Prisión (Archivo IV)

Recuerdo del primer mensaje :

RR abrió los ojos y, al comprobar que aquel techo de piedra no era el de su mugriento hogar, saltó de la cama sobre la que yacía, mirando a todos lados de forma histérica, medio analizando su situación, medio buscando su escopeta. El lugar debía de ser una cueva, por el aspecto de las paredes y el suelo. Pero aquella cama… y la puerta. ¿De qué cojones estaban hechos? Por no hablar de la antorcha… Debía de estar en algún punto de los sistemas de cuevas, pero… ¿dónde? Los krerontes, por lo que él sabía, no tenían costumbre de construir, ni de iluminar, ni de poner puertas, ni de esperar para comerse a nadie. Y si no eran antropófagos… ¿quién?

Y entonces, súbitamente, recordó a aquel muchacho rojo y a la mujer fumando en su habitación. Recordó cómo les había apuntado con la escopeta y les había sugerido sacar su culo de aquel mugriento agujero al que llamaba hogar antes de que les hiciera unos cuantos agujeros nuevos. La pareja no pareció ni mínimamente intimidada por la amenaza, y como respuesta le habían comenzado a sugerir un viaje a un mundo maravilloso y de fantasía. Haciendo un importante esfuerzo para rememorar lo acontecido, supuso que aceptó, seguro cómo lo estaba ahora de que se trataba de un sueño. Y era lo que mejor recordaba, el ambiente onírico que envolvía la escena.

Se sentó en el extraño camastro de material marrón, no sin antes comprobar si alguien le había dejado un regalito explosivo debajo. "Piensa, RR, piensa…."

Debían de haberle drogado y secuestrado. Pero, la cuestión era… ¿por qué? No tenía ninguna información importante, y por seguridad no guardaba paquetes que tuviera que enviar por las alcantarillas, sabedor de que el mejor truco para que no te pillen con mercancía ilegal es no llevarla encima. Podrían haberle registrado la habitación y haberle metido un tiro en la frente. ¿Para qué preocuparse de un fontanero cualquiera? ¿Qué podían ganar manteniéndolo preso? Aunque pidieran un rescate, y aun suponiendo que alguien estuviera dispuesto a gastarse un C en su pellejo, no podrían reunir ni para un trago de skaj.

La posibilidad de que el sueño fuera cierto le asaltó de repente, y estuvo a punto de echarse a reír, y lo habría hecho de no ser porque la carcajada se ahogó a mitad de camino en la garganta. La posibilidad era minúscula, sí, insignificante. Pero brillaba y atraía su atención cómo una astilla clavada en su cerebro.

Se detuvo a pensar durante unos segundos, hasta que finalmente se levantó y, apoyando el oído contra la puerta, comprobó que la quietud del silencio reinaba al otro lado de la estancia. Una vez cerciorado de ello, comprobó flugralmente palpándose que todos sus bolsillos y mochila llevaban todo lo que debían y, sin más dilación, lanzó una patada a la puerta, abriéndola y astillándola bajo sus suelas metálicas. Tras esto, se asomó al pasillo de piedra, mirando a todos lados en busca de algún peligro. Al no encontrarlo, se puso la capucha, las gafas y el pañuelo, y comenzó a recorrerlo a bien ritmo, decidido a sobrevivir un ciclo más y a no acabar en la cena de nadie.

Erin despertó en una habitación que no era la suya. Sin bajarse del camastro en el que estaba, intentó reconocer el sitio donde estaba, aunque no lo consiguió. Veía todo desenfocado, pues no llevaba sus gafas puestas. Soltó una maldición por lo bajo y se levantó de la cama, mientras intentaba reconocer la habitación. Dio dos pasos en una dirección aleatoria y se paró la oír un ruido que conocía demasiado bien. Había encontrado sus gafas. Apartó el pie que las estaba pisando y se agacho para cogerlas. Al menos sólo se había roto la patilla derecha, que ya había tenido que reparar unas cuantas veces. Pero aún así se negaba a comprar otras, esas le gustaban demasiado. Entonces recordó que se había traído una mochila a Rocavarancolia. La abrió y tanteó en el interior buscando la cinta aislante que creía haber traído. Cuando la encontró, cortó con los dientes un trozo bastante grande y pegó la patilla, arreglándola coma ya había hecho unas cuantas veces antes. Una vez las hubo arreglado, se las puso y miró en derredor. Aquello la recordó más a una mazmorra medieval que a un cuarto.

No se preocupó más por el sitio en el que estaba y procedió a sacar todo lo que había traído en la mochila. Aparte de la cinta aislante llevaba algo de ropa, su Nintendo DS lite blanca con tres juegos, el Nokia viejo de su padre, la baraja del Set, la versión de bolsillo de Blade Runner a medio leer y la de El Juego de Ender sin empezar (en realidad ya lo había leído, pero quería releerlo), una libreta y un estuche con bolígrafos varios, su nuevo MP3 con unos auriculares, una caja de cerillas, una linterna, muchas pilas, un botecito de líquido limpia-gafas, unas tijeras, un trozo de cuerda largo y un botiquín de primeros auxilios. Todo aquello se lo había traído sólo porque sus padres habían planeado una acampada y era lo que se iba a llevar. Volvió a meterlo todo en la mochila, excepto la linterna y se la colgó de un hombro, aunque en seguida se la colgó de los dos ya que pesaba demasiado. Bufó y se dirigió a la puerta, mientras por su cabeza pasaban todas las aventuras que imaginaba que iba a vivir.

