Cicatriz de Arax

Nasher se quedó completamente inmóvil, viendo al gusano hundirse de nuevo entre los huesos. ¿Qué debía hacer ahora? No tenía ya lágrimas para llorar, ningún pensamiento cruzaba su cabeza. Aquello no tenía ningun sentido, acababan de perder a dos compañeros, acababan de ser traicionados, acababan de... No, no tenía sentido, aquello no podía ser verdad, estaban muriendo uno tras otro. << ¿Y si yo soy el siguiente?>>

Wen lo agarró y empezó a gritarle. Al principio Nasher estaba demasiado impactado por la reciente muerte como para comprender una palabra de lo que la chica le decía, pero luego fue entendiendo. Se limitó a asentir y a seguirla a la carrera, de vuelta al torreón.

Sigue en el Torreón Maciel.

Tsusu se paró pensando en lo emocionante que sería atravesar la cicatriz volando... se sentía algo nervioso, pero recordó el golpe que se metió y desistió de su intento.

Tsusu se había percatado de lo rápido que era ahora comparado con antes. Era más rápido que la inmensa mayoría de los repobladores. Sonrió.

Atravesó corriendo el tablón sin mirar abajo y ya en la otra orilla se sintió aliviado, incluso eufórico, siempre le daba miedo pasar por ese lado. Sus alas y su cola se iluminaron de un color más brillante. No tardó en darse cuenta de que eso era un camuflaje nefasto.

El pequeño ser con alas luminosas estaba al lado de la biblioteca. seguía ileso y tenía consigo el libro y el garrote todavía. Sonreía.

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Tsusu volvía al torreón con su libro de magia en idiomas que el no sabía que existían. Tenía que volver a atravesar esa laaaaaarga hendidura en el suelo a traves de ese tablón.

No se lo pensó dos veces y lo atravesó corriendo. No quería arriesgarse a caerse a ese pozo de criaturas asesinas de la muerte con forma de gusanos óseos.

Se reía de la sola posibilidad de atravesar ahora ese lugar volando, visto como dominaba sus alas en la biblioteca.

Se fue riendo hacia el Torreón.


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Cuando llegó a la cicatriz Nasher se quedó de piedra. Había pasado cientos de veces por allí pero después de la carrera, de ver a los monstruosos vecinos que tenía y de encontrarse solo y desprotegido bajo la inmensidad de la Luna, Nasher sintió miedo... Recordó el día que Kestel cayó a la grieta y fue devorado por los gusanos. Tenía que tener cuidado, no podía correr por la ciudad como un loco... << Bien Nash... No seas idiota, has recorrido esta ciudad muchas veces, conoces este camino... >> Pero la había recorrido sin dolores, y sin lucecitas vistosas que llamaban la atención sobre su persona de prácticamente media ciudad. << Muy bien, Nasher, es hora de correr como si te fuese la vida en ello>> Y ciertamente la vida le iba en ello. Agarró un cuchillo en cada mano y cruzó el puente en segundos, tomando de nuevo una ruta conocida al unico lugar de la ciudad que el relacionaba con silencio y tranquilidad. Y que además le proporcionaría información, con suerte...

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Al llegar a la cicatriz no puedo evitar soltar una sonrisa. "Abajo también hay arena. Puedo sentirla. Puedo notar como me llama, me atrae." Por un momento incluso hago el amago de intentar bajar pero un movimiento de esqueletos en el fondo de la cicatriz me hace recordar a las bestias que se merendaron al chico albino que me odiaba por lo que me siento en el borde y respiro hondo.

