Torreón Letargo (Archivo V)

Irianna podía comprender perfectamente el miedo a morir. Entendió algo mejor a los humanos cuando se explicaron y respondieron a la pregunta de Kimbra, pero para ella adoptar una actitud como la suya no servía para mucho. Lo que no entendía, en definitiva, era por qué Ruth y Devoss siempre parecían estar enfadados por todo.
—A mí no —respondió a la pregunta de Kimbra—. Miseria Nombre me prometió que obtendría un poder para el que estaba destinada. Supongo que se refería a lo que nos explicó dama Poda.

<<Casi lo había olvidado…>> se dijo para sí misma. Lo cierto era que la idrina no había aceptado la propuesta del cosechador con tanta facilidad por aquella promesa de poder. Sus motivos eran más mundanos, más enfocados a dejar atrás un infierno. <<¿Y no he cambiado, tal vez, un infierno por otro?>> se preguntó con cierto humor negro. En realidad la respuesta a aquella pregunta no le importaba. Puede que así fuera, pero eran infiernos distintos y la lacustre se decía que al menos en aquel otro tenía el beneficio de la incertidumbre. Lo que había dejado atrás solo le habría deparado miseria, dolor y probablemente una vida que odiaría. Al menos allí, en la ciudad tan cruel como milagrosa, se le abría la posibilidad de la elección.

Irianna permaneció un rato más junto al parqio y cualquiera que prolongase su estancia en el patio antes de decidir que ya iba siendo hora de acostarse. <<Poder… ¿Me permitirá ese poder eliminar todas mis debilidades>> fue su último pensamiento antes de conciliar el sueño.

Roaxen Tenvrai

Como si fuera la campana de un reloj antiguo, Roaxen Tenvrai abrió los ojos a la más completa oscuridad. Cogio su hatillo. Se hallaba centrado en su proposito, tenia apenas dos minutos y medio para bajar abajo, listo, llenar el hatillo de toda la comida que pudiera y bordear el murete.
Y asi lo hizo, como habia planeado. Cogio las comidas más inoloras, que aguantasen más y que fueran de su agrado. Una vez listo el hatillo salió al patio con unas sillas, que colocó contra el murete, unas encimas de las otras para formar una suerte de escalera para bordear el muro. Habia calculado que tardaria alrededor de minuto y medio en llegar a la cima del muro, pero su pobre condición física, debilidad y la inestabilidad de sus escaleras hicieron que tardase más de lo que le hubiera gustado.

Una vez sobre el muro sentado a horcajadas sobre este, tiró de las sillas y las pasó hacia el otro lado, más hondo, debido al foso, creando una escalera descendiente esta vez. Sin mirar atrás en ningun momento, el capellán se vio en las abandonadas y tetricas calles de Rocavarancolia tan solo iluminado con el ocasional brillo de los murcielagos incandescentes, que atrapaban los ojos nerviosos del xolnita más de lo que seria seguro.
Sabia a donde tenia que ir y puso el pie en aquella dirección.

Sekk escuchó los comentarios de sus compañeros en silencio, sin añadir nada. A Varsai le dedicó un gesto que le restaba importancia a su estado, dando a entender que no le pasaba nada y que no hacía falta que se preocupara. Terminó revolviendole el pelo con una sonrisa antes de girarse hacia el holandes, al que miró con seriedad antes de negar suavemente con la cabeza.
—Dudo que se pueda evitar que una luna ilumine un planeta, Devoss —sentenció—, no al menos con lo que tenemos a mano en este torreón… En cualquier caso seguiré estudiando el libro, pero no creo que sea la solución acertada.

El intara no sabía que pensar acerca del cambio que les esperaba, pero en cierto modo había empezado a resignarse. Había sido su decisión venir a aquella ciudad, a fin de cuentas, y aunque no le habían dicho todo tampoco le habían mentido. Debía afrontar las consecuencias con la cabeza bien alta, no encogido de miedo en algún rincón. Lo que tuviera que ser sería, ahora solo quedaba esperar.

