Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

-Hola- fue la escueta respuesta de Taro, que había acabado bajando en algún momento mientras Lara seguía en las mazmorras. No fue diferente a la habitual: realmente no había mucho más que añadir.

Removió sin muchas ganas el batido proteínico que se estaba tomando. Lo había mezclado con zumo de fruta y el resultado sabía ácido con ganas. El desayuno comunal continuó en silencio, y como siempre Taro terminó el primero y se quedó sin saber qué hacer. Tamborileó con los dedos en la mesa durante un rato hasta que finalmente dijo:
-¿Qué, qué hacemos hoy? ¿Salimos o algo?
"No está hoy el patio para quedarse en casa", pensó. Si lo hacían quien más quién menos más de uno estaría pendiente de Xalk de alguna manera, y él a su vez se sentiría vigilado. Hasta que no volvieran a la rutina normal una salida en grupo sería más natural.

Anriel había despertado a una hora indecente. Aun adormilada, había hecho el gesto de mirar las camas vecinas para descubrir solo a Nero, dos camas a la derecha, respirando profundamente. "Parece una buena persona y todo, durmiendo. Y despierto. Que dominio de las apariencias". Hizo un gesto de fastidio, el lugar estaba iluminado, pero no volvería a ser capaz de conciliar el sueño. Fue arrastrando los pies hacia la ventana solo para comprobar (para su horror) que el día apenas había comenzado. Anriel llegó a la mesa de desayuno con el pelo alborotado y ojeras. Ni su gesto neutro podía ocultar que no había descansado como dios manda. Estaba picando algo de queso cuando escuchó de refilón la propuesta de Taro.
- He visto una bahía en los mapas.- comentó. Después de un breve silencio dijo- Parece ser que tenemos mar en Sinhdro, pero nunca llegamos a verlo.

La curiosidad le parecía suficiente como para hacer el esfuerzo de salir de alli sin motivos prácticos. Avisaría a Nero, a su pesar. Sabía que el edeel no querría perderselo.

Cío seguía mascando aquella fruta gomosa cuando Lara regresó de su breve charla o lo que quiera que hiciese allá abajo con el bicho. Hizo un leve encogimiento de hombros y siguió comiendo. Notó la mirada de Archi puesta en los presentes, pero en lo que a él respectaba prefería terminar el desayuno primero, había muchos otros que no estaban haciendo nada. Cuando finalmente el clinger se reunió con ellos le devolvió el saludo con la cabeza mientras se terminaba el vaso de agua que se había servido.
—¿Buena noche allí abajo? Al menos no te despertarían a gritos —chasqueó la lengua, buscando a Shaco con la mirada sin encontrarlo—, en serio, ¿qué tripa se le ha roto esta vez a nuestro despertador?

La propuesta de salir llegó poco después. Cío ya se columpiaba en la silla con aire distraído, pero aquello lo devolvió a la realidad. «Salir… últimamente salimos más, y no nos encontramos peligros. A lo mejor podríamos ir por fin a…».
—¡Si vamos me apunto! —exclamó rápidamente tras Ri, dejando caer ruidosamente la silla—. ¿Cuándo salimos?
Estaba tentado de sugerir ponerse en marcha ya, para aprovechar mejor el día, pero no quería parecer un crío pidiendo ir al parque.

