Torreón Letargo (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

La chica a la cual le había dado el martillo utilizó éste para arrancar, de uno de los edificios en ruinas, una puerta un tanto podrida y así utilizarla de escudo <<no era el uso que esperaba que le diera>>. Una vez tuvo la puerta le devolvió el martillo.

  Milo inició la carga contra las bestias avanzando seguros y a un paso ligero. Una de las ratas tiró una primera espina causando el sobresalto de Hyung. Si podían disparar nada les paraba de acribillarles a todos ellos. Claramente les superaban las ratas en número. Hyung se asombró, sus compañeros seguían avanzando, no se esperaba semejante envalentonamiento. Los que se habían quedado detrás empezaron a lanzar huesos y piedras que cogían del suelo << ¿¡Pero que hacen!? ¿¡Quieren que nos disparen a nosotros!?>>. Hyung se aparto del grupo alarmado esperando una lluvia de espinas hacia ellos. La mirada hacia él de una de las ratas al apartarse un poco le provoco un sobresalto. Sin embargo poco le importó a la bestia  Hyung pues se giró de nuevo hacia los que se dirigían a las cestas. La estrategia de distracción había hecho poco pues todos ellos seguían sin haber recibido un disparó y las ratas se centraban en Milo, Rox y Rena. Finalmente llegaron y empezaron a agarrar las cestas, Rox perdió una debido a una espina que quedó cerca de darle en la mano. Consiguieron cinco y tiraron el resto distrayendo a unas cuantas ratas.

  Tocaba huir, Los niños empezaron a correr Hyung aceleró << ¡no puedo quedarme atrás!>>. Hyung fue todo lo rápido que pudo dejando atrás a los demás. Frenó una vez una vez oyó el grito eufórico de Rox; estaban a salvo. La celebración de la victoria de Rox le provoco una risa tímida y bajita a Hyung. Era contagiosa su felicidad y por muy poco que hubiera hecho Hyung él también consideraba eso su victoria. El grupo se tomo un rato para recuperar el aliento y decidirse en que iban a hacer ahora. La atención de varios se dirigió a una especie de torre no muy lejos de allí. Finalmente se decidieron por avanzar hacía ésta para verla mejor.

  Llegaron a la torre fácilmente. Menos mal no tuvieron problemas al continuar su camino hacia ésta. Hyung se paró ante ella y echó un vistazo largo. Aquel edificio de gran tamaño debía de tener un total de al menos tres plantas de bastante altura. Se encontraba rodeado de una franja de tierra y cubierto de enredaderas escondiendo lo que parecía la puerta, identificada como tal debido a que ésta daba a un puente levadizo que conectaba el torreón con la calle.

-Eso debe de ser la puerta. Aunque no estoy muy seguro.- dijo en un tono bajo. - Si queréis entrar ir vosotros primeros, pero tener en cuenta que allí podría haber cualquier cosa.

Al ver al niño intentando coger agua dio un paso lento y vago, por si Zob se le adelantaba y así se libraba de ello. El nublino no le decepcionó y así hizo. Cuando retomaron las tareas el enano hizo una tanda muy rápida de preguntas, que pillaron al coreano desprevenido. No le dio tiempo a salir de su sorpresa y responder pues el Nublino cogió la delantera.

 Fue casi un monologo, demasiados términos nuevos para Hyung que no recordaría en pocos minutos. El coreano no dijo nada respecto al aburrimiento y se limito a responder a las preguntas del niño pequeño.

 - Mi color favorito es el rosa...- miro al niño pequeño a los ojos y añadió.-...como el de tus ojos, son preciosos.- había sonado por su timidez más a frase de ligoteo que a alago. Prefirió no pensar en ello mientras seguía hablando. Las frases siguientes fueron mucho más rápidas por llegar antes al final.- No me gusta ningún sabor en especial, si acaso el dulce en helados. En mi mundo hay animales pero a mi no me gustan. Y no hay magia en mi mundo, solo gente que quiere hacerte creer que sí.- en pocos segundos le había soltado toda la perorata y por fin llegaba a lo que le interesaba saber.

 - Cuando hablas de Dioses te refieres a los que nos sacaron de nuestros mundos, ¿no?, porque entonces es evidente que existe magia aquí, pues esos seres son... de aquí. Pero sinceramente preferiría no acercarme a nada relacionado con la magia pues no sabemos cómo funciona, bueno al menos yo.- añadió finalmente mirando de nuevo al niño.- ¿Como funciona lo de la magia en tu mundo?