Al pensar en que estaba encerrada en una especie de mazmorra medieval, su mente lo relacionó en seguida con Poniente, un mundo de uno de sus libros favoritos. << ¿Habrá dragones? ¿Podré tener una espada? Si puedo tener una, se llamará Aguja. Y seré una danzarina del agua. Y tendré un lobo huargo >>, pensó. Todo aquello era tan emocionante que no podía esperar a salir de allí. << A ver. Estoy encerrada en una mazmorra medieval. La puerta es de madera, aunque no parece muy resistente. Tal vez si… >>. Cogió carrerilla y cargó contra la puerta, que cedió a la primera para sorpresa de ella. Cerró los ojos ante la inminente caída y se maldijo mentalmente por no haber probado a abrirla como una puerta normal. Cayó al suelo, aunque no se hizo demasiado daño, por lo que se levantó con tranquilidad, se sacudió el polvo de los pantalones y soltó un suspiro antes de empezar a andar. El pasillo estaba oscuro y prácticamente no veía nada, por lo que encendió la linterna y siguió andando en línea recta sin saber muy bien a dónde ir. Al cabo de un par de minutos, llegó a unas escaleras. Las bajó tranquilamente, intentando descifrar lo que decían las voces que oía. Parecía que hablaban en otro idioma, uno que no había oído en su vida. Pasó al lado del grupito, aunque no dijo nada; ni siquiera les miró. Se sentó algo alejada de ellos, se quitó la mochila de la espalda y sacó de ella el libro que tenía a medio leer. Apoyó la espalda en la pared,apuntó al libro con la linterna para tener la suficiente luz como para leer bien y dejó que su mente se perdiese en el mundo ficticio de Blade Runner.

No tenia idea de cuanto tiempo llevaba maravillado por el espectáculo que aquella simple ventaba me ofrecía, pro finalmente fueron ruidos de una conversación los que me sacaron de mi ensimismamiento. Algo ocurría al otro lado del pasillo, camine en absoluto silencio hasta la esquina y me asome ligeramente. Con todo el sigilo que mis años de superviviente podrían dotarme, mire lo que ocurría, y me lleve una pasmosa sorpresa.

Llevaba 7 años sin ver otro Foner, y ahora tenia dos a solo unos metros de mi. Demore algunos instantes en racionalizar lo que veía, un Foner de cabello rojo sujetaba una navaja contra la espalda de otro, era un chico de cabello blanco. Desde donde estaba podía escuchar fragmentos de su conversación, el que sujetaba la navaja preguntaba algo que tenia que ver con las casta. El sonido de aquella palabra reverbero desde lo profundo de mis recuerdos, era algo importante en un momento de mi vida que parecía venido desde otra vida, antes de los peligros y los ataques. Las castas eran como ns diferenciábamos, el color de nuestro cabello lo marcaba, mire mi propio cabello y casi me sorprendí de que fuera blanco, era la casta más importante. ¿Seria la chica de la misma casta?

Una tercera persona apareció en el cuadro, un chico de piel y cabello plateado, la impresión que me causo fue igual de fuerte que la de los otros dos como yo, no era una foner, ni nada que viniera de nuestro planeta, ¿Quien podría ser?. Lo que más me sorprendió de el era la seguridad con la que se movía en aquel lugar, ¿Como podía lucir tan seguro en un lugar de apariencia tan peligrosa?

Decidí quedarme oculto en donde estaba, esperando ver lo que ocurría, no pensaba acercarme, me sorprendía tener gente cerca, pero llevaba tanto solo que la sola idea de sociabilizar con otros me ponía los nervios de punta.

Wintelgy

Al parecer no me entiende pero me hace un gesto con la mano a modo de saludo, también habla en un extraño idioma que no alcanzo a comprender.


“ Me llamo Wintelgy y no quiero problemas, solo quiero salir de aquí-digo señalando hacia su espalda-Digo no muy seguro aun que no me entienda- “


Es una persona bastante alta y con el color de la piel rosado y el pelo marrón… no es un nublino pero parece que no es hostil.


Me señalo a mi mismo repetidamente mientras digo sonriendo y lentamente: “Wintelgy…. Wiiiinteeeeeelgyyyyyy…. Wintelgyyyyy”


Repito esto varias veces y cuando termino cada vez le señalo a él en silencio como pretendiendo que me dijera su nombre.


Mientras intento presentarme el cuchicheo del fondo desaparece y parece que ahora hay un cuchicheo detrás nuestra, me giro señalo atrás y luego me señalo al oído. Intentando de avisar al piel rosada de que hay alguien detrás nuestra.

Mientras bajaban pasaron junto a una chica con un libro en las manos, sentada en el suelo. Yrio miró por encima para ver si podía enterarse de qué leía, pero las páginas estaban llenas de símbolos incomprensibles así que optó por continuar, desilusionado. Las otras dos chicas se presentaron como Alder y Seon, pero antes de que Yrio pudiese hacerles alguna pregunta más llegaron a la puerta; un gran portalón oxidado por cuyas rendijas se colaba algo de luz. Con un largo suspiro, Yrio abrió la puerta trabajosamente, y tuvo que taparse los ojos con las manos.

-¡Argh! Maldita luz- se quejó.

