Prisión (Archivo IV)

Recuerdo del primer mensaje :

RR abrió los ojos y, al comprobar que aquel techo de piedra no era el de su mugriento hogar, saltó de la cama sobre la que yacía, mirando a todos lados de forma histérica, medio analizando su situación, medio buscando su escopeta. El lugar debía de ser una cueva, por el aspecto de las paredes y el suelo. Pero aquella cama… y la puerta. ¿De qué cojones estaban hechos? Por no hablar de la antorcha… Debía de estar en algún punto de los sistemas de cuevas, pero… ¿dónde? Los krerontes, por lo que él sabía, no tenían costumbre de construir, ni de iluminar, ni de poner puertas, ni de esperar para comerse a nadie. Y si no eran antropófagos… ¿quién?

Y entonces, súbitamente, recordó a aquel muchacho rojo y a la mujer fumando en su habitación. Recordó cómo les había apuntado con la escopeta y les había sugerido sacar su culo de aquel mugriento agujero al que llamaba hogar antes de que les hiciera unos cuantos agujeros nuevos. La pareja no pareció ni mínimamente intimidada por la amenaza, y como respuesta le habían comenzado a sugerir un viaje a un mundo maravilloso y de fantasía. Haciendo un importante esfuerzo para rememorar lo acontecido, supuso que aceptó, seguro cómo lo estaba ahora de que se trataba de un sueño. Y era lo que mejor recordaba, el ambiente onírico que envolvía la escena.

Se sentó en el extraño camastro de material marrón, no sin antes comprobar si alguien le había dejado un regalito explosivo debajo. "Piensa, RR, piensa…."

Debían de haberle drogado y secuestrado. Pero, la cuestión era… ¿por qué? No tenía ninguna información importante, y por seguridad no guardaba paquetes que tuviera que enviar por las alcantarillas, sabedor de que el mejor truco para que no te pillen con mercancía ilegal es no llevarla encima. Podrían haberle registrado la habitación y haberle metido un tiro en la frente. ¿Para qué preocuparse de un fontanero cualquiera? ¿Qué podían ganar manteniéndolo preso? Aunque pidieran un rescate, y aun suponiendo que alguien estuviera dispuesto a gastarse un C en su pellejo, no podrían reunir ni para un trago de skaj.

La posibilidad de que el sueño fuera cierto le asaltó de repente, y estuvo a punto de echarse a reír, y lo habría hecho de no ser porque la carcajada se ahogó a mitad de camino en la garganta. La posibilidad era minúscula, sí, insignificante. Pero brillaba y atraía su atención cómo una astilla clavada en su cerebro.

Se detuvo a pensar durante unos segundos, hasta que finalmente se levantó y, apoyando el oído contra la puerta, comprobó que la quietud del silencio reinaba al otro lado de la estancia. Una vez cerciorado de ello, comprobó flugralmente palpándose que todos sus bolsillos y mochila llevaban todo lo que debían y, sin más dilación, lanzó una patada a la puerta, abriéndola y astillándola bajo sus suelas metálicas. Tras esto, se asomó al pasillo de piedra, mirando a todos lados en busca de algún peligro. Al no encontrarlo, se puso la capucha, las gafas y el pañuelo, y comenzó a recorrerlo a bien ritmo, decidido a sobrevivir un ciclo más y a no acabar en la cena de nadie.

El pelirrojo se giró rápidamente al oír su voz: el idrino captó que sus ojos se detenían fugazmente en su pelo, sus orejas y ojos. Aunque un pañuelo y unas gafas escondían a sus ojos buena parte de sus rasgos, su postura recelosa informó a Shizel de que había visto algo que no le había hecho mucha gracia. Algo incómodo dejó que el cabello le tapara las orejas, disfrazando el gesto como un ademán pensativo. No sabía qué tenía en contra del resto, pero poco podía y estaba dispuesto a hacer por disimularlo; si tenía algún problema con él de momento iba a tener que dejarlo aparte.
El pelirrojo volvió a hablar en aquel dialecto incomprensible. No parecía muy contento ante lo que veía pero al menos había abandonado la agresividad inmediata, que era lo que Shizel pretendía. Su voz tenía ahora un tono levemente quejumbroso, y una inflexión interrogatoria. Shizel supuso que aunque a diferencia de los demás él estuviese armado con la navaja, tampoco tenía la menor idea de dónde estaban. Ahora más cerca, Shizel se dio cuenta de que no utilizaba ningún tipo de lenguaje gestual para hablar, confirmando su teoría de que los recién llegados probablemente pertenecían a una raza distinta. Hizo una leve mueca; aquello iba a dificultar la comunicación.
El segundo desconocido no había dicho nada hasta el momento: probablemente lo juzgaba inútil dado que el único que hablaba su idioma en ese momento le había estado amenazando unos segundos atrás. En su lugar hizo unos gestos tan exagerados hacia la escalera que Shizel sintió el impulso de echarse a reír.
-Tranquilo, tranquilo, ya veo que no me entiendes- dijo, extendiendo las manos frente a él y haciendo los leves gestos acordes a lo que estaba diciendo. Entonces recordó que no hablaban la lengua común, y bajó las manos pensativo.
Una nueva voz a su espalda le sobresaltó, pero el susto se vio sustituido enseguida por alivio. Quienquiera que fuese, acababa de hablar en su lengua.
Se giró para encarar al recién llegado. Aunque acabase de hablar en lacustre, su lengua materna, sus ropas y su acento le delataban claramente como norteño; parecía salido de uno de los libros de aventureros que Shizel leía de pequeño. Se giró hacia él sin dejar de lado en su campo de visión a los demás: en los círculos idrinos hacer lo contrario se consideraba una grosería, aunque a aquellas alturas dudaba seriamente de que aquellos individuos pudieran captar la sutileza.
-Menos mal- dijo al idrino que acababa de llegar, hablando y gestualizando con fluidez en su lengua materna-. Yo soy Shizel, y esta gente no parece muy dispuesta a decirme sus nombres... Voy a hablarles por gestos corporales, porque parece que tampoco comprenden los comunes...
Las miradas de los demás parecían centradas en un punto a su espalda, y a Shizel le pareció entrever a un nuevo "inquilino" asomado espiando la conversación. Consciente de que la situación podía alargarse indefinidamente se colocó en un punto donde todos pudieran verle y se aclaró la garganta para llamar su atención.
"Nada de peleas, por favor", gestualizó lo más simplificadamente que pudo, en los ademanes más universales que se le ocurrieron. Al ver que aún así parecía que cambiaba de gestos demasiado rápido, redujo la velocidad de éstos para que pudieran entenderle bien. ¿Cómo diablos se entenderían sólo con sonidos? ¿Cómo no tendrían malentendidos?
"Creo que todos queremos salir de aquí ya", gesticuló a continuación, procurando traslucir la actitud práctica que debían adoptar en aquel momento. "Somos diferentes, pero discutir sólo nos hará perder tiempo; dejémoslo para más tarde y de momento encontremos el camino hacia la salida. Aquí puede haber de todo y es más seguro afrontarlo en grupo."
Se sentía un poco estúpido hablándoles con gestos tan exagerados como si fueran niños de tres años, pero dado que no parecían entender ni jota de la gestualización común era lo más parecido a un traductor universal que tenían. Estaba seguro de que la situación tenía que resultarle bastante graciosa al idrino recién llegado.
Hizo un ademán al "escondido" para que les siguiera, y sin esperar a ver si lo hacía echó un vistazo a la oscuridad que aguardaba en el piso de abajo, asegurándose de que ninguna sorpresa desagradable aguardaba allí, como por ejemplo unas escaleras inexistentes. Por fortuna no la había, así que con el extraño de ojos dorados a la cabeza el grupo emprendió el descenso hacia los pisos inferiores.

