Cicatriz de Arax

Pasar en equilibrios por el tablón con el clinger a cuestas fue un trabajo ingente. Taro preguntó antes de pasar, sin muchas esperanzas, si alguno había logrado realizar alguna vez el hechizo de levitación humana; y ante la negativa tuvieron que hacerlo a mano.

Una vez se fueron reagrupando en el extremo del tablón el carabés se quedó mirando el otro lado de la fosa un poco pensativo, para finalmente despegar los labios.
-¿Sabéis qué? Que lo podíamos haber lanzado a este lado y luego haber pasado nosotros.

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Archime recorrió todo el camino hasta la cicatriz de Arax con dificultad. Ya comenzaba a jadear debido al peso de los libros que cargaba, ya que el diccionario era especialmente pesado y grueso. El biomecánico se planteó si uno de los principales motivos de que en Irraria se hubiesen abandonado por completo aquel tipo de soporte de información tuviese que ver especialmente con la incomodidad que suponía cargar con ejemplares de aquella envergadura más que con cualquier otro motivo, ya que era innegable que el formato físico contaba con sus propias ventajas. Debido a esto se había quedado ligeramente atrás y alcanzó al grupo justo cuando Taro preguntaba acerca del hechizo de levitación.
—Todavía no he... puesto en práctica dicho sortilegio sobre cuerpos tan pesados —respondió entre ligeros jadeos—. Comportaría un riesgo... muy elevado sin ensayos previos.
No volvió a hablar mientras cruzaban la cicatriz, a pesar de que podría haber constatado en voz alta el peligro que conllevaba la apreciación del carabés, centrándose únicamente en su propia respiración para tratar de prevenir un posible ataque de asma.

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-Si te quedas ahí plantado los gusanos te olerán y vendrán a por ti- mintió Zmey.

Yoel se había quedado paralizado ante la Cicatriz, observando con ojos muy abiertos la marea blanca de huesos, salpicada aquí y allá por metales oxidados. Cuando oyó el comentario del piromante corrió a su lado, atravesando el precario puente de madera sin mirar abajo, pero al llegar al otro extremo volvió a clavar la mirada en la fosa.

-¿Qué...?-preguntó con un hilo de voz.

-Hubo una guerra, por eso la ciudad está hecha un asco.

Yoel se había dado cuenta. La Sede tenía la altura suficiente como para poder ver gran parte de la ciudad y su desolación desde los pisos más altos, pero caminar por su propio pie entre los edificios era muy diferente. No quería imaginarse como podría ser una guerra en la que hubiese implicadas personas como Zmey. << Una batalla de monstruos...>>

-La llaman Cicatriz de Arax- continuó el piromante- En honor a la espada que la causó... y yo elegí mi nombre en honor al rey que empuñó esa espada.

Era presuntuoso, incluso para Zmey, pero por mucho que se jactase de su poder Yoel sabía que era consciente de su inexperiencia y lo mucho que le frustraban sus errores.

-¿Por qué?

Zmey se mordió el labio, luego rió suavemente.

-Supongo que quiero dejar huella en esta ciudad. Ese nombre es mi tope, me obligará a estar a la altura. Algún día alguna monstruosidad comoesta tendrá mi firma.

Ambos se quedaron mirando la cicatriz unos minutos, hasta que Zmey retomó la marcha, con Yoel pisándole los talones.

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<<Menudo sitio para despertar malos recuerdos, ¿eh?>> pensé, mosqueada, tras haber encontrado el "puente" y empezar a cruzarlo la primera con la ballesta apuntando al frente por lo que pudiera aparecer.

-Eh, de aquí cogían los de Sendar las cestas... Quizá los veamos o podríamos acercarnos a su torreón.-comenté por decir algo y dejar de mirar los huesos.

