Granero

Rena se quedó descolocada con la respuesta de Kin. Durante unos instantes tuvo una expresión de sorpresa bastante cómica, hasta que por fin se recompuso. Se sonrojó ligeramente.

-No sé… me sabe mal…

La situación era perfectamente razonable; Kin era veterano y ya tenía un sueldo fijo y ella acababa de empezar y tenía deudas, era normal que se ofreciera a pagar las bebidas, pero Rena no las tenía todas consigo y habría preferido el terreno neutral de gorronearle al Consejo. Dudó unos segundos interminables, pero finalmente llegó a la conclusión que de todos los veteranos de los que podía aceptar una invitación, Kin era la opción más fiable.

-Qué cojones, vamos -respondió por fin, sonriendo con la esperanza de quitarle también las dudas al otro irrense -Tenía curiosidad por la taberna y quiero conocer a esa amiga tuya que llena las jarras de más. ¡Pero a la próxima invito yo!

Rena recogió sus cosas, ficharon para salir y salieron juntos del granero a paso tranquilo. Al final, a pesar de  los momentos puntuales de aburrimiento, había sido un buen primer día.

Aquel día iba de especial buen humor a trabajar, pues coincidía con Rena por primera vez desde que había empezado. Le gustaría que fuese así siempre, pero el granero no tenía unos horarios fijos e iban a trabajar bajo demanda. Iba tarareando una cancioncilla en compañía de la irrense, tratando de no avanzar demasiado por delante de ella en un arrebato de hiperactividad.
—Yo creo que hoy ya se pueden recoger las patatas —le decía mientras entraban al edificio—. Eso quiere decir que pronto las tendremos en el refugio. ¡Me encantan las patatas! Le voy a pedir a Neil que haga muchas patatas al horno, podemos buscar entre todos una receta muy rica.
Detuvo su monólogo tuberculero al darse cuenta de que estaba por allí alguien conocido: el irrense amigo del jefe de Milo.
>>¡Hola! —Le saludó con efusividad mientras se esforzaba por recordar su nombre.

Rena también estaba contenta de coincidir con Adru en el turno. No tenía muy claro si la presencia hiperactiva del gamusino hacía que acabase más o menos cansada al final del día pero desde luego las jornadas nunca se le hacían tediosas ni aburridas gracias a ella. Además ese día también trabajaba Kin y Rena tenía ganas de presentárselo debidamente. Con suerte podrían ir los tres a tomar algo a la taberna después.

-Buah, las patatas son lo mejor -coincidió -Sí, podríamos asarlas y rellenarlas de cosas. ¡O freírlas! ¿Las has probado fritas? ¿Con chocolate? Es lo mejor del mundo.

No recordaba cómo había llegado a hacer ese experimento (posiblemente por culpa de Rox) pero había sido un rotundo acierto.

-¡Hola, Kin! -saludó cuando vio al raigaurum en la entrada del granero. -¿Te acuerdas de Adru? Es de mi grupo. También está trabajando aquí -Luego, en voz más baja, se dirigió al gamusino: -Kin es super majo, me ayudó un montón en mi primer día.

El raigaurum tampoco llevaba mucho tiempo en el granero cuando vio llegar a Rena y a su amiga, el terremoto sinhadre. Rara vez tenían claro con quiénes iba a coincidir cada día, pero ver caras conocidas siempre era bienvenido. Le devolvió el saludo al gamusino y a Rena con la mano y se acercó a la entrada para que no tuviesen que alzar la voz para hablarle.
—¡Hola! Claro que me acuerdo, ningún otro habitante de la sede va dejando imágenes de sí mismo atrás —comentó sonriéndole a la sinhadre tras la presentación de Rena, aunque lo cierto era que no acababa de rescatar su nombre de la memoria hasta que la ursántropa lo había dicho.
»No hace mucho que has empezado, ¿no? Es la primera vez que coincidimos —preguntó dirigiéndose a Adru, y luego miró también a Rena—. ¿Os toca invernadero también? Yo iba ahora para allá.