El aprendiz siguió dando de puñetazos y patadas, cada vez más fuertes hasta que le dolieron las extremidades. Hubo una ocasión en el que repitió las mismas series solo que vendandose los ojos con la bufanda. Gritando diferentes gritos de guerra como "Hikuu" o "Hyakku", "Dong", "Huer", avanzó en los entrenamientos hasta entrada la mañana. De dentro del torreón podrian oirse voces, pero el aprendiz estaba muy centrado en seguir sus entrenamientos, siempre podia llegar a más y su cuerpo ya estaba encendido para ello.
Pasó un rato antes de que se dieran cuenta que estaba fuera y cuando le localizaron, todavia llevaba la bufanda a modo de venda sobre los ojos. Cuando le fueron a informar de la salida, él les interrumpió, girandose hacia su dirección, o al menos la del sonido de los pasos y se llevó la pierna al aire, girando su torso noventa grados conrespecto al suelo y entonces dijo con una voz que denotaba misticismo.
-La ceguera no es un impedimento contra un enemigo apestoso.-
A continuación, y con una inflexión más de su voz a modo de grito le metió una patada giratoria a uno de los muñecos más cercanos.
-¡¡WHA-CHOW!! OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOoooooooooooooo.-añadió despues, tensando su cuerpo hasta el máximo, para finalmente relajarse y hacer una reverencia respetuosa a los muñecos y finalmente ante los macieleros que esperaban para hablar. Se quitó la bufanda de la cara, y se la volvió a dejar colgante del cuello, con una risotada.
-Si, ¿que pasa?-

Entonces le informaron de la salida cuya finalidad era el mar y el joven ruso entonces se excitó dando botes, proclamando extasiado como iban a visitar al mar e iban a ir a la playa y además, iban a tener un picnic. No tardó mucho en recoger sus cosas y prepararse para salir, tras ayudar a que los demás estuvieran listos tambien y finalmente salieron, en dirección a la Bahía de los Naufragios.

Lara se excusó en la falta de ganas para saltarse la salida a la bahía. Había visto la playa las veces suficientes como para saber que nunca se cansaría de ir, pero eso era en su Pezón. Aquí había dos factores que la echaban para atrás: Xalkoth el primero y la ciudad el segundo. Todo el tiempo que se mantuviera alejado del bicho era tiempo de paz, podía calmar su casi pánico y estar tranquila y, después de todo lo que había visto ahí fuera, nada le aseguraba que ver la playa fuera a ser una aventura gratificante para ella. <<Seguro que no hay tesoros enterrados, sino monstruos enterrados>> pensó triste.

Era un hecho que Lara estaba perdiendo el entusiasmo debido a la cantidad de preocupaciones que la iban asaltando conforme prolongaba su estancia en Rocavarancolia. Ella era fuerte y se sabía capaz de soportar cualquier tipo de carga que trajera la aventura consigo, pero sabía que sus pequeños no lo eran y no podía evitar pensar que, para ellos, cualquier enemigo básico podría entrar en la categoría de los mortales. Y Lara no sabía hasta qué punto era capaz de protegerlos.

No maldijo en voz alta para que sus bebés no la oyeran y, en su lugar, buscó a alguien con quien hablar dentro del torreón. Sus pasos la dejaron en el patio, abastecida con un bote de requesón para comer en plan ligero. Baurus estaba allí, silencioso como siempre. Resultaba un poco distante, pero a Lara le caía bien. Para alguien con la necesidad de ser escuchado, el muchacho era tan de agradecer como un cojín mullido para un culo dolorido.

—Ey, Bau, ¿te importa si me siento aquí contigo?—tras un asentimiento escueto de su parte, Lara se sentó a su lado—. ¿Sabes? Ultimamente estoy que no doy una, empiezo a creer que he hecho mal en traerme a los niños. Quiero decir... Dentro del contexto en que me ofrecieron venir, sé que hice lo correcto—se quedó en silencio durante unos segundos y su gesto daba a entender que debatía consigo misma si eso era cierto—. Joder, si te pintan un sitio tan maravilloso como el que me pintaron a mí, con semejante recompensa... ¿cómo podría haber dudado? Sonaba tan creíble en sus labios, eso del poder capaz de manipular la suerte—suspiró y se llevó la mano al marsupio—. Y todavía quiero creer que lo conseguiré y que dejaré de ser una manca. No me gusta pensar que he venido aquí para nada. Además creo que los organizadores se merecen un pequeño voto de confianza por nuestra parte, ¿no? (...)—. Lara siguió parloteando y los temas derivaron entre asentimientos y frases cortas del humano.

