Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

Keiria estaba preocupada por el estado de Cío, pues su problema cardíaco era serio, pero al parecer había formas de solucionarlo, y la chica confiaba en que todo saldría bien. Después de tantas desgracias una detrás de otra, en algún momento todo tenía que mejorar, y si no tenía fe en ello, se volvería loca. No quería llorar mas, y a partir de aquel momento se prometió mantenerse firme, por sus compañeros y por ella misma.

Las palabras de Archi la desconcertaron, sin embargo, y cuando parpadeó mirándole confundida, la ilusión se desvaneció. No entendía a que se refería, ni el comentario que hizo el brujo humano, pero agradeció que el biomecánico curara sus heridas. Que tuviera que intentarlo varias veces le extraño, pues al chico no se le daba nada mal la magia, y tal vez era cierto que le dolía la cabeza, como sugería el brujo humano.
—Deja que te ayude con eso —le aconsejó la pelirroja, poniendo una mano sobre su hombro—, ya tienes mas que suficiente con ese "tick-tack" que oyes en tu mente.
En cierto modo le frustraba no ser capaz de ayudarle ella misma, pero no dijo nada al respecto: aunque supiera hacer magia, que no era el caso, si el propio irrense desconocía el hechizo ella no tendría forma de saberlo.

La punta de una de sus colas escogió ese momento para encenderse, seguida de dos mas, que las llamas se mantuvieron estáticas sin que parecieran tener intención de extenderse. Keiria no sintió dolor alguno, y al no estar mirando hacia su espalda, no pareció darse cuenta.

Había atendido y meditado, en la medida que el dichoso tic-tac se lo permitió, las palabras del desconocido. Lo del idioma era un problema en el cual ya había pensado, pero resultaba evidente que si se podía aprender todo un lenguaje por beber de una fuente, debía de haber alguna forma de recuperar el suyo.
—Conozco el hechizo vigorizante, gracias —replicó a su último ofrecimiento.
Pero la ibolense entonces le aconsejó que se dejase ayudar por el humano y Archime, tras dirigirle una mirada breve a la chica, se volvió de nuevo hacia el visitante.
—Está bien —concedió.
Al fin y al cabo era cierto que le costaba mucho centrarse y, de este modo, mientras el desconocido le aplicaba el sortilegio pudo continuar meditando la información ya que debido al irritante sonido que la Luna había decidido alojar en su cabeza no le era posible pensar en nada más mientras conjuraba.

—Me llamo Archime. ¿Cuál es tu nombre? —le inquirió de pronto, recordando que aún no se habían presentado—. Antes has hablado de magia de ilusonismo. ¿Crees que eso es lo que le sucede a ella? ¿Se llama kyuubi en lo que se ha convertido? —preguntó después señalando a la ulterana.
Mientras le curaba el biomecánico le había dado vueltas a los repentinos cambios de forma de la pelirroja y a su aparente desconcierto ante ello, señal de que ella misma no se visualizaba como un animal al completo ya que las colas y las orejas sí había dado muestras de poder verlas. El que el humano hablase sobre ilusiones le hizo recordar a los edificios que las proyectaban con el fin de atraparte y por ello algo había hecho clic en la mente del ingeniero cuando el tic-tac se lo permitió. Cuando se giró hacia la mencionada se había fijado en que tres de sus colas tenían una llama sobre su punta, aunque la chica no parecía darse cuenta de este hecho. Es por ello que el irrense alzó la vista hacia Keiria y decidió preguntarle directamente
—Tres de tus colas están en llamas —anunció.

Sonreí cuando el irrense cedió a que lo ayudase y comencé el hechizo, no tardé en acabar y presté atención a sus palabras.

-Yo me llamo Enredo - les dije y luego expliqué.- Soy un humano y ese es el nombre que yo mismo escogí. Vosotros también tendréis la oportunidad de hacerlo si es vuestra elección - me eché a reír con las palabras del irrense.- No, la magia de ilusionismo es de un alto nivel y requiere mucha práctica. Seguramente lo que le pase a ella debe ser cosa de su transformación - medité mis siguientes palabras antes de hablar.- Verás en mi mundo hay miles de leyendas y ella en mi mundo sería eso, una leyenda oriental, kyubi es la palabra que usan para llamar a un zorro de nueve colas. Ella sin embargo sigue siendo antropomorfa, y no parece que sea una animorfa ya que desde luego ellos no se pueden prender fuego. Sin embargo no sé el nombre de su transformación, lo que dije era tan solo un juego de palabras.