Se quedó en el patio conversando con sus compañeros un rato, pero poco a poco los demás se fueron yendo a dormir, y cuando se quedó solo él intento conciliar el sueño en el salón. No tuvo demasiado éxito, por lo que terminó subiendo a la azotea cansado de dar vueltas sin resultado. Afuera hacía fresco, pero se estaba bien, y con algo para leer Sekk pasó el rato. Unas horas más tarde el rubio detectó movimiento en el muro del patio, pero con aquella oscuridad era difícil distinguir nada.

En un principio lo achacó a su imaginación, pero tras observar con los ojos entrecerrados durante unos segundos logró distinguir por fin lo que estaba ocurriendo.
—¿Pero qué…? —masculló incrédulo, echando a correr en cuanto el xolnita saltó al exterior. Sekk bajo las escaleras como una exhalación, deteniéndose apenas unos segundos en la planta de los dormitorios para aporrear las puertas con fuerza antes de ir a recoger sus armas. Activó el mecanismo del puente con un golpe secó y regresó a la planta baja sin perder el tiempo, su pulso disparado por la adrenalina. Sus compañeros aún no habían bajado, pero imaginando que se habían despertado les puso al corriente de la situación a gritos y salió por la puerta a la carrera, dejando antes claro que pensaba adelantarse.

Apenas había pasado un minuto desde que el capellán se escabullera del torreón, por lo que no podía haberse alejado demasiado, y con ese pensamiento en mente el intara tomo la misma dirección. No podía permitirse alzar la voz, por lo que llamarle a gritos no era una opción, pero cuando le encontrara pensaba darle una buena tunda. ¿En que se suponía que estaba pensando? ¿Acaso quería morir devorado por algún depredador nocturno? Sekk estaba muy cabreado, pero en el fondo le preocupaba la seguridad de su compatriota, e inconscientemente empezó apretar el paso al no hacer contacto visual con el pelimorado.

Varsai estaba soñando plácidamente cuando unos fuertes golpes la sacaron de su sueño a la fuerza. La niña abrió los ojos con mala cara y saltó de la cama dispuesta a darle un puntapié en la espinilla al idiota que la había sacado de su sueño. Hasta ahora los letarguinos nunca habían comprobado que la varmana tenía mal despertar cuando se hacía por la fuerza.

Antes de llegar a abrir la puerta oyó el puente levadizo bajando y frunció el ceño extrañada, aún era de noche, ¿por qué iba nadie a bajar el puente? Los gritos de Sekk le hicieron cambiar la expresión, del enfado pasó a la sorpresa y volvió a un enfado mucho mayor. <<Yo mato a Roaxen.>> ese fue el primer pensamiento homicida de Varsai.

Bajó como una exhalación por las escaleras dando gracias de su buena memoria para tener memorizada la colocación del torreón y no tropezarse con nada. No tardó en encender un par de antorchas y bajó con una a la armería donde cogió su arco y su carcaj.

Volvió a subir y esperó en el salón a que el resto se reuniese. La expresión de la niña bastaba para que todos vieran que estaba enfadada, y realmente podían dar gracias de que fuese muda. Tenía el pelo metido en la boca para calmarse, cosa que no funcionaba ni de lejos.

Había sido una situación diferente y especial, después de tanto tiempo todo había empezado a cambiar, la llegada de la Emisaria es esencial para demostrar que cada vez queda menos, toda se transforma y es diferente, nada volverá a ser como antes, para mal o para bien, pero aún la noche no había acabado, como de costumbre siempre pasaba algo que te provocaba estar atenta los siguientes días, en el momento en el que bajas la guardia...Rocavarancolia gana un punto.