"Tengo todo el tiempo del mundo. Ya iré a la biblioteca mas tarde. Aun hay tiempo. Siempre hay tiempo para todo." Miro mi mano que ha vuelto a ser solo hueso y una mueca de asco se dibuja en mi cara. -¿Esto es lo que soy en realidad? ¿Donde está el niño que vino a rocavarancolia...? Nah.. Matt no seas idiota. Sigo siendo yo... Ahora soy yo mismo por fin. Esa luna me ha mostrado tal y como soy al mundo. He de aceptarme. Wed es una serpiente enorme, Naser... Nasher no ha cambiado mucho. Sin contar con sus cambios cromáticos claro está. Kaethe ahora es un ghoul que se descompone por momentos y Tsusu... Tsusu ahora es un mosquito brillante.- Extiendo mi mano sobre la cicatriz y me concentro cerrando los ojos.-Venga Matt... Puedes hacerlo... ven.... ven hacia mi....- Abro un ojo y comienzo a reírme descontroladamente. -¿Enserio creías que funcionaria?- Niego con la cabeza y me levanto. -Es una perdida de tiempo- Busco el puente por el que cruzamos siempre pero el nuevo camino que tuve que coger para evitar el edificio me ha dejado bastante alejado del minipuente improvisado.

Camino en dirección al puente mientras observo mi mano desnuda. El hueso completamente blanco esta teñido de rojo por la luz al igual que los cientos de esqueletos que me observan con las cuencas vacías pasar por encima suya. -¿Quien me lo hubiese dicho? Al final no seriamos tan diferentes chicos.- Digo mirando la mirada perdida de un cráneo enorme. Casi sin darme cuenta he llegado al puente y lo cruzo rápidamente.

Me encamino de nuevo jugueteando con la arena que se desprende de mi cuerpo y revolotea a mi alrededor. La arena me hipnotiza por su manera de fluir por el aire sin prisa. Su recorrido es casi igual de inexorable como el fluir del tiempo. Es algo maravilloso para mi. Fluye y gira como si de un río grumoso se tratase. Al alzar la mirada he llegado a la puerta de la biblioteca.

-Bueno... adelante.-

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RR había estado deambulando por la ciudad a buen ritmo, recorriendo las laberínticas arterias polvorientas con el mapa de DL en mente y usando su memoria cómo herramienta para llegar sanos y salvos al torreón.

Supo que andaba por buen camino cuando divisó el puente de la cicatriz, aquella llaga ósea llena de cenicientos y alargados carroñeros que recorrían el aparentemente clamo mar de huesos. Allá estaba el puente, y si no habían tenido que recorrer la brecha para encontrarlo, es que habían seguido el camino correcto.

-Recordad no mirar abajo.- dijo simplemente antes de cruzarlo, a buena velocidad pero con cautela. No tenía especial interés en que aquella carcomida y quejumbrosa estructura cediese bajo su peso y lo precipitase a una muerte de dientes y tubos digestivos.

Cuando finalmente se halló en el lado correcto, esperó a que sus otros compañeros lo siguieran antes de internarse de nuevo en el otro lado de la silenciosa ciudad.

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Shizel fue el siguiente en llegar a la Cicatriz. Si quería una prueba más tangible de que aquel lugar era demencial, allí la tenía. La descomunal grieta en la tierra ya le había asombrado la primera vez que la vio, pero esta vez no se detuvo a contemplar el desordenado caos de huesos y armas que había abajo.
Pasó con soltura por encima del puente, tirando al interior del abismo un par de puñados de guijarros que había recogido por el camino.
-Pitas pitas pitas- canturreó en voz baja, viendo cómo los gusanos de la Cicatriz se arremolinaban en torno a los lugares donde caían las piedrecillas. Llegó al otro lado sin más incidentes.
"Esa cochambre de puente no aguantará mucho más", pensó antes de seguir su camino en dirección al interior de la ciudad.

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Cuando Timmy vio la inmensa brecha en la tierra que se abría ante él, todo su cuerpo se sobrecogió. Milles y miles de huesos apilados unos sobre otros. Algunos humanoides, otros monstruosos. Aquella barbarie debia deberse a algún suceso de proporciones catastróficas que ocurriera hace ya mucho tiempo.
El chaval se vio obligado a apartar la vista de aquella inmensa fosa común y centrarse solo en el punte que tenía ante sí. Aquel tipo de imagenes le afectaban demasiado. No solo por la angustia que sentía, sino porque solían sumarse a la ya interminable lista de pesadillas que últimamente sufría tan a menudo. Poco a poco fue avanzando hasta la otra orilla y acabó cruzando al otro lado.