[Off-rol: los gestos que usa cuando se dirige a todo el grupo ya no son los típicos del lenguaje idrino: son universales y todos deberíais poder entenderle a grandes rasgos; tienen un gran componente intuitivo]

La escena que se desarrollaba ante mi no tenia ni pies ni cabeza, un Foner amenazaba a otro con una navaja, mientras el chico de piel de plata gesticulaba al tiempo que de su boca salia en lenguaje totalmente incomprensible. El ultimo en llegar mantenía los brazos en alto y hablaba otra lengua extraña, parecida a la del chico de la piel de plata, aunque no me tome el tiempo necesario para averiguar si era solo una coincidencia o realmente era el mismo lenguaje. En ese mismo instantes, mi mirada y la mirada del Foner de cabellos rojos se cruzaron, vi reconocimiento en su mirada, ya me habían descubierto, mire al resto y note que no era el único, la mayoría de los presentes había descubierto mi escondite. Un instante más tarde, el Foner de cabellos blancos abandono la estancia, decidida a buscar una salida.

Las ideas comenzaron a agolparse en mi cabeza, ¿Que se supone que debía hacer en aquel momento? ¿El Foner de cabellos rojos me atacaría también al reconocer mis ojos? ¿El resto, los de habla extraña, eran amigos o enemigos? En los segundos siguientes recorrí la mirada del resto de los presentes, el único que parecía abiertamente hostil era el rojo. Me incline y tome del suelo una piedra, no más grande que mi puño pero con una protuberancia en forma de punta, si debía defenderme, seria bueno tener algo con que hacerlo a mano. Abandone mi escondite y quede expuesto frente a todos. Las pocas ropas que me quedaban colgaban de mi cuerpo como harapos cubiertos de sangre de animales cazados y barro ocupado para ocultarme, mi cabello estaba apelmazado y había terminado por formar varios mechones gruesos, mus uñas eran largas y habían sido afiladas contra rocas que topaba a mi paso, Me aparte un grueso mechón de cabello del rostro y mire a los presentes, uno a uno, hasta detenerme en el Foner de cabellos rojos.

- ¿De verdad no sabes por que estamos aquí? - Mi voz sonó rasposa y seca a causa de la falta de uso - Esto es Rocavarancolia, el reino de los portentos...

Vale, hacer esa aclaración como primeras palabras ante el grupo no era la idea más brillante, pero ya no tenia sentido esconderme, y no terminaba de entender por que el chico parecía tan confuso de estar donde estaba, ¿Es que a el no le habían explicado nada antes de venir? En mi caso habían sido bastante claros, al menos al decirme que me estaban cosechando para traernos a este reino.

Mi mirada se mantuvo fija en el rojo, principalmente por dos razones, primero, era el único armado y lo hacía el potencialmente más peligroso, segundo, por que hasta donde alcanzaba a entender la situación, el había amenazado a otro por la espalda nada más verle, no terminaba de entender por que, pero algo en mi interior se revolvía ante aquel acto, causándome un malestar que no conocía en mis años en las alcantarillas.

Sentí el impulso de seguir al Foner blanco, buscar una salida era lo que me apetecía ahora, pero aquello hubiese significado ponerme a la espalda del grupo, y la experiencia me había enseñado a nunca dar la espalda, así que me mantuve donde estaba esperando que los demás avanzaran, dispuesto a seguirlas siempre que fuese yo quien cerrara el grupo.

La canadiense continuaba leyendo ajena al mundo real, sólo parando su lectura de vez en cuando para buscar una postura más cómoda. Estaba así, tan tranquila, sin molestar a nadie, mientras algún que otro cosechado se acercaba en intentaba descifrar lo que estaba leyendo, para irse segundos después. Erin no les decía nada, ni siquiera les miraba. Ella misma habría dicho que el libro estaba demasiado interesante como para centrarse en otra cosa. Continuó leyendo un rato, hasta que un chico la habló en inglés. Al principio no dijo nada, aunque luego levantó la vista y se encontró con un chico de unos veinte años según sus cálculos. -¿No podías haberme hablado en otro momento? estaba acabando el capítulo- suspiró- En fin. Mi nombre es Erin.

Acabó el capítulo y guardó el libro y la linterna en la mochila, tranquilamente.<< Ya lo acabaré más tarde >>. Aún a pesar de no querer hablar mucho, tenía que preguntarle a Pablo un par de cosas. -A ver, ¿no tenías otra persona a la que molestar? Porque no veo normal que vayas a hablar justo con la persona que está leyendo- Bufó, aunque no le dio mucha más importancia al tema- Anda, vamos fuera y hablamos allí, que no me hace verdadera ilusión estar en esta especie de mazmorra.