Permaneció con los ojos entrecerrados, mirando al suelo, hasta que se acostumbró más o menos. Se puso la sábana a modo de capucha para que pudiese ver al menos por donde pisaba y avanzó unos pasos de forma insegura. No sabía por tonde ir, no conocía nada de la ciudad y aunque hacía más calor allí fuera, la luz seguía siendo una gran molestia. Visto que ninguno de sus compañeros parecía decidirse eligió una calle al azar. Las casas estaban todas derruidas, e Yrio lo notaba casi más por la cantidad de escombros con los que se tropezaba que porque pudiese ver bien los edificios que les rodeaban. Estuvo a punto de caer enredado en la sábana como estaba, un par de veces, pero no se detuvo en ningún momento, salvo para asegurarse de que los demás le seguían.

Sigue en la Plaza de la Fuente.

Al parecer sólo las chicas y el del pelo violeta se entienden entre sí, y queda bastante claro que no son de Libo por el tono en que el chico se dirige a ellas, pero también me mira con desconfianza. << Habráse visto, desconfiando de mí... ¡Bueno! >> Al poco aparece otra chavala con una mochila y que en vez de decir algo, saca un libro en un idioma desconocido y se sienta a leer. << Libros... Si no entiendo el idioma, ¿cómo voy a leer algo, maldita sea? Grrr>> Preparo un gruñido pero lo guardo cuando el chaval de la ropa rara se me acerca con una sonrisa... ¿Qué está intentando? ¿No ve que estamos en un sitio donde no nos entendemos? >> Levanto las manos para apartarlo educadamente pero acaba yéndose solo al ver que las chicas se marchan.

-Eh, ¿a dónde vais?-inquiro
<< ¿Las chicas encabezan la marcha? Quizá... quizá no esté todo perdido y aquel libro mintiera... >> Me apresto a seguirlas y por el camino escucho más voces, tanto atrás como arriba ¿o abajo?
-Esto es un caos... Necesito información ya, ¡diablos!

El chico del pelo violeta encuentra una puerta y la abre como puede, para luego apartarse de la luz << ¿Qué le pasa? Sólo es luz... >> Me asomo esquivando al grupo de gente o lo que sean y logro ver una plaza en ruinas, para nada de Libo << Vaya ciudad más ruinosa... Rocavarancolia ¿eh? Veremos... >>
-Ese se va a matar con las sábanas.-murmuro al seguir con la mirada al chico, al que luego sigo a pie, echando de vez en cuando miradas hacia atrás y a los lados, garras listas.-Eso parece una fuente...
Sigue en la Plaza de la Fuente.

- Alder es ella, yo soy Seon.- contestó alegremente. Alder, como para confirmarlo, pasó el brazo alrededor de su cintura y recibió un beso en la mejilla a cambio. Seon habría querido preguntarle por su edeel, pero se vio interrumpida por el hecho de encontrar la salida, y un torrente de luz tras ella.
Ambas se llevaron las manos a los ojos momentaneamente, molestas por el cambio de luz, pero despues de pestañear bastante y hacerse la vista, lo cierto es que la luz resultaba tenue a pesar de ser de día. "¿estará amaneciendo?" Pero el sol estaba alto y pálido sobre las calles. No pudo mirarlo muy fijamente, porque a su alrededor todo era blancura.
A lo lejos, ya no podían distinguir sino las siluetas blancas de mas edifcios, pero al frente, no costaba mucho adivinar las calles y formas, y los colores aunque demasiado brillantes, seguían siendo los mismos. Yrio comenzó a andar entre las calles deshechas de la ciudad, tropezando a menudo con escombros. Alder se había quedado muy calllada. El aspecto de la ciudad era ruinoso. Los edifcios se apilaban sin ton ni son, y eran sosos y poco imaginativos, casi todos de piedra, como una especie de ciudad carcel. No había gente nueva, y no había nada vivo, ni plantas ni animales en los callejones.
Seon también estaba callada y miraba a Alder preocupada. No estaba aun decepcionada. Antes de que Alder se despertara, el chico le había hablado de tantas cosas que aun podría comprobar..., pero empezaba a tener miedo de haber arrastrado a un error a su edeel.

Sigue en la Plaza de la Fuente.

La expresión de RR se ensombreció al escuchar la contestación de DL. Amarillos. No había hablado con muchos, pero los que había conocido podían describirse, en pocas palabras, cómo lame culos elitistas. No le gustaban los amarillos, y no tenía razones para confiar en ellos, y en consecuencia, tampoco tenía por que confiar en él.

-No te diré mi nombre, cómo comprenderás.- dijo en tono molesto.- A los vuestros no os cuesta nada subir un par de pisitos y charlar con los servoguardias, ¿verdad? Me apetece mantener mi culo pegado al resto del cuerpo, y se da la casualidad de que el plasma me da urticaria. Así que, cómo comprenderás, será condición necesaria que ignores ese dato. No tengo muchas ganas de abrirte en canal.

“… Aunque lo más probable es que con este chisme sólo te pueda depilar apurado” añadió para sí. Su trola no iba a durar mucho, así que tendría que aligerar antes de que se percatara de que no estaba en condiciones de avasallarlo con un imponente arma. Lo primordial, pues, era sacar toda la información posible antes de echar a correr.

-Pero mira, cómo me considero un tío educado, te diré que soy rojo. Con eso debería bastarte. Si lo ves bien, pasamos a la siguiente ronda de preguntas. ¿Dónde coño estamos y por qué?

