Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

Me acerco yo también a la cesta con crías antes de que el resto de habitantes del torreón llegue. Miro dentro y no entiendo por qué dicen que son monos, <<Son feos con ganas, aunque de una especie de animal y sin pelo tampoco se puede esperar mucho. Lo que no entiendo es por que demonios las ha traído, este lugar es peligroso, y ademas no esta aquí con ellas, ¿que clase de madre abandona a sus hijos para irse por ahí?>>. Niego con la cabeza y me alejo, quizás ella tenga sus motivos pero yo no alcanzo a comprenderlos.

Llegan los excursionistas con malas caras lo cual no me hace si no sospechar que ha pasado algo malo. Mis sospechas se ven confirmadas al apreciar rastros de sangre en algunas cabezas asi como lo que contaban. Grabo en mi memoria la imagen del ser por si alguna vez me lo encuentro y veo a la gente que no conozco reunida hablando en un sitio. Me acerco y saludo.

-Hola, no me he presentado antes y lo lamento, ha sido una falta de cortesía por mi parte.- le digo a la chica de pelo blanco, y ya dirigiéndome a todos digo,- Mi nombre es Surásara, aunque los del torreón me llaman Sura nada más, podéis llamarme como gustéis, un placer conoceros. Procedo del mismo mundo que vuestra compañera Keiriarei, aunque a diferencia de ella yo he estado en el cuerpo militar,- Me fijo mas y veo que el chico de pelo negro tiene ojos amarillos, aunque no son iguales a los de los ulteranos, también me fijo mas en la chica, y por los ojos y el pelo realmente parece una wahtaré,- Bonitos ojos,- les digo a ambos, vuelvo mi atención al chico de pelo rosa,- Bonito pelo también.- digo sonriendo, mi cabello lo refleja moviendose.

El bullicio de la sala le recordaba al del comedor comunal y Taro aprovechó la ocasión para escamotear de nuevo una barra energética. La carrera le había dado hambre, pero tenía el estómago revuelto por la misma razón y no se veía muy capaz de hincarle el diente a algo más sustancioso. No se le escapó que el mujerío congregado en torno a las crías de Lara parecía saber perfectamente qué se hacía con ellas. Igual trabajaban de niñeras en sus respectivos mundos. "Se debe ganar bastante", conjeturó el carabés, al que dicho trabajo se le antojaba de una dificultad extrema.

Navegó de nuevo entre la gente en dirección al patio, presentándose escuetamente a quien le interpeló. Ahora que la adrenalina ya no fluía por sus venas las magulladuras volvían a reclamar su atención y no vio mejor momento para comprobar los daños que mientras todos estaban ocupados. Como era de esperar no había parches desinfectantes, así que se limitó a lavarse los raspones con un trapo y agua del pozo. Cuando consideró que había hecho lo que había podido regresó adentro.

-Mmm, gracias- no entendía muy bien a qué venía el cumplido de Surásara pero lo aceptó igualmente. Unos segundos de escucha le permitieron comprobar que seguían hablando de magia, y Taro cada vez entendía menos por qué se armaba tal follón en torno a unos cargadores de mierda. Porque si se cargaban con una burrada como sangre del usuario, no merecían otro apelativo.
"¿Que es "magia de verdad"?" El carabés frunció el ceño estupefacto cuando habló Lhelian. "¿Y cómo es la de mentira?"
-No vale con canturrear sólo- apuntó únicamente al entusiasta discurso de la daeliciana (porque a juzgar por el vestido iba a arriesgarse a suponer que era una tía)-. Si no haces la secuencia de gestos no sale nada.
"Tíos, que esto lo enseñan en preescolar..."

La pequeña expedición se había abierto paso a través de altos barrancos, laberínticos callejones y, en general, una fila tras otra de edificios ruinosos en su empeño por alcanzar el segundo torreón que el mapa les había revelado. Además de las reacciones de los otros, Akasha no pudo reprimir un profundo suspiro de alivio, en parte por ver Maciel –nombre que había escuchado de la boca de sus compañeros–, en parte por salir de los callejones que tan nerviosa conseguían ponerla. Terribles, terribles callejones.

Cuando el grupo se paró frente a la puerta del refugio, fue Álvaro el encargado de anunciar su llegada a los supuestos habitantes a base de alzar la voz. Mientras esperaban que alguien se diese cuenta de que estaban ahí, la campesina se levantó del suelo y se propuso dar una vuelta por los alrededores sin alejarse de la edificación, pues aunque poca y no necesariamente real, la sensación de seguridad que emanaba de la misma la tranquilizaba. Akasha rodeó el recinto de Maciel, admirando las estructuras cercanas.

Para su sorpresa, cuando terminó de apreciar los detalles de dos edificios en la parte trasera que, por muy espectaculares que fueran, se encontraban al borde de la desaparición, escuchó voces en las proximidades. Y no eran voces conocidas, pero sí le resultaban ligeramente familiares. Guiada por el sonido regresó a la entrada del torreón, la cual encontró abierta, y la atravesó para encontrarse con más gente de la que esperaba ver ahí dentro. Se aproximó por detrás a Xalkoth, cuyo nombre todavía recordaba, que se encontraba justo al comienzo de la sala. Parecía que acababa de llegar.

¡Estáis bien!-exclamó con notable felicidad. Que todos siguiesen ahí le parecía suficiente motivo de alegría.- Me había quedado fuera sin darme cuenta. No sé si me recordaréis, pero...

Ajena a la conversación que acababa de tener lugar, las malas caras, las heridas varias que con un poco de atención observó y el débil saludo de Xalk que vagamente había escuchado le resultaron preocupantes. Se aproximó a Shaco, que parecía tan alegre (o loco) como siempre. Era un chico que le resultaba curioso, principalmente porque desde su primer encuentro no sabía si le inspiraba confianza o más bien todo lo contrario. «Según la ocasión.» pensó. Bastante era que seguía vivo.

-¿Qué os ha pasado? -preguntó en voz baja, para no interrumpir las conversaciones que estaban teniendo lugar en varios lugares de sus alrededores.- Los ánimos parecen estar un poco...-y su expresión cambió radicalmente a una de completo interés cuando escuchó su palabra favorita de los últimos días entre las frases.- ¿Estáis hablando de los libros mágicos esos?

