Prisión (Archivo IV)

Recuerdo del primer mensaje :

RR abrió los ojos y, al comprobar que aquel techo de piedra no era el de su mugriento hogar, saltó de la cama sobre la que yacía, mirando a todos lados de forma histérica, medio analizando su situación, medio buscando su escopeta. El lugar debía de ser una cueva, por el aspecto de las paredes y el suelo. Pero aquella cama… y la puerta. ¿De qué cojones estaban hechos? Por no hablar de la antorcha… Debía de estar en algún punto de los sistemas de cuevas, pero… ¿dónde? Los krerontes, por lo que él sabía, no tenían costumbre de construir, ni de iluminar, ni de poner puertas, ni de esperar para comerse a nadie. Y si no eran antropófagos… ¿quién?

Y entonces, súbitamente, recordó a aquel muchacho rojo y a la mujer fumando en su habitación. Recordó cómo les había apuntado con la escopeta y les había sugerido sacar su culo de aquel mugriento agujero al que llamaba hogar antes de que les hiciera unos cuantos agujeros nuevos. La pareja no pareció ni mínimamente intimidada por la amenaza, y como respuesta le habían comenzado a sugerir un viaje a un mundo maravilloso y de fantasía. Haciendo un importante esfuerzo para rememorar lo acontecido, supuso que aceptó, seguro cómo lo estaba ahora de que se trataba de un sueño. Y era lo que mejor recordaba, el ambiente onírico que envolvía la escena.

Se sentó en el extraño camastro de material marrón, no sin antes comprobar si alguien le había dejado un regalito explosivo debajo. "Piensa, RR, piensa…."

Debían de haberle drogado y secuestrado. Pero, la cuestión era… ¿por qué? No tenía ninguna información importante, y por seguridad no guardaba paquetes que tuviera que enviar por las alcantarillas, sabedor de que el mejor truco para que no te pillen con mercancía ilegal es no llevarla encima. Podrían haberle registrado la habitación y haberle metido un tiro en la frente. ¿Para qué preocuparse de un fontanero cualquiera? ¿Qué podían ganar manteniéndolo preso? Aunque pidieran un rescate, y aun suponiendo que alguien estuviera dispuesto a gastarse un C en su pellejo, no podrían reunir ni para un trago de skaj.

La posibilidad de que el sueño fuera cierto le asaltó de repente, y estuvo a punto de echarse a reír, y lo habría hecho de no ser porque la carcajada se ahogó a mitad de camino en la garganta. La posibilidad era minúscula, sí, insignificante. Pero brillaba y atraía su atención cómo una astilla clavada en su cerebro.

Se detuvo a pensar durante unos segundos, hasta que finalmente se levantó y, apoyando el oído contra la puerta, comprobó que la quietud del silencio reinaba al otro lado de la estancia. Una vez cerciorado de ello, comprobó flugralmente palpándose que todos sus bolsillos y mochila llevaban todo lo que debían y, sin más dilación, lanzó una patada a la puerta, abriéndola y astillándola bajo sus suelas metálicas. Tras esto, se asomó al pasillo de piedra, mirando a todos lados en busca de algún peligro. Al no encontrarlo, se puso la capucha, las gafas y el pañuelo, y comenzó a recorrerlo a bien ritmo, decidido a sobrevivir un ciclo más y a no acabar en la cena de nadie.

Acababa de despertar segundos antes totalmente desorientado y bastante mareado intentando recordar cómo y cuando había llegado a aquella extraña habitación que mas parecía una cárcel de piedra, donde únicamente había una cama maltrecha y polvorienta donde el ahora se encontraba sentado y una puerta medio podrida y rota que dejaba espacio para ver un pasillo ligeramente iluminado por antorchas. Una especie de ventanilla por donde no cabria un adulto en la pared, llamo momentáneamente su atención. D.L no le dio mucha importancia, la luz que entraba podría ser perfectamente de un fuego o de algún foco, por ahora era más importante ubicarse.

Definitivamente aquel sitio no era su hogar, no se le parecía en lo más mínimo, lo mas similar que D.L había visto a aquella habitación de piedra, eran lo subterráneo que en una sola ocasión había llegado a ver y donde por poco fue comido por un antropófago, del que consiguió librarse simplemente porque tenía la salida a un paso de distancia… y no, no era cobardía…era sentido común. Sacudió la cabeza, situándose en la realidad y en el problemático lugar donde seguramente había acabado llevado por su maldita curiosidad.

“¿Dónde demonios me he metido ahora?” pensó D.L mirando desconfiado a su alrededor pasándose las manos por el cabello, sintiendo una punzada dolorosa en la sien, tenia los recuerdos algo borrosos…aunque si recordaba haber visto a una chico realmente extraño, con cabello azul y ojos rojos acompañado de una mujer que no paraba de fumar, justo cuando había llegado a su casa. Ahí lo recordó, finalmente.