Antes de poder añadir algún calificativo peyorativo más con el que cerrar la pregunta y descargar tensiones, escuchó a alguien hablar en un extraño registro a su espalda, en una lengua que jamás había escuchado antes. Se giró rápidamente para volver a sobresaltarse ante la visión de un muchacho flacucho de ojos azules con (¡Coño, qué coincidencia!) el pelo blanco. Justo antes de hablar, se percató del extraño aspecto de sus orejas, que dibujaron en su rostro una mueca de extrañeza que escondían sus gafas y su pañuelo.

-¿Qué demonios…? ¿Quién eres tú, y dónde cojones estamos? Esto empieza a ponerse raro…- añadió a sus preguntas, quejumbroso. Cada vez echaba más de menos su escopeta.

Poco después, se percató de que había un chaval detrás de la extraña mezcla de azul y savra. Por sus ojos dedujo que era blanco, argumento que apoyaba su pelo; pero su cerebro tardó en asimilarlo. Nunca había visto a ninguno, y hasta entonces había pensado que el día que se cruzara con uno sería para endiñarle un tiro en la frente o hacerlo saltar en cachitos.

-Esto parece una jodida convención de pijitos... –comentó por lo bajo.- ¿Qué hacen tantos castas altas aquí?...

Ciertamente, estaba siendo un día muy raro.

Como me temía, no me entiende, pero parece comprender mis gestos. Sigue hablando en su idioma señalando a mi espalda, no estoy seguro de lo que dice, pero parece que quiere que le deje pasar. Justo cuando me dispongo ha echarme a un lado se señala a si mismo y dice una palabra, luego me señala unos instantes y vuelve a señalarse a si mismo repitiendo esa palabra.

"Me está diciendo su nombre" comprendo enseguida. "y quiere saber el mío".

-Wintelgy- digo señalándole con el dedo. Acto seguido me señalo a mi mismo. -Pablo- Digo presentándome.

En ese momento oigo pasos procedentes de la escalera y mi nuevo compañero "por considerarlo de alguna forma" señala con el dedo las escaleras y luego señala su oreja. "El también lo ha oído" comprendo. Asiento con la cabeza y dirijo mi mirada a las escaleras para ver como una chica bajita que parece tener doce o trece años baja los escalones cargada con una mochila y llevando una linterna. Pasó de largo sin ni siquiera mirarnos y se sentó más abajo. Acto seguido saca un libro y se pone a leerlo. No consigo leer mucho de lo que pone pero parece que está en Inglés. "Por fin, alguien a quien quizás pueda entender" El inglés no es mi lengua materna pero lo hablo con bastante fluidez así que le indico por gestos al chico de la ropa de invierno que voy a acercarme a la chica.

-¿Hola?- Le pregunto en Inglés - No se quién eres pero pareces ser la única persona de aquí a la que puedo entender así que pensé que lo mejor sería presentarme. Me llamo Pablo-

Un estruendo lejano rasgo el velo del sueño que envolvía a Saren. El idrino, bastante mareado, parpadeo confuso, preguntándose quién montaba semejante escándalo a horas tan poco apropiadas. Con un leve gemido, Saren se incorporo, sentándose en el camastro en el que se encontraba, mientras este crujía bajo su peso. Al entreabrir los ojos, se encontró con una habitación en penumbra totalmente desconocida para él. <<¡¿Pero qué?! -pensó el norteño dando un salto.>>

El movimiento repentino agravo el mareo del chico, que tambaleante chocó contra una pared, resbaladiza por la humedad. Allí apoyado, el idrino observó nervioso la estancia en la que estaba. El único mueble de la habitación, era el camastro con sabanas sucias en el que se había despertado. Una grieta cubierta de musgo se abría en una de las paredes, a modo de ventana, y por ella entraba un rayo de tenue luz pálida. El polvo que flotaba en el aire, atravesaba el rayo de luz, creando destellos ante los ojos de Saren, reflejos que le distrajeron unos instantes.

El chico sacudió la cabeza con un bufido nervioso, y volvió a prestar atención a lo que le rodeaba. No había nada destacable ni digno de atención en aquella suerte de calabozo, aparte de la puerta en el lado opuesto a la grieta, así que se asomó a esta última para ver a que lugar había ido a parar. Lo que vió le dejo paralizado. No había rastro de nieve, y solo acertaba a ver edificios ruinosos o bastante deteriorados. Todo estaba empapado, como si hubiera llovido hacía poco tiempo; el aire estaba cargado de humedad, y un viento frío soplaba a través de la grieta, silbando.

Aquella visión le recordó a Saren porque estaba allí. El último recuerdo que el idrino conservaba antes de despertar en aquel camastro carcomido, era la conversación con un hombre joven, realmente extraño, acompañado de una corte de mascaras flotantes. Miseria, o así dijo llamarse, le había prometido una ciudad llena de misterios y grandes aventuras, en la que encontraría maravillas indescriptibles y seres fantásticos. ¿Aquella era la ciudad de la que le había hablado?, no tenía una pinta muy prometedora. Se volvió de nuevo al cuarto, mientras sus manos hurgaban nerviosas en los bolsillos de su abrigo. El chico sopesó sus posibilidades y el siguiente paso a dar, mientras hacía girar dos dados entre los dedos. Lo desconocido le llamaba, para que negarlo, pero debía ser cauteloso, no sabía que peligros podía encontrarse fuera de la habitación.