Salió a la calle y no se sorprendió demasiado al ver la ciudad casi derruida, si no que su mente la llevó a pensar en guerras épicas y novelas de fantasía. Al fin y al cabo, eso era lo que la habían prometido. esperó a que Pablo saliese y empezó a andar en una dirección casi aleatoria, aunque en parte creía saber a dónde iba << A buscar agua... >>

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Saren le dedicó un gesto de saludo al idrino, al que escucho atentamente, leyendo sus gestos con rapidez, agradecido de poder expresarse con naturalidad. El lacustre se había girado hacia él, pero aun mantenía en su campo de visión a los otros dos, un gesto de buena educación entre los círculos idrinos, aunque Saren no creía que los otros chicos lo supieran. La falta de lenguaje gestual en la conversación de los chicos de piel blanca le resultaba desconcertante, ¿como completaban la comunicación?, ¿como lograban expresar todos los matices de una frase?.

El norteño siguió las miradas del grupo hasta un punto situado mas halla de Shizel. Otro chico de pelo blanco les espiaba tras una esquina. El del pelo rojo hablo, con un claro tono de queja, parecía agobiado por alguna cosa, algo que tenia que ver con los que le rodeaban. En ese momento, Dhiz decidió actuar como traductor universal. El sureño, se puso de cara a todos los presentes, y se puso a gesticular, simplificando a un registro muy universal, que reproducía de forma muy pausada.

Saren no pudo evitar una sonrisa divertida bajo su bufanda, resultaba muy cómico. Mientras el sureño seguía con su discurso, el chico de la esquina, salió de su “escondite”, dejándose ver por completo. Iba vesitdo con unos cuantos harapos que prácticamente colgaban de su cuerpo, tenia el pelo blanco apelmazado y cubierto de mugre, a juego con su persona. Sus uñas eran bastante largas, y parecían afiladas. Un olor bastante desagradable, hizo a Saren arrugar la nariz bajo la bufanda, pero la mirada que el echo al chico denotaba preocupación. El de los harapos parecía en mala forma, y el norteño se pregunto cuanto haría que no comía nada.

Cuando Shiz terminó su discurso, el de los ojos dorados gesticulo de forma echó a andar hacia las escaleras, seguido por Shiz. Saren observó a otros chicos, leyendo su lenguaje corporal. Resultaba evidente que el del pelo sucio se mostraba desconfiado, su postura tensa, similar a la de un animal asustado, indicaba que prefería cerrar la marcha, así que el norteño no le dijo nada, solo le sonrío y le hizo un gesto de amistad bastante universal. Luego se giro hacia el de pelo escarlata, cuya postura estaba cargada de nerviosismo, era evidente que algo le pasaba con la gente que ahora mismo le rodeaba. Saren se acercó despacio, con las manos a la vista y una sonrisa amigable, y con cuidado, posó una mano en su hombro.

-No pasa nada, no somos enemigos -dijo con su voz cristalina, y aunque hablo en idrino, la intención amistosa era palpable.

El pelirrojo no parecía tenerlas todas con él, así que Saren le dejo espacio. Sin embargo, al final, el chico empezó a caminar junto con Saren tras los otros dos, aunque su postura se mantuvo alerta. El norteño no tardó en oír los pasos del chico harapiento tras ellos, guardando una distancia prudencial.

-Perdona, pero tampoco tenía forma de saber por donde ibas- respondí.

Se presentó como Erin y siguió con su libro, así que decidí esperar a que acabara. Una vez lo hubo guardado se quejó por la interrupción y comprendí que no se había ni molestado en echarle un vistazo a los demás.

-Es cierto que eres la única que está leyendo- empezé a contestar -pero parece ser que eres la única con la que puedo hablar en el mismo idioma-

Me molestaba bastante que me criticara así cuando ella ni siquiera se había molestado en ver lo que pasaba a su alrdedor, pero ese no era ni el momento ni el lugar para iniciar una pelea asi que mantengo un tono calmado y educado.

Erin cambia enseguida de tema y decide salir del edificio, por lo que la sigo. Me dí la vuelta para indicarle al chico abrigado que nos siga pero no hizo falta, ya nos estaba siguiendo. Me doy cuenta de que Erin no se ha fijado en él "Seguramente ni siquiera sabe que está aquí"

Finalmente salimos del edificio y puedo comprobar por primera vez cómo es el exterior. "Ruinas. Todo está en ruinas ¿Que clase de lugar es este?" Erin le dedica una corta mirada a los edificios en ruinas y toma un camino al azar. Me doy la vuelta y compruebo que el chico abrigado tampoco parece muy sorprendido. Es más, creo distinguir algo de odio en su mirada.

No me gusta la idea de tomar un camino al azar pero tampoco hay mejores alternativas asi que me uno a Erin y los tres avanzamos rumbo a quién sabe donde...

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Se encontraba bajando las escaleras de aquel extraño lugar que estaba ya a esas alturas que era algún tipo de mazmorra abandonada a juzgar por el estado de las puertas y paredes con las que se encontraba. Mirando por encima de su hombro ligeramente al escuchar pasos tras el, viendo que no solo el extraño chico de ojos azules le seguía, sino que también lo hacia el de cabellos negro…e incluso para su sorpresa, con cierta reticencia, el foner pelirrojo y más atrás el foner blanco. “Menudo grupo formamos…” pensó D.L sin poder evitarlo, solo de pensar en cómo podrían reacción en F.ON.E.R.A si vieran a tres castas tan diferentes juntas, se armaría un escándalo. D.L no pudo evitar sonreír divertido ante eso, sinceramente eso le gustaría poder verlo.

Observo atento por donde caminaba ya que las escaleras estaban en muy mal estado, al punto de que parecía que iban ceder ante el peso de uno, cosas que no ocurrió y que D.L agradeció, no estaban en situación como para tener accidentes en esos momentos. Noto como al terminar de bajar las escaleras se encontraron con otro piso, idéntico al anterior y suspirando, esperando que eso no fuera eterno, siguió avanzando…atento al resto que aprecia seguirle el paso seguramente con la misma idea de encontrar la dichosa salida de aquel lugar. Finalmente tras bajar dos pisos más sin ningún cambio en el lugar, las mismas paredes algo mohosas y frías, las mismas puertas algunas en muy mal estado y otras directamente destrozadas, llegaron al final del pasillo, viendo lo que supuso seria la entrada, dirigiéndose hacia allí algo desconfiado y prudente de lo que podía esperarlos allá afuera. Si ese lugar tenía una pinta tan abandonada y derruida, no podía ni pensar cómo podría estar el exterior. Se dirigió hacia aquella entrada, quedando algo cegado por una luz que venía del exterior y que no podía ubicar el foco del que provenía, cubriéndose el rostro con las manos, ya que incluso los ojos le ardieron ligeramente por el repentino contraste de oscuridad a luz..

