Torreón Letargo (Archivo V)

Irianna había sorprendido a Rasqa por segunda vez y el parqio solo pudo sonreír contagiado por sus palabras.

—Sí que eres fuerte —le respondió convencido. Si no muscularmente, sí anímica y mágicamente. Rasqa no tenía ni idea de hechizos ni energías invisibles y a veces le inspiraban cierta desconfianza, pero no ponía en duda que poder hacer uso de ello era un punto positivo—. Yo tampoco puedo aportar mucho en el tema de armas y magia, pero si alguna vez necesitas que alguien se lleve un buen bocado, puedes contar con mis dientes —el parqio frunció el ceño durante segundos, intentando imitar una expresión intimidante—. Vamos a superar la Rocavarancolia, sea lo que sea que signifique.

Varsai subió las escaleras hacia el tercer piso en cuanto Roaxen empezó a hablar, la niña no quería aguantar tonterías cuando había perdido un compañero hacia menos de dos horas, fuera cual fuera la opinión del ulterano se la podía guardar para sí mismo. Por esa razón y porque se puso a dibujar un tributo a Ziack la niña no se enteró de lo ocurrido en la planta baja hasta un tiempo más tarde cuando bajó para comer algo.

Lo primero que hizo al enterarse fue preguntar a los implicados si estaban bien, a todos salvo al propio ulterano ya que a la niña le daba miedo acercarse a él. Culpándose en parte por no haber podido hacer nada por el enderth y en parte por no haber estado presente durante el estallido del xolnita, y dándose cuenta de que en caso de haber estado no habría podido hacer absolutamente nada en contra del capellán la niña tomó la resolución de aprender a pelear. Le preguntó a Sekkeh si él podría enseñarle ya que le interesaba sobre todo aprender algunas cosas cuerpo a cuerpo porque como arma tenía el arco.

Siguió ayudando con las prácticas a la lectura de Kimbra y por supuesto no dejó de entrenar con su arco consiguiendo cada vez más acertar en un blanco fijo. Cuando Irianna le pidió su cascabel para usar un sortilegio sobre él a modo de alarma por si alguien cruzaba el umbral de su habitación la niña dudó, no porque no quisiera sentirse más segura sino que era el único recuerdo tangible que tenía de sus hermanos. Terminó cediendo pero pidiéndole que no lo perdiese ni nada y explicándole por qué era tan importante para ella.

Varsai se apuntó a algunas salidas mientras que a otras prefería no ir. Estuvo presente en las salidas a Maciel y cada vez que los veía a salvo se alegraba.

Además de todo eso la niña no descuidó sus dibujos, completó el de Rasqa y se lo enseñó, terminó el de Ziack el cual se guardó para sí misma y luego empezó uno que incluía a todo el grupo, la diferencia con la realidad es que en el dibujo todos sonreían y parecían más cercanos. Ése también se lo guardó.

El día que nos ocupa Varsai se despertó a media mañana y bajó al salón saludando con la mano a los que estuviesen ya allí.

Puede que maliciosamente, piense que Roaxen no deba estar en el torreón. En realidad no se lo merece, solo fastidia, molesta. Y aún así sería inhumano echarlo fuera. Sería un crimen.... aunque aquí importen poco las leyes. Después de guardar el arma me siento en una silla. Lo que he hecho antes es extraño. Cerrar la boca en ese momento ha sido muy difícil. Pero tenia que hacerlo ¿no?

Era por el bien de ella, estaba en peligro. No estoy acostumbrado a estas cosas. Pero debo cambiar pronto, lo que es normal en la Tierra aquí no lo es. Todos debemos. Pronto. Cuando Varsai nos pregunta nuestro estado solo musito un “Si”.

Los próximos días los paso como siempre. Es una rutina, además de una obligación. No hago más que entrenar. Estoy muy cabreado. No volverán a morderme. No puedo permitirme ninguna distracción. Cada vez que apuñalo al muñeco me imagino que es esa condenada hiena. ¿Cómo pude ser tan torpe? ¿ Tan.... débil? Hago ejercicios hasta caer rendido de agotamiento, por lo que no me sorprende que me levante con agujetas.

Por este motivo voy menos a las expediciones que hacemos. De vez en cuando los acompaño. Pero mejorar en el combate se ha transformado en una de mis prioridades. He aprendido de una cruda manera, que no me puedo permitir ningún error. ¿ Y si me hubiera arrancado el ojo en vez de media ceja?

No hablo mucho durante estas semanas. Solo algunas conversaciones aisladas con Ruth. Y finalmente me despierto hoy, pensando en tomarme un descanso. Así que bajo a darles los buenos días a mis madrugadores compañeros.

Tan solo pudo esbozar una sonrisa ante el convencimiento con el que Rasqa la elogió, a pesar de que la lacustre no se consideraba en absoluto una persona fuerte.
—Estoy segura de que tus fauces son temibles y haremos un buen equipo —le respondió con mucho mejor humor del que había comenzado aquella conversación—. Superaremos Rocavarancolia todos juntos. —Un bostezo que cubrió con una mano interrumpió sus palabras: de algún modo la conversación con el parqio había conseguido que su ánimo mejorase y el peso del cansancio se hizo más evidente al verse más relajada—. Al menos lo haremos a partir de mañana —comentó en tono desenfadado mientras cerraba el libro de magia—. Estoy demasiado agotada como para sacar nada de provecho por hoy, será mejor irse a dormir. ¿Subimos?
La idrina se levantó del sofá llevando el grimorio fuertemente sujeto entre sus brazos. Desde aquel momento el libro de magia estaría bajo su supervisión en todo momento. Si alguien más quería usarlo, la lacustre se aseguraría de que no lo perdía de vista: depositaba todas sus esperanzas en aquel grimorio a fin de cuentas, y no podía permitir que acabase de alguna manera en manos de Roaxen.