Pero realmente quería volver a verles, sobre todo a Gart. Y al resto del grupo, ya que debía de haber más gente en su torreón. Es más, si habíamos conocido a dos razas nuevas, era muy posible que hubiera otras. Y toda novedad tiene sus preguntas de rigor. Pero el primero al que preguntaría sería a Gart, y al revés si quería.

-Bueno, ni rastro de ellos. Quizá a la vuelta u otro día será.

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Llegamos al otro cementerio pero este, a diferencia del otro, tiene como diferencia del silencio sepulcral que reina en la zona. Paso por la tabla dando saltitos con los brazos extendidos y, de un salto, me doy la vuelta para verles cruzar a los que faltan.

-Seria interesante ir a ver a los habitantes del torreón de escamosos. ¿No teneis curiosidad por que clase de bichos hay en ese lugar?- Digo de manera simpatica cruzando los pies parq girar 180° y continuar dando saltitos en dirección a Maciel.

Cuando nos estamos acercando a la torre azulada trago saliba y carraspeo para llamar su atención. -Señoras y señor. No me gustaria tener que entrar a encontrarme al Xplat ese. No quiero acabar formando una trifulca dentro del torreón pudiendo ser menos personas. ¿Alguien quiere quedarse cerca de la torre conmigo? Estaremos cerca por si escuchamos alguna voz acudir de inmediato.- Les digo asintiendo intentando dar credibilidad a mis palabras.

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Marsi iba con su ropa de exploración, con la diferencia de que había cambiado su camisa por una camiseta ceñida de tirantes, pues la tela había quedado tan acartonada que era casi imposible ponersela. Llevaba al hombro la misma mochila que había preparado el día en el que Neith murió, aunque había añadido una copia del mapa que tenían donde estaban marcadas las trampas, para dejárselas a los macieleros, así como parte de la comida que les llevaban.

Cruzó el puente todo lo rápido que pudo, sin mirar abajo. La pérdida aun estaba reciente, y aquel cementerio de huesos le gustaba todavía menos que la primera vez que lo vio.

No comentó nada sobre los Sendarios, pero prácticamente les habían invitado a su torreón, así que no tendría que haber ningún problema en ir a visitarles algún día.

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Al final Keiria escogió un libro con información de la Luna Roja con la ayuda de Archi, y ya se disponían a salir del edificio cuando el biomecánico se percató de la ausencia de Shaco. La ulterana hacía rato que no veía al humano, y durante un instante empezó a alarmarse, el tiempo que tardó el pelinaranja en entrar por la puerta imitando perfectamente al irrense y rompiendo en sus habituales carcajadas, como si no hubiera pasado nada. La preocupación de la muchacha desapareció, sustituida por una ligera molestia que se reflejaba en su ceño fruncido. Era evidente por el estado de su ropa que le había pasado algo, pero el ruso se esforzaba por mentir y quitarle importancia, ¿por qué se empeñaba en tomarse todo tan a la ligera?

Fue Marsi, sin embargo, la que puso en palabras su pregunta, de forma un tanto brusca en opinión de la pelirroja. La varmana se había acercado al humano y le había encajado un puñetazo en el rostro, increpándole por su imprudencia y llamándole lunático. Fueron palabras dolorosas, pero en cierto modo la chica tenía razón, Shaco se lo tomaba todo demasiado a la ligera. Poco después de la escena el grupo se puso en marcha, y a la mestiza no se le paso por alto el gesto apesadumbrado en el rostro del pelinaranja. Estuvo tentada de acercarse a hablar con él, pero prefirió esperarse a llegar al torreón y se limitó a caminar a su lado, ensimismada en sus cosas.

Quizá iba demasiado absorta, el libro sujeto bajo el brazo y el bisento paralelo al suelo en su mano libre, pero poco antes de llegar a la Cicatriz de Arax había empezado a marearse ligeramente. Todo a su alrededor tenía tintes ligeramente irreales, como si viera a través de una lámina ligeramente opaca, pero lo atribuyó al cansancio y continuó caminando, enfilando el puente que atravesaba la fisura. La visión del mar de osamentas que llenaba la cicatriz volvió a turbarle de la misma forma que unas horas antes, cuando la habían atravesado de camino a la biblioteca.

