Cicatriz de Arax

Las polillas, lejos de salir volando en el instante en el que el belga, el nublino y la noruega unieron fuerzas para ahuyentarlas, decidieron aferrarse con fuerza a su piel. Luego realizaron un gesto más inquietante. Tayron no sabía si seguían alguna lógica o no, pero las cinco terminaron por posarse finalmente en su cabeza para batir las alas hacia la noche y desaparecer.
Por suerte todo quedó en un susto y no vio a ninguna de ellas en lo que quedaba de día. Ni siquiera se sintió observado aquella noche, únicamente se levantó junto con Dafne para echarse agua en la cara, pues esta por algún motivo le picaba a horrores. La chica encontró pequeñas espinas en las mejillas del humano antes de ayudarle. Pero no se lo comentaron al resto.

Despertó descansado, y la idea que ofrecía el carabés parecía una oportunidad de probarse a sí mismo que no podía rechazar. Una vez el grupo se reunió en torno a los tablones la intención era levitar sobre estos, en un intento de dominar la situación. La verdad es que con el vacío descomunal su valentía disminuía por momentos pero debía superar el miedo y aprisionar la adrenalina. Sería el segundo si Sox no se mataba.

Así que Tay se puso a la altura del carabés al caminar, estaba preparado. El hechizo lo practicaba con frecuencia y había notado mejorías en levitarse a sí mismo o cualquiera que se ofreciera como conejillo de indias.
-¿Que qué hago?- preguntó, confuso ante las palabras de Sox- pues lo mismo que tú... ¿pensabas que te dejaría toda la diversión?- pero comprendió que no se refería a él, el humano no se había percatado mientras andaba mirando al suelo de que un muchacho danzaba en el borde de la cicatriz. ¿Qué pretendía? ¿Acaso no le imponía aquel panorama?- parece de la Tierra- murmuró.

Cuando comenzó a llorar el belga se acercó unos pasos tímidamente.
-Esto... chaval... ¿estás bien?- obviamente no, pero era la mierda que se les soltaban a los que lloran al borde de un barranco ¿No?- somos como tú, seguro que te apetece conocernos- más que acabar con la cabeza abierta o los pulmones dentro de los gusanos.

Giró inevitablemente la cabeza hacia la noruega sin entender, había soltado algo extraño. “... como una vez lo estuvimos con vuestro nuevo amigo”.
-No ayudas.

Cada vez que miraba aquella inmensa fosa tenía más claro que fue hecha durante lo que le pasara a la ciudad, era imposible que algo tan grande no apareciera en ninguna de las historias. Miraba alrededor cuando el grito de Sox lo alarmó, desvió la mirada para ver de qué se trataba con el estoque ya sacado por inercia para comprobar extrañado lo que tenían delante. Era extraño  alguien apareciera ahí de la nada. ¿Como no lo habían visto en alguna otra ocasión?

-Tayron. -Le llamó con firmeza. -Podría ser una trampa, no te precipites. -El estoque no fue guardado, cada vez que habían bajado la guardia lo habían pagado y el borde de una fosa de huesos con gusanos del tamaño de árboles no era precisamente el lugar más seguro. -No os acerquéis al borde.

Tenía que morir cobarde, eso es lo que pensó, así era como quería acabar rocavarancolia con él. Cuando había demostrado que no podía, que era débil y cobarde, cuando se iba a acercar al cosechado, se resbaló. El tiempo se realentizó mientras veía como se acercaba a su final, perdiendo el contacto con el suelo. Cayó sobre su estómago y aunque hacía fuerza por evitarlo no podía con su propio peso y poco a poco se deslizaba hacia el foso. Sin embargó seguía sin querer morir, seguía sin valor y se agarraría por su vida tanto como sus débiles brazos le dejaran.

No estaba particularmente entusiasmado con la idea de Sox, aunque en su mente racional Rad admitía que era casi una necesidad aquella prueba. Si salía bien podrían tener un rápido canal de huida que podían necesitar en cualquier momento. También podía salir mal, claro, pero el tipo E prefería no pensar en qué pasaría entonces.

Frunció algo el ceño al ver a aquel desconocido, todavía en una guardia moderada. A pesar de que su aspecto era el que tendría cualquier cosechado ya habían tenido muestras más que suficientes de la excentricidad rocavarancolesa como para desdeñar que alguien de esa ciudad fuera a estar vestido con ropa vieja. La advertencia de Barael, sin embargo, no le había agradado nada, y se había encargado de que lo supiera al fulminarle con la mirada. «Preferiría que si nos has amenazado de muerte tuvieras la mínima coherencia de no portarte como un líder preocupado» quiso decir.