Y tal y como le había prometido al parqio, Irianna encontró nuevos hechizos que servirían en caso de volver a sentirse amenazados. Al hechizo de impulso que ya había visto se le sumó el de impacto, que tenía un efecto parecido pero más contundente. Para probar sus efectos sin riesgo, la lacustre buscó la forma de llevarlo a cabo y encontró un sortilegio que servía para crear un espacio franqueado por muros de contención mágica, de cuyo interior no podía salir ningún conjuro hasta derrumbarlos. No tenía muy claro si aquella barrera era muy endeble o el hechizo de impacto demasiado potente, pero bastaba uno de ellos para tirarla abajo.

Buscó una manera de asegurarse de que se enterarían de cualquier intento de intrusión en el cuarto, más allá de atrancar las puertas con muebles cosa que parecía haberse convertido en una costumbre habitual: Irianna, al menos, no volvió a bañarse sin antes asegurarse de que nadie podría abrir la puerta con facilidad. Al principio parecía que no había nada qué hacer, pues encontró dos hechizos con aplicaciones de seguridad realmente útiles y que eran precisamente lo que estaba buscando. Pero le fue completamente imposible llevarlos a cabo por mucho que lo intentó. El desánimo por la muerte de Ziack volvió a pesarle entonces al preguntarse si el enderth, que contaba con una facilidad asombrosa para la magia, hubiera podido llevarlos a cabo. No obstante, la idrina no se rindió y terminó por encontrar una alternativa bastante más rudimentaria y rebuscada pero que en cierta medida podía sustituir a uno de aquellos sortilegios de seguridad. Tuvo que pedirle a Varsai su cascabel para colgarlo de la puerta del cuarto durante la noche y anclar en el agujero de este un hechizo que amplificaba el sonido. De este modo y tras cerrar la puerta, se despertarían si alguien la abría.

Otro sortilegio que la idrina se afanó en aprender cuanto antes fue el de parálisis. La primera vez que oyó hablar de él fue cuando el grupo de Maciel les relató la extraña visita que habían recibido en su torreón. Una criatura con una calavera en llamas se había colado en Maciel aterrorizándolos con un macabro “espectáculo”. La impotencia y el miedo que los había invadido recordaron demasiado a la idrina el incidente con Roaxen, que para cuando se vieron con el otro grupo ya había sucedido hacía varios días. Se abstuvo de mencionar nada al respecto de ello, no obstante, y ninguno de sus compañeros pareció tener la intención de hacerlo. Lo que sí les explicaron fue lo que había sucedido anteriormente aquella misma mañana. Irianna se aseguró de señalarles en el mapa la ubicación de aquel abismo insidioso, advirtiéndoles del auténtico peligro que representaba.

Irianna no volvió a ver al xolnita en el transcurso de todo el mes, aunque sabía que Kimbra sí había coincidido con él en alguna ocasión. El no saber nada más sobre el ulterano implicaba que tampoco había intentado hacer nada, pero que no volviese a intentar convivir con el resto como antes tampoco resultaba precisamente tranquilizador. No había habido ninguna disculpa por perder los papeles, ni fingir que nada había pasado. Simplemente nada. La lacustre no podía bajar la guardia al respecto y tenía claro que la próxima vez que volviese a cruzarse con el xolnita tendría todos sus sentidos alerta.

Su pie se había recuperado gracias a la ayuda de Sekkeh, los vendajes y la muleta que le fabricó. La idrina pidió dos cosas al intara: que le enseñase la forma correcta de vendar una lesión de ese tipo, por si era ella la que tenía que ayudar a otra persona en otra ocasión y, en cuanto se recuperó, que entrenasen más en serio. Las vendas las reutilizó para enroscárselas en la mano cuando practicaba el combate cuerpo a cuerpo, limpiándolas con el útil hechizo de limpieza que finalizaba la lista de sortilegios que había aprendido durante aquel tiempo, y puso más que nunca sus sentidos en tratar de aprender cómo golpear adecuadamente con sus puños y sus piernas.

Su puntería con el arco también mejoró, pues Kimbra, Varsai y ella seguían ayudándose mutuamente. La hija de lunas progresaba rápidamente con la lectura y la escritura y la idrina se planteó si ofrecerle leer alguna de las historias de su cuaderno. El cual por cierto había tenido un tanto abandonado durante aquel tiempo. La idrina tenía muchas ideas en su cabeza y había iniciado diversas historias, entre las que se contaban algunas tituladas “escamas púrpura”, “la mirada de dos colores” o “el cascabel errante”, cuyos protagonistas estaban inspirados en algunos de sus compañeros de torreón, pero cada vez que se tomaba un descanso para escribir se sentía culpable por no estar cumpliendo la promesa de esforzarse al máximo que le había hecho a Rasqa. Su tiempo se había consumido entre los entrenamientos y el estudio.

Aquella mañana no parecía que fuese a ser diferente a las otras, pero la lacustre empezaba a sentirse encerrada: apenas había abandonado el torreón durante el transcurso del mes y notaba que empezaba a necesitarlo. Bajó a la cocina tras asegurarse de que no había rastro del xolnita, dirigiendo una rápida mirada de reojo a la puerta del estudio, y comenzó a prepararse un desayuno consistente en algunas de las frutas que más le gustaban y un trozo de aquel pan que llenaba tanto: si quería salir fuera necesitaba energías. Varsai ya se encontraba allí, así que le deseó buenos días antes de ponerse manos a la obra.

