Cicatriz de Arax

-Oh, tenéis océanos, eso tengo que verlo - digo mientras nos vamos yendo.- Mi mundo también es muy grande, viviremos en el unos.... cuatro mil millones aproximadamente y también tenemos océanos grandes. Aunque lo cierto es que echo un poco de menos el desierto, de noche puedes contemplar miles y miles de estrellas y es muy bonito.

Llegamos a la cicatriz y la cruzamos como venimos haciendo desde el primer día.

-Pues no me importaría ver vuestros mundos, seguro que hay muchas maravillas que ver y aventuras por correr. - declaro una vez al otro lado.

Habían decidió ponerse ya rumbo a letargo mientra charlaban un poco sobre sus mundos. Las palabras de Alice y su comentario sobre los bichos que podían encontrarse en su mundo como si fuesen cualquier mascota le dejo un poco confundido.

-¿Son mascotas o algo así?- pregunto no entendiendo que pudiesen tener animales peligrosos en medio de donde vivían como si fuese tan normal. Ozzchreanos también intervino en la conversación diciendo algo que le incomodo ¿no podrían volver? Esperaba que Alice tuviese razón y su caso fuese como el de los irrenses. No tardaron demasiado en llegar a la cicatriz mientras escuchaba las cosas que decía Alice de su mundo y que solo le daba mas ganas de querer conocerlo. Surasara también menciono el suyo.

-En mi mundo hay también un gran océano de un color anaranjado realmente bonito, y hay mucha vegetación de tonalidades pastel, tan diferente a las de aquí. Hay muchos animales pero la mayoría no son peligrosos, se alimentan de hierba- añadió recordando cosas de su mundo que alguna vez había llegado a molestarle y que ahora echaba un poco en falta en un ambiente tan gris como era la ciudad-Tenemos también montañas y volcanes, incluso puedes visitar el interior de estos, al menos de los que están apagados. Lo único es que no se si podre invitaros a comer...puede que os siente mal, como la miel pero el paisaje es digno de ver añadió mientras atravesaban la cicatriz.

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-Yo sí podría invitaros a comer- añadió Marsi, que cruzaba justo detrás de Dhelian. Estaba más relajada.- No he salido mucho de mi ciudad, pero la comida es deliciosa. La calle comercial esta llena de puestos ambulantes con pasteles de carne, tartaletas de melaza o mermelada, grillos picantes caramelizados. A veces traen hielo de sabores del sur...

Pensó en las calles de su ciudad en primavera, los parques en flor y las calles llenas de vida por las tardes. Echaba de menos la tranquilidad de su ciudad, y no encontrarse nada más peligroso que una araña o una rata, de tamaño normal.

-Y os presentaría a mis padres, y os enseñaría el establo de los osogrifos. Ya debe haber camada nueva...

Llegó al otro lado y miró hacia abajo, al mar de huesos. Se preguntó por la familia de Nara, y cómo sería su mundo. Luego siguió a los demás.

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—¿Mascotas? No, querido, no, ¡son salvajes! Todo el lugar donde vivo es salvaje, excepto las grandes ciudades. Te puedes encontrar alguno de los bichos más venenosos del mundo saliendo del baño, pero es un buen sitio—respondí al daeliciano riendo—¡Comida! En mi mundo hay miles y miles de platos distintos. Aunque lo cierto es que invitaros sería imposible... pero ya apañaremos algo.

Y al cruzar por el tablón de la Cicatriz, añadí:
—Hay que proponerles esto a los sendarios. No sé cómo nos apañaremos con el tema del dinero, pero si puedo, quiero verlo todo.

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La enorme grieta que parecía extenderse más allá de lo que alcanzaba la vista en ambas direcciones se les presentó sin nada que les advirtiese de ello. Desde luego estaba claro que en aquella ciudad no conducían vehículos o no disponían de ningún sentido de la seguridad… Aunque pensar en ello a aquellas alturas se le antojaba casi ridículo pues ni siquiera comprendía como había gente que podría vivir en aquella montaña de escombros ni por qué. Rocavarancolia se le antojaba cada vez más el escenario de alguna obra de teatro trágica, en la que se contase como una ciudad había sido arrasada por alguna clase de catástrofe y sus habitantes se hallaban atrapados en su inmundicia debido a alguna argucia argumental que en aquel momento no le apetecía idear.