Sonrió y se rascó la nuca ante el comentario del irrense cuando la ursántropo les presentó de nuevo. Kin, vale, no se olvidaría esta vez… Esperaba. Era un nombre corto al menos.
—¡Ese soy yo, sí! Empecé hace poco, ¡es la primera vez que coincido con Rena también! —confirmó su duda—. ¡Sí, vamos a recoger todas esas patatas! —respondió a la pregunta del invernadero—. Ya se me hace la boca agua de tanto hablar de recetas con patatas. Deberíamos hacer una fiesta con distintos platos que lleven patatas. Se lo tengo que decir a Neil.
Riéndose, siguió al irrense hacia el invernadero, con ganas de empezar a recoger los tubérculos.
>>Oye, Kin. ¿Cuánto tiempo llevas tú en la ciudad? ¿Trabajas aquí desde que te transformaste?

-Sep, hoy toca invernadero -confirmó.

Siguieron a Kin al interior, picaron y se prepararon para la jornada. Rena ya había encontrado la ropa ideal para trabajar después de algunas jornadas. Las condiciones eran diferentes que las de la mina y eso le permitía usar prendas más ligeras (que además podía hacer durar pidiendo un par de favores mágicos) Se ajustó los guantes de jardinería y la gorra y fue a por su cesto para las patatas.

-Para ya que como me empiece a dar hambre ahora voy a sufrir toda la jornada -le pidió a Adru dándole un pescozón suave a modo de broma. -Pero apoyo la idea de la fiesta de las patatas.

La sinhadre siempre le había dado impresión de ser extrovertida e hiperactiva en base a sus encuentros por la sede, y por su forma de hablar no creía que se hubiese equivocado demasiado al juzgarla. En cuanto confirmaron que se dirigían también al invernadero decidió esperar a que acabasen de dejar sus cosas en la entrada para dirigirse allí todos juntos. Adru parecía excesivamente emocionada con las patatas, aunque el irrense debía admitir que, si bien no eran la hortaliza más exótica, a él también le encantaban.
—¿Una fiesta de la patata? —soltó divertido tras el comentario del gamusino—. En Irraria se hacían cosas de ese palo cuando las cosechas eran muy buenas. Aunque no pasaba a menudo. —Tras decir aquello, respondió a la pregunta que le hizo Adru—: Llevo en la ciudad un par de años más que vosotros, pero en el granero no tanto, aún no hace ni un año que trabajo aquí.

Al apoyar Rena la idea de la fiesta, Kin pensó que tal vez ni siquiera era una broma. A aquel grupo lo veía perfectamente capaz de sacarse de la manga cualquier festejo de un día para otro. Se habían mudado todos juntos al mismo refugio y, por tanto, estaban a menudo reunidos en las zonas comunes, con la mesa repleta de pasteles o simplemente divirtiéndose. Tal vez los niños los habían unido. En su grupo había pasado justamente eso, pero sin un final feliz. Tuvo que forzarse a dejar de pensar por aquellas líneas, así que intervino de nuevo en la conversación.
—¿Os gusta montar fiestas por cualquier cosa, no? Tenéis suerte de tener el grupo que tenéis, en algunos torreones la gente no puede ni verse después de la Luna —bromeó.

Le dedicó una sonrisa tonta a Rena cuando le pidió que dejase de hablar de comida.
—Perdón, pero podemos pedirle a Neil que haga algo rico con patatas al volver —le dijo mientras se rascaba la nuca. Asintió con entusiasmo al ver que su idea empezaba a calar, habiéndolo dicho totalmente en serio—. ¡Pues ya está! Será una fiesta de la patata irrense. Tú también estás invitado, Kin. Hay que decírselo a los demás y buscar un sitio guay. ¿No molaría que fuese una fiesta al aire libre esta vez? Aunque no sé dónde podría ser, creo que Rocavarancolia no es un buen sitio para hacer barbacoas… ¿Tú que dices, Kin? Seguro que sabes dónde podríamos hacerlo.

En su cabeza ya empezaba a imaginarse un montón de comida rica hecha por Neil y a todos sus amigos charlando felizmente mientras degustaban los deliciosos y diversos platos con patatas.
—¡Las fiestas son lo mejor! —le respondió al demonio raigaurum—. Siempre hay mucha comida rica y se puede invitar a mucha gente simpática. Hum… Se me hace difícil entender por qué se llevaría mal un grupo después de compartir la criba, pero creo que puedo imaginármelo si hay mucha gente como… bueno, gente no tan simpática.
No pudo evitar pensar en Hyun y su forma de darles la espalda por completo incluso después de que Naeleth le hubiese curado la mente.

