Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

Me hicieron gracia las palabras de Keiria, lo cual ayudó a acabar con el agobio. Y habría respondido, tras reírme, pero una figura apareció por la calle. Desde lejos no le reconocí, pero acabé identificando a Xalk. <<¿Lleva un poncho? Le falta el sombrero mexicano y una guitarra de esas grandes que tocan allí>> pensé divertida. Le saludamos y respondió a la ulterana de una forma un tanto curiosa. <<¿Se ha puesto a la defensiva? Se habrá perdido, tonto, no es para tanto>>
-¡Hola! No sé si te acuer... ¡Oye!-empecé a decir, pero el insecto se fue corriendo al torreón, alegando que estaba hambriento.

No tenía muchas ganas, realmente, pero al ver que Cio volvía al torreón, hice acopio de fuerzas y le imité. De nuevo el agobio, aunque por curiosidad me quedé. Aunque, eso sí, pegada a la puerta. <<¿Qué dicen de un intercambio?>>

-¿La miel a cambio de qué? ¿Hay algo en las cestas que necesitéis algunos en concreto?-pregunté, por curiosidad. Cierto era que había cosas raras en las nuestras, pero ninguno de nuestro grupo las había reconocido como propias. <<Podría ser... En nuestro grupo no hay ni irrenses ni nadie como Taro ni como Xalk... ¿Y Nero y Anriel, de dónde serán, de paso?>>

Tampoco me pasó desapercibido el grupito que hablaba de la magia y los libros, ni que Shaco quería salir a explorar ni... <<Alto. Mucha gente y muchas conversaciones. Quédate con un grupo, habla, y que los otros se apañen. No tengo veinte cuerpos, ¿no?>>

Mis ruegos se vieron respondidos por uno de los compañeros del torreón. Al menos eso parece al no salir nadie espantado. A decir verdad casi no recordaba ya a los chicos que se perdieron el primer día pero de esa cosa si que había podido recordarla. Una cosa así no se olvida fácilmente.

Arqueo una ceja ante las palabras del bicho que, tras osar a acortar mi nombre sin mi permiso y presentarte como Xalkoth, me ofrece un trueque por los botes de miel. "Nunca se me hubiese pasado por la cabeza que un algo como tu conociese si quiera la palabra trueque." Pienso mientras sopeso como debería dirigirme a una cosa como esa.

Alice parece ser que esta interesada en el trueque. A decir verdad, me alegra ver que se preocupa por que no se nos acabe la miel. Aunque ella no pueda disfrutar como debería del placer de degustar las maravillas dulces de mi tierra. Miro al insecto con una mirada un poco desconfiada casi sin parecer molesta por su ofrecimiento y comienzo a hablarle bajando la mirada.

-Si, Xalkoth. Mi nombre es Korasihanna.- Digo poniendo un poco de retintin a la hora de decir mi nombre mientras alzo la mirada para encontrar nuestros ojos. -Y por mi, no hay problema en que nos acompañeis a nuestra torre y busquéis en nuestras cestas algo que os interese. No creo que nadie tenga problemas en un cambio. Y aunque, a vosotros esta miel no os beneficia en absoluto, a nosotras nos hace tolerar de una manera un poco mas llevadera la falta de sabor de las comidas.- Digo mientras me acerco a Lhelian para que refuerce mis argumentos. Aun se me hace rarísimo tener que hablar con estas bestias horribles pero intento no parecer tan extrañada como estoy realmente.

La ambigua – porque parecía que la trataban de chica – estaba hablando con Lara sobre magia. Parecía que ese día se habían puesto de acuerdo para encender linternitas sangrientas,  por lo que contaba la ordesa con entusiasmo. Cuando Lhelian quiso un cristal, Anriel intervino brevemente:
- Funcionan con sangre.- “No, no me estaba refieriendo a... bueno, de acuerdo. Brillar es genial, todos coincidimos. Cortaos a ver quien es más mágico. Me rindo. “ Si la gente no le tenía aprecio a su integridad personal ¿Quién era ella para andar detrás? Tenía suficiente con su salud y la de Nero. Se giró para mirar a una aurva que la saludó con un piropo. A ella  y a Taro.  Observó de reojo el rostro ceniciento del chico, confirmando con un suspiro interno lo poco sinhadre que era Surasara. Amarillo chirriante no entraba en su concepción de bonito. Llamativo, quizás.  La madre de Nero se contentaría con llamarlo vulgar, y  eso ya lo dejaría por debajo de los verdes lodo y cualquier otro color desagradable.  
Esbozó una sonrisa cortés como respuesta. Por lo que le tocaba a ella, la supuesta belleza de sus ojos y pelo no le eran nuevos. En cierto sentido, los detestaba.  
-Gracias, siempre he pensado que la sangre le da un toque especial.- replicó Nero a otro elogio, barriendo con la mirada a Surasara sin mayor discreción.  La charla sobre magia se llevó la atención de ambos. El edeel se sentó sin intervenir, dado que entre la niña plana  y Archi hacían todas las preguntas relevantes.
“La ardilla ha recuperado el habla” pensó  apoltronándose en el sillón “Bien por él, le dejaremos ocupar el puesto vacante del insecto en este zoológico”.  Una chica de piel lila, presumiblemente del mismo mundo que la plana,  se presentó como Korasihanna. Las chicas tenían una mezcla interesante de colores. Como si alguien las hubiera dibujado después de beber verde. Kora no aparentaba mucho menos que él, a pesar de ser un tapón, y tenía un aire infantil y dulce hasta resultar meloso que aún no decidía si era de su agrado. “Pero no tiene un pelo de tonta”. Ya se había hecho con todos los botes de miel  que podía cargar.
- Yo soy Nero.- dijo incorporándose. El insecto había reaparecido y ya estaba pidiendo un trueque. El  edeel se rió desde su asiento con suavidad.

