Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

La pelirroja no comentó nada y siguió el nuevo rumbo de la conversación sin inmutarse.
—No, no se lo había comentado a nadie —respondió mientras empezaba a pulir el brasero—. No creo que sea una sorpresa, aun así, es algo demasiado grande como para que a los demás no les entre curiosidad —aclaró.

Tenía la estructura final maquetada en su cabeza, pero ella no podía completarla sola. En su casa con sus herramientas no habría tenido problemas, pero estaba en Rocavarancolia, y allí la magia tenía un papel importante en casi todo, pero ella no podía utilizarla.
—Supongo que le pediré ayuda a Archi para el montaje final... necesitare ese hechizo para moldear materia inorgánica, no tengo otra forma de soldar las distintas piezas —informó—. Será agradable poder leer o hablar por las noches sin tener que enfundarnos en un rollo de mantas, aunque tampoco es que seamos muchos los que hacen vida nocturna —rió con suavidad—. Y me incluyó por que tengo los horarios de sueño trastocados, nunca me ha gustado dormir demasiado... y ahora menos todavía —murmuró para si.

El biomecánico siguió a Cío cuando este le indicó que lo siguiera y se sentó en el sillón de siempre al comprobar que su destino era el salón. Atendió al intercambio entre el otro irrense y Lara. La conversación lo volvió a sumir en las mismas cavilaciones que antes, atendiendo aunque no lo pareciese a las conjeturas de la ordesa y su congénere.

—En Irraria hay constancia de cosechados que regresaron temporalmente una vez pasado el período establecido, claro que los archivos son muy antiguos y podrían no ser del todo fieles. Pero no creo que el objetivo sea sobrevivir para después acabar con nuestras vidas. Lo que dice Cío es plausible, aunque no parece encajar con el resto del procedimiento que sigue Rocavarancolia. Por otra parte, casi nada encaja desde que llegamos, por lo que considero que sin más datos estamos en un punto muerto en lo que a conjeturar se refiere.

Había hablado sin mirar a nadie y con su tono habitual. No obstante, si se prestaba la debida atención, se podía intuir un cierto matiz de disgusto que trataba de abrirse paso en su omnipresente neutralidad.

Recibió la cesta aun sin saber muy bien que hacer con ella, casi sorprendido de haberla pedido realmente. La apoyó delante de sus pies y localizó a Taz. Los cuatro parecían gozar de buena salud, al menos parecía que no se habían contagiado o no era contagioso. Cogió a Taz con cuidado mientras Lara hablaba y se lo quedó mirando, esperando que hiciese algo, como moverse de una mano a otra como hacía la mascota de su hermano «espero que seas más interesante cuando aprendas a hablar».
—No seas agorera, Lara —la reprendió cuando su versión empezó a volverse negro tizón—. Aunque no sea lo que esperábamos, sigue siendo la ciudad de la que se habla en nuestro mundo, vive gente con poderes y hay magia. Creo que lo único que se nos pide por ahora es aguantar aquí. —Eso sonaba mejor que “sobrevivir” —. Quizá es optimista decir que tendremos tutores, pero yo qué sé. Llegué aquí convencido de que los habría. Tiene que tener truco para los que no podemos hacer magia, eso, o nos cosecharon por equivocación.

En su mano Taz se había dado la vuelta y parecía mirar fijamente una luz parpadeante que emitía el ordenador de Cío. Por curiosidad, le encendió la pantalla y la cría abrió los ojos de par en par. Al irrense se le escapó la risa al ver aquella reacción.

Lara acabó por sonreír cuando vio las caritas que ponía Taz con las lucecillas. No pudo evitar sentir cierto miedo fugaz por Rica, pero la conversación consiguió distraerla un poco más.

—Perdón, es que cada día me cuesta más verle lo bueno a todo esto—confesó—. ¿Vosotros queréis volver a casa cuando esto acabe? —aquellos registros habían picado su curiosidad. Estaba suponiendo que llegarían vivos al final de todo aquello, pero eran suposiciones que no dolían a nadie. Lara, por su parte, tenía la respuesta clara—. Yo sí, al menos para dejar a los pequeños al cuidado de su abuela...