-¿Qué pasa con esta luz?...- se quejo D.L intentando cubrirse la visión, ya que pasar de la practica penumbra a ese brillo que aunque no deslumbrante si era molesto, lo había dejado prácticamente viendo lucecitas de colores a su alrededor. Miro tras el, viendo a sus acompañantes, por llamarlos de algún modo, intentando acostumbrarse un poco a aquella luz molesta, al dar cuenta que parte de dejarle medio ciego no causaba mayor daño, se acerco prudentemente a la salida, obvio desconfiado…pero con el firme pensamiento de que no podrían quedarse eternamente en esa extraña mazmorra. Tras algunos minutos parpadeando y sintiendo los ojos algo llorosos por el repentino brillo, que aunque tenue le dio directamente en los ojos, pudo ver finalmente lo que había allá fuera….cosa que lo dejo completamente sorprendido y horrorizado, dando varios pasos hacia atrás-¿¡Qué….pero qué demonios es eso!? – exclamo volviendo sobre sus pasos totalmente incrédulo de lo que sus ojos veían. Totalmente inseguro de salir allí afuera no había protección sin la cúpula que protegía del exterior…ningún foner podría sobrevivir allí afuera. Toda su seguridad sobre salir de ese lugar se evaporo, haciéndole dudar no sabiendo si era más peligroso quedarse allí en esa mazmorra o allá fuera con ese extraño…color azul pálido que se encontraba sobre sus cabezas en conjunto con aquel extraño foco de luz que lo había cegado en un primer momento al aventurarse fuera de la penumbra de la mazmorra.

“¿Qué ocurre aquí? ¿¡Donde está la cúpula!?” pensó D.L obviamente sorprendido y notando que no era el único con aquel estado, los otros dos foners que venían con el buscando la salida estaban igual o peor. Cada ve estaba mas seguro de que no estaba en su ciudad natal, pero no tenia ni la mas mínima idea de donde estaba entonces...aunque recordó algo que se menciono antes y al que no le había dado importancia hasta ese momento"Ese foner blanco dijo algo de...Roca...Rocavarancolia...¿¡pero donde queda eso que no hay ninguna cúpula protectora!?"Se paso las manos por el rostro bastante desesperado, sin saber que debería hacer ahora, pero sin querer quedarse en ese sitio…intento ver que había mas allá de aquella superficie azulado, mas allá de los límites de la entrada de la cárcel de piedra, pudiendo ver edificio a que parecían haber sido lanzados directamente desde las alturas, cayendo de cualquier forma sobre la tierra.

“Bien…D.L piensa…piensa piensa… ¿Qué haces ahora? ¿Sales y te arriesgas a acabar rostizado por la radiación o te quedas aquí dentro y te mueres de hambre?” pensó D.L viendo que sus opciones definitivamente no eran muy halagüeñas para su futuro. Su mirada se desvió hacia el resto de sus acompañantes y lego nuevamente hacia aquel exterior extraño, sujetando firmemente el cuchillo de su cinto para sentirse más seguro, se asomo precavidamente hacia el exterior asegurándose primero que no iba acabar en una extraña combustión espontanea o alguna cosa similar, viendo que no había peligro por el momento salió de las penumbras de aquel lugar con el cuerpo en cierta tensión y todo sus sentidos atentos a su alrededor, en busca de algo muy preciado si quería sobrevivir en ese extraño lugar….debía encontrar agua.


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Macak se despertó con la luz del día. Por un segundo pensó que todo lo sucedido la noche anterior había sido un sueño, que no existía Dirke y que no estaba en la maravillosa Rocavarancolia; sin embargo, pronto notó que aquel burdo lecho no era el suyo. Se incorporó un poco y miró a su alrededor: la pared estaba medio derruída y se veía el exterior. Cualquiera diría que era ruinosa, pero Macak la encontró fantástica, terriblemente -y nunca mejor dicho- hermosa. Se acercó medio saltando hacia el gran hueco del muro y se asomó un poco más. Estaba radiante, todo era cierto. Estaba en Rocavarancolia, un mundo lleno de aventuras fantásticas que ella misma viviría. Eso era lo que le había dicho Dirke.
Se asomó un poco más y evaluó sus posibilidades de bajar por el muro, mucho más rápido. Lo descartó en seguida, no es que fuera muy difícil, pero ella era bastante pequeña y el muro bastante alto. Mejor no arriesgarse, o por lo menos no nada más llegar.
-Investiguemos, pues -se dijo con una sonrisa.
Caminó por la habitación, con sus piececillos descalzos ennegreciendo por la suciedad del lugar. Se sentó en el catre y se miró las plantas con disgusto. No le gustaba mucho estar sucia, pero no todo iba a ser de color de rosa. Se irguió con energía y camino muy decidida hacia la puerta.
Dirke le había dicho que era especial y, por supuesto, tenía toda la razón. Ella no era como los demás Grantas: era mejor. Más inteligente, más decidida -ellos decía que era demasiado violenta porque no la entendían- y más agradable. Los demás grantas de su edad solían burlarse de ella porque era débil, pero ya no le importaba, en Rocavarancolia se haría invencible, volvería y nadie más podría meterse con ella. Sonrió. Ya tenía ganas...
Abrió la puerta y, al instante, la volvió a cerrar. Había oído voces. Voces que no entendía... Solo salió cuando se hizo de nuevo el silencio. Corrió al exterior, buscando un sitio que explorar. Tenía que encontrar un refugio.
Lo cierto era que tenía miedo. Mucho miedo. No le había gustado la idea de que Rocavarancolia no fuera sólo para ella. Suspiró: era de esperar, igual no era la única que era tan especial... Sólo esperaba no encontrarse con nadie conocido. Siguió caminando, sumida en sus pensamientos y empezó a tener hambre y sed, mucha sed.

