Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

Keiria no asistió a la salida, no se había levantado con ganas de salir de excursión y prefirió quedarse. Dedico la mañana a sus entrenamientos diarios, alargando la sesión de “tai-chi” mas de lo habitual, pues Shaco y Cio habían ido con el grupo, y dándose un buen baño después. Cuando la expedición regreso algo después del mediodía, la ulterana estaba leyendo en el patio, pero se apresuro a entrar para enterarse de las noticias. Al parecer habían estado en la casa que cambiaba el sexo, una experiencia que a la pelirroja se le antojaba sumamente extraña, y venían bromeando sobre ello.

Una vez estuvo segura de que no les había pasado nada y de que ninguno volvía herido, la muchacha se enfrasco de nuevo en su libro y apenas converso con nadie el resto del día. Había notado el cambio en el buen humor de Lara, pero no sabía como abordarla para preguntarle que le preocupaba. La mestiza podía imaginarse que estaba preocupada por sus hijos, pero no estaba segura de si era un asunto de su incumbencia.

La noche llegó y los macieleros empezaron a irse a la cama, exceptuando a los sinhadres y al trabajador de Archi, que continuaron con sus patrones habituales. Keiria por su parte continuó leyendo, memorizando aquellas leyendas y ritos vinculados a la Luna Roja, sin ser capaz de sacar nada en claro. El libro no resultaba muy conciso, pues daba muchas cosas por supuesto para cualquier rocavarancoles común, pero no para una cosechada ulterana. A pesar de todo, era una lectura entretenida, y la tenía tan enfrascada que no se percataba del frío nocturno hasta que se iba a la cama entrada la madrugada.

Una idea empezó a formarse en su cabeza mientras se arropaba, pero el sueño la atrapó muy rápido y, sin poder evitarlo, sus pensamientos se diluyeron en la inconsciencia.


Se despertó algo mas tarde que de costumbre, y con los ojos aun enturbiados, bajo a desayunar. La mayoría de sus compañeros ya estaba allí, y estaban organizando otra salida. Keiria tampoco tenía muchas ganas de explorar la ciudad aquel día, así que se ofreció a cuidar a los hijos de Lara.
—Yo puedo echarles un ojo si quieres salir —le dijo, echando un vistazo al interior de la cesta donde los pequeños descansarían mientras la ordesa estuviera fuera—, estarán bien hasta que regreséis.

Podría decirse que Xalk estaba en las nubes mientras desayunaba, y en su mente sucedía eso literalmente, pues se había embobado imaginándose a sí mismo dando saltitos entre cúmulos imaginarios sin ninguna razón aparente y, si a eso añadíamos que no se acordaba de nada de lo sucedido tras la última salida por la simple razón de que  lo que fuera le había aburrido…
En cualquier caso ahora estaban hablando de salir otra vez, y como era de esperar el insecto iba a apuntarse sin dudarlo.

Aquel día en concreto se había olvidado las armas arriba, así que subió para recuperarlas. Fue en el momento de bajar cuando se encontró algo en las escaleras que no estaba allí antes.
Era un libro, no les prestaba excesiva atención, así que no logró identificar cuál de ellos era. “¿Se le habrá caído a alguien?”  En cualquier caso habría que recogerlo de ahí, así que el insecto se dispuso a hacer precisamente eso, y luego bajarlo al salón. 

En el momento en el que el clinger agachó las manos, el mencionado libro, que estaba abierto, se cerró con fuerza en la muñeca del clinger, en un acto similar a un mordisco. – ¡¿Pero qué?!
La reacción instintiva del Xalkoth fue agitar el brazo a ver si así se soltaba, pero no hubo suerte. Lo siguiente fue tirar con la otra mano, pero seguía sin querer soltarse. -Quita, cosa… ¡Quitaa!
Al final, tras tirar con todas sus fuerzas acabó por sacarlo de ahí, pero del impulso el libro salió despedido hacia arriba, para luego caer con las “fauces” abiertas y cerrarse esta vez en la cara del pobre clinger. -¡Hffmmm! ¡MFFFFFPPPFF!
Privado de la vista perdió el equilibrio y, libro y clinger, cayeron escaleras abajo. El estruendo que montó tendría que haberse oído en todo el torreón, y si alguien iba a ver lo que pasaba podría encontrárselo tirado en el suelo dando vueltas e intentando quitarse el libro de la cara.