El temor de que alguno no aguantara le hizo llevarse la mano al marsupio.

- Estará bien tener una compañera nocturna- dijo Ri. Se frotó un brazo, tratando de calmar la intranquilidad que le había dado aquella serie de pesadillas especiales. Cuando estuvo todo limpio y pulido, se levantó-. Yo aviso a Archi. Luego nos vemos.

Después de darle el recado al irrense, y puesto que ya había tenido un entrenamiento, fue a echarse un rato.

La intensa conversación con Ri le habia dejado algo cansado emocionalmente. No sabia que fuese tan proclive a lagrimear, pero tampoco le importaba mostrar emoción. Era algo natural en él. Por otra parte, se cansaba como cualquier otra persona y, segun las diferentes conversaciones que habian antojado la pereza de no participar en ellas, aunque si que buscó a Keiria para confirmar que se encontraba bien, pues juraria haberla visto afectada por algo aquella mañana. Cuando la divisó, hablaba apaciblemente con Ri. Si lo que habia visto aquella mañana era un espejismo o si Ri tenia una habilidad natural para la psicologia se le escapaba, pero se alegraba de que todo hubiese acabado bien.

Prosigió con sus entrenamientos en el patio, esta vez mágicos. Con un puñado de guijarros, practicó los hechizos que ya conocia, levitación, empuje, atracción... entre otros. Al terminar, pegó un bote y dando largas zancadas entró al torreón.-¿Qu'pasa chicos?-soltó mientras se acercaba al grupo, riendo ruidosamente.-¡Ah, estaba pensando yo una cosa, oidme! Con lo de la visita de los sendarios, me ha entrado la envidia y me apetece pasar un día, de sol a sol, por Letargo, para asegurarme de que están bien y si necesitan ayuda con algo.-entonces formuló una postura de lucha, lanzando un par de golpes al aire.-Asi podré enseñarles mis golpes letales ¡HIIYAAAAAAAAAAAAA! ¿Os parece bien?-

Archime volvió a atender en silencio al uno y a la otra, sopesando las opiniones de ambos. Lo que dijo Cío le recordó que tampoco comprendía por qué algunos no parecían tener capacidad para realizar hechizos, aunque significaba claramente que no solo los aptos para la magia eran elegidos para Rocavarancolia. Sin embargo, se le escapaba cual podría ser el criterio y tras dos meses no había avanzado mucho al respecto. Y ello le resultaba molesto.

La pregunta de la ordesa la sacó de sus cavilaciones anteriores para sumirlo en otras. ¿Querría volver? En realidad el irrense no tardó demasiado en encontrar su respuesta.
—A Irraria es preciso que vuelva en algún momento con el fin de obtener recambios y materiales más adecuados para reparar los implantes. Planeo, no obstante, permanecer en Rocavarancolia hasta que domine por completo la magia.

No mucho después, Anriel le avisó de que Keiria quería hablar con él por lo que se dirigió hacia donde le había indicado la sinhadre que se encontraba la ulterana.
—¿De qué se trata?

Keiria se despidió de Ri con un gesto cuando la albina se retiro a avisar a Archi. Las piezas estaban ya limpias y pulidas, solo quedaba montarlas entre si, pero para eso necesitaría la ayuda del biomecánico. Salió al patio a dejar el cubo vacío y los trapos mojados, para que secaran, y volvió al torreón para amontonar las partes del brasero, no quería que estorbaran.

El irrense no tardó en aparecer, y la ulterana, tras sonreirle, procedió a explicarle su plan.
—Veras Archi, tenía pensado instalar una especie de brasero para paliar el frío por las noches —dijo, señalando el montón de metal—, pero no estoy en casa, y sin magia no puedo terminarlo. ¿Supondría alguna molestia que me echaras una mano?, ese hechizo de moldear materia inorgánica podría sustituir a un buen soplete de soldadura —comentó, riendo con suavidad—. Si sale bien se acabó el envolverse en mantas en el sofá... sería agradable leer por las noches, o conversar, o verte trabajar sin preocuparse de sufrir una hipotermia —añadió pensativa—. ¿Qué me dices?