Saren se acercó a la puerta, sacando las manos de los bolsillos y sin hacer ningún ruido. Apoyo el oído sobre la superficie, escuchando atentamente, y al no percibir nada, deslizo los dedos en el pomo, tirando de este hacia adentro. Las bisagras de la puerta chirriaron, pero el pasillo estaba vacío, el sonido no llamó la atención de nadie. El norteño se deslizó en el pasillo, poniéndose la capucha y subiéndose la bufanda, aislándose del gélido aire que formaba corrientes en el corredor. El pasillo, iluminado a intervalos regulares por antorchas, se alargaba unos cuantos metros hasta doblar una esquina. Saren comenzó a caminar, aguzando el oído para no toparse con ninguna sorpresa, sus botas apenas hacían ruido contra el suelo.

Tras unos minutos de exploración infructuosa, el chico captó unas voces en la distancia. A medida que se acercaba, se dio cuenta de que el registro sonoro le era desconocido. Estaba a punto de alcanzarlos, cuando alguien hablo en un idioma que comprendió. Su maestro, Roshen, era lacustre, y le había enseñado el idioma de los idrinos de interior. Con una sonrisa, apresuró el paso y doblo la esquina, pero la escena que se encontró le hizo detenerse.

Frente a Saren, a unos cuantos metros, había un chico de pelo blanco impoluto. Sus ojos dorados, y su piel de un blanco níveo, le resultaron bastante extraños al idrino, estaba claro que no era un miembro de su raza. A la espalda del chico de pelo blanco, se encontraba un segundo chico, que a pesar de llevar capucha como él, dejaba entrever unos cabellos rojos, ademas de una piel tan peculiar como la de su compañero. Unas lentes cubrían sus ojos. Pese a la distinta coloración capilar y ocular, Saren estaba seguro de ambos eran de la misma raza. El del pelo rojo tenía una postura claramente agresiva hacia el del pelo blanco, y este último, aunque cauteloso, estaba tenso, preparado para defenderse; eso percibió Saren leyendo su lenguaje corporal, ya que no había entendido una palabra de lo que habían dicho.

Después del análisis rápido, los ojos del norteño se fijaron en la figura que se había dirigido a los dos chicos. De rasgos mas familiares, el tercer chico era sin duda un lacustre. Les acababa de pedir a los otros dos que dejaran la riña, aunque no estaba claro que le hubieran entendido. El sureño había adoptado una postura pacífica, con los brazos a los costados y las palmas a la vista. El del pelo rojo, le miraba con extrañeza, y desvío su mirada a algo situado en la espalda del otro idrino, algo que Saren no acertaba a divisar.

-Esto... hola, mi nombre es Saren -dijo el chico con su peculiar voz cristalina, bajando la bufanda para que se lo oyera con claridad.

Había hablado en lacustre, aunque se apreciaba el acento norteño, y había acompañado su dialogo con gestos pausados, para tratar de que, ademas del idrino, le entendieran los otros dos. Finalizó su diálogo con un gesto amistoso, mostrando las palmas extendidas.

Definitivamente por la forma de hablar tan totalmente descarada que tenia era una casta baja, aunque no es que le diera demasiada importancia a toda esa tontería de las castas. Simplemente alzo una ceja con algo de molestia por la forma de hablarle portándose pacientemente mientras escuchaba lo que tenía que decirle…ciertamente todos los Foners de su casta eran repelentes en su gran mayoría. A D.L mas que asustarle aquello le daba cierta curiosidad…no es que fuera la primera vez que era amenazado por alguien de la casta roja o negra, pero igual se mantuvo precavido.

-Así que eres rojo, conozco a varios rojos y negros, tengo tratos con ellos- respondió D.L sin hacerse mucho problema, era cierto que era un secreto para las castas altas, pero no para las bajas, al fin de cuentas nadie de una casta superior hacia caso a los negros o rojos- No tengo idea de donde estamos, a mi me trajo un chico de cabello azul y ojos rojos, junto a una chica que fumaba de una pipa…- respondió D.L sinceramente como si nada, escuchando que tras lo que apuntaba a su espalda perdía fuerza al escuchar una voz desconocida, consiguiendo así moverse y girarse viendo con evidente confusión que no estaba solo ellos dos allí.

Había otro chico de cabellos blancos, ojos azules y que no tenía aspecto de foner en lo más mínimo…no dijo nada porque de todas formas solo con escucharle hablar era obvio que no hablaban el mismo idioma. Ya para rematar aquella extraña situación, junto al muro algo más alejado había otro chico de cabellos blancos y ojos grises, al cual si podía reconocer como foner…aunque le resultaba sorprendente el encontrarse en un lugar como ese a alguien de casta blanca. “Es imposible… ¿Qué hace alguien como él aquí? ¿Qué demonios pasa?” pensó D.L ya confundido.

Finalmente suspiro cansado pasándose la mano por el cabello mirando a esos tres desconocidos… Tres desconocidos que momentos después pasaron a ser cuatro. Porque poco después apareció otro chico de cabellos oscuros y ojos de un gris oscuro, tormentoso, con un extraño abrigo negro con capucha prácticamente cubriéndole el rostro solo dejando ver un poco de su cabello negro, para rematar…hablo en ese idioma peculiar al que pertenecía el chico de ojos azules, empezando a marear a D.L bastante, eso unido a las quejas del chico de casta roja era ya un caos. D.L se masajeo las sienes, pensando alguna forma de que se pudieran entender.