Pensar en los libros le recordó cierta pregunta pendiente que tenía con Alice, si bien ese no era el momento más adecuado para plantearla. Esperaría a que todo estuviera un poco más tranquilo.

La respuesta de Lhelian le resultó más informativa de lo que el daeliciano hubiera podido suponer, ya que respondió también a la pregunta aún sin realizar acerca del mundo del que provenían. Pero lo más importante, con los datos que le proporcionó sobre la miel, el irrense constató que la suposición de Lhelian acerca de cómo afectaba la misma a aquellos que no procedían de su mundo era, con toda probabilidad, correcta. Así pues, el biomecánico se dio por satisfecho con aquello, incluso se había enterado de la procedencia del alimento, y ya no volvería a preocuparse por aquel néctar salvo que alguien se empecinase en probarlo, en cuyo caso se hallaría en la disyuntiva de o bien impedírselo o, si se tratase de alguna persona perteneciente a una especie que no había probado la miel, sugerir que lo hiciese para confirmar al cien por cien aquella suposición. Pero tratándose de una suposición tan contrastada ya no le preocupaba si se cerraba allí, los datos que pudiese obtener a partir de ahí serían solo una manera de reafirmar lo evidente.

Le sorprendió comprobar que al parecer Shaco había sido quien no le había mentido de los dos humanos que habitaban su torreón, ya que la mayor parte del tiempo el pelinaranja tan solo farfullaba incoherencias, al darle Alice la misma respuesta que su compañero.

Centró su atención en Lara 37 y el daeliciano en cuanto se retomó la conversación sobre magia. No tuvo tiempo de elaborar ninguna hipótesis sobre los cristales con los datos expuestos por la ordesa, ya que Anriel les explicó que el agente que los activaba era la sangre. En cuanto lo mencionó, Archime sacó de uno de sus bolsillos el cristal que llevaba varios días ahí metido y al que le había dado alguna vuelta de tanto en cuando sin ver nada especial en él. Lhelian se le adelantó en la comprobación y el irrense dirigió una mirada que brillaba tras los cristales de sus gafas al ahora luminoso cristal. Aunque tenía la prueba de que funcionaba de ese modo ante sus ojos, no dudó en hacerse un corte en la palma de la mano con el suyo. Se sintió aliviado al comprobar que también funcionaba con él y, por tanto, con su especie. Al fin y al cabo cabía la posibilidad de que no fuera así por diversas y preocupantes variables a considerar.

Tuvo que esforzarse en contener la avalancha de preguntas que le quería formular a Taro al respecto del funcionamiento de la magia así como las innumerables dudas que habían surgido en torno al descubrimiento de los cristales, porque Lhelian continuó hablando sobre un tema de interés.
—¿Me permites fotografiar tus mapas, Lhelian? —inquirió al daeliciano cuando les mostró los dibujos que había hecho.
Cuando obtuvo su permiso, el ordenador de Archime almacenó varias imágenes en las que se plasmaban dichos mapas. Dedicó unos instantes a examinar detenidamente algunas de ellas, poniendo especial atención en aquella que reconoció como la de la zona circundante, conociendo así por primera vez el nombre del torreón en el que se encontraban.

No había hecho ningún comentario al respecto, pero el biomecánico se encontraba en un estado de impaciencia interna debido a lo que les habían contado acerca de la biblioteca y los libros que habían sacado de ella. Ya el simple hecho de que se tratase de un edificio que contuviese una gran cantidad de manuscritos físicos bastaba para captar su interés, pero además los del otro grupo hablaban de libros de magia. El comentario de Taro le hizo casi saltar en el sitio definitivamente y se acercó al carabés. Ni siquiera evitaba el contacto visual en esta ocasión, tan solo le preocupaba obtener más información. Necesitaba aquellos datos.
—Entonces, si he comprendido correctamente, los hechizos deben realizarse mediante una serie de gestos y recitaciones —comenzó a decirle sin más, de forma un tanto atropellada y con un cierto deje de impaciencia en el tono que rara vez dejaba traslucir. Porque rara vez su tono transmitía algo—. ¿Tienes alguna idea de cuál es el propósito de este cristal? Considero improbable que sea proporcionar iluminación ya que en este mismo torreón hay un mechero y velas, lo que ya resulta un método más eficaz que este de obtener una fuente de luz.
Tan solo la impaciencia por obtener respuestas le impidió continuar unas, de otro modo, presumiblemente interminables elucubraciones y teorías. Archime parpadeó varias veces y se retorcía las manos con nerviosismo mientras esperaba obtener datos de Taro.

Ante la reacción de la daeliciana el aprendiz sacudió su cabeza y, ligeramente sonrojado, se llevó la mano a la nuca, soltando una risilla nerviosa.
-¡No tienes que darme absolutamente nada a cambio!-dijo, pero al poco añadio.-Tan solo promete cuidarlo y es todo tuyo.-con un guiño.

Atendió a las palabras de la Lhelian con atención y luego a las preguntas de Archi, como siempre, que cubrian todas las curiosidades necesarias que pudiese tener el aprendiz y más aún, pues al chico se le veia muy excitado por conocer aquel lugar, que, junto con las correcciones que hizo Taro, el fuero interno de explorador y devoramundos del aprendiz se encendió y como el fuego, muchos de los presentes comenzaron a pensar lo mismo.
-¡Me muero de ganas por ver ese lugar! ¡Quiero aprender a hacer magia de verdad cuanto antes!-

>> ¡Y así derrocar al Buddah cuanto antes! ლಠ益ಠ)ლ
>> No tan deprisa, pimpollo.

;Mientras, en una paradoja espacio temporal;

Asintiendo dramaticamente, con sus brazos cruzados, escuchó las palabras de Alice hasta el final. Sin duda se encontraba ante una genuina fan de los libros y no un mindundi cualquiera al cual "le molara mucho las pelis" Esos fakers merecian morir en los ultimos anillos del infierno de Morgoth.
Cuando la chica le secundó la broma ante el Irrense, dejó escapar una risilla casi silenciosa de las suyas, aunque esta vez simulara mejor a una hiena que a un mono.