Un mes más, aún no he perdido la cuenta de los días en la Tierra, según mis cálculos actualmente nos encontramos por Febrero, acabamos de pasar toda la navidad y los reyes magos, no es que en mi caso se celebrara una u otra cosa, pero es bastante triste recordar que te alejas de esas luces tan bonitas de las ciudades, me encantaba asomarme al balcón y mirar ese espectáculo de colores nocturnos, ver destellos aquí y allá, adornados con el frío del clima pasajero. Aquí no, quizás es una las peores cosas de Rocavarancolia, (Hablando de cuando se está a salvo, que no suele ser muchas veces) y es que el clima de esta ciudad no es ni muy veraniego ni semejante al del gélido invierno, es neutro, y lo quieras o no, echas de menos tu hogar, si no es el clima es por otra cosa.

El mes ha pasado sin accidentes mortales, hubo varios sucesos y peligros, pero nada que desembocara en una muerte, al menos deberían dejarnos descansar, no somos robots que superemos las caídas del resto con facilidad, un poco de descanso no nos ha venido mal. De hecho, Letargo y Maciel se han unido de alguna forma estableciendo un acuerdo, ambos grupos y torreones se avisarán de los peligros que encuentren, así se hizo al explicar tristemente la muerte del enderth, y así se hará si ocurre algo parecido, a pesar de la extrema seguridad que últimamente estamos tomando aún tengo miedo cada vez que llega Maciel, la noticia de una muerte más siempre puede estar ahí, y sospecho que es algo mutuo, no me gustaría que cada vez que nos vemos traigamos un cadáver a la conversación.

Por mi parte la seguridad ahora es crucial, y no solo hablo fuera de la seguridad de Letargo, hablo del claro peligro dentro de estos muros, Roaxen Tenvrai, sospecho que ese loco tiene a más de medio torreón pendiente a cada uno de sus actos, y yo no soy una excepción, no le quito el ojo de encima, de hecho, suelo dormir menos, a pesar de nuestros pequeños trucos para avisarnos de que el ulterano hace algo extraño. No puedo permitir que algo así vuelva a suceder, ya tenemos bastante >>Ya basta<<, no quiero verme en la situación de tener que contarle a los macieleros la muerte de alguno de nosotros a mano de otro, se me caería la cara de vergüenza, y sería la prueba total, de que la ciudad nos vuelve los unos contra los otros. De modo que intento que los entrenamientos con Jace se vuelvan más severos, sacando la motivación de la rabia acumulada por todo lo pasado estos tres meses atrás, noto una pequeña mejoría, poco a poco creo notar una mayor agilidad a la hora de rodar para evitar que el americano me vuelva a desarmar otra vez, me siento más...alerta, algo inevitable es que creo que puede llegar a aprenderse mi patrón para intentar arrebatarle el arma, así que de vez en cuando decido innovar intentando algo diferente para cogerle por sorpresa, aunque la mayoría acaben en desastre. Pero no soy yo quien se lleva la peor parte, Billy, el muñeco de prácticas acusa varios cortes todos los días, cada vez que golpeo lo hago imaginándome a una hiena o al ulterano atacando, incluso simulo que esquivos algunas estocadas o mordiscos, no es que las dagas sean fáciles de dominar, pero al menos me siento un poco menos verde para luchar. El problema es que no debo quedarme paralizada la próxima vez, no he de darle la razón a la voz de Rocavarancolia, >>Si sé lo que haré cuando le vea, de sin vergüenza no lo bajo, y van atener que aguantarme para que no le pegue el famoso puñetazo de Sekk, al menos, quiero pensar que es mi decisión.<<

No fue el combate lo único que mejoró en mí, día a día mi cuerpo empieza a ser un poco más sano, viéndome cada vez menos delgada. También intenté especializarme más en la magia, aunque los otros entrenamientos, tanto los de daga como con Devoss son los que ocupan la mayor parte de mi tiempo, la magia no es descartada así como así, soy consciente de la evidente desventaja mágica con respecto a Irianna, pero aun así, hago todo lo posible para ser más ofensiva aún, ser la “atacante” y no la “atacada” es la nueva actitud que he decidido tomar este mes, así que cuando le pido el libro a la idrina decido buscar con interés si hay algún hechizo que se pueda aplicar a alguna arma, al menos, si no soy lo suficientemente buena como para acabar con una bestia puedo tratar de darle un efecto secundario o algo parecido, y que de este modo acabe con el enemigo. Pero no he logrado dar con algo así, por lo menos no de momento, así que añado a mi pequeña libreta de hechizos un par más.

Respecto a la relación con los compañeros, sigo acostumbrando más a ellos, y es con Devoss con el que más relación tengo, pasando algunas tardes en su compañía, y charlando en cosas de común de humanos. A pesar de su comportamiento más resguardado en Letargo, yo decido salir varias veces más, quiero estar ahí cuando haya peligro, quiero hacer algo.

En el día de hoy no me despierto muy tarde, me incorporo en la cama y me hago una trenza improvisada, luego me aseo un poco y decido bajar para desayunar, varios de mis compañeros ya se encuentran allí.
-Buenos días, chicos. -digo con un bostezo.

En cuanto se separó de Irianna, Sekk subió a la última planta para hablar con Jace sobre lo que le había contado la idrina. Le contó el ramalazo violento de Roaxen y las amenazas que había lanzado a los letarguinos presentes cuando despertó, aclarándole después que pensaba asumir la responsabilidad de lo que había hecho para que el xolnita dejara en paz al resto. El americano le acompañó hasta la puerta del estudio minutos más tarde, pero no dijo nada mientras él llamaba a la puerta y le aclaraba las cosas al capellán sin entrar en la estancia. Añadió antes de marcharse que si se le ocurría amenazar de nuevo a alguno de sus compañeros tendría más que unas palabras con él, pero no le llegó ninguna respuesta y terminó marchándose.