Especialmente porque en cuanto se acercaron al borde de aquella abertura descomunal, la impresión la dejó muda tanto de palabra como pensamiento. Si Irianna tuviese que describirlo, sería algo parecido a >>era como si parte de la ciudad se hubiese precipitado al vacío, arrasando con edificios, personas y cualquier otra cosa que tuviese el infortunio de hallarse atrapado en aquella zona catastrófica en el momento menos oportuno. Los cadáveres se apilaban y era imposible estimar cuántas vidas largamente perdidas se podían atisbar allí abajo.
—Resulta escalofriante —comentó en un tono bajo más para sí misma que otra cosa mientras una de sus manos apretaba inconscientemente su brazo contrario en su postura de brazos cruzados.

Irianna alzó la mirada tras darse cuenta de que se había ensimismado y observó a su alrededor, moviendo la cabeza en varias direcciones. Un nuevo problema se presentaba en toda su obviedad ante ellos: ¿cómo iban a cruzar? Aunque, en realidad, la idrina consideró que cabría preguntarse si valía la pena cruzar. Para ello decidió que lo mejor sería recurrir de nuevo al reptil volador.
—Escucha… Perdona, no sé tu nombre —le indicó dirigiéndose a él—. ¿Puedes comprobar desde las alturas si al otro lado hay alguna edificación que se parezca a la que nos dirigíamos antes? No sé si lo viste cuando aquel pájaro lo indicó, pero al menos si pudieses decirnos si se ve alguno que conserve su integridad y no parezca a punto de derrumbarse en cualquier momento…
La idrina no estaba segura de si una criatura como aquel pequeño reptil reconocería lo que le pedía, ya que su fisonomía no parecía demasiado adecuada para construir edificios y en su cabeza la lógica le decía que debía haber muchas cosas que le resultarían extrañas. Irianna estaba dispuesta a explicarle lo que fuese necesario, sin embargo.

A Rasqa le gustó la sensación de satisfacción que se le quedó cuando logró sacarlos del laberinto. Le resultaba parecida a la de ganar una carrera, pero sin el regustillo amargo por quienes la pierden. Se sentía útil como rara vez lo había hecho en las islas, dónde no era más que una cría más. Rasqa había vislumbrado el río de huesos unos segundos antes que el resto, pero lejos de inquietarse, el dragoncillo tan solo caviló acerca de cuánta carne se habrían comido quienes fueran para tirar tanta sobra junta.

—Es Rasqa, tranquila —el parqio no sabía por qué la tenía que perdonar, si no había hecho nada—. ¡Y voooy! —exclamó entusiasmado antes de que la chica acabara de hablar.

El parqio cruzó la grieta desde el aire y avanzó lo suficiente como para no perder el contacto visual de su grupo de bípedos. Fue entonces cuando oteó el horizonte y supo que había volado demasiado rápido. Veía muchas cuevas de esas tan raras; unas más altas y enteras que otras, pero no sabía qué era lo que debía encontrar. No le quedó de otra que dar un quiebro en el aire y desandar lo volado para informarse.

—Me parece que no presté mucha atención al pájaro, ¿qué tengo que buscar?

No le importaría tener que dar varias idas y venidas para acabar dar con lo que se suponía que había visto el ave. El parqio se encontraba en su salsa y las caricias del aire rocavarancolés eran agradables para sus escamas.

Uno de los seres le pidió al dragón en miniatura si podía sobrevolar la zona en busca del refugio prometido. Por lo visto, todos ellos estaban más familiarizados con las estructuras que los rodeaban y Kimbra pretendía, una vez se encontraran a resguardo, preguntar a alguno de ellos sobre el lugar. No le resultó extraño que se quisiera encontrar un lugar donde guarecerse dado que se encontraban en el exterior y, aunque diferente al que ella conocía, seguía siendo una posible fuente de peligros; lo que no entendía tanto era la imperiosa necesidad de ello que parecían demostrar sus nuevos compañeros. No se encontraban en un prado abierto, por lo que la facilidad de esquivar y huir del posible peligro aumentaba, así que podían tomárselo con calma y analizar el terreno para buscar el lugar optimo en vez de moverse de forma apresurada.

A su lado, la llamada Irianna preguntó por su nombre, comentando seguidamente que lo necesitaba en caso de que tuviera que avisarla de algún peligro cercano. Aquel comentario le extrañó, pues del lugar del que venía no se avisaba al que se encontraba en peligro, sino que se avisaba del peligro de forma general.