-Bueno,- dijo después de sopesarlo un rato.- Aunque vosotros bebéis agua, Anri y yo solemos beber sólo syv. Si no hay más sinhadres con vosotros, supongo que os dará igual cedernos las botellas. – Hizo un gesto a las tazas de Syv que antes había dejado Keiria. Sonrió como disculpa y continuó- Pero creo que no somos los únicos con preferencias culinarias, aquí se suelen recurrir siempre a los mismos productos de las cestas y no se si es solo por costumbre o por necesidad. Los bollos de los irrenses, o lo que Taro anda siempre comiendo. Asi que ese también sería un buen intercambio.

Nero se volvió a recostar con un aspecto completamente inocente. Acababa de dejar caer que bebían syv, y aunque no consiguiesen más, quizás el resto empezase a mirar más por guardarlo para ellos, en vez de ofrecerlo alegremente a  las visitas como aperitivo. Además, opinaba sinceramente que era un buen intercambio conseguir algo para sus compañeros. El bienestar grupal, a la larga, sería su bienestar y al mismo tiempo solucionaba una duda interna. En cualquier caso, su confianza en que el trueque fuera efectivamente tal era más bien poca.

El aprendiz dirigió su mirada a uno y luego al otro para despues romper en una carcajada sonora.
-¡Esta decidido entonces!-comentó alegre.

Pero entonces su atención se desvió al exterior. Un coro de gente en el exterior reunidos entorno a una figura más pequeña. Cuando el ruso se acercó a inspeccionar vio que, la susodicha figura, se trataba del clinger, que parecia haber vuelto sano y salvo. Tras sentirse ligeramente aliviado, el aprendiz le saludó.
-¿Qué te ha llevado tanto tiempo en volver?-comentó con un tono de voz bromista.

Atendió con interés medio a los intercambios de materiales de las cestas. Al parecer, proponian intercambiar la miel por bollos energeticos y comida instantanea. La miel les sentaba mal asi que era una situación de win-win, no perdian nada relevante y a cambio conseguian más comida. Más comida calórica.

>> Engordare. Pero será increible.

Ante el ofrecimiento de la otra pequeña daeliciana, el aprendiz se puso a dar botes, alzando su brazo todo lo alto que podia su esmirriada figura, como si estuviera en clase y deseara contestar una pregunta. Cuando llamó la atención del grupo (cosa que no tardó tanto en acontecer debido a sus acciones) el aprendiz se aclaró la garganta y, adoptando una pose chulesca, habló.

-¡Yo lo haré! ¡Iré a vuestro torreón! ¡Podria traerme a Totoro conmigo!-habló, dirigiendo una mirada a Taro.-¡Somos los más rápidos moviendonos por los tejados! Pero... Antes deberiamos ir a mirar esa biblioteca, ¿no?-dijo con algo de duda, apelando a que sus compañeros de torreón expresaran su opinion.

Marsi se mantuvo un poco al margen delas conversaciones, aunque atenta por si decían algo importante. Solo fue a la entrada cuando oyó que alguien llegaba, y vio con alivio como el bicho parlante entraba aparentemente de una pieza. La actitud evasiva y borde del clinger hizo que Marsi arrugase la nariz, sintiéndose algo estúpida por haberse preocupado, y volvió a la cocina con el grueso del grupo.

Hablaban de magia, pero pronto la conversación pasó a la comida. Las chicas fruta para variar ponían sus intereses por delante, y Kora no se había cortado un pelo en ofrecer la comida del grupo a cambio de sus caprichos.

-Cualquier cosa que podamos comer o beber nos sirve.- dijo, cortante- La comida no es precisamente abundante ni fácil de conseguir aquí, y no vamos a darla por las buenas a cambio de algo que no solo no os sirve de nada sino que solo van a poder disfrutar dos personas de nuestro grupo, y ni siquiera por supervivencia.