-Humm, si vais a ir a la biblioteca a buscar información tened cuidado. Esta noche la ciudad es completamente distinta a lo que habeis visto hasta ahora. La magia vuela libre por aquí y por allá y los monstruos estarán revolucionados. Dentro del torreón deberíais estar a salvo y seguramente mañana recibáis o bien un aviso o que venga alguien del consejo a veros para deciros que abandonéis el torreón. No os preocupéis, se os dará otro alojamiento dependiendo de vuestras preferencias - les expliqué.- Yo vivo en uno de los dos refugios habilitados para ello, la Torre Serpentaria. Si alguno de vosotros va a venir no intentéis entrar sin más, la puerta está protegida por un maleficio y al último que lo intentó acabó con sus huesos en la cicatriz. Lo mismo vale para la Sede de los Taumaturgos.

-Si tenéis alguna otra duda... - dando a entender que si no preguntaban nada me iría, ya les había ayudado con lo básico y me estaba muriendo de ganas de rendirme al descontrol de la Luna.

Una sonrisa burlona se agazapaba en las comisuras de Nero, nada evidente pero palpable para su compañera. Ella continuaba moviendo los dedos de los pies, con creciente impaciencia.  "Yo tengo una. ¿Que se supone que haces aqui?" quería decir. Miró a Cio y frunció el ceño imperceptiblemente. Aquel humano venia a ayudar, pero si se iba a limitar a dejar clara su ignorancia, mejor era que desapareciese. Intuía que se marchaba y no quiso prolongar su estancia. Aquellas visitas se le hacian insoportables. Cordialidad, diplomacia. Siempre era esa la cuestión.

- No, gracias. Ha sido suficiente.-dejó que el sarcasmo tintase la frase de forma sutil. No se molestó en sonreirle.

El primer impulso de Keiria fue golpear la punta de sus colas con violencia al percatarse de que estaban en llamas, tratando de apagarlas, pero cuando lo consiguió otras dos se encendieron, como burlándose de ella. Para entonces se había percatado de que no sentía dolor alguno y de que su nuevo pelaje se mantenía intacto, como si fuera inmune a dichas llamas. Una pasada de su mano le confirmó que quemaban como cualquier otra flama, pero eso solo hacía la situación mas extraña. Tenían que ir pronto a la biblioteca, pues eran demasiadas dudas, y necesitaba averiguar todo lo posible sobre su transformación: no quería ser un peligro para sus compañeros.

La ulterana centró sus pensamientos en la idea de apagar las llamas, frunciendo el ceño debido a la concentración, y al cabo de unos instantes lo consiguió. No quería hacer experimentos en aquel momento, así que volvió a prestar atención al brujo humano, pero de vez en cuando echaba un ojo a su espalda para asegurarse de que no se iniciaba fuego de nuevo. Keiria no tenía ni idea de cultura terrestre, y el nombre de kyuubi no le decía nada, pero se aseguro de memorizarlo para buscarlo una vez se pasaran por área norte.

Al parecer iban a tener una suerte de refugios asignados, y al día siguiente lo mas seguro es que un miembro del Consejo les ordenara desalojar el torreón. La ibolense no sabía como sentirse al respecto, habían sido demasiados meses y demasiadas vivencias, aunque no todas buenas, pero aquel lugar se había empezado a convertir en un hogar para ella, y dejarlo atrás no iba a ser fácil.

Apartó esos pensamientos de su cabeza cuando Enredo dejó entrever que pensaba irse, proposición que Ri secundó con un deje sarcástico.
—Hasta pronto, supongo —le despidió la kitsune.

-Bien, pues ya nos veremos. Cuidaos - me despedí con una sonrisa y levitando salí del patio.

Sigue en donde se me ocurra.

El pequeño resquicio de esperanza de encontrar un aliado, aunque ni siquiera confiase en él, se vió reducido a nada cuando el humano terminó de explicar que detrás de sus soluciones aún venían más problemas. Se quedó callado para no mandarlo a la mierda y se centró en asumir que iba a tener que buscarse las castañas sin siquiera saber cómo. Iba a necesitar que los demás estuviesen tan pendientes de él como si fuese poco menos que un vegetal, y la sola idea era odiosa.