Ver al desconocido resbalar, sin embargo, le congeló las entrañas. Independientemente de cualquier posible peligro que pudiera ser lo cierto es que Rádar no estaba preparado para ver (u oír) morir a otro niño. Era cierto que no había llegado a ver morir a Nad, pero el peso de su cuerpo en sus brazos todavía era capaz de recordarlo.

Salió a correr tras Tay, quien llegó escasos segundos antes que él. Fueron apenas unos segundos los que tardaron entre los dos en aupar a aquel extraño, cogiendo cada uno de un brazo, aunque se le hicieron eternos.

Tan pronto el extraño estuvo a salvo Rad dio unos pasos atrás. No era un movimiento tan impulsado por la precaución ante aquel chiquillo que no conocía como por la excesiva cercanía de aquel osario que partía Rocavarancolia en dos.

Tayron solo tuvo unos segundos para desintegrar al nublino con la mirada. No le dio tiempo a iniciar otra discusión en la que le preguntaría a Barael por qué no lo había empujado ya de cabeza al vacío. Pero el desconocido perdió el equilibrio.

-¡Mierda!- maldijo cuando el cosechado resbaló y aterrizó con el estómago en el suelo antes de deslizarse hacia la nada. Tayron dejó caer la lanza,  se precipitó hacia Hyun lo más rápido que pudo y consiguió agarrarle el antebrazo con fuerza el tiempo justo hasta que Rad llegó en su ayuda. Fueron escasos segundos en los que la vida del coreano pendía únicamente del belga pero pasaron con lentitud. Una vez el chico estuvo a salvo agradeció en silencio la fuerza inmediata del carabés, pues hasta había clavado las uñas en el brazo del chico sin querer al notar la presión de la gravedad.

Se descubrió sentado en el suelo y resoplando de alivio cuando lo habían salvado de una muerte segura. No fue capaz de calmar al muchacho o prometer su seguridad, primero necesitaba con urgencia aire en los pulmones.
-Casi- jadeó.

Sox creyó que se le salía el corazón por la boca cuando el otro chico tropezó al borde de la brecha, con la brusquedad aterradora de todas las desgracias que sucedían en aquella ciudad. Rad y Tay fueron más rápidos que él y le auparon de vuelta a la superficie antes de que la gravedad se lo tragara. Al carabés se le había acelerado el pulso casi como si el que hubiera pasado por aquello fuese él. La muerte estúpida en la que había estado pensando de camino allí acababa de vislumbrarse brevemente en aquel resbalón.

El "casi" de Tay fue una especie de señal de que por fin podía liberar el aliento, y Sox resopló de alivio y de tensión liberada.
—Podías haberte matado —la incredulidad que aún no se había disipado del todo pudo sonar fácilmente a recriminación—. ¿De dónde has salido?
No recibió respuesta inmediata: el chico había empezado a llorar en cuanto se le habían acercado y tras el susto parecía incapaz de parar. A Sox no se le ocurría otra cosa que hacer más que esperar a que se calmase y luego preguntar otra vez; desde luego él no era el experto en consolar a nadie.

No estaría bien dejarlo allí sin más, y proseguir la exploración con alguien que lloraba ruidosamente a cuestas sólo podía traerles problemas. Miró alternativamente al desconocido, a sus compañeros y a la calle por la que habían venido en una pregunta silenciosa.

Las miradas de Tayron y Rad se le dejaron claro la capacidad de razonamiento de ambos y saltar al peligro sin pararse a pensar había sido una estupidez inconmensurable, pero no tenía tiempo de cuidar a los niños de otros. Se giró automáticamente y se encaró a su hermano, sabía que intentaría ir el también, pero no iba a permitir que se suicidara con el resto.

El suelo no se había desprendido, no había habido ninguna luz y el chico no se había vuelto algún tipo de bestia rabiosa, solo lloraba a moco tendido en el suelo. El aire salió con exasperación de sus pulmones. -No queda otra entonces... -Dijo con resignación. Si aquel chico era la trampa, mejor estar todos cerca para contenerla.

Espero que no explote.

Se acercó a examinar como estaba, sin ningún tipo de vergüenza ni delicadeza con Hyun apartó algo a los que lo rodeaban y empezó el examen.