Evidentemente, Marsi no sabía que los daelicianos necesitaban ese dulce para vivir. Tal como las propias chicas lo habían expuesto, la miel era solo para hacer la comida más agradable, para cambiar el sabor de lo que no les gustaba, como tragar la medicina con zumo para que no te sepa a rayos. Pero ellos necesitaban la comida para sobrevivir, no sabían si las cestas estarían allí para siempre, no sabían si algo podría atacarles e impedir recogerlas un dia, tal vez dos, o tres. Para Marsi toda la comida que no estuviera envenenada era necesaria, fuera del mundo que fuera.

-Podemos ofreceros refugio en caso de que algo os ataque camino de la biblioteca, o necesitéis hacer un alto en el camino, o saber qué áreas son seguras por la zona, pero no estoy dispuesta a regalar comida.

Aburrido y habiendo terminado de escribir la información de Taro, busco a sus compañeros con la mirada, viendo  a Korasihanna buscando entre las cestas macieleras y sacando de estas varios botes de miel, para consecutivamente pedirlos sin mas. "Dudo que vayan a dárnoslo así por que si, por mucha carita de niña buena que pongas" pensó Dhelian, cosa que le confirmo Xalcoth que acaba de llegar al parecer, añadiendo que podrían hacer un truque. Dhelian estuvo atento al intercambio de palabras, curioso por lo que hablaban,, la miel les convenía tanto a el como a Korasihanna, pero el intercambio que pedían en el otro grupo significaba que tendría que dar algo de sus propias cestas y, exceptuando la miel que solo ellas dos podían comer, el resto pertenecía a todos los letarginos. La palabras de Marsi confirmaba lo que pensaba: entregar comida que era de todos, solo por algo que únicamente comerían Korasihanna y el, así por que si y sin permiso, estaba siendo muy descarado. Por eso decidió dar su opinión sobre el tema, no quería que hubiese mas líos con la comida.

- Marsi acaba de dar su opinión sobre el tema, ahora me gustaría dar la mía. En lo que a mi respecta a Korasihanna ya mi nos convendría obtener la miel, pero no tenemos derecho a entregar alimentos de nuestras cestas sin permiso del resto del torreón - dijo un poco incomodo pues se sentía observado, había tenido problemas con los alientos desde que llegaron y la historia volvía a repetirse- Si el resto de mis compañeros de Letargo están de acuerdo se podría intentar hacer el truque, pero si ellos no lo están, yo por lo menos no insistiré. No deseo tener problemas con mi grupo por el deseo de obtener la miel. - añadió dejando en claro su opinión en aquel asunto. Quería la miel, sí, pero solo si el grupo entero estaba de acuerdo en entregar algo de las cestas, sino era el caso, bueno se aguantaría con lo que tuviesen. La convivencia por fin mejoraba ligeramente, no quería empeorarla de nuevo.

Cuando la daeliciana intervino, el ingeniero atendió a su petición proporcionándole su nombre, así como la aclaración que había visto necesaria en un considerable número de sus compañeros de que podía acortarse a “Archi”. Cualquier otro comentario inmediato por parte del programador quedó pospuesto por la llegada de Xalkoth. El irrense se sintió aliviado al comprobar que se encontraba bien. Aunque no lo hubiese demostrado externamente, el bienestar del insecto le había supuesto una sincera preocupación, mitigada en parte por la conversación sobre magia que inevitablemente atrajo al biomecánico cual mosca a la miel. Y de miel precisamente era de lo que se estaba hablando.

Tras analizar detenidamente las intervenciones de cada uno de los participantes en el debate, Archime se adelantó cuando vio una oportunidad y decidió que era momento de exponer las cosas tal cual eran.
—Disculpad, ¿me permitís realizaros unas preguntas? —se dirigió hacia los cosechados del otro grupo—. Sospecho que el contenido de las cestas de vuestro suministro es idéntico al nuestro, ¿podríais confirmarlo? Y, así mismo, necesitaría que identificaseis cada uno de los alimentos de acuerdo al mundo de procedencia, ya que contáis en vuestro grupo con personas provenientes de planetas que no se hallan representados aquí.