El ofrecimiento de Keiria alegró a la ordesa sobremanera.

—Gracias, Kei—estuvo tentada a darle un beso, pero recapacitó al recordar cómo solía reaccionar Archi a las muestras de afecto. <<Voy a tener que pasarle un cuestionario a todos, para que no se piensen que me quiero casar con ellos por darles un besillo amistoso>>—. Si lloran mucho, puedes darles requesón, que ya lo comen sin problemas y les sienta mejor que las nanas. Son unos glotones...—añadió en un tono maternal antes de subir a por sus cosas.

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Cuando Xalk apareció de aquella manera en el umbral de la escalera, Lara estaba ya abajo, discutiendo consigo misma sobre si debería cambiar o no algunas piezas de su armadura improvisada o agenciarse un arco. Al principio pensó que sería la caída rutinaria del clinger, sin más, pero no tardó en descubrir a su libro mordiéndole la cara y sintió algo de culpa. No le quedó más remedio que correr hasta él y tirar del libro hasta que se soltara. Tenía una corazonada interior de que algo así pasaría, teniendo en cuenta de lo que trataba Milo. O eso creía ahora, que ya había pasado.

—¡No, Milo! ¡Mal libro! ¡Suelta, suelta!—Lara consiguió que se soltara y casi sonrió durante escasos segundos. A partir de ahí la culpabilidad le obligó a ponerse seria—. No te puedes comer a los amigos de tu dueña, ¡animal!—volvió a reprender al libro antes de redirigirse a Xalkoth—¿Estás tú bien? ¿Todos los huesos enteros?—a pesar de lo gracioso de la situación, Lara estaba preocupada tanto por el estado de salud del bicho como por lo peligroso que había resultado ser Milo. Y no podía evitar sentirse responsable de aquel porrazo.

Se levantó tarde, después de haber abierto un ojo había vuelto a quedarse dormido y ahora un estruendo en las escaleras lo había hecho incorporarse. Salió de la cama y, descalzo y con solo un pantalón, fue al pasillo a ver qué estaba pasando. Por el hueco de la escalera vio a Lara arrancándole a Xalk un libro de encima. Al ver que el bicho estaba bien se echó a reir y volvió al cuarto para ponerse el chaleco y las botas. Cuando llegó abajo le dio una palmada al insecto en el hombro, aún de buen humor.
—Tú atraes a los problemas, ¿verdad?
Por otra parte, Lara parecía demasiado preocupada por lo que acababa de pasar. Le daba la impresión de unas semanas atrás habría reaccionado de otra manera.

Finalmente, con la ayuda de la pastora, el libro terminó por despegarse de la cara de Xalkoth. Estaba algo mareado por la caída, pero consiguió levantarse, aunque con torpeza.
-¡Ayayayayay! Me duele todo, pero creo que sigo entero.
Que un libro se lo hubiera intentado comer era tan raro que hasta al propio clinger lo había dejado sorprendido cuando pasó.
Entre tanto Cio había aparecido también por allí, seguramente atraído por el ruido de su reciente intento de fagocitación.
-Oh… ¿en tu mundo los problemas pueden ser atraídos por cosas? Vaya... en el mío los problemas son problemas a secas. Puedes tenerlos o no pero atraerlos no es posible.

No. No había entendido que era solo una forma de hablar. El insecto era así de único después de todo.

La ordesa suspiró con cierto alivio al ver que el clinger se encontraba sano. El libro seguía forcejeando y habia tenido que apretarlo contra el pecho para sujetarlo bien. De vez en cuando, Lara le gruñía y le golpeaba en el lomo para que dejara de moverse, pero el hambre de Xalkoth parecía poder con él.