-¿Tienes alguna herida? -Le preguntó mientras examinaba por su ropa.

El coreano tomó aire con fuerza al aterrizar en el suelo, seguía allí y seguía vivo. Recibir tanto aire no hizo si no marearlo más, por unos segundos pensando que desfallecía. No le quedaban nutrientes que quemar y su cuerpo se lamentaba. Pero Hyun no se preocupaba por ello, había vuelto a fallar, les había fallado a todos. El niño rompió a llorar una vez más por vergüenza, vergüenza por haber fallado, por alegrarse de haber fallado. <<Así ya saben como eres>> se dijo imaginándose llorando desde fuera. Y permaneció así un tiempo, fue cuando el nublino se acercó a examinarlo, que, al primer toque, el coreano se apartó alarmado. Frenando en parte a sus lágrimas.

- ¿Q-que haces?- Era cierto que le habían salvado; pero rocavarancolia no era un sitio para fiarse de nadie y que empezara a tocarle un extraño no le daba ninguna buena espina.

El "casi" de Tay sonaba casi amargo a Rádar. «En esta ciudad la muerte siempre está a un paso de distancia» pensó, aturdido por ello. Todavía no se acostumbraba al hecho aplastante de ese conocimiento, a que en Rocavarancolia las aparentes preocupaciones graves de Carabás era irrelevantes. ¿Qué podía significar un examen o una prueba sorpresa en comparación con poder morir, o con ver cómo alguien moría? ¿Qué significaba aquello que había definido su vida en comparación con haber llevado en brazos el cadáver de una niña?

El desconocido no dejaba de gimotear en el suelo. Una vez más la criba le presentaba una situación que le provocaba algo a medio camino entre el desagrado y la incomodidad. Miró a Sox, sabiendo que probablemente pensaba algo similar, y al comprender su mirada pensó en que, efectivamente, deberían irse.

Entonces llegó Barael.

El tipo E apretó los dientes, contieniendo las ganas de rechinarlos. Desde el día en que le amenazara había estado más atento a sus movimientos, y ahora solo veía estupidez. No por primera vez se preguntó qué funcionaba mal en la pasta gris que Barael tenía entre las orejas.

—Lo mismo me pregunto yo —saltó tras Hyun. Las anteriores palabras del manco vinieron a su mente y no pudo sino resoplar al comprender qué hacía—. ¿Una trampa? ¿Pero tú estás tonto? ¿Acaso necesitaron trampas Tuétano o el asesino de Nad?

Se levantó, sacudiéndose las manos, sin dejar de fulminar a Barael. En ningún momento se dio cuenta de que si lo criticaba era, simplemente, por el vuelco que había daod su opinión sobre el nublino unas semanas antes.

Eriel salió en silencio con el arco y la alabarda a la espalda, cualquier precaucion ya era poca en aquella ciudad y por eso llevaba una daga en la bota.

Observó el intercambio de preguntas no contestadas hacia el nuevo humano con una mezcla de aprensión por sus ropas, toda aquella sangre no podía ser buena, terror cuando lo vio caer por la grieta y alivio cuando Tay y Rad lo auparon.

Respirando hondo se acercó al resto y previendo una nueva discusión decidió cortarla de raíz. <<Vaya panda de insensibles. Un chico llorando y ellos intentando medirse las...>> pensó mientras se arrimaba al lugar.

-No es el lugar ni el momento para una discusión, así que basta - dijo cortante. Con una tranquilidad que no sentía se acercó al chico, guardó el arco y le tendió una mano.- Me llamo Eriel, ¿estás bien? ¿Por qué no te vienes con nosotros a nuestro torreón? Tienes pinta de necesitar una buena comida y un baño caliente de urgencia. Ya no tienes por qué estar solo - le dijo emitiendo una sonrisa.

El extraño nublino no respondió, solo miró con odio a los dos que habían salvado a Hyun y ahora se ponían de su parte. Desde luego estaba claro que no solo a Hyun le daba mala espina el grisáceo. Por su parte, al menos había conseguido dejar de llorar parcialmente, y cuando el otro nublino se acercó a ofrecerle ayuda, no pudo hablar porque todavía no se veía capaz, pero asintió con fuerza y cogió la mano de éste para incorporarse. <<Otros que te salvan cuando no lo mereces>> pensó.

- Gracias.- Se obligó a decir. Aunque salió sin apenas fuerza y con la voz quebrada, la voz de alguién que llevaba dias sin usarla.