El ingeniero atendió a toda la información que se le dio, aportando él mismo aquella que ellos desconocían. No se le pasó por alto que hubo tan solo un elemento que nadie reclamó como suyo. Y efectivamente ambos suministros estaban conformados por exactamente los mismos alimentos.
—Nero ya os ha hablado del syv, proveniente de Sihndro. En cuanto a los bollos y esta harina, proceden de Irraria, mundo del que Cío, Ippon y yo mismo provenimos. Por último, la comida envasada en barras ha sido reconocida por Taro como perteneciente a la dieta habitual de Carabás, su planeta. Estos últimos productos contienen una elevada cantidad de calorías, necesarias para el metabolismo de nuestras respectivas especies. Desconozco los motivos fisiológicos que producen el gasto energético de los carabeses, pero sí puedo exponeros la razón por la que un irrense requiere del consumo de más calorías diarias que la mayoría de vuestras especies —el biomecánico alzó la cabeza sin variar su expresión mientras se subía el puente de las gafas, aunque al notar que había un elevado número de personas pendientes de él se revolvió nervioso en el sitio y volvió a bajar la mirada antes de continuar—. Disponemos de un órgano bioeléctrico que ya he observado que se trata de un vestigio evolutivo en los mamíferos exclusivo de Irraria, al menos si tan solo tomamos en cuenta las especies aquí representadas. Dicho órgano produce descargas eléctricas y nuestra especie ha optimizado a lo largo del tiempo el uso que se hace de ellas, obteniendo como resultado más relevante implantes biomecánicos de alta precisión como de los que Cío y yo disponemos. Dichos implantes requieren de un continuo suministro de alimentación procedente del órgano, con lo cual resulta en un gasto considerable de energía por parte de nuestro metabolismo —hizo otra pausa para alzar la cabeza y parpadear unas cuantas veces. Normalmente se hubiese extendido más, pero el nerviosismo que sentía por encontrarse hablando frente a tanto público le impedían explicarse adecuadamente. Al menos lo que él consideraba adecuado—. Ello implica que los alimentos citados anteriormente con toda probabilidad supondrán una ración calórica mucho mayor que la que vuestra fisiología necesita y su consumo continuado resultará en un exceso de ellas en vuestro organismo.

Hizo una pausa más larga para mirar a los del otro grupo alternativamente, como esperando que ya hubiesen sacado las conclusiones pertinentes. Sin embargo, se hizo patente que esperaban que siguiese exponiendo, y eso es lo que hizo.
—Por ello, la propuesta que resultaría más lógica sería establecer un intercambio periódico de entre dos y tres semanas de la citada miel y la cantidad que estiméis pertinente de los alimentos hipercalóricos. Así mismo, se podrían pactar otros intercambios dentro de esa periocidad de otro tipo de alimentos, propios de los mundos cuyos cosechados se encuentran representados exclusivamente en el torreón contrario. Para ilustrarlo en un ejemplo, se podría intercambiar en algunas ocasiones caviar ochrorio por syv sinhadre, por instancia. No obstante, la decisión está en vuestras manos.

Mientras esperaba alguna respuesta por parte del otro grupo, Archime decidió retirarse estratégicamente hacia terreno conocido y se colocó cerca de los compañeros de su propio torreón, con los que al menos ya disponía de cierto trato y creía conocer más adecuadamente su comportamiento y posibles reacciones. La lógica de lo que había dicho era irrefutable para Archime, pero ya había observado que no siempre imperaba en los demás por algún motivo que aún no alcanzaba a comprender. Por ello y solo por ello había hecho la acotación final. Y aún a pesar de haber realizado lo que cualquiera de los presentes excepto el propio Archime consideraría sin dudas como un interminable discurso, el biomecánico no había expuesto todos sus pensamientos relativos a los alimentos de las cestas. Quizá lo haría cuando tan solo sus compañeros de torreón estuviesen presentes.

Kora no tarda en pedir por la cara la miel que los habitantes del torreón, pongo los ojos en blanco ante su descarada petición e intervengo antes de que pase nada malo pues Marsi parecía cabrearse por momentos.

-Marsi, relájate, siempre puede llegarse a algún tipo de acuerdo,- y acercándome más le susurro al oído,- y con tal de no aguantar a Kora durante las comidas pago.

Ante mi sorpresa Archi empieza a disertar un buen monologo, capto sus palabras aunque habla bastante enrevesado, casi como los médicos que teníamos en mi tierra. Al final consigo sacar cosas en claro y digo.

-Por mi de acuerdo, no es un trato que nos venga mal. Ademas se deja abierto a otros tipos de intercambios mas adelante, eso ademas nos dejara en posición de poder contarnos lo que descubrimos de la ciudad cada cierto tiempo cosa que nos vendrá bien. La pregunta ahora es, ¿cada ese tiempo, y una vez cada uno, va un grupo al torreón del otro a entregar la comida y recoger la otra o preferís quedar en un punto intermedio cada vez?

Taro había vuelto a deslizarse a un segundo plano una vez la conversación se desvió del asunto de la magia, y allí permaneció de buen grado. El tema de la miel y el intercambio le daba un poco igual, él se adaptaba a lo que hubiera y el hambre crónica que en ocasiones experimentaba en Maciel no era una excepción. Pero si a él le caían algunos paquetes más de comida desde luego no se iba a quejar.
Sin embargo los pensamientos del carabés derivaron momentáneamente por otros derroteros cuando la otra daeliciana empezó a hablar de nuevo. Cuando Kora dijo su nombre completo, y lo repitió encima, Taro no pudo evitar ahogar una risotada disimulándola malamente como una tos. "Y se ve que el día que viniste al mundo tu madre estaba un poco pasada de copas."

