Torre Serpentaria

Cuando Twix se le acercó el intara se puso rígido, alarmado y confuso a un mismo tiempo por lo repentino de su acción. Una parte de Sekk sucumbió al hechizo de la veela en cuanto le recolocó el pelo con dulzura, pero la otra, consumida por aquella rabia insana, asfixió a la primera sin miramientos agravando la vorágine ardiente que se le estaba tragando. El rubio empezaba a creer que no había sido tan buena idea firmar en aquel libro.
—Maldita sea. —masculló en un tono de voz apenas audible cuando la frivy ya se alejaba con Samika escaleras arriba.

Jace le habló en aquel momento, tratando de calmarle con gesto preocupado, pero el berserker ya había pasado el punto de no retorno y las palabras no iban a traerle de vuelta. A medida que la temperatura de su cuerpo aumentaba, la niebla de Irianna comenzó a descender a su alrededor, arremolinándose a sus pies mientras hilachas de vapor se desprendían de su piel. Los ojos con los que taladró al dullahan estaban inyectados en sangre.
—No me toques —siseó rabioso. El respaldo de la silla a la que se aferraba estalló en cientos de astillas entre sus manos, y la mesa, con la cabeza del neoyoroquino sobre ella, huyó asustada a encogerse en una esquina—. ¡Alejate de mi! —rugió, apartándose del americano con brusquedad y llevándose las manos heridas a la cabeza.

Tenía que salir de allí y poner tierra de por medio entre él y sus compañeros.

—No es eso —le respondió a Enredo gesticulando—. Te lo hubiese devuelto aunque me lo hubieras dicho antes.
No dejó traslucir que le ofendía ligeramente el hecho de que el brujo pensase que no se lo hubiese devuelto si no creyese que le fuera a cobrar y de todos modos dejó de pensar en ello enseguida, pues tampoco veía descabellado el hecho de que tuviera motivos para no fiarse.

La idrina se sentó en una silla y atendió a las presentaciones de todos, así como a los detalles acerca de la nueva situación de cada uno, pero dejó de participar en las conversaciones mientras comía sin demasiadas ganas. Ya había desayunado y de todos modos no se sentía muy cómoda en aquella cocina por demasiados motivos, pero no le parecía de buena educación rechazar la comida que les habían preparado ex profeso.

Enredo volvió a hablarle, esta vez para ofrecerle ayuda con el problema de la niebla. La idrina estaba a punto de responderle cuando, gracias a la misma, notó lo que le estaba ocurriendo a Sekkeh.
—Discúlpame —le dijo al brujo antes de levantarse para acercarse al intara no sin cierto temor.
La reacción del ulterano hacia las acciones de Jace la previnieron de intentar hacer nada al respecto, por lo que simplemente permaneció de pie a medio camino, poniéndose cada vez más nerviosa. Ella era la única de los presentes que había visto de primera mano todo lo que el intara había hecho cuando se había descontrolado, como parecía que iba a suceder otra vez.
>>Por favor, ¿alguien puede evitar que pierda el control? —Se dirigió hacia los habitantes de la torre, mirándolos alternativamente a ellos y a Sekkeh.

Seon se sobresaltó solo un instante con el estallido del rubio.
- En ello- respondió con una sonrisa amable a la idrina. Reforzó un hechizo sedante. Como no siempre calculaba las cantidades que necesitaba, acostumbrada a crear de la nada y sin palabras, se excedió con la magia. Le dio un breve mareo y se olvidó de prevenir que sujetaran a Sekk.
- Había uno como él en nuestra cosecha. Son bersekers, un tipo de guerrero. La transformación los hace un poco pasionales ¿Sabeis donde quiere vivir? A lo mejor al principio estos episodios son más frecuentes. Es dificil controlar impulsos que son nuevos- desenfocó la mirada y pareció olvidarse de que había gente a la que estaba hablando. Parpadeó para mirar con atención a quien le contestaba después. Cuando no soñaba despierta, Seon había desarrollado una forma de mirar a la gente como si todo lo que esta dijera le importara, como si les fueran fascinantes y al mismo tiempo, como si fuera a cuidar de todos. Pero nunca como si fueran reales del todo. No más reales que lo que ella inventaba.