Eitne sonrió al ver que sus preguntas no solo cuajaron bien, sino que trajeron respuestas interesantes para él. El daeliciano memorizaba los datos con avidez y formaba para sí mismo ideas de los mundos de sus compañeros que nada tendrían que ver con la realidad, probablemente. Eitne no solo descubrió que le gustaba imaginarse aquellos lugares lejanos, sino que esto le estaba sirviendo como ejercicio de relajación.

En reacción al piropo de Hyung, Eitne se ruborizó. Le encantaba que le recordaran lo bonito que era. Sin embargo, no habló hasta que le llegó la pregunta del coreano. <<¿Cómo funciona la magia?>>. Le parecía una cuestión un poco rara para plantearse y la respuesta inicial del daeliciano habría sido sin duda "de la única forma posible", pero en aquella ocasión le dio por pensar si no existirían más magias aparte de la suya.

—P-p-pues... Mi abuela puede levitar y hacer figuras con piedras, hacerse intocable, curar heridas, cuidar las plantas... —Eitne no tenía mucha idea de si estaba respondiendo a lo que Hyung quería, pero era todo lo que sabía decirle—. T-t-t-también hace sopas mágicas y luces de colores y... no sé, m-más cosas —el niño se encogió de hombros como dándoles a indicar que no sabía cómo seguir con su lista.

Joder, había funcionado. Mientras se alejaba de mí, mi cara dio paso a la incredulidad mientras seguía a una de las crías. Tras el momento de los chillidos la sombra por fin desapareció y noté como un peso en mis hombros desaparecía a pesar de que el grito de las ratas no había sido nada agradable. Por un instante mis músculos fallaron y me tuve que sentar en el suelo. Al hacerlo unos cuantos huesecillos crujieron y alguno se me clavó molestamente pero apenas le di importancia.

Miré las cestas <Más vale que esta comida sepa a gloria> El escudo se había podrido un poco por donde había atravesado al encapuchado ya de poco me iba a servir, al llegar al torreón lo cambiaría. Levanté la cabeza al oír a Rena, tenía razón había que irse de allí. Conseguí levantarme con cierto esfuerzo recogí las cosas para seguir a la irriense <Antes de nada...> me di la vuelta y fui hasta donde había soltado la lanza, me iba a costar cargar con todo. Pero era la última vez que soltaba mi arma de esa manera.

El camino de vuelta transcurrió con una extraña calma. Después de lo vivido no pretendía relajarme mientras andaba por la ciudad pero aun así si algo los volvía a atacar la cosa sería distinta aunque no sabía si para mejor o para peor. No pensé en nada salvo en tirarme a descansar, ya le daría vueltas a todo cuando llegase al torreón el cual ya lograba ver.

La respuesta no le gustaba; no le decía nada <<Se responde a las preguntas que te hacen, no se pasa>> pensaba con mal humor. La curiosidad le picaba dentro y le ponía nervioso. Por eso siempre prefería no hablar con nadie. En cuanto lo hacía esperaba respuestas más claras, y acababa rebotandose con alguien por unas razones u otras.

-¿Entonces?- preguntó impaciente - ¿Es lo que yo he dicho? ¿Son los que nos trajeron aquí Dioses para tí?.- dijo ahora con un tono más serio y mirando directamente a Zobriel.

Funcionó, gracias a la suerte. Ahora no debía seguir tentando esta ni un minuto mas, menos cuando vieron como esa capucha acabo con cada pobre rata espina bebé. Demasiado amable había sido con ellos hasta el momento. No dijo nada en contra a las palabras de Rena tras tomar las cestas que habían dejado atrás, estaba totalmente de acuerdo con ella. Ya tenían las cestas no era necesario arriesgarse mas. Apenas dijo lo de largarse de allí, Pam puso sus piernecitas en movimiento guardando su pequeña espada en el cinto del delantal, con sus pies descalzos y llenos de mugre moviéndose sobre el suelo de piedra. El pensamiento trivial de fabricarse unos zapatos, e innecesario pues estaba acostumbrada a ir descalza, cruzo su mente por un momento y se anclo a esa trivialidad sin sentido para huir un del miedo que había pasado.

