Torreón Letargo (Archivo V)

El tigre se sentía poderoso, imbatible, mientras corría hacia la Sin Cabeza. Notaba como los músculos de sus fuertes patas trabajaban. Pero todas estas emociones desaparecieron cuando se paró en seco y se elevó. Estaba suspendido en el aire, atado por las enredaderas del torreón.

Rugió enfadado, no sabía que era lo que pasaba, de lo único que tenía certeza era de que su ataque había sido anulado, zafarse de tales ataduras le era imposible. Aún así no se rendía, intentaba morderlas, arañarlas... aunque era en vano... Otro desconocido apareció, era el causante de todo eso. El felino le gruñó, sabía que era el, las otras dos estaban quietas. Escuchaba lo que decía, pero sus instintos le decían otra cosa, no podía hacer caso a las palabras del brujo. Este aunque no lo desató lo bajó y por fin tocó el suelo.

No dejaba de retorcerse. La leopardo de las nieves intentó defenderlo y enseguida se dio cuenta de que no había peligro. Le lamió la mejilla y algo surgió en el interior de la bestia. La mente racional había vuelto a despertar, como si hubiera resucitado. Tenía la posibilidad de volver a controlar el cuerpo... y no la iba a desaprovechar. Devoss quería vivir, se lo había ganado... Pero quería vivir a su manera. Sin ser un peligro público, sin ser una bestia irracional para toda su vida.

La mente animal se retiró derrotada, y el holandés tomo el control de tigre. Poco a poco se fue calmando entre bufidos, con la mirara fija en el tal Enredo. Al percatarse de que el animal estaba tranquilo las enredaderas dejaron de sujetarle. Devoss le lamió la mejilla a Varsai como muestra de agradecimiento, gracias a ella había vencido a sus instintos.

Miró de nuevo a Enredo y asintió. Quería darle las gracias a él también, debido a su intervención no se había convertido quizás en un asesino. Acto seguido se puso al lado de Ruth, sin llegar a tocarla, recordaba lo que pasó antes en el baño. No podía creerse el tal cambio que la Luna le dio a la israelita, en realidad todos habían cambiado, en mayor o en menor medida. Pero ninguno de ellos seguía siendo el mismo.

Llegaron más veteranos, la respuesta a que el Vánara le pusiera el folleto en las fauces fue de esperar. La dejó caer al suelo y empezó a leer lo que ponía. Nada más terminar pisó la hoja con su pata derecha. <<¿Que clase de broma es esta?>> Ahora que por fin estaba “cuerdo” venía un estúpido a meterle ganas de moderle.

Vino un segundo brujo, con dominio sobre unos pájaros. El licántropo tigre los miraba con cierto interés, aunque acababa de prohibirlo le estaban entrando ganas de cazar a alguna de esas aves. Por lo que se obligó a mirar en otra dirección para no tentar a la suerte. No quería hacer enemigos. Estaba asimilando la información que les estaba proporcionando Evelhan Kaw.<<Deben ser ellos>>Y movido como un resorte Roaxen se fue del torreón cojeando, evidentemente en busca de los tres compañeros perdidos.

El tigre rugió. No era uno normal, no. Solo otros licántropos entenderían su significado. Era un oda a la tristeza, pero sobre todo a la preocupación. Era irónico que tal bestia como aquella tuviera tanto miedo por sus amigos...

Escudriño con la mirada las azoteas cercanas a Letargo desde el grueso del grupo, pero no logro encontrar al causante del movimiento de las enredaderas hasta que él mismo decide contestar al mismo tiempo que desciende al patio. El muchacho pide que no cumpla mi amenaza de forma educada, y de hecho habla con serenidad, si muestra algún temor o desprecio hacia nosotros no lo ha demostrado. Aún así le mantengo la mirada con recelo, y no aparto la mano hasta que afloja la fuerza de su dominio, dejando a Devoss libre de una vez por todas.
-Lo entiendo- le respondo intentando demostrar empatía- pero es que no hemos encontrado nada bueno en esta ciudad, y quiero que entiendas que es muy sospechoso encontrarse un oasis en medio del desierto.>>¿Así que eso son Devoss y Varsai? ¿Licántropos? ¿Cómo el hombre lobo de las mitologías?, solo que en felino.<<

Con verdadero interés escucho las palabras de los antiguos cosechados, a medida que va llegando gente me cruzo de brazos para taparme los pechos, una vez pasada la ira del momento vuelve la vergüenza, podría decirse que he enrojecido, pero encuentro la primera ventaja de mi transformación, no notarán diferencia alguna. Algo se remueve en mi estómago, una sensación extraña, de pronto me entran ganas de querer saber en qué me he convertido, de saber que es lo que me ha hecho cambiar tanto, eso que me ha privado de mi antiguo aspecto humano, lo que me ha hecho ser un monstruo.
-Yo- digo dando un paso al frente sin dudar en ningún segundo de que el hombre puede darme tal información.- Necesito saber que soy, orientarme en algo, sólo sé que hasta ahora puedo quemar con el contacto y que puedo mover la cola- le cuento moviendo mi nueva extremidad para corroborar la frase, en cuestión de segundos analizo si me pasa algo más para facilitar que conozca mi transformación- Ah, y me duelen los dientes, no sé si puede tener que ver, no me los veo.