Finalmente, en mitad de su conversación con Lhelian, captó otra figura ligeramente familiar con el rabillo del ojo. La presencia de la Ochoria no era una gran sorpresa para el aprendiz, pero internamente se alegró de que ella tambien hubiera salido ilesa de los peligros de la ciudad. Con un gesto con la mano y una sonrisa alegre la saludó, pero finalmente se dió cuenta que se acercó a él con cierto aire conspiratorio y se arrebujó a su mismo nivel, respondiendola con susurros, como si estuvieran hablando de secretos de estado mayor.
-Nos topamos con una aberración de deviantart y nuestro bicho se ha perdido. Estamos algo... ligeramente... superficialmente...-pensaba que palabras usar.-No muy preocupados por él, pero seguro que está bien.-terminó por responder. Frente a la segunda pregunta, asintió rápidamente, mirando a todos lados con nerviosismo, como si le estuvieran escuchando las paredes.-De eso mismo hablamos.-

Cansado de mantener aquel juego solo con la ochoria, pegó un bote en el sitio y acortó la distancia entre el carabés y el irrense. Estrechandoles a cada uno con uno de sus brazos les arrejuntó en un corro, con sus caras realmente cerca y con el mismo ambiente de secretismo habló a los dos chicos.
-¿Y bien, cuando vamos en busca de esa biblioteca?-

Se encontraba explicándole sobre la Biblioteca y los mapas a Shaco y Lara ando Archi se acerco pidiendo hacerle una fotografía, preguntándose como agria eso pues no veía que tuviese ninguna cámara a mano. Ver que usaba su brazo mecánico para le sobresalto un poco viéndolo con interés y curiosidad "Me pregunto como puede hacer eso. Lo he visto anteriormente incluso escribiendo en especie de pantalla que parece" pensó curioso, preguntándose si ese seria también algún tipo de magia, mas tecnológica. Iba a preguntarle mientras le devolvía el cristalito brillante a Lara, buscaría luego de esos en Letargo. Su atención se volvió al cristal brillante con toda la ilusión del mundo hasta que oyó unas palabras que le preguntaba Archi al chico de  piel cetrina, al que por fin pudo identificar por el nombre de Taro. "Un momento....están hablando de la Magia" sus ojos se abrieron mucho y atraído cual abeja a la miel, se acerco a Taro y Archi.

-No nos conocemos por desgracia, me llamo Lhelian, lamento la interrupción repentina pero no he podido evitar escuchar que habláis sobre la magia y su funcionamiento, y me gustaría poder saber mas de ello- dijo hablando un poco rápido y emocionado mirando a Taro como si se tratase de alguien importante. "Parece saber mucho de magia y eso es realmente muy bueno, debo ver si consigo aprender mas sobre estos milagros. Ademas dijo algo importante, al parecer no es solo decir las palabras, también son gestos, algo así también aparecía en las anotaciones aunque no lo comprendo del todo aun" pensó mirándolo interesado, prácticamente tanto como el propio Archi que ya se había encargado de preguntar las dudas similares a las suyas propias- No se mucho sobre magia, en el mundo del que provengo solo el ser de huesos del volcán la usa, por eso quiero saber todo lo que pueda de ella- dijo mirándolo interesado queriendo oír todo lo que dijera, con emoción contenida a duras penas, aquello era especial para el, toda la vida leyendo sobre magia y milagros en los libros y ahora en esa ciudad gris y tenebrosa encontrarse con que la posibilidad de hacer magia estaba al alcance de su mano. Al parecer el hecho de que el cristalito brillara no era demasiado, pero para el era mucho, aunque no podía evitar darle un poco de razón a Archi y a sus palabras, que a su vez estaban dándole información muy importante sobre la magia a través de sus elucubraciones. Usar el cristal como fuente de iluminación teniendo el fuego y antorchas resultaba poco practico "Aunque a mi me habría venido bien el brillo del cristal la primera noche que pase aquí" pensó poniendo un leve puchero, sin poder evitar al recordar las tenebrosas noches oscuras. Sacudiendo suavemente la cabeza volcó su atención en Taro, sacando su inseparable cuaderno para ponerle casi frente a los ojos los hechizos que había escrito- Tal vez a ti te suene mas que a mi, pareces ser alguien que sabe mucho de este tema -dijo viéndole con una sonrisa ilusionada, esperando que el chico hablase. Este comenzó a hablar, aunque aprecia costarle bastante y Dhelian no perdió detalle, tenia preguntas en la punta de la lengua, pero la aparición de Shaco desmorono por completo aquello, el cual aparecía haber estado hablando un poco antes con Akasha, abrazando a Taro y Archi por los hombros en actitud secreta. Dhelian frunció el ceño al verse interrumpido cuando estaba a punto de preguntar algo interesante, por ello aprovecho el tiempo para apuntar lo que había oído de Taro, tal vez algo de eso le serviría cuando volvieran a Letargo.

Llegamos al fin al Torreón Maciel tras un pequeño y tortuoso camino por los malditos callejones sin salida. El torreón era completamente distinto al nuestro. No tenia un tejado como Letargo, sino una especie de animal cuyo único resto visible eran unos huesos blancos que me hizo pensar en que nadie en su sano juicio podría vivir en un lugar así. Este torreón no tenia esa maraña verde frondosa recubriendo la fría piedra sino que, esta, dejaba su azulada carcasa a la vista.

Al llegar cerca del portón cerrado unos graznidos secos me hicieron alzar la vista al esqueleto para poder comprobar como una especie de aves de plumaje negro habían formado su nido entre los mortecinos huesos del tejado. Al ver a unos posibles primos de Talento me hacen pensar en que, si el chico pudiese comunicarse con ellas, quizás el hombre pájaro pudiese subir a sacarle alguna información previa sobre si estaba o no habitada la torre. Mis pensamientos y elucubraciones se vieron acalladas por las estridentes voces de Álvaro hacia la puerta intentando comunicarse con quien estuviese dentro y, a decir verdad, si hubiese cualquier persona en su interior o a cien metros a la redonda nos podría haber escuchado perfectamente.