Keiria dejó la pregunta en el aire, pero antes de que el biomecánico pudiera contestarle, el aprendiz les interrumpió, entrando en el salón y hablando a voces. La pelirroja le escuchó con atención, frunciendo ligeramente el ceño ante la idea de que el grupo se separara, pero el humano estaba en su derecho de devolverles la visita. Se limitó a asentir, y estuvo atenta por si se tenían que preparar para salir, tendrían que acompañarle al menos.

Archi aun no le había respondido, pero posiblemente tendrían que dejar la charla para otro momento.

Archime comenzó a visualizar en su mente como llevarían a cabo el procedimiento para instalar lo que Keiria proponía, pues en ningún momento se le ocurrió pensar en la posibilidad de una negativa.

Antes de que pudiera hablar, escuchó la propuesta de Shaco dedicándole una mirada mientras el humano hablaba a su peculiar forma para después dirigirse a la ulterana.
—He hecho algunas prácticas con dicho sortilegio y creo que podría aplicarlo tal y como dices, aunque consume una considerable cantidad de energía y creo que tardaríamos algunos días. Podremos detallarlo más cuando volvamos.

El irrense entonces se encargó de bajar a la armería y activar el mecanismo del puente. Sopesó cargar con la ballesta en esta ocasión ya que había adquirido una cierta habilidad con ella, pero seguía creyendo que le entorpecería más que le ayudaría debido a que con el peso extra que suponía llevarla se cansaría mucho más rápido.

Lara se encargó de colocarles las protecciones a todos los que salían y, en cuanto se abrió la puerta del torreón, de pronto el ingeniero acusó la falta de alguien.
—¿Dónde está Xalkoth? —inquirió girándose hacia el resto.
No era raro que el clinger desapareciese de la vista durante una buena cantidad de tiempo, pero siempre que había una salida era de los primeros en ponerse en marcha estuviera donde estuviera.

La respuesta a la pregunta de Archi era sencilla: Xalkoth estaba acercándose a gran velocidad.
Aunque su perseguidor había renunciado a comérselo hacía ya tiempo, el pobre insecto o no se había dado cuenta o no le importaba. Corría con todas sus fuerzas, batiendo las alas en un raro intento de  darse impulso extra, y que provocó que fuera dando botes como si fuera un saltamontes.
A la velocidad a la que iba se veía incapaz de frenar a tiempo cuando por fin divisó el torreón, y en consecuencia pegó un salto que buscaba saltar el foso y agarrarse a alguna superficie. Lo que no vio fue que el puente estaba bajado, y cuando se dio cuenta solo sirvió para distraerle y estrellarse justo contra la pared que estaba encima de la puerta, poniendo fin así a su extravagante carrera.

-Ay… duele- Fue lo único que consiguió decir antes de despegarse de la pared. Hacerlo implicaba caer, y la gravedad se encargó de guiarlo hacia su siguiente batacazo. Por desgracia, el irrense biomecánico había cometido el error de asomarse para ver qué le había pasado al clinger, y su nueva profesión pasó de forma temporal a ser “amortiguador de caídas” cuando el clinger le aterrizó encima.

-Ouch ouch ouch… Oh vaya, que raro. He tenido un aterrizaje blandito- Saludó así a los presentes en la entrada, sin darse cuenta de que había alguien debajo.
Cuando lo descubriera entraría en pánico de nuevo, para luego ayudar a su víctima a levantarse y deshacerse en disculpas y lloriqueos. No iría a Letargo y desaparecería de nuevo por el torreón en cuanto pudiera. Dispuesto a preparar más travesuras para matar el aburrimiento… y puede que a algún compañero del susto.