En ningún momento llego a pensar que puede resultar un farol, aún con todo lo que ha pasado y lo que hemos sufrido ni me replanteo el que sean una ilusión, no sé sus verdaderas intenciones, es cierto, pero puede que ellos sean...¿La excepción?, no todos pueden estar locos, >>Esta gente habrá tenido las mismas dificultades que nosotros, a lo mejor nos entienden<<.

Cuando aparece aquel extraño mono a increíble velocidad casi no logro controlarme, al igual que el holandés tiro el papel al suelo al ver lo que lleva en su interior.
-Decepcionante, ¿Propaganda? ¿De verdad?- digo recuperando el mal humor y girándome cuando un brujo nombra al otro, sin embargo en ningún momento pido ayuda, confiar en ellos hasta el extremo de dejarme curar...no sé, no sé que pensar, por el momento permanezco inmóvil.

Roaxen se marcha, probablemente a buscar a Sekk e Irianna, y aunque me gustaría ir con él decido no abandonar Letargo, a partir de ahora no voy a perseguir a los que salgan por la puerta, ya tengo bastante con la historia de la Luna como para preocuparme de eso ahora.

Bajan a Rasqa y enseguida pierdo la atención en las palabras de Evelhan Kaw, me acerco a la pequeña piltrafa que se encuentra tendido en el suelo, algunas partes de su cuerpo arden, y de otras salen puntiagudos pinchos.
-Díos mío, ¿Qué te ha pasado?- pregunto, dudando si sobre tocar su fuego o no- vas a ponerte bien, ya verás, todos lo haremos, esto no puede durar mucho, ojalá pudiera ayudarte.

Rasqa estaba muriéndose tan tranquilamente como los cambios de su cuerpo le permitían cuando subió aquel animal. El parqio se habría incorporado para rugirle y espantarlo, pero le dolía todo demasiado y ser comido tampoco era tan horrible a estas alturas; después de todo, la luna ya lo había confiado. Sin embargo, ni el animal tenía tanta hambre, ni debía ser muy inteligente, pues en lugar de dar cuenta de su carne, se puso a darle toques con la pata. Fue entonces cuando Rasqa trató de sisearle sin mucho éxito, el sonido se le atragantó de alguna manera en la garganta y tan solo pudo toser.

La bestia no tardó mucho más en agarrarle y llevarle volando hasta el patio, depositándolo a los pies de los viejos sabían quién. El parqio gruñió y tosió y volvió a gruñir antes de enfrentarse al intenso dolor de alzar ligeramente el cuello. Sus ojos, aún vidriosos por el dolor, captaron de forma borrosa la escena que se daba en aquel lugar: dos mamíferos cuadrúpedos más amenazantes que las hienas, una humana enrojecida que parecía Ruth ardiendo y un... ¿eso era el cuerpo descabezado de Jace con los brazos extendidos? Rasqa parpadeó varias veces. ¿Debía entender que las bestias también eran compañeros suyos?

Al otro lado, cuatro humanoides más les observaban. Una también sin cabeza, como el humano. Tres con la cabeza puesta, rodeados de sombras y pájaros, además de la bestia que le había traído volando y una bola de pelo roja. Rasqa no sabía qué estaba pasando y no se sentía en condiciones de atender, así que volvió a apoyar la cabeza contra el suelo.

Ruth se le acercó, visiblemente preocupada. Rasqa descubrió algo en su aspecto que le fascinaba, algo que no supo identificar; pero el sentimiento predominante en aquel momento era la envidia. Incluso tan débil como estaba, el parqio notó que a su amiga no le dolían las llamas como a él. Ambos ardían, pero solo uno de ellos sufría por las quemaduras y se consumía por dentro.

Rasqa trató de responderle. <<¿Cuantos niños habrán muerto en Rocavarancolia después de oír palabras similares a las tuyas?>>, sin embargo no fue capaz de articular una sola palabra. Un intento de carcajada agria se escapó de su boca, convertiéndose al salir en una pequeña nube de humo. ¿Por qué no lo mataban directamente?

Saludó con un gesto al daeliciano cuando éste aterrizó en el patio. Observó al vánara desapareciendo en la oscuridad y sólo entonces leyó el papel que le había dado.

-¿En serio? ¿Ya ni se digna a venir en persona? - el brujo negó con la cabeza y arrugó el papel guardándolo en su zurrón.- Yo también viví aquí y os diré que mi transformación fue bastante más sencilla que la vuestra, sólo me secuestraron las enredaderas - completó con una sonrisa amable.

Varsai rasgó el papel que le había metido en la boca y ni siquiera le echó un vistazo, tenía otras prioridades. Las enredaderas habían soltado a Devoss y el pájaro que venía con la chica sin cabeza había bajado un bulto de la azotea. La leopardo se acercó a examinarlo y lo identificó como Rasqa aunque estaba muy cambiado. El parqio parecía estar sufriendo y la licántropo hizo lo único que podía, se tumbó enfrente suya transmitiéndole ánimos con la mirada y sin darse cuenta empezó a ronronear.