La visión de las enredaderas del torreón le alegraron el día, pues nunca creyó que la cercanía de un lugar tan feo, poco practico y estúpidamente gigantesco, le produciría semejante alivio. Un vistazo alrededor basto para notar que Rox y Milo no habían vuelto y si lo habían hecho ya había entrado al torreón. <<Si fueron listos hicieron lo mismo que nosotros para librarse de las capuchas rojas. Si la suerte no los abandono antes, claro>> pensó Pam que aunque el que se hubiesen sacrificado de algún modo por ayudales no le dolía, aun así se sentía un poco agradecida por ambos por el acto, valeroso aunque algo estúpido también siendo objetiva, y no le deseaba especial mal a ninguno. Perder a dos gigantes útiles era un desperdicio, mas si eran gigantes útiles que no le caía mal en inicio.

-Los de adentro, abridnos la puerta -pidió Pam ansiosa, tan solo deseando estar tras la seguridad de los muros lo antes posible. Había hecho todo el camino de vuelta tranquilos, sin mas interrupciones, pero aun se sentía desconfiada. Eso y que necesitaba poner en orden y sobre la mesa todo lo ocurrido, junto con los demás, a ver que sacaban de todo eso. No quería volver a pasar por todo el asunto de esas capuchas rojas cada vez que fueran a por las cestas, que por mas que hubiesen descubierto como librarse de estas no le era tranquilizador.

-Vale - dijo como única respuesta a toda la explicación del nublino, con expresión bastante seria.

Los gritos de la mona del queso cortaron la conversación. Sintio como se le encogía el estomago, los nervios emergían de nuevo.

-Te ayudo - dijo entre dientes, andando vagamente tras el nublino. Le sudaban las manos mientras llevaba a cabo la tarea de abrirles, sus miedos no cooperaban .

A Nime todavía le costaba asimilar todo lo que había visto esa mañana, y de hecho no había vuelto a abrir la boca. Mientras regresaban al torreón no tuvo tiempo suficiente para empezar a tranquilizarse. ¿Cómo iba a hacerlo, si aún no sabían nada de Milo y Rox?

La tranquilidad con la que se había tomado la aparición de los capuchas rojas había desaparecido tan pronto como había descubierto que entrañaban peligro real. Un peligro que no acababa de entender, pero que tras ver lo que había pasado con los rataespines era evidente.

Estaba aterrada, aunque no dijese nada, más por los compañeros que habían dejado atrás que por miedo a que volviesen a perseguir al grupo aquellos seres extraños. Aunque también estaba el recuerdo del suceso de los rataespines, revolviéndole el estómago. Habían conseguido traer algo de comida, sí, pero tenía cualquier cosa menos hambre.

El puente chirriaba mientras se bajaba, pero aunque por fin podrían ponerse a salvo no era muy tranquilizador. Por lo que había visto, aquellos capuchas rojas probablemente podrían entrar en el torreón si quisieran.

Lo primero que hizo al atravesar el umbral fue verificar si se había dado el improbable caso de que los extraviados hubiesen llegado antes que ellos al torreón. No se les veía por ningún lado y, después de todo, habían salido corriendo en dirección opuesta, así que lo tomó como una confirmación. En cuanto abrió la boca delató su estado de ánimo; no sonó seria ni compuesta, solo asustada.
—No subáis el puente, tenemos que esperar a Rox y Milo.
Estaba dispuesta a esperar lo que hiciese falta. De hecho volvió al puente y se quedó mirando fijamente la calle por la que acababan de pasar, deseando verlos aparecer de un momento a otro.

Los gritos de Pam robaron toda la tranquilidad que había ido acumulando Eitne hasta ese momento. Mientras sus compañeros respondían organizándose para abrir la puerta, el daeliciano se quedó clavado en el sitio y caminó lentamente hacia la puerta, con el cepillo delante de él todo el tiempo. Sus ojos volaron de un compañero a otro cual mariposas, estudiando sus rostros en busca de cualquier síntoma que indicara que había pasado algo malo. No necesito encontrar uno: al mismo tiempo que Nime les pedía dejar el puente abierto, Eitne fue consciente de quienes faltaban. Un escalofrío recorrió al pequeño morado de arriba abajo y el miedo se instauró en su cara.

—¿E-Están bien? —se forzó a preguntar—. ¿Ha p-p-pasado algo?