>>Y me da mucho coraje porque supongo que me siento una secundona. Pero es que Archi abre el libro y es capaz de descifrar hechizos, yo, sin embargo, abro el libro y veo manchurrones con forma de letras, así que acabo esperando a que Archi siga con sus desciframientos porque me sale más a cuenta... Y es por eso que estuve dándole vueltas a eso de la magia. Los libros te dicen cómo funciona, pero no de dónde sale...—comentó, gesticulando con las manos manchadas de requesón—. Yo cada día tengo más claro que es algún tipo de energía en bruto dentro de nuestra sangre, sino los talismanes más viejos podrían cargarse de otra manera. Y supongo que los que no la necesitan es porque sienten cómo fluye con el tacto—una pregunta escueta de Baurus la hizo dudar y la dejó reflexionando—. Bueno, sí, de eso no estoy tan segura todavía. Pero que te quede claro, chico, que pienso encontrar la respuesta a esto antes que el archimago. Palabra de madre de quintillizos—añadió divertida. Volvió a dejar pasar unos segundos—. Oye, si hubiera realmente algo en nuestra sangre que nos permitiera añadir potencia mágica a los hechizos que formulamos... ¿Hasta qué punto estarías dispuesto a hacer según qué cosas?—su tono se había vuelto algo más serio. De Baurus no llegó respuesta alguna—. Bueno, imagino que no es algo fácil de contestar para todo el mundo, puedes tomarte tu tiempo, tampoco es que mi teoría sea segura—concluyó—, pero yo estaría dispuesta a abrirme en canal si fuera necesario para estos cinco renacuajillos (...)

Hasta que se acabó el tarro de requesón, Lara pasó el tiempo contándole algunas anécdotas de cuando era pequeña: Clientes y aciertos de su madre, libros viejos, historias de sus mejores partidas... Hasta que ella misma se cansó de hablar y creyó que ya había maltratado de más los oídos del muchacho. Entonces se puso en pie y le dio una palmada en la cabeza, aprovechando que podía.

—Gracias, enanillo—le revolvió el pelo y sonrió evidenciando su ligeramente mejor humor—. Voy dentro, no sea que Ippon o Keiria no se apañen con cualquier cosa y prefieran comida de cacerola—. Lara cruzó el umbral de la puerta y gritó a pleno pulmón, para que ambos la oyeran desde cualquier habitación—: ¿CÓMO VAIS DE HAMBRE POR AQUÍ DENTRO?


--------------


Ninguno de los presentes declaró su hambre, por lo que Lara agarró el libro de magia y subió a la habitación. Una vez dentro, cerró la puerta y las ventanas, se acercó a la jaula que se había traido consigo el día anterior y liberó a su libro vivo de la jaula. La ordesa lo acarició por el lomo y dejó que este reptara y saltara con libertad por la habitación.

Pasó lo que debería de haber sido su hora de la siesta con el libro de magia, repasando lo que ya sabía y curioseando lo nuevo hasta que consiguió dar con algo útil. La ordesa cazó al libro y lo guardó de nuevo en la jaula. Le pareció que le ponía carilla de pena y le negó con la cabeza en un gesto amable.

—Vaaaa, librillo, que esto es una medida temporal, mañana te acomodaré una cesta para ti solito y no volveré a meterte en esa jaula—le habló en un tono bajo, para evitar despertar a sus pequeños.

Una vez solucionó el problema de su mascota, Lara guardó a los durmientes en su cesta y se los volvió a bajar a Keiria. No iba a irse, pero necesitaba que la ulterana los vigilara mientras ella hacía otras cosas. La ordesa se le apareció de nuevo a Baurus y empezó a cargarse con los pocos huesos que no pesaban más que ella.

—Anda, Bau, ayúdame a subir huesos hasta la puerta del ultimo piso, que voy a taparla para que el nido no se comunique con el torreón por las escaleras. Es un agujero demasiado grande para mi gusto. Cuando acabes con los huesos subeme cualquier tablón inútil que te encuentres por ahí desperdigado, pero no te sobreesfuerces, que no hay prisa. Dudo mucho que acabe esto antes de un par de días, como mínimo.