-Por favor déjame un hueco - le pidió el brujo a la demonio.- Voy a curarlo - lo primero que hizo fue echarle un vistazo.- Qué mal está - dama Onyx le preguntó si le podía ayudar en algo y Enredo le pidió que tratase al resto si la dejaban. Se echó un encantamiento ignífugo incluyendo toda su ropa, carraspeó y le tendió a Ruth su chaqueta.- Toma, cúbrete - una vez dicho eso se centró en ayudar al parqio. Lo primero que hizo fue anular el dolor que sentía.- No te muevas por favor - le pidió.

Wyck bajó del hombro del brujo un tanto aburrido y se subió a la cabeza de la licántropo echándose allí. Varsai ni se molestó en moverse, la preocupación por Rasqa había anulado su instinto animal.

El brujo limpió las heridas con un sencillo hechizo y empezó a salmondiar para que las heridas sangrantes empezaran a cerrarse, tras un par de minutos no quedaba ni rastro de que alguna vez hubiera habido herida alguna.

-Bien, ya está - anunció con una sonrisa dándole al parqio vía libre para moverse.- ¿Alguien más requiere algún tipo de curación?

Varsai aprovechó ese momento para lamer y darle un suave cabezazo a Rasqa en el morro ya que parecía el mejor lugar para ello. Wyck volvió sobre el hombro del brujo como si nunca se hubiese ido.

«¿Telepatía? ¿¡En serio!?» —Jace habría sonreído de oreja a oreja de haber tenido cara. Aceptó la libreta y el bolígrafo, contento por el propio gesto de generosidad, inclinando levemente la espalda hacia dama Estribo en señal de agradecimiento. Todos sus pensamientos y buenos sentimientos se estaban enviando en ese momento a los allí presentes, de la misma manera en la que alguien habla en voz alta y puede ser oído por los de su alrededor.
Aunque esos buenos pensamientos pronto fueron abruptamente interrumpidos por las palabras de la dullahan.
Más concretamente las que tenían que ver con su cabeza.

Se quedó quieto como un tonto en el sitio conforme la mujer terminaba de hablar, para salir después disparado como una bala a por su cabeza. Por suerte, seguía en el mismo escalón donde la había dejado y lo primero que hizo fue abrazarla de forma ridícula a pesar de la grima que le provocaba, para luego separarse de ella; no solo por las razones obvias, sino por el rastro de líquido plateado que ascendía por las escaleras. Sabía perfectamente que eso no había estado allí cuando bajó del baño, y aunque hizo un ademán de subir para averiguar a que era aquello, terminó volviendo al patio por el sonido de la voz de la dullahan informándole que había alguien en la azotea y podían bajarle.
Los recién llegados no parecían haber visto al resto de camino, y el neoyorquino no podía evitar preocuparse porque hubieran muerto desangrados fuera del torreón, o por cualquier otra razón que la ciudad tuviera preparada para ellos. Tuvo que sacudirse la idea de Sekkeh siendo pasto de los gusanos de la cicatriz.

Al salir con la cabeza cual bebé recién nacido y sus nuevos regalos se percató de una cosa: el grifo era espectacular y posiblemente los pensamientos de dama Estribo se vieran interrumpidos por un largo “uuuuoooooohhh” de Jace a medida que examinaba más al animal.
Una mole naranja repartía en ese instante algo a la velocidad del rayo, y en cuanto se acercó a él (creyó que era Devoss lanzándose contra él y casi  le da algo) le dejó un panfleto sobre la cabeza. Lo leyó estupefacto, y por una de las pocas veces en su llegada a Rocavarancolia, estuvo de acuerdo con el xolnita.

«He perdido la cabeza, mis amigos han digievolucionado y un mono naranja es publicista. ¿Es esto así todos los días a partir de ahora?» —en lugar de tirarlo como hizo el resto, guardó el folleto dentro de la libreta como si tal cosa.

A los pies de la dullahan se encontraba Rasqa, y a pesar de su tos y el olor a quemado seguía vivo, lo cual le alivió. Pronto un grupo se encargó de él.
Con más confianza se acercó a ella, evitando con sutileza al grifo por si acaso su presencia no le agradaba.

«¿Dices que hay pocos como nosotros?» —en otros momentos Jace se habría molestado por pensar en gente que estuviera de fiesta mientras sus compañeros sufrían, mas esta vez se dejó llevar por la risa de dama Estribo y su oferta de conseguir un maestro.— «¿De verdad? ¡Eso sería la polla! Quiero decir, eh, la hostia. Oye oye, si los dullahan son jinetes sin cabeza, ¿¡significa que voy a conseguir un bicho tan chulo como el tuyo!?»

Centró su atención en “el bicho” de dama Estribo, notablemente emocionado, pero de nuevo, una interrupción a manos de otro transformado (este acompañado por pájaros) hizo que se sintiera en una montaña rusa de sentimientos. El nuevo dio información útil sobre sus compañeros, y por la descripción de el que los había visto, estaban vivos. Peleándose, pero vivos. De nuevo más dudas se apoderaron de él, intercambiando su centro de atención entre la dullahan y varios de los que ya conocía. La marcha de Roaxen y el rugido de Devoss le hizo decidirse.