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Por segunda vez en dos días volvían a estar ante aquel deprimente agujero en la tierra. Aquella vez Shizel no se entretuvo impacientando a los gusanos de la Cicatriz y atravesó el puente a buen paso espada en mano.
Habían tenido que pasar de refilón por el Barrio de los Callejones, pero ni rastro de K. Bueno, al menos tampoco habían visto su cadáver, lo que era un consuelo. Si aquella cosa que los había atacado había podido tumbarla, Shizel no se hacía ilusiones respecto a sus propias posibilidades de supervivencia.
Había tenido tiempo de reflexionar mientras tanto sobre lo ocurrido, y cada vez estaba más intranquilo. El "accidente" de YR podía atribuirse a haber pasado una noche entera en plan suicida a la intemperie de aquella ciudad demencial, pero el hecho de que aquella vez RR, la paranoia con patas, fuese precisamente aquel al que habían pillado con la guardia baja no resultaba precisamente tranquilizador.
Escudriñando las calles con desconfianza, empezó a torcer las esquinas que según recordaba llevaban a la Biblioteca.

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Saren iba inmerso en sus pensamientos, tratando de decidir que libro le vendría mejor a RR, pero había echo caso a Shiz y marchaba detrás del lacustre, listo para correr a la menor señal de peligro. En apenas dos días que llevaban ya dos heridos y una desaparecida, a ese paso la ciudad acabaría con ellos antes de que saliera esa Luna Roja de la que les habían hablado. Ahora lo importante era salvar a RR y tratar de encontrar a K, pero estaba claro que su prioridad después seria mantenerse a salvo, no valía que únicamente RR fuera el paranoico, todos debían mantenerse alerta. En su camino hacia la biblioteca, el grupo volvió a pasar por aquel osario alargado que parecía recorrer la ciudad de este a oeste como un monumento a la muerte. El norteño se preguntaba cuantos chicos como ellos descansarían en aquella fosa, cuantos cosechados habrían alimentado a aquellos infectos gusanos pálidos. Con estos pensamientos sombríos el norteño continuo su camino, acompañado de los otros dos chicos, dispuestos a encontrar algún dichoso libro que les sirviera de ayuda.

Continua en la Biblioteca Mágica.

El piel plateada Shizel se puso en cabeza, quería quitarme de la cabeza el destino del último que decidió encabezar la marcha pero no podía. Llegamos a un lugar en el que una gran brecha partia el suelo, llena de miles y miles de huesos acompañados de reflejos metálicos por doquier.


Shizel nos advirtió que al mas mínimo atisbo de problemas corriéramos sin contemplaciones, ojala yo podía tener ese desparpajo de mandar o abrir la marcha, pero ¿quién era yo? ¿no había traicionado todo para serlo?...


La marcha fue forzada y en silencio, todos parecíamos estar sumidos en nuestros pensamientos.



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El recelo por la noche que ya caía y lo que acababa de pasar en Letargo daban vueltas en la mente de Shizel, desviando su atención alternativamente en uno y otro sentido.

"Han colaborado todos", pensó, más sorprendido de lo que quería admitir. No sólo no habían ofrecido ninguna resistencia a que desvalijaran su huerto, sino que se habían puesto manos a la obra para reunir más rápido lo que necesitaban. Se sacudió la tierra de las ropas confuso: había pensado que una vez allí ambos grupos tomarían caminos separados, y que se encontrarían con un recibimiento frío cuando no hostil. Sin embargo la mayoría había saltado a ayudar a un compañero cosechado, incluso aunque ese mismo compañero no hubiese recolectado muchos méritos a la hora de hacer amistades.