Dejó las despedidas a los demás e ignoró al "no invitado" hasta que se marchó. Sabía que no tenía motivos para pagar con él su enfado, pero no era capaz de sacudirse ese estado de encima, ni quería. Que se encontrase mejor no significaba que no doliese, y a su alrededor todos estaban sufriendo sus propios problemas. No entendía lo de Archi, pero al menos era algo que pasaba dentro de su cabeza. Lo que mostraba Keiria estaba en la de todos y era más raro si cabía, pero al menos aquel fuego no parecía hacerle daño.
―Oíd, ¿dónde está Taro? ―Dejó caer la cabeza contra el respaldo del sofá, agotado. Empezaba a estar muy preocupado por la ausencia del carabés.

El biomecánico no comprendió la explicación sobre la magia de ilusionismo que realizó el humano, ya que era evidente que Keiria no había utilizado hechizos convencionales para ello, pero tampoco los edificios cercanos a Letargo podían. Al fin y al cabo se trataba de edificios y no disponía de manos o boca, por lo que sin duda el mecanismo que empleaban para realizar ilusiones debía de ser otro. El irrense, de todos modos, decidió no insistir ya que no se encontraba en muy buenas condiciones para ello y se limitó a tratar de atender a las subsiguientes explicaciones. Al menos ya sabían que no se quedarían sin lugar donde vivir una vez tuviesen que abandonar el torreón, cosa que el ingeniero hacía tiempo que había supuesto que les obligarían a hacer.

Se fijó en la ulterana y constató que el fuego sí podía verlo, por lo que parecía que solo aquella apariencia animalesca era lo único de lo que la propia Keiria no era consciente. Como las llamas no parecían dañar en absoluto a la chica, se despreocupó de ello y realizó un leve gesto con la cabeza a modo de despedida cuando Enredo se fue.

Poco después de este hecho y de haberse hecho el silencio en el salón, Cío rompió el mismo con una pregunta que ya rondaba también su mente desde hacía un buen rato.
—Deberíamos buscarlo —comentó observando deliberadamente a Anriel y Nero, ya que consideraba que los sinhadres debían ser quienes se ocupasen de aquel asunto ya que parecían encontrarse en mejores condiciones que el resto.

Ambos regresaron poco después con noticias desalentadoras: el carabés había dejado atrás una simple nota en la que explicaba que había decidido irse por su cuenta y en la que pedía por favor que no lo buscasen. El biomecánico leyó la nota en silencio y procesando cada palabra al ritmo de tic-tac. La llegada de la Luna Roja estaba dejando un regusto amargo con el que el ingeniero no estaba acostumbrado a sentirse identificado.

Nero miraba el fuego de las colas zorrunas cuando Cio preguntó por Taro. Negó con la cabeza, no especialmente preocupado, pero curioso por las sorpresas que le hubiese dejado la luna a su ardilla preferida. Al final se decidió a subir con Ri, que ya había iniciado el ascenso a la primera planta, queriendo ver por si mismo la sangre o visceras. O al menos, que era eso que lo mantenía alejado del resto. Hubo cierta decepción con la nota. Ri en cambio frunció visiblemente el ceño y maldijo por lo bajo. Quizás pensaba que de haber echado antes al charlatán con buenas intenciones habría evitado otra huida o puede que estuviese hartandose del drama. Nero  opinaba que era un buen epilogo para el libro.

Ri quería buscar a Taro, pero no veía si era o no lo mejor.  Cambió el peso de pie.

- ¿Vamos a ir, entonces?- dijo Nero- Solo quedamos tres a lo sumo en condiciones de buscarlo. Si Keiria viene. Pero eso os deja solos a vosotros dos.

El silencio se extendió por el salón en cuanto el brujo se marchó del torreón, y este permaneció inmutable unos minutos, pues cada cual estaba sumido en sus pensamientos. Fue Cío el que lo rompió primero, preguntando si alguien sabía algo de Taro. La última vez que la ulterana lo había visto, el carabés se dirigía a la planta de arriba, horas antes de que saliera la Luna, y desde entonces no había tenido noticias de él.