«Dama Estribo, es una verdadera pasada lo que quieres hacer por mi, y si me dices donde está la taberna iré a veros en menos que canta un gallo, promesa.» —se giró a los dos felinos, que ahora se le acercaban, atentos.— «Pero ahora mismo tenemos un trabajo pendiente. Si nuestros compañeros se están transformando ahí fuera...»

Algo similar a un resoplido sonó en su mente. Se puso andar hacia la salida, cargado con cabeza y libreta, seguido por Varsai y Devoss. Se puso todo sobre el mismo brazo y levantó el otro en gesto de despedida.

«¡Cuidadme a Rasqa, eh!» —señaló a la dullahan.— «¡Taberna, reunión de gente sin cabeza, no tardo! ¡Seguramente me pierda por el camino así que espero que a Cara-bobo no le importe venir a por mi!»

¡Luna, Luna! ¡Roja, Roja!

Vivir y presenciar la Luna Roja como cosechada era algo totalmente distinto de vivirla como transformada. Y lo decía yo que apenas había tenido cambios físicos y todos habían sido indoloros, pues quien los hubiera tenido la recordaría de forma radicalmente distinta. Pero seguro que todos coincidíamos en algo: nos habíamos vuelto poderosos. La Luna nos había convertido en lo que se suponía que éramos, pero cualquier avance posterior había dependido de nosotros. Sabía que aún había mucho camino por recorrer pues conocía “veteranos” que estudiaban y mejoraban cada día, pero cuando vi salir la Luna Roja por segunda vez en mi vida, eso me pareció irrelevante.

Las onyces fueron las primeras en notarlo, pues yo había perdido la noción del tiempo en general desde que abandonamos Letargo. Me avisaron de la primera estrella y me contagiaron su nerviosismo y excitación desde ese momento. Y, finalmente, ahí estaba de nuevo, resplandeciente, como si nos saludara tras un año de ausencia y nos recompensara con una oleada de energía por haber sobrevivido una vez más. Pero sabía que no seríamos los únicos recompensados, pues habría cosechados a punto de transformarse. Y, no menos importante, yo tenía cierta sorpresa en marcha.

Así que salí, salimos a festejarlo a nuestra manera. Quizá mis amistades no lo entendieran así, pero yo sí. La ciudad entera se agitaba bajo el influjo de la Luna, así que ¿cómo no salir del torreón, de casa? O, también, ¿por qué no acercarnos a nuestra primera "casa" en la ciudad, Letargo? Me junté con Dhelian y Marsi y allá que fuimos. Me sucedió algo curioso nada más salir: me crucé con un fantasma de una especie de ave que iba buscando algo por los quiebros que hacía en el aire y las miradas que echaba a la ciudad bajo nosotros. Las onyces le dirigieron algún improperio a lo que respondió con "desgraciados habitantes de una ciudad de locos" y se fue despotricando. Las onyces y yo le miramos marcharse pero tardamos poco en reírnos a su costa. ¡Menudo era para acusarnos de locura! Aunque podía entenderle un poco... Mi aspecto no era ni muy propio de alguien "cuerdo" ni muy humano que dijéramos, pues iba cubierta de sombras por completo (exceptuando los ojos sin cubrir, la cara iba cubierta por apenas una cortinilla de oscuridad), por todos los ángulos. La propia levitación de las onyces me hacía levitar con ellas, mientras que yo las dirigía recurriendo al vínculo que nos unía. Además, mis manos y pies parecían de sombras, pues iba descalza y las onyces iban pegadas a la piel. Y, por si fuera poco, el pelo lo llevaba suelto a merced del viento, aunque no del todo pues las sombras que lo poblaban lo mantenían hacia atrás, lejos de la cara. Al moverme por el aire a través de la tormenta, parecía más un fantasma o un dementor que el pirado que se nos había cruzado. Si alguien le preguntaba, diría que "estéticamente era algo bastante chulo y además podía volar sin necesidad de magia". Eso sí, cuando llegaran al torreón haría que las onyces dispersaran su particular atuendo y quedarse así con lo que llevaba debajo de las sombras: un vestido negro, mitad de tela, mitad de onyces.



Cuando llegaron a Letargo, entraron, aunque la bruja había pretendido asomarse sin más con niebla mágica y luego marcharse. En el interior, los cosechados estaban a medio transformar unos, otros enteros, y otros desaparecidos por lo que decían los que quedaban en el torreón. Cuando llegó Enredo y tras la pregunta de Marsi, se apuntó a ayudar a los cosechados que pudo junto a los demás, menos Marsi que se quedó con el dullahan, aunque la bruja se mantuvo más en segundo plano pues la curación ni era lo suyo ni se atrevía a aplicarla a quien aún estaba en plena transformación. Eso sí, se llevó dos gratas sorpresas. Una, al ver a otro dullahan, y la otra, no menos importante, que era terrícola, así que con suerte quizá acabaría llevándose bien no solo con Marsi sino con todo el grupo de amigos. ¡O al menos con la bruja misma! <<Un dullahan... Quizá con el nuevo, Marsi acabe haciendo magia...; dos gatitos, ese lagarto está a medias entre dragón y moloch terrícola, pero a saber..., ¿una que me recuerda a Ariven?, un hermano escorpión de las brujas del Dark Souls, y unos desaparecidos fuera del torreón que a saber qué son. ¡Pues mola!>> Pero de la nada entró, voló y volvió a salir disparado Kud. <<¡Atención, espectadores, no olviden al Kud chalado que acaba de entrar a repartir panfletos de Urticaria! Vaya tía más pelma>>

—No os fiéis de los papeles; dama Urticaria no es de fiar..., a no ser que tengáis mucho dinero o queráis donar vuestros órganos —les advirtió.