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Todo está oscuro. Todo a mi alrededor está completamente negro. No oigo nada ni siento nada. De pronto oigo una voz en mi interior. Una voz estridente, enfermiza. Una voz cargada de locura.
-Despieeeeerta. Despiertate ya, niño débil. ¿No crees que has dormido bastante? ¡Despierta!

Abro los ojos, sobresaltado y me encuentro en un lugar totalmente desconocido para mí. La cabeza me da vueltas. Estoy desorientado y, pese a que mis ojos empiezan a acostumbrarse a la oscuridad, no consigo concebir lo que veo. Me encuentro en una especie de celda, recostado en una pared. No consigo recordar cómo he llegado hasta aquí, pero lo que tengo claro es que no me gusta este lugar. Me asusta, está frío, húmedo y huele a desechos. Empiezo a alterarme, a ponerme nervioso. Tengo miedo.
-Deja ya de lloriquear, niño estúpido, y empieza a moverte. –Me dice de nuevo la voz de mi interior.
-Déjame en paz. Tú ni siquiera existes. Solo eres un producto de mi imaginación.
-¿Qué no existo? Claro que existo. Es más, sin mí, te aseguro que no durarás ni una hora en este lugar. ¿Quién te crees que ha conseguido liberarte si no?
-¿Liberarme…?

De pronto, miro a mi alrededor. Consigo distinguir unas cadenas y unos grilletes rotos y oxidados en el suelo, unidos a lo que parece ser una de las piedras que componen la pared sobre la que me apoyo, la cual parece haberse desprendido de la misma.
-¿Estaba encadenado?
-Sí, lo estabas. ¿Sabes por qué? Porque ellos nos temen. Incluso ellos, los monstruos, temen lo que podemos hacer.
-Los monstruos no existen. No, seguro que no existen.
-Sí que existen. Si no yo no existiría.
-¡Déjame en paz!

Me levanto llorando, histérico. No aguanto más este lugar. Corro hacia una puerta entreabierta y me apoyo contra la pared justa antes de cruzarla. Hay una especie de placa metálica situada en ella que, pese a estar algo oxidada, sirve de espejo improvisado y no puedo evitar la tentación de mirarme reflejado en ella. Allí es donde lo veo. Aún llevo puesto mi disfraz de Halloween, a excepción de la máscara, que la llevo en el zurrón del traje. Entonces lo recuerdo todo.

Corría por las calles de Belfast en la noche de Halloween. Llevaba mi disfraz puesto y corría bajo la lluvia, huyendo de algo que no alcanzo a recordar. Mi disfraz estaba manchado de sangre, sangre fresca que aun goteaba mezclada con el agua de la incesante lluvia. En aquel momento una bandada de extraños cuervos pasaron volando por encima mía y, al doblar una esquina, apareció ante mí un curioso hombrecillo fumando en una pipa no menos curiosa que desprendía un extraño y embriagador humo aromático.
-Has llevado una vida muy dura y peligrosa, joven- Me dijo aquel curioso ser- Te ofrezco una salida. Te ofrezco un viaje a un lugar maravilloso lleno de magia y seres extraordinarios donde no tendrás que esconder tu verdadera naturaleza y donde no volverás a pasar por lo que has pasado aquí.
En aquel momento, por alguna razón desconocida, me abalancé contra aquel hombre empuñando una navaja que llevaba. Pero antes de llegar a tocarle, el hombrecillo hizo un extraño movimiento con la mano y quedé paralizado a escasos centímetros de él.

Entonces hablé, pero lo que salió de mi boca no fue mi voz, sino esa voz estridente que momentos antes había escuchado en mi cabeza.
-¿Dices que hay un lugar para mi allí? No, no existe ningún lugar donde un duende como yo tenga cabida.
-Sí, sí que lo hay. Y créeme, allí no serás, ni de lejos, la criatura más terrorífica que habrá.

Comencé a perder el conocimiento, quizás debido al extraño humo que desprendía la pipa de aquel hombre, y de pronto todo se tornó oscuridad.

Vuelvo a encontrarme en la habitación, frente a la placa, aturdido por lo que acaba de pasar por mi mente. Un recuerdo que, pese a que algo en mi interior me dice que es cierto, por alguna razón es como si fuera un recuerdo de una persona totalmente distinta a mí.
-¿Por qué no recordaba eso? ¿Y por qué huía manchado de sangre? ¡Yo no soy así! No sería capaz de atacar de esa forma a nadie.
-No lo recordabas porque en aquel momento no eras tú, sino yo. Respecto a lo de la sangre… supongo que hay cosas que es mejor que aún no recuerdes. Ahora necesito que seas fuerte, necesito que dejes a un lado tu miedo y tu cobardía.

Cojo la máscara con mi mano derecha y me la quedo mirando. Vuelvo a mirar la placa perfectamente pulida y veo tras de mí una criatura grotesca, parecida a mi disfraz de duende pero mucho más malvada y horrenda.
-Ahora necesito que les demuestres a estos seres que el único y verdadero monstruo que hay aquí eres… somos tú y yo.

Me coloco la máscara que completa mi disfraz. Una oscuridad me invade y por un momento dejo de ser yo. Ya no tengo miedo e incluso dejo de llorar. Cuando me pongo mi disfraz no le tengo miedo nada ni a nadie. Me giro y salgo por la puerta, deseoso de descubrir que me aguarda más allá de esa terrible oscuridad.
-Eso es, estúpido y débil niño, enséñales a todos de lo que es capaz un duende.

No llevaba ni diez pasos cuando escuché pisadas a lo lejos, a la vez que murmullos ininteligibles. Decidí seguir aquellos sonidos desde la distancia para averiguar de que se trataba.


