la descripción de lo que era un marsupio… y en el hecho de que al parecer aquellos ordeses no trataban bien a Pelusa ni a los demás de su especie. Adru no comprendía por qué la gente creía que había personas más importantes que otras, pero no podía decir que le fuese un concepto desconocido en absoluto. Sabía que había edeels que trataban muy mal a sus aurvas y eso le enfadaba mucho cuando pensaba en ello, al igual que el hecho de que considerasen “impuros” a los aurvas sobrantes. Por eso apretó los puños y compuso una expresión ceñuda antes de añadir a lo que ya habían dicho Rena y Milo:
—Eso, eso, si aparece algún ordense se van a enterar de lo que es bueno.

El pequeño por fin podía hablar su mismo idioma y Adru observó con curiosidad sus movimientos que tenían tan poco sentido para ella como su cháchara, pero parecía divertido. Pronto el asunto de los ordeses quedó relegado a un segundo plano y la cena pasó a ocupar buena parte de su mente, aunque por supuesto seguía teniendo curiosidad por los nuevos. Por suerte para ella Rox supo hacer la pregunta adecuada porque Hiss, que hasta ese momento apenas había hablado, les contó muchas cosas del sitio dónde vivía. No entendía por qué la humana querría enseñar a alguien su dedo corazón, pero sí volvió a indignarse con el hecho de que había otra persona allí a la que no trataban bien en su casa.
—Pues aquí nadie va a tratar mal a nadie, está prohibido. Lo dice la Capitana —afirmó con convencimiento tras la historia de Hiss.
Parecía que a continuación era el turno de Mike de hablarles sobre su casa, aunque había un dato que la sinhadre todavía quería conocer.
>>¿Y tú cómo te llamas? —le dijo al niño pequeño.

Para Nime aquel estaba siendo un día extraño. Ahora que, con la llegada de los nuevos, su hechizo había sido olvidado, su ánimo continuó chafado. Tenía que lidiar con los celos por haber perdido protagonismo y, por si fuera poco, había llegado otro canijo más al grupo.

La libense siguió a un paso por detrás a la pequeña comitiva que mostró el torreón a los nuevos, haciendo alguna que otra apuntación de vez en cuando. No podía evitar mirar de reojo a los nuevos, con cierta desconfianza. Los mayores, al menos, no eran muy habladores. «¿Y si fueran monstruos disfrazados?» fantaseó en alguna ocasión. No lo parecían. Pero si lo fueran ya los habían dejado entrar.

Cualquier tontería que hubiera podido pensar se le olvidó cuando escuchó la conversación que empezó Pelusa. No abrió la boca en ningún momento, pero no perdió palabra. Ajena a las injusticias de su propio mundo, lo que contaba la mona sonaba horrible. Se prometió a sí misma no burlarse de Pelusa de ahí en adelante, aunque fuese una promesa que probablemente nunca llegaría a cumplir.

Según fue cayendo la noche Nime se sentía más confiada entre los nuevos. No se había comunicado con ellos más allá de saludarlos y alguna frase suelta, pero ya no tenía intención de pensar dos veces antes de abrir la boca delante de ellos. Por eso, cuando ya estaban sentados a la mesa, y escuchó la historia de la chica que le había parecido libense, le dedicó una mirada entre extrañada y divertida.
—Hablas como una cuentacuentos. Parecía el principio de un cuento —comentó con una risilla. Lo que más le había sorprendido es que se esperaba una explicación más escueta por su parte.

Mientras se metía un bocado de comida en la boca miró fijamente al chico de la piel oscura y, después, al niño. Tenía curiosidad por lo que pudiesen contar ambos, pero sobre todo quería escuchar hablar segundo. ¿Podrían llevarse bien? Un compañero de juegos extra nunca sobraba, pero hasta el momento le había parecido un niño un poco rarito. Aunque ya se había acostumbrado a unos cuantos de esos, estando lejos de su mundo.

Nime le había quitado las palabras de la boca. Rox permaneció ensimismado con la forma de narrar y describir de Hiss, sintiendo que aquello era efectivamente, un cuento. El paisaje de Australia y Corea del Sur parecían tan diferentes al de Europa que deseaba haber podido verlo con sus propios ojos. No se esperaba que la más callada de los nuevos tuviese tal don para hablar, aunque no le sorprendió tanto que dijera que escribía para entretenerse.

—Sí, sí que lo parece. Tienes madera de escritora. -apuntó tras la libense y sonrió con suavidad, observando con curiosidad a la humana—. Pensé que todas esas historias sobre orfanatos solo pasaban en las películas, pero ya veo que no... —chocó los nudillls contra la mesa dos veces, sin una fuerza muy exagerada—. ¡Toco madera! La capi tiene razón, aquí nadie se va a meter con nadie. Podéis estar tranquilos... al menos en el torreón, vaya.

Rió y su mirada divagó posteriormente entre Mike y el pequeño cuyo nombre aún desconocían. Por su aspecto, americano era de las primeras nacionalidades que había barajado para él. Por otro lado para el rubio aún no tenía la más remota idea. Un pequeño pellizco de nostalgia le recorrió el cuerpo por segunda vez durante la cena, perdiéndose instantáneamente en sus propios pensamientos. Echaba de menos la Tierra, eso era obvio. Quería conocer el mundo de todos sus compañeros, pero lo que más le carcomía era seguramente el no haber tenido tiempo de recorrer el suyo propio.

— Si llego a saber que nos iban a secuestrar unos meses antes, me hubiera pateado medio planeta, en serio. Si salimos de aquí es lo primero que pienso hacer.