Le iba a responder a aquel humano desganado cuando Rad intervino y Tay volvió a mirarle con desprecio. Pero su hermano intervino.

No merece la pena.

Dejó a su hermano hacer y cuando el humano se levantó habló dirigiéndose a Eriel.

-La sangre está más que seca, lo que pasara pasó hace tiempo y puede hablar y levantarse. -Concluyó. -Para lo que podría ser no parece tan mal, agua caliente, comida y reposo deberían bastar. -Llevo la mirada de su hermano a Rad, parecía algo pensativo. - A ti no te diré nada. -Entonces la mirada se desvió hacia el belga y tomó un matiz bastante más hostil. -Pero tú... -Se calló desviando la mirada y cerrando el puño, su hermano no quería discusiones. -A ver si piensas un poco más en Dafne. -Dijo cortante. Volvió a la posición que ocupaba siempre cuando formaban y empezó a dirigirse al torreón.

Tayron no tuvo tiempo de relajarse aún cuando su respiración comenzó a acelerarse, esta vez pasando del susto a la rabia. El nublino se hizo hueco entre los presentes sin miramientos para examinar al coreano de cerca. Por ello el belga sintió el sudor frío en la nuca cuando Hyun se asustó y no hizo especial hincapié en ocultar su desprecio ante Barael. El tacto lo  tenia en el culo.
-Tranqui- hizo el intento de ayudar, cómo iba a saber que instantes después necesitaría que lo calmaran a él.

Le habría gustado secundar a Eriel y ofrecer una invitación amable a Maciel, además de mostrarse como un grupo sólido y sin roces. Pero no era el caso. Cuando creía que el menor de los hermanos había suavizado la situación Barael demostró todo lo contrario. Le resultó tan gratuito que le ardía el estómago y los nudillos se volvieron blancos. Que se dirigiera al torreón como si nada fue lo último.
-No me des la espalda, espabilado- el humano se incorporó como pudo mientras escuchaba a Dafne contestarle a Barael también de malas formas, no necesitaba empujón alguno para decir lo que pensaba pero se aprovechó del impulso- ¿Se puede saber de qué mierda vas?- dijo acercándose, iba a empujarle, pero por suerte su hermano consiguió pararle en seco- ¿Tú alguna vez piensas en alguien más que no seas tú mismo?- su cara era un cuadro con tintes de incredulidad y puro asco- hipócrita de mierda, ahora te importa que deje sola a Dafne y no te importó sacar el cuchillo entonces. No vayas de papá del torreón porque te tengo calado, payaso. Si me he acercado es porque sé pensar en otras personas que no sea yo, sal de tu burbuja de una puta vez- Eriel notaría tensión y tendría que hacer algo más de esfuerzo para contenerle- que te la llevas ¿eh?- le advirtió- la próxima vez te llevas la hostia.

—No he sido yo el que ha empezado —su réplicaa Eriel sonó casi como un látigo a pesar de su acuerdo parcial con el nublino. Debían irse a Maciel, sí, pero en opinión del carabés también había que dejar clara algunas cosas.

Desde donde estaba examinó visualmente a Hyun, captando varios detalles que en el revuelo anterior no había notado. La sangre seca le hizo fruncir levemente el ceño, preguntándose su origen. En el coreano no había, ni remotamente, ninguna de las particularidades que ya habían notado en los rocavarancoleses con los que se habían cruzado, lo que le hizo reafirmarse en que era un cosechado. Pero si era como ellos o, por el contrario, como Barael, no sabía decirlo.

«Y, cómo no, tenía que saltar él» penso, fulminando al nublino con la mirada. Rádar se pensó qué razón llevaba al manco a hacer parecer que se preocupaba por ellos unas semanas después de amenazarles de muerte.

—No te preocupes, Barael —dijo, con una voz cargada de desprecio—. Ya estás tú en el torreón, un peligro más no va a hacer ninguna diferencia.

Luego se adelantó y dio un pequeño golpe en el hombro al belga. Su voz era más sombría que antes.

—Tay, basta. Y deja de amenazar con pegarle, recuerda que tiene un cuchillo —un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en cómo debía convivr con aquello. Fuera real o no la amenaza de Barael, el mero hecho de tener que convivir con alguien que le había amenazado de muerte no dejaba de parecerle la experiencia más aberrante que Rocavarancolia le había obligado a experimentar.