Probablemente era pronto para preocuparse de dos desconocidos, pero Eitne derrochaba empatía en aquel aspecto. Rox, Milo... Practicamente todos le habían caido más o menos en gracia, a pesar de sus colores (o su ausencia de color) y la rudeza de algunos. Por si fuera poco, las personas de las que se había rodeado le hacían sentir seguro y le asustaba que su fuente de seguridad mostrara brechas.

¿Qué sería de él si los compañeros más fuertes no sobrevivían ahí fuera?

Por suerte no pusieron pegas en abrir el puente y Pam se vio pronto dentro de los aparentemente seguros muros del torreón. Sabia que si esas cosas querían podrían atravesar el muro de piedra con la misma facilidad que había atravesado el suelo, pero soñar era un lujo que pensaba permitirse por esos momentos o no lograría tranquilizarse.

Pam fue hacia el sofá hundiendo su cuerpo en este, subiendo sus piernas y abrazándose a ellas, notando con apenas un vistazo la ausencia de Milo y Rox. ¿Se había librado de esas cosa? Esperaba que si, su vida en esos momentos no peligraba, por lo que no le deseaba mal a ellos dos. Vio a Nime junto a la puerta esperando a la llegada de ambos  y la voz de Eitne capto su atención mirando atentamente al niño morado.

No sabia como explicar lo sucedido cuando ni sabían lo que eran esas criaturas que les atacaron.

-Una especie de personas que flotaban, totalmente cubiertas en una capucha roja, aparecieron cuando íbamos a coger las cestas y empezaron a perseguirnos. -explico Pam lo mejor que pudo, dejando a un lado los sentimentalismos y siendo objetiva y directa. No sabia si volverían a encontrarse con esos seres así que era mejor mantenerlos informados- Rox y Milo se alejaron buscando quitárnosla de encima. Una los persiguió, las otras dos se pegaron a Ain y a mi -añadió abrazándose mas fuerte aun al recordarlo- No nos hicieron nada, a pesar de que pudieron, pero no nos dejaban en paz. Cuando logramos sacárnoslas de encima vinimos rápido - explico mirando a sus acompañantes dejandoles a ellos explicar los detalles porque ella aun tenia muchas dudas en su cabeza y se sentía bastante cansada. Quería saber lo que eran y que había pasado exactamente allí afuera pero quería conocer también que pensaba el resto sobre aquellos seres. Y para los detalles veía mejor esperar a que los perdidos regresaban por si tenían información nueva.

-Rox y Milo se alejaron bastante, por eso deben estar tardando -aseguró Pam, pues si ella, que apenas le llegaba la cintura, había sabido librarse de esos seres, ellos siendo dos debían haberlo averiguado también. Con suerte antes de acabar resecos.

Lo que contaban no tenía mucho sentido pero empujaba a Hyung a imaginarse lo peor. El miedo y la preocupación inundaron al coreano, al que ahora le temblaban las manos. Se metio una en el bolsillo y con la otra sacó su martillo. Respiró hondo ¿Y si no volvían? Dos menos para ir a por la comida, incluso si volvían temía que no quisieran volver y presionaran a los que no habían ido en ir, no se veía capaz . Volvio a dar un suspiro, según Pam no le hicieron nada a ella ni a Ain, porq les habría tenido que pasar algo a los otros, pero...

- ¿Porqué no los buscasteis? ¡Tendríais que haber venido todos juntos a la vez! ¡Dejar bajado el puente es peligroso! - Hyung dandose cuenta de su tono, tan alto y nervioso, rodeado de niños y, ahora, preocupado por la opinión que podrían tener de el, relajó su voz en la siguiente frase - A ver, donde creéis que pueden estar los demás - miró a la niña pequeña que parecía más humana, pues lo prefería, y terminó. - ¿Estaís bien? Si queréis ir llendo a dormir, alguien debería salir a buscar a Rox y a Milo -  dijo esperando que otro se ofreciera, pero sabiendo que aún así  debería salir él, solo para arreglar su anterior comportamiento.

Pam miro fijamente a Hyung segura de que este cuando nació se cayo de la cuna, o de la bolsa; o donde quiera lo llevara su madre, solo así podría ser tan retardado. Contuvo las ganas de pegarle.