Lara dedicó una media hora a apilar madera y huesos en el suelo, frente al arco que señalaba el final de la escalera y el principio del piso de las aves, y practicó con esos materiales el hechizo de moldear materia orgánica. Había esperado que le saliera rápido, pero debía de haber problemas en algún movimiento o en la pronunciación, o en ambos, y el conjuro se le desbarataba. Acabo bajando al patio frustrada y enfadada consigo misma y con su magia. <<Tendré que volver a recurrir a Archi>> se imaginó, resignada

La ordesa se subió a la base de la estátua y se quedó allí sentada un rato, completamente a solas. Cerró los ojos, dejó que el poco aire que soplaba se filtrara entre el pelaje de la cara y respiró hondo varias veces. Las escasas brisas de Rocavarancolia no eran ni la mitad de desestresantes que los vientos de tormenta de su Pezón, pero Lara las recibió con buen gusto y se relajó ahí arriba.

Y en efecto, aún no habian salido del apuro. Cuanto antes acelerasen y volviesen al torreón, mejor. Taro protestó por que le estuviesen ayudando a caminar y logró liberarse del aprendiz durante unos segundos en los que fue atacado por una gaviota. La risotada del ruso pudo oirse mientras volvia a alcanzar al Carabés.
-No seas tan tsundere. Ya sabes como va el dicho: Hoy te ayudo a ti, mañana me pasas "La Desaparición de Haruhi Suzumiya" en BD y 1080p. ¡Con comentarios del director extra, por favor!-dijo con otra larga risotada. Viendo que se habian adelantado a los demás, siguió encargandose del chico mientras señalizaba a los demás que estaba bien. Entonces, se lo anunció.
-¡Yo soy Bro-sei-dón! ¡Señor y Amo del Brocéano!-dijo levantando un pulgar para los que iban más atrás.

Y entonces llegaron a Maciel sin muchos contratiempos. Cruzando las puertas de este, dejó a Taro sobre un sillón hasta que recuperase el sentido y entonces se acercó al sofá más cercano.
-Energía llegando a Estado crítico.-anunció con una voz monótona y sin emoción.-Preparandose para el apague del sistema en tres... dos... uno...-

Y entonces se desplomó sobre el sofá ruidosamente y comenzó a roncar incluso más sonoramente por estar bocabajo.

Nero sonrió con satisfacción cuando creyó haber apuñalado a alguna de sus atacantes, pero por lo general solo era un revoloteo de plumas y picotazos y cuando se abrieron paso fuera de la playa le sangraban los antebrazos al igual que a Ri. Ambos los habian usado para defenderse de los golpes. La albina recogió la carga del irrense cuando estuvieron fuera del alcance de la bandada. El resto del camino la aurva puso atención en la respiración y el ritmo de Archime, arrastrandolo hacia el torreón. Ayudarlo supuso ir más lento de lo que le gustaría y quedar casi al final de la cola. La vuelta fue, al igual que la ida, un paseo.  Nero se había retrasado también aunque no se dijeron nada.
Solo al atravesar las puertas de Maciel Anri dejó escapar un suspiro. Fue ligero, con menos fuerza de la que habría tenido de ser otra persona.  Acompañó a Archime a que cogiera asiento.
- Será mejor que le imites.- dijo haciendo un gesto hacia Shaco. Se giró para ver a Taro en un sillón también. Superado lo más urgente, podía ocuparse de ellos. Se levantó para buscar a Lara.
- Hemos tenido una visita accidentada al mar. Si pudieras encargarte de Nero y el resto, por favor.- dijo con educación. Guardaría su turno de ser curada para otro momento. Se limpió los arañazos y buscó tela con la que remplazar sus vendas. Solía tener las manos envueltas en tela, hecho de forma correcta mantenía los huesos alineados con lo que se prevenían heridas.  Hacia algo similar con los pies, y rehizo ambas cosas con los jirones de una camisa vieja que encontró en un baul. Normalmente limpiaria la tela anterior sin más pero las gaviotas la habían dejado inutilizable.
Hizo una ultima comprobación de quien estaba en el salón y quien no y si Nero estaba bien, y subió al dormitorio a relajarse con el libro de historia, que para cuando acabara su estancia se sabría de memoria si nadie le daba otra cosa que hacer.