Fueron Ri y Nero los que se encargaron de ir en su busca, y volvieron con malas noticias. El chico se había ido por su cuenta, y solo había dejado una nota atrás, pidiendo que no lo siguieran. La pelirroja se sumió en sus pensamientos mientras los otros discutían que hacer, y solo alzó la mirada cuando el sinhadre pelirrosa la mencionó.
—No voy a dejar a Archi y Cío solos —fue su respuesta—, no es seguro.

La ibolense no estaba segura de que ir tras el carabés fuera buena idea, pues tal vez un aspecto de su transformación le había empujado a marcharse en previsión de hacerles daño, pero no dijo nada y esperó a ver que decidían.

Mientras esperaba la vuelta de los sinhadres se dedicó a tantear con la lengua los nuevos dientes que le habían salido. Había sido algo muy rápido, pero hasta hace poco todavía no habían terminado de crecer. Las ganas de preguntar qué era lo que tenía en los lados de la cabeza comenzaban a superar al miedo por saberlo, pero sentía que no era una buena ocasión para hacerlo, especialmente al ver la cara de Ri cuando bajó con noticias junto a Nero. No paraban de acumularse las desgracias, pero ¿qué podía ser tan terrible como para que Taro tomase la misma decisión que Lara? Y sin siquiera darles la oportunidad de ver hacia donde iba. No sabía qué responder sobre si debían buscarlo o no, pero el calor que le subía por el pecho y el aturdimiento no le dejaban pensar correctamente. A su pesar, sabía que tenía que descansar y dejar de darle vueltas a todo aquello para no acabar mal. Emitió un gruñido en respuesta, dispuesto a enfadarse incluso con Taro. A duras penas se contuvo para no maldecir sobre él por hacer las cosas aún más difíciles, pero estaba auténticamente preocupado también.
―No creo que sea buena idea ir ahora. Esperad a que vuelvan los demás, por lo menos ―dijo finalmente, con tono de evidente fastidio, que no se debía sino a su incomodidad y su estado de ánimo. Tenía la sensación de que el dolor aumentaba de nuevo por momentos y al cabo de unos sengundos sufrió un espasmo.

El biomecánico asintió sincronizadamente con el “tac” del “tic-tac” tras Cío. Por mucho que la lógica le impeliese a seguir al carabés, ya que sin duda se estaba exponiendo a un riesgo considerable abandonando el torreón en probablemente unas condiciones similares a las de algunos de sus compañeros con cambios más drásticos y sin protecciones mágicas ni la capacidad para realizarlas, el respeto hacia la petición de Taro, más formal que la de Lara pues había sido llevada a cabo con discreción y por escrito, también tenía peso en su mente. Y por supuesto había otro motivo, el cual era la verdadera razón por la que el ingeniero consideraba inadecuado realizar la búsqueda propuesta por Anriel.
—Tan solo yo cuento con la capacidad de llevar a cabo el sortilegio de rastreo. Y en el momento presente esa capacidad está anulada por la incapacidad para concentrarme adecuadamente. Deambular por las calles en estas condiciones solo supondría exponerse imprudentemente a un riesgo considerable, especialmente teniendo en cuenta que Enredo mencionó que durante la salida de la Luna la ciudad se tornaba incluso aún más peligrosa de lo que tenemos conocimiento.
Archime se subió el puente de las gafas al ritmo de tic-tac y recuperó su asiento en el sillón que había ocupado un alto porcentaje de las noches desde que había llegado a Rocavarancolia, ligeramente cabizbajo y con un deje desganado, reflejando cierto agotamiento mental, apenas perceptible en su monótona expresión habitual.

Mientras esperaban el regreso de los ausentes el tiempo comenzó a pasar más lentamente si cabía, y el silencio no ayudaba en absoluto. Un par de espasmos más acosaron al irrense y miró alrededor para ver si había algo en lo que volver a descargar aquella corriente sin encontrar ninguna idea que pareciese buena. Tendría que lidiar con ello.

Acabaron al poco en movimiento de nuevo gracias a una idea de Archi que tal vez podría devolverle uno de los brazos. El izquierdo había estado desconectado, y por tanto aislado de su propia corriente, en el momento del incidente y gracias a ello podría conservar más piezas intactas que el derecho. No perdían nada por comprobarlo. Con ambos desconectados se podía trabajar sin demasiados riesgos, y Keiria se acercó tanto a curiosear como a ayudar en lo que estuviera en su mano.