—Normal que en tu mundo ya no se pueda, si a ti te han traído aquí—ni en su estado actual de bipolaridad ludópata-depresiva pudo evitar hacer ese comentario. <<Tienes la habilidad "Problemático" inscrita en los huesos, saltamontes>> pensó antes de tomar las escaleras—. Voy a encerrar a Milo en su jaula. Siento que haya intentado comerte, Xalk... Pero te prometo que será la última vez—desvió la mirada al suelo unos segundos y la alzó de nuevo—. Deberíamos salir pronto o perderemos un puñado de minutos de luz para buscar—comentó antes de subir escalones.

En el fondo, Lara tenía fe en el resultado de aquella mañana.

Nero descendió revolviendose el pelo con una sonrisa somnolienta, empapandose en el caos matutino y en las cosas que solo podían suceder allí, en aquella ciudad y en aquel torreón. Se preguntó si habría alguna forma de dejar el libro suelto más a menudo y si terminaría de comerse del todo a su compañero.
- ¿He oido salida?

El aprendiz no habia hecho gran cosa el resto del día, salvo practicar algunos hechizos que consideró útiles y como tambien desarrollar su equilibrio y balance con el bõ como de costumbre. Por último, aquel día no meditó debido a el sueño que se le hacia muy pesado y porque si se ponia a meditar así, lo más probable es que acabase durmiendo sentado, asi que sin mucha dilación, se subió a dormir a la cama.

Y así, retorciendose entre las sábanas, el aprendiz soñó.

Sueño Nº6 La novela Noir sobre el Asesinato de un Perro:

El aprendiz se levantó entre sudores. Respiraba agitadamente. Viendo las camas de los demás, podia comprobar que habia dormido bastante, pues los demás ya estaban de pie. Lo primero que hizo, fue intentar escribir con el dedo sobre las sábanas el nombre "Sputnik 2" en ruso, pero no importa como pensase, no lograba acordarse de como era y solo sabia hacerlo en el idioma que conocia, el rocavarancolés. Se habria puesto furioso, pero algo impredecible, captó su atención. Su brazo izquierdo estaba lleno de cortes. No de cortes cualquiera. Palabras hechas con un objeto afilado, letra a letra, cortando su piel.
-Taro está muerto.-es lo que ponian.

La cara de horror del aprendiz no desapareció hasta que comprobó hasta el último centímetro de su piel. Por suerte, solo estaba escrito en su brazo izquierdo. Aquella no era su caligrafia pero repetia una y otra vez, en diferentes tamaños de letra "Taro está muerto". Aquel siniestro mensaje le heló la sangre. Con la ayuda de la magia curó las heridas hasta que estas desaparecieron por completo de su piel, sin dejar rastro. Fuera lo que fuese aquello, suponia que habia sido el "otro yo". Se mordió el labio y, furioso, se deshizo de las sábanas. Saliendo de la cama, arrastró los pies hacia la escalera donde bajó hasta llegar a la planta baja, encontrandose que todos ya estaban despiertos.
-H-Hola...-logró musitar, sin muchas fuerzas y sin dirigir la mirada a nadi en particular.

Archime observó con curiosidad mágico-científica el resultado de la prueba, satisfecho con los resultados pues denotaban una correcta instalación del táser. Permaneció inmóvil observando todo el proceso, con el parpadeo como único signo de que no se había aplicado un hechizo de parálisis por accidente y solo giró la cabeza hacia Cío cuando este se acercó para darle las gracias. El biomecánico, tras tardar un par de segundos en reaccionar, asintió por toda respuesta antes de regresar al interior del edificio.

Una vez más se quedó dormido en el sillón mientras programaba, absorto como nunca en su incesante introducción de ceros y unos. Aquel proyecto personal que había emprendido desde el mismo momento en el que el agua de la fuente le arrebató su lenguaje no tardaría mucho más en estar listo.