No se volvió a ver a Roaxen Tenvrai en todo aquel mes, pero el intara estaba seguro de que salía al abrigo de la noche, pues a fin de cuentas no podía vivir a base de aire únicamente. No se cruzó con él ni una sola vez, no obstante, pero no dejó de estar preparado para intervenir en caso de que hubiera algún problema. Los actos de su compatriota habían puesto nerviosos a todos los letarguinos y algunos tomaron precauciones, siendo la más significativa la que llevó a cabo la lacustre. Construyó una especie de alarma en el dormitorio de las chicas utilizando el cascabel que llevaba Varsai siempre consigo, y esta avisaría a las ocupantes de la habitación si alguien intentaba entrar por la noche a hurtadillas. El rubio aplaudió aquella medida en silencio, pero no le dejó del todo tranquilo.

La vida cotidiana de Sekk no cambió mucho mas en otros aspectos. Siguió cuidando del huerto con Kimbra, con la que mantenía conversaciones a diario en las que intentaba que la krabeliense expresara su opinión, y continuó enseñando a Irianna combate cuerpo a cuerpo cuando esta se recuperó completamente de su lesión de tobillo. Le había fabricado una muleta con una escoba a la que le había afeitado el cepillo y unos trapos para que acelerar su recuperación, y aprovechó los días en los que tuvo que descansar para enseñarla a tratar aquel tipo de lesiones como ella le había pedido. A petición de Varsai el intara también empezó a entrenar con ella su particular estilo de combate, asistiendo a sus progresos con cierta satisfacción personal. Nunca había tenido hermanos y empezaba a ver a la niña como una suerte de hermana pequeña, por eso le alegraba que quisiera aprender a defenderse sola.

Con Jace siguió fraguando su amistad, intercambiando vivencias e historias con él como si se conocieran de toda la vida y compartiendo de vez en cuando uno de los pocos cigarros que le quedaban. Eran ocasiones puntuales, pero el ulterano las disfrutaba bastante y así se lo hizo saber al americano, con el que de vez en cuando ideaba formas totalmente absurdas de conseguir más tabaco en aquella ciudad ruinosa. Ninguna llegó a nada.

El intercambio de información entre torreones al respecto de los distintos accidentes que habían vivido fue bastante completo, pero ninguno de los de Letargo comentó nada acerca de Roaxen Tenvrai en aquellas visitas. Habían llegado todos a la misma conclusión sin necesidad de hablarlo en grupo: aquel problema era sólo suyo, no tenían que poner al tanto a sus vecinos.

A lo largo de aquellas semanas no remitió su ya habitual insomnio, por lo que Sekk pasaba mucho tiempo en la azotea, donde observaba las evoluciones de los murciélagos flamígeros en aquel cielo negro cuando no estaba leyendo a la tenue luz de una vela. Compartía algunas de aquellas tranquilas noches con Rasqa, pues el parqio solía tener problemas para conciliar el sueño desde lo que había pasado con el capellán. Cuando se enteró el ulterano se sintió aún peor de lo que ya se sentía al respecto de aquel asunto, y trató de hacerle ver a su compañero qué no todos en su mundo eran tan tarados como el pelimorado. Pasaba mucho tiempo con él hablándole de su hogar y procuraba que supiera que le tenía para lo que hiciera falta, asegurándole directamente en una ocasión que no permitiría que el xolnita le hiciera daño de ningún modo. No tenía que preocuparse por su bienestar en aquel sentido.

Aquella mañana se había despertado de madrugada y se había dado un baño temprano para después hacer tiempo en el tejado. Intuía que día saldrían a explorar, por lo que se encaminó hacia las escaleras en cuanto empezó a escuchar sonidos de actividad en las plantas inferiores.
—Buenos días —murmuró tras un bostezo contenido, revolviendo ligeramente el pelo a Varsai cuando pasó a su lado—. ¿Qué os apetece hacer hoy? —preguntó a nadie en particular, sentándose en un taburete tras hacerse con una pieza de fruta.

Roaxen Tenvrai

Malherido, agotado y humillado, el capellán se retiró a sus aposentos y atrancó la puerta. Debido al acontecimiento que habia sido atacado y que automaticamente todo el torreón habia decidido volcarse a escudar a su atacante le indicó que todo habia cambiado. Actualmente, los xenos se habian mostrado cuasi imposibles de tratar, negociar, o si quiera explicarles las cosas más nimias de sentido común que se puede encontrar en las personas normales. Pero aquello no fue el final de sus desgracias aquel día.

Tuvo que recibir una última puñalada, por la espalda, de alguien quien en principio pensaba que estaba de su lado; pues era lo normal entre compatriotas el aunarse para un objetivo común y era propio de los xenos, mutantes y traidores el pelearse entre ellos en caotica animosidad. Ante la declaración de Sekkeh Reikayame, no dijo nada. No era solo el hecho que habia decidido traicionar al Imperio Ulterano, Al mismisimo emperador, a la eclesiarquia y, más importante, a el mismo quien tan solo habia sido comprensivo y pio, como lo mandan sus escrituras, pese a su sangre sucia y sus conductas contra natura de establecer contacto con los xenos con motivos lascivos y su auto mutilación casi esquizoide. Un verdadero hijo de Ul hubiera comunicado aquella traición cara a cara, con orgullo y honor hasta el final, pero ni en eso se molestó en ser cívico el intara que declaró su traición a traves de la puerta, para despues acompañarla de una amenaza llena de falso coraje, para compensar por su cobardia, supuso el ulterano.