Se notaba que Archi trabajaba con más lentitud de la habitual, más desconcentrado, pero tenían toda la noche por delante. Les llevó un tiempo extraer las piezas y probarlas, pero fue cuando aún empezaban con aquel trabajo cuando regresaron al torreón, pero solamente dos. Lara se encerró en una de las habitaciones y pidió que la dejaran sola. No esperaba una actitud mejor por su parte, pero estaba igualmente aliviado por su regreso. En cambio, se enfadó con Kud al escuchar de Xalk el motivo por el cual no había vuelto con ellos «ese imbécil tiene la cabeza llena de virutas». Seguían sin poder salir a buscar a Taro y ahora tenían que preocuparse por otro compañero más. En ese momento Cío recordó a los letarguinos y se preguntó en qué se habrían convertido, cuántos seguirían vivos, o en paradero conocido.

Archi le dio un rayo de esperanza tras examinar las piezas, y enseguida comenzó a asegurar las de un brazo en el otro, poniendo todas las quemadas del mismo lado. No era una tarea sencilla y se tomó su tiempo para hacerlo con lo que tenía a mano. Entre tanto Cío lidiaba con el dolor y se distrajo preguntándole a Keiria qué le había salido en la cabeza. Cuernos, tal y como parecían. Ovinos. Alcanzaba a ver algo por el rabillo del ojo, pero no podía asegurar el aspecto del conjunto solo por eso. «No quiero cuernos. No quiero».

Al cabo de un tiempo seguían sin tener noticias de Taro o de Kud, pero Cío se aferraba a una pequeña alegría, podía mover el brazo derecho después de tanto trabajo por parte de Archi. Se juró a sí mismo que tarde o temprano encontraría el modo de compensar por todas las molestias que había causado, pero por el momento se limitó a agradecer todo lo efusivamente que pudo el esfuerzo de sus amigos.

- Y por eso mismo preguntaba- dijo Nero- No veo la diferencia que suponen dos en vez de uno en esta ciudad. Vagabundear Anriel y yo es igual de peligroso que Taro andando solo. No vamos a salir, no hoy.

Dijo lo ultimo mirandola a ella. Anriel asintió. Acabó por sentarse a esperar; eso era todo lo que les quedaba. Volvió Lara, pero no Kud. La ira la quemó unos segundos. Después de la frustración quedaron posos amargos, y eso fue lo que la acompañó en las lentas horas siguientes. Había un bamboleo constante de emociones que no sabía controlar. El futuro se presentaba peor o mejor según estas venían o se iban, pero siempre quedaba la incertidumbre. Nero la miraba a ella, y ella lo miraba a él ¿en qué eran distintos ahora? Todo era más vivido, todas las sensaciones eran afiladas. Podía ser algo más que la alerta, más que la luna roja; ella no lo sabía. Y quizás...¿Nero estaba igual? No, por algun motivo, sabía que era mentira. Que su interés había pasado al aburrimiento, después de las emociones iniciales. Es posible que a algo de decepción. No tenían que hablar para que ella lo supiera.

Kudryavka

El vánara saltó el muro del patio y aterrizó en este, haciendose daño en un pie. Esta herida habia sido la última de una larga lista de ellas de toda índole, causadas todas por malos aterrizajes y una serie de desafortunadas desdichas causadas por la mala suerte que habia anclado la ordesa a él. Se habia curado tanto como habia podido, hasta quedarse sin magia. En las dos horas escasas en las que habia vagado, habia visto una gran columna de humo provenir al norte, pero, al ir a averiguar que era, se habia topado con los dos grupos de transformados destrozandose. Pero sus problemas tan solo habian empezado entonces pues se habia visto con alimañas de la ciudad y estas no le perdonaron ni una. Habia caido en una pequeña seccion de los subterraneos y la mala suerte habia querido que cayese en un grupo de criaturas para nada amables.
El viaje de vuelta, le habia granjeado aún más heridas y, en resumen, al cruzar la puerta que llevaba al interior del torreón podian apreciarsele, aparte del bõ lleno de sangre y de que le faltaban las gafas y la camiseta, las siguientes heridas:

Heridas:

La primera en cortarle el paso fue Ri, quien no tardó en lanzarle una acusación para hacerle sentir mal. El ruso jadeaba, de dolor y de cansancio y miró con ojos de derrota a la sinhadre mientras Archi procedia a curarle laboriosamente. Con el alivio, le llegó cierta fuerza y pudo musitar una respuesta.
-Sobre... Sobreviví...-fue lo que consiguió decir, mientras los demás se acercaron. Tenia cansancio y dolor pero entonces el dolor fue desapareciendo. Y el cansancio se fue haciendo cada vez más obvio en él, manteniendose en pie por fuerza de voluntad tan solo.-¿Dónde... ¿Dónde estan Lara y Xalk?-

Se despertó en el momentó en que Kud pisó el torreón e interrumpió su camino escaleras arriba. Estaba horrible, magullado por todas partes. Y notaba su cansacio. Daba igual, ella estaba cansada también.
- Pensé que después de todo este tiempo eras más responsable.

Archi se encargó de sus heridas, disminuyendo, al mismo tiempo, la culpabilidad que pudiera darle dirigirse al humano.

- Aqui- dijo cortante. Cerró los ojos y cogió aire. En ese tiempo, pensó en si merecía la pena hablar. Si necesitaba realmente decirle aquello. Podía escoger no hacerlo, no estaba perdiendo los papeles. Y precisamente por eso, porque no era una pataleta, sino una elección, siguió:- ¿Crees que basta con sobrevivir? ¿Sabes lo hipocrita que es ir a buscar a Lara porque esta sola y es peligroso y después desaparecer tú? Taro se ha ido también y no quiere que le busquen. No Kud, no me basta con que sobrevivas. No era la mejor noche para demostrar el doble rasero que tienes sobre la palabra amistad. Ninguno de los dos me permite ser una amiga. LLevas siete meses poniendote en peligro, preocupandome, siete meses huyendo cada vez que te sentias mal contigo mismo o con el mundo. Aprende esto, imbecil: no eres invulnerable. Deja de hacer las cosas que nos censuras a los demás. Y la proxima vez, llora en una esquina o pega a algun monigote de madera en vez de ir a buscar que te maten.

El tiempo no pasaba exactamente deprisa, y la espera empezó a hacerse tediosa. Los tres que habían salido no acababan de llegar, y mientras tanto los demás tenían que permanecer allí, observando el techo sin ganas de hacer nada. Al final fue una idea de Archi la que devolvió el movimiento al salón, y aunque trató de evitarlo, al final Keiria se acercó a echar un vistazo. La curiosidad siempre le superaba, y con la excusa de echar una mano, la ulterana se quedó a mirar.

La muchacha se aplicó en su tarea, y sin perder detalle del proceso, ayudó al biomecánico a sustituir la piezas quemadas por otras intactas de la otra prótesis, que estaba desactivada y aislada cuando el chico había empezado a soltar chispazos. Era una tarea complicada, pero con paciencia fueron haciendo progresos, y si todo salía bien, Cío recuperaría la movilidad de uno de sus brazos. Durante el proceso, Xalk y Lara regresaron al torreón, pero venían sin Kud. Tuvo que ser el clinger el explicará lo sucedido, pues la ordesa anunció que no quería que nadie la siguiera y se encerró en una habitación, y los pensamientos de la pelirroja hacia el vánara fueron de todo menos buenos. ¿Por qué se empeñaba en ser tan imprudente?

Archi siguió trabajando en las prótesis, y mientras tanto el otro irrense le preguntó a la mestiza que le había salido en la cabeza. Keiria observó los cuernos del muchacho en silencio unos segundos, antes de responderle con sinceridad. No parecía contenta con la respuesta, y trató de consolarlo señalandole sus nuevas orejas. Eran extrañas, e inconscientemente se las tocaba de vez en cuando, pasando los dedos por el suave pelo que las cubría y haciéndose a la idea de que no lo podía mover, al igual que el que cubría sus nueve colas.

Cuando terminaron, Cío podía mover de nuevo el brazo derecho, y parecía algo mas animado, pero la llegado del Kud ensombreció los ánimos del torreón de nuevo. Ri le salió al paso, y mientras Archi lo curaba, la sinhadre le recriminó su imprudencia y lo tildó de imbécil, informándole de lo difícil que se le hacía el ser su amiga. La albina tenía parte de razón, pero como ya le estaba echando la bronca ella, la kitsune se mantuvo al margen junto al raigaurum, observando la escena en silencio.