Sin embargo el lado más amigable no permanece demasiado tiempo, con algo de nervios contemplo como los hechos se van realizando, algo caóticos, extraños y diferentes, dejándome una sensación vaga de felicidad que a penas podría llamarse así, es inusual el poder estar tranquila y no tener que temer estar en un lugar ajeno a Letargo, así que no me siento nada cómoda, permanezco impasible, con la mirada puesta en la puerta de la Torre Serpentaria, escuchando voces desconocidas en su interior, miro atrás por última vez y fingiendo una media sonrisa me adentro hacia esos muros de protección, siguiendo a mis compañeros, más por compromiso que deseo.

Solo me he llegado a poner contenta cuando nos hemos reunido con Maciel, pero eso se esfuma en segundos con aquella capa de irrealidad que nos echan encima los internos de otras cosechas, una fiesta de bienvenida, ¿Para qué? ¿Para ser amables?, hemos ganado, Nosotros, los supervivientes hemos conseguido vivir, pero no todos, lo celebraría si Ziack, Vorela y Sigrún estuvieran vivos, pero dado que no son las circunstancias no voy a hacerlo. Paseo la mirada con atención por varios de los antiguos transformados, pero no llego a detenerme en ninguno de ellos en especial, tomando una actitud falsa de neutralidad, y devorándolos mentalmente por su excesiva hospitalidad. >>No me gusta nada, ni un pelo<<.

Sin embargo, al ver que mis amigos se presentan los imito para no resaltar entre los demás, eso es algo que no me interesa.
-Ruth- murmuro a secas- dignándome a coger un bollo, sucumbiendo al hambre que surge en mi interior, es como si se me hubiese olvidado comer, y al ver el pan hubiera recordado que es una de nuestras funciones vitales, al palparlo con los dedos noto que se pone algo más caliente, pero la habilidad de quemar cosas no se hace presente esta vez, en cambio en el pelo comienzan a prender  ondas llameantes.

Sin duda no quiero estar aquí, no quiero que se vuelquen tanto con nosotros, haberlo hecho antes cuando muchos de nosotros estaba en peligro de muerte, de permitir que Enredo nos ayudara a que nos hagan una preparación aquí hay un gran abismo. Empiezo a dejar de disimular y voy enfureciéndome más conforme observo callada a todos los presentes hablar con sonrisas en su boca, surrealista, falso, no pueden pretender que nos adaptemos tan rápido con la muerte del islandés ayer.
“Sentíos como en casa”, es justo lo que quería oír de un ciudadano. Lamentable.

Para colmo Sekk se marca un Sekk, mostrando una actitud airada, y solo siendo calmada con la presencia de aquella oniromante de mirada extraña y perdida, ni siquiera le doy las gracias, eso es algo a lo que mis compañeros se les da muy bien, no a mí.

Haciéndome una cola me acerco a Devoss.
-Quiero irme, esto me agobia. -le digo, ignorando el hecho de que esté cerca de Enredo, y solo levantando la cabeza a forma de saludo hacia el brujo por el cabreo- esta gente me saca de mis casillas, prefiero marcharme antes de que se líe, además no tengo mucho más que hacer aquí salvo representar el papel de agradecida.-comento, agitando la cola hacia los lados.

El helión atendió y observó a la gente que entraba y arrugó el ceño varias veces. No se habían tomado el desayuno como esperaba... <<Seguro que prefieren la Luna Loca que nos saludó a nosotros con esos bicharracos enormes. Que les den, a más tocan los bollos>> pensó, algo contrariado, y de hecho alargó la mano para coger un par.

Pero su segundo desayuno se vería enturbiado rápidamente. El repoblador-insecto se tomó a lo grande su ofrecimiento de resolver dudas y lo asaeteó a preguntas, a cada cual más de locos y surrealistas. Pero haría honor a sus palabras y le respondería a lo que pudiera.