-¿Buscar donde? ¿Corretear todas las calles sin saber si habría mas de esos seres, o incluso algo peor, y sin tener ni idea por donde fueron? Eso si es muy inteligente.- dijo Pam sin contener el sarcasmo y el mal humor, no teniendo necesidad de alzar la voz para mostrar cual hastiada estaba de su actitud. El no había estado allí fuera, no sabia el miedo que habían pasado al ver lo que esos seres hacían, como Rox y Milo se habían sacrificado sin saber si tendría éxito, buscando apartarlos de ellos- Si hubieras visto lo que pueden hacer con un mínimo roce no habrías pensado nada mas que en correr. -aseguró la niña mirándolo con un tono tan insidioso contenía todo el miedo que había pasado allí afuera

-La próxima vez sal tu y demuestra como es hacer un acto heroico sin sentido -añadió Pam aovillándose mas en el sofa y lanzándole un mirada asqueada al humano por su actitud. No solo era un cobarde, sino que no tenia ningún derecho a culparlos por sus acciones cuando el no había estado presente y si, tal vez el dejarlos atrás no fue algo bueno, pero buscarlos sin saber donde estaba tampoco lo era. <<No voy a sentirme culpable, de toda las opciones venir hacía aquí era la mejor. La suerte es una buena aliada pero no siempre va a estar de tu parte>> sentencio Pam sin dudar de la decisión que habían tomado.

<<Si quieres morir, sal, porque a no ser que tu, o quien sea que quiera salir, sea un rastreador, no hay forma de que los encuentres entre tantas calles>> pensó Pam no importándole lo que hicieran, ella no pensaba moverse de allí y cualquiera con dos dedos de frente haría lo mismo. No había pasado tanto tiempo tampoco y era mas fácil que Rox y Milo encontraran el torreón, a que ellos los encontraran a ambos.

Zob apenas podía asimilar todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, y aun así, aunque tal vez fuese imprudente, no pudo evitar preguntar.

- ¿Cómo lograron ahuyentarlos? – aunque el nublino no se dio cuenta, todas las dudas anteriores habían desaparecido mientras hablaba. - si todavía los persigue ese ser cuando vengan, van a necesitar nuestra ayuda – empezó a mirar alternativamente a Rena y a Ain sin saber muy bien si alguien le respondería.


Esperaba que no fuese algo muy difícil de hacer. Se notaba que sus compañeros habían tenido suficiente por aquel día (quizá por varios días más), así que si Rox y Milo llegaban a necesitar ayuda , Zob trataría de ayudarlos.

Que bueno sería poder volar ahora – la idea le paso por su cabeza, como un destello de la conversación que tuvo antes. Ahora poco importaban los dioses o demonios si no podían ayudarlos.

Rena llegó jadeando. Había corrido demasiado para un día, huyendo de algo, para colmo, mirando cada poco a su espalda por si los encapuchados los seguían. Llegaron al torreón ilesos, pero les faltaban dos compañeros por lo que todavía no podía contarse como victoria.

No fue capaz de saludar siquiera y se fue directa al pozo después de dejar sus cestas en el suelo. Casi bebió directamente del cubo. Cuando estuvo más repuesta y se le hubo normalizado la respiración pudo hablar, y su primera respuesta fue para Hyung:

-Teníamos que traer la comida al torreón, no podíamos permitirnos retrasarnos. -sacrificar la comida y al grueso del grupo por dos individuos estaba fuera de discusión para Rena, pero tampoco quería darlos por perdidos. -Si nosotros logramos librarnos de los bichos esos no creo que a los otros dos les cueste. Seguro que llegan en un rato, no os preocupeis.

Sus palabras tenían una doble intención: calmar al grupo, y calmarse a sí misma. No era que no confiase en Milo y Rox, pero tenía miedo, mucho miedo. Tenía que ponerse a hacer algo cuanto antes, pensar no le sentaba bien.

-Bueno, ¿y si preparamos comida para cuando lleguen estos? Seguro que lo agradecen.

-Les atacamos, mas o menos, y perdieron el interés -respondió Pam a la pregunta de Zobriel, a pesar de que aun no se explicaba como ataques donde no sufrían daño alguno, había conseguido ahuyentar a seres tan peligrosos.

El cambio de tema de Rena fue bienvenido, el mantener las manos ocupadas haciendo la comida le ayudaría a intentar organizar todo lo que había ocurrido allí afuera con mayor calma.