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El grupo había emprendido el camino a través de las mazmorras sin más incidentes. En varias ocasiones Shizel creyó oír voces o murmullos a lo largo de los pasillos, pero nadie les salió al encuentro.
Caminando unos pasos por detrás del extranjero de ojos dorados, el cual parecía haber entendido la necesidad de dejar las desaveniencias a un lado y ponerse en marcha antes de que él abriese la boca, el idrino se permitió prestar más atención a sus acompañantes.
El pelirrojo por fin había dejado la navaja o al menos la había ocultado a la vista. El que se había presentado como Saren se había acercado a él con un ademán tan abiertamente amistoso que incluso aquella gente que parecía ciega a los matices corporales debería haberlo captado, y al final parecía haber accedido a acompañarles. No obstante su postura seguía siendo tensa y vigilante. Saren caminaba a su lado, y parecía el más relajado de los presentes. El que había estado oculto tras la esquina bien les cubría la retaguardia o bien les estaba siguiendo a poca distancia; Shizel no se había girado a mirar. El del pelo blanco caminaba frente a él y no acertaba a interpretarle bien, pero no parecía estar teniendo problemas. La peculiar comitiva se mantenía unida, más por utilitarismo que por verdadero deseo de permanecer en grupo.
Cuando por fin llegaron a la puerta que daba al exterior tuvieron el primer problema. El que iba en cabeza se paró de repente, aparentemente deslumbrado por la luz del exterior. El mismo Shizel tuvo que parpadear un par de veces antes de acostumbrarse, pero la reacción parecía algo exagerada. No obstante, el siguiente paso del extraño de ojos dorados fue aún más extraño: apenas echar un vistazo al firmamento volvió a retirarse al interior, farfullando cosas en su lenguaje incomprensible. Shizel comprendió que algo en el cielo le había asustado o le resultaba demasiado poco familiar para sentirse cómodo, y se asomó con cautela. No obstante el cielo no parecía contener nada anormal a sus ojos: era de un color definitivamente distinto, y el sol era más pálido aún que el de Idris, pero no parecía haber ninguna amenaza descendiendo de las alturas. No obstante los tres no-idrinos habían reaccionado exactamente de la misma manera; mirando con desconfianza, si no con abierto temor, al exterior bañado por la luz y aparentemente atónitos ante algo que veían en el cielo.
Shizel trató de explicarles que ahí fuera no pasaba nada malo: que lo que temían, fuese lo que fuese, no iba a suceder, si no, ¿por qué iban a traerles allí? Él mismo salió al exterior para demostrarles que no pasaba nada; el primer extraño que había salido a la luz pareció superar sus miedos por su cuenta y acabó por salir definitivamente al exterior, pero los otros dos no parecían muy convencidos.
Shizel resopló. Si tenían que tirar de ellos todo el camino no llegarían nunca, y el hecho de que sólo se comunicaran con la voz le impedía saber qué narices era lo que les aterraba tanto del exterior.
"Ahí dentro puede ser más peligroso que fuera", gesticuló. "Id por la sombra o algo, pero tenemos que movernos; no creo que queráis quedaros a vivir." Algo de impaciencia se deslizó en el mensaje pero Shizel la dejó pasar: probablemente nadie se daría cuenta de su descuido más que Saren.
A la exigua luz del sol Shizel se dio cuenta de un detalle respecto al idrino que antes había pasado por un desliz de su imaginación: tenía el cabello negro como la noche, y unos ojos igualmente oscuros. Contempló aquella curiosidad por el rabillo del ojo: sería desconsiderado analizarle abiertamente. Había visto a pocos norteños y sabía que allí los colores oscuros eran más comunes, pero la doble combinación resultaba exótica como poco. Cuando su mirada se cruzó con la del norteño alzó las cejas en un leve gesto de sorpresa, pero no dejó traslucir nada más.
-Ayúdame, ¿quieres?- le pidió al idrino cogiendo al pelirrojo del brazo y dándole un leve pero firme empujón en dirección al exterior. Había desistido de tratar de razonar con el rezagado: parecía actuar más por instinto para estas cosas, y contra ello poca lógica valía. Sin embargo, de momento el pelirrojo era el único que estaba armado y parecía atender a razones prácticas cuando no estaba amenazando a la gente: le necesitaban fuera con ellos y no encerrado.
Una vez más el de ojos dorados se había adelantado; no parecía caminar en una dirección determinada pero sí parecía estar en busca de algo.
"Bueno, si cree que sabe a dónde va yo no me voy a quejar". Shizel se encogió de hombros e hizo un gesto a los demás para que siguieran el camino que el otro había tomado.
"No nos perdamos de vista mutuamente, y vayamos con cuidado", gesticuló, y él mismo emprendió el camino a buen paso a través de las calles derruidas y muertas de Rocavarancolia.

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Tras una pequeña camina llegamos finalmente al primer nivel del edificio, el foner que abría la marcha se detuvo, sorprendido por el cielo sobre su cabeza, todo el resto de grupo se paro unos instantes cuando eso ocurrió. Mi sorpresa al ver el cielo no era tan grande como la de ellos, ya había pasado la primera impresión, había pasado largo rato absorto en su observación cuando le vi por la ventana, hace un rato, así que ya sabía lo que nos esperaría fuera. El chico murmuro sobre la radiación, ¿Es que de verdad no se enteraba que ya no estábamos en F.O.N.E.R.A? El foner de cabello blanco parecía contrariado por este hecho, el de cabellos rojos también parecía esperar entender su ubicación, a juzgar por lo que le pregunto al otro cuando le amenazo con la navaja, yo, por el contrario, estaba realmente excitado por la idea de haber ido de mi mundo, había aceptado sabiendo aquello y no tenia ninguna intención de echarme para atrás, mientras más lejos de esas malditas alcantarillas, mejor para mi.

No continué avanzando, no por verdadero miedo a la radiación, sin por que me sentiría incomodo entre los demás, prefería estar atrás, donde nadie estuviera a mi espalda, no me sentía seguro dándole la espalda a ningún ser vivo, la vida me había enseñado que esa era la forma más rápida de perder la vida.

Antes de que el blanco se diera la vuelta y decidiera finalmente salir note un detalle, sus ojos no eran como los míos, o al menos como recordaba los míos, el color era distinto, y me parecía recordar que eso significaba que no pertenecía a la misma casta que yo. Sacudí mi cabeza como si con ese gesto pudiese alejar ese tipo de contemplaciones de mis ideas, no tenían importancia ya, para mi, hacia mucho que las castas habían dejado de significar algo.

Finalmente la primera salio y se perdió en el brillo del día, poco a poco los demás le siguieron, el chico de plata y su acompañante de cabello negro ayudaron al rojo a salir, y llego mi turno.