No era capaz de discernir si su comportamiento se debía a que aún no entendían la gravedad de la situación, o a que de verdad deseaban anteponer el bien de un desconocido a una ventaja de su torreón. Shizel no sabía qué pensar al respecto, y estaba confuso. Nunca había tenido que mirar por otro más que por sí mismo durante su existencia acomodada en Idris, y hasta ahora no le habían dado motivos para cambiar de actitud. Sin embargo aquellos desconocidos lo habían hecho como si fuese lo más natural del mundo, y el idrino no sabía si reírse de su ingenuidad o sentirse impresionado. Incluso si sus compañeros actuales fuesen de su círculo de conocidos allá en su ciudad, Shizel dudaba seriamente que de haber podido arreglárselas solo en la ciudad se habría molestado en seguir con ellos, y mucho menos velar por su seguridad; y tenía la intuición de que ellos tampoco habrían hecho lo mismo por él.

Aquellos últimos días en Rocavarancolia, sin embargo, le habían abierto los ojos. YR, Karime y RR habían caído de una manera u otra: precisamente tres personas que habrían estado capacitadas de sobras para sobrevivir por su cuenta en otras circunstancias. Si bien Shizel había albergado esperanzas al principio, ahora no se engañaba: necesitaba al grupo.

Pensativo y un tanto alicaído a la vez, sus pasos se encaminaron a Maciel.

Sigue en el Torreón Maciel.

El camino hasta el osario de huesos transcurrió silencioso, sin apenas intercambiar cuatro palabras con el grupo, aunque si que se mantenían alerta. Mientras cruzaban el puente sobre la fisura, la mirada de Saren se perdía entre los huesos pelados y las armas oxidadas, dando vueltas a sombríos pensamientos. El grupo apresuro el paso sin dejar de prestar atención al entorno, ansiosos por llegar pronto al torreón.

Las luces de la tarde se estaban extinguiendo y llevaban un día ajetreado, pero aun quedaban bastantes cosas por hacer en el torreón. Había que preparar el remedio para RR, y aunque Saren estaba comiendo mientras caminaban, apurando la ración que se había llevado a la excursión, el hambre empezaba a hacer mella, sumado al cansancio del día.

Continua en el Torreón Maciel.

Por fin llegamos a una zona donde los edificios están como más devastados, aún más ruinosos y casi como inclinados. Y al frente, algo cruza el suelo: la Cicatriz del mapa. Me acerco corriendo a curiosear, y a buscar un paso, y murmuro un Por la Gran Madre apenas inaudible.
-¡Es una fosa común! Está llena de huesos, armaduras, armas... ¿Soldados? Aquí puede haber un ejército entero...

Recorro el borde mirando y curioseando, pero también receloso de que sólo haya huesos << ¿Dónde está la piel, la sangre? >> mientras espero a los demás, y en uno de los vistazos veo un precaria forma de pasar al otro lado. Me acerco y lo tanteo, cuidadoso.
-Hum... Debería aguantar... Las chicas e Yrio delante y sin tardanza, vamos. Tap obviamente que haga lo que quiera.-añado riendo.-Pero cuidado con caerse.-aviso.

Hago guardia mientras espero a que pasen y luego cruzo la madera por delante de Serok, que es el más pesado.
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A Tap le estaba sentando bastante bien poder volar fuera del torreón, con los gigantes cerca haciéndole sentir protegido. No es que eso fuera mucho, pero menos daba una piedra. Una muy, muy pequeña, al menos. Bueno, el caso es que el miedo por la pesadilla de esa noche se veía notoriamente eclipsado por la sensación de libertad que Tap sentía cortando el aire sobre su montura. No era un tonto ni un inconsciente por lo que apenas se separaba del grupo ni se alzaba demasiado. Procuraba ir siempre a la altura de la cabeza de Blanco y no más de un par de metros separado. Además aprovechaba la distancia entre unos y otros (excluyendo a Yrio cuando podía) para zigzaguear entre ellos, silbando y canturreando tonterías.