-Yo haré algo si me ayudas con el agua, Rena. Si alguien mas quiere ayudar, es bienvenido -pidió Pam levantándose del sofá para ir a la cocina, entendiendo que la irrense quería mantenerse también ocupada.

Prepararía algo de comer, no solo para ella, sino también para el resto por primera vez. Y en esa ocasión cualquier ayuda, o consejo sobre costumbres alimenticias, seria bienvenida mientras no le interrumpieran o molestaran.

Con suerte cuando llegaran Rox y Milo, vendrían con algún dato mas que les ayudara a descubrir que había pasado exactamente, aunque no las tuviera todas consigo. Se conformaba con no volver a pasar por algo así, porque definitivamente la suerte había estado de parte de ellos como para salir ilesos y dudaba que fuesen a tenerla una segunda vez.

Las conversaciones que surgieron de su pregunta le dieron a entender al sinhadre que la mayoría de sus nuevos compañeros eran diurnos al contrario que Adru y él, lo que le puso algo nervioso ante la perspectiva de tener que adaptarse a ese ciclo. “Podrás hacerlo, Neil. Ellos estarán contigo. Adru estará contigo. No dejaran que los monstruos que se encuentran detrás de la luz te hagan algo.” se intentó convencer el aurva mientras la conversación seguía sobre las protuberancias que la mayoría de sus compañeros tenían a los lados de su cabeza y que llamaban “orejas”. Neil solo pudo sonreír nerviosamente a su edeel cuando ella le informó de que eran alienígenas todos ellos. A Adru pareció gustarle la idea, a Neil no tanto.

Neil pronto deja de hacer caso a la conversación, que varía entre lo que harán ese día y las armas que parece haber en el sótano, y se dedica a limpiar tanto todos los cacharros que utilizaron para cocinar. El aurva no podía dejar de pensar en el miedo que le daba tener que vivir de día, pero tampoco quería dormir solo o molestar a su edeel, que tan activa se veía, obligándola a dormir con él mientras todos los demás hacían vida. Por el momento, Neil decidió intentar olvidarse de su miedo y poner sus esfuerzos en buscar por el torreón ropa de abrigo y adecentarla para usarla. El agua fría a la que se había enfrentado le había hecho tener una sensación térmica más baja de la habitual, por lo que no parecía poder dejar de tiritar.

Neil, al igual que la mayoría de sus compañeros, no tuvieron mucho tiempo de tranquilidad, pues de un momento a otro comenzaron a sentir malestar. Neil comenzó a alarmarse a la vez que lloriqueaba del dolor y terminó pidiendo perdón entre el llanto mientras se sujetaba la tripa, ya que estaba seguro de ser el culpable de una intoxicación múltiple. Algunos, como Rena, intentaron consolarlo, pero hasta que Neil no dejó de sentirse mal, no pudo parar de llorar.

Los consuelos y las palabras de ánimo siguieron hasta que se fueron a dormir siendo estas ya debidamente agradecidas por el sinhadre. Los últimos fueron Eitne y Adru, los cuales durmieron con él, ya que Neil consideró que tanto él como Eitne se encontrarían más seguros durmiendo en compañía y para el sinhadre no había mejor compañía y protección a la hora de dormir que Adrune, a pesar de sus eventuales patadas.

Al día siguiente, tras una pequeña investigación en torno a los ingredientes usados, las personas que habían sufrido la intoxicación y las que no se terminó descubriendo que la miel, procedente del mundo de Eitne, era un alimento incompatible con los organismos de los demás integrantes del grupo, poniendo bastante triste a Neil al ver que había perdido su ingrediente principal para su cocina dulce. Tendría que improvisar o contentarse con dejar volar su imaginación cuando cocinara para Eitne, cosa que tenía planeado proponerle próximamente, cuando volviera a tener confianza para cocinar de nuevo.

Neil dedicó prácticamente el día completo a terminar con la limpieza del torreón y a seleccionar y organizar los alimentos, no sin antes llevar a cabo una pequeña investigación sobre su origen preguntando por ellos a todos sus compañeros. Algunos no fueron identificados y Neil decidió hacer le menor uso de ellos posible.