—A ver... Primero, soy Skarog. S-ka-rog —repitió lentamente para no tener que corregirle—. Luego... Ahora lo más fácil que podéis hacer es aclararos con vuestras transformaciones y conocer a fondo qué podéis hacer, de qué sois capaces, conocer vuestros límites y desarrollar vuestras capacidades. Cuando tengáis eso ya podéis pensar qué hacer con vuestro futuro. No tenéis que hacer nada obligatoriamente, ¿eh? —siguió, pero eso lo dijo tanto mirando al repoblador como a los más receptivos de los novatos—. Qué más... Ah, sí. Aquí la gente va y viene. Yo antes vivía en la Sede pero me mudé aquí para mejorar la parte mágica de mi transformación. La ciudad tiene sitios para explorar hasta hartarse, pero cuidado con las trampas mágicas... Y todo lo referente a tu transformación mejor que lo mires en la Biblioteca, que yo no tengo ni idea—se encogió de hombros—. Y sí, hay varios repobladores. Aquí había uno pero se mudó. Se llama Tsusu. En mi cosecha había uno, Malahierba, que es un poltergeist muy poco agradable. A las otras preguntas no sé cómo responderte, por eso no dije nada... Eres el primer "vestinosequé" que veo. Y dudo de que un grandullón como yo pueda saltar en un sofá, y menos con mis uñas —remató entre risas.


Se había mosqueado con algunas reacciones, pero el tal Ergot le había hecho olvidar aquello... Pero por poco tiempo. Al parecer uno de ellos era un berserker y definitivamente no debía haberle gustado la bienvenida que les dieron, porque acabó rompiendo el respaldo de una silla. El libense parpadeó un par de veces, alucinando. ¿De verdad había entrado un cafre así en la torre y nadie lo había dicho, ni siquiera él? Lo haría intangible antes de que siguiera haciendo el loco... Pero cuando disparó la uña, sin moverse del sofá siquiera, Seon ya lo había dormido, así que empezó a caer y acabaría atravesando el suelo.
—¡Ah, joderjoder, lo siento!

Antes de que llegara a atravesarlo, disparó otra uña pero esta vez lo hizo levitar. Se levantó y miró a los novatos.
—Ya podríais haber avisado de que era un berserker... Habríamos estado más atentos, al menos. Ya arreglaré luego la silla, no os preocupéis... ¿Y a este dónde os lo dejo?

Les miró inquisitivamente y, realmente, iba a esperar a que le respondieran antes de decir nada más, pero no era propio de él quedarse con las ganas y menos si se empezaban a ir.

—Si tenéis algo que decir del recibimiento bienintencionado que hemos hecho, decidlo antes de que haya malos rollos entre los que vais a quedaros aquí y los que ya vivíamos, que ya me fui de un refugio por convivir con pirados. Si vuestra criba ha sido jodida, la nuestra también lo fue... ¿Habéis visto alguna trampa anti-cosechados? Son geniales —luego miró a Seon y Enredo—. ¿Recordáis la locura que se lió en nuestra Luna? Había monstruos muy jodidos y enormes por todas partes... Así que menos tonterías porque ahora os reciban tres madrugadores con los brazos abiertos. Es lo menos que podemos hacer después de toda la cosecha sin poder acercarnos. Ahora podemos recibiros bien y guiaros un poco. Si queréis, claro.

Dicho eso, se dejó caer, se metió un bollo entero en la boca y lo masticó con fuerza. Vio al repoblador cerca y le miró y se encogió de hombros como disculpándose por aquello. No quería repetir la misma convivencia con malos rollos como la que tuvo con el vampiro y el fantasmita en la Sede.

Al oír el tono de voz de Sekkeh Jace no estuvo para rechazar la orden. Se levantó para apartarse de allí, viendo impotente como la mesa salía huyendo con su cabeza y toda la comida encima. Teniendo en cuenta todo lo que había sucedido en los dos últimos días al americano empezaba a parecerle normal que los muebles pudieran tener vida.

«¡EH!» —estiró un brazo hacia la mesa, pero al ver que lo único que esta hacía era esconderse en un rincón el neoyorquino pudo preocuparse por otra cosa de momento. El intara y la silla que acababa de destrozar le urgían un poco más. Se infló de valor y, aún guardando la distancia, no se alejó más del rubio. Su tono sonaba severo, como si regañase a un perro, pero sabía que poco importaría en cuanto el berseker dejase de pensar (lo cual era por desgracia, ya)—. «Sekkeh, destrozando Serpentaria no vas a conseguir nada.»