Aún con todo, Tap no perdió el ojo al camino. Lo más importante, para su desgracia, era que no había apenas flores, ni plantas de ningún tipo, en todo el camino que habían recorrido. Solo había panales más o menos derruídos y un paisaje desolador, como todo el lugar en sí. El enorme surco de huesos no tardó en asomar y Tap le dedicó un silbido entre lo divertido y la sorpresa.

-Madre mía, qué desperdicio de esqueletos-comentó en voz alta, para nadie en particular-. Si los hubieran cubierto de una buena tierra y vertido un puñado de semillas, esto sería ahora un precioso río vegetal y no esta cutrez de fosa común-. Prefirió no pensar en los dueños de los huesos, era mejor así. Para él y para todos.

Cuando tocó cruzar, Tap sobrevoló el tablón varias veces, una por cada compañero de expedición, lo suficientemente cerca de ellos como para arrear un buen empujón para estabilizarlos con la avispa en caso de que sus torpe pies trastabillaran. Por suerte no hubo que recurrir a ellos (tampoco él estaba seguro de que un golpe así sirviera) y pronto volvieron a adentrarse entre panales y otras madrigueras aburridas de ver.

La cicatriz tuvo un efecto parecido en ambas sinhadres. Estaban impresionadas, y un poco sobrecogidas por la visión de tanta muerte en un mismo lugar. Pero después de unos segundos, Alder decidió que no dejaba de ser un lugar de enterramiento cualquiera (aunque sin tierra por encima, irónicamente) y cruzó; y Seon, por su parte, recordó que había prometido ser fuerte, y trató de cruzar sin mirar hacia abajo.

Yrio estaba tan fascinado por el río de huesos que ni siquiera se paró a pensar que esos huesos habían estado vivos en algún momento, igual que lo estaba él. Pasaba los ojos maravillado por las oxidadas armaduras, algunas tan grandes como casas, y las armas que brillaban tenuemente con la luz de la mañana. Cruzó el puente a un paso desesperantemente lento, en parte porque estaba distraído por la visión de los huesos, en parte porque era buen conocedor de su propia torpeza y no le hacía gracia la idea de caerse, por mucha curiosidad que tuviera en la fosa. No fue hasta que estuvo en el otro lado, que se dio cuenta del horror que suponía aquella brecha blanquecina. Y la causante fue precisamente una mole lechosa que nadaba entre los huesos.

-Chicos...- avisó con voz aguda y temblorosa, pero aquella cosa ya había desaparecido.

Se pegó a sus compañeros todo lo que pudo y siguió a paso ligero, echando de vez en cuando una mirada hacia atrás. Por si acaso.

Tras decidir quiénes iríamos y recoger nuestras armas, salimos de Letargo Yrio, Alder, un animado Tap y yo, ojo avizor. Yrio había copiado el mapa, para no tener que cargar con el tocho, y pronto llegamos a la "Cicatriz de Arax", criatura aún desconocida para nosotros. Como siempre, tras encontrar el tablón dije de cruzar de uno en uno, cubriendo la retaguardia, y mientras tanto pasaban, me acerqué al borde a curiosear.

Entre las armas oxidadas busqué algo que pudiera servirnos, pero al dar un ligero paso hacia la grieta, una piedra cayó al montón de huesos. Algo vibró bajo el metal y los esqueletos, así que busqué otra piedrecilla para tirarla. Y otra. Hasta que un gusano enorme emergió de la escombrada ósea y volvió a sumergirse como si fuese agua. Lo miré parpadeando y luego al grupo.

-Pasad de una maldita vez. Ya sabemos qué se comió a todos los que hay ahí abajo.

Una vez me llegase el turno apretaría el paso para alejarme de allí, no fuesen a subir los gusanos buscando presas.
-Ya queda menos. Si voy demasiado rápido, avisadme.-les aviso, animado por llegar cuanto antes.-Quizá incluso podamos ver el anochecer... Aunque sería peligroso volver de noche... Ya veremos.-hago mutis con un encogimiento de hombros y sigo caminando.

Sigue en la Bahía de los Naufragios.