- Kimbra. Ese fue el nombre que escogí para mí.- contestó, aunque no añadió que aquello no era del todo cierto, ya que no se había iniciado y por lo tanto no se había desprendido oficialmente de su número.

Con esta omisión de información Kimbra no pretendía ocultar nada, ya que, en el caso de que le preguntaran, revelaría todo aquello; simplemente creyó encontrarse en una situación delicada respecto a su nombre que no sabía si los seres de otros planetas entenderían.

El grupo no tardó en salir de aquel laberinto de piedra gracia a las indicaciones del pequeño dragón y pronto llegaron al borde de una especie de grieta en la tierra. Se asemejaba a dos acantilados enfrentados o un cauce más profundo de lo habitual y vacio, aunque solo de agua. La grieta se encontraba llena de huesos y rocas, aunque no a rebosar. La engendro se acercó al borde y miró hacia abajo, sintiendo de repente un mareo repentino, por lo que decidió retirarse. Aunque sabía de Hijos de Lunas que solían explorar a placer los acantilados y escalar las montañas, ella nunca había estado a mas altura que la que le aportaba Ámarok, por lo que aquella diferencia de altura le provocaba una leve sensación de pérdida de equilibrio. Una vez recuperada del ligero percance, decidió volver al lado de la chica plateada.

- Irianna fue tu elección, ¿cierto?- preguntó para asegurarse de que no contaba con información errónea, ya que era el único nombre que disponía por el momento.

La chica siguió al grupo contenta de que a alguien se le hubiese ocurrido como idea usar a Rasqa para guiarnos desde el aire. El lugar era laberíntico con ganas y la varmana acabó perdiendo la cuenta de los giros. Por suerte acabaron dando con una salida.

Si Varsai no hubiese sido muda de nacimiento se habría quedado muda en ese momento. Lo que se mostraba ante sus ojos le parecía grotesco y de muy mal gusto, esa no era forma de tratar a los muertos a su parecer. La niña se preguntaba si por no darles un entierro digno los fantasmas aún estarían en la ciudad, sin ser consciente la niña se estremeció ante esa perspectiva tan siniestra.

Cuando se sobrepuso buscó una forma de cruzar. Rasqa ya estaba buscando algún lugar para refugiarse y la niña pensaba que si estaba más allá de aquella grieta tendrían que buscar un lugar para poder cruzar. No tuvo suerte, quizá si había algo estaba fuera de su rango de visión. La niña se acercó al chico rubio que le había ayudado y se quedó a su alrededor.

El vikingo le propuso al lagarto aéreo que localizase algún refugio y una ruta para salir de aquel laberinto deprimente. La carrera provocó que Sigrún comenzase a sentir calor, así que hizo una pausa, se quitó el jersey gris, quedándose con una camiseta de manga larga y además de la de manga corta y la interior. Volvió a ponerse le abrigo, pero en esa ocasión abierto. Ocupaba un poco menos, pero se le habían teñido las mejillas de rosa y no quería parecer un Nenuco.

Algunos de sus acompañantes le habían adelantado y se habían parado, mirando, lo que parecía una grita del camino, pero desde esa distancia no podía estar seguro. La poca miopía que tenía no le impedía ver, pero sí le molestaba en circunstancias como aquella. Curioso, se acercó y se posicionó al lado de la mujer pez.

No era una grieta cualquiera, era tan larga que no podía ver su inicio ni su fin, y tan profunda que no veía el fondo, posiblemente por la cantidad de cadáveres que habitaban dentro. Más que cadáveres, esqueletos. Desde luego, esa ciudad tenía un pasado oscuro.

<<Al menos no huele, la peste que tuvo que echar esto seguro que se olió en toda la ciudad>>. Con el tiempo se sentía cada vez más ofendido. Alienígenas, ruinas, escarabajos asesinos gigantes, cadáveres… ni siquiera se habían molestado en reconstruir la ciudad… aunque lo mismo no tenía suficientes habitantes para ello y los rocavarancoleses vivían en una parte del lugar, con edificios e instalaciones decentes. …Una ciudad en la que sacar tu máximo potencial… y una mierda. Si el borracho que le habló del mundo y sus amiguitos esperaban que se pusieran a trabajar para adecentar el sitio lo llevaban claro. Él, al menos, no pensaba ayudarles para nada.