Cuando se fue, el capellán tuvo muy dificil el controlarse y ser, como solia ser, pio de mente y palabras y gorgojeo injurias contra Sekkeh Reikayame, muy ciertas pero muy inapropiadas.
-Intara tenia que ser quien traicione de nuevo a los Ulteranos...-musitó, con voz baja, pues lo decia más para si mismo que para otros.-De aquí ahora en adelante, Sekkeh Reikayame, es excomulgado del seno imperial y tratado como traidor oficial al Imperio. Y asi será.-
Una risa seca afloró en la garganta del sociopata herido en el orgullo.
-Por suerte, el xeno, el hereje, el traidor, la abominación y la ciudad, todas arden igual de bien. Le tocará a las llamas santas el lamer este lugar y a sus infectos habitantes, así como las criaturas que moran dentro de este torreón.-
Y con este prospecto feliz, el capellán se fue a dormir aquella noche.

Lo que puede pasar en un mes puede ser o bien, que nada cambie o, en el caso de Roaxen Tenvrai que todo cambie. Al principio, habia decidido cambiar a una vida nocturna, solo salia por la noche de su cuarto para atiborrarse a comida y subirse aún más comida a su cuarto, ducharse y puede que robar algo que le fuera de utilidad. Sacó de la armeria cuatro ballestas y numerosos cuchillos, así como casi todos los virotes y pernos que habia en ella. Desmontó las ballestas por los cordátiles y fabricó dos trampas sencillas, una en el techo de al puerta, se accionaba al abrir la puerta por una cuerda tensa que solo se veia por dentro, que, al estirarse, disparaba in virote en linea recta hacia el suelo y, presumiblemente la cabeza del intruso. La segunda era una ballesta escondida en un falso techo que habia creado improvisadamente debajo de su mesa. Se accionaba por gatillo y estaba diseñada para disparar a la altura del pecho/estómago a alguien que se sentase en la silla de visitante. Con esto, el capellán pensó, que en su cuarto estaria a salvo de ser asesinado, aunque tardase casi un cuarto de hora en montar y desmontar el mecanismo de la puerta cada vez que quisiera salir y no pudiera salir velozmente de su cuarto por ello. Aunque no le preocupaba, pues dudaba que los enemigos usasen fuego o quimicos para sacarle de su bunker personal.
Roaxen Tenvrai se habia relajado mucho con este sistema de seguridad tan simple y podria haber seguido así, sin tener que encontrarse con nadie y basicamente tener cerca de cero contacto con los demás, salvo que algunos dias, intencionadamente o por casualdiad, se topó con Kimbra en sus salidas. No solo aquello le puso los pelos de punta (y más tarde le dio arcadas) sino que le asustó y preocupó a partes iguales. ¿estaba la abominación estudiandole? ¿Queria hallar su punto debi y abatirle cuando estaba más indefenso? Todas estas preguntas paranoicas colmaron los pensamientos del xolnita hasta que decidió ponerle fin a aquel asunto. Con su intelecto, estudio los horarios de sueño de los demás, así como los de despertarse, y divisó un logaritmo matemático correspondiente a una ecuación que le indicaba cuando podia y debia irse a dormir o levantarse para salir. Y, casi siempre su logaritmo tenia la razón. Consiguió evitar casi a todo el mundo, salvo en contadas ocasiones que topó con la abominación de nuevo o el traidor, pero eran tan apartadas, que ni siquiera entonces cuestionó su logaritmo, perfecto, pues lo habia divisado el mismo con su genio superdotado.

Aparte de eso, Roaxen Tenvrai se redujo a emociones simples debido a su soledad. Se volvió una criatura solitaria, llena de odio y de sospechas, una persona que sospechaba que fuera a ser asesinado a la vuelta de cada esquina acaba por pasar factura en una mente por la que otros ya han horadado y cambiado a placer. Roaxen Tenvrai comenzo a obsesionarse con el fuego. Ya le gustaba en el pasado el quemar cosas, en parte por la cultura Xolnita, en parte por su adoctrinamiento en la eclesiarquia. Y la idea de quemar el torreón y a si mismo con este se le apetecia suculenta. De tanto en cuanto, saciaba esta necesidad montando pequeñas hogueras en el patio, donde observaba las llamas crepitar la madera mohosa, la hierba y basicamente cualquier cosa que echara a las llamas para ver arder. Aunque al principio cometio algunos fallos, aprendió a controlar al fuego con el tiempo y los habitantes del torreon solo podian ver circulos ennegrecidos de no más de cuarenta centímetros de diametro por las mañanas.
Debido a su soledad, sin embargo, comenzó a hablar en voz alta con si mismo. Todo su temple y sus intrincaciónes mentales se habian tornado en balbuceos de una persona al borde de un ataque psicótico. Sufria de tics de tanto en cuanto, y se acariciaba el cuerpo, añorando el contacto de sus semejantes como nunca lo habia hecho. Se lanzaba cumplidos cada tanto en cuanto, aunque su belleza a estos puntos podría ser cuestionable, debido a que sus ropas habian perdido la fragancia y comenzaban a apestar a usado, su pelo, a base de estres, comenzaba a caerse a manojos y sus uñas, poco cuidadas alcanzaban una longitud exorbitada, aparte de que habian adquerido un color oscuro. Asi como unas gruesas ojeras debido a que a penas dormia la mitad de lo que debia debido a su algoritmo. Lo único que se mantenia, era su maquillaje, pero no correcto. Se habia estendido por toda la cuenca de sus ojos y la suciedad incrustada como el color y la delgadez del capellán le daban un aspecto siniestro.

Pero el Ulterano sobrevivia. Sufriendo, sobrevivia. Cuando estaba al borde de las lágrimas, encerrado en su bunker, en una esquina, sacaba la foto que guardaba en su pecho y, progresivamente, se iba calmando hasta que caia inconsciente.

