Fase 1, Ronda 8: Atol vs Ebnun

Uno de los sendarios de mi cosecha me esperaba al otro lado de la Arena. Me sonaba de haberlo visto en los entrenamientos del ejército pero nunca le había visto luchar. Ahora... <<Pf... Hacha y espadón... A saco, ¿eh?>> Había hecho bien en coger lo de siempre: dos cimitarras, guja y escudo cometa. Al ver sus armas, sin embargo, tuve que pensarlo bien. Mantendría el escudo, pero la guja... Sobraba. Y las cimitarras... <<Al carajo>> Me quedé sólo con ambas cimitarras y el escudo. Lo sobrante lo arrojé bien lejos para evitar cualquier posibilidad de que el otro se hiciera con ello. Había pensado en inutilizarlos pero me arriesgaba a que me lo hicieran pagar, así que mejor no. Entonces vi que había elegido usar el hacha para empezar, así que colgué del cinto una cimitarra y preparé el escudo en el brazo izquierdo.

—Divirtámonos un rato, anda—le dije a modo de saludo.

El gong no se hizo esperar. Ni mi ataque. Cargué contra él con el escudo alzado y la cimitarra a la diestra. La idea era o bien golpearle con el escudo de frente, o bien bloquear su ataque, y luego con mi arma en el costado izquierdo. Pero de momento era una idea.

Picó. Nuestras armas chocaron y, cuando me empujó, sólo tuve que retroceder en dirección perpendicular a la de su empuje para luego (si en efecto se lanzaba hacia delante) buscar la parte de atrás de su pierna izquierda con un tajo de abajo arriba.

Acerté por los pelos, pero en cuanto se alejó de mi arma volví a cubrirme con el escudo. Ahora atacó él, de frente y flanqueándome. Le recibí con las rodillas flexionadas, un pie más adelantado que otro y siempre de lado. Pero entre que se movía muy rápido y yo sólo buscaba cubrirme, esperando que se acabara cansando, logró ponerse a mi espalda. No sé dónde me llegó a dar, ni si atravesó toda la protección de cuero ni si fue grave, pero en cuanto reaccioné lancé el brazo izquierdo hacia atrás con fuerza.

Esperaba darle con la parte triangular de mi escudo, donde fuera, y luego girar con la cimitarra lista. Una cosa estaba clara: no podía, no debía volver a dejarle llevar la iniciativa con el hacha o me podría despedir.

Me brillaron los ojos cuando vi mi hoja acercarse a su mano, pero el otro retrocedió a tiempo y ahí quedó la cosa. Lo que también vi es que le sangraban los labios por el golpe del escudo, que aunque no era mucho, era algo. Volví a blandir la cimitarra a mi derecha, el escudo al frente. Y, de nuevo, el guerrero volvió a cargar y a repartir golpes.

No le dejaría hacerlo tanto tiempo como antes. Ahora era más lento y buscaba flanquearme, buscando mis brazos o piernas. Para cubrir estas últimas la parte larga del escudo me venía de perlas. Los brazos pues con la parte superior y la cimitarra misma. Pero, volviendo a lo de antes, sólo bloqueé tres de esos golpes. Al cuarto hice una finta hacia la derecha para esquivarlo y volví a lanzar el extremo del escudo hacia él. Aunque esta vez sí que veía hacia dónde: el cuello.

Si, en efecto, le golpeaba, encadenaría el golpe con un tajo descendente de la cimitarra. Si no, volvería a bajar el extremo al suelo y cubrirme como llevaba todo el combate haciendo.

Se había hartado del escudo, por lo visto. En cuanto su hacha lo alzó y quedó clavada en el interior, fui a soltar la correa de mi brazo pero me di cuenta de algo que me frenó: no sólo se había clavado por dentro sino que lo había hecho sobrepasando la segunda correa (la larga*).

El otro tiró del escudo quedando desprotegido del todo. Fingí que tiraba del escudo hacia mi lado, intentando recuperarlo, para luego devolvérselo con fuerza a la vez que lo soltaba. Eso sí, aproveché el impulso de su propio tirón para cargar contra él a la vez que desenvainaba mi segunda cimitarra al revés (osea, con la empuñadura apuntando al cielo) y buscaba su cintura con un golpe de izquierda a derecha. La diestra, por su parte, buscaba su arma o, en su defecto, sus manos.


*Está usando uno de este tipo, aunque la correa larga y el extremo son más delgados y largos (puede cubrir desde el esternón hasta el suelo)

Se llevó el escudo, como era de esperar, pero también se llevó un tajo en el hombro. Luego rodó por la arena para esquivar su propia arma e hincó una rodilla en el suelo tras el escudo. No le cubría tanto como a mí, como era obvio, pero le cubría. Imaginaba que habría liberado su hacha y que en cuanto me acercase se erguiría con velocidad y... No acabaría yo muy bien si me atacaba con un hacha y mi escudo.

Sin embargo, se cubría porque yo había lanzado otro ataque con la diestra, vertical. En mitad de este, sin embargo, finté, enterré un pie en la arena y lo saqué con fuerza, tirándole toda en dirección a la cara. Mi ataque con la diestra era un farol: en la finta había lanzado dos tajos en X sobre el escudo, esperando que cubriese o bien la arena o bien una de las cimitarras con este, de forma que hiciera lo que hiciera una de mis armas diera en el blanco. Y eso si se cubría con el escudo, si no ya veríamos.