Fui de las primeras en acostarme y con toda la confusión de los acontecimientos no me distraje con la mirada perdida a través de la ventana, sino que me había sumido en un sueño profundo del que ahora soy despertada con un sonido fuerte y rudo, abro los ojos de par en par y pego un salto tan alarmada que casi me caigo de la cama, presto atención al sonido con el miedo dominando todo el cuerpo poco a poco. >>¿Eso... es el puente? ¿Quién iba a pretender entrar a estas horas y cómo si solo se puede acceder con ayuda desde dentro?<<

Con los gritos de Sekk caigo en la cuenta de que lo veía al revés, nadie quería entrar, solo...salir, y nada menos que de noche.
Aún con los ojos cansados me incorporo con la explicación que el intara nos da desde la planta inferior.
-¡¿Que Roaxen ha hecho qué?!- es la primera queja que se me escucha decir aún desde la cama y con la sábana tapada hasta el pecho.
Inmediatamente desciendo las escaleras maldiciendo en la mente nuestra suerte y la cabeza del xolnita. >>Menudo estúpido...¿Cómo se le ha ocurrido irse a estas horas y con la única compañía que su poca inteligencia?<<

Resbalo casi al final de las escaleras debido a la velocidad vertiginosa con la que desciendo, cayendo de lateral sobre mi propia mano y medio aullando de dolor al haber tropezado.
-¡Maldita sea, esta me la paga!- farfullo convirtiendo el pánico en furia desmesurada y convenciéndome de una determinación que nunca antes había tenido, me incorporo ignorando la pequeña lesión y ahora con más cuidado pero no menos velocidad bajo a la armería refunfuñando entre dientes. Cojo las dagas con  energía y en menos de lo que canta un gallo me sitúo al lado de la varmana con el ceño ligeramente fruncido y con el vello de punta, sacudo la mano violentamente en un acto inútil de mitigar el dolor.
-Vale...- empiezo a decirle a la chica al ser de las primeras en actuar- parece que Sekk ya ha salido y no debería haberlo hecho él solo, voy a salir a buscarle a él- digo con la mirada en la puerta y casi estando en otro mundo del enfado, de hecho ni siquiera miro a Varsai cuando una chispa reluce en mi cabello cerca del flequillo- que quede claro que no voy a por Roaxen, a él... a él que le den.-y era totalmente cierto, aprecio muchísimo más al ulterano que a ese desgraciado, valoro mucho la valentía de Sekk para ir a buscarle, pero...por más que lo intente no dejo de pensar que realmente solo voy a ponerme en peligro por él, lo encontramos y volvemos, y si el señorito Tenvrai decide volver con nosotros a Letargo...deseará haberse quedado fuera, eso seguro.- no quiero que vuelva a repetirse lo de Ziack, no otra vez ¡Chicos daos prisa!.

Abro los ojos sobresaltado por unos ruidos, me incorporo sentado para escuchar mejor lo que pasa. Es Sekk explicando que Roaxen.... ¿¡se ha largado!? Esto es impresionante, sino te hace difícil la vida la ciudad te la hace un compañero. Maldita sea, ya podría haberse escapado de día y no de madrugada, escucho el puente bajarse. Sekk debe estar persiguiéndolo, no debemos dejarlo solo.

La vida del pelimorado me importa más bien poco, nos ha amenazado en varias ocasiones y no siento lástima por él, pero el intara no merece morir y menos por alguien como el capellán.

Me levanto y corro aún somnoliento por el pasillo en dirección a las escaleras. Mientras bajo voy soltando todo tipo de insultos y maldiciones dirigidos a Roaxen. No sé porque hace esto pero está claro que es estúpido, Rocavarancolia es peligrosa de día pero de noche... quién sabe lo que puede merodear por sus calles. Es solo cuestión de sentido común y está claro que el no lo tiene.

Entro en la armería y agarro la lanza, mi enfado es descomunal, este tío solo nos causa problemas, más complicaciones con las que tenemos que lidiar.