- Finalmente he llegado - Murmure para mi, un extraño sentimiento se agazapo en mi interior, algo que no sentía desde mi infancia distante, si es que lo había sentido, como si aquel mundo, donde el cielo brillaba sobre mi cabeza y los insectos que habían asesinado a los míos quedaban insondablemente lejos, finalmente estuviese donde debía estar, F.O.N.E.R.A ya no era mi hogar, Rocavarancolia lo era...

La luz me envolvió al salir...

RR iba arrastrando al chaval desmayado, mientras fumaba y contaba sus venturas y desventuras de drogadicto con Saren, que había preguntado si el liquen era algún tipo de estimulante.

-Sí, podría decirse. Es fuerte, aunque a mi me tarda en subir, por eso de que tengo el cuerpo ya muy hecho a esta mierda. Por otra parte, fumado es más flojo. Deberías ver a algún payaso que se haya metido el ácido. Es… bueno, cómo una máquina. No he visto a nadie pegar tan rápido. Era un chaval rojo, en un antro de mala muerte. Se metieron con él, no recuerdo la razón, y casi los mata a todos. Él contra cinco tipos. Le partieron la pierna, ¿sabes? La tenía tronchada completamente por el centro. Pero él seguía golpeando, arrastrando la pierna. Brutal.

Mientras hablaba, llegaron a las puertas de la mazmorra. RR dejó con cuidado el cuerpo de Wintel, apoyándolo contra una pared para que no le cargara todo el peso a su compañero, y tiró de los pesados pomos de metal.

El muchacho rojo abrió los ojos todo cuanto pudo, y notó cómo el subidón se apoderaba de él por completo, acompañado de la adrenalina que su cuerpo se apresuraba en producir. El cigarro se asomó peligrosamente de la comisura de sus labios cuando abrió la boca de puro asombro, apunto de lanzar un improperio que se achantó y tuvo demasiado miedo de pasar de la mitad de su garganta y pronunciarse.

Las paredes de piedra estaban completamente tapizadas de crías de blatta, que con los movimientos de sus alas y de sus cuerpos quitinosos parecían parodiar de forma retorcida las ondulaciones del agua estancada.

Con tres rápidos movimientos de una sola mano, RR se quitó el cigarro de la boca, quitó la ceniza, apagándolo, con un golpe de su dedo, y lo guardó en un bolsillo de su chupa, sin levantar la mirada del infinito alado que se abría ante él. Sin dejar de mirar al frente, cerró de un portazo y se giró hacia sus compañeros.

-Corred.- dijo, simple y llanamente, con tono seguro y claro, contundente, que escondía un terrible horror tras él.

Poco después salía disparado cómo una bala, a unas velocidades impensables y con todo su gesto de terror y de apuro, al que las gafas de soldador y la capucha sólo añaden un toque aun más caricaturesco; corriendo cómo sólo lo puede hacer un redomado cobarde hasta arriba de drogas y adrenalina con un profundo sentimiento de afecto hacia su pellejo en general.

-¡LAS MADRES ANDARÁN CERCA!-notificó gritando a sus estupefactos y lentos compañeros antes de alejarse, esperando que fueran lo suficientemente listos cómo para seguirle. Sabía por experiencia que a una blatta con los instintos maternales a flor de piel y con un cabreo de primera sólo se la podía combatir disparándole de lejos, a ser posible mientras corres en dirección contraria a ella para estar aún más lejos de ella. Y sin armas y con el número que estimaba que podía haber ahí fuera, podía darse por muerto si no era capaz de cruzar la ciudad a la velocidad de un disparo. Así que tiró hacia la dirección que habían tomado los extraños navíos aéreos tripulados por autómatas de palo, a sabiendas de que recorrer un lugar tan abierto y peligroso en plena noche y sin ninguna protección era mejor opción que meterse en un nido de blattas.

Definitivamente, aquel no era su día.

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No tardaron mucho en llegar finalmente a la mazmorra, a cercándose al portón al ver como Wilntel era dejado en el suelo por R.R que abrió los portones para que pudieran entrar. D.L vio con confundido por un segundo la cara de competo horror mortal de R.R, asique algo curioso dirigió su vista al interior de las mazmorras, quedándose totalmente mudo y aun mas blanco si aquello era posible. Aquello se convertía en una pesadilla aun mayor con cada segundo que pasaba….eso o tenia la peor suerte del jodido planeta.

-Joooder…-exclamo en un tono casi inaudible horrorizado por completo y casi sintiendo toda la sangre de su cuerpo congelarse, sin aliento, al ver aquella cantidad ingente de crías de Blattas que solo había visto una maldita vez en su vida y que se volvió una pesadilla que lo acogió por meses en lo que no pudo ir a la zonas bajas. Todo el por horror de encontrarse con alguno de esos, o peor con su madre. Ver a R.R cerrar la puerta de golpe fue como un golpe cerebral a su memoria. Que allí hubiera crias….era igual a una madre Blatta con muy mala hostia cerca…”¡A largarse de aquí cagando leches!”

-¡Te sigo! -murmuro casi sin voz D.L no tardando más de una milésima de segundo en corred tras él prácticamente acabando a su par, porque él ni de coña pensaba quedarse en ese lugar… no quería volver a ver en su vida a un madre Blatta, ya con una vez tuvo más que suficiente para su integridad física. Al demonio si parecía un cobarde asustadizo…esa madres no eran para tomárselas a juego…que te arrancaba la cabeza en menos de un parpadeo y eso si eran rápidas. El prefería mantener todos los miembros, piel, huesos y demás zonas de su cuerpo en su lugar.

-¡HACEDLE CASO, LARGAROS YA DE AHI!- Grito al resto, sin pararse siquiera a mirarles, el ahí no se quedaba por que con la cantidad de crías que vio allí dentro, capaz que hubiera incluso más de una madre- ¿¡Porque cojones hay crías de Blatta allí dentro!?¿¡No vamos a tener ni un segundo tranquilo en esta condenada ciudad!?- exclamo D.L irritado contra la ciudad y contra sí mismo, intentando alejarse lo máximo posible de aquella mazmorra…prefería patearse a la carrera esa ciudad antes que meterse en ese nido, total parecía que sus opciones de supervivencia iban de mal en peor.