La voz de la plateada interrumpió sus pensamientos. Le decía al dragón de juguete que buscase un lugar seguro. <<Y hazlo rápido>> gruñó para sus adentros <<Como aparezca otro bicho que quiera comerme, te ofreceré de aperitivo>>.

Menos mal que el bicho volador parece saber guiarnos por las callejuelas en las que rondamos. Si no, no tengo ni puñetera idea de como habríamos dado con la salida. >>Creía que no saldríamos vivos de aquí<<.

Tengo miedo, mucho miedo. No sé que va a ser de nosotros. >>¿Cómo vamos a sobrevivir un puñado de niños en esta pesadilla?, correr no nos va a servir de ayuda mucho tiempo. Solo...solo deseo encontrarme con Doce >>No voy a parar hasta reventarle la cara a patadas, se va a enterar de a quien ha llevado a Rocavarancolia, espero que el humo verde que me echó en mi cara también sirva para devolverme a la Tierra, por que de lo contrario...>>. Otra cosa que me sorprende es la crueldad de los habitantes de este mundo, no salen ni a ayudar >>A lo mejor es que no hay, aun así pediré explicaciones si me encuentro a alguno que no intente comerme, claro está<<. No me ve nadie pero escupo al suelo con verdadero asco. >>Ojalá se marchite todo cómplice de Rocavarancolia, malditos sean..<<

Me quedo sin aliento, todo hasta lo que llegan a ver mis ojos es desierto, una tierra muerta que da mala espina. Encima una gran fosa llena de huesos o cadáveres o yo que sé más, se extiende a lo largo cubriendo mucha distancia. Suspiro de frustración, un problema tras otro va llegando, >>¿Ahora cómo vamos a pasar esto?, yo desde luego no pienso bajar ahí abajo, habrá que pensar alguna forma<<. No tengo que comerme mucho el coco, la chica de piel plateada sugiere que el bicho volador vuelva a echar un vistazo por si encuentra alguna manera de acceder >>¿Y si no hay nada? ¿Y si esto es así y ya se acabó?, en plan que cada uno se busque las abichuelas, uff no quiero ni pensarlo si quiera.<<. Me recorre un escalofrío por la espalda que me hace estremecerme y reflexionar en qué debe de haber allí abajo o cuánta gente habrá muerto para que haya tantos huesos.

Hasta entonces no me había fijado del chico que se ha quedado atrás, se cambia un poco de vestimenta, >>Supongo que tendrá calor<<. Tampoco le he escuchado hablar pero no va con libreta, simplemente prefiere callar, al igual que yo. >>Je, otro de los silenciosos, cada vez voy conociendo a más como yo<<. Se acerca a la plateada y yo a él, aunque en silencio, por supuesto. Me inclino y veo toda a la altura que nos encontramos, es un barranco gigante. Trago saliva y cierro los ojos. >>Miremos los positivo, al menos tengo grabados los nombres de algunos de mis compañeros de barranco, genial.<<.

Al final, decidimos seguir andando con la guía del dragoncito sobrevolando por encima de nuestras cabezas. Durante la caminata me dedico a observar a mis compañeros, somos justamente diez, separados de los otros que Dios sabe donde estarán. Entonces me percato de que también está a parte de Ruth, el chico del chaquetón negro, Sigrún. Bueno, la peor parte se la han llevado el chico del pelo largo y la ciega, al menos nosotros somos tres.

También me fijo en la chica-gato, parece de mi edad aunque algo me dice que parece de menos edad.

Llegamos a una amplia llanura con una horrible grieta, es como si este mundo estuviera partido en dos, de cuajo y lo más siniestro es que esa grieta esta rellenada de esqueletos de todos los tipos y formas imaginables, la plateada le dice al dragoncillo que vuele por loa alrededores,yo me fijo en como este vuela y no puedo evitar tener un poco de envidia, que suerte.... Me quedo admirado de la gracilidad con la que mueve las alas, es increíble que de verdad existan aliens.