Roaxen Tenvrai tendría su venganza, tarde o pronto. Les haria pagar a todos por el estado en el que estaba. Y el reiria el último.

La niña se estaba preparando algo de desayunar, un poco de pan con queso y un par de frutas, cuando oyó bajar a alguien por las escaleras. Por instinto supo que era Devoss el que había entrado en el salón, pensando estar equivocada se giró pero el humano estaba allí. Varsai frunció el ceño preguntándose como era posible que hubiese acertado. No, no que hubiese acertado sino que hubiese tenido la absoluta certeza de que era Devoss y no otra persona la que había entrado en el salón, una certeza comparable a que uno más uno son dos.

Le restó importancia al hecho diciéndose a sí misma que se habría acostumbrado a su forma de pisar o algo así y siguió haciendo su desayuno. Sin embargo cuando fueron bajando el resto trató de adivinar quién era quién y no acertó ni una.

Sonrió a Sekkeh cuando éste le revolvió el pelo y no tardó en escribir una respuesta.

"A mí me gustaría salir a explorar un poco, ¿os apetece?" La pregunta iba seguida de una sonrisa.

La lacustre saludó con una sonrisa a Ruth y Sekkeh y terminó de preparar su desayuno antes de sentarse a la mesa al lado de Varsai. Leyó la respuesta que la varmana escribió al intara y se apresuró en masticar el trozo de fruta para poder responder.
—Yo quiero salir, de hecho estaba a punto de proponerlo. Aunque… —Su tono cambió a uno bastante menos animado e instintivamente bajó el volumen—. Me preocupa abandonar el torreón… Y a los que se queden dentro. Ya sabéis —añadió dirigiendo una significativa mirada al techo.
Lo cierto era que la idrina se debatía internamente. Durante aquel mes apenas había salido y empezaba a notar que lo necesitaba, pero por otro lado también se sentía responsable de evitar que ocurriese nada malo allí dentro al ser una de las principales usuarias de magia del torreón… <<Pero lo mismo se puede decir de ahí fuera>> añadió suspirando mentalmente. La verdad era que no estaba segura de si en aquel momento era más peligroso el exterior o el interior de Letargo.
>>Hablaré con Sigrún —dijo finalmente—. Si a él no le importa quedarse esta vez, iré.
El albino era el único con la misma capacidad mágica que la propia Irianna y resultaba evidente que debían dividirse entre ambos grupos. Además, también buscaría a Rasqa y a Kimbra pues estaba convencida de que ambos querrían apuntarse a la salida.

Varsai da la idea de explorar, lo primero que pienso: No me vendría mal, llevo bastante tiempo “exiliado”. Puede que lo mejor sea ponerme a prueba. Es la única manera de saber si estoy preparado para algún peligro. Aunque lo dudo, este infierno contiene cosas que ni en nuestras peores pesadillas podríamos imaginarlas. Frunzo el ceño ante lo que dice la idrina.

-Ese no es ningún problema Irianna, puede que sea un cabrón de primera, pero no es tonto. No le hará nada a los demás mientras estemos fuera, sabe que somos demasiados contra él.- Aunque intente dar seguridad en el fondo no estoy muy seguro. Ya vimos todos como enloqueció. La mejor solución es la que propone la lacustre. Sigrún tiene capacidad mágica, mientras uno esté en el torreón no nos puede pasar nada ¿no?

-Yo iré, no quiero estar un día más dentro de Letargo. Además tengo curiosidad por ver más cosas de la ciudad. No todo puedo ser malo y horripilante-.

Me siento en la silla y comienzo con energías el desayuno, saboreando cada segundo de la comida, como todas las mañanas. Saludo a Sekk con un ligero movimiento de la cabeza a la vez que engullo un trozo de pan. Su sugerencia empieza a animarme el día, volver a salir me sumerge en una extraña sensación de miedo y ganas, pero es obviamente lo que Letargo necesita, últimamente podría decirse que no estamos tan bien como en otros momentos, aunque varias veces hayamos salido, sin duda este día se me hace más apetecible. >>Estoy cansada de ir a por la comida, yo quiero salir a otro lado, evitando el territorio de las hienas.<<
-Me apunto, nos vamos a asfixiar aquí. No estaría nada mal ir a explorar un poco -digo mirando a la varmana con aprobación y una pequeña sonrisa.

En cuanto Irianna comienza a hablar del mal rollo de Letargo me pongo un poco más tensa, pero intento disimularlo. No me apetece tener que hablar de él, pero parece que va a ser un tema central en estos días, hay que tener cuidado y es obvio que Roaxen podría aprovechar cualquier momento de debilidad numérica para atacar, pero lo único que podemos hacer es vigilar.
Le contesto a Devoss con suavidad.
-Bueno, todavía no podemos olvidar que nos blandió el sable, y por entonces éramos tres...además, luego hizo eso otro, y no paró hasta que llegó Kimbra.- digo evitando darle más baza a aquel acto tan impactante, sobre todo por la idrina -pero si Sigrún está dispuesto a hacerlo, creo que podrá apañárselas bien.

Mientras vuelvo a mi cuarto para coger las dagas reflexiono sobre las últimas palabras del holandés.
”No todo puede ser malo y horripilante”. >>¿Y qué es lo bueno que nos ha pasado?, lo único que recuerdo es encontrar la biblioteca con los libros de magia y descubrir que los macieleros seguían con vida,  y ya hace algo de eso, desde entonces todo ha sido desgracias y muertes una detrás de otras, sumándose a un total de tres.<<
De pronto las ganas de salir disminuyen en mí, pero decido no dejarme acobardar, lo malo de explorar es que el peligro no nos persigue, sino que, inconscientemente, podríamos estar yendo hacia la boca del lobo, pero habrá que asumir ese riesgo.
-Si vamos a salir yo ya estaría lista.- digo al lado de la puerta, decidida a actuar si una vez más la muerte nos acecha allí fuera.