En momentos así deseaba haber conseguido una transformación más directa, como el resto. ¿Qué podía hacer él? Solo había perdido la cabeza, y hasta que aprendiese a hacer un cuarto de las cosas que un dullahan podía hacer Sekkeh ya habría destruido media Rocavarancolia. Observó a Irianna y a Kimbra, rogándoles mentalmente que le echasen un cable con urgencia. El cable llegó muchísimo antes de lo que esperaba, y en su opinión, quizás demasiado deprisa. Los veteranos habían mandado a Sekkeh a dormir, desmaterializarse y flotar en menos de un minuto.

«...Woah, eso ha sido rápido.»—se quedó estupefacto un rato, viendo como su compañero flotaba—. «Gracias, más o menos. Lo mejor sería dejarlo en una habitación hasta que despierte... ¿No tenéis camisas de fuerza?»
Esperaba que su tono hubiera sido lo suficientemente bromista como para que no le tomasen en serio.
Destensó el cuerpo, aliviado, y de una vez pudo centrarse en recuperar su cabeza. Se dirigió a la esquina donde estaba la mesa acurrucada, pero esta echó a correr una vez Jace estiró las manos para recoger lo que era suyo. Persiguió al mobiliario lanzando improperios, asombrado de lo rápido que podía ser un trozo de madera mágico. Cuando la alcanzó se dedicó abrazar su cabeza, haciéndole la peseta al mueble para después regresar con la poca dignidad que le quedaba cerca de Skarog.

«No se lo tengáis en cuenta. A ninguno nos hace mucha gracia haber pasado siete meses horribles, pero vosotros no tenéis la culpa, supongo. Ya se lo dije ayer a dama Estribo y algunos de los presentes pero, gracias por el recibimiento y la ayuda otra vez.»

Las novedades tenían a los sinhadres demasiado desconcertados como para hacer o decir gran cosa. Seguían fijándose en pequeños detalles de las transformaciones ajenas, incluido lo invasivo de la forma de hablar de Jace, que les había dado un buen susto a ambos. Ergot empezó con la metralleta de preguntas y Sekk no parecía encontrarse en su mejor momento. El vapor empezando a condensarse a su alrededor fue la primera señal de que algo no iba nada bien. Ayne dio un paso vacilante hacia delante, para terminar de acortar la distancia hasta Eara cuando el respaldo de la silla se convirtió en astillas, haciendo huir a la mesa. Parecía que se iba a montar un buen caos, por lo que el que el edeel agarró a su aurva y tiró de ella haciéndola retroceder, preocupado por su cercanía con Sekkeh. Y aunque fue consciente de cómo le dormían de inmediato, no fue eso a lo que prestó más atención, porque se encontraba ofuscado por otra sensación. Estaba sucediendo de nuevo, y el anhelo que había sentido por repetirlo no le permitió pensar en lo que estaba haciendo realmente durante varios segundos. Eara se había girado a mirarlo mientras tiraba de ella, evidentemente asustada por lo que acababa de presenciar, y su expresión pasó a ser de desconcierto porque ella también podía sentirlo. De hecho, le resultaba en cierto modo familiar, aquel cansancio, aquel vacío repentino, pero solo podía imaginarse lo que estaba pasando.

Volvió la cabeza un instante, solo para ver cómo levitaba Sekkeh, y cuando miró de nuevo a Ayne, su expresión había cambiado y parecía horrorizado. Aunque seguían en contacto, Eara dejó de percibir cómo algo fluía fuera de su cuerpo. El vacío permanecía, sin embargo. Ayne la soltó y retrocedió.
—No quería… a cualquiera menos a ti —murmuró. Apretó los dientes, y gracias a su transparencia el gesto se hizo más evidente.
—No pasa nada… Estoy bien —respondió Eara con un hilo de voz. Les costaba oírse el uno al otro con el barullo que había en la planta baja de la torre.
«¿Por qué sienta tan estúpidamente bien?». La presencia de un nuevo tipo de necesidad iba a terminar por volverlo loco. Era algo más acuciante que un simple vicio nuevo, más adictivo; podía adivinarlo incluso si solo lo había probado dos veces.