Aprovechando este pequeño momento de paz decido acercarme a la felina y al chico con pelo rubio y trenzas.
-Eh...Hola ¿Como os llamais? Al fin y al cabo vamos a pasar tiempo juntos y he pensado que...podríamos conocernos mejor-....Parece que no se esperaron la sorpresa ya que la chica dio un saltito de sobresalto. Observo a la niña, ¿lleva un cascabel? A lo mejor quiere parecerse a Doraemon... O es alienígena que apunta a ser lo mas acertado. - Mi nombre es Devoss, vengo de la Tierra, concretamente del país Holanda, aunque prefiero Países Bajos-. Digo mientras intento sacar mi mayor sonrisa. Se que no debería ser tan sociable, pero de todas maneras voy a pasar un buen tiempo con esta gente así que debería conocerlos, no quiero vivir en un refugio lleno de gente desconocida...

Roaxen Tenvrai

El ulterano caminaba con cierta confianza. El xeno volador y el sentido comun fueron las herramientas que el grupo usó para guiar su camino a través de aquellos tortuosos callejones. Bastante cansado, Roaxen Tenvrai examinaba los edificios que, por bizarros que fueran, alguno se provaria un refugio útil, quizás hasta uno de los refugios que se podrian haber concedidos.

Con el grupo partido, se alegró de que ninguno decidiera hacerse el heroe. ¿Quien sabe? Quizás los otros xenos habian tenido una educación parecida a la hora de tratar con otros de su calaña, aun a pesar de su muy inferior intelecto. Lo que, sin duda, le chocó, fue que habia algunos xenos compatriotas que se habian dividido. Aun a pesar de ser extraños, le sorprendió la facilidad de estos a la hora de darles por muertos o no preocuparse.

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Una temible cultura al odio y al desprecio del débil ya veo. Vaya sociedades más barbáricas.

Finalmente, dieron con la salida de aquel lugar. Este se abrió mostrandoles un espectaculo que se podria definir, como poco, como dantesco. Una gran herida cicatrizada en mitad de los bloques de edificios estrafalarios que, como un lienzo, estaba pintada del derramamiento de sangre y de la muerte a partes iguales. Su artista, por asi decirlo, hizo un trabajo algo apresurado, pero efectivo a ojos del genio tactico.

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Hah. Parece que alguien ha adelantado el buen trabajo. Ya siento la galaxia más segura con esa pila de huesos más allá. Es, tan solo una pequeña esperanza, pero estaria muy a favor de que todos los xenos del universo se exterminaran los unos contra los otros. Ahorraria bastante en gastos militares al Imperio.

El unico problema que veia delante era que no parecia haber forma de sortear, ni un puente, ni un elevador, ni un servicio de transporte vaya. Estaban solos en aquella tarea. Quizás esta fuera la primera prueba para sobrevivir en aquella maldita ciudad. Vio bien las ordenes que se dieron a la criatura alada que les acompañaba. De nuevo, su habilidad para volar se mostraba, aun para mucha rabia del xolnita, útil. El capellán estaba deseando que la criatura empezase a causar problemas cuanto antes, para poder extender su opinion entorno a ella como una chispa entre la yesca.

No tuvo tiempo de prestarle atención a la conversación que mantenían todos los extraños presentes, cuando un bicho volador apareció sobre ellos. Se quedó bastante sorprendida al ver a un gato con aspecto humanoide subido a esa cosa. No podía quitarle la vista de encima. Una deidad subida en semejante cosa, no lo habría permitido de ningún modo.

Al lado le pareció ver una figura demacrada que hablaba de todo lo que ya sabía. La gata-humana habló luego, y Vorela guardó cada una de sus palabras en la mente. Habría comida y refugio, así que tendría que buscarlos cuanto antes, la gata había dicho que la noche es peligrosa, y no pensaba cuestionarla. El bicho se fue volando de nuevo,  con esa genuina deidad encima, y la vio perderse en el horizonte. Casi a la vez, la gente empezó a moverse. Y no se pensaba quedar atrás de nuevo. Al dispersarse el grupo, pudo ver a una niña con un hocico similar al de un gato. Otro ser gatuno, tendría que ser cierto. No le faltó tiempo para seguirle allá donde fuese que iba. En un lugar extraño, cualquier símbolo de cercanía a ella sería una apuesta segura.