Cuando los excursionistas volvieron, Lara seguía en el patio, relajada. Disfrutaba del poco tiempo de tranquilidad que tendría hasta que el bicho voviera y saltaran sus alarmas. No tuvo mucha suerte, pues ya no era solo que llegaran, sino que lo habían hecho de forma precipitada y, una gran parte de ellos, cubiertos de heridas.

Ri llamó su atención y le pidió que los sanara con magia. Lara la miró con dudas.

—Pero yo no sé curar...—había dejado de lado esos hechizos para estudiar otros—. Archi sabe, Shaco también...—Lara había intentado realizar un solo hechizo durante toda la tarde con un éxito tan nulo que tiraba a negativo—. De todas formas... ¿qué mal fario os ha ocurrido para que acabéis casi todos así?

Lara se acercó a Archi, que estaba sentado junto al resto de heridos, y se agachó frente a él. Posó sus manos en las rodillas del irrense y le dirigió una mirada primero inquisitiva y luego casi asustada, pidiendo ayuda. La ropa del muchacho estaba salada, pero Lara consiguió que no se le agriara la cara por el sabor.

—Archi, necesito que respiiiiires hooondo hasta que puedas hablar. No conozco el hechizo; Taro está herido, Shaco dormido... Tú los vas a curar más rápido que yo en cuanto se te pase el asma—. Lara cogía el aire por la nariz y lo soltaba por la boca, haciéndole indicaciones a Archi para que la imitara. De vez en cuando miraba de refilón a Xalkoth y buscaba la cesta de sus hijos, pero no parecía que el bicho fuera a dar guerra. Para no estar de brazos cruzados mientras esperaba a la mejoría del irrense, decidió ir colaborando—. Voy a limpiaros mientras las heridas.

Lara se frotó las manos y fue practicando el hechizo a todos los heridos, uno por uno. Cuando acabó, el bajón de fuerzas fue tal que se estremeció. Limpiar pañales le costaba menos.

Archime se dejó arrastrar por Anriel hasta el torreón. No podía hacer ninguna otra cosa ya que todavía se hallaba en proceso de recuperación del ataque de asma, con el agravante añadido de encontrarse completamente exhausto por el intensivo gasto mágico en un lapso breve de tiempo. Sospechaba que el hecho de que dicha cantidad de gasto fuese imprecedente para él y no haber sido llevado a cabo de forma gradual no habían colaborado a evitar que se agotase completamente. No fue consciente de nada más durante todo el trayecto debido a su condición y a que todavía tenía las gafas enturbiadas.

Se dejó caer en el sillón de siempre ayudado por la sinhadre. Ante su apreciación, dirigió una breve mirada a Shaco y negó levemente con la cabeza.
—Todavía... no —dijo por toda respuesta.
Lo primero que hizo, tras unos segundos en los que trató de normalizar su respiración, fue pedirle su bata a Cío y, en cuanto la tuvo entre sus manos, rebuscó en los bolsillos hasta dar con el trapo con el que limpiaba sus gafas. Se dedicó a aquella tarea minuciosamente, con movimientos lentos y todavía jadeando ocasionalmente hasta que se las volvió a colocar y comprobó que veía con claridad de nuevo. El irrense parpadeó lentamente varias veces mientras veía aproximarse a la ordesa tras haber sido llamada para encargarse de los heridos.

El contacto de la mano de Lara 37 hizo que el biomecánico se apartase casi imperceptiblemente hacia atrás fruto de una reacción que en su mente sí había tenido significancia. Una vez más, se encontraba ante un contacto físico incomprensible para el irrense y ello no hacía sino ponerlo nervioso. Durante ese tiempo, no fue del todo consciente de lo que la madre le estaba comunicando y no fue hasta que la ordesa se apartó, por fin, para realizar magia que procesó lo que acababa de decirle. Aún tardó unos cuantos segundos más en reaccionar y recordar que se esperaba respuesta por su parte.