Tenía interés por conocer a los nuevos, claro, pero aún más interés tenía por salir a la calle y, si podía, hacer su propia cosecha de onyces... Aunque también tenía pendiente cierta sorpresa, claro, pero no vio el momento hasta que algunos de los novatos se marcharon a buscar a los fugados. Por una parte, si algo les atacaba le saldría rentable acompañarles, pero realmente si eso sucedía y alguna onyce acudía, llegaría a la bruja por su cuenta. Así que miré a mis amigos.

—¿Vais a acompañarles, vais a la Taberna o tenéis algún otro plan?

Intentando transmitirle calma a Rasqa no me muevo de su lado, y en ningún momento me quejo sobre el increíble dolor que mis dientes van experimentando, no sería justo refunfuñar con el parquio ardiendo al lado, de modo que solo lo miro con ojos piadosos y aguantando las punzadas en la dentadura.
Contemplo como el brujo se acerca y mi corazón se acelera cuando lo hace. >>¿Yo? ¿Confiar en alguien fuera de estos muros? ¿Desde cuando pasa eso?<<, desde ningún momento, por eso lo miro con recelo cuando me pide que me aparte a un lado. Pero aún así lo hago, me permito que realize el hechizo de curación sobre todo su cuerpo, no puede creer que sea así. No todos son malos en Rocavarancolia, eso sí que es algo importante.
-Gracias- le digo cuando me ofrece su chaqueta, miro la prenda sorprendida al ver que no arde en el acto y suspiro aliviada, eso significa que debe de haber algún sortilegio que haga inmune al fuego a la ropa, vuelvo a hablarle cuando acaba- De veras, no sé cómo agradecértelo, es un alivio que lo hayas hecho, siento tener que habernos conocido en una situación como esta.

Cuando llega la hora de despedirme me reprimo darle una caricia a Varsai y a Devoss cuando se marchan, en su lugar lo hago moviendo la mano.
-Tened cuidado por favor, yo me quedaré a vigilar Letargo, ahora que hemos encontrado a gente en la que más o menos se puede confiar no es necesario que no os acompañe, pero recordad que hay una Kimbra a la que encontrar, no sé donde debe haberse metido.- Así que los veo partir en busca de Irianna, Sekk y Sigrún, quizás en una salida sin retorno.-Vale- me digo a mí misma- hora de cuidar de casa.

Marsi arrugó el panfleto que les había dado Kud y se lo dió a Cárabo para que se lo comiera, confirmando las palabras de sus amigos de que dama Urticaria no era una persona de fiar. Cuano el nuevo dullahan fue a despedirse, le pasó la dirección de la taberna con imágenes mentales para que le fuera más sencillo de encontrar, y le dijo que respondería tranquilamente a todas sus preguntas cuando volviesen a encontrarse.

-<< Carabobo... Creo que te llamaré así a partir de ahora>>- le dijo a su montura, que infló las plumas completamente indignado. Ella rió.

Enredo fue curando a los que quedaban, en especial el pequño dragón que Cárabo había bajado de la azotea, que parecía estar pasándolo realmente mal. Marsi mantuvo las distancias con los recién transformados, pero mandó a la chica de pelo en llamas una imagen de Ariven, aventurando que posiblemente compartiesen transformación y que podía preguntar por ella si necesitaba consejo. La varmana no creía que Ariven fuese a negarse a una charla, teniendo en cuenta como habían acogido a Dhelian y Alice.

Todo estaba más o menos solucionado, y de pronto ya no tenían nada urgente que hacer. La noche era joven, la ciudad temblaba y la luz de la Luna lo llenaba todo.

-<< Yo quería pasarme por la taberna, esta noche hay concierto>>- comentó Marsi. Le apetecía beber y charlar, y tenía bastante curiosidad sobre como afectaría al ambiente del local el que la Luna Roja estuviese en el cielo.- << Pero... ¿Hace una carrera hasta el faro?>>

Los tres podían volar, la tormenta estaba en su apogeo y el mar debía ser un verdadero espectáculo. Marsi quería sentir el viento frío y la electricidad en los dedos. Cárabo parecía emocionado con la idea.

Hasta que el salmo curativo del brujo no cesó, Rasqa había seguido creyendo que moriría. Sin embargo, aquella magia tuvo más alcance que ninguna que hubiera visto en sus compañeros. Sus heridas se cerraron completamente y el dolor abandonó por completo su cuerpo. Rasqa abrió los ojos sorprendido y, aún desplomado sobre el suelo, se vio capaz de alzar la cabeza. Con el dolor eliminado, su cabeza se sentía lo suficientemente despejada como para pensar con claridad y la idea sobrevivir a la Luna surgió de entre sus cenizas.