El estruendo producido por Xalkoth y su refriega con el libro dotado de vida artificial de Lara fue lo que provocó el doloroso despertar de Archime. Como durante el proceso de desperezarse, limpiar y recolocar las gafas y levantarse del sillón el asunto ya se había solventado, el ingeniero se dirigió sin más a la cocina con intención de desayunar.

No puso objeciones a salir en una nueva búsqueda a pesar de que el ingeniero consideraba que ya no resultaba rentable continuar, de todas formas explorar la ciudad siempre era interesante y habían descubierto lugares nuevos tratando de encontrar al carabés.

Acusó la falta de entusiasmo por parte de Shaco, pero se limitó a dirigirle una mirada escrutadora antes de volver a desviar la mirada hacia su casi terminado desayuno.
—Propongo que nos dirijamos hacia la zona al noroeste de la Cicatriz, no nos hemos adentrado demasiado en ese área todavía —sugirió sin más.

Se rio tras el comentario de Lara, y cuando subía por las escaleras contestó al clinger.
—Sí, claro. Cuando alguien es castigado le colocan en la espalda un imán gigante encantando con mala suerte y esperan a que se mate solo —bromeó, antes de pasar de largo e ir hacia la cocina. Aunque lo cierto era que bien podía tener algo de verdad, a fin de cuentas los castigos en Irraria consistían en “que se mate solo”. Ya en la cocina empezó a llenarse la boca como si fuese un roedor, viendo que había salida programada y casi todos habían desayunado ya.
—Pues vamos para allá —respondió a Archi. No se había fijado en la actitud de Shaco, de hecho solo estaba centrado en la salida aquella mañana. Quizá era por la falta de encuentros peligrosos en los últimos días, pero agradecía enormemente explorar la ciudad. Bajó a la armería en una carrera y en poco tiempo estuvieron todos atravesando el puente.

Sigue en el Cementerio.

—No hay de que —dijo, devolviéndole la sonrisa a la ordesa y haciéndose cargo de la cesta y su pequeño contenido.
Sus compañeros estaban preparándose, pero la pelirroja no les prestaba demasiada atención, pues estaba ensimismada observando los rostros amodorrados de los hijos de Lara. Uno de ellos se agitó en sueños, golpeando la nariz de uno de sus hermanos con suavidad y provocando una reacción en cadena que agitó el pequeño cesto durante unos segundos, pero que termino tan rápidamente como había empezado al pasar la ulterana dos dedos por sus pequeñas cabezitas. Keiria rió con suavidad y bajó a las mazmorras cuidándose de no despertarlos, entrando en la celda que contenía la chatarra y los cachivaches que Archi había trasladado desde los estudios de la primera planta. La chica necesitaba piezas para un pequeño proyecto.

Busco durante unos minutos, ajena al estruendo que estaba montando el clinger en la planta de arriba, seleccionando varias varillas, algunos muelles, trozos de vidrio de colores, unos cuantos engranajes y piezas metálicas agujereadas de diversas formas. Con todo ello envuelto en un trozo de tela, la mestiza volvió al salón justo a tiempo para despedirse del grupo de expedición, observando unos instantes como se alejaban antes de cerrar la puerta tras ellos.

Keiria dejó la cesta en la mesa del salón y se sentó junto a ella tras hacerse con un par de trapos y un poco de agua, disponiendo las distintas piezas que había reunido frente a ella. Dedicó los siguientes minutos a la tarea de limpiar el metal, quitando el óxido y la mugre con un poco de agua, y puliéndolo después con un poco del aceite que se había traído de casa. Como solo había usado unas gotas con el mecanismo del reloj que llevaba en la muñeca, el bote estaba prácticamente lleno y listo para trabajar.

