Cicatriz de Arax

Como en cada salida hacia el sur, pasamos sobre la Cicatriz. Siempre lo mismo, siempre con extremo cuidado, y al menos en mi caso, sin confiarnos. Cualquiera podía trastabillar y caer; por mucha magia que tuviéramos para lograr el rescate era mejor prevenir, obviamente. Ahora, sí que sería ridículo sobrevivir a la ciudad y que un tropiezo te condenara: había cosas peores aquí fuera. Sin embargo, todo era posible, así que al igual que hiciera en el camino hacia aquí, busqué al ruso en los alrededores, en silencio para no alertar a las ratas de la cercana plaza. Por suerte no había ni rastro de él, aunque bien podría haber desaparecido sin más como... <<Calla, no sigas por ahí. Ese otro macielero es historia, Shaco aún puede aparecer>>

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El lugar se presenta igual que siempre, todo lleno de huesos con sus gusanos seguramente debajo esperando a que algo se caiga. Que algo se caiga... Una sonrisa me cruza la cara al imaginarme al humano atado a una cuerda y retorciéndose entre los huesos mientras las bestias se acercaban, y justo en el ultimo momento tirar de él. Será una buena forma de hacerle pagar la preocupación si lo encontramos.

Cruzo riéndome entre dientes sin contarle a nadie mis pensamientos.

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-Se supone que estamos enfadados, ¿por qué te ries?- preguntó Marsi molesta, que había caminado junto a Sura todo el camino.- Por favor, eres de las últimas personas que quiero que se vuelvan raras- comentó, adelantándose un poco y poniéndose a la cabeza, más cerca de Alice.

No miró hacia abajo, la cicatriz le daba repelús. Llevaba su lanza apoyada en el hombro y miraba hacia el frente, con los ojos ligeramente entrecerrados por el sol de la mañana. No sabía como iba a reaccionar al ver a Shaco, ni qué harían si resultaba que no estaba en Maciel, pero las ganas de darle dos tortas no se las quitaba nadie.

El camino hacia los Jardines, sin contar las callejuelas entre medio, era prácticamente una línea recta, así que no debería costarnos mucho tiempo llegar. Pero siempre estaba la Cicatriz en medio. ¿Pasaría algo si cuando acabase el año a alguno de nosotros le diera por hacer algo mejor para pasar que no fueran unos simples tablones de madera? ¿Y por qué a nadie de la ciudad le daba por arreglar su ciudad? ¿Cuánto tiempo llevaba este lugar tan hecho polvo? No entendía que un lugar con magia permaneciera en ruinas como si nada, la verdad.

—Sé que lo sabéis pero nunca está de más decirlo... tened cuidado—dije mientras cruzaba.

Habíamos hecho una diagonal para no pasar por la plaza de las ratas, pero a la altura de la zona del Anfiteatro tendríamos que ir dirección sur, todo recto, para llegar directamente. Si nos encontrábamos alguna otra localización interesante en nuestro camino, sugeriría no detenernos hasta llegar a nuestro destino.

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Como siempre no parece haber signos de vida en la cicatriz, aún con todo sabemos que no es así y por eso tenemos cuidado al cruzar, es posible que el que se caiga no sobreviva.

Cruzo el puente la última asegurándome de que el resto pase bien. Después de cruzar nos dirigimos a los jardines esos, lo cierto es que mirando el mapa no parece un camino muy complicado, pero como en esta ciudad casi no puedes fiarte ni de tu propia sombra tengo las armas listas por si algo nos ataca.

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Siempre que pasaba por aquella cicatriz de huesos se estremecía. Lamentablemente debía pasar bastante a menudo pues quitando las zonas cercanas al torreón de letargo todo lo demás estaba al otro lado de la cicatriz, incluido el torreón de Maciel y los jardines que pensaban visitar.

Era sino estaba equivocado el trayecto mas largo que harían en la ciudad, sin contar Maciel, y eso le ponía ansioso en gran medida. Si algo ocurría, pensando en la parte mala del asunto que era imposible de obviar en la ciudad, lo tendrían difícil para llegar de vuelta a letargo. "Hay que tener la atención puesta en todos lados, mas que nunca, por mas protecciones que tengamos" pensó Dhelian mientras cruzaba el puente despacio y tenia toda su atención puesta alrededor con sus manos cerca de sus dagas.

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Aprendiz

Al final salieron tres del torreón para ir en dirección al tal letargo. La ciudad era tan ruinosa, tan gris, que casi se deprimió de que fuera este sitio el que les retuviera en contra de su voluntad. Aunque, claro esta, el aprendiz no recordaba lugar alguno al que volver y las unicas personas de las que podia fiarse, era de aquellas que decian de conocerle, incluso de haberle llamado amigo antes de que la amnesia hiciera su trabajo.

Aunque algo forzoso, el aprendiz se vió afrontando la situación con cierto optimismo. Era como si a cada cosa que le contasen, pudiese ver más lejos y, por lo tanto, pudiese estar mejor preparado para lo que fuera que se avecinase. Aquel poder, aquel combate contra la impotencia le llenaba de optimismo.