Rena asintió convencida a la propuesta de Adru.

-Sip, y le podemos llevar patatas robadas exclusivas -bromeó, aunque se arrepintió al momento y miró alrededor con disimulo para asegurarse de que no había ningún encargado que hubiese podido oírla.

-Creo que nos merecemos todas las fiestas del mundo -le respondió a Kin -Y pensamos hacerlas. A esta ciudad le hace falta vidilla que no implique muertes horribles ni mierdas de esas.

Ya estaba agachada para empezar a recoger las patatas, pero estaba atenta a la conversación. La verdad es que a ella no se le ocurría ningún lugar al aire libre para hacer una fiesta más allá de la bahía y tenía curiosidad por saber qué sitios podría descubrirles Kin.

-Yo la verdad es que me siento afortunada -le dijo al irrense, y desvió la mirada para sonreírle a Adru -No creo que pudiera haber pasado por todo esto sin mi grupo. Incluso aunque luego haya conocido a más gente maja, no sé, no es lo mismo...

Rena sabía que la seguridad de su grupo le había permitido ser bastante selectiva con la gente que se relacionaba en la ciudad, y podría ser la causa por la que se habían topado con tantos veteranos amigables. No le deseaba a nadie pasar solo por algo como la criba.

Kin se rió por lo bajo al ver la preocupación de Rena por haber sido escuchada, pero entre tanto Adru no había dejado de hacer planes, con los que la ursántropa estaba de acuerdo, y podía entender sus motivos perfectamente. Cuando el gamusino lo invitó también a él le tomó por sorpresa, pero supuso que lo decía por no ser descortés planeando delante de él una fiesta que no le concernía. Tenía buena relación con Rena y Milo, pero con el resto no había hablado tanto y se sentiría un intruso en medio.
—No tenéis por qué invitarme, no me va a molestar que planeéis la fiesta delante de mí —les dijo, mientras cogía una azada del suelo—. Y lo del sitio… No tenéis mucho donde escoger ahora mismo, pero parece ser que de los vórtices que se abrieron en la última Luna algunos llevan a mundos donde solo hay animales, y que cualquiera puede ir sin camuflaje y aunque se acabe de transformar. ¿Los conocéis? Se hizo oficial hace poco.

Cuando Adru comentó que le costaba entender por qué se podía llevar mal alguna gente tras la criba él se encogió de hombros, pero porque no había conocido esos problemas personalmente tampoco, incluso aunque quisiera estrangular de tanto en cuanto a alguno de sus compañeros. Otro gallo habría cantado si su torreón estuviese lleno de gente como Nero y peores, eso lo tenía claro, y el gamusino también parecía conocer su excepción.
—Pasarlo mal acaba uniendo, pero no deja de ser convivir con un montón de extraños que, encima, son alienígenas. Supongo que es una cuestión de suerte. —Tras el comentario de Rena añadió—: Creo que yo también tuve suerte con mi grupo, y eso que al principio fui un borde de mierda con ellos —se burló de sí mismo.

Dejó escapar una risita cómplice ante el “delito” del que había hablado Rena y después asintió con efusividad a su comentario.
—Eso, eso —se hizo eco de su apreciación.
Después de agacharse para empezar a recoger miró a Kin al erguirse de nuevo, negando enérgicamente con la cabeza.
>>No es por eso: es que te queremos invitar, ¿a qué sí, Rena? También puede venir el jefe de Milo… Krun… Krarcho. ¿Cómo se llama? Perdón, se me da mal acordarme de los nombres. Va a ser una fiesta de la patata irrense al fin y al cabo.

El demonio raigaurum les explicó entonces acerca de aquellos mundos despoblados de los que al menos el gamusino no tenía ni idea y le pareció que no tenían que buscar más.
—Ostras: eso es perfecto —dijo—. Hay que averiguar cuál es el mejor para hacer una fiesta.