-Estoy de acuerdo contigo, Ruth. Sería injusto que a Sekk le pasara algo encima.- Una parte de mí desea que no encontremos al xolnita, y así librarnos de él. Pero por otra parte me gustaría encontrarle y darle un buen puñetazo al estilo Sekk. Pase lo que pase mi objetivo es encontrar principalmente al intara.

Rasqa abrió los ojos y agrió el gesto ante las voces, sus compañeros tenían suerte de que fuera de sueño ligero. Además, ¿había entendido bien? El parqio dio un salto de la cama y se puso a cuatro patas. Sus compañeros estaban despiertos y todos ellos parecían preocupados. A él la situación ya le recordaba a la de Ziack y no le preocupaba lo más mínimo si acababa igual, al menos no en cuanto a Roaxen. Sekkeh era otra historia.

—Yo sí quiero que se repita —se quejó en respuesta a Ruth, sin molestarse en ocultar su desagrado por el ulterano casihomicida. <<Yo mismo le empujaría hacia la brecha para que esta lo engatusara>> continuó mentalmente—. No entiendo por qué es nuestra obligación seguirle si él no ha mostrado nunca respeto por la manada, pero va a ser la primera vez que salgamos de noche y tampoco quiero que Sekkeh corra la misma suerte que me gustaría para Roaxen.

El parqio se estiró para desperezarse y pronto estuvo en lo alto de las almenas, con su lanza agarrada y a la espera de que el resto del grupo dejara el torreón para seguirles.

Kimbra se encontraba a punto de despertarse cuando súbitamente llegaron a ella sonidos de golpes y gritos, además del puente siendo bajado. La krabelinense procesó rápidamente la información adquirida de los gritos de quien reconoció como Sekkeh y se armó y preparó para salir, pues aunque Roaxen no le agradaba de ninguna manera, no podía permitir que Sekkeh sufriera algún percance durante su salida.

Una vez estuvo preparada y cubierta con su capa, salió sin detenerse del torreón, pasando por la sala donde el resto del grupo se reunía sin cruzar palabra con ellos, e intentó guiarse por los sonidos y el olfato para discernir cual había sido el camino escogido por ambos ulteranos con los ojos rojos debido a su estado de alerta.

La idrina se despertó sobresaltada debido a los golpes en la puerta y tardó lo que le duró el aturdimiento inicial en incorporarse en la cama con la intención de comprobar qué estaba sucediendo, con las manos listas para conjurar un hechizo si era necesario. ¿Quién estaba utilizando el mecanismo del puente a aquellas horas?, se preguntó mientras buscaba sus zapatillas tanteando con el pie y comentaba la situación con las demás chicas que también habían comenzado a despertarse. Para cuando Irianna abrió la puerta del cuarto, decidida a bajar, los gritos de Sekkeh explicando atropelladamente qué ocurría la dejaron paralizada unos instantes en el sitio.

Por una vez las palabras de Ruth se hicieron eco de sus propios pensamientos y la idrina se mantuvo en silencio al principio. Cuando recuperó la capacidad de moverse actuó con rapidez: se ató el pelo en una coleta, se puso una chaqueta y las botas que solía utilizar para caminar por las calles de la ciudad y se dirigió con paso decidido a la armería para recoger su arco y carcaj al tiempo que el resto de sus compañeros hacían lo propio. <<¿Será imbécil? No hace más que dar un problema tras otro>> se quejaba en su mente mientras se preparaba para salir con una expresión ceñuda en el rostro. <<Si salimos es por Sekkeh. Sí, eso es>> se auto convencía a sí misma para justificar la locura de abandonar la seguridad del torreón en plena noche.

Pero cuando escuchó las palabras de Rasqa, duras, crueles incluso, se dio cuenta de que ella no quería lo mismo que el parqio. La seguridad de Sekkeh tenía más peso en su cabeza que la de Roaxen, sí, pero a pesar de todo, en el fondo, sabía que ella también habría salido en busca del xolnita. <<Irianna, eres idiota>> se dijo mientras seguía los pasos de Kimbra. Lo último que vio antes de salir del torreón fue la Emisaria, a través de la puerta del patio abierta de par en par.