Para mi sorpresa una voz femenina sale del interior del torreón lo que me hizo levantar la vista extrañada. Al cabo de un minuto el portón baja estrepitosamente haciéndome ocultarme disimuladamente tras Álvaro. Mi sorpresa estaba siendo mas que mayúscula al entrar en el torreón y ver a los presentes. Parece ser que no habían muerto, al menos no todos. Algunos habían conseguido sobrevivir durante esos días en soledad.

Eso me hace preguntarme una gran duda mientras todos hablan despreocupadamente, sobretodo al ver a la chica con el pelo del color funesto. "¿Como han conseguido sobrevivir?¿Puede ser que hayan matado a sus propios compañeros para asegurarse su supervivencia? ¿Que han comido si nosotros nos hemos llevado todas las provisiones?¿Se han comido entre ellos?" Mis dudas se disipan al escuchar que los demás han salido a explorar la ciudad, tal y como lo hemos hecho nosotros por lo que me hizo preguntarme otra batería de preguntas mientras me muevo por la sala. "¿Acaso es por las heridas por lo que no han salido? ¿Ese liquido rojizo es algún tipo de antiséptico? ¿Donde lo han conseguido esta panda de enfermos heridos?¿Y si lo que cuentan es falso?¿Y si las heridas se las han hecho entre ellos al luchar por sus vidas?"

La chica llamada Keiria nos ofrece una bebida a los Letarguinos. Cojo el vaso y le proporciono una de mis calculadas sonrisas dulces mientras agarro el presente de la chica. Miro el interior de este y olfateo su contenido por si estuviese en mal estado, a decir verdad, nadie me daba por seguro que la historia que contaban era cierta y no se habían comido a sus compañeros. Lhelian va con Alice seguida de Susasára a ver una cesta en una mesa cercana donde parece ser que es su cocina por lo que aprovecho para seguirlas y dejar allí el vaso con su liquido intacto.

Miro el interior de la cesta para descubrir que es la causa de tanto revuelo por parte de las dos chicas para comprobar que solo es por una especie de crías de algo. Las criaturas son feas con ganas. "Deberían hacerles un favor y matarlas cuanto antes. Así podrán tener comida asegurada para ellas por lo menos un día entero. O que dejen a una o dos para engordarlas y mas adelante tener mas carne. Que cosa mas horrible, que pinta mas enfermiza ¡Si son pelones y blancuzcos!" Pienso mientras arqueo la nariz alejando un poco la cabeza hacia atrás.

De pronto un traqueteo de pasos me hace girarme para ver a la cosa llamada Lara 37 llegar a la cocina y recoger a las criaturas de la cesta por lo que ladeo un poco la cabeza al deducir que esas cosas son suyas. "¿Podría ser que haya venido con sus propias crías? ¿Qué clase de persona traería a esas cosas tan indefensas a un sitio así?"

Mientras Lara 37 comienza a hablar ininterrumpidamente, yo rastreo con la mirada algún rastro de cestas con las que hayan podido sobrevivir hasta ahora. Mis ojos se posan rápidamente en un cajón entreabierto donde puedo observar una forma conocida. Me acerco para descubrir un almacén donde guardan las cestas. Rápidamente rebusco entre sus pertenencias sacando bote tras bote de miel hasta tener una triste pila de cuatro unidades. Escucho hablar a un hombre a mi espalda por lo que me levanto rápidamente para descubrir que es el chico del pelo naranja.

Me pierdo en mis elucubraciones sobre los recién llegados desde la cocina pero el escuchar hablar de magia a Lhelian me hace coger los botes entre los brazos y encaminarme a la mesa. Cuando llego dejo los tarros en la mesa carraspeando haciendo notar mi presencia. -Siento haber sido descortés antes al no presentarme como es debido al estar vosotros hablando de vuestros asuntos. Mi madre me dio el nombre de Korasihanna Sebrhon cuando vine al mundo.- Hago una pausa para quitarme el pelo del flequillo a un lado para continuar hablando. -Me he tomado la libertad de sacar de vuestras reservas los tarros de miel daeliciana al escuchar que a vosotros también os ha dado problemas.- Digo señalando los tarros de la mesa. -Nosotras, si no es molestia, podremos darles un mejor uso al contenido de los tarros. Si es necesario puedo traeros los botes vacíos al acabarlos. Nosotras solemos tirar los que ya usamos.-

Al ver tantas caras nuevas intento recordar casi todos los nombres de los presentes. Pero por desgracia no logro recordar a mas de tres por lo que con la mano en el pecho y con mi mejor mirada continuo hablando. -Disculpad mis malos modales y mi horrible memoria pero... ¿Podríais proporcionarme de nuevo todos vuestros nombres para poder recordarlos como es debido?-

Contrariamente a la creencia que el carabés llevaba arrastrando todo aquel tiempo, el otro grupo no parecía más fuerte, mejor informado o más aventajado. Taro había dado por supuesto que también aquellos con capacidades mágicas habían caído allí, pero parecían igual de ignorantes que el resto de sus compañeros al respecto de cómo funcionaba la magia. No le quedó más remedio que hacerse a la idea de que el único mundo donde dicho fenómeno era común era Carabás.

Haber hablado resultó ser mala idea. Taro no acababa de sentirse cómodo con la nueva remesa de miradas que sentía fijas en él, pero se vio en la obligación de dar explicaciones aunque fuese por ahorrarse dolores de cabeza él mismo. Cuanto antes se dejasen de supersticiones estrambóticas en torno a la magia mejor, y ya llevaban demasiado tiempo dándole vueltas al tema de los cristalitos.

-¿Me pasáis uno?- una vez alguien fue tan amable de hacerlo Taro le dio vueltas entre las manos y lo puso al trasluz, en busca de runas o modificadores grabados. En su lugar vio la telaraña de conductos que conducían la sangre al corazón del cristal. Le sonaba, había visto diagramas semejantes en clase: representaban la forma más eficaz con la que la energía fluía dentro de un material sensible a la magia. Pero se suponía que dichos diagramas estaban implícitos, ya que la mayor parte de los circuitos de transmisión de energía funcionaban por tacto, calor o radiación mágica, por motivos simplemente de eficacia. Era la primera vez que veía uno grabado físicamente.
Taro puso en contacto el cristal con uno de los arañazos que tenía abiertos y apretó la herida lo suficiente para que saliese un poco de sangre. Como esperaba ésta circuló dentro del cristal y empezó a consumirla en forma de luz. De haberse tratado de un hechizo anclado con sangre como condición de activación no habría necesidad de circuito alguno, solo de contacto. En otras palabras, el líquido no se gastaría.

