Fase 2, Ronda 2: Karime vs Ramas

En cuanto la loba se percató de que las ramas estaban creciendo con la intención de aprisionarla, saltó de la copa del árbol, pateándola en el proceso, y calló rodando por la arena, con la intención también de rascarse el picor intenso que la urticaria le estaba provocando.

Debía de cambiar el plan de ataque. No podía acercarse como loba, pues en ese caso todo su cuerpo desnudo estaba expuesto a la urticaria, así que rápidamente se transformó de nuevo en libense, conservando sus sentidos lobunos y la cola, esta última con la perspectiva de posibles latigazos.

Puesto que tenía los pies cubiertos por sus botas, su plan principal era patear al chico árbol en varios lugares, empezando por la cabeza y siguiendo por la espalda y, posiblemente, la entrepierna.

Aprovechando el salto y la metamorfosis de la chica, Dirke completó su transformación en árbol, recuperándose del empuje. La corteza se volvió marrón oscura debido al cambio de especie: ahora se trataba de un sauce algo más bajo y robusto. Las ramas habían perdido grosor y rigidez y colgaban alrededor del tronco, cubiertas de hojas pequeñas, verdes.

En cuanto Ka dirigiera la primera patada, las ramas al alcance de la libense fustigarían dos puntos concretos: los tobillos y el único ojo de la licántropa. El alemán tenía la intención de hacerle una llave al estilo Bárbol o, como mínimo, cegarla. No era la jugada más limpia, pero en aquel momento Dirke no llegó a sopesarlo siquiera: Ka se había pasado con sus ramas.

El latigazo del tobillo no le molestó demasiado, pero si el del ojo. A pesar de eso, al haber conservado sus sentidos lobunos y siendo la vista el menos necesario de estos, el plan del hombre árbol no salió como planeaba, pues aunque sí que le había inutilizado el ojo relativamente, contaba con su olfato y su oído para poder desenvolverse.

La nueva forma de Dirke llevó a la libense a volver a su ataque anterior, aunque con alguna variación. Transformando solo sus patas traseras y sus zarpas en lobunas, saltó de nuevo sobre la copa del árbol y con ayuda de estas y su propio peso comenzó a partir cuantas ramas tenía al alcance. Si las ramas restantes comenzaban a latigarla, las cogería para entrelazarlas entre sí.

Dirke había soltado un bufido de haber podido. Ka no era un peso ligero y en cuanto a animales sobre la copa, prefería a los pajarillos. Sintió como varias de las ramas se rompieron, pero agradeció que la loba no se hubiera transformado por completo nuevamente. El alemán trató de recurrir a la misma estrategia, pero la libense parecía ir a echarle mano (o zarpa) a las ramas. Dirke se dejó agarrar, aprovechando que tenía más ramas de las que la loba podría atrapar y aprovechó para aglomerar varias de las ramas bajo Ka para hacer aparecer su brazo envuelto en corteza y dirigir un puñetazo al vientre de la libense.

De no pelilgrar su brazo, trataría de encajar un segundo golpe. Si la loba intentaba herirlo, volvería a dividirlo en ramas.

Karime saltó ante el golpe en el vientre. Se había impulsado con sus fuertes patas traseras para dar el salto e intentó caer con todo su peso sobre él. Cuando volvió a ocupar esa posición, se dispuso a morder el brazo de Dirke que se volvió ramas de nuevo en cuanto estuvo entre sus fauces. Eso no paró a la loba, que comenzó a aprisionar las ramas entre sus dientes con la intención de partirlas de nuevo, mientras daba coletazos a toda rama que intentaba acercarse a ella y movía una de sus patas traseras entre las ramas con la intención de llegar a la corteza y dañar seriamente con sus uñas su corteza.

Los brazos de Dirke emergieron del lugar en el que la pata trasera de la loba había rasguñado la corteza, abrazando el pie de Ka para volver a fundirse con el tronco. Con la pata bien aprisionada, Dirke comenzó a agitar la copa lentamente hacia los lados, con la intención de hacer tambalear a la loba y obligarla a deshacer su ataque contra la copa. Los libenses podrían no sufrir dolor, pero seguro que se mareaban como cualquier hijo de vecina. Las ramas más gruesas, que habían resistido a los ataques de la loba, continuarían golpeándola a costa de las más pequeñas.

Karime se sorprendió cuando su pata quedó atrapada en la madera. No sabía que aquello fuera posible. No obstante, no pudo hacer mucho, ya que los rápido movimientos del árbol no le permitían centrarse en ello. Para evitar el mareo, sacó las uñas de sus cuartos delanteros y la pata libre lo más que pudo y se aferró al tronco del árbol entre las ramas, hincando las uñas todo lo que fuera posible. También sacó las uñas de la pata atrapada y arañó y retorció en el interior del árbol todo lo que pudo. Aprovecharía ese movimiento de Dirke para hacer el mayor daño interno posible. Con las fauces, se hizo con una de las ramas más gordas y se ensañó en ella mientras su cola se agitaba latigando las ramas que la atacaban por detrás y desviándolas de su camino.

Dirke aguantó los daños que le infligió la loba e inclinó el árbol desde la parte en la que tenía agarrada hacia el suelo. Poco a poco a poco fue soltando las raíces. Tenía la intención de dejar caer el árbol entero sobre la loba, aprovechando que la tenía aprisionada, para romperle como mínimo la pierna.

Sin embargo, el gong del final le pilló con el movimiento a medias y lo que cayó al suelo no fue un árbol, sino un alemán maltrecho. Cuando se puso en pié, notó que tenía el cuerpo lleno de arañazos y zonas en carne viva, pero no le dio la más mínima importancia; se recuperaría pronto. El hombre árbol se acercó a la licántropa con una sonrisa de oreja a oreja que no casaba nada con la situación y le tendió la mano.

―¡Ha sido bien! La abuelita estará orgullosa de ti―no sabía si Ka entendería el chiste sobre caperucita, pero no había podido contenerse, de nuevo―, me has hecho un podado intensivo.