—No es posible, Lara 37. He agotado mi energía mágica al completo. Tal vez puedas llevar a cabo los sortilegios curativos si te ayudo de forma teórica —sugirió pausadamente, más incluso de lo habitual. Todavía se encontraba muy débil.

Estaban a punto de irse cuando aquella cosa había empezado a moverse otra vez. Eso hubiera sido irrelevante mientras corrían por el arenal, si no fuera porque las gaviotas también decidieron volver al ataque. Y qué picotazos propinaban. Cío se protegió de la gran mayoría con los brazos, con los que también trató de espantarlas sin recordar que llevaba un arma de verdad atada al cinturón. Pero eso no lo libró de recibir varios golpes en la cabeza y la espalda que le hicieron soltar varias retahílas de palabras malsonantes mientras salían a toda prisa de la playa, olvidando la cesta de comida. Durante el trayecto de vuelta se mantuvo a la cola de la marcha, asegurándose de que Archi seguía el ritmo y sujetando su bata. En algún momento también llegó a preguntarle a Ri si quería descansar de ser el apoyo del otro irrense.

Cuando estuvieron de vuelta en el torreón por fin respiró tranquilo, descolgándose el peso del cinto y entregándole la bata a Archi en cuanto la pidió. Estaba agotado, pero no quiso dejarse caer en un sillón, ya que realmente a él no le había pasado nada, solo un hilillo de sangre seco le resbalaba por la nuca.
—La bahía famosa ya tenía dueños —le respondió a Lara mientras se toqueteaba la herida de la cabeza—. Concretamente pajarracos hijos de un irrqin y una especie de ballena bicolor monstruosa. El resto te lo puedes imaginar —hizo una pausa, debida a un breve gesto de dolor que le hizo dejar de tocarse la cabeza—. Sacan a los heridos del mar y el mago salva el día paralizando al monstruo —terminó, señalando a Archi con un pulgar.

Mientras se habló de curar a los heridos, Cío fue al patio a limpiarse la sangre con agua del pozo. Cuando salía vio a Lara empezar a lavar las heridas del resto con magia, pero después de lo que había dicho la ordesa estaba claro que le iban a hacer falta sus reservas para curar. «Lavar con agua se ha pasado de moda por aquí». Al volver al interior buscó a Xalk y lo llamó con un dedo para que se acercase.
—Dame tus armas antes de que se lie otra vez.

Nota:

En algún momento el mundo dejó de menearse y alguien le hizo aterrizar a salvo en un sofá. Taro soltó un suspiro de alivio y se encogió en el asiento, girándose de forma que el brazo fracturado quedaba hacia arriba.
A medida que el mundo ganaba estabilidad las voces a su alrededor se entremezclaron entre sí. Le dolía el hombro a rabiar, pero el resto del cuerpo acusaba de golpe el cansancio acumulado.
Alguien hablaba de magia y de curar. A Taro le parecía bien que empezasen a asociar esos dos términos, pero dudaba que a nadie le quedasen fuerzas para hacerlo en ese momento.
"No importa." Bostezó con discreción. Pocos minutos después el carabés estaba completamente dormido.

La ordesa atendió en silencio a los irrenses. Por lo visto se había perdido enemigos nuevos. La Lara sensata, la madre, se decía que era lo mejor, pero la imprudente lamentaba no haber ido a la playa aunque fuera solo por ver esos animales tan grotescos que describían. Asintió cuando las explicaciones llegaron a su fin.

—¡Pues dale al mocho, Archi!—Lara puso el puño frente al irrense con la intención de que este chocara el suyo contra él, pero Archi simplemente se le quedó mirando. Lara resopló. <<Con lo inteligente que eres y que no sepas esto...>>—. Eh... Archi, hijo mío, tienes que chocar tu puño contra el míiiiio. El gesto va de eso, ¿sabes?—Lara no se estaba quejando, sino explicándolo. Su tono era casi tierno, parecido al que usaba para hablarle a Ippon a veces—. Es como un... "Ea, vamos a cooperar" pero con los puños en lugar de hablando. ¿Lo pillas?—. El irrense se rascó la cabeza y chocó por fin. La ordesa no sabía si lo había hecho muy convencido, por lo que no le dio más vueltas al asunto.