“¡Es cierto!...Ese chico raro me lo menciono…un lugar donde no sea controlado…aunque…” miro a su alrededor levantándose de la cama y observando aquella habitación tan poco cómoda, acercándose a la puerta y asomándose ligeramente con curiosidad “no se parece en nada a lo que imaginaba…” echando en falta algo, volvió a la cama y cogiendo su cuchillo para sujetarlo a su cinturón, nunca se separaba de él. Volvió a la puerta saliendo al pasillo iluminado y notando que todo el lugar parecía exactamente igual, incluso había algunas puertas iguales a la de su…cuarto o cárcel por el lugar.

-Bueno…no gano nada quedándome aquí quieto…-se dijo D.L recorriendo aquel sobrio lugar que emanaba un aire de advertencia y seguridad que le llamaba la atención, esperando encontrarse a alguien o al menos alguna indicación que le señalara en qué lugar se encontraba. Pensó que encontrarse a alguien seria más complicado, pero no tardo demasiado en escuchar voces…o al menos supuso que eran voces pues no entendía lo que decían. Llamado por su curiosidad se dirigió hacia la fuente del sonido, esperando no acabar en las garras o fauces de alguna criatura extraña, manteniéndose precavido, solo por seguridad.

Dolor. Eso fue lo primero que Pablo sintió antes de abrir los ojos, un dolor intenso en la mano derecha. Abrió los ojos, encontrándose frente a él un techo de piedra. Pasados unos segundos se incorporó, pero estaba algo mareado y tubo que volver a tumbarse. Dirigió una mirada a sus manos. "Nada, como siempre" pensó mientras revisaba la cicatriz en la palma. El dolor ya había desaparecido y a su mano no le pasaba nada. Siempre le dolía cuando se despertaba, como si la herida que provocó aquella cicatriz todavía siguiera abierta. Dirigió una mirada a la estancia en la que se encontraba, intentando orientarse.

Poco había que ver. Se encontraba en una habitación bastante deteriorada, apenas iluminada por una ventana diminuta y justo en la pared opuesta había una puerta que parecía que se fuese a caer en cualquier momento. "¿Donde estoy? ¿y cómo he acabado aquí?". Intentó hacer memoria pero solo le venían a la cabeza algunas imágenes a las que no encontraba sentido. "Bueno. Lo más importante ahora mismo es averiguar donde me encuentro". Se levantó, comprobando que ya no estaba mareado, y se acercó a la ventana, pero era demasiado pequeña y no consiguió ver nada, salvo un trozo de cielo. Decidió probar con la puerta, que se abrió sin dificultad y con mucho menos ruido del que esperaba dado su estado.

Ante él apareció un pasillo escasamente iluminado. Había avanzado un par de pasos cuando oyó un estruendo que parecía proceder de otra planta "¿Qué ha sido eso?". Se paró en seco intentando descubrir la causa del ruido, pero no fue capaz. "Será mejor que salga de aquí cuanto antes". En ese momento descubrió una escalera al final del pasillo y avanzó hacia allí.

RR recorría los pasillos a buena velocidad, aunque agachado y con cautela, pues suponía que no debía de estar solo. Se maldecía a si mismo aproximadamente cada dos pasos por haber olvidado coger su escopeta, dado que lo más parecido a un arma que llevaba en ese momento era una navaja, una llave inglesa y unos destornilladores. Nada especialmente amenazador, en caso de que se encontrase con algún simpático cien pies de cinco metros con ganas de almorzar.

Tras un corto periodo de tiempo cruzando las rústicas cavernas, el foner giró una esquina y se encontró con una extraña figura avanzando decididamente por el pasillo. Dio un silencioso y rápido respingo, ya no sólo por encontrar a otro en aquel lugar, si no por su extraña combinación de colores de su pelo y su ropa. ¿Un blanco allí? Imposible. Sobre todo porque, por lo que había oído decir de los contactos más altos, ellos siempre vestían de su color de pies a cabeza. Y sería absurdo encontrarlos en niveles tan bajos. Tras pensar unos segundos, se decidió por actuar rápido para averiguar quién era.

Se acercó con sigilo a su espalda, mientras sacaba la navaja, aprovechando el efecto sorpresa y confiando en que el tacto del objeto punzante sería más amenazador si no podía comprobar con sus propios ojos que le estaban asaltando con un artefacto pensado para abrir latas de raciones diarias y no tripas de savras.

Cuando se halló lo suficientemente cerca, apoyó la punta de su arma sobre la espalda del muchacho, buscando más intimidar que dañar.

-Nombre y casta, chaval. Si intentas hacer un movimiento brusco, te juro por las alcantarillas que reparto tu intestino por cuatro sectores.- dijo con tono frío y serio, protegido por el anonimato que le daba su ropa.- No tienes por que acabar en rodajas, así que contesta rápido y tan amigos, ¿eh?