"Una pila chupasangre", determinó el carabés con perplejidad. "Qué horterada."
Entre aquello y la fuente cambiaidiomas que permanecía abandonada en plena ciudad sin un mísero letrero de advertencia, Rocavarancolia parecía especializarse en encontrar las formas más imaginativas de desaprovechar la magia.
-Tiene toda la pinta de ser el cargador más retrasado que he visto en mi vida- declaró devolviéndoselo al que se lo había prestado-. Buscaos otra cosa más práctica que funcione por tacto o algo, porque esto no hay por dónde cogerlo- ante la riada de preguntas que se le vino encima a dos bandas se revolvió el cabello nerviosamente, buscando la mejor manera de salir de aquel brete-. Vale, eh... ¿sabéis cómo funciona una pila?- previó justo a tiempo una extensa explicación por parte de Archi al respecto y se apresuró a atajar el peligro antes de que éste surgiese-. Bueno, dejémoslo en que es un cacharro que almacena energía y punto.
Haciendo lo posible por no dejarse nada y a la vez por no liarles, Taro les explicó cómo funcionaban los cargadores, dejando claro en primer lugar que los más comunes funcionaban por tacto, sin que el usuario tuviera que automutilarse, y en segundo que no constituían magia de por sí, sino solo reserva. A aquellos que pudieron entender la analogía comparó la luz del cristal con la del piloto de carga de un aparato electrónico.
Posteriormente les habló de cómo no todo el mundo podía usar magia, cómo había varios tipos distintos de usuarios según la facilidad que tuviesen para ella, y cómo los cargadores servían para no cansarse usándola. Cuando le preguntaron al respecto le confirmó a Archi que era necesario a la vez un componente gestualizado y otro vocal, aunque con práctica lo suficientemente afianzada se podía prescindir de uno u otro.
-De todas formas ya os digo, aunque hubierais sabido hacerla de antes, aquí no sirve- admitió, refiriéndose a cómo el hechizo de la fuente había borrado sus respectivos idiomas, y por tanto cualquier sistema vocalizado de magia que pudiesen haber aprendido-. Se ve que no quieren competencia, así que como mucho habrá que tirar de esos libros- se encogió de hombros. "Bueno, de momento al menos todos tenemos el mismo nivel de magia", pensó resignado."E de En la puta parra."
-Bueno, de donde yo vengo esto se ve todos los días. Es lógico que sepa bastante, ¿no?- soltó una risa desganada ante el último comentario de Lhelian. Aunque ser por una vez el tío al que escuchaba la gente era gratificante, tenía la sensación de haber hablado más en esos últimos minutos que en toda su estancia y tenía ganas de escabullirse del foco de atención.
"Esto es flipante, es verdad que no sabían nada", se dio cuenta en algún momento. "¿Y cómo es que algunos tienen ordenadores entonces? ¿Cómo funcionan?"

Acababa de terminar con su explicación, que sospechaba que cualquiera de sus compañeros de clase habría sido capaz de detallar mejor, cuando Shaco los secuestró a él y a Archi. Taro se revolvió para recuperar algo de espacio, o al menos de aire.
-Cuando no haya perros tocacerebros sueltos estaría bien- masculló una vez logró liberarse-, pero por mí cuando queráis.
Libros de papel... debía ser como un museo. ¿Y dejaban que cualquiera los tocase?

]No incluye el post de Manu por... paradojas temporales Xalkóticas :] (él menciona primero el tema de querer intercambiar algo a cambio de la miel, así que quien quiera comentar eso en concreto... absténgase hasta que Poblo postee, supongo)]

Archime escuchó a Taro de una manera poco habitual en él. Tenía la capacidad de prestar atención cuando le hablaban a pesar de seguir programando frenéticamente en su ordenador mientras tanto. Pero esta vez había incluso apagado la pantalla holográfica, temeroso de que se le escapase algún detalle a pesar de que por normal general jamás pensaba que podría sucederle tal eventualidad. Cuando el carabés preguntó lo que era una pila, el irrense hizo ademán de responder, pero el propio Taro se le adelantó. En esta ocasión, de todas formas, pensaba elaborar una respuesta sucinta, no era relevante en aquel momento hablar sobre generadores de electricidad. Estaban hablando sobre magia.

Sin embargo, la analogía con la pila resultó acertada a juicio del ingeniero una vez supo, por fin, el objetivo de aquellos cristales. Observó el suyo, que había dejado de brillar hacía escasos segundos y se cercioró de que no podía ver nada a través de él. Lo había examinado a conciencia en alguna ocasión y no había podido ver los circuitos en su interior debido a que el cristal que había elegido era más oscuro que el que le habían proporcionado a Taro para realizar la prueba. Se sorprendió a sí mismo en ese momento preguntándose si Lara 37 consideraría aquel hecho como una elección que había tomado el azar por él y por ello le dirigió una rápida mirada a la ordesa. Las extravagantes costumbres de algunos de sus compañeros empezaban a resultarle cada día que pasaba más familiares incluso si seguía sin encontrarles la lógica. Este hecho, por algún motivo, inquietó al irrense de un modo que no supo identificar.

Pero tampoco era momento para ello.
—Taro, y... —la pregunta que no llegó a formular quedó relegada en el olvido cuando Shaco se les acercó y los rodeó con los brazos para formar un círculo.
Archime abrió considerablemente los ojos ante las acciones del humano y dio un pequeño bote en el sitio. Aquel tipo de contacto físico espontáneo todavía le resultaba incomprensible y lo ponía nervioso al no saber cómo se suponía que debería reaccionar ante una interacción social que el irrense la clasificaba como "desconcertamente carente de un propósito concreto".
—Cuanto antes... —alcanzó a decir nerviosamente mientras retiraba su cara disimuladamente de la cercanía que les había impuesto Shaco—. Cuando las condiciones del grupo sean favorables, quiero decir...
Si de él solo dependiera, saldrían en aquel mismo momento; pero la lógica y la democracia grupal tenían preferencia.