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Saren escuchaba con atención la historia de RR, bastante interesado. En Idris no había tal nivel de violencia, o al menos el no había estado expuesto a él. Lo que el pelirrojo le contaba le sonaba casi a cuento, pero aun así le llamaba la atención. Soltó un silbido cuando concluyó la anécdota, secundando el “Brutal” del foner. Ya se veía el edificio de las mazmorras a lo lejos.

RR apoyó a Wintel contra una pared, para que Saren no cargara con todo el peso, y se dispuso a abrir las puertas. Mientras el pelirrojo accionaba los pomos, el idrino comprobó una vez mas el estado del nublino, chasqueando los dedos frente a los ojos desenfocados del chico. Wintel parecía volver en si, pero aun no estaba consciente del todo. Un olor penetrante llamó la atención de Saren, un olor que venía de dentro del edificio.

El chico se giro hacia RR, y se encontró conque el pelirrojo estaba paralizado mirando el interior del edificio. De pronto, el foner, empezó a moverse con celeridad, apagando y guardando el cigarro casi a la vez que cerraba la puerta de un portazo. A continuación, RR se volvió hacia el grupo, y solo grito una palabra, “Corred”. El tono del pelirrojo era contundente, y tras el se escondía un miedo terrible, el foner estaba realmente asustado.

-¿Pero que... ? -alcanzó a decir antes de que el foner pusiera pies en polvorosa.

DL había visto lo mismo que RR, ya que estaba detrás de él, y estaba tan alterado como el pelirrojo. El peliblanco echó a correr justo después que RR, tras sus pasos, el mismo miedo impregnando su voz, que le llegaba difusa mientras se alejaban. El estado de DL llamaba la atención, ya que hasta ahora se había mostrado muy tranquilo.

En un instante, Saren se vió solo, cargando con un tipo medio inconsciente, y enfrentándose a algo presumiblemente aterrador. El idrino se quedó bloqueado un segundo, sin saber que hacer, pero el instinto se sobre puso y actuó sin pensar, la adrenalina empezaba a circular por sus venas.

Saren alzó la mano y cruzó la cara de Wintel de un bofetón, que sonó como un disparo de salida, ya que todos los que aun no estaban en movimiento, echaron a correr. El norteño sacudió a un Wintel, completamente despierto ya, y agarrándole el brazo, tiró de él, saliendo detrás de sus compañeros.

-¡Muevete! -le inquirió al nublino tirando de él-, ¡corre por tu vida!.

El idrino apretó el paso, casi arrastrando al nublino, pero demasiado preocupado por huir de aquello que había en la mazmorra como para hacerlo por la comodidad. Saren corría cada vez mas rápido, instigado por el miedo de RR, por el miedo reflejado en aquella única palabra. La velocidad de Saren aumentó mas y mas, adelantándose hasta ponerse casi a la altura de sus compañeros mas adelantados. En su fuero interno maldecía a RR por haberle dejado cargando con Wintel, pero en parte podía comprenderle, no sabía como habría reaccionado él de estar en su lugar.

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Todos se van decidiendo, casi todos volvemos a la mazmorra pero Thrasmy se va con las chicas e Yrio. El pelirrojo, R.R, curioso nombre, es el que llega primero y abre la puerta. Pero todo su gesto cambia, todo su cuerpo se tensa y se queda como congelado unos instantes en el umbral. << ¿Qué pasa? >> Casi a la par llega DL, el peliblanco, pero este reacciona de forma más histérica y retrocedo varios metros por puro acto reflejo. De pronto el chaval pelirrojo cierra de un portazo y dice que corramos, provocando que todo mi cuerpo reaccione igual y preparándome para correr. El otro sale a toda velocidad, gritando algo de unas madres << ¿Las crías de algo han infectado el sitio? Maldita sea... >> seguido de cerca por Saren y el desmayado << ¿Cargarán con él? Si lo que hay dentro es tan grave, no es buena idea llevarlo a cuestas... Podrían incluso dejarlo de cebo >>
-¡Esperad!-grito, a punto de sumarme a la escapada.

A punto porque de pronto veo a Erin y la felina, Macak, irse en otra dirección, junto con Pablo << ¿¡Pero qué hacen!? >> Me callo un par de gritos para evitar que lo que hay en la mazmorra salga y miro a ambos grupos gruñendo, hasta que al final y sin dudarlo sigo a las dos chicas, alcanzándoles rápidamente. Siguen corriendo sin parar, no sé de quién fue la idea de irse por aquí pero no pienso permitir que estas dos vayan solas, menos aún les pase algo, impensable después de lo gritado a Gahna y Cicatriz... << Por la Gran Madre, ¿a dónde vamos ahora? Somos cuatro... Tenemos que encontrar algún sitio donde dormir >> pienso apesadumbrado, mirando al cielo que va tornándose negro. Y ni un punto luminoso en este, ni una antorcha en las calles... Hasta que la chica con cosas en los ojos saca un artefacto que ilumina el camino. Me paro en seco estupefacto pero me recupero y sigo corriendo, observando el objeto que acabo por relacionar con una de nuestras linternas, pero posee otra forma más alargada y compacta.

Sigue en la zona de los Pozos.
Nota FdR:Lo de poner a Pablo y Erin está hablado, y puse también al pj de Chireadan por si no podía postear e ir agilizando ^^"

Parecía que estaba flotando, solo era consciente de Sonidos y luces intermitente y de un penetrante olor.


Estaba completamente confundido, después de un largo rato entre la conciencia y la inconciencia algo me golpeo fuertemente haciéndome caer de lleno en la conciencia, fue como coger una gran bocanada de aire después de mantener la respiración hasta el máximo.


Gritos, muchos gritos inundaron mis oídos, y sentía como alguien me arrastraba con fuerza casi manteniéndome en el aire. Se trataba del Piel plateada:


“ ¿!Qué…. qué ocurre?!- decía a trompicones intentando poner los pies sobre el suelo-“


No hizo falta preguntar al echar un ojo hacia atrás comprobé como miles de extrañas criaturas nos perseguían por lo que me dejo ayudar a escapar, aun así me cuesta poner los pies en el suelo de los fuertes tirones en el brazo que me proporciona el piel plateada.




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