Twixy's llegó al salón justo cuando estalló Sekk, haciendola retroceder de nuevo hacia la escalera. El arranque no fue a más, ya que una de las veteranas lo durmió, pero el pulso de la frivy necesitó un tiempo para normalizarse. ¿Qué acababa de pasar? Se acercó vacilante, pudiendo oir la explicación de lo que Sekk era. Tomó nota mental del efecto del hechizo, añadiendolo a la lista de cosas que tenía que consultar.

Como si fuese contagioso, pasó rápido junto al ulterano dormido, diciendo en qué planta estaba su habitación y la de Samika, por si preferían que todos los de la misma cosecha estuvieran cerca.

-Yo supervoy a la biblioteca a buscar cosas de nuestras transformaciones. ¿Alguien megaviene conmigo?

Le lanzó una mirada penetrante a Ayne, como diciendo que no tenía elección. No podía estar permanentemente con miedo a hacerles daño, tenian que encontrar una solución, y rápido.

Sigue en la Biblioteca Mágica

La idrina sintió un inmenso alivio al ver que Seon lograba evitar que Sekkeh se descontrolase. Había temido que la magia no funcionase, igual que cuando ella intentó paralizarlo la noche anterior, pero no parecía ser ese el problema. Estaba a punto de agradecérselo a la oniromante cuando Skarog se dirigió a ellos. La lacustre se tensó, aunque trató de que su postura fuese lo más relajada posible. Su mirada saltaba de uno a otro de sus compañeros, especialmente fijándose en aquellos que creía que podían reaccionar peor a las palabras del helión. Jace por suerte no se trataba de uno de ellos y, aunque se le adelantó, su respuesta fue conciliadora. Ella, no obstante, tampoco pretendía dejar que creyesen que por ser más antiguos pudieran pisotearles por lo que no dudó en aportar su punto de vista.
—Si has estado en nuestra misma situación entonces estoy segura de que comprenderás que no tenemos ni idea de lo que es un berserker y que tal vez no hayamos tenido la mejor noche de nuestras vidas. Mis disculpas porque no nos encontremos precisamente receptivos en estos momentos y muchas gracias por vuestra ayuda y bienvenida —finalizó con un gesto de agradecimiento.
Su tono había sido calmado en todo momento, aunque tal vez otro idrino hubiera podido detectar algún tic de la lucha interna por no dejar traslucir la irritación que sentía.

La propuesta de Twixy’s era muy tentadora, pero Irianna se sentía mentalmente agotada así como responsable de encargarse del intara.
—Tal vez más tarde —le indicó a la frivy—. Yo me encargo de subirlo a algún cuarto —le dijo a Skarog señalando a Sekkeh—. Permíteme que lo controle yo mediante el hechizo de levitación y vuélvelo nuevamente tangible, por favor. No creo que vuelva a descontrolarse pronto.
Al fin y al cabo y con la poca experiencia que tenían hasta el momento, no parecía que se tratase de algo que le fuese a ocurrir constantemente. En cuanto el helión accediese, la lacustre se perdería escaleras arriba seguida de Kimbra y del banco de niebla.

Seon deslizó la mano sobre la de Atol como gesto de apoyo, apenas un segundo antes de intervenir.

- No importa- le dijo a la idrina-. Nosotros tampoco hicimos fiestas a los otros ciudadanos al principio. Cuando querais desayunar con nostros, me encantaría conoceros y escuchar de donde venís. Para bien o mal, sois tan parte de Rocavarancolia como nosotros y aquí está lo menos hostil.

Se volvió al grueso del grupo.

- Rocavarancolia no va a trataros mucho mejor, en realidad. La ciudad mata, hiere y os dará caza igual que antes, pero sin leyes que impidan que monstruos peores os toquen. Hay cosas grabadas a sangre en el funcionamiento de este mundo. Lo único que puedo decir es que al final del día es nuestro hogar. Y que, al final del día, si esto es igual de peligroso nosotros estamos un poco menos indefensos. Que es una razón suficiente para sentarse a tomar bollos alrededor de una mesa. No digo las cosas por asustaros- añadió suave- pero no os vamos a mentir el primer día. Todavia vais a sufrir. ¿Queda chocolate en la despensa?

Seon se distrajo, buscando en las cómodas. Preparó un par de tazas de syv para los dos sinhadres y se las dejó cerca, humeantes.