La salida sin embargo, no pudo ser más amarga. No solo la mitad de los presentes le enjuiciaban con la mirada o le mirasen como un fantasma, sino el abierto menosprecio de algunos hacia su persona. Quizás no eran tan amigos como dijesen, o quizas simplemente la situación y las circunstancias que vivian les hacia encajar aquel golpe mucho más duramente que en cualquier otro sitio. No le molestaria ser considerado con aquello, de no ser porque habia sido él quien habia olvidado absolutamente todo. Y aquella soledad incómoda que eran sus recuerdos, le costó comprender en que mundo vivian los demás.

A medida que avanzaban por la ciudad y Clio le iba contando de sus peligros y experiencias, el aprendiz no pudo evitar bromear y exagerar cada una, pero hizo nota mental sobre que sitios eran. Y donde estaban. No podia permitirse el lujo de caer en alguna trampa.

-Suena que hemos tenido un verdadero vaiven de aventuras aquí... De no ser por los muertos y heridos... quien sabe...-se quedó callando.-Mejor me callo. No se de lo que estoy hablando y no quisiera incomodaros a ninguno de vosotros con mis tonterias de amnesico.-

Pero si algo podia estar seguro, es que en la ciudad se haria más fuerte. Ridiculamente fuerte. Habia aprendido a usar la magia ahí, una herramienta más que útil y, aunque estaba en baja forma, se encontraba en su mejor forma física, al menos, de lo que su cuerpo pudiera recordar.

Y entonces toparon con la cicatriz.
-¡Santa Madre de Sonic el Erizo apadrinado por Gandalf el Blanco, acunado por el Maestro Yoda, amamantado por el mismisimo Jim Raynor! ¡Por toda la morbidez de Budai! ¿¡Qué ha pasado en este sitio!?-exclamó, temblando de terror mientras miraba de reojo la fosa con la apilación de esqueletos y otros restos.-¡AH! ¡HE OIDO ALGO MOVERSE! ¡IIIIIIIH! ¡ALGO SE HA MOVIDO! ¡AHI ABAJO HAY ALGO!-chilló.

Aunque no era un nombre propio, Archime respetaría los deseos del que ahora pedía que lo llamasen aprendiz. Por unos instantes consideró el permanecer en el torreón, pero viendo que muy pocos pensaban acompañar al humano a Letargo y especialmente tras la advertencia de Taro, el biomecánico no se planteó más qué debería hacer y tras manipular el mecanismo del puente salió tras Cío, Nero y el aprendiz.

El irrense se mantuvo en silencio, atendiendo a la conversación que mantenían los demás mientras cavilaba sobre ella. Archime no contaba todavía con un desenvolvimiento social tan avanzado como para saber leer ambientes, pero no cabía duda de que en general habían acogido de forma poco entusiasta al aprendiz. Y viniendo de alguien como él, que rara vez daba muestras de variar su inalterable neutralidad analítica, era mucho decir.

La reacción del humano al llegar a la infame Cicatriz sobresaltó al ingeniero, aunque externamente tan solo mostró una repentina rigidez casi imperceptible además de un par de parpadeos en su dirección. No recordaba que la primera vez que habían atravesado la enorme grieta, el humano hubiese reaccionado de forma tan exagerada como lo hizo en aquella ocasión. Aunque, por otra parte, había gritado igualmente que “había algo bajo”.

—Mantén la calma, aprendiz —le dijo adelantándolo mientras caminaba en dirección a la tabla que hacía las veces de puente—. Entre los escombros y restos orgánicos habitan unas criaturas vermiformes de gran tamaño, pero hemos atravesado este lugar numerosas veces sin incidentes. Aún en el caso de que sucediese algo disponemos del sortilegio de levitación, entre otros —le recordó tratando de evitar que lo invadiese el pánico.

- Se refiere a gusanos gigantes- aclaró con suavidad Nero, ante la palabras del irrense. Cuando hubieron cruzado, y solo entonces, cogió una piedra y dijo-.Mira.

Arrojada al fondo de la cicatriz, los huesos temblaron ante el nuevo movimiento. Las susodichas "criaturas vermiformes" se revolvieron buscando alimento entre la masa osea.

- La cicatriz de Arax fue producto de una guerra hace más de treinta años. Pero no se en que momento llegaron nuestros amigos. En cualquier caso, estoy seguro de que entre esos huesos no hay solo víctimas de la guerra.

Dicho esto y con perfecta calma, continuó el camino hacia letargo.

La exagerada reacción del humano al llegar a la cicatriz le produjo una mezcla de diversión y vergüenza ajena. Negó con la cabeza y pasó a comprobar la estabilidad del tablón mientras escuchaba la perorata de Archi como si fuese un runrún de fondo.
―Hombre, no es agradable, pero ya hay que tener mala suerte o ser muy torpe para caerse ―comentó mientras cruzaba, quitándole importancia. Como siempre, el tablón se combaba y retemblaba.