Si RR omitió el “castista de mierda” fue únicamente por la incertidumbre provocada por no saber cual era su color de ojos. En cierto modo se sentía reconfortado por haber encontrado a otro foner en aquel inhóspito agujero, pero ante todo quería saber si era alguien en quien confiar o si debía apuñalarlo, increparlo y vaciarle los bolsillos, en ese orden.

Al fin logro recordar todo el sueño, el misterioso libro, el odioso descubrimiento y la extraña voz que me hablaba. << Rocavarancolia... ¿Con que aquí no hay ni Grandes Felinos ni adoran a la Gran Madre? >>
-¡Pues normal que esté todo en ruinas!-exclamo, mosqueado.

Luego sigo caminando casi al acecho, con los sentidos alerta hasta que escucho voces de lo más variopintas bajo el suelo << Así que estoy en una segunda planta... Escaleras >> Recorro el pasillo buscando alguna forma de bajar hasta encontrar a un joven de mediana estatura, con el pelo más corto que yo, de color castaño oscuro, bajando por la escalera. Me acerco sigiloso, pensativo << ¿Y este? ¿Quién será? Parece mayor que yo, pero las voces de abajo parecen todo lo contrario. ¿Será un hombre de este mundo? Maldito sea entonces... Pero no estoy seguro... ¿Y de dónde sino? Mira qué ropas más raras, ¡de Libo no es! >> Llego a la escalera y piso con fuerza para que me escuche y luego carraspeo
-¿Hola? ¿Quién eres? Habla y rápido.-digo con un tono imperante mientras escondo las manos a la espalda para que no vea las garras.

Pero no parece entenderme aunque le repita varias veces lo mismo, poniendo los ojos en blanco de pura frustración y acabo bajando las escaleras sin intentarlo más, resoplando << Diferente idioma? Tiene sentido si es un mundo distinto? ¡No lo tiene! ¡Nuestro idioma viene de la Gran Madre, sólo hay un idioma! ¡Por todos los... >> pero cuando veo al grupito que hay abajo me quedo congelado
-Por todos los demonios... Qué locura es esta...

Hay una pareja de chicas con ropas coloridas, un chico con el pelo violeta, otro que sería atractivo de no llevar esa ropa tan peculiar y oigo más voces que no vienen de aquí. ¿De dónde ha salido esta gente? No hay nadie de Libo... ¿De qué va esto?
-¿Hola? ¿Alguien me entiende? Seguramente no, diablos...-exclamo acercándome con las manos agarradas a los arneses.

<< ¿Y ahora? No entiendo nada de lo que dicen, sólo sonidos sin orden, esto es una locura... ¿Tan diversos son los habitantes de este mundo? >>
-¿Sois de aqu... Vale, no me entendéis, no os entiendo.
<< Pero esos parecen entenderse, incluso se parecen físicamente... ¿De qué va esta Rocavarancolia? >>

Me cuesta respirar, como si tuviera metidos algodones en las fosas nasales, el aire ahora parecía más denso. Al abrir los ojos todo me da vuelta, sensación que me hace vomitar, aunque consigo hacerlo sin mancharme, salvo algunas velas de mocos y resto de bilis en la boca, que seguidamente me limpio con la manga del anorak.


Después de un rato, me encuentro algo mejor y busco la valentía suficiente para levantarme y mirar a mí alrededor.


Me encontraba en una especie de habitación húmeda y ruinosa. Unas de las paredes de la habitación está derruida, haciendo como ventana gigantesca por la que puedo divisar una extraña ciudad. Me acerco poco a poco al enorme improvisado ventanal, conforme me acerco me percato de que el suelo esta encharcado, como si hubiera estado lloviendo fuertemente toda la noche. El corazón se me encoje al ver la imagen de la ciudad al completo.


<< ¿ Esto es Rocavarancolia…?...¿ por esto mi especie ha abandonado su cultura y sus principios..?.. Ellos matarían por estar aquí… y en cambio soy yo el que esta aquí… traicionando a los míos y a mi mismo… >>


No puedo evitar que se me escapen unas lágrimas de impotencia. Siento como los ropajes que llevo se me hacen pesados y me entra calor. Me abro el anorak y me quito el gorro, los guantes y la bufanda, que los hago todo un ovillo y me los cuelgo en el cinturón.


Por alguna razón no me siento seguro y decido salir de aquel lugar, primero que nada necesito agua no me gustaría morir de sed, no me gustaría haber traicionado a los míos y acabar así.


<< ¿Habrá más cosechados? ¿Serán amistosos? Tengo que tener cuidado no me puedo fiar de nadie… >>


Me pareció haber visto una fuente en medio de una plaza, tengo que llegar allí sea como sea. Salgo por el umbral de la puerta, aunque carece de puerta y da a un pasillo lleno de puertas, que supongo serán habitaciones como las mías.


Al recorrer todo el oscuro pasillo llego a unas polvorientas escaleras , y veo una silueta....