- Consuelo, compañía y experiencia. Para quien los quiera.

-No, me temo que los licántropos no tenéis magia - le respondió al humano. Asistió a la marcha de la varmana con la seguridad de que la volvería a ver y se sorprendió por las palabras de Ruth.- Por favor, no digas eso. Entiendo que es posible que ésto os moleste, pero creedme, de haber sido posible yo no habría que dejado que os pasase nada durante la cosecha.

Al estar respondiendo no vio bien al berserker y para cuando quiso reaccionar sus compañeros ya lo habían hecho por él. Suspiró aliviado y siguió mirando a los neotransformados.

-Lo lamento Skarog, pero en esto tengo que darle la razón a la chica idrina - le respondió al helión con tranquilidad.- Piensa que lo más probable es que no supieran lo que es un berserker, y ni siquiera nosotros que convivimos con Serok podíamos saber al principio cuándo o cómo se desencadenarían sus ataques - no quería discutir con el libense así que añadió.- Dejémoslo en una tontería, es el día después de la Luna y deben de estar cansados, es lógico que se les olvide comentar algunas cosas, máxime cuando no saben muy bien de qué se trata.

-Muy cierto - dijo tras Seon.- Nosotros podemos ayudaros con nuestra experiencia en la ciudad, si queréis aprovechar nuestros conocimientos sólo tenéis que decirlo. Yo os ayudaré en lo que pueda, y si yo no puedo quizá conozca a alguien que sí pueda echaros una mano - hizo una pausa.- Si queréis claro.

-Veréis, como ha dicho mi compañera en esta ciudad hay leyes escritas en sangre y la más importante es la ley de no interferencia - explicó con voz tranquila.- Está absolutamente prohibido ayudar o entorpecer a la cosecha, bajo pena de muerte. Me explico, si alguien os hubiese hecho daño mientras duraba vuestra criba a esa persona la habrían matado, pero si alguien os hubiese ayudado... no sólo lo habrían matado a él, si no a toda la gente a la que ayudó con sus acciones - terminó.- ¿Entendéis ahora por qué no podíamos acercarnos a vosotros? Me habría encantado ayudaros desde el principio de vuestra criba, ¿pero a quién habría beneficiado eso realmente?

Miró con curiosidad, primero, a Jace e Irianna. Luego a Seon cuando le tocó y habló. También a Enredo. En ningún momento había esperado que se metieran sus compañeros, ni que de aquello pudiera salir un debate, así que se levantó y mostró las palmas como pidiendo tranquilidad. No estaba muy acostumbrado a retractarse así que le costó un poco.

—Hmmmm... Vale..., vale, perdón por lo del berserker, pensé que podríais haber pasado por la Biblioteca, como el véstido repoblador sabe más o menos lo que es... ¡Bah! Lo que sea, disculpadme por eso y a otra cosa —gruñó y miró tanto a Jace como a Irianna. Quizá su lenguaje corporal era de todo menos cordial, pero se disculpaba en serio.

Dicho eso, le quitó los hechizos a Sekk (tras dejarlo apoyado contra la pared, de pie), se sentó y agarró otro bollo.
—Grm-haced caso a grm-estos grm-dos, que son más a-gmm-agradables que yo —dijo sin dejar de masticar, tragó y reiteró el ofrecimiento de los otros—. Lo de ayudar sigue en pie, ¿eh? Si a alguien le gusta cazar, puede venir cuando quiera.

La llegada y posterior entrada a Serpentaria estaba siendo caótica por decir algo, aunque si se tenía en cuenta cómo estaba yendo todo desde que salió la luna… realmente era más de lo mismo. Kirés tenía sus propias opiniones de casi todo lo que estaba pasando, pero había preferido callar y observar tanto a serpentarios como al grupo de letargo antes de mostrar sus cartas.
Lo que sí destacó fue la pérdida de control de sekkeh. No había tenido mucha relación con el ulterano, pero estaba seguro que esa ira no era propia de él y lo confirmó de boca de alguno de los que ya vivían en aquella torre. En cualquier caso lo controlaron rápido, muy rápido, y no se le escapó que dos de los tres hechizos no habían usado voz ni gestos. Decidió que lo investigaría más adelante.