Le devolvió la sonrisa a la licántropo cuando esta afirmó sentirse afortunada y asintió ante todo lo que ella decía y sintió curiosidad por la historia de Kin.
—Todo el mundo habla bien de… del jefe de Milo —dijo recordando la conversación que había tenido el primer día de trabajo de Neil en el Macetero—,  pero creo que no conozco a ningún otro amigo tuyo. ¿O sí? Espera, Naeleth creo que también llevaba dos años aquí. ¿Era ella de tu grupo? Naeleth es muy amable.

Definitivamente cosechar patatas era un coñazo, por suerte Rena tenía una conversación amena y un montón de ideas de platos deliciosos en mente para motivarse.

-Te invitamos porque nos caes bien y queremos hacerlo -sentenció, apoyando las palabras de Adru, aunque el pequeño desliz del gamusino rompió su expresión seria por completo. Rena se echó a reir sin poder evitarlo, igual que no iba a poder evitar llamar Krancho a Krono en su cabeza de ahora en adelante -Es Krono Radem, Adru, pero casi aciertas -le dijo, dándole una palmada de ánimo en la espalda.

No había contado con los mundos vinculados. Las únicas veces que habían hablado de ellos había sido para hablar de volver a casa, pero había pasado por alto que podían visitarlos porque sí.

-No sabía que se habían abierto mundos nuevos, pero sí que merece la pena investigar. ¿Habrá alguno con salmones?

Había comprobado lo dispar que podía ser la fauna de los mundos vinculados y sabía que era más bien poco probable que justo hubiese salmones en alguno de los nuevos pero eh, podía soñar. Quería aprender a pescar a la manera de los osos y ni la bahía ni el río eran opciones.

-La chica de la taberna sí era de tu grupo, ¿no? -le preguntó a Kin -¿Keiria, era? Su transformación te iba a flipar, Adru, tiene un montón de colas peluditas.

Cuando Adru estaba insistiendo en la invitación Kin no pudo evitar romper a reír al escuchar el nombre deformado de su amigo, y no fue el único, aunque Rena consiguió dejar de reír primero para corregirla.
—Krarcho no es muy fiestero, pero se lo diré de vuestra parte. Por mi parte no sé, ¿estarán cómodos vuestros amigos si vamos?
Seguía sin estar muy convencido. Si los irrenses no le prestaban atención, y no podía forzarlos a ello, probablemente acabaría completamente fuera de lugar, independientemente de que Archi accediese a ir.

—Ahora mismo solo se puede saber cómo son los mundos nuevos preguntando a gente que los conozca. Uno creo que es volcánico, otro está lleno de islas tropicales y luego hay otros dos más normales, con continentes y tal. Supongo que se les puede pedir información a los guardias de los portales, y algún amigo mío también podría saber algo, fue de ellos de quienes escuché los rumores —respondió respecto al tema de los mundos vinculados, sin olvidar las preguntas acerca de sus compañeros de cosecha—. A Keiria tenéis que conocerla. Justo por las colas no pasa desapercibida, aunque su habilidad le ayuda bastante a conseguirlo —bromeó—. Naeleth no era de mi torreón, pero sí de ese año. También tenéis que conocer a Strix de verla por la sede. El resto… o viven en Serpentaria o no se dejan ver a menudo.
Por no decir que alguno estaba desaparecido, pero no era una adición agradable a la conversación.

Se rascó la nuca y sacó la lengua cuando le corrigieron respecto al nombre del jefe de Milo.
—Es que como tiene dos nombres me lio más. ¡Claro que sí! —le respondió a Kin—. Ayudasteis mucho a Rena, Milo y Eitne, estarán encantados de que vayáis.

Los amigos del irrense le suscitaban cada vez más curiosidad, sobre todo la chica que mencionó la ursántropo.
—¡Sí, la vi un día en la Sede! Pero no hablé con ella. Tenemos que ir a la taberna un día… ¿Pueden entrar niños?  Sí, claro que conozco a Strix: ¡estoy entrenando con ella y Zarpa! No sabía que os conocíais.

Siguió recogiendo patatas con entusiasmo y rapidez mientras seguían charlando acerca de las posibilidades para la futura fiesta.
—Pues buscamos uno donde tengan salmones para Rena y que haga buen tiempo para que no llueva en la fiesta. Tendría que ser al lado del mar para poder pescar.