<< ..¿Un cosechado?... ¿debería presentarme o huir?.. >>


Al final decido hacerme notar con un saludo: “ho….holaa…” (en Nublino)

- Pues para haber venido por gusto pareces mas al borde de un ataque que emocionado.- respodió Alder. El chico de la poca ropa parecía querer llamar su atención. Alder abrió la boca, pero Seon la interrumpió antes de que saliera de ella alguna broma mordaz -o soez-
- No parece que nos vayamos a entender con él.- posó la mano sobre el chico para hacerle entender que quería algo, y señaló a unas escaleras cercanas.- creo que deberíamos salir.
Un chico de pelo negro se acercó al grupo. Seon se mostró interesada, pensando que podía ser del reino del Sur, pero en una sola frase lo dejó claro:
-Él tampoco, por lo que se ve. Bueno, ya esta de tonterías, veamos que hay fuera de esto y si hace un poco de calor.- repitió los gestos de su compañera, y cogiendola de la mano, se encaminó hacia abajo por las escaleras mas cercanas.

Llevaba ya varios minutos que le aprecian horas, no tenia conceptos de tiempo en aquel lugar con aquellos pasillos en penumbra y donde como mucho podía escuchar sus propios pasos y aquellas voces extrañas a lo lejos, que estaba seguro de que las había imaginado ya que las sentía cerca pero no veía a nadie aun.

“No veo casi ni donde piso… ¿Dónde estará la salida?” pensó D.L palpando ligeramente la pared por momentos cuando aquel pasillo, que la parecía interminable, se volvía más oscuro. Ese lugar tenía cada vez mas pinta de ser un completo laberinto de pasillos a ojos de D.L…y no ayudaba que la gruesa capa de polvo que cubría aquellas desnudas rocas por las que caminaba, le imposibilitara bastante el escuchar si alguien se acercaba. Eso era una buena desventaja que posiblemente podría costarle la vida, de ahí que se quedara bastante sorprendido cuando sintió algo pinchándole la espalda de forma amenazante. Se quedo quieto sin girarse, aunque con su mano cerca de su cuchillo desde el segundo que sintió algo en su espalda, dispuesto a defenderse en el caso de sentir una mayor amenaza…pero por el momento atento.

Cual fue la sorpresa de D.L al escuchar una voz desconocida, al igual que esas que escuchaba a lo lejos, pero que por el contrario a las otras si entendía “Un foner…hay mas foners aquí” pensó sorprendido por aquello, no esperaba encontrarse a mas foners en aquel lugar extraño, igual aun no estaba seguro de que eso fuera bueno…

-Casta amarilla y me llamo D.L – respondió mirando hacia al frente sin vacilar, al fin de cuentas no era mentira, seguramente aquello no le seria creíble, dado su color cabello- Para ser tan amigos, deberías decirme quien eres también- añadió aunque sin moverse, aunque atento a cualquier movimiento brusco para poder defenderse. pero sina actuar impulsivo, primero quería ver su reacción y si decía algo mas antes de decidirse a actuar de una u otra forma, nunca era bueno precipitarse excesivamente.

Yrio hizo un mohin ante la respuesta de la edeel peliverde. No, no estaba allí por gusto, pero prefería estar allí que tener que enfrentarse a los padres de su edeel y que le tratasen como a un loco. << Tendré que aprender a fingir mejor...>>

Llegaron nuevos... Un chico de pelo negro y ropa también rara que escondía las manos. Yrio dio una vuelta con disimulo para ver qué escondía, y cuando vio el brillo de las garras retrocedió un par de pasos.

-Ese tío no me gusta... -susurró

Tenían la intención de salir de allí, al parecer, y a Yrio no le pareció mala idea a pesar del sol de fuera. Otro nuevo se unió al grupo, cada vez más grande y más bizarro. Un tipo con... << ¿Tiene la piel gris??>> No había más parejas, aunque Yrio se imaginó algo así << Habrán venido en busca de su verdadera mitad... supongo...>>
Mientras bajaban las escaleras le preguntó a las dos chicas:

-Ya que sois las únicas a las que entiendo... ¿Cómo os llamais?