-Foner rojo que no me quiere decir su nombre, para empezar, no soy ningún pijito…conoce antes de criticar…-dijo D.L con calma sin querer meterse muchos problemas, habiendo podido escucharlo ya que prácticamente lo tenia al lado, lo importante era salir de allí y averiguar dónde demonios estaban. Luego miro a los otros con atención pensando como poder dirigirse a esos dos ya que no estaba seguro de sí podrían entenderles, asique decidió ir a lo simple- No podemos hablar vuestro idioma…-dijo en la lengua foner, pero negando con la cabeza y señalando su boca intentando hacerse entender y sintiéndose estúpido, pero en fin a grandes males. No muy seguro de haber ido entendido apunto al pasillo a sus espaldas- Debemos buscar una salida…- añadió alzando una ceja definitivamente no quería complicarse la vida ni estar como niñero, asique simplemente miro a los dos foner por unos momentos antes de dirigirse al pasillo encontrando las escaleras empezando a bajar por ellas no muy seguro de si encontrarían a mas criaturas o foners por allí, dispuesto a salir de aquel lugar extraño…deseaba saber de una vez donde demonios había ido a parar.

El piel rosada parece entender mi petición y me dice su nombre que sale de su boca con una pequeña nube de vaho. Me cuesta pronunciar su nombre pero más o menos consigo pronunciar algo parecido:

“Phablo-digo bruscamente señalandolo”


El piel rosada decide ir detrás de otro piel rosada que paso a nuestro lado ignorándonos y por un momento tuve la tremenda duda de seguirle o quedarme en la escaleras. En el piso de arriba seguían cuchicheando en un extraño idioma que era distinto al que ahora le hablaba Pablo al otro piel rosada.


Al final decido seguir a Pablo me quedo a su espalda expectante sin quitarle ojo por las escaleras por las que bajamos donde se escuchan ecos de una conversación subidita de tono.


Tengo conciencia de mi debilidad y no seria cauto ir solo conociendo levemente como describen los demás nublinos Rocavarancolia.


<< De momento me limitaré a seguir a estos pieles rosadas… parecen fuertes y amistosos… >>

El pelirrojo se giró rápidamente al oír su voz: el idrino captó que sus ojos se detenían fugazmente en su pelo, sus orejas y ojos. Aunque un pañuelo y unas gafas escondían a sus ojos buena parte de sus rasgos, su postura recelosa informó a Shizel de que había visto algo que no le había hecho mucha gracia. Algo incómodo dejó que el cabello le tapara las orejas, disfrazando el gesto como un ademán pensativo. No sabía qué tenía en contra del resto, pero poco podía y estaba dispuesto a hacer por disimularlo; si tenía algún problema con él de momento iba a tener que dejarlo aparte.
El pelirrojo volvió a hablar en aquel dialecto incomprensible. No parecía muy contento ante lo que veía pero al menos había abandonado la agresividad inmediata, que era lo que Shizel pretendía. Su voz tenía ahora un tono levemente quejumbroso, y una inflexión interrogatoria. Shizel supuso que aunque a diferencia de los demás él estuviese armado con la navaja, tampoco tenía la menor idea de dónde estaban. Ahora más cerca, Shizel se dio cuenta de que no utilizaba ningún tipo de lenguaje gestual para hablar, confirmando su teoría de que los recién llegados probablemente pertenecían a una raza distinta. Hizo una leve mueca; aquello iba a dificultar la comunicación.
El segundo desconocido no había dicho nada hasta el momento: probablemente lo juzgaba inútil dado que el único que hablaba su idioma en ese momento le había estado amenazando unos segundos atrás. En su lugar hizo unos gestos tan exagerados hacia la escalera que Shizel sintió el impulso de echarse a reír.
-Tranquilo, tranquilo, ya veo que no me entiendes- dijo, extendiendo las manos frente a él y haciendo los leves gestos acordes a lo que estaba diciendo. Entonces recordó que no hablaban la lengua común, y bajó las manos pensativo.
Una nueva voz a su espalda le sobresaltó, pero el susto se vio sustituido enseguida por alivio. Quienquiera que fuese, acababa de hablar en su lengua.
Se giró para encarar al recién llegado. Aunque acabase de hablar en lacustre, su lengua materna, sus ropas y su acento le delataban claramente como norteño; parecía salido de uno de los libros de aventureros que Shizel leía de pequeño. Se giró hacia él sin dejar de lado en su campo de visión a los demás: en los círculos idrinos hacer lo contrario se consideraba una grosería, aunque a aquellas alturas dudaba seriamente de que aquellos individuos pudieran captar la sutileza.
-Menos mal- dijo al idrino que acababa de llegar, hablando y gestualizando con fluidez en su lengua materna-. Yo soy Shizel, y esta gente no parece muy dispuesta a decirme sus nombres... Voy a hablarles por gestos corporales, porque parece que tampoco comprenden los comunes...
Las miradas de los demás parecían centradas en un punto a su espalda, y a Shizel le pareció entrever a un nuevo "inquilino" asomado espiando la conversación. Consciente de que la situación podía alargarse indefinidamente se colocó en un punto donde todos pudieran verle y se aclaró la garganta para llamar su atención.
"Nada de peleas, por favor", gestualizó lo más simplificadamente que pudo, en los ademanes más universales que se le ocurrieron. Al ver que aún así parecía que cambiaba de gestos demasiado rápido, redujo la velocidad de éstos para que pudieran entenderle bien. ¿Cómo diablos se entenderían sólo con sonidos? ¿Cómo no tendrían malentendidos?
"Creo que todos queremos salir de aquí ya", gesticuló a continuación, procurando traslucir la actitud práctica que debían adoptar en aquel momento. "Somos diferentes, pero discutir sólo nos hará perder tiempo; dejémoslo para más tarde y de momento encontremos el camino hacia la salida. Aquí puede haber de todo y es más seguro afrontarlo en grupo."
Se sentía un poco estúpido hablándoles con gestos tan exagerados como si fueran niños de tres años, pero dado que no parecían entender ni jota de la gestualización común era lo más parecido a un traductor universal que tenían. Estaba seguro de que la situación tenía que resultarle bastante graciosa al idrino recién llegado.
Hizo un ademán al "escondido" para que les siguiera, y sin esperar a ver si lo hacía echó un vistazo a la oscuridad que aguardaba en el piso de abajo, asegurándose de que ninguna sorpresa desagradable aguardaba allí, como por ejemplo unas escaleras inexistentes. Por fortuna no la había, así que con el extraño de ojos dorados a la cabeza el grupo emprendió el descenso hacia los pisos inferiores.