No necesitó demasiado tiempo para pensar la respuesta, fue casi inmediata.
—No. No creo que vuelva.
No sabía qué haría, pero evitaría como fuese volver a vivir como vivía antes de ser cosechado. Los detalles ya los pensaría cuando tuviese la oportunidad, y si tenía que terminar volviendo a Irraria, se las arreglaría para cambiar de vida.

Mientras tanto la pantalla del ordenador se había vuelto a apagar sola, y Taz se había quedado sin novedad que mirar. Se empezó a revolver en la palma de la mano y Cío lo subió a la altura de su cara para verlo de cerca. Tenían una coloración muy peculiar aquellos críos. Dejó a su apadrinado en la cesta y fue toqueteando a los demás aleatoriamente para ver qué hacían, sonriendo divertido cuando pillaba a alguno desprevenido y se sorprendía.

Cuando empezó a toquetear el móvil de la cuna para ver con qué estaba hecho fue cuando se dio cuenta de una cosa realmente simple. «Pero si volvemos a Irraria y contamos lo que hemos visto… ¿quién más iba a querer venir?». Quizá no con tres testimonios, pero en pocos años el culto a Rocavarancolia dejaría de tener sentido. De alguna manera parecía que a la ciudad eso no le convenía, aunque no comprendiesen el motivo.

Iba a plantearlo en voz alta, a Lara en primer lugar, porque Archi había sido llamado y ya no estaba en el sillón, cuando Shaco apareció en el salón sugiriendo planes. La gente se reunió y habló de la salida, dando él también su aprobación y diciendo que saldría con ellos, con lo que terminó olvidándosele lo que iba a decir. Recogió su alfanje, dejó su reloj en la misma repisa que cuando iba a entrenar, y solo se preguntó qué habría sido de Xalk cuando Archi lo mencionó. Esperaba verlo aparecer a la carrera ante la mención de la salida, y de hecho apareció así, pero no por dentro sino por fuera. Ni siquiera traía cestas consigo, así que fuera lo que fuera el motivo por el que había salido, era poco útil. Tampoco sería él quien le echara la bronca, porque la utilidad de eso brillaba también por su ausencia.

Tras disculpas, lloriqueos y explicaciones, por fin salían del torreón dejando al clinger atrás, que había dado una versión caótica de lo que había sucedido en esa excursión en solitario que se le había antojado. «Igual debería haberse roto otro brazo para estar tranquilo una temporada». Le dio un codazo amistoso a Archi para llamar su atención.
—¿A que ahora ya sabes por qué es un dolor de muelas entrenar con él?

La respuesta le llegó al biomecánico en forma de demostración de la fuerza de la gravedad. El irrense dejó escapar un grito ahogado al verse golpeado y derribado de súbito por el ser volador que no tardó en identificar como Xalkoth. El susto inicial carecía de importancia al reconocer a su compañero de torreón, pero el dolor por el golpetazo no se iría tan fácilmente, ya que la caída del clinger había roto su protección y después no contaba con nada para evitar golpearse contra el suelo. Archime comenzó a tratar de levantarse con evidentes dificultades; además le habían descolocado las gafas y se estaba mareando, por lo que tras intentar incorporarse apoyándose en su mano mecánica, tuvo que volver a sentarse para colocárselas. Una vez se encontró de pie y con la visión nítida, se conjuró de nuevo su protección justo después de recibir el codazo de Cío, no sabiendo qué responderle.
—Supongo —articuló finalmente mientras se rascaba la coronilla.
Y, tras poner al corriente al clinger de su objetivo y que este declinase acompañarlos, el grupo se puso por fin en marcha.


Sigue en el Torreón Letargo.

Lara ayudó a los que salían con las protecciones, para que no gastaran la magia que les pudiera hacer falta luego, y volvió al sofá. No tenía nada que hacer, o más bien no tenía ganas de hacer nada. La preocupación vino y se fue a ratos y la ordesa pasó lo que quedó de la mañana rebuscando en el libro de hechizos, rezándole a la suerte por encontrar aquel que había utilizado Archi. No quería depender de él para acabar de curar a su pequeña, siempre y cuando el conjuro curativo estuviese a su alcance.