Aspiró hondo y soltó el aire en una amplia bocanada. Sonrió ampliamente, mostrando sus colmillos. El humo seguía ahí y Rasqa aún notaba como su cuerpo se movía internamente, cómo cambiaba. Tras ver a sus amigos, ardiendo o sin cabeza, vivos aún cuando la lógica decía que era imposible, se sintió más relajado. El parqio, repentinamente eufórico, se levantó y le devolvió con cuidado el cabezazo a la felina blanca. <<La conozco>>, aunque no supiera quien era en aquellos momentos.

A pesar de la ausencia del dolor, el movimiento repentino reabrió sus heridas mientras los últimos pinchos de la espalda se empeñaban en salir. Rasqa sentía con una precisión inquietante cómo empujaban hacia fuera y su propia sangre humeante se deslizaba hasta el suelo, provocándole cosquillas. El calor tampoco se había ido, pero ahora le reconfortaba, aún a pesar de que sabía que debería estar muerto por fiebre. Sentía la calidez como una caricia suave en sus entrañas mutantes.  

—Gracias —respondió al brujo con su voz más ronca que de costumbre. Al alzar la cabeza para mirarle a los ojos, fue consciente de nuevo de las pequeñas puas que habían surgido en su morro y puso los ojos vizcos para mirarlas. Ilusionado, el parqio no podía evitar menear la cola de un lado a otro— ¿Es esto lo que nos otorga la Luna? —preguntó.

Para Rasqa no había nada monstruoso en su aspecto. Lo verdaderamente horrible habría sido no cambiar nunca, haberse perdido esa noche. Con las fuerzas renovadas se sentía pletórico. Sin embargo, fue consciente de que la falta de dolor era un engaño mágico y prefirió no salir del torreón junto a sus amigos. <<La Luna ya ha acabado con ellos, se las sabrán apañar>>. Rasqa en su lugar se incorporó con cuidado, abriendo las heridas de sus articulaciones y dio un vistazo a su alrededor.

Su vista se posó en el huerto y luego bajó hasta una de sus patas delanteras. De los pinchos de sus nudillos nacían unas llamas diminutas y, de alguna forma, supo que esos hierbajos pertenecían a su fuego. El medio moloch caminó por instinto hasta las plantas.

¿No había soñado ya con esto?

¡Concierto en la Taberna! Eso no se lo perdería por nada del mundo, ya podía reventar la Luna sobre sus cabezas como en aquella peli de chalados en la que edificaban en la Luna hasta que reventaba y se les caía encima. Solo que en el caso de la Luna Roja cualquier suceso de ese tipo podría ser mucho peor... Y, aun así, un concierto bajo una lluvia de cascotes lunares tenía que molar.

Pero Marsi sugirió algo que tampoco se perdería: una carrera hasta el faro.

—¡Vale!

La bruja se había olvidado del mar. ¿La Luna Roja tendría algún influjo sobre la marea como la terrícola? O, al menos, su energía debía afectar de alguna forma a las criaturas submarinas. Eso tenía que verlo.

—¡Que nadie se olvide de la tormenta y los rayos! —avisó—. ¡Sabandija el último!

Las onyces salieron a tropel de entre los pliegues de su ropa y, a medida que se apretaban y daban forma a la figura, la bruja ascendía lentamente. Esta vez, sin embargo, el diseño sería más práctico para volar rápido, por lo que también contaba con darles forma de alas. Cuatro, dos pares, para ser exactos. Las onyces levitaban, sí, pero quería probar a hacerles impulsarlo todo.

Sigue en el Faro

No había mucho mas que pudieran hacer ahí y la luna roja brillaba en el cielo. Durante su propia transformación no pudo disfrutar adecuadamente de ella, teniendo que lidiar  con su propia muerte, con colas, gente sin cabeza y estirges. Así que escuchar que había concierto en la taberna le animó, aunque no tanto como lo de la carrera de vuelo. Kaw sonrió ampliamente, como un niño en navidad.

-¿Una carrera? ¡Me apunto! Pero Marsi juega con ventaja...¡Alice, no dejemos que nos gane! -añadió con emoción, mientras las estirges se impulsaba hacia arriba llevándolo consigo. Levitando como estaba,  las estirges solo necesitaba empujarlo hacia donde quisiera, sin suponer un peso para ellas. Y dado que su dominio estaba cerca el gasto mágico era ínfimo.

-¡Pequeños pollos míos...hacía el faro! -dijo Evelhan apuntando hacia el faro y las estirges graznaron en respuesta comenzando a organizarse en un patrón ya aprendido. El cielo se lleno de una pequeña nube de estirges que empezaron a intercambiarse con aquellas que estaba debajo del brugho,  para así poder impulsarse en el cielo en la dirección indicada, empujando y cargando al brujo levitado. Formando en el cielo una especie de carril de estirges, siendo Dhelian y su alfombra de estirges, el vagón.