>>La luz de la única estrella que brillaba sobre ellos no parecía dispuesta a bendecirles con buena fortuna.


Sigue en las Calles.

La niña llegó junto al resto a donde estaban los dos ulteranos, lo primero que hizo fue buscar enemigos en los alrededores por si había algo amenazante, pero lo único amenazante que encontró fue una bestia muerta a los pies del capellán. Sus ojos se fijaron en Roaxen y la mayor parte del enfado que tenía se esfumó, el hueco que dejó lo llenaron la angustia y el miedo, si bien era cierto que a la niña no le gustaba Roaxen no le deseaba ningún mal y no quería que se muriese. Deseó por hacer algo por él pero los únicos que podían eran aquellos que contaban con magia.

Kimbra le dio una orden que la varmana acató sin dudar, aquello podía hacerlo. Apartó un murciélago que iba directo contra su cara y cubrió el flanco que la chica le había dicho. Nada los asaltó por el camino hasta el refugio y cuando atravesó la puerta respiró aliviada de haber llegado. Ese alivio duró poco y pronto se impuso la preocupación.

"¿Puedo ayudar en algo?" le escribió a Irianna deseosa de poder ser de utilidad.

Los murciélagos les dificultaron la marcha y la vuelta se le antojó una eternidad. Apenas le había dado tiempo a realizar un torpe intento de empezar a curar las heridas de mayor gravedad del xolnita y le preocupaba que para cuando alcanzasen el torreón ya fuese demasiado tarde. Por suerte para el grupo, en el interior del torreón se habían coordinado para bajar el puente levadizo nada más verles llegar desde lo alto de la azotea y el paso se les franqueó mucho más rápido de lo que hubiese sido habitual. Sigrún fue quien les recibió en la puerta, preguntando qué había pasado y recibiendo una respuesta visual en cuanto Sekkeh atravesó el umbral con el capellán a cuestas.
—Tienes que ayudarme —le dijo con urgencia al humano albino—. ¿Dónde están Jace y Vorela?

El otro humano no tardó en reunirse con ellos regresando del sótano, y la libense poco después bajando las escaleras hacia el primer piso. La lacustre se cruzó con ella subiendo esas mismas escaleras apresuradamente mientras afirmaba que volvería enseguida. Como una exhalación, entró al dormitorio y, tras colocarse el libro de magia bajo el brazo, rebuscó en uno de los baúles hasta dar con una sábana limpia, con la que regresó al salón y extendió en el suelo para que el intara pudiese dejar sobre ella a Roaxen.

Cualquiera que la observase, sin que hiciese falta ser idrino, podría darse cuenta de lo nerviosa que se encontraba. Comenzó a pasar de forma frenética las páginas del grimorio en busca de los hechizos curativos que iban a necesitar, ya que no quería cometer ningún error. Trataba de ignorar la presión que sentía: la vida de una persona dependía en buena medida de ella. Tenía que ser precisa y no dejarse llevar por el pánico o la desesperación. Empezó a darle a Sigrún las primeras instrucciones para que le humano fuese aplicando hechizos de sanación superficial y continuase con lo que ella había empezado en las calles de la ciudad.

Se giró hacia el grupo, a punto de hablar, pero se detuvo a leer lo que Varsai quería decirle. Permaneció un segundo observando a la varmana, pensativa, hasta que asintió nerviosamente con la cabeza.
—Deberíamos realizar un traspaso de energía, a ser posible que los donantes sean quienes no pueden emplear magia.
La balera se ofreció enseguida, y Sekkeh no tardó en seguirla. La lacustre les explicó que en cuanto notasen que se mareaban cortasen el proceso, puesto que de nada les iba a servir ceder más energía de la que podían soportar para que después hubiese que ocuparse a mayores de ellos. Sigrún también recibió un traspaso de energía de dos personas: Jace y Vorela.