Llegó la hora de comer y Lara seguía con el libro entre las manos. Ahora que sabía que había un remedio se sentía más tranquila. Se acercó a una de las alacenas para buscar sus frascos de requesón y vertió un poco en un vaso que luego llenaría de leche. Había traído la cesta consigo a la cocina y el balbuceo de los sanos la había distraído de tal manera que Lara no supo que Rica había dejado de respirar en su marsupio. No fue hasta que la madre tuvo el estómago lleno que sintió aquella punzada entre el miedo y el pánico.

Colocó la mano sobre el marsupio y nada parecía moverse debajo. Se activó la alarma y en su cabeza se sucedieron pensamientos atropellados que le pedían calma, que respirara hondo y que sacara a Rica del marsupio. No era la primera vez que la faceta agorera de Lara la asustaba, al no escuchar la respiración de algún bebé, y fue ese pensamiento el que le dio la esperanza caduca que movió sus articulaciones por ella.

Rica era una masilla de pelos en las manos de su madre. La pequeña parecía dormida y su rostro reflejaba una expresión tranquila, serena y muy parecida a la de los sueños apacibles. Y Lara rompió a llorar entonces, arrugando toda la cara. Lloró porque sabía que no respiraba. Lloró porque su cuerpecillo era un peso muerto entre sus manos. Lloró a Rica y a todos los futuros que se perdería sin ella.

—No. No. No… No puede ser—Lara quería gritar para pedir ayuda, aunque no supiera para quién, pero su cuerpo no respondió a sus necesidades. Solo era capaz de negar una y otra vez en voz baja.

Se había quedado bloqueada, de pie junto a la mesa de la cocina, con un nudo en la garganta, otro en la boca del estómago y los dos peores estrángulándole el alma y la conciencia. En aquellos momentos Lara no tenía control sobre sí misma. Solo sabía llorar y aplicar la fuerza justa en los brazos para que el cuerpo del bebé no se cayera.  Cegada por las lágrimas, hubo un momento en el que le pareció quedarse a oscuras y casi pudo escuchar a dama Aroma jactándose de ella. Lara se llevó entonces el cuerpo de Rica al pecho y lo apretó con fiereza contra sí misma.

—No es justo ¡No es justo! ¡Noesjustonoesjustonoesjusto!—acabó gritando, completamente en estado de shock.

Las piernas estaban a punto de fallarle. De fondo el resto de bebés, ajenos a todo, seguían haciendo ruido.

Ri bajó al escuchar el grito de Lara, pero nunca pasó de las escaleras. Murmuró un "¿Qué?" apagado, mientras el llanto de la ordesa ocupaba la sala y ahogaba los latidos en aumento de su pecho. Porque la albina, aun en la tétrica luz del día,no se había llegado a librar del sentimiento nefasto que viene con el miedo. Y ahora alguien parecía confirmarle que no había escapado nunca de la pesadilla, que algo malo había sucedido. Vaciló y se dio cuenta de que las piernas se resistían a andar hacia la ordesa, pero avanzó de todos modos.
Se dio cuenta al fin de que sucedía. Parte de ella quiso verlo como el peor de los augurios, pero esa parte nunca había ganado, y la otra la empujó a la realidad.

-Lara, shh.- Anriel estaba muy palida, con las pupilas enormes. Las manos acariciaron la cabeza de la ordesa. No se atrevía a abrazarla porque todavía sostenía el cadaver de su cría. Trató de guiarla al sillón para que se sentase. No tenía una madre, pero podía imaginar cuanto iba a llorar esta a su hija. Y probablemente lo necesitaría, no iba a interrumpir eso. Se sentó cerca y vigiló al resto de crías con animo sombrío. Su mano izquierda la posó sobre la rodilla de Lara, como recordatorio de que seguía alli, con ella.