Shizel despertó olisqueando el aire. La humedad del ambiente le resultaba familiar, la típica tras la lluvia o un lugar bajo tierra. Sin embargo, algo parecía diferente.
Por fin cayó en la cuenta de qué era lo anómalo. La atmósfera estaba cerrada, y la humedad era la propia de un espacio viciado y no la fresca brisa del lago que solía recorrer las calles de Arialis. Bajo ella aún subyacía una incómoda sequedad, a la espera de que pasara el tiempo para volver.
"Debo haberme dejado el cuarto sin ventilar", pensó de mal humor. Medio adormilado aún alargó una mano perezosa en dirección a donde debería estar el ventanal más cercano, sólo para palpar piedra resbaladiza en su lugar.
La sorpresa le espabiló del todo. Se incorporó en su camastro, de tacto también desconocido. La estancia estaba en tinieblas, pero no hacía falta ser un genio para saber que aquélla no era su habitación.
Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad del cuarto, de entre la cual fueron emergiendo poco a poco sombras y contornos poco familiares. Se hallaba en un habitáculo cerrado de piedra, amueblado únicamente con el camastro sobre el que estaba acuclillado y una mesita de madera. La ausencia de luz y decoración, unida al golpeteo distante de una gotera, dotaba al lugar de una apariencia sórdida.
No había ventanas, y Shizel sintió cómo empezaba a ponerse aprensivo. Tenía como costumbre nerviosa dormir con todas las entradas al exterior abiertas o al menos sin llave, y el exiguo espacio de aquel calabozo, unido a la falta de iluminación, no eran más que alicientes a su inquietud.
Ya totalmente despejado se levantó del camastro, que chirrió al liberarse de su peso. Aquel lugar no le resultaba en absoluto familiar, y encontrarse en lo que a todas luces parecía un calabozo no era la mejor imagen que podía recibirle a uno al despertar.
Ni corto ni perezoso se encaminó a la puerta. Pegó la oreja al agujero a la espera de oír algún signo de actividad, y ante el rotundo silencio que llegaba a sus oídos se aventuró a manipular el pomo de la puerta. Para su inmenso alivio la puerta se abrió con facilidad.
Su primera impresión parecía haberse revelado correcta: aquello tenía todo el aspecto de una mazmorra o un calabozo. Sin embargo estaba bastante seguro de que de haber estado realmente preso los carceleros no habrían sido lo bastante estúpidos como para dejarse la puerta abierta y sin vigilar.
Más tranquilo ante esa perspectiva, se dio cuenta de que aún llevaba la ropa de esgrima. Ese insignificante detalle encendió una lucecita en su memoria, y recordó el bizarro encuentro que había tenido el día anterior, a solas a las orillas del lago.
Recordó las palabras de aquel hombre de mil caras, haciéndole promesas de mil mundos diferentes por visitar, de una existencia fuera del ciclo continuo de fiestas y acontecimientos sociales, un cometido diferente al de suceder a su padre en los negocios. Maravillas más allá de las que reportaba cualquier viaje a los confines de Idris. "Belleza, horrores y magia", había dicho.
En otras circunstancias Shizel se habría reído en su cara, pero algo en su interior había respondido con anhelo a aquellas palabras, y había aceptado.
"De momento ni belleza, ni magia ni leches", pensó torciendo el gesto. El pasillo parecía no terminarse nunca, y no oía movimiento en las celdas a su alrededor.
Un repentino estruendo le sobresaltó, a todas luces como si alguien hubiese derribado un mueble o una puerta. Shizel se pegó a una pared, en tensión, aguzando el oído al máximo a la espera de otros sonidos que pudieran darle más información. No obstante nada llegó a sus oídos; fuese quien fuese había hecho el resto de su escapada en silencio.
A falta de otro indicio por el que orientarse, optó por seguir la dirección de donde había provenido el estrépito. Las mazmorras parecían estar abandonadas por completo, y cualquiera que pudiese orientarle hacia la salida sería bienvenido. Apretó el paso, aún comprobando con desconfianza cada pasillo antes de aventurarse en él.
Su persistencia se vio recompensada al cabo de un rato. Oyó voces al doblar una esquina y se asomó con cautela. Sus ojos, más acostumbrados ya a la penumbra, distinguieron dos siluetas al final del pasillo. No eran muy altas y sus voces parecían jóvenes aunque con un registro un tanto extraño. No parecían carceleros ni personas especialmente peligrosas, al menos no desde aquella distancia. Quizá podrían informarle de qué estaba haciendo allí.
A medida que avanzaba por el pasillo en su dirección las voces se fueron haciendo más nítidas. O más bien la voz, pues las otras estaban tan difuminadas que Shizel no descartaba que se tratasen de un producto de su imaginación. En un registro decididamente masculino, el código de sonidos que salía de su boca era desconocido para él.
"No habla mi idioma". Se le cayó el alma a los pies, pero después recordó que si los individuos en cuestión eran idrinos podía usar la lengua gestual para comunicarse. No había tratado con mucha gente fuera del interior, pero supuestamente debería poder apañárselas con aquel rudimentario sistema.
No obstante sus esperanzas se vieron truncadas al llegar lo bastante cerca como para ver con detalle a los recién llegados. Aunque uno de ellos tenía el pelo blanco, el rojo intenso del cabello del otro, unido a su piel de un tono sin lugar a dudas blanco y su extraña indumentaria, zanjaron por completo cualquier expectativa que pudiera tener acerca de que fuesen compañeros de raza.
"Puede que sean habitantes de este lugar", pensó. "O quizá estén tan perdidos como yo." El extraño de las máscaras había mencionado la posibilidad de que hubiera "otros como él", aunque las extrañas pintas de los recién llegados indicaban más bien lo contrario.
Seguía sin entender lo que decían, pero la postura y el tono de sus palabras del pelirrojo denotaban una intención evidentemente agresiva; incluso había sacado una navaja con la que estaba apuntando al segundo desconocido. Éste había optado sensatamente por no hacer ningún movimiento brusco, y parecía estar respondiéndole a algún tipo de pregunta a juzgar por el tono de sus palabras. Shizel maldijo no haber traído consigo su estoque, aunque por otro lado era una suerte: el pelirrojo parecía preferir cubrirse las espaldas y luego preguntar, y parecer amenazador no era la mejor opción ante gente de ese tipo.
"Verás como se maten entre sí y me quede sin poder salir." Decidió intervenir antes de que la cosa llegase a mayores. No era muy amigo de meterse en asuntos de otros, pero era lo mejor a largo plazo si pensaba con lógica. Si eran habitantes de aquel lugar no tendría más que preguntarles por la salida y salir por piernas; si por el contrario eran recién llegados como él todos juntos tendrían más probabilidad de salir de aquel agujero.
-¿Os importa aplazar la escabechina un momento?- llamó con cierta frialdad, aunque en realidad sin muchas esperanzas de que le entendieran. Lo primero era comprobar hasta qué punto comprendían su lenguaje: si veía que estaban tan perdidos respecto a su idioma como él respecto al suyo optaría por los gestos para hacerse entender-. Acabo de despertar en este lugar y sois los primeros a los que me encuentro en este laberinto. ¿Alguno puede explicarme cómo se sale de aquí?
Adoptó a propósito una postura falta de amenaza, con las manos sueltas a los costados mostrando que no llevaba encima ninguna clase de arma. Luego cruzó los brazos sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo al tipo de la navaja, listo para defenderse si se daba el caso.