Se dirigían guiados por un lagarto volador, que parecía saber a dónde nos llevaba, callejeando por las ruinosas calles. Dio gracias de haber elegido para el viaje esas cómodas sandalias y  no las plataformas que tenía pensado en un primer momento. Delante de ella iban en primer lugar, una chica de piel fascinantemente plateada, la chica-gato, un chico de pelo blanco , una chica corrientucha vestida de blanco,"¿cómo podía llevar un tono de color tan feo?." dos chicos de pelo dorado, uno con trenzas y otro sin, y un tipo muy raro con el pelo violeta. No tuvo tiempo de seguir pensando en cómo podría sacarles partido, cuando se encontró de bruces con un enorme corte que se extendía hasta donde se perdía la vista, lleno de huesos.  Era horripilante.

Procuró no acercarse demasiado al borde, por lo que pudiera pasar, y vio apropiada la idea de mandar al reptil para cruzar. El chico de pelo corto se acercó a la niña-gato y al tipo de las trenzas para presentarse. No iba a ser ella menos, así que se unió al grupito, así sabría de donde venía la belleza de la niña-gato. -Devoss...- Lo dijo en voz muy baja para recordarlo correctamente. -Yo soy Vorela, hija de Reira, y vengo de Libo.- Miró atentamente a la niña gato, esperando una respuesta por su parte, y aguantando las ganas de tocarle el cabello o el hocico, podría ser una afrenta hacía esa criatura divina, y no quería tener a los grandes felinos en su contra.

En cuanto dejaron atrás aquel laberinto de callejones, otro obstáculo se abrió frente a ellos. Una grieta que, presumiblemente, partía la ciudad en dos les impedía avanzar, y el contenido de la misma resultaba perturbador. Una riada de osamentas cubría el fondo de aquella fosa descomunal, lo que hacía imposible la tarea de deducir su profundidad. Sekk era incapaz de imaginar quién o que había abierto semejante cicatriz en la tierra, pero prefería no llegar a averiguarlo.

La niña con orejas picudas se le acercó y se quedó a su alrededor, atrayendo con su presencia a otros dos alienígenas. Al intara le incomodaba esa atención repentina, pero mantuvo la compostura y memorizó los nombres de sus nuevos compañeros por educación.
—Yo soy Sekkeh Reikayame, y vengo de Ulterania —volvió a presentarse. El ulterano se alejó del corrillo con un par de pasos en cuanto vio la oportunidad, acercándose entonces al borde de la grieta para echar un vistazo.

No tenía miedo a las alturas y su sentido del equilibrio era bastante decente a pesar del síndrome de desembarco, pero con uno de sus pies rozando el corte a pico que se precipitaba sobre aquel mar de huesos la valentía de cualquiera se encogía un poco. Volvió a terreno seguro y escuchó las pregunta de Rasqa con atención. La chica plateada le había pedido que buscara un refugio, pero el parqio no tenía ni idea de que buscar y había vuelto para pedir indicaciones.
—El pájaro dijo que había avistado un edificio alto que no estaba en ruinas —le informó en voz alta, adelantándose a las palabras de los demás—. Busca algo similar… cualquier cosa alta que sea distinta a los montones de escombros que nos rodean —resumió a grandes rasgos.

Cuando el lagarto alzó el vuelo de nuevo, Sekk empezó a buscar una forma de sortear aquel abismo. En la distancia creyó ver un edificio derrumbado sobre la cicatriz, pero no estaba seguro del todo. Lo más sensato era acercarse para comprobarlo.

Se aseguró de memorizar el nombre del reptil volador igual que había hecho con el de la chica marioneta. Rasqa enseguida accedió a su petición, aunque el pequeño volvió al poco preguntando lo que la idrina ya había temido. Esbozó una leve sonrisa ante el comportamiento del reptil, ya que denotaba cierta impulsividad y mientras pensaba cómo sería la mejor forma de describírselo, el rubio con trenzas en el pelo se le adelantó.

Irianna había prestado atención a las presentaciones de los demás, fijándose en que otra de las que había acabado en aquel grupo y que se presentó como Vorela tampoco llevaba mucha ropa encima, lo que le llevó a Irianna a preguntarse si aquella otra mujer tan alta que la había asaltado pertenecería a su mismo mundo y en este fuese normal la ligereza de ropa.