[Off-rol: los gestos que usa cuando se dirige a todo el grupo ya no son los típicos del lenguaje idrino: son universales y todos deberíais poder entenderle a grandes rasgos; tienen un gran componente intuitivo]

La escena que se desarrollaba ante mi no tenia ni pies ni cabeza, un Foner amenazaba a otro con una navaja, mientras el chico de piel de plata gesticulaba al tiempo que de su boca salia en lenguaje totalmente incomprensible. El ultimo en llegar mantenía los brazos en alto y hablaba otra lengua extraña, parecida a la del chico de la piel de plata, aunque no me tome el tiempo necesario para averiguar si era solo una coincidencia o realmente era el mismo lenguaje. En ese mismo instantes, mi mirada y la mirada del Foner de cabellos rojos se cruzaron, vi reconocimiento en su mirada, ya me habían descubierto, mire al resto y note que no era el único, la mayoría de los presentes había descubierto mi escondite. Un instante más tarde, el Foner de cabellos blancos abandono la estancia, decidida a buscar una salida.

Las ideas comenzaron a agolparse en mi cabeza, ¿Que se supone que debía hacer en aquel momento? ¿El Foner de cabellos rojos me atacaría también al reconocer mis ojos? ¿El resto, los de habla extraña, eran amigos o enemigos? En los segundos siguientes recorrí la mirada del resto de los presentes, el único que parecía abiertamente hostil era el rojo. Me incline y tome del suelo una piedra, no más grande que mi puño pero con una protuberancia en forma de punta, si debía defenderme, seria bueno tener algo con que hacerlo a mano. Abandone mi escondite y quede expuesto frente a todos. Las pocas ropas que me quedaban colgaban de mi cuerpo como harapos cubiertos de sangre de animales cazados y barro ocupado para ocultarme, mi cabello estaba apelmazado y había terminado por formar varios mechones gruesos, mus uñas eran largas y habían sido afiladas contra rocas que topaba a mi paso, Me aparte un grueso mechón de cabello del rostro y mire a los presentes, uno a uno, hasta detenerme en el Foner de cabellos rojos.

- ¿De verdad no sabes por que estamos aquí? - Mi voz sonó rasposa y seca a causa de la falta de uso - Esto es Rocavarancolia, el reino de los portentos...

Vale, hacer esa aclaración como primeras palabras ante el grupo no era la idea más brillante, pero ya no tenia sentido esconderme, y no terminaba de entender por que el chico parecía tan confuso de estar donde estaba, ¿Es que a el no le habían explicado nada antes de venir? En mi caso habían sido bastante claros, al menos al decirme que me estaban cosechando para traernos a este reino.

Mi mirada se mantuvo fija en el rojo, principalmente por dos razones, primero, era el único armado y lo hacía el potencialmente más peligroso, segundo, por que hasta donde alcanzaba a entender la situación, el había amenazado a otro por la espalda nada más verle, no terminaba de entender por que, pero algo en mi interior se revolvía ante aquel acto, causándome un malestar que no conocía en mis años en las alcantarillas.

Sentí el impulso de seguir al Foner blanco, buscar una salida era lo que me apetecía ahora, pero aquello hubiese significado ponerme a la espalda del grupo, y la experiencia me había enseñado a nunca dar la espalda, así que me mantuve donde estaba esperando que los demás avanzaran, dispuesto a seguirlas siempre que fuese yo quien cerrara el grupo.

La canadiense continuaba leyendo ajena al mundo real, sólo parando su lectura de vez en cuando para buscar una postura más cómoda. Estaba así, tan tranquila, sin molestar a nadie, mientras algún que otro cosechado se acercaba en intentaba descifrar lo que estaba leyendo, para irse segundos después. Erin no les decía nada, ni siquiera les miraba. Ella misma habría dicho que el libro estaba demasiado interesante como para centrarse en otra cosa. Continuó leyendo un rato, hasta que un chico la habló en inglés. Al principio no dijo nada, aunque luego levantó la vista y se encontró con un chico de unos veinte años según sus cálculos. -¿No podías haberme hablado en otro momento? estaba acabando el capítulo- suspiró- En fin. Mi nombre es Erin.