Pablo había empezado a bajar las escaleras cuando escuchó voces que venían de otro pasillo justo debajo. Mientras intentaba distinguir qué decían unos pasos justo detrás de él y peligrosamente cerca hicieron que se diera la vuelta para descubrir a un chico con la pinta mas extravagante que había visto nunca. Jamás había creído posible que una persona pudiera llevar tantos piercings aros y pendientes a la vez, que, unido a su complexión y su maquillaje, le daban un aspecto bastante peligroso.

Flexionó muy ligeramente las piernas preparado para saltar en alguna dirección si el extraño decidía atacarle, pero pronto se dio cuenta de que sería inútil. El pasillo era demasiado estrecho y si retrocedía seguramente se caería por las escaleras.

En ese momento se dio cuenta de que el extraño le estaba hablando en un idioma que no entendía, aunque parecía que no paraba de repetir lo mismo una y otra vez. Estaba pensando en qué podía decirle cuando puso los ojos en blanco y pasó a su lado, bajando las escaleras.

Algo más relajado al comprobar que aquel personaje no parecía tener intención de hacer daño decide bajar las escaleras también. Las voces se hacen mas claras y, para su decepción, se da cuenta de que no se trata de ningún idioma que conozca. Una vez ha terminado de bajar dirige una mirada a todos los presentes. Distinguió a dos chicas y un chico con a piel muy pálida y el pelo de colores exóticos y a otro más bajito que no para de hacer gestos alocados.

"¿qué...?" La escena es tan extraña que no consigue asimilarla a la primera, pero una cosa estaba clara... nadie tiene un aspecto que se pueda considerar normal. Fue en ese momento cuando pudo ver las manos del chico que le había adelantado, y se dio cuenta de que eran garras.

"No puede ser..." Solo se le ocurría una explicación para lo que estaba viendo. "No son humanos"

Mientras trataba de asimilar lo que estaba viendo le vinieron a la cabeza todas las imágenes inconexas que formaban lo poco que recordaba de los sucesos previos a despertarse en aquel lugar, pero ahora, más despejado consiguió darles sentido.

Era de noche, estaba en su casa caminando por su habitación porque no conseguía dormir. De hecho, no quería dormir, porque sabía que si lo hacía volverían a acosarle sus pesadillas, como hacían cada noche desde aquel día en el que se hizo la herida que ahora no era más que una cicatriz en su mano.
-¿No puedes dormir?- Se dio la vuelta, comprobando que había alguien más en su cuarto. Se alarmo y estaba a punto de echar a correr cuando un humo verde lo cubrió todo y...

Volvió a la realidad a tiempo para poder ver que la gente parecía tener intención de marcharse de allí. Como no estaba muy seguro de donde estaba ni de lo que debía hacer optó por seguirlos. Escuchó a alguien acercarse por las escaleras. Se dio la vuelta y vio a alguien vestido con ropas de invierno, pero le llamó mas la atención el color de su piel y el de los ojos. Se puso a hablar en una lengua que para variar no podía entender pero por la duración y los gestos interpretó como un saludo. -Hola, me temo que no te entiendo- Respondío con un gesto de saludo esperando que así entienda lo que le había dicho.