Keiria apenas fue consciente de la presencia de Cio hasta que este no hablo. La muchacha miró hacia el irrense minimamente sobresaltada y volvió a escudriñar la ciudad, meditando su respuesta.
-Estoy preocupada por el clinger inútil, si, pero supongo que tampoco me llevo demasiado bien con las multitudes... -dijo, cruzándose de brazos y deteniendo su caminar inquieto- No entiendo como pueden estar tan tranquilos: vale que se comporte de forma extraña, pero no por eso merece que se le deje atrás, ¿no es cierto? Si la lealtad de estas personas es tan cuestionable, me preguntó que hago aquí exactamente -añadió, mas para si que para su interlocutor.
La chica humana llamada Alice salió poco después que Cio, y preguntó que si podía unirseles. Parecía agobiada, y no era muy difícil suponer que tampoco le agradaban las multitudes.
-Por supuesto, es un puente totalmente libre y bastante tranquilo, estas en tu derecho de ocuparlo para huir del barullo -comentó con una ligera sonrisa, aun pendiente por si se acercaba alguien-. Deberíamos tener tarjetas de miembro o algo, así los multitufóbicos nos reconoceríamos entre nosotros -se acababa de inventar la palabra, pero la pelirroja tendía a divagar sobre incoherencias cuando otro asunto ocupaba su mente.

La chica iba a continuar su diatriba sobre las ventajas de los clubs, cuando algo captó su atención: Xalk acababa de doblar una de las esquinas que daban a la calle del torreón. Su paso era demasiado tranquilo, demasiado pausado y estudiado, algo poco natural en él. Eso y el saludo que los dirigió, tan vació de su habitual y a veces irritante entusiasmo, hicieron que las alarmas de Keiria saltaran.
-Xalk, ¿estás bien? -preguntó apresuradamente, acercándose y echándole un vistazo mas de cerca, algo no encajaba, pero no sabía el qué-, ¿te ha pasado algo? ¿Por que te separaste de los demás, pedazo de alcornoque? -el tono de la ulterana oscilaba entre la preocupación y el enfado, pero estaba aliviada de que el clinger hubiera aparecido de una pieza.

La respuesta de la ulterana tardó un poco en llegar, y mientras Cío volvía a juguetear inconscientemente con su índice derecho. Le había dado la impresión de haber sorprendido a la ulterana al hablar, y le hizo gracia lo distraída que estaba. Sí estaba preocupada por el clinger, al fin y al cabo, y por eso escrutaba las calles con tanta insistencia.
—Me parece que eres la única —murmuró por lo bajo, cerrando la frase con un chasquido de su dedo. Ni siquiera él sabía qué pensar acerca del desentendimiento general—. Ya has oído la historia —empezó a justificarse—, tampoco teníamos muchas más opciones. Todos pensamos que ya se habría largado al oler el peligro. —«Estaba convencido de sería él incluso quien nos abriera la puerta con un “¿qué tal todo? ¿habéis conseguido sobrevivir sin mí?” o algo del estilo».

Sopesó hacer algún comentario al respecto de lo diferente que era la situación del insecto, y más después de lo que había dicho, en comparación con la de la ulterana, pero no sabía hasta qué punto estaba el grupo –él incluído– dispuesto a regresar a un peligro real a por cualquiera de los demás. Pero si había encontrado las palabras para hacerlo no llegó a decirlas, al aparecer fuera una chica del otro grupo preguntando si podía quedarse con ellos. Respondió con un encogimiento de hombros que quería decir que era libre de hacer lo que quisiera, aunque Keiria se explicó de forma bastante más clara. No le desagradaba el pequeño grupo que se había reunido en la salida del torreón, pero antes de que llegase a empezar cualquier conversación entre ellos, vieron llegar a Xalkoth. No caminaba rápido ni eufórico, pero tampoco cojeaba ni sangraba visiblemente. Con dificultad, Cío se puso en pie apoyándose en el muro para recibirlo.
—¿Dónde te habías metido? ¿También te ha perseguido el cosido? —No llegó ni a darse cuenta de que había adoptado el vocabulario de Lara. Solo se sumó a las preguntas de Keiria sin prestar mucha atención a otra de las visitantes que se les unió en ese momento. «Ya dicen que la mala hierba nunca muere, y aquí le tenemos de vuelta». Maltrecho, pero de vuelta. Le resultaba imposible de negar que había sentido alivio al ver aparecer al clinger. Nada funcionaba como antes en su nueva vida. Nunca había tenido la muerte rondando tan cerca.

El clinger alcanzó el puente, y las preguntas no se hicieron esperar. Como imaginaba querían saber donde había estado y el por qué de su tardanza. Hora de poner escusas.
-Me quedé explorando el barrio mientras los demás tirabais en la otra dirección, aunque no llegué a entrar en el edificio de cristal. ¿Descosido? ¿Y eso qué es?-

Curiosamente, el ponerse a hablar actuó en él de forma positiva, y pronto recuperó su tono habitual. Hasta se le empezó a notar su típica curiosidad hacia cualquier cosa de la que no había visto u oído nada antes, el descosido ese en este caso.

Sin embargo, las preguntas de Keiria buscaban averiguar el estado de su salud, y en consecuencia el insecto se puso a la defensiva de golpe.

-Que si me... Pues claro que estoy bien. ¡Estupendamente, claro! ¿Por qué iba a haberme pasado nada? Ni que me hubiera roto algún hueso o algo- Tan evidente era que lo estaba estropeando que hasta él mismo se dio cuenta al momento. “Mierda, necesito un plan de fuga”

-Oh pues... solo me fui a explorar otra cosa, nada más... ¡Oh vaya! Tengo hambre ¡Luego hablamos!-
Escapada en marcha. Apenas terminó de hablar salió disparado al interior del torreón, con la esperanza de que acabarían olvidando la conversación. Sin embargo, tuvo que morderse la lengua en cuanto comenzó a moverse, ya que la fractura seguía doliéndole y el movimiento solo lo empeoraba.