Kimbra dedicó el resto del día a preparar la carne. Una vez descuartizada y deshuesada la hiena, hizo un preparado de hierbas con los materiales de los que disponía y maceró todas las partes comestibles de la hiena en ella, dejando los desechos orgánicos aparte con los que procedió a preparar un tipo de fertilizante especial que esperaba mejorara la calidad de los alimentos cultivados en el huerto. La carne resultó algo fibrosa y seca, pero una vez tratada y cocinada a la manera krabelinense no resultaba un sabor tan malo como cabía esperar. Por otro lado, los huesos resultaron un recurso poco útil, ya que al no disponer Kimbra de sus utensilios de trabajo apropiados para dicho material, su uso se limitó a la creación de puntas de flecha toscas, útiles de cocina poco trabajados y una aguja sustituta de la que ya poseía que esperaba no tener que estrenar. Aun así, la krabelinense limpió y guardó los huesos sobrantes con la esperanza de darles utilidad más adelante. De todo lo resultante que había conseguido producir del cadáver de la hiena, la pieza que más le satisfizo fue la capa. A pesar de la piel maltrecha y escasa, la Hija de Lunas consiguió fabricar una capa ligera que contaba con un casco integrado en forma de capucha, elaborado con el cráneo del animal cosido a la piel siguiendo la forma de su cabeza, ya que la engendro había conseguido desollarla a la perfección dejándola intacta. Gracias a esta pieza, ya no requería de su pesada y aparatosa capa de plumas para salir al exterior, ya que todavía no se sentía con la seguridad suficiente como para salir sin nada que cubriera su cuerpo.

Durante el mes siguiente, la krabelinense se limitó a llevar a cabo sus actividades rutinarias de la forma más eficiente posible, sin dejar de vigilar su entorno, y más específicamente a Roaxen Tenvrai cuando este se encontraba en la misma estancia que ella. Para su agrado, los encuentros con el ulterano fueron escasos y carentes de molestias, lo que no disminuyó el estado de alerta de la engendro, que mantenía siempre consigo al menos una de sus armas, pero si le permitió abstenerse de tener que ensuciar sus armas con su sangre. Además, el despliegue de magia que Irianna llevó a cabo para proteger las habitaciones más privadas, le permitió a la Hija de Lunas librarse del tedioso trabajo de montar guardias, ayudando a que sus horarios no se vieran afectados.

Respecto al resto de su rutina, la única novedad recayó en las lecciones de caza que integró a las lecciones de arco que impartía a Irianna y Varsai, las cuales creyó necesarias a raíz del episodio de la caza de la hiena, ya que creyó conveniente que más integrantes del grupo conocieran la forma adecuada de matar a una bestia para poder aprovechar la pieza lo máximo posible en vistas de un potencial nuevo encuentro con las ya conocidas u otras más novedosas. Por lo demás, continuó aprendiendo magia, cuidando el huerto y avanzando en sus lecciones de lectura y escritura.

En cierto momento, consiguió mantener una conversación con Irianna sobre la vestimenta y las razones por las que ella tenía vetado el no usarla a diferencia de Rasqa. La idrina le explicó amablemente que las similitudes de su fisionomía con la de otros integrantes del grupo de tradición cultural pudorosa podía llevar a que estos se sintieran violentados ante la imagen de su desnudez. Kimbra comprendió la situación y prometió no quitarse sus vestimentas en presencia de otros integrantes del grupo con tendencias pudorosas, a no ser que fuera totalmente necesario.

Aquella mañana, como todas las anteriores, despertó lo suficientemente temprano como para no cruzarse con ningún habitante del torreón mientras se alimentaba y continuó su rutina diaria al terminar saliendo al huerto donde revisó minuciosamente sus plantas, de las que ya había conseguido recolectar más de una cosecha en el tiempo que llevaban ahí, aunque ciertamente las ultimas habían tenido una calidad superior a las primeras.

Entró en el momento exacto en el que se propuso la salida, así que, sin decir palabra, Kimbra comenzó a prepararse, cogiendo sus armas y cubriéndose con su capa ligera, colocándose adecuadamente la capucha del mismo.

Tras la charla de Irianna, Rasqa durmió de una sentada, como muy pocas noches más adelante podría. A pesar de que la idrina le había dado entereza y le había ayudado con el terror que se había instaurado en el parqio, no sería suficiente para que las horas de sueño se hilaran concediéndole un buen descanso. Por las noches, el parqio soñaría con frecuencia con un nuevo ataque del ulterano. A veces matándolo, a veces muriendo a sus manos. Sus compañeros de habitación no tendrían problemas para escuchar cuando el sueño llegaba al segundo final, pues el dragoncillo gritaba y se levantaba de los nervios. Cuando era él quien lo mataba, Rasqa revivía el momento durante el resto del día, recordando con exactitud lo que sentía al hundir los colmillos en el gaznate de Roaxen para insuflarse fuerza para el resto del día. El sueño recreaba la muerte del ulterano con tanta precisión que parecía real. El pulso decayendo, el sabor de la sangre colándose en la boca del dragón, la respiración agitada y los gorgoteos… Rasqa disfrutaba de los pequeños detalles.

Por precaución, Rasqa había dejado la cacería de murciélagos aparcada también, pero aprovechaba absolutamente cada salida que se hiciera para estirar las alas. Su estado de ánimo se veía un pelín mejorado durante las idas a por comida y era a la vuelta cuando más propenso era Rasqa a dar palique a la gente. Solía interesarse por cosas como la escritura de Irianna, los dibujos de Varsai, los entrenamientos físicos que realizaban los bípedos o el estado de la petición nudista de Kimbra. Sin embargo, lo que más le apetecía escuchar eran historias, cuanto más violentas y satisfactorias, mejor.