Sigue en Faro

Los gritos cesaron cuando sus cuerdas vocales, resentidas por el maltrato sufrido, comenzaron a escocerle y enrroncarse. Los ojos, debido a las lágrimas y al propio cambio que estaban sufriendo, también comenzaron a escocerle, por lo que los cerró fuertemente. Debido a esto, Kimbra no vio al humano, aunque sí oyó sus pasos acercarse y alejarse. La krabelinense estuvo a punto de suplicarle al desconocido que la matara, pero algo dentro de ella le obligaba a seguir arrastrándose hacia donde su instinto le estaba llevando, bajo la promesa de algo deseado por largo tiempo. La Hija de Lunas pensó fugazmente que, quizás, la afamada Luna Roja la iba a bendecir con su largamente deseada meta, su razón para existir, y que aquel sufrimiento era la última prueba a cumplir.

Los cuernos seguían estirando y desgarrando la piel, abriéndose paso con mayor facilidad al no haber ya ninguna barrera que les impidiera avanzar. A medida que iban saliendo, la tonalidad del hueso iba oscureciéndose pasando del blanco a distintos tonos de grises.

La manos, por otro lado, habían dejado ya de crujir y reajustarse, y habían pasado simplemente a alargarse y afilarse cada vez más, con la regeneración de la coraza pisándole los talones.

El brujo les deseó buen viaje a los que salieron en la búsqueda de sus compañeros. No creía que fueran a tener problema y más viajando como podían hacerlo unos felinos tan grandes. También se despidió de los dos brujos y la dullahan, estaba seguro de que volvería a verlos.

Observó al parqio acercarse al huerto y casi previendo lo que pasaría se interpuso entre él y las plantas.

-Si me disculpas, me gustaría que tomaras una cosa para que la pérdida de sangre no sea un problema - le dijo con una sonrisa sacando un frasco de su zurrón.- Pero es muy amarga, así que será mejor si lo mezclas con otra cosa - hizo una pausa y miró también a la demonio.- ¿Qué os parece si me acompañáis dentro y os cuento en qué os ha transformado la Luna mientras esperamos a vuestros compañeros?

Para empezar a buscar a la hija de Lunas debo recordar donde se encontraba la última vez, y si mi memoria no me falla fue a partir de cuando salí al patio cuando dejé  de verla, por lo que lo más probable es que se encuentre en el salón, o al menos en la planta baja. Así que me interno dentro lo más rápido que mi cola me permite correr, pero no me hace mucha falta revisarlo todo con buen ojo para darme cuenta de que la chica no se encuentra aquí.
-¿Dónde se habrá metido?-me pregunto a mí misma mientras desciendo hacia la armería y las celdas, mientras bajo me piso la cola, cayendo de bruces cuando solo me faltaban tres escalones-¡Maldita sea!- me quejo con gruñidos.

El silencio en un día como este es aterrador y me propongo desde el suelo no tardar mucho en volver a subir, con la chaqueta del brujo puesta vuelvo por dónde he venido, no sin girarme una última vez y preguntar.
-¿Kimbra? ¿Estás ahí?- y al no escuchar nada vuelvo con el parquio y el único visitante que se ha quedado. Por supuesto que sé que existe la posibilidad de que haya subido a la azotea o las habitaciones. >>¿Pero por qué iba a hacer eso?<<

Me reúno con los demás, y asiento ante la proposición del muchacho.
-De acuerdo- le afirmo, agitando la cola sin acostumbrarme todavía al peso de ella, sigo enfadada con la Luna y con todo lo que se menea, y probablemente no quiera escuchar lo que nos tenga que decir a ambos pero...una parte de mi ansía saberlo, quiero conocer el nombre completo.-Me parece bien, así no tengo que verme obligada a decir monstruo cada vez que me pregunten que soy. Dime que se puede revertir, por favor, no quiero tener esta forma para siempre.

—¿Eh? —Rasqa se había quedado ensimismado y el brujo le había pillado por sorpresa —Pero...

No supo bien por qué, pero se quiso quejar, el cuerpo le pedía desobedecer y comprobar qué ocurriría si juntaba sus llamas con la hierba. Sin embargo, al mencionar la sangre, el parqio echó un nuevo vistazo a su espalda y decidió obedecer momentáneamente. Los pinchos que surgían de ella seguían abriéndose paso y sangraba de nuevo. El parqio resopló, agarró el frasco que le tendía con la boca y les acompañó al interior. Una vez dentro, se arrimaria a Ruth e, inconscientemente, la admiraría con disimulo.

—¿Qué se siente al no quemarse? —le preguntó, curioso.

Mientras esperaba respuesta, el parqio decidió que era buena idea tomarse el remedio para la pérdida de sangre. Sin embargo, no hizo mucho caso del brujo y pensó que no sería para tanto si se la tomaba sola. Seguida de una cara de asco, al parqio le dieron arcadas y faltó muy poco para que vomitara.

—¡Por la sagrada familia, qué asco! —se quejó a viva voz.

El brujo acompañó a los dos transformados al interior del torreón.