Erin despertó en una habitación que no era la suya. Sin bajarse del camastro en el que estaba, intentó reconocer el sitio donde estaba, aunque no lo consiguió. Veía todo desenfocado, pues no llevaba sus gafas puestas. Soltó una maldición por lo bajo y se levantó de la cama, mientras intentaba reconocer la habitación. Dio dos pasos en una dirección aleatoria y se paró la oír un ruido que conocía demasiado bien. Había encontrado sus gafas. Apartó el pie que las estaba pisando y se agacho para cogerlas. Al menos sólo se había roto la patilla derecha, que ya había tenido que reparar unas cuantas veces. Pero aún así se negaba a comprar otras, esas le gustaban demasiado. Entonces recordó que se había traído una mochila a Rocavarancolia. La abrió y tanteó en el interior buscando la cinta aislante que creía haber traído. Cuando la encontró, cortó con los dientes un trozo bastante grande y pegó la patilla, arreglándola coma ya había hecho unas cuantas veces antes. Una vez las hubo arreglado, se las puso y miró en derredor. Aquello la recordó más a una mazmorra medieval que a un cuarto.

No se preocupó más por el sitio en el que estaba y procedió a sacar todo lo que había traído en la mochila. Aparte de la cinta aislante llevaba algo de ropa, su Nintendo DS lite blanca con tres juegos, el Nokia viejo de su padre, la baraja del Set, la versión de bolsillo de Blade Runner a medio leer y la de El Juego de Ender sin empezar (en realidad ya lo había leído, pero quería releerlo), una libreta y un estuche con bolígrafos varios, su nuevo MP3 con unos auriculares, una caja de cerillas, una linterna, muchas pilas, un botecito de líquido limpia-gafas, unas tijeras, un trozo de cuerda largo y un botiquín de primeros auxilios. Todo aquello se lo había traído sólo porque sus padres habían planeado una acampada y era lo que se iba a llevar. Volvió a meterlo todo en la mochila, excepto la linterna y se la colgó de un hombro, aunque en seguida se la colgó de los dos ya que pesaba demasiado. Bufó y se dirigió a la puerta, mientras por su cabeza pasaban todas las aventuras que imaginaba que iba a vivir.

Al pensar en que estaba encerrada en una especie de mazmorra medieval, su mente lo relacionó en seguida con Poniente, un mundo de uno de sus libros favoritos. << ¿Habrá dragones? ¿Podré tener una espada? Si puedo tener una, se llamará Aguja. Y seré una danzarina del agua. Y tendré un lobo huargo >>, pensó. Todo aquello era tan emocionante que no podía esperar a salir de allí. << A ver. Estoy encerrada en una mazmorra medieval. La puerta es de madera, aunque no parece muy resistente. Tal vez si… >>. Cogió carrerilla y cargó contra la puerta, que cedió a la primera para sorpresa de ella. Cerró los ojos ante la inminente caída y se maldijo mentalmente por no haber probado a abrirla como una puerta normal. Cayó al suelo, aunque no se hizo demasiado daño, por lo que se levantó con tranquilidad, se sacudió el polvo de los pantalones y soltó un suspiro antes de empezar a andar. El pasillo estaba oscuro y prácticamente no veía nada, por lo que encendió la linterna y siguió andando en línea recta sin saber muy bien a dónde ir. Al cabo de un par de minutos, llegó a unas escaleras. Las bajó tranquilamente, intentando descifrar lo que decían las voces que oía. Parecía que hablaban en otro idioma, uno que no había oído en su vida. Pasó al lado del grupito, aunque no dijo nada; ni siquiera les miró. Se sentó algo alejada de ellos, se quitó la mochila de la espalda y sacó de ella el libro que tenía a medio leer. Apoyó la espalda en la pared,apuntó al libro con la linterna para tener la suficiente luz como para leer bien y dejó que su mente se perdiese en el mundo ficticio de Blade Runner.

No tenia idea de cuanto tiempo llevaba maravillado por el espectáculo que aquella simple ventaba me ofrecía, pro finalmente fueron ruidos de una conversación los que me sacaron de mi ensimismamiento. Algo ocurría al otro lado del pasillo, camine en absoluto silencio hasta la esquina y me asome ligeramente. Con todo el sigilo que mis años de superviviente podrían dotarme, mire lo que ocurría, y me lleve una pasmosa sorpresa.

Llevaba 7 años sin ver otro Foner, y ahora tenia dos a solo unos metros de mi. Demore algunos instantes en racionalizar lo que veía, un Foner de cabello rojo sujetaba una navaja contra la espalda de otro, era un chico de cabello blanco. Desde donde estaba podía escuchar fragmentos de su conversación, el que sujetaba la navaja preguntaba algo que tenia que ver con las casta. El sonido de aquella palabra reverbero desde lo profundo de mis recuerdos, era algo importante en un momento de mi vida que parecía venido desde otra vida, antes de los peligros y los ataques. Las castas eran como ns diferenciábamos, el color de nuestro cabello lo marcaba, mire mi propio cabello y casi me sorprendí de que fuera blanco, era la casta más importante. ¿Seria la chica de la misma casta?