Devoss y Rasqa no se habían ofrecido, por lo que la lacustre le habló al primero para pedirle que llenase un cubo con agua y lo colocase cerca de Roaxen, mientras que al parqio le pidió que llevase todos los trapos limpios que pudiese. A continuación se dirigió a Kimbra y Ruth.
—Calentad el agua del cubo con magia, no tenemos tiempo de hacerlo en la cocina. Y después ayudadnos a limpiar las heridas a Sigrún y a mí con el hechizo de limpieza. Devoss, por favor, ayúdanos tú utilizando los trapos.
Al igual que con la búsqueda del cubo, la idrina le había pedido ayuda al holandés porque era el único aparte del parqio que no había cedido energía y por tanto se encontraría en mejores condiciones, pero no se pararía a detener a nadie si quería ayudar.

Finalmente, una vez creyó que lo había organizado todo, Irianna se sentó en el suelo y, con ella y Sigrún a cada lado de Roaxen y el libro de magia al alcance de ambos, comenzó a entonar un hechizo tras otro, empezando por uno de limpieza y continuando por sanación superficial en las heridas más graves, coordinándose con el humano para no estorbarse. El salón de Letargo se inundó con los cánticos necesarios para formular los hechizos mientras trabajaban todo lo rápido que podían.

La idrina comenzó a sentirse embotada a partir del cuarto hechizo y tuvo que detenerse. Su cabeza se giró en un movimiento extraño, producido por el mareo repentino, pero se obligó a recomponerse para continuar con lo que tenía entre manos. Aunque tampoco quería agotarse inútilmente, por lo que decidió dejar que Sigrún continuase mientras ella trataba de despejarse un poco haciendo algo diferente. Ello no implicaba dejar de atender a las heridas de Roaxen, no obstante, ya que se detuvo en examinar el estado de su pierna, que se encontraba en un ángulo totalmente antinatural. Tras respirar hondo y repasar el hechizo de recomposición en el libro, la lacustre comenzó a tratar de recolocar los huesos de la zona en su sitio con extremo cuidado. Cada vez notaba que se cansaba más.

Una vez se deshicieron de los murciélagos, Rasqa volvió a su posición de vigía y permaneció sobrevolando a sus compañeros hasta que llegaron al torreón. Una vez allí, la gente se puso manos a la obra por salvar a Roaxen. En su tierra, nadie que acabase la mitad de mal que él sobrevivía y Rasqa, personalmente, habría preferido ahorrar esfuerzos antes que malgastarlos en alguien que ni sano les serviría para nada. <<No sin mano, con una pierna fofa y ese carácter odioso del ulterano>>. Para él estaba bastante claro.

El parqio se quejó con un gruñido cuando Irianna le pidió los trapos limpios, pero accedió a ayudar solo porque era ella la que se lo pedía y porque tenía curiosidad por ver cómo rescataban a Roaxen de morir en paz, desangrado. Buscó trapos limpios por todo el torreón y se los llevó a la idrina. Acto seguido se acomodó cerca del suelo de operaciones en que se había convertido el salón. Lo de traspasar energía le sonó muy sucio y Rasqa no quería que la suya se malgastara en el ulterano, por lo que, a pesar de que no se negó, tampoco se ofreció. Solo estaba dispuesto a darla, con recelo, si al final era realmente necesaria.

—Ánimo —dijo a los magos con tono seco.

Estaba deseando que Roaxen se despertara para descubrir que le habían esclavizado a un cuerpo roto.