Una vez estuvo todo a su gusto, la ulterana empezó a trabajar con las distintas piezas, y sirviéndose de sus hábiles dedos y de su aguda imaginación, la chica se las ingenió para construir pequeñas figuritas. Una podía recordar a un avión y otra a una nave espacial, unas tenían formas caprichosas que se antojaban animales y otras parecían estrellas, todas ellas distintas entre si y con un trozo de cristal colorido en su centro . Entre la chatarra de la mazmorra había encontrado un disco hecho con algún metal rojizo, y como le recordaba a la Luna Roja que tanto se mencionaba en aquella ciudad, decidió que sería el centro del móvil de cuna que estaba montando.

Estaba uniendo las varillas que formarían el esqueleto de la estructura cuando Ri apareció en las escaleras con cara de sueño. La sinhadre estaba recién levantada y no se había enterado de la salida, por lo que la pregunta de rigor no tardó en llegar.
—Han salido hace un rato —le respondió a la albina—. Creo que no te avisaron para dejarte descansar... no estoy segura. ¿Te apetece desayunar algo? —le preguntó, alzando la mirada de su trabajo y dedicándole una media sonrisa.

Anriel barrió el lugar con la mirada. Si no hubiera sido porque estaba dormida, quizás no habría hecho en alto una pregunta cuya respuesta era obvia. Se había quedado de nuevo en el torreón a solas con los que nunca salían y las crías cada vez más peludas de la loca de la suerte.
Para coincidir con ellos más de una vez, rara vez cruzaban muchas palabras.
- No, puedo encargarme yo del desayuno- dijo mientras miraba fijamente el trabajo de Keiria -. Eso... ¿ Eso es un movil?- "Yo nunca tuve uno." Pero suponía que el de Nero habría tenido pedrolos brillantes como su puño infantil. Le resultaba un poco deprimente el tiempo y el mimo que robaban las crías de Lara. Para paliar el uso de dos preguntas tontas seguidas, y porque Keiria estaba metida en un proyecto que no era necesario ni obligatorio, añadió:- Si tu aun no has comido, haré para ambas.

—Si, es un móvil... o pretende serlo, no tengo acceso a demasiados materiales en esta ciudad —sonrió mientras continuaba su trabajo—. No es un objeto demasiado útil, me daré por satisfecha si les calma un poco por las noches, pero en cierto modo echaba de menos trabajar con las manos. En casa podía construir cosas interesantes, pero supongo que todo eso quedó atrás —añadió para si, colgando las figuritas de la estructura con finos trozos de alambre.

Tal vez se había extendido con su respuesta, la sinhadre le había hecho una pregunta concreta y ella había hablado de mas, pero distraída como estaba Keiria era capaz de mantener una conversación consigo misma.
—Hmm... si que agradecería algo para picar —le dijo a la albina, volviendo ligeramente a la realidad al recibir la oferta—, pero solo si no es molestia —añadió dubitativa. No solía pedir que cocinaran para ella.

Los hijos de Lara, aun dormidos, permanecían tranquilos.

-Bien.- fue su única apreciación, y se fue a preparar el aperitivo. A un lado, repartío sobre un plato requesón cortado en láminas, todas más o menos equivalentes, de un grosor cómodo. Calentó syv, y eligió las frutas que mejor iban con el suave sabor del queso, llenando dos cuencos de una macedonia de rojos y morados. Cuando estuvo satisfecha depositó la parte correspondiente frente a Kei. Se sentó cruzada de piernas, con su cuenco en el regazo, dandose cuenta de que al preparar el queso como un plato a compartir, se había condenado a quedarse haciendo compañía a la ulterana en sus labores. No tenía muy claro si hubiera sido mejor buscarse su propio rincón.
Anriel disfrutaba del silencio. Era poco exigente y era dificil equivocarse con él. Además rara vez tenía que decir. Con un suspiro interno, rompió el hielo con suavidad:
- Dijiste que solías que tener las manos ocupadas, ¿qué otras cosas construías?

—Gracias —murmuro, volviendo al poco a ensimismarse en el móvil.
El objeto no tardó en tomar forma, y para cuando Ri volvió a dirigirle la palabra ya casi estaba terminado. El objeto estaba rematado por un gancho que se unía al cuerpo principal con una pieza giratoria, lo cual facilitaba el colgarlo en cualquier parte.
—Bueno, siempre me ha gustado la mecánica antigua y sus derivados, de hecho fue lo que mas estudie en mi mundo. Construía autómatas, relojes, lentes de aumento regulables, resortes hidráulicos... cosas que realmente se podrían considerar algo atrasadas para los estándares de mi mundo —rió, terminando los últimos ajustes del móvil—, o al menos en gran parte de el. Poco antes de venir aquí había empezado a trabajar en un motor de vapor que planeaba instalar en un coche, pero todo eso se perdió en cuanto puse un pie en Rocavarancolia. Aun así he tenido la suerte de aprender un poco mas, pues los brazos de Archi y Cio son fascinantes... al menos para mi —aclaró, se estaba emocionando—. Siento si habló demasiado, me pasa cuando toco estos temas —comentó, riendo con suavidad.

Cuando estuvo satisfecha con el resultado final, la ibolense colgó el móvil en el asa de la cesta, empujándolo con el dedos para que diera una vueltas. Las figuras de metal tintineaban con suavidad entre si, y la luz que entraba por las ventanas arrancaba destellos de los cristales de colores: había quedado bastante bien. En ese momento se fijó en la comida que le había servido Ri.
—No lo he dicho nunca, pero los de mi especie no toleramos bien la glucosa, por eso no como fruta —le explicó con una media sonrisa, lamentando que se hubiera molestado para nada—. Es culpa mía, apenas os he contado nada de mi ni de Ulterania —se sentía un poco tonta.

Anriel escuchaba. Al contrario que con su compañero de muros, suponía que lo que decía tenía un significado real, pero venía a ser lo mismo.
-No pasa nada, es solo que yo no se que es...la mitad de lo que has mencionado.- Tenía gracia que horas de clases durante años no hubieran evitado que Nero y ella fueran los más atrasados en el torreón. Excepto que el insecto, quizás, y no es que Xalk contase. Retiró el cuenco y lo tapó con un plato sobre la mesa.- No importa, lo dejaré para cuando Nero regrese. Puedo hacer otra cosa, si todavía tienes hambre.

—No te preocupes, estoy bien —le dijo a la albina sonriendo—. En realidad solo era por picotear algo, simple gula, aguantare hasta que vuelvan los demás.
Keiria apenas sabía nada de Sinhdro, de casi ninguno de los mundos de origen de sus compañeros en realidad, pues no había conversado con ellos lo suficiente como para preguntarles sobre el tema. Deducía que Irraria estaba mas avanzada que Ulterania, pero no sabía cuales eran los avances tecnológicos a los que habían tenido acceso los demás macieleros.
—Un coche es un tipo de vehículo, un objeto con el que puedes recorrer grandes distancias en poco tiempo; un autómata es... bueno, calificarlo como un juguete no sería acertado, pero en resumen es una figura que se mueve sola si le aplicas algún tipo de energía inicial; las lentes regulables sirven para ver a lo lejos, y los pistones hidráulicos, entre otras cosas, pueden ejercer mucha presión... —lo había resumido lo mejor que había podido, pero no estaba muy segura de que a Ri le interesara el tema—. Me vuelvo a ir por las ramas —aclaró riendo.

Era difícil oírla reír, pero la situación bien lo merecía, o al menos a ojos de la mestiza. Ri no era muy habladora, y ella de usual tampoco, pero allí estaban las dos, intentando entablar una conversación con resultados algo dudosos.
—Lo siento —se disculpó—, es solo que no se me dan bien estas cosas, resulta difícil seguir el hilo —comentó, riendo con suavidad y sujetándose un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Por qué no me cuentas algo de tu mundo y seguimos por ahí? Solo si te apetece, por supuesto —añadió tras una breve pausa.