La llegada del clinger le suscitó curiosidad, pero no demasiado alivio. Xalkoth no le había dado demasiados motivos para ganarse su aprecio y Taro aún tenía recientes las palabras de la plaza de las estatuas, por lo que su regreso, y además aparentemente ileso a juzgar por lo poco que asomaba por el poncho, se la traía un poco floja.

La larga exposición de Archi le hizo sentirse de repente como si acabase de teletransportarse al aula 23 a última hora en clase de Biomagia. En consecuencia Taro cambió varias veces de postura, ahogó algún bostezo y su mirada vagó intranquila por toda la sala hasta que el irrense terminó la explicación del órgano bioeléctrico. Sin embargo sí estuvo más atento cuando ésta terminó, y la propuesta de Archi le pareció razonable y la mejor manera de salir del bucle en el que se había sumido la conversación a su entender.

-"Totoro" se ha dado un buen carrerón hoy y prefiere quedarse en casa- señaló cuando Shaco mencionó una posible excursión al torreón vecino-. Estamos un poco reventados y tampoco es que el tema este de la miel sea muy urgente, ¿no?- se encogió de hombros-. Podemos ir otro día a la biblioteca esta y de camino pasarnos por ahí. Así de paso vosotros os organizáis sobre qué queréis dar ese día a cambio de la miel y nos ahorramos otro debate como este- la mentalidad carabesa premiaba la eficacia por encima de todo. Taro no era ni de lejos el mejor ejemplo, pero ese tipo de cosas siempre dejaban su huella.

-Fuera no- saltó inmediatamente ante el apunte de Sura. Se revolvió el cabello como acto nervioso al toparse con la mirada inquisitiva del resto-. Hay mucho bicho por la calle que también querría agenciarse algo de lo que llevásemos encima, ¿me explico? Si podemos cambiar lo que sea bajo techado, mejor.
"Espero que a Astra no le guste mucho la miel."

No tardaron mucho en llegar el resto de miembros de aquel grupo, en no muy buenas condiciones. No solo faltaba el bicho, sino que pronto (cada uno a su... peculiar modo) comenzaron a contar exactamente qué les había ocurrido en la salida. Descripción de las vaginas de unos petrificados que se habían encontrado incluida. Cuando uno de los chico-topo mostró una imagen de la cosa que les había atacado no pude evitar alzar una ceja.

—¿Habéis dejado al bicho a merced de eso? Menudo compañerismo se respira en vuestro grupo

No dije nada más y pronto comenzaron a hablar de varios temas, principalmente magia. Silbé sorprendido al ver que los cristalitos comenzaban a brillar al cortarse. No tardó mucho en llegar Xalk (nombre recientemente recordado) y se empezó a hablar de un trueque de comida. Las palabras de Archi me hicieron fruncir el ceño mientras intentaba traducirlas a un lenguaje menos enciclopédico.

—En resumen, que si comemos tu comida engordamos —acabé diciendo con una sonrisita, mirando de reojo a Kora al recordar lo que nos había dicho cuando encontramos la cicatriz—. Deberías dejar de hablar así o comenzarán a llamarte Archipedia —bromeé al pensar en un nombre que viniese mejor para el chico.

Al principio el trueque me había dado igual, aunque cuando Marsi había hablado caí en la verdad de pedir comida a cambio de algo que tirarías por no poder comerlo.

Al parecer, la chica no comprendió mi indirecta. Tampoco es que quisiera ver a una joven desangrarse en una cocina, no es algo con lo que fantaseara demasiado. Cuando comenzó a dirigir preguntas hacia mí y la joven de pelo blanco, me perdí por completo. Por suerte, nos interrumpieron gritos dirigidos del exterior y pude escabullirme pasando desapercibido. Me dirigí a las mazmorras, aún con espada en mano, con un intento de buscar equipamiento secundario. Recordé ligeramente una escena de cuando veía en la televisión Dragon Ball, y pensé que podría serme útil para ganar algo de resistencia a la hora de manejar la espada. El maestro hizo que Goku llevara a cuestas un pesado caparazón de tortuga, he hiciera diversas tareas con él. Obviamente no iba a encontrar un caparazón de tortuga en ese montón de basura, pero quizás algún cuchillo o una espada corta que pudiera llevar atado a la cintura. Cualquier cosa que me otorgara un peso extra en mis movimientos comunes y que pudiera emplear tanto para defensiva como ofensiva. Me hice con tres dagas enfundadas, aproximadamente de unos 20-25 centímetros de largo. Parecían más ser de decoración que para combate, pero me servían de todas formas. También pude encontrar la funda de mi Claymore corta, que al parecer, se encontraba en bastante mejor estado que la espada.