El peligro que el parqio sentía conviviendo con Roaxen se vio acrecentado al descubrir que faltaba material de la armería. Rasqa evitaba cruzarse con él, pero no por ello desconocía a qué horas tenía el ulterano su máxima actividad. Su miedo a recibir un ballestazo mutaba con los días en una suerte de paranoia siniestra que impedía a Rasqa disfrutar de nada. El parqio había dejado de lado sus vuelos matutinos en pos de su seguridad y, poco a poco, todo aquello iba pasando factura a su carácter. El dragoncillo pasó a ser un reptil taciturno en sus mejores días y arisco en los peores. A su mal genio se sumaba el hecho de que Rasqa continuaba creciendo y tanto la cola como las alas comenzaban a estorbarle en el interior del torreón, lugar del que apenas se permitía salir.

A pesar de todo, las charlas que buscaba con sus compañeros de torreón le aliviaban un poco y lograban que su carácter no fuera a peor de lo que ya estaba. Una de sus muchas conversaciones con Sekkeh había sido decisiva para que Rasqa empezara a humanizar a Roaxen y descartara la idea de fugarse o acabar incumpliendo el tratado de no agresión al pelovivo. Su miedo se convertía poco a poco en una mezcla de asco, odio y pena. Gracias a Sekkeh, además, sus horas de insomnio acababan llenas de aventuras piratas y encendían ligeramente la sed de nuevas emociones del parqio.

Aquella mañana Rasqa se había levantado de la cama con el peor final de sueño posible. Y a pesar de la taquicardia inicial, aquel miedo a morir por mantener en casa a un incompetente le dio un subidón de energía mañanera como nunca había ocurrido antes. El parqio dio un par de saltos en la cama, clavó las patas en el colchón y estiró los músculos a la vez que bostezaba sonoramente.

Rasqa dio un brinco hacia el suelo y salió al trote de la habitación. Al salir al pasillo miró de reojo hacia atrás y continuó con su carrera escaleras abajo, hasta que llegó a la cocina, donde se reunían todos. El parqio frenó a tiempo como para no hacerse daño, pero lo suficientemente tarde como para dar un buen cabezazo a Sekkeh; aunque se aseguró de no clavarle los cuernos.

—¿A dónde decís que vamos? —preguntó agitando la cabeza para sacudirse el testarazo de encima. Rasqa necesitaba salir. Se lo pedían los huesos y su salud mental. No quería estar encerrado, así como no quería permanecer en el mismo lugar que Roaxen una vez sus compañeros se fueran.

Sekk leyó la respuesta de Varsai con atención, asintiendo ante la propuesta de la varmana al mismo tiempo que Irianna mostraba su interés en la salida. La lacustre fue previsora, sin embargo, y compartió con sus compañeros su preocupación acerca de dejar a alguien solo con Roaxen. Ella misma aportó una solución al problema y fue en busca de Sigrún para pedirle que estuviera atento a los letarguinos que se quedaban en el torreón por si tenía que emplear la magia para defenderles del xolnita. Mientras tanto los presentes también se apuntaron a la expedición.

Sekk estaba apunto de acercarse a Kimbra para preguntarle algo cuando un lagarto acelerado le embistió sin previo aviso. El intara exhaló el aire con fuerza, por la sorpresa del golpe más que por la fuerza del mismo, completamente despejado después de aquel contundente saludo. A punto estuvo de recriminarle a Rasqa su descuido, pero al ver la emoción del parqio se tragó sus palabras con una media sonrisa. Hacía semanas que el dragoncillo no estaba tan entusiasmado con algo.
—Aún no lo hemos decidido —le respondió tras darle los buenos días—, pero hace tiempo que quiero ir a esa zona al noroeste que parece una hondonada, la que se divisa desde la azotea. No puedo asegurarlo, pues el desnivel reduce mucho la visibilidad, pero juraría que hay vegetación. Si os parece bien podríamos acercarnos a ver —sugirió, dejando que se lo pensaran mientras él bajaba a la armería a recoger su equipo.

Regresó a la cocina a por algunas provisiones antes de unirse a sus compañeros en la puerta.

Continúa en el Cementerio.

Me calmo, observo atentamente a todo lo que dice la krabeliense en silencio y decido no volver a abrir la boca, no tengo más que decir y las ganas de salir pitando del cementerio no han disminuido en absoluto, cuanto antes deje de escuchar a los muertos muchísimo mejor, así que simplemente no vuelvo a hablar en todo el camino de vuelta. Una vez a salvo entre los muros de Letargo dejo que sean los otros los que lo cuenten, no quiero volver a hablar del tema así que solo observo la reacción de los que aguardaron en el torreón. Había sido un mal día, desde luego, no puedo sacarme las palabras de la anciana de la cabeza en ningún momento.
>>”Vuestra verdadera naturaleza hablará por vosotros”...¿Qué quería decir aquello?. Dios santo, todo aquí es tan difícil, ¿Acaso no somos los que creíamos, aún tenemos que llegar a ser quien realmente está en nuestro interior? ¿Y como va a ser todo esto? ¿De un día para otro?.<<
Me encuentro en mi cuarto, tumbada en la cama, solo me levanto cuando espero a que todas las chicas estén dormidas, es entonces cuando me asomo a la ventana, dejando que alguna que otra suave brisa me acaricia el pelo.
-Vosotros y vuestra estúpida Luna -musitó en la madrugada, al cabo de un rato es cuando me