Una tercera persona apareció en el cuadro, un chico de piel y cabello plateado, la impresión que me causo fue igual de fuerte que la de los otros dos como yo, no era una foner, ni nada que viniera de nuestro planeta, ¿Quien podría ser?. Lo que más me sorprendió de el era la seguridad con la que se movía en aquel lugar, ¿Como podía lucir tan seguro en un lugar de apariencia tan peligrosa?

Decidí quedarme oculto en donde estaba, esperando ver lo que ocurría, no pensaba acercarme, me sorprendía tener gente cerca, pero llevaba tanto solo que la sola idea de sociabilizar con otros me ponía los nervios de punta.

Wintelgy

Al parecer no me entiende pero me hace un gesto con la mano a modo de saludo, también habla en un extraño idioma que no alcanzo a comprender.


“ Me llamo Wintelgy y no quiero problemas, solo quiero salir de aquí-digo señalando hacia su espalda-Digo no muy seguro aun que no me entienda- “


Es una persona bastante alta y con el color de la piel rosado y el pelo marrón… no es un nublino pero parece que no es hostil.


Me señalo a mi mismo repetidamente mientras digo sonriendo y lentamente: “Wintelgy…. Wiiiinteeeeeelgyyyyyy…. Wintelgyyyyy”


Repito esto varias veces y cuando termino cada vez le señalo a él en silencio como pretendiendo que me dijera su nombre.


Mientras intento presentarme el cuchicheo del fondo desaparece y parece que ahora hay un cuchicheo detrás nuestra, me giro señalo atrás y luego me señalo al oído. Intentando de avisar al piel rosada de que hay alguien detrás nuestra.

Mientras bajaban pasaron junto a una chica con un libro en las manos, sentada en el suelo. Yrio miró por encima para ver si podía enterarse de qué leía, pero las páginas estaban llenas de símbolos incomprensibles así que optó por continuar, desilusionado. Las otras dos chicas se presentaron como Alder y Seon, pero antes de que Yrio pudiese hacerles alguna pregunta más llegaron a la puerta; un gran portalón oxidado por cuyas rendijas se colaba algo de luz. Con un largo suspiro, Yrio abrió la puerta trabajosamente, y tuvo que taparse los ojos con las manos.

-¡Argh! Maldita luz- se quejó.

Permaneció con los ojos entrecerrados, mirando al suelo, hasta que se acostumbró más o menos. Se puso la sábana a modo de capucha para que pudiese ver al menos por donde pisaba y avanzó unos pasos de forma insegura. No sabía por tonde ir, no conocía nada de la ciudad y aunque hacía más calor allí fuera, la luz seguía siendo una gran molestia. Visto que ninguno de sus compañeros parecía decidirse eligió una calle al azar. Las casas estaban todas derruidas, e Yrio lo notaba casi más por la cantidad de escombros con los que se tropezaba que porque pudiese ver bien los edificios que les rodeaban. Estuvo a punto de caer enredado en la sábana como estaba, un par de veces, pero no se detuvo en ningún momento, salvo para asegurarse de que los demás le seguían.

Sigue en la Plaza de la Fuente.

Al parecer sólo las chicas y el del pelo violeta se entienden entre sí, y queda bastante claro que no son de Libo por el tono en que el chico se dirige a ellas, pero también me mira con desconfianza. << Habráse visto, desconfiando de mí... ¡Bueno! >> Al poco aparece otra chavala con una mochila y que en vez de decir algo, saca un libro en un idioma desconocido y se sienta a leer. << Libros... Si no entiendo el idioma, ¿cómo voy a leer algo, maldita sea? Grrr>> Preparo un gruñido pero lo guardo cuando el chaval de la ropa rara se me acerca con una sonrisa... ¿Qué está intentando? ¿No ve que estamos en un sitio donde no nos entendemos? >> Levanto las manos para apartarlo educadamente pero acaba yéndose solo al ver que las chicas se marchan.

-Eh, ¿a dónde vais?-inquiro
<< ¿Las chicas encabezan la marcha? Quizá... quizá no esté todo perdido y aquel libro mintiera... >> Me apresto a seguirlas y por el camino escucho más voces, tanto atrás como arriba ¿o abajo?
-Esto es un caos... Necesito información ya, ¡diablos!

El chico del pelo violeta encuentra una puerta y la abre como puede, para luego apartarse de la luz << ¿Qué le pasa? Sólo es luz... >> Me asomo esquivando al grupo de gente o lo que sean y logro ver una plaza en ruinas, para nada de Libo << Vaya ciudad más ruinosa... Rocavarancolia ¿eh? Veremos... >>
-Ese se va a matar con las sábanas.-murmuro al seguir con la mirada al chico, al que luego sigo a pie, echando de vez en cuando miradas hacia atrás y a los lados, garras listas.-Eso parece una fuente...
Sigue en la Plaza de la Fuente.