Entre resuellos y jadeos llegamos por fin al torreón, cruzando con rapidez el puente que momentos antes ha sido levantado con una precisión enorme, Sekk deposita con cuidado a Roaxen sobre una mesa y el resto del torreón se reúnen alrededor con sorpresa. Me seco la frente, aún con la mano dolorida e intentado controlar la respiración, manteniendo la mirada fija en el xolnita, que se debate entre la vida y la muerte.
Me siento ahora, con la garganta seca y el corazón en el puño, envuelta de miedo, horror, y una profunda agonía al desear que recuperemos el estado del ulterano. >>Dios, no me puedo creer que desee a Roaxen en todo su esplendor a cómo está ahora.<<, después de haberme obligado a mí misma tener que observar la masacre que es ahora su cuerpo decido evitar seguir haciéndolo, me tiemblan las manos y las piernas, gotas de sudor se deslizan por el cuello, empapando mi camiseta. Solo alzo la mirada cuando Irianna me nombra, niego con la cabeza lentamente. >>No me hagas esto, no me hagas mirarlo otra vez.<<, pero me levanto.>>No lo va a conseguir, no lo va a conseguir.<<, pensaba que sí cuando estaba al fondo del terraplén pero por una razón inexplicable empiezo a pensar que no es así, >>Dios mío, ha perdido tanto que...<<.

-Está bien...voy- accedo sin rechistar y dándole una suave palmada en el hombro a la idrina al pasar por su lado.- a ver, si no creo recordar mal era así- digo al mismo tiempo que realizo los gestos, practicando sin recitar las palabras.
Poco a poco y con las indicaciones de los magos Kimbra y yo vamos efectuándo los hechizos de limpieza, mientras tanto los que no poseen magia ayudan traspasando energía mágica de forma que ni Sigrún ni Irianna lleguen a agotarse del todo, aún así ésta última se marea alguna que otra vez. Lo mismo que yo, voy notando como el cansancio y las nauseas se van apoderando de mí, ni siquiera sé cómo soy capaz de volver a ver los tajos y la sangre correr, simplemente me limito a ayudar, sin pensar demasiado en lo que está pasando, en las heridas, solo hago el hechizo con concentración, sí, es eso, elimino todo lo demás, los sonidos y el olor a sangre, y me quedo con las palabras y los gestos.
Miro a Devoss con cara suplicante, dándole a entender que quiero que se termine.
-¿Aquí?- le pregunto a Sigrún una de esas veces- vamos, podéis hacerlo- les digo a ambos sin ni siquiera estar muy de acuerdo en ello- por favor, no te mueras...-le digo al xolnita observando su inconsciencia, sin embargo esta vez las palabras no van acopladas a la piedad, más bien al odio, en un instante vuelvo a ser la misma, y la furia que había mandado a dormir vuelve de nuevo. Roaxen tiene que vivir, tiene que hacerlo, no me perdonaría jamás no haberle torteado la cara por que haya muerto.

Nos sobreponemos a la amenaza de los murciélagos de fuego y llegamos a Letargo. Lo hemos conseguido, ahora solo queda la parte más difícil. Tienden a Roaxen en la mesa para intentar curarle. Lo observo detenidamente, está destrozado. Si lográramos salvarle... ¿Cómo se quedaría? Seguramente tendría menos posibilidades de sobrevivir. Pero mejor eso que la muerte, no podemos dejar que la ciudad se cobre otra vida. Ya hemos perdido a uno, no debemos dejar que Rocavarancolia gane otro punto.

Lo miro y me da rabia, no sólo por la que ha formado sino también porque :¿En qué pensabas? ¿Adónde querías ir, estúpido? Nos has puesto en peligro a todos por una de tus gilipolleces. Pero por otra pienso, ¿Este es el precio? ¿Hasta estos límites llega una mala decisión? ¿De forma tan radical? Si no hubiera decidido salir afuera ahora todos estaríamos tranquilos dentro, y el capellán no estaría manco y tuerto. Por lo visto así de peligrosa puede ser una elección. La amenaza no acabará nunca, siempre seremos presas del mayor depredador de todos.

La muerte siempre será una vía, hagamos lo que hagamos. Siempre esta ahí, lo quiera uno o no, es imposible escapar del peligro cuando este está en todas partes. Acabaremos cayendo uno a uno porque la pesadilla no acaba con la Luna, la aparición de esta es solo el final de un episodia, el final de un acto.