Contento por el hallazgo, intenté cargar con los objetos encontrados, y, evitando el apilamiento masivo de la gente nueva en el torreón, subí hacia el cuarto en el que dormí la noche anterior. Rebusqué por los baúles de ropa y di con nuevas prendas a mi gusto. Una fina camiseta negra, con unicamente una manga. Según parecía, la otra manga fue arrancada o cortada de mala manera, al ver algunos puntos donde las costuras se abren. Los pantalones encontrados eran de semejante color, pero en peor estado. No tenían comparación con los míos, pero si estaban rasgados en más de un punto. Por ultimo, y el que fue mi objetivo desde el principio, un cinturón que me iba a servir para situar tanto las dagas como la espada, ya que la supuesta Claymore, presentaba una longitud más corta de lo habitual, no me dificultaba correr o caminar ya que la funda no rozaba el suelo. Pero era por poco. Sabía que tendría que encontrar más adelante una forma de llevarla, a ser posible, a la espalda. Coloqué las dagas al extremo derecho de la cintura. Y la espada en el contrario.
Practiqué movimientos normales para comprobar que nada interrumpía mi posible día a día, y así era. Cuando di por acabada la "preparación", bajé y, quedándome en un sitio apartado y callado, intenté escuchar alguna conversación entre ellos para ponerme al día de la situación.

Hablaban de magia, intercambios de comida, y una biblioteca. Ninguno de estos temas me interesó en absoluto. La magia de la que hablaban parecía tratarse de una especie de juego, y no me apetecía creer en semejante fantasía en esos momentos. Con la alimentación tampoco tenía problema, ellos la traían y todavía no han puesto ninguna pega, aun que si me pidieran ayuda yo lo haría. Y el asunto de la biblioteca no me importaba demasiado. Todavía no he salido de este torreón desde que llegué y no tengo intenciones de hacerlo sin estar bien preparado sin saber lo que podría encontrarme, más aún viendo algunas heridas de los del grupo. Permanecí escuchando, con la cabeza baja.

Cío miró extrañado al clinger cuando dijo que no se había enterado de nada a pesar de haberse quedado en el barrio más tiempo que ellos. Pero empezó a actuar tan despreocupadamente que se sintió tentado de, simplemente, pensar que era un cabeza hueca. «Pero tuvo que escuchar los gritos en las calles, tuvo que oírlos…». Sin que llegase a hacerle preguntas al respecto, el insecto ya había respondido a las de Keiria de forma apresurada y estúpida, y entraba en el torreón. «¿Por qué se ha puesto así? ¿O es que aún sigue con la tontería de no querer ayuda de nadie? ». Aunque no se le escapó que su expresión cambiaba al empezar a moverse. «¿Qué esconde? Está más raro que de costumbre».

Lo siguió al interior, mirando sus movimientos con curiosidad. Ya no aparentaba torpe como cuando se acercaba hacia ellos desde el exterior. «¿Y si el cosido le hizo algo? ¿Y si…? ». Estaba empezando a barajar situaciones ilógicas que podía provocar la magia, como por ejemplo que le hubieran, efectivamente, abierto el cerebro, y por eso ahora estaba aún más extraño que de costumbre. Pero, si algo había aprendido en los días de convivencia, es que tampoco tenía que pasar nada inesperado para que el clinger se comportase de forma extraña. En el interior ahora hablaban de unos intercambios de comida, discusión en la que no tenía interés por meterse «hasta ahora hemos vivido bien con lo que teníamos en estas cestas, pero que hagan lo que quieran». Escuchaba la conversación y también observaba sin mucho disimulo los movimientos del clinger, estático de cintura para arriba «¿escondes algo debajo del poncho?». Le gustó el resumen que hizo el humano de la perorata de Archi, y le hizo soltar una risa por lo bajo. «Podemos cambiar a este por la miel para que se encargue de darnos las versiones simplificadas». Apenas había prestado atención a dicho discurso, pero sí entendía que, aunque fuesen hipercalóricos, eran alimentos válidos para aquella gente.

Tampoco había sobreentendido que el tema de la biblioteca fuese para ese día mismo, y le tuvo que dar la razón a Taro al darse cuenta por su respuesta.
—Hoy, ni de coña —dijo tajantemente— no creo que nadie esté para más trotes, ¿verdad? —Acto seguido dirigió la mirada a su izquierda, donde estaba Xalkoth, propinándole, disfrazado de gesto amistoso, un codazo sin saña pero sin suavidad en el hombro derecho.

P.D. Hay una tirada de dado por medio para elegir hombro, que conste >_>.

Los componentes de aquel grupo comenzaron a presentarse cada cual a su manera. Cerca de Lhelian se encontraban una pareja de chicos que me recordaban poderosamente a la mujer que me había traído a mi nueva vida. "Tienen un color de piel muy parecido a ella. Podrían ser familiares, o quizás saber algo de ella." El chico se presenta como Nero a lo que respondo con una sonrisa dulce mientras me aparto un mechón de pelo de la cara. Algo dentro de mí se revuelve al encontrar nuestras miradas.