Su sorpresa fue mayúscula cuando, nada más entrar se dio cuenta de que había mucha más gente de la que debería. De la mayoría ni se acordaba, y por ello su primer pensamiento fue que algún compañero debía estar preñado y había parido una camada enorme en su ausencia. Necesitó unos segundos para darse cuenta de que todos los nuevos eran adultos, y ya entonces comprendió quienes eran.

-¿Qué...? ¿Donde...? ¿Cómo, cuándo y por qué....?- Alcanzó a decir, estupefacto. Había estado tan absorto en ocultar sus heridas, que ni siquiera se había dado cuenta de que una de las dos chicas que estaban fuera tampoco era del torreón.

No debían de llevar allí mucho rato, ya que pudo escuchar a uno de ellos, bajito, de piel morada presentarse. “Hmmm no, basándome en las apariencias de mis compañeros por ese aspecto tiene que ser una hembra”
La reacción del clinger ante el nombre de la aludida no se hizo esperar. “¿Korasiqué? Lo que faltaba, otro como el roedor” Externamente se limitó a mirarla fijamente.

-Kora- Fue lo único que dijo tras estar un instante pensativo, bautizándola y con una expresión que intentaba dejar ver que no usaría su nombre completo, y seguramente tampoco le dejaría usarlo a ella.

-Yo soy Xalkoth- Dijo cuando pidió sus nombres. -Y por mí no hay problema si quieres hacer un trueque ¿Qué ofreces a cambio?- En ningún momento se le pasó por la mente que pretendiera llevárselos gratuitamente. La idea de dar algo y no recibir nada a cambio era algo impensable para un clinger, y por ende, también para Xalk.

Me hicieron gracia las palabras de Keiria, lo cual ayudó a acabar con el agobio. Y habría respondido, tras reírme, pero una figura apareció por la calle. Desde lejos no le reconocí, pero acabé identificando a Xalk. <<¿Lleva un poncho? Le falta el sombrero mexicano y una guitarra de esas grandes que tocan allí>> pensé divertida. Le saludamos y respondió a la ulterana de una forma un tanto curiosa. <<¿Se ha puesto a la defensiva? Se habrá perdido, tonto, no es para tanto>>
-¡Hola! No sé si te acuer... ¡Oye!-empecé a decir, pero el insecto se fue corriendo al torreón, alegando que estaba hambriento.

No tenía muchas ganas, realmente, pero al ver que Cio volvía al torreón, hice acopio de fuerzas y le imité. De nuevo el agobio, aunque por curiosidad me quedé. Aunque, eso sí, pegada a la puerta. <<¿Qué dicen de un intercambio?>>

-¿La miel a cambio de qué? ¿Hay algo en las cestas que necesitéis algunos en concreto?-pregunté, por curiosidad. Cierto era que había cosas raras en las nuestras, pero ninguno de nuestro grupo las había reconocido como propias. <<Podría ser... En nuestro grupo no hay ni irrenses ni nadie como Taro ni como Xalk... ¿Y Nero y Anriel, de dónde serán, de paso?>>

Tampoco me pasó desapercibido el grupito que hablaba de la magia y los libros, ni que Shaco quería salir a explorar ni... <<Alto. Mucha gente y muchas conversaciones. Quédate con un grupo, habla, y que los otros se apañen. No tengo veinte cuerpos, ¿no?>>

Mis ruegos se vieron respondidos por uno de los compañeros del torreón. Al menos eso parece al no salir nadie espantado. A decir verdad casi no recordaba ya a los chicos que se perdieron el primer día pero de esa cosa si que había podido recordarla. Una cosa así no se olvida fácilmente.

Arqueo una ceja ante las palabras del bicho que, tras osar a acortar mi nombre sin mi permiso y presentarte como Xalkoth, me ofrece un trueque por los botes de miel. "Nunca se me hubiese pasado por la cabeza que un algo como tu conociese si quiera la palabra trueque." Pienso mientras sopeso como debería dirigirme a una cosa como esa.

Alice parece ser que esta interesada en el trueque. A decir verdad, me alegra ver que se preocupa por que no se nos acabe la miel. Aunque ella no pueda disfrutar como debería del placer de degustar las maravillas dulces de mi tierra. Miro al insecto con una mirada un poco desconfiada casi sin parecer molesta por su ofrecimiento y comienzo a hablarle bajando la mirada.

-Si, Xalkoth. Mi nombre es Korasihanna.- Digo poniendo un poco de retintin a la hora de decir mi nombre mientras alzo la mirada para encontrar nuestros ojos. -Y por mi, no hay problema en que nos acompañeis a nuestra torre y busquéis en nuestras cestas algo que os interese. No creo que nadie tenga problemas en un cambio. Y aunque, a vosotros esta miel no os beneficia en absoluto, a nosotras nos hace tolerar de una manera un poco mas llevadera la falta de sabor de las comidas.- Digo mientras me acerco a Lhelian para que refuerce mis argumentos. Aun se me hace rarísimo tener que hablar con estas bestias horribles pero intento no parecer tan extrañada como estoy realmente.