-Qué recuerdos me trae este lugar a pesar de haber sido hace tan sólo dos años - confesó el italiano cuando observó el interior.- La mayoría malos para qué negarlo... - se quedó en silencio unos segundos reviviendo cosas que habían pasado en aquella sala.- Perdonad - se disculpó.

-Toma - le tendió a Ruth una bolsa con hierbas.- Es té terrestre - le sonrió a la chica.- Siempre he pensado que una buena taza de té alivia muchas cosas. También tengo algo de azúcar - dijo sacando un botecito.- Por si quieres hacerlo.

Frunció el ceño ligeramente cuando oyó las arcadas del parqio.

-Mira que te dije que era muy amarga - comentó negando con la cabeza.

-Me temo que no son cambios reversibles, al menos no que yo sepa. Si existe alguna forma es algo que deberíais investigar por vuestra cuenta. Los únicos que pueden de vuestro grupo cambiar de forma a placer son los dos licántropos - explicó.- Lamentablemente no es algo con lo que los pueda ayudar ya que yo soy un brujo y nunca he pasado por algo así, sin embargo tengo una amiga que sí podría ayudarles con eso, intentaré ponerlos en contacto - prometió.

-Respecto a vosotros... tú eres un Demonio del fuego - dijo señalando a Ruth.- Tienes un cuerpo muy resistente al fuego, pero no eres inmune a las llamas así que aún así deberás tener cuidado. No puedo ayudarte mucho más, pero por lo que sé hay al menos otra como tú en la ciudad y, si no me equivoco, trabaja en el burdel. Para más información deberás preguntarle a ella o buscar en la biblioteca que ahora tendréis acceso a zonas a las que antes no podíais como cosechados.

-Y tú mi querido parqio eres un Moloch - le explicó a Rasqa.- Al igual que tu compañera también eres bastante resistente al fuego, tus escamas son ahora más duras que antes y los pinchos de tu cuerpo pueden prender en fuego cuando tu quieras. También serás capaz de hacer magia pero no sé exactamente qué precio tienes para ello, así que deberás mirar en la biblioteca. Y me consta que hay más como tú en la ciudad pero no conozco a ninguno, lo siento.

-Os hablaré de lo que significa ser ciudadano de la ciudad cuando llegue el resto de vuestros compañeros, no quiero repetirme demasiado - les dirigió una sonrisa tranquila.

Arrastrada por sus últimas fuerzas, la krabelinense consiguió llegar a su destino. Su instinto la había llevado hasta la azotea, la cual estaba cubierta de un líquido que reconoció como sangre, dada su densidad y su color, ya que alguna vez había visto aquel color saliendo de las heridas de alguno de sus compañeros. Por la cabeza de Kimbra ni siquiera pasó la idea de que toda aquella sangre debía haber pertenecido anteriormente a alguno de sus compañeros y que, dada la cantidad, este podría encontrarse en grave peligro. La engendro, entre el dolor y la agonía, simplemente acató la orden que su inconsciente le mandaba y se tumbó sobre aquel manto rojo. Al instante, el dolor quedó recluido a un segundo plano, opacado pese a su intensidad por la energía y la vitalidad que recorría a la Hija de Lunas.

Kimbra abrió los ojos.

Entonces, vio la Luna.

La krabelinense jamás había visto nada más hermoso y sobrecogedor que aquella luminosa y esplendorosa luna, tan roja y atrayente como la sangre sobre la que su cuerpo reposaba. Vagamente, la engendro recordó la explicación que una vez Ekatechs, en un tiempo ya tan lejano que parecía haber sido vivido en otros tiempos, le había dado sobre el concepto de “hermoso” tomando como referencia las lunas de Krabelin. En ese momento, Kimbra pensó que si había algo más bello y asombroso que la Luna Levyna y la Luna Kepryna era, sin duda alguna, aquella Luna Roja.

La Hija de Lunas alzó sus brazos sobre su cabeza, como queriendo tocarla a pesar de que era consciente que se trataba de un movimiento inútil dada la distancia. En ese momento, la engendro pudo ver sus manos, las cuales habían dejado de serlo en algún momento de la ascensión por las escaleras para convertirse en garras puntiagudas, impregnadas en aquel momento de sangre, tanto suya como la que había encontrado en aquel lugar.

Kimbra miró aquellas garras por las que fluían vetas rojas y plateadas, y comenzó a reír.

Primero parecía que la krabelinense simplemente padecía de espasmos involuntarios acompañados de pequeñas risas. Poco después, las risas comenzaron a intensificarse hasta convertirse en las carcajadas histéricas y delirantes de alguien que ha perdido momentáneamente la cordura. Se sentía pletórica.

Cuando el dolor por fin cesó y las risas lo hicieron con este, la engendro quedó tumbada en una cama de sangre, sudor y lágrimas, mirando maravillada la imponente Luna Roja que se alzaba sobre ella, mientras respiraba pesadamente. Un profundo suspiro salió de su boca y un único pensamiento ocupó su mente.

“Estoy viva”

Kimbra probó a susurrarlo.

- Estoy viva.

Luego, lo gritó.

- ¡Estoy viva!

Y con ese último aliento, la Hija de Lunas cayó inconsciente por el agotamiento.