Esos profundos ojos verdes no parecen ser muy diferentes a los ojos de mi madre. El color de los chicos es mucho mas enfermizo que lo que estaba ya acostumbrada a ver en los habitantes de mi torreón. Lo que mas poderosamente me llamaba la atención de esas dos personas era que, aunque tuviesen ese color enfermizo, sus cabellos y ojos eran de un color demasiado llamativo. Tan llamativo que consiguen que me interese por esos dos chicos. La pequeña risotada y las formas de actuar del chico me acaban provocando una pequeña sonrisa graciosa que no pude reprimir haciéndome que mire al suelo y niegue con la cabeza.

Casi sin saber muy bien el por que comienzo a notar como un calor sube por mi estomago y se centra en mis mejillas. "¿Es posible que este ruborizada? Korasihanna céntrate y deja de pensar sandeces maldita sea. Que calor mas incoherente y sin sentido maldita sea." Las palabras de Marsi me hicieron salir de mis pensamientos para dirigir una mirada de desaprobación oculta tras una sonrisa inocente. Surásara parece ser que se ha olido la ruptura de la burbuja de bienestar entre las dos al intervenir ella y comentarle algo a la enferma al oído.

Lhelian comienza a hablar sobre la idea del trueque y de que necesitaríamos el consenso de todos los de nuestro torreón para llevar a cabo un trueque de esas características. Lo único que puedo hacer es soltar un pequeño bufido casi imperceptible salvo para los mas cercanos a mi mientras me encaramo a la  mesa quedando con los pies recolgando. De reojo comienzo a mirar a los presentes observando sus reacciones mientras hablan pero al escuchar las palabras de Nero me quedo mirándole algo extrañada.

Un chico llamado Archime comienza a hablarnos sobre las necesidades de cada uno pero de pronto comienza a hablar de una manera en la que al cabo de unos segundos me he perdido en la conversación y simplemente le miro con la mirada algo perdida pasando de su boca a su extraño brazo. Al acabar de hablar el chico comienzo a mirar a todos intentando encontrar a alguien que pareciese haber entendido el verborrea de palabras articuladas por Archime.

Mi mirada salta del chico del pelo naranja a Nero observando su coloración capilar en su trenza y de él mis ojos se posan en Álvaro que al parecer hace un resumen sobre todo lo comentado por el chico. La escueta re explicación que hace el enfermo me hace soltar una pequeña risa dulce mientras juego inconscientemente con uno de los mechones de mi pelo entre mis manos.

La conversación del intercambio se tornó un tanto caótica: por un lado, Marsi y Kora casi enfrentadas por el tipo de "intercambio" (no por nada ya que la daeliciana daría toda nuestra comida como si nada), luego Archi con su diatriba sobre el por qué de necesitar ciertos alimentos, entre tanto unos que querían salir ya a la Biblioteca y otros que no... Pero por fin alguien resumió todo y dijo lo más normal: Taro.

-Opino como Taro. No hay prisa y encima, a este grupo les atacó el bicho ese. Otro día nos juntamos, les mostramos la Biblioteca y negociamos lo de las provisiones. Es bien sencillo: Archi ya les sacó una foto al mapa, así que cuando vayáis a por los libros, os pasáis a la vuelta por nuestro torreón (está de camino) y listos. Ah, la contraseña para entrar es mellon.-rematé, riendo, buscando a Shaco con la mirada.-Bueno, ¿nos vamos entonces? Creo que ya hemos abusado de vuestra hospitalidad demasiado tiempo y están Neith, Yrfy, Talento y Ozzy solos... Pues que os recuperéis y ya nos vemos, vecinitos.-me despedí sonriente.

No dije más sobre los tres, pero la mirada que les eché a mis compañeros al mencionar a esos tres significaba algo como ¿Estará el torreón en llamas al volver? ¿Nos recibirá una Neith convertida a alguna de las religiones?Sin embargo, Marsi habló entonces del cuadernillo que encontramos, lo cual volatilizó las ganas de marcharme.

Cuando se aclaró todo, y solo entonces, salimos en dirección al Torreón Letargo.

Lara hizo oídos durante toda la conversación y la única razón por la que no intervino fue porque los niños estaban inquietos y había centrado su esfuerzo en calmarlos. Sin embargo, poco a poco fue fraguando ideas más o menos acertadas sobre la magia, la comida y otras cosas. Se había desilusionado al ver que su logro no fue tan destacable y podría haberlo hecho cualquiera, pero ahora que sabía que la magia estaba en la sangre y en ellos mismos por lo que Taro dijo sobre el tacto, se abrían una infinitud de puertas ante sus ojos (la mayoría forzadas por ideas absurdas).