Ahora que lo veía de cerca Sox reparó en las manchas de sangre en la ropa del muchacho y comprendió por qué Barael había preguntado si estaba herido. Se preguntó qué diablos habría pasado, y la imagen ambigua de verlo asomado al borde de la brecha le hizo vacilar cuando su mente imaginó, contagiada sin duda por la morbidez extrema de aquella ciudad, uno de los peores escenarios.

En conflicto por más de una razón, el carabés se mantuvo meditabundo mientras Eriel reiteraba la oferta de Tay y se percató tarde de que la cosa estaba subiendo de tono. No se lo podía creer. Iban a espantarlo ahí mismo como siguieran con aquello.
Tras el incidente del cuchillo aquellas discusiones ahora le producían un nuevo tipo de desasosiego, y con ello nueva impaciencia porque se cortaran lo antes posible: le recordaban que la fachada de orden social que mantenían podía derrumbarse en cualquier momento si una crisis escalaba lo suficiente. Sox había pensado muchas veces en la responsabilidad que suponía ser libres para cargar armas a cuestas, y su peso parecía redoblarse ahora.

En lugar de hacer que la discusión a tres creciera a cuatro, se dirigió en su lugar al desconocido como había hecho Eriel.
—No es el momento ni el lugar —recordó al resto, antes de hablarle directamente al otro—. Mira, tenemos un techo y comida para al menos hoy si quieres. Esto que oyes suena mal pero somos gente civilizada. No va a llegar a las manos. ¿Te vienes?

Sin lugar a dudas el manco era un capullo, y estaba claro que no era la primera vez que tenían problemas. Hyun miraba perplejo como se desarrollaba la escena. En parte le distrajo de su tristeza, pero le dio un nueva preocupación <<¿Con quien me estoy yendo?>>. Sox pareció haberle escuchado y se le acercó a reafirmar el ofrecimiento de Eriel, y aclarar, si había algo que aclarar de ello, lo que estaba ocurriendo. El coreano asintió una vez más, pues seguía siendo mejor que seguir solo. Y suicidarse, aunque sabía que era lo que debió hacer, había demostrado no poder hacerlo. Incapaz de quitarse una vida inútil con un futuro horroroso y sin escapatoria, ni siquiera cuando aquellos a quienes quería murieron en vez de él. <<No>>, apartó su mente del tema, no quería oírse pensar, sabía lo que escucharía. <<Eres un cobarde>>. Hyun se odiaba.

-Esperemos que sea así. -Le respondió a Radar.

Paró de andar y se dio la vuelta, ahí estaba, la chulería del belga que no entendía nada. Una mueca de desagrado se tornó en su cara, al menos la parte de esta que aún se movía, ya había confirmado que su abuelo tenía razón pero esto... Desde luego no se lo esperaba. Entonces su hermano apareció para pararle y con ello la mano de Barael se posó por segunda vez aquél día en su estoque. Si le hacía daño...

¿Porque?

Su hermano había saltado voluntariamente a sabiendas porque no quería sangre. ¿No sería acaso pisotear su voluntad? Ser dañado por su propio pie para conseguir algo que quiere debería se halagado y no reñido, concluyó.

Está bien.

Si la cosa no iba a más no haría nada. Su mano estaba alejándose del estoque cuando Rad habló.

-¿Para que quiero una daga cuando ahora tengo el estoque? -No había chulería, ni amenaza, ni odio, otra vez su pregunta iba cargada de mera curiosidad, casi inocente. Y Sox intervino.

-Tienes razón. -Dijo sin más. Y miró a Tay, pensativo. -¿No lo entiendes? -Miró la falta de su mano derecha por un momento, aquella marca se había ido junto con ella. -Sí, no lo entiendes. No intentes decir que sabes cómo soy si no lo entiendes. <<Ni tú ni nadie de aquí lo entenderá, ni siquiera...>> -Imágenes de Per y Brina le vinieron a la cabeza así como de su hermano pequeño, por un momento algo de tristeza se pudo entrever en Barael. Miró al belga fijamente. -No me voy a retractar, mataré a cualquiera que le toque. -No había ninguna duda en su mirada, ningún titubeo en su pulso, ningún error en sus palabras. -Pero... -Comenzó antes de que nadie lo cortase. -Haré todo lo posible para que lleguemos todos vivos a la Luna y también para que sobrevivamos a ella. Creed lo que queráis. -Volvió a darse la vuelta hacía su hogar provisional pero se paró un momento y les habló a todos. -En el torreón cuando estemos cenando anunciare algo. -Y retomó su camino hacia aquella jaula segura.

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