Fase 2, Ronda 4: Karime vs Serokrai

La licántropa escuchó su nombre y saltó del asiento que ocupaba junto a un compañero suyo del ejercito con el que estaba intimando descaradamente, al más puro estilo Karime. Con un “deséame suerte.” Y un guiño de su único ojo se despidió de este y saltó a la arena. Llevaba las mismas armas que había llevado en su anterior lucha armada y miró a su contrincante con una sonrisa socarrona.

- Hola, Serok. ¿Sabes? Llevo queriendo medirme contigo desde la criba. Venga, guapito, que se vea tu ira.- le provocó.

Lo primero que hizo después de que sonara el gong, como en todos sus combates, fue lanzar la primera flecha, directa al muslo.

Shizel no había tratado mucho con Serokrai, de modo que animar a Karime no le supuso ningún conflicto.
-¡A por él, Ka!- jaleó desde las gradas cuando sonó el gong. El idrino no era partidario de dejarse la voz gritando: se limitaba a alzar la voz lo bastante como para que se le oyera, manteniendo la compostura.

En la fase anterior había aprendido que repasar hechizos obsesivamente hasta el último minuto no servía de ninguna ayuda, de modo que en ésta se había propuesto relajarse y pasar el rato hasta que lo llamasen.

La licántropa recogió el arco nada más disparar la primera flecha. Sabía que nunca le daban oportunidad de usarla demasiado, pero aun así siempre la escogía. Le daba una ventaja a distancia.

No tardó mucho tiempo en sacar sus espadas gemelas y cruzarlas sobre su cabeza para bloquear el ataque enemigo. La loba dio un giro a sus espadas arrastrando el filo del arma enemiga con ella, intentando desarmarlo con la rapidez del movimiento. Si lo conseguía, fustigaría su cuerpo con golpes poco profundos, pero rápidos, para retrasar tanto como pudiera que el berserker se hiciera con sus otras armas. Si no lo conseguía, seguiría bloqueando los golpes que le llegaran e intentándolo.

Karime captó las intenciones del berserker cuando este echó hacia atrás su guadaña a ras de suelo y la licántropa reaccionó envainando sus espadas. De esa manera, cuando el barrido le llegó a los tobillos, la loba saltó esquivándolo y, apoyándose con las manos libres en los hombros del ulterano, dio una voltereta sobre su cabeza para caer con una rodilla hincada en el suelo y la otra pierna doblada. Se volvió lo más rápido que pudo y saco sus espadas para, desde el suelo, hacerle cortes en las piernas e ir avanzando a medida que se levantaba.

Karime notó el cambio en el ulterano. Lo había cabreado. Y lo que en alguien normal solo serviría para cegarlo, en él significaba más fuerza, más potencia, más amenaza.

Un nuevo barrido la amenazó y Karime se vio incapacitada para incorporarse y saltar a tiempo, por lo que echó cuerpo a tierra y rodó lejos de su agresor. Si el tiempo antes de que el ulterano la alcanzara se lo permitía, sacaría su arco y lanzaría una flecha directa a su mano. Si no era así, se defendería desde el suelo con sus espadas.

La licántropa vió como el berserker se abalanzaba sobre ella, se levantó de un salto y retrocedió intentando ganar distancia. Guardó rápidamente su arco a la espalda, aunque no hizo lo mismo con la segunda flecha que había sacado, ya que, si lo hacía, el ulterano la habría alcanzado antes de que sacara sus espadas gemelas. Empuñando en una mano la flecha, apuñaló la mano derecha del ulterano clavándola profundamente y arrancándola rápidamente para que la parte ancha de la punta de la flecha rasgara la carne al salir. Por culpa de ese movimiento, la loba había recibido un corte que le cruzaba el vientre y le terminaba en la cadera, por lo que al desclavar la flecha, dio una vuelta alrededor del ulterano para ponerse de espaldas a él y poder clavarle la flecha una vez más de forma rápida y profunda en el coxis.