Estuvo a punto de pedir que incluyeran requesón en los intercambios, excusándose en los niños, pero la propuesta de Archi daba cabida a algo de requesón extra sin ninguna mentira de por medio y acabó por no decir nada. Cuando los letarguinos dijeron de irse, Lara se despidió de todos ellos y les deseó un buen camino de vuelta. Una vez hubieron subido de nuevo el puente, recuperó su locuacidad

-Si es tan venenosa esa miel, tal vez nos convendría aprovecharla un poco-sugirió a su grupo mientras acunaba a dos de sus bebés-. Los días que andemos más sueltos de comida, podríamos ir hasta la zona de las cestas solo para embadurnar la comida con miel y dejar que los serpelinos y otras posibles criaturas le hinquen el diente. Si hacemos eso a menudo podrían dejar de molestarnos. Y total, volveríamos sin cestas, así que no estaríamos gastando ningún frasco de los que fuéramos a darles. Si son animales medianamente inteligentes, algo que parecen ser, buscarán otra cosa-todo esto se basaba en una intuición, como casi todo lo que Lara podría sugerir-. Os lo digo yo que he tenido mascotas en casa.

Tras decir lo que opinaba solo atendió a la conversaciones y a lo que decía Archi, a lo que su grupo estuvo mas o menos de acuerdo, cosa que agradeció, no quería mas problemas en cuanto ala comida se refería. Por eso cuando solucionaron aquello y dejaron claro el asunto de que en otro momento se encontrarían para el posible intercambio se acerco a Shaco para despedirse.

-Entonces nosotros nos vamos ya, espero que te cuides bien tú y todos los demás -dijo sonriendo al resto antes de abrigarse bien en el anorak y salir con resto de su grupo, guardando a buen recaudo su cuaderno con la información que había obtenido y que pensaba ver si funcionaba con el libro de magia que tenían.

Sigue en el Torreón Letargo.

Observó impasible las conversaciones mientras se empezaba a discutir las posibles cosas a intercambiar. Le daba igual lo que les dieran a cambio, siempre que fuera útil.
Cuando se mencionó lo de ir al otro torreón el clinger se preparó para declinar la oferta. Siempre salía a cualquier sitio, y no le hacía gracia perderse excursiones, pero tenía un brazo roto, y si quería que curase lo mejor posible tendría que quedarse. Por esa misma razón, a pesar de que consideraba incorrecta la información del naranjo sobre quien era el más rápido, prefirió que el resto lo creyera así.

Un ataque de mala leche le vino cuando una de las hembras que habían llegado tuvo la cara de ofrecer refugio por las cestas? “¿Refugio? ¿En serio? ¿No es refugio acaso lo que os estamos dando ahora? Si vais a cobrar por él sera mejor que vayáis largándoos todos por la puerta ya. Y desde luego la miel se queda aquí”
No llegó a decírselo a la cara. En parte porque nadie más aceptó esa propuesta, un acto de sensatez que sorprendió a Xalkoth pero que agradeció igualmente. 
La otra causa le llegó en forma de golpe. Uno de los “bracirraros”, como los había bautizado mentalmente a la hora de dirigirse a esos tres en concreto, le había seguido desde el exterior, y le acababa de propinar un codazo en su hombro malo. 

Aunque no alcanzó la fractura, que se encontraba mucho más abajo, el golpe alcanzó una zona en la que el exoesqueleto se encontraba roto. La piel de un clinger era muy frágil, y este golpe, aunque no fuera muy fuerte, bastó para hacerle una herida, y también para que se le agitara el brazo, provocando que las dos mitades fracturadas se frotaran entre sí.
El dolor, mucho más el del hueso que el del hombro, no tardó en hacerse notar, y el insecto contuvo un chillido de dolor, que quedó reducido a un gemido, mientras se tambaleaba en la dirección opuesta al irrense.

“¿Me ha agredido? ¿Por qué me ataca?” La mente de Xalkoth se había puesto en alerta, ya que no entendía que los golpes se pudieran utilizar para algo que no fuera herir, y cuando buscas herir, al menos en Dryfus, solo lo haces para matar, así que a ojos del clinger el irrense estaba intentando asesinarle por alguna razón desconocida.
Sin embargo algo no cuadraba. En vez de mantener la ofensiva, se había quedado mirándole, extrañado. Solo en ese momento Xalkoth se planteó la situación de otro modo, descartando lanzarle un cuchillo y huir.
“¿Y si ha sido un accidente? Si quisiera atacar seguiría haciéndolo. Además no tiene sentido hacerlo con las manos cuando puedes usar armas. ¡Oh no! Acabo de soltar un grito. Si ha sido un accidente solo necesitan ver mi reacción para darse cuenta de que me pasa algo. Piensa rápido, ¿Como enmascaro esto?”

Había pensado con una velocidad considerable, pero aun así era imposible que no hubiera pasado algo de tiempo mientras tanto, el suficiente como para que sus gemidos hubieran atraído la atención de más gente. Sin muchas opciones, el insecto decidió probar algo a la desesperada, y lanzó un suspiro, como si se estuviera recuperando de un buen susto.

-Ufff no te había visto, que susto me has dado- Con un poco de suerte se atribuiría su reacción a un susto y no pasaría de ahí.