Armas oxidadas y huesos viejos se apilaban unos encima de otros, barridos por el viento y perturbados de vez en cuando por criaturas desconocidas que se agitaban bajo su superficie. La primera vez que había cruzado el puente, la ulterana había prestado especial atención a donde ponía los pies, procedimiento que siguió también en aquella ocasión. Estaba a medio camino, sin embargo, cuando un destello rojo al frente llamó su atención.

Keiria alzó la vista, y los ojos de su padre atraparon su mirada desde el otro lado del puente. El enorme ulterano la llamaba con una mano desde la distancia, su cabellera roja agitada por el viento y su figura ligeramente distorsionada por aquella película irreal que enturbiaba su vista.
—¿Padre... ? —empezó a preguntar, parpadeando confusa y abriendo los ojos de nuevo, su visión repentinamente despejada.
El hombre había desaparecido como si nunca hubiera estado allí, pero aquel instante de indecisión contribuyó a que la muchacha perdiera el equilibrio, tambaleándose con gesto aterrado al borde del abismo al tropezarse con sus propios pies.

Durante el viaje de vuelta el clinger había estado sumido en su pensamientos, curioseando internamente acerca de qué podría hacer al volver. Aquella salida había sido aburrida para él, así que habría que compensar haciendo algo en el torreón. Patinar con jabón no era una opción, ya que no le iban a dejar tras la que armó. “¿Quizás puedo probar a tirar hechizos a alguien a ver que pasa?”

Mientras tanto llegaron a la cicatriz, y tuvo que dejar sus ideas suicidas para después de haber cruzado. Comenzó a cruzar el segundo, después de Keiria. Fue entonces cuando sucedió:

No supo el cómo o el por qué. ¿Falta de atención? ¿Cansancio tal vez? En cualquier caso, la ulterana perdió el equilibrio y comenzó a caer de la pasarela. Agarrarla no era buena idea. Pesaba el doble o más que él y se arriesgaba a caer con ella, así que en su lugar decidió cambiar el ángulo de la caída a la fuerza.
Rápidamente flexionó las patas y embistió a la pelirroja de frente, provocando que ambos cayeran sobre la tabla. Tras comprobar que estaban bien se quitó de encima sin atreverse a levantarse y, moviéndose a cuatro patas habló.
-No te levantes no sea que pierdas el equilibrio y te caigas. Gatea hasta el otro lado.

Keiria braceó inútilmente en el aire, soltando el bisento por inercia y aferrando con fuerza el libro sobre la Luna Roja. Justo en el momento en el que la gravedad la reclamaba por fin, Xalk se lanzó contra ella con fuerza y la derribó sobre la estrecha pasarela. La ulterana se aferró con todas su fuerzas al tablón de madera, lastimándose las manos con las astillas y boqueando con fuerza, pues la impresión la había cortado la respiración. Siguiendo el consejo del clinger, la pelirroja empezó a gatear con lentitud, ignorando el revuelo que la caída de su arma había causado en el fondo de la fisura, y suspirando de alivio en cuanto sus rodillas tocaron suelo firme.
—Gra... gracias Xalk —articuló con dificultad en voz baja, los ojos ligeramente enturbiados por el miedo.

Era imposible que hubiera visto a su padre, no podía estar en aquella ciudad, pero su figura había sido tan real que la había hecho dudar. No sabía que pensar, y en ese momento no se veía capaz de darle vueltas al asunto, su corazón aun latía muy rápido y tenía los nervios a flor de piel. Sus manos heridas sujetaban el libro con fuerza, y la ulterana parecía ajena al escozor.