Rena frunció el ceño. Se puso en pie para estirarse y cambiar de cesta.

- Tío, si no te apetece venir dilo sin problema pero de verdad que a todos les encantaría que viniéseis. Sois gente guay -le aseguró. Tampoco quería que Kin se sintiese en la obligación de ir por no hacerles el feo, aunque le daría pena si dijese que no.

Asintió con entusiasmo a lo de conocer a Keiria, la chica le había dado muy buenas vibraciones ya solo al verla de lejos y le gustaría poder charlar alguna vez. Sobre Strix no dijo nada. La conocía, pero sus encuentros con ella habían sido algo incómodos en un inicio debido a su costumbre de salir en bolas de la ducha y a los esfuerzos de Rena por no expresar la grima que le daban esas tetas hinchadas sin motivo. Ya podía su cerebro darse más prisita en acostumbrarse.

-¡Oh, el de las islas suena cojonudo! ¿Es peligroso? Me encantaría poder ver el mar, o bueno, un mar que no esté lleno de mierda y monstruos.

Aprender a nadar (o estar en remojo en algo más grande que una bañera) era una de las tareas pendientes de Rena. Rox le había prometido que de darse la oportunidad les enseñaría, y a lo mejor esa era la oportunidad que necesitaban.

El irrense pensó que tal vez había malinterpretado un poco la situación al pensar que habían extendido la invitación a Archi y a él en un impulso, y que quizá ya era la intención del grupo hacer algo abierto a más gente desde el principio. Si era así, no era necesario darle tantas vueltas.
—No es eso, me ha cogido por sorpresa la invitación —admitió tras la intervención de Rena, parando de cavar alrededor de las plantas para apoyarse en el mango de la azada un momento—. Pero estaría bien salir más de Rocavarancolia, para variar, y socializar un poco.
»Mientras llevéis dinero no os van a decir nada en la taberna, aunque a veces hay gente muy gilipollas rondando por allí —respondió a la pregunta de Adru. Aun con aquel inconveniente no creía que fuese a haber problemas por llevar niños a la taberna. Lo que había dicho después le había sorprendido, así que no se paró a dar más explicaciones sobre aquello—. ¿Entrenas con Strix? Suerte y paciencia —le deseó riendo. Recordaba bien lo bruta que solía ser cuando entrenaban juntos.

El entusiasmo de ambas por ir al mar durante la salida se le pegó rápidamente a Kin, que tenía debilidad por los paisajes costeros y estaba más que de acuerdo con Rena en lo que respectaba al océano rocavarancolés.
—Habría que preguntar, pero creo que ninguno de los mundos nuevos es jodido para transformados, así en general. A mí también me gustaría conocer el de las islas, aunque creo que hace un huevo de calor allí. Oíd, ¿creéis que los irrenses podríamos aprender a nadar con estos brazos? ¿Y con dos? —Al decir aquello se detuvo un instante para mirarse las manos. A la gente de otros mundos le gustaba refrescarse en el mar, algo que siempre había querido probar, pero sabía que podía ser peligroso por muchas razones. No necesitaba preguntar si Rena o Milo sabrían nadar para incluirles en la pregunta, a ningún irrense le parecía necesario aprender a hacerlo. Si se podían bañar alguna vez era en termas o spas, y eran cosas de gente de ciudad.

—Eso, eso —afirmó con entusiasmo después de Rena—. No es obligatorio, pero va a ser divertido ya verás. Bien, entonces tenemos que ir un día a la taberna: no me gustaría ir sin Eitne, Guille o Nime, seguro que se ofenderían —.Dejó salir una carcajada cuando habló sobre Strix—. Bueno, es una maestra bastante dura pero tiene que serlo para que nos preparemos bien para las pruebas del ejército.

Ambos irrenses mostraron su interés por el mundo isleño que había mencionado Kin.
—¡Pues vamos a ese! Si hace mucho calor podemos pedir a Neil y cualquiera que haga magia que baje la temperatura —. El gamusino sabía que su aurva podía hacer eso: con lo friolero que era el chico a menudo usaba el hechizo térmico para entrar en calor—. No sé si se puede nadar con los brazos vuestros… ¡Seguro que hay alguna forma! Es que yo tampoco sé nadar… ¡Podemos aprender juntos!