Escuchó lo de la salida a la biblioteca y se apuntó a ella inmediatamente. Salir de aquel edificio le permitiría ordenar sus ideas, pero no solo eso. No saber su transformación le molestaba y quería saber de una vez en qué se había convertido.

Sigue en la Biblioteca Mágica

Irianna asistió al debate entre los veteranos acerca de lo sucedido, calmándose por completo al comprobar que la situación se relajaba. Parecían personas razonables después de todo y comprobarlo la alegró: a fin de cuentas tendría que convivir con ellos a partir de aquel momento. La explicación de Enredo acerca de por qué nadie les había ayudado no le cogió por sorpresa: recordaba perfectamente haber escuchado algo parecido de los estrafalarios ciudadanos que habían acudido a darles una suerte de discurso de bienvenida el día de su llegada a la ciudad.

Skarog se dirigió a ella para pedirle disculpas, y aunque había cierta insolencia en sus gestos, la idrina supo reconocer un verdadero arrepentimiento.
—No te preocupes, agradezco vuestra comprensión —aseguró con un cordial asentimiento de cabeza—. Me llevaré a Sekkeh, entonces —dijo antes de pronunciar un hechizo de levitación sobre el intara—. Volveré más tarde, todavía necesito saber cómo solucionar lo de la niebla al fin y al cabo —afirmó dirigiéndole una mirada al brujo de las enredaderas.

La idrina se perdió escaleras arriba llevando cuidadosamente a Sekkeh y seguida de Kimbra  y Jace. En cuanto la lacustre puso un pie en la primera planta, su niebla se desplegó por la misma. Irianna volvió a sentirse terriblemente avergonzada por este hecho: podía percibir a las personas que se encontraban en su radio de acción y se sentía completamente como una intrusa. Su niebla también tuvo un uso práctico en aquel momento, no obstante, y gracias a ella supo cuáles eran los cuartos que se encontraban vacíos. Decidió dirigirse a uno contiguo a otro que tampoco tenía ningún ocupante, deduciendo por la cantidad de muebles que había en algunos de ellos en comparación con los que había elegido, que se encontraban muy poco equipados, que aquellas habitaciones en concreto no deberían tener dueño. Le indicó también al humano en qué habitaciones podía instalarse utilizando la misma deducción. Si resultaba que se equivocaba estaba segura de que se trataba de un error completamente disculpable, aunque nada la libraría de pasar un nuevo momento de apuro.

Poniéndose de acuerdo con Kimbra, decidieron dejar al berserker sobre la cama de uno de los cuartos y a continuación ambas chicas entraron en el contiguo. Allí tan solo había una cama, un escritorio y un armario, además de un baúl similar a los que tenían en Letargo. La idrina se sentó en la cama dejando escapar un suspiro de cansancio y se giró hacia la hija de lunas tras unos instantes.
—Resulta conveniente poder saber si Sekkeh continúa dormido, pero desearía que la niebla dejase de colarse bajo las puertas de los otros cuartos… Es terriblemente…
La lacustre abrió considerablemente los ojos con sorpresa y se detuvo abruptamente al notar un cambio en el banco de neblinoso: el radio de este se había reducido de pronto, pues la niebla se había compactado y retirado de algunos, aunque no de todos los cuartos por los que se había colado.
>>Creo que la niebla… ¿Me ha obedecido? —Le dijo a Kimbra dubitativa. No encontraba mejores palabras para expresar lo que acababa de suceder.
Si la engendro preguntaba al respecto, Irianna le explicaría a qué se refería.

El asunto de Sekk no tardó en estar solventado, discusiones incluidas. Los sinhadres se enteraron a medias, pero era evidente que el ambiente se estaba volviendo un tanto incómodo. Dado que aquellos veteranos no tenían respuestas para todos ellos solo tenían dos opciones: ir a la biblioteca como sugería Twix o buscar a Saren en la sede. Tal como estaban las cosas Ayne prefirió buscar por sí mismo primero y recurrir a pedir ayuda solo si lo demás fallaba. Asintió cuando Twix lo miró y Eara añadió que ella también salía. Más personas buscarían más rápido, y hasta donde sabía, la biblioteca era tremendamente caótica. Además, hacía mucho que deseaba poder verla.