La idrina, no obstante, no llegó a decir su nombre, pues casi todos parecían haberse congregado alrededor del que se presentó como Sekkeh Reikayame y, a excepción de Kimbra que continuaba a su lado y aquel chico tan pálido, nadie más pareció tener interés por dirigirse a ella. De todos modos la chica morena le preguntó por su nombre para que se lo confirmase y probablemente Irianna se hubiese sentido más confusa por la formulación de aquella pregunta de no ser porque recordaba lo que Kimbra había dicho cuando se presentó.
—Sí, me llamo Irianna y vengo de Idris —le confirmó. Supuso que de este modo también se enterarían el resto de su nombre. Puede que no se hubiesen dirigido a ella, pero necesitarían saberlo—. ¿En tu sociedad elegís vosotros mismos los nombres o algo por el estilo? —Se interesó—. A propósito… ¿Cómo te llamas tú? —añadió tras unos segundos de duda para el chico pálido. No sería de muy buena educación no incluirlo en la conversación ya que se encontraba cerca de ellas y todo el mundo se estaba presentando.

Fue mientras esperaban la respuesta de Rasqa que oyeron aquella voz que anunciaba cosas espantosas como si se tratase de delicias. El asombro inicial por ver lo que a todas luces parecía una bañera surcando el aire, capitaneada por una criatura que sin duda recordaba a un espantapájaros y que era el dueño de la penetrante voz, fue sustituido por el desagrado al darse cuenta de que aquello era lo que se suponía que llevaba su comida.
—¿Pancreas de salamandra en sus propios jugos? —repitió lo último que había anunciado aquel ser sin alzar demasiado la voz y componiendo una ligera mueca de desagrado—. Será alguna clase de juego de palabras o una comparación retorcida, espero —musitó sin demasiado convencimiento.

Dos de aquellas bañeras pasaron por encima de sus cabezas y una de ellas atravesó la grieta sin detenerse, perdiéndose en la distancia. La segunda, no obstante, comenzó a descender. Por un momento Irianna pensó que les dejarían la comida justo donde se encontraban, pero aquella primera impresión enseguida se probó errónea mientras observaba, con cierto pasmo, como esta aterrizaba directamente sobre la abertura y caía sobre la montaña de escombros y esqueletos, totalmente fuera de su alcance.

—Estupendo —ironizó mientras se acercaba de nuevo al borde de la grieta para observar la comida que acababan de perder—. Tendremos que buscar la otra, pero al menos creo que eso podría significar que hay un refugio en aquella dirección —teorizó no demasiado convencida. Al fin y al cabo aquella la habían dejado caer sin más en un lugar inaccesible. ¿O tal vez no lo era tanto?, pensó de pronto—. Rasqa, ¿te ves capaz de descender ahí abajo y ver si puedes recoger algo de comida? No tienes que hacerlo si te da miedo —le tranquilizó—. Todavía tenemos otra posibilidad y no creo que nadie te culpe si no te apetece bajar.
A continuación dirigió una mirada fugaz a varios de los presentes más cercanos para, por si alguno decidía contrariarla en aquello, tener una réplica preparada.

Varsai observó como el parqio volvía a pedir más indicaciones y sonrió por su despiste. En el fondo se estaba muriendo de envidia hacia Rasqa, envidiaba su forma de echar a volar despegándose del suelo como si fuese ingrávido, la niña habría dado cualquier cosa por poder hacer lo mismo que él y surcar el cielo con total libertad. Pero era algo imposible así que se contentaría con interrogar al parqio sobre lo que se sentía para saciar su curiosidad.

Se hallaba en esos pensamientos cuando una voz a sus espaldas la sobresaltó visiblemente, no había oído al humano aproximarse. El chico se presentó y automáticamente otra chica bastante singular se presentó también. La varmana ladeó ligeramente la cabeza tratando de entender por qué la chica sólo había mencionado a su madre. <<Quizá su padre no esté vivo y no tenga hermanos>>. Con esa posibilidad en la cabeza escribió:

"Me llamo Varsai, soy hija de Areko y Astana, y hermana de Gralo y Nete.
Procedo de la capital Balera de Varmania"

La niña volvió a escribir, quería averiguar algo de la chica. No sabía qué era eso que tenía por la cara.

"¿Qué son esas cosas que tienes en la cara? ¿Puedo tocar?"

Una voz parecida a una cancioncilla la interrumpió y la niña miró hacia el lugar del que procedía. Con la boca semiabierta observó la bañera bajar a dejar algo en el río de huesos. Si lo que decía el ser que la pilotaba era cierto la niña no tenía muy claro si lo comería, aunque si tenía que ser honesta con ella misma tenía tanta hambre que se comería un osogrifo entero.