Acabó el capítulo y guardó el libro y la linterna en la mochila, tranquilamente.<< Ya lo acabaré más tarde >>. Aún a pesar de no querer hablar mucho, tenía que preguntarle a Pablo un par de cosas. -A ver, ¿no tenías otra persona a la que molestar? Porque no veo normal que vayas a hablar justo con la persona que está leyendo- Bufó, aunque no le dio mucha más importancia al tema- Anda, vamos fuera y hablamos allí, que no me hace verdadera ilusión estar en esta especie de mazmorra.

Salió a la calle y no se sorprendió demasiado al ver la ciudad casi derruida, si no que su mente la llevó a pensar en guerras épicas y novelas de fantasía. Al fin y al cabo, eso era lo que la habían prometido. esperó a que Pablo saliese y empezó a andar en una dirección casi aleatoria, aunque en parte creía saber a dónde iba << A buscar agua... >>

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Saren le dedicó un gesto de saludo al idrino, al que escucho atentamente, leyendo sus gestos con rapidez, agradecido de poder expresarse con naturalidad. El lacustre se había girado hacia él, pero aun mantenía en su campo de visión a los otros dos, un gesto de buena educación entre los círculos idrinos, aunque Saren no creía que los otros chicos lo supieran. La falta de lenguaje gestual en la conversación de los chicos de piel blanca le resultaba desconcertante, ¿como completaban la comunicación?, ¿como lograban expresar todos los matices de una frase?.

El norteño siguió las miradas del grupo hasta un punto situado mas halla de Shizel. Otro chico de pelo blanco les espiaba tras una esquina. El del pelo rojo hablo, con un claro tono de queja, parecía agobiado por alguna cosa, algo que tenia que ver con los que le rodeaban. En ese momento, Dhiz decidió actuar como traductor universal. El sureño, se puso de cara a todos los presentes, y se puso a gesticular, simplificando a un registro muy universal, que reproducía de forma muy pausada.

Saren no pudo evitar una sonrisa divertida bajo su bufanda, resultaba muy cómico. Mientras el sureño seguía con su discurso, el chico de la esquina, salió de su “escondite”, dejándose ver por completo. Iba vesitdo con unos cuantos harapos que prácticamente colgaban de su cuerpo, tenia el pelo blanco apelmazado y cubierto de mugre, a juego con su persona. Sus uñas eran bastante largas, y parecían afiladas. Un olor bastante desagradable, hizo a Saren arrugar la nariz bajo la bufanda, pero la mirada que el echo al chico denotaba preocupación. El de los harapos parecía en mala forma, y el norteño se pregunto cuanto haría que no comía nada.

Cuando Shiz terminó su discurso, el de los ojos dorados gesticulo de forma echó a andar hacia las escaleras, seguido por Shiz. Saren observó a otros chicos, leyendo su lenguaje corporal. Resultaba evidente que el del pelo sucio se mostraba desconfiado, su postura tensa, similar a la de un animal asustado, indicaba que prefería cerrar la marcha, así que el norteño no le dijo nada, solo le sonrío y le hizo un gesto de amistad bastante universal. Luego se giro hacia el de pelo escarlata, cuya postura estaba cargada de nerviosismo, era evidente que algo le pasaba con la gente que ahora mismo le rodeaba. Saren se acercó despacio, con las manos a la vista y una sonrisa amigable, y con cuidado, posó una mano en su hombro.

-No pasa nada, no somos enemigos -dijo con su voz cristalina, y aunque hablo en idrino, la intención amistosa era palpable.

El pelirrojo no parecía tenerlas todas con él, así que Saren le dejo espacio. Sin embargo, al final, el chico empezó a caminar junto con Saren tras los otros dos, aunque su postura se mantuvo alerta. El norteño no tardó en oír los pasos del chico harapiento tras ellos, guardando una distancia prudencial.

-Perdona, pero tampoco tenía forma de saber por donde ibas- respondí.

Se presentó como Erin y siguió con su libro, así que decidí esperar a que acabara. Una vez lo hubo guardado se quejó por la interrupción y comprendí que no se había ni molestado en echarle un vistazo a los demás.

-Es cierto que eres la única que está leyendo- empezé a contestar -pero parece ser que eres la única con la que puedo hablar en el mismo idioma-

Me molestaba bastante que me criticara así cuando ella ni siquiera se había molestado en ver lo que pasaba a su alrdedor, pero ese no era ni el momento ni el lugar para iniciar una pelea asi que mantengo un tono calmado y educado.

Erin cambia enseguida de tema y decide salir del edificio, por lo que la sigo. Me dí la vuelta para indicarle al chico abrigado que nos siga pero no hizo falta, ya nos estaba siguiendo. Me doy cuenta de que Erin no se ha fijado en él "Seguramente ni siquiera sabe que está aquí"

Finalmente salimos del edificio y puedo comprobar por primera vez cómo es el exterior. "Ruinas. Todo está en ruinas ¿Que clase de lugar es este?" Erin le dedica una corta mirada a los edificios en ruinas y toma un camino al azar. Me doy la vuelta y compruebo que el chico abrigado tampoco parece muy sorprendido. Es más, creo distinguir algo de odio en su mirada.

No me gusta la idea de tomar un camino al azar pero tampoco hay mejores alternativas asi que me uno a Erin y los tres avanzamos rumbo a quién sabe donde...

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