Lo que dijo la aurva de pelo azul los dejó pensando a ambos. Que no tenían malas intenciones como tampoco las habían tenido las visitas de la noche anterior estaba claro, aunque el discurso no había sido muy tranquilizador. El ofrecimiento, en cambio, era de agradecer. Eara agachó la cabeza mientras murmuraba un agradecimiento y cogió ambas tazas de syv, tendiéndole una a Ayne. Él la miró un instante, dubitativo, pero alargó la mano y la cogió. Luego siguió guardando las distancias. Ninguno quería despreciar el gesto amistoso de la aurva, y además la caminata les había dado sed.

Mucha gente continuaba sin estar de humor para poner en común y con calma lo sucedido. Los sinhadres aún no se habían parado a escoger una habitación cuando ya se preparaban para salir, pero en parte se debía a las dudas de Ayne. ¿Sería mejor si ocupaban dos? Al final solo un pequeño grupo optó por dirigirse a la biblioteca. No tardaron en abandonar la torre tras despedirse de los demás compañeros y anfitriones.

Sigue en la biblioteca.

Rasqa dedicaba miradas desganadas a todos los que se estaban reuniendo ahí para regalarles los oídos. No les odiaba ni mucho menos, pero aquella cosa de invitarles a un desayuno simplemente le aburría. <<Ni siquiera hay carne cruda o suelta, qué manía tienen de ponerle cosas encima o debajo o dentro de ella>> se quejó mentalmente. Sin embargo, aunque le parecía una caradurez que les vinieran después de estos siete meses con una bienvenida, el parqio tenía hambre y se acercó a la mesa, mientras disfrutaba del pequeño caos que se formó con Sekkeh.

El moloch olisqueó los platos hasta que llegó a los bocadillos de carne. Estaba cocinada y hasta hace dos días habría huido de ella, pero tenía hambre y se había abierto a la experiencia con la luna. Rasqa revolvió el plato, separando el pan de la carne y se la metió a la boca de un solo trago. El sabor era incomparable. La carne sabía deliciosa, tanto que en cuanto la tragó, desmontó un segundo bocadillo. Y un tercero.  Rasqa se sentía como si no hubiera comido nunca y, aun así, creía que la carne podría saber aún mejor si la tostaba más. <<Ya lo probaré por mi cuenta>> se dijo.

La situación con Sekkeh no fue a más y Rasqa sintió algo de pena porque lo durmieran tan fácilmente. <<Habría sido mucho mejor si le hubiera dado un puñetazo antes a alguno de estos>>. Estaba seguro de que habría sido un espectáculo digno. Lo único que le preocupaba era que Sekkeh estuviera pasándolo mal por aquello.

Una vez acabó de comer, supo que no pintaba mucho más allí y sintió una punzada de pena. Sabía la mayoría de sus amigos optaban por quedarse en Serpentaria, así como que no era su sitio en absoluto y, a pesar de que se encontraban a poco tiempo volando entre un edificio y otro, había algo de tristeza en el hecho de separarse. Le gustaban las conversaciones con Irianna, las cazas con Kimbra o las noches de historias con Sekkeh.

—Yo… Voy a salir ya hacia el otro sitio —avisó en voz alta, aunque el mensaje era solo para sus amigos. No recordaba el nombre de la Sede—. ¿Alguien me acompaña?

Junto a Devoss y Ruth, el parqio abandonaría el edificio y emprendería el vuelo hacia la Sede con la sensación de que dejaba atrás algo muy valioso.

Sigue en la Sede de los Taumaturgos.

Marsi sintió una punzada de culpa. Estaba siendo una molestia para Alice. Se sentó en la cama apoyando la espalda en el cabecero y se abrazó las rodillas, cubriéndose las piernas con las sábanas.

-<< Tampoco es justo que tengas que echar a tu dominio por mi>>- tenía muchas dudas sobre lo que estaba a punto de decir- << Pero sé que me odian. Incluso si no las veo o no las oigo, sé que no les gusto, que no les gusta que esté contigo.>>

Se sentía completamente estúpida, como si hubiese soltado un montón de chorradas. Por suerte la voz mental no se quebraba, no había muestras de que pudiera estar llorando, pero se aferraba más y más a su propio cuerpo, con miedo a lo que pudiese responder su amiga.