Archime había dirigido a Shaco una mirada extrañada cuando este imitó su voz casi a la perfección y tan solo pudo contemplar en silencio la escena cuando Marsi le propinó una sonora bofetada al humano. Salió de la biblioteca tras el resto, cargando con el libro de runas y continuó en silencio durante todo el trayecto hacia la Cicatriz, analizando todo lo qué había sucedido en la biblioteca desde la vuelta de Shaco

Cuando Keiria pareció a punto de caerse, el biomecánico había comenzado a conjurar un hechizo de levitación con nerviosismo, pues no estaba seguro de que pudiera completarlo a tiempo, pero se detuvo en cuanto Xalkoth actuó para librar a la ulterana de lo que podría convertirse en su muerte. No obstante, había visto claramente como el bisento de la pelirroja se había precipitado hacia el fondo de la grieta, por lo que el irrense se acercó al borde y, empleando el zoom de su cámara hacia la zona por la que calculaba que se había caído, dio con el.

Esta vez sí completó el hechizo y se levitó a sí mismo hasta una distancia prudencial pero desde la que pudiera alcanzar con otro sortilegio de la misma naturaleza el arma de Keiria. La recuperó y, con ella en las manos, cruzó la Cicatriz levitando rápidamente. Sin decir una sola palabra, pues salvo por los cánticos propios del uso de magia ninguna palabra había salido de su boca, le tendió el bisento a su propietaria observándola con una mirada parpadeante.
—Keiria, ¿te encuentras bien? —preguntó finalmente, sin embargo, tras unos segundos de vacilación.

El aprendiz se sumio entonces en unos andares apesadumbrados y faltos de energia. Situado en la cabeza pero detrás de Keiria y Xalk, habia estado muy ensimismado con las piedrecitas de la calle para levantar cabeza, o siqueira para adelantarse al grupo y encabezarlo, como solia hacer. Poco se lo esperaba cuando creyó escuchar a la ulterana murmurar algo para, a continuación, perder el equilibrio y estar apunto de precipitarse sobre el vacio. Pensando igual que Archi, el aprendiz habia pensado en el hechizo de levitación, pero quizás apoderado de una mayor desconfianza de sus propias habilidades mágicas que estaba dispuesto a rescatar a la pelirroja con métodos menos ortodoxos. Por suerte, el clinger, que habia estado atento a ella, la habia logrado rescatar antes de que se precipitase al vacio. El arma de la pelirroja se habia precipitado al vacio y resonaba entonces de fondo. Alzando el puño en dirección a este, lo tensó y le lanzó una mirada de aprobacion mientras alzaba el pulgar.
-¡Buena cogida, Bicho brando!-le dijo, para entonces acercarse a la ulterana, algo conmocionada por aquello. Estaba gateando de para cruzar el resto, por consejo del clinger. Habia cruzado el resto del puente así. El aprendiz corrió hacia ella y comenzó a curarle las heridas de las manos con un hechizo.-¿Qué te ha pasado? Te habias desvanecido un instante y has estado apunto de gritarnos: "¡Volad, necios!"-dijo con una risilla algo nerviosa. Terminó de curarle las heridas y entonces pasó a mirar hacia atrás.-¡Es verdad! Se te cayó el arma... Ahora veo que p-su voz se cortó en cuanto Archi se acercó, con el arma en sus manos. Deberia de haberla cogida de antemano. Lentamente, el aprendiz se fue espaciando y volvio a su estado melancólico solo interrumpido cuando un pensamiento cruzó su mente un instante. Una vez más, habia logrado interactuar con una chica y no salir escaldado. Aunque con Marsi habia sido diferente, no habia podido evitar aflorar un pequeño rubor en sus mejillas que no tardó en esconder con la bufanda.

Shaco tiró de ella para ponerla en pie y la ayudó a sentarse en una escombrera cercana. Keiria permaneció en silencio mientras el aprendiz le curaba los rasponazos de las manos, abriendo solo una vez la boca para tratar de contestar a su pregunta.
—No lo se, yo solo vi... —empezó a decir en voz baja mientras el cosquilleó de la magia cerraba su heridas, pero no siguió, no sabía que había pasado y el humano seguía hablando.