Aquel día, a pesar de haber conseguido más ropa de abrigo y que Eitne le devolviera su bufanda, no fue capaz de dejar de sentir como el frio le recorría cuando tenía que meter las manos en el agua fría y el hecho de que Adrune le arrastrara a una bañera totalmente fría mientras él lloriqueaba no ayudó en nada a su intento por entrar en calor. Mientras Adrune frotaba el jabón contra su piel y le decía como aquello formaba parte de su entrenamiento los dientes de Neil castañeaban con fuerza no dejando que la voz de su edeel llegara a él. El sinhadre solo podía pensar en una cosa “Moriré de frio.”

A la mañana siguiente Adrune le pidió dormir separados y él asintió aunque por dentro solo quisiera agarrarse a ella y no soltarla. Lo bueno de dormir tres en una cama era que podía elegir el sitio de en medio y así no era necesario apretarse contra ninguna pared. Si Dru no dormía con ellos, Neil no tendría ninguna pared contra la que juntarse, ya que las camas estaban repartida por toda la habitación y ninguna de ellas se encontraba en la posición que a él le hubiera gustado. Neil esperaba que Eitne aceptara cambiar de cama y que alguien les ayudara a poner una junto a la pared.

Neil entró tranquilamente a la cocina tras la efusiva Adrune y procedió a prepararse una macedonia para desayunar, pero al ver que su edeel cogía un cuchillo para pelar una fruta dejó su trabajo y se mantuvo pendiente en todo momento de ella, moviendo sus manos de forma nerviosa y mordiéndose el labio inferior. Llegado un punto en el que sus nervios y su miedo de que su edeel se fuera a cortar ya eran demasiados, Neil se acercó a ella y le propuso ser él quien pelara la fruta. Por suerte, Adru estaba lo suficientemente distraída como para dejarle el trabajo a él sin rechistar.

Distraído como estaba en pelar y cortar la fruta de su edeel y la suya propia, no se percató de la conversación sobre edeels y aurvas que se estaba llevando a cabo hasta que Adrune no dijo su nombre e indicó que él era su aurva. Neil hubiera preferido no prestar atención en ese momento a la conversación, ya que siempre se sentía incómodo y nervioso cuando alguien hablaba de los aurvas incompletos. Un escalofrío le recorrió pensando en lo que le hubiera pasado a él de no haber existido Adru. A sus compañeros no pareció gustarles la idea de que los aurvas incompletos fueran sacrificados, algunos incluso mintieron a Nime diciendo que escapaban, y cambiaron rápidamente de conversación. Neil, por desgracia, sabía la verdad. Más de la mitad de su vida estuvo aterrado ante la posibilidad de ser realmente un aurva incompleto, de que no existiera edeel para él, de que sus ojos claros lo condenaran.

Tras el desayuno, el grupo decidió que debían salir a por cestas de nuevo. A Neil le pareció una idea razonable, pero por supuesto no iba a ser él quien saliera y no iba a obligar a nadie a hacerlo. El miedo a penas le permitía salir al patio del torreón por culpa de la luz, no se veía capaz de salir al exterior cuando estaba seguro de que ahí no solo tendría que preocuparse de los monstruos tras la luz, sino también de los que se pusieran frente a ella.

Para su alivio, el grupo le pidió a Adrune que se quedara “cuidando de ellos” y él mismo contribuyó a que ella no cambiara de opinión al pedirle que le ayudara a subir cubos de agua para bañarse, a pesar de que ya lo habían hecho el día anterior y de que él había prometido nunca más meterse en aquella agua congelada. Neil decidió pegarse a Adrune supervisando tanto su manipulación del mecanismo del puente como su trabajo de llenar la bañera, intentando que no rompiera nada y mojara lo menos posible. Claramente, en cuanto se metió al agua, no sin antes concienciarse a fondo, se arrepintió al instante de todo. El agua estaba mucho más fría que el día anterior.

El grupo que había salido no tardó mucho en llegar y Adrune correteó hacia las mazmorras para abrir el puente mientras Neil esperaba en la cocina para comenzar a cocinar en cuanto llegaran con las cestas. Cuando por fin entraron Neil pudo ver que no estaban todos. El sinhadre empezó a ponerse nervioso y más aún cuando comenzaron a contar lo que había pasado. El sinhadre se aferró a las palabras de Rena como si fuera su salvación y asintió fuertemente a su propuesta.

- Sí, si… yo había pensado… ¿queréis algo en especial? Yo… yo… había pensado en cocinar específicamente para cada uno, es decir… Eitne, ¿querrías que cocinara algo con la miel para ti?