Archime apenas había dedicado una breve mirada desalentada a Cío cuando este le aseguro que ya había hecho suficiente. El camino hasta Maciel se llevó a cabo en completo silencio y el irrense no podía dejar de pensar en posibles formas de sacar al humano de allí que no hubiese probado. No obstante, ya había comprobado que la magia no serviría y no tenía sentido darle vueltas. Pero se las daba.

Dejó que otro se encargase de gritar para que les abrieran y, en cuanto se bajó el puente levadizo, el irrense condujo sus pasos hacia el interior del torreón sin alzar la mirada del suelo. Notó la presencia de Anriel y Lara en el salón, aunque no se fijó en la escena que tenía ante sí y simplemente decidió informar cuanto antes de lo sucedido. Cuando habló lo hizo sin adornos y con el ligero deje de decaimiento en su habitual tono monocorde.
—Baurus ha muerto.
Solo entonces alzó la cabeza y lo vio. El cadáver de Rica en brazos de su madre. Archime abrió considerablemente los ojos y no supo identificar correctamente lo que sintió en aquel momento. No estaba del todo seguro de si la pena que lo embargó estaba dirigida hacia la pequeña fallecida o hacia su madre. En cualquier caso, no supo qué debía hacer.

Anriel se incorporó cuando escuchó llegar al resto. Los latidos de su corazón se mantenían estables desde hacía rato.

-Rica ha fallecido- dijo de forma apagada- Lara no va a poder ocuparse del resto por el momento, lo mejor que podemos hacer es vigilarlos. Yo me encargo de la cena. No quiero saber como ha sucedido.

El miedo ya no estaba. Había sido sustituido por un peso amargo en el estómago, una certeza sombría: se morían. Y olvidarlo, aunque fuera a ratos, era un error. Todas las cosas que hizo Ri aquella noche fueron lentas; mucho más de lo que le correspondía a su eficiencia habitual. La albina obligaba a su cuerpo a seguir moviendose, a su mente a seguir pensando. Se morían. Pero todavía respiraban.

Los macieleros habían permanecido mucho tiempo frente a la casa, dominados por una esperanza vacía que les hacía creer que el humano saldría por su propio pie, algo que nunca llegó a pasar. Archi había intentado sacarlo de varias formas, pero no había logrado acceder a la casa con su magia, e intentarlo sin ella era una locura.

Finalmente se pusieron en marcha hacia Maciel, y durante todo el trayecto imperó un pesado silencio. Los pensamientos de la pelirroja eran sombríos y estaban dominados por una sensación de angustia, una muy similar a la que había experimentado tras la desaparición de Taro. Era muy fácil olvidar lo frágil que era la vida, y se habían vuelto a confiar, se habían descuidado y Baurus había muerto. Era irracional pensar lo contrario.

No obstante la muerte no solo llegaba por descuidos, y cuando los cosechados llegaron a Maciel y Archi trasmitió la noticia, la escena que les recibió les golpeo como un mazazo. Lara, con el cadáver de su hija Rica aferrado contra el pecho, lloraba con fuerza en un sillón. Ri les comunicó lo que ya estaban viendo con voz apagada, y la pelirroja permaneció inmóvil unos segundos, tratando de asimilar todo aquello. ¿Como era posible que la muerte les arrebatara a dos personas el mismo día?, ¿como se suponía que debían afrontar aquello? Esa y otras preguntas acudían a la mente de la ulterana, pero no lograba encontrar respuestas para ninguna, y haciendo un esfuerzo por salir de su trance, se acercó a la ordesa.

Con cuidado pero con firmeza retiró a Rica de los brazos de su madre, dejando el cuerpo de la pequeña sobre la mesa y cubriéndolo con un pañuelo. Después de esto regresó junto a Lara y la abrazó con fuerza, un gesto que decía todo lo que la pelirroja no podía expresar con palabras. No tardó en sumar su llanto silencioso al de la joven madre, pero no aflojó su presa en ningun momento.
—¿Qué es lo que quieres hacer con su cuerpo, Lara? —susurró al cabo de un rato—, no podemos dejarla así...