En el momento en que Shaco mencionaba su arma caída, Archi se acercó y le tendió el bisento sin decir nada, para preguntar al cabo de unos segundos si estaba bien.
—Si, estoy bien, gracias por recuperarlo —comentó, señalando el bisento y buscando al humano con la mirada, pues se había alejado unos pasos y había ocultado parcialmente el rostro tras su bufanda—. Y gracias a ti también por curar mis manos, Shaco —le sonrió, poniéndose en pie con cuidando y utilizando su arma a modo de bastón improvisado—. Volvamos ya, necesito comer algo y descansar un rato —murmuró.

Se pusieron en marcha de nuevo y la pelirroja no dijo nada durante todo el trayecto de vuelta, aun estaba confundida por lo que visto al borde de la Cicatriz.

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Como en cada salida hacia el sur, pasamos sobre la Cicatriz. Siempre lo mismo, siempre con extremo cuidado, y al menos en mi caso, sin confiarnos. Cualquiera podía trastabillar y caer; por mucha magia que tuviéramos para lograr el rescate era mejor prevenir, obviamente. Ahora, sí que sería ridículo sobrevivir a la ciudad y que un tropiezo te condenara: había cosas peores aquí fuera. Sin embargo, todo era posible, así que al igual que hiciera en el camino hacia aquí, busqué al ruso en los alrededores, en silencio para no alertar a las ratas de la cercana plaza. Por suerte no había ni rastro de él, aunque bien podría haber desaparecido sin más como... <<Calla, no sigas por ahí. Ese otro macielero es historia, Shaco aún puede aparecer>>

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El lugar se presenta igual que siempre, todo lleno de huesos con sus gusanos seguramente debajo esperando a que algo se caiga. Que algo se caiga... Una sonrisa me cruza la cara al imaginarme al humano atado a una cuerda y retorciéndose entre los huesos mientras las bestias se acercaban, y justo en el ultimo momento tirar de él. Será una buena forma de hacerle pagar la preocupación si lo encontramos.

Cruzo riéndome entre dientes sin contarle a nadie mis pensamientos.

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-Se supone que estamos enfadados, ¿por qué te ries?- preguntó Marsi molesta, que había caminado junto a Sura todo el camino.- Por favor, eres de las últimas personas que quiero que se vuelvan raras- comentó, adelantándose un poco y poniéndose a la cabeza, más cerca de Alice.

No miró hacia abajo, la cicatriz le daba repelús. Llevaba su lanza apoyada en el hombro y miraba hacia el frente, con los ojos ligeramente entrecerrados por el sol de la mañana. No sabía como iba a reaccionar al ver a Shaco, ni qué harían si resultaba que no estaba en Maciel, pero las ganas de darle dos tortas no se las quitaba nadie.

El camino hacia los Jardines, sin contar las callejuelas entre medio, era prácticamente una línea recta, así que no debería costarnos mucho tiempo llegar. Pero siempre estaba la Cicatriz en medio. ¿Pasaría algo si cuando acabase el año a alguno de nosotros le diera por hacer algo mejor para pasar que no fueran unos simples tablones de madera? ¿Y por qué a nadie de la ciudad le daba por arreglar su ciudad? ¿Cuánto tiempo llevaba este lugar tan hecho polvo? No entendía que un lugar con magia permaneciera en ruinas como si nada, la verdad.

—Sé que lo sabéis pero nunca está de más decirlo... tened cuidado—dije mientras cruzaba.

Habíamos hecho una diagonal para no pasar por la plaza de las ratas, pero a la altura de la zona del Anfiteatro tendríamos que ir dirección sur, todo recto, para llegar directamente. Si nos encontrábamos alguna otra localización interesante en nuestro camino, sugeriría no detenernos hasta llegar a nuestro destino.

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