La ambigua – porque parecía que la trataban de chica – estaba hablando con Lara sobre magia. Parecía que ese día se habían puesto de acuerdo para encender linternitas sangrientas,  por lo que contaba la ordesa con entusiasmo. Cuando Lhelian quiso un cristal, Anriel intervino brevemente:
- Funcionan con sangre.- “No, no me estaba refieriendo a... bueno, de acuerdo. Brillar es genial, todos coincidimos. Cortaos a ver quien es más mágico. Me rindo. “ Si la gente no le tenía aprecio a su integridad personal ¿Quién era ella para andar detrás? Tenía suficiente con su salud y la de Nero. Se giró para mirar a una aurva que la saludó con un piropo. A ella  y a Taro.  Observó de reojo el rostro ceniciento del chico, confirmando con un suspiro interno lo poco sinhadre que era Surasara. Amarillo chirriante no entraba en su concepción de bonito. Llamativo, quizás.  La madre de Nero se contentaría con llamarlo vulgar, y  eso ya lo dejaría por debajo de los verdes lodo y cualquier otro color desagradable.  
Esbozó una sonrisa cortés como respuesta. Por lo que le tocaba a ella, la supuesta belleza de sus ojos y pelo no le eran nuevos. En cierto sentido, los detestaba.  
-Gracias, siempre he pensado que la sangre le da un toque especial.- replicó Nero a otro elogio, barriendo con la mirada a Surasara sin mayor discreción.  La charla sobre magia se llevó la atención de ambos. El edeel se sentó sin intervenir, dado que entre la niña plana  y Archi hacían todas las preguntas relevantes.
“La ardilla ha recuperado el habla” pensó  apoltronándose en el sillón “Bien por él, le dejaremos ocupar el puesto vacante del insecto en este zoológico”.  Una chica de piel lila, presumiblemente del mismo mundo que la plana,  se presentó como Korasihanna. Las chicas tenían una mezcla interesante de colores. Como si alguien las hubiera dibujado después de beber verde. Kora no aparentaba mucho menos que él, a pesar de ser un tapón, y tenía un aire infantil y dulce hasta resultar meloso que aún no decidía si era de su agrado. “Pero no tiene un pelo de tonta”. Ya se había hecho con todos los botes de miel  que podía cargar.
- Yo soy Nero.- dijo incorporándose. El insecto había reaparecido y ya estaba pidiendo un trueque. El  edeel se rió desde su asiento con suavidad.

-Bueno,- dijo después de sopesarlo un rato.- Aunque vosotros bebéis agua, Anri y yo solemos beber sólo syv. Si no hay más sinhadres con vosotros, supongo que os dará igual cedernos las botellas. – Hizo un gesto a las tazas de Syv que antes había dejado Keiria. Sonrió como disculpa y continuó- Pero creo que no somos los únicos con preferencias culinarias, aquí se suelen recurrir siempre a los mismos productos de las cestas y no se si es solo por costumbre o por necesidad. Los bollos de los irrenses, o lo que Taro anda siempre comiendo. Asi que ese también sería un buen intercambio.

Nero se volvió a recostar con un aspecto completamente inocente. Acababa de dejar caer que bebían syv, y aunque no consiguiesen más, quizás el resto empezase a mirar más por guardarlo para ellos, en vez de ofrecerlo alegremente a  las visitas como aperitivo. Además, opinaba sinceramente que era un buen intercambio conseguir algo para sus compañeros. El bienestar grupal, a la larga, sería su bienestar y al mismo tiempo solucionaba una duda interna. En cualquier caso, su confianza en que el trueque fuera efectivamente tal era más bien poca.

El aprendiz dirigió su mirada a uno y luego al otro para despues romper en una carcajada sonora.
-¡Esta decidido entonces!-comentó alegre.

Pero entonces su atención se desvió al exterior. Un coro de gente en el exterior reunidos entorno a una figura más pequeña. Cuando el ruso se acercó a inspeccionar vio que, la susodicha figura, se trataba del clinger, que parecia haber vuelto sano y salvo. Tras sentirse ligeramente aliviado, el aprendiz le saludó.
-¿Qué te ha llevado tanto tiempo en volver?-comentó con un tono de voz bromista.

Atendió con interés medio a los intercambios de materiales de las cestas. Al parecer, proponian intercambiar la miel por bollos energeticos y comida instantanea. La miel les sentaba mal asi que era una situación de win-win, no perdian nada relevante y a cambio conseguian más comida. Más comida calórica.

>> Engordare. Pero será increible.

Ante el ofrecimiento de la otra pequeña daeliciana, el aprendiz se puso a dar botes, alzando su brazo todo lo alto que podia su esmirriada figura, como si estuviera en clase y deseara contestar una pregunta. Cuando llamó la atención del grupo (cosa que no tardó tanto en acontecer debido a sus acciones) el aprendiz se aclaró la garganta y, adoptando una pose chulesca, habló.

-¡Yo lo haré! ¡Iré a vuestro torreón! ¡Podria traerme a Totoro conmigo!-habló, dirigiendo una mirada a Taro.-¡Somos los más rápidos moviendonos por los tejados! Pero... Antes deberiamos ir a mirar esa biblioteca, ¿no?-dijo con algo de duda, apelando a que sus compañeros de torreón expresaran su opinion.

Marsi se mantuvo un poco al margen delas conversaciones, aunque atenta por si decían algo importante. Solo fue a la entrada cuando oyó que alguien llegaba, y vio con alivio como el bicho parlante entraba aparentemente de una pieza. La actitud evasiva y borde del clinger hizo que Marsi arrugase la nariz, sintiéndose algo estúpida por haberse preocupado, y volvió a la cocina con el grueso del grupo.

Hablaban de magia, pero pronto la conversación pasó a la comida. Las chicas fruta para variar ponían sus intereses por delante, y Kora no se había cortado un pelo en ofrecer la comida del grupo a cambio de sus caprichos.

-Cualquier cosa que podamos comer o beber nos sirve.- dijo, cortante- La comida no es precisamente abundante ni fácil de conseguir aquí, y no vamos a darla por las buenas a cambio de algo que no solo no os sirve de nada sino que solo van a poder disfrutar dos personas de nuestro grupo, y ni siquiera por supervivencia.

Evidentemente, Marsi no sabía que los daelicianos necesitaban ese dulce para vivir. Tal como las propias chicas lo habían expuesto, la miel era solo para hacer la comida más agradable, para cambiar el sabor de lo que no les gustaba, como tragar la medicina con zumo para que no te sepa a rayos. Pero ellos necesitaban la comida para sobrevivir, no sabían si las cestas estarían allí para siempre, no sabían si algo podría atacarles e impedir recogerlas un dia, tal vez dos, o tres. Para Marsi toda la comida que no estuviera envenenada era necesaria, fuera del mundo que fuera.

-Podemos ofreceros refugio en caso de que algo os ataque camino de la biblioteca, o necesitéis hacer un alto en el camino, o saber qué áreas son seguras por la zona, pero no estoy dispuesta a regalar comida.