Cuando Nero tiró la piedra se agachó cerca del borde a observar con curiosidad las criaturas que emergían. Las había visto en otras ocasiones, pero no terminaba de hacerse una idea clara de cuánto medían y otras tantas características de la especie. El sinhadre comenzó a dar datos que habría sacado del libro de historia y a Cío se le escapó una sonrisa.
―Hoy parecemos una puta guía turística.

Sintió un repentino escalofrío, así que se levantó y siguió el camino que marcaba el sinhadre. Siguiendo la broma que acababa de hacer, aprovechó para señalizarle al aprendiz qué calles no debía seguir desde ese punto si no quería llegar a áreas peligrosas, ya que los cruces eran confusos por su semejanza.

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Llegamos a la profunda sima que divide la ciudad en dos. Cundo el resto la cruza les digo que sigan sin mi, que ahora los alcanzo. El olor a podrido de siempre vuelve a venirme pero en este lugar es lógico, no hay más que esqueletos.

Observo el mar de blanco tratando de adivinar qué huesos pertenecerían a Nara. Nada, ni una pista sobre cuales pueden ser.

-Hemos encontrado a Gres - digo en voz alta.<<Hablar con los muertos, qué locura, pero tras todo lo que he visto y sé ahora ¿quién puede decirme que en realidad no me está escuchando?>>.- Krunchy's por desgracia no ha sobrevivido - hago una pequeña pausa.- Nara, sé que igual no tiene mucho sentido decir esto ahora que ya estás muerto pero... intentaré cuidar de ellos, o echarles un ojo de vez en cuando al menos - después de eso me alejo en respetuoso silencio y no tardo en alcanzar al resto.

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-Oh, tenéis océanos, eso tengo que verlo - digo mientras nos vamos yendo.- Mi mundo también es muy grande, viviremos en el unos.... cuatro mil millones aproximadamente y también tenemos océanos grandes. Aunque lo cierto es que echo un poco de menos el desierto, de noche puedes contemplar miles y miles de estrellas y es muy bonito.

Llegamos a la cicatriz y la cruzamos como venimos haciendo desde el primer día.

-Pues no me importaría ver vuestros mundos, seguro que hay muchas maravillas que ver y aventuras por correr. - declaro una vez al otro lado.

Habían decidió ponerse ya rumbo a letargo mientra charlaban un poco sobre sus mundos. Las palabras de Alice y su comentario sobre los bichos que podían encontrarse en su mundo como si fuesen cualquier mascota le dejo un poco confundido.

-¿Son mascotas o algo así?- pregunto no entendiendo que pudiesen tener animales peligrosos en medio de donde vivían como si fuese tan normal. Ozzchreanos también intervino en la conversación diciendo algo que le incomodo ¿no podrían volver? Esperaba que Alice tuviese razón y su caso fuese como el de los irrenses. No tardaron demasiado en llegar a la cicatriz mientras escuchaba las cosas que decía Alice de su mundo y que solo le daba mas ganas de querer conocerlo. Surasara también menciono el suyo.

-En mi mundo hay también un gran océano de un color anaranjado realmente bonito, y hay mucha vegetación de tonalidades pastel, tan diferente a las de aquí. Hay muchos animales pero la mayoría no son peligrosos, se alimentan de hierba- añadió recordando cosas de su mundo que alguna vez había llegado a molestarle y que ahora echaba un poco en falta en un ambiente tan gris como era la ciudad-Tenemos también montañas y volcanes, incluso puedes visitar el interior de estos, al menos de los que están apagados. Lo único es que no se si podre invitaros a comer...puede que os siente mal, como la miel pero el paisaje es digno de ver añadió mientras atravesaban la cicatriz.

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-Yo sí podría invitaros a comer- añadió Marsi, que cruzaba justo detrás de Dhelian. Estaba más relajada.- No he salido mucho de mi ciudad, pero la comida es deliciosa. La calle comercial esta llena de puestos ambulantes con pasteles de carne, tartaletas de melaza o mermelada, grillos picantes caramelizados. A veces traen hielo de sabores del sur...

Pensó en las calles de su ciudad en primavera, los parques en flor y las calles llenas de vida por las tardes. Echaba de menos la tranquilidad de su ciudad, y no encontrarse nada más peligroso que una araña o una rata, de tamaño normal.

-Y os presentaría a mis padres, y os enseñaría el establo de los osogrifos. Ya debe haber camada nueva...

Llegó al otro lado y miró hacia abajo, al mar de huesos. Se preguntó por la familia de Nara, y cómo sería su mundo. Luego siguió a los demás.

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—¿Mascotas? No, querido, no, ¡son salvajes! Todo el lugar donde vivo es salvaje, excepto las grandes ciudades. Te puedes encontrar alguno de los bichos más venenosos del mundo saliendo del baño, pero es un buen sitio—respondí al daeliciano riendo—¡Comida! En mi mundo hay miles y miles de platos distintos. Aunque lo cierto es que invitaros sería imposible... pero ya apañaremos algo.

Y al cruzar por el tablón de la Cicatriz, añadí:
—Hay que proponerles esto a los sendarios. No sé cómo nos apañaremos con el tema del dinero, pero si puedo, quiero verlo todo.

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