Todo esto lo pienso mientras veo asqueado el cuerpo mutilado de Roaxen, cuando Irianna me encarga ir a por un cubo de agua voy corriendo, despejándome de esos lúgubres pensamientos. Vuelvo con el cubo lleno y lo deposito donde me ha dicho. Siento un gran alivio ya que es mi única tarea, pero cierro los ojos al escuchar la nueva orden de la idrina. Debo limpiar las heridas del pelimorado. Lo que pasa por no tener magia...

Realizo mi función con visible esfuerzo, a mi alrededor mis compañeros también hacen su parte. La idea es simple. Irianna y Sigrún reparan, Sekk, Varsai, Vorela y Jace le dan energía y Ruth, Kimbra y yo limpiamos. Esperemos que sobreviva, se va a ganar unas buenas ostias de cada uno. -Lo conseguiremos, chicos.-

Kimbra empezó a disparar a las bestias aladas en cuanto estas comenzaron a aparecer, derribando a unos cuantos antes de conseguir llegar a su destino. Una vez dentro del torreón, Kimbra se deshizo de su capa y sus armas, dispuesta a ayudar en todo lo que se la requiriera. Los conocimientos sobre sanación de los que la krabelinense disponía abarcaban únicamente infecciones, malestares y heridas superficiales, pero aquello que se le presentaba frente a ella solo podía ser tratado por los levynos más experimentados. O haciendo uso de la energía superior. La engendro estaba capacitada para llevar a cabo algunos de los hechizos presentes en el grimorio del que disponía el grupo, pero no era capaz de realizarlos todos, por lo que su aportación al tratamiento del ulterano debía limitarse a realizar simples hechizos de limpieza bajo las indicaciones de Irianna.

Los hechizos se sucedieron uno tras otro en la sala y el cansancio empezó a mermar las capacidades tanto de los individuos que hacían uso de la energía superior como de los que cedían su propia energía a los primeros.

La niña ayudó en lo que pudo, que básicamente era apartarse y dejar a los que tenían magia trabajar. La niña estaba preocupada pero estaba segura de que conseguirían salvar al ulterano, eran Irianna y Sigrún, Varsai habría apostado sus escasas pertenencias en su favor.

En cuanto pidieron voluntarios para donar energía la varmana fue la primera en dar un paso al frente y situarse junto a la idrina. Sabía en lo que consistía el proceso y estaba más que contenta de poder ser útil aunque fuese con tan poca cosa.

Bastante cansada por la pérdida de energía la niña comió algo y observó el proceso de curación que estaban llevando a cabo, al poco bostezó e hizo saber que se iba a ir a la cama un rato, y que si pasaba algo la avisasen.

Varsai no tardó en quedarse dormida, el no haber dormido las horas de siempre, sumado a la carrera y el ceder energía de esa forma hicieron que entrase en un sueño profundo del que costaría sacarla.

La idrina cada vez percibía los sucesos a su alrededor de forma más ajena, como si estuviese en un sueño donde la realidad se encontraba desdibujada. Siguió entonando de forma cada vez más dificultosa, finalizando el hechizo de recomposición tras haber hecho todo lo que podía por la pierna del xolnita. Su visión comenzó a volverse borrosa y su cuerpo le pedía a gritos que parase. Pero no podía, nada aseguraba que lo que habían hecho hasta el momento era suficiente. Seguía escuchando a Sigrún utilizando magia a su lado, tenía que poder continuar ella también.

Un hechizo de limpieza, otro de sanación superficial… Irianna llegó a su límite antes de poder siquiera finalizar el segundo hechizo y la lacustre se desplomó sobre el suelo. Nada podría despertarla hasta que hubiesen transcurrido varias horas y se hubiese recuperado del desmedido gasto energético que había empleado en un espacio tan corto de tiempo.