>>Ahora ve haciendo memoria, que voy a por todos los amuletos que tengo cargados—. Lara subió a su habitación y bajó con un par de talismanes sin aristas en el marsupio y un puñado de cristales en los bolsillos—. Imagino que curar no será tarea fácil, así que mejor prevenir.

Tras eso, Lara siguió las instrucciones y fue curando. Cuando acabó con Nero y con la herida en la cabeza de Taro, sintió que empezaba a quedarse sin reservas. Pidió a Keiria y Baurus una transfusión de magia y acabó de curarlos a todos. Las consecuencias de usar tanta magia no se hicieron esperar  a Lara le empezó a doler la cabeza. Arrugó el gesto unos instantes, se llevo una mano a la cabeza y luego puso cara de "aquí no pasa nada".

—Estaréis contentos, hoy voy a tener que limpiar los pañales a mano por vuestra culpa—bromeó mientras se sentaba en un hueco del tresillo. El buen sabor de lo que acababa de hacer podía más que la jaqueca. Lara se sentía orgullosa de sí misma en esos momentos.

No hubo más contratiempos durante la vuelta, y entraron en Maciel sin más incidentes. Allí La gente fue repartiéndose entre dormir y ayudar a curar, y el clinger pensaba decantarse por los segundo, si no fuera porque al final fue Lara quien se ocupó de ello.
Sin otra cosa mejor que hacer, Xalkoth le entregó sus armas a Cio de mala gana. No le gustaba anda el tonito que había usado, como si hubiera sido culpa suya, pero no le convenía discutir. Ir a las mazmorras no estaba en sus planes.

Desarmado y sin poder ayudar en nada, decidió salir al patio y sentarse a descansar en algún hueso. No le apetecía estar cerca de la gente.

-Gracias, Lara.- dijo Nero con una sonrisa, pasando una mano sobre su antebrazo.  El resto del día los sinhadres descansaron por separado. Ri se sentía demasiado espabilada para dormir. La historia de la ciudad era tan violenta como la misma, y no servía para apartar de la mente las cosas que le habían sucedido desde que se encontraban allí. Así, acabó haciendo como de costumbre y se refugió en trabajar. Hizo una cena comunal, macerando la carne en leche para ablandarla y aquellas hojas rojas que venían en la cesta como especia. Usó esa misma leche hervida con requeson, harina y un pedazo de grasa para hacer una crema de queso. Cortó el pan que se había quedado duro en rodajas finas y las pasó por la sartén para hacer tostas con las que podría mojarse en la salsa, o bien untar caviar.
Ri dispuso la mesa todo lo presentable que pudo con los utensilios desparejados que poseía y avisó al resto por si querían tomarlo aun caliente. Sirvió dos platos y desapareció escaleras arriba.

El aprendiz se contraba sacudiendose entre sueños, musitando cosas incomprensibles y manoteando el aire. Sudaba exageradamente y no fue hasta que pasaron los minutos que se despertó. Estaba sin voz, pero jadeaba. Jadeaba y se palpaba todo el cuerpo, el pecho, la cadera, la cara. Todo parecia estar en su sitio. Para cuando quiso darse cuenta, por la impresión del sueño y el mareo que estaba experimentando, le entraron unas nauseas terribles. Sabiendo que estaba aputno de devolver, se alzó de pie y corrió hacia el patio, agarrandose la boca con los ojos desorbitados. Una vez alcanzó las letrinas, se arrodilló ante el excusado, casi lanzandose sobre este y vomitó. Vomitó tanto, que, parecio que todo lo que habia comido en todas sus vidas se le estaba escapando del cuerpo en ese instante.

>> Joder, te has pasado con ese, Aluqa.
>> Si, ha sido de bastante mal gusto.

>> ¿Eh? ¿De verdad pensais que he sido yo?
>> ¿Quién sino?
>> ¿Perdona? Al que le gustan las cosas tétricas y sin sentido aparente es al payaso este.

>> Ku ku ku ku Normalmente tendrias razon en esa acusación querida sucubo-vampiro, pero esta vez te equivocas. No hay gracia en esta broma. Si no hay gracia, no hay proposito para esa broma.

>> Aun así, no he sido yo. Sabeis que a mi me gusta torturarle de otra manera, no de esta, demasiado extrema. No es para nada el lado mono que me gusta sacar del chaval y no estoy hablando precisamente de pelos extra...
>> Siempre puedo comprobarlo con mi corona de plumas de fénix...
>> Dejalo, Rey Mono. No creo que mienta. Demosle a la señorita un voto de confianza.

>> De todas formas, me pregunto ¿quien ha sido el perturbado responsable? Ku ku ku Me muero de ganas por conocerle.

-¿¡QUEREIS CALLAROS DE UNA PUTA VEZ!?-exclamó el ruso y acto seguido volvió a vomitar.

Las voces que rondaban su cabeza se callaron de subito, dejando al pelinaranja en su suplicio.

Los días siguientes transcurrieron en una tónica apacible, principalmente porque no hubo más salidas de las necesarias. Taro improvisó un cabestrillo en el que reposar el brazo hasta que Archi hubo recuperado la totalidad de sus fuerzas, y el irrense volvió a gastarlas en arreglarle primero la fractura y después el esguince. Al carabés no se le ocurrió pensar en ningún momento que de no ser por la magia habría pasado semanas inválido: simplemente estaba acostumbrado a que las fracturas se arreglasen en escasos minutos.

Su recuperación significó que volvieron a hacer algunas salidas prudentes al edificio de enfrente para practicar con Ri, y se notaba que Shaco pasó unos días más taciturno de lo habitual. Taro no era muy parlanchín de por sí, pero en el ruso aquello sí que era raro. El carabés le preguntó una vez si le pasaba algo, y en cuanto salió de su ensimismamiento el aprendiz se deshizo en disculpas pero no le dio más que una respuesta vaga. El carabés se limitó a asentir en silencio y no volvió a insistir.

No sentía realmente que llevar un arco encima le sirviese para nada, especialmente después del episodio de la ballena, pero recordar el soberano hostión que se había llevado por culpa de los pájaros le convenció para seguir practicando tiro al blanco. La próxima vez que se subiera a aquella cofa iría ensartándolos de uno en uno.

Aquella mañana el carabés estaba solo en la cocina. Alguien se había dejado en la mesa el libro de magia, y lo hojeaba distraídamente. Era muy parecido pero a la vez muy distinto de cualquiera de sus libros de texto.

Los días siguientes pasaron de forma apacible para ambos sinhadres. Cuando Taro se curó Anriel retomó los entrenamientos con los dos chicos. Achacó la actitud de Shaco a lo sucedido en la bahia y aunque había una idea que rondaba por su cabeza desde hacía unos días, no quiso presionar y no se la mencionó.  Practicaba Qin también, normalmente de noche, cuando ya no quedaban muchos compañeros para verla.
Nero y ella no cruzaron palabra en todo ese tiempo, cada uno metido en sus propios asuntos. Pelearon, en cambio, otra noche, de la que salieron con un labio roto y varias magulladuras. "Yo gano esta vez", "Discrepo."

Anriel entró en la cocina temprano por la mañana. Miró de reojo el libro de magia, pero ella no se metía en asuntos ajenos, y no quiso preguntar si había intentado algo aún o no. Saludó levemente y se puso a preparar una macedonia con la desayunar. Nero en cambio si tenía interes en los progresos de la ardilla.

- Dime, Taro, ¿no has intentado aun nada de magia aquí? - la pregunta fue hecha con despreocupación. Ante la respuesta negativa, se encogió de hombros, le robo un pedazo de fruta a su aurva, y salió de la cocina con el gesto de despedida sinhadre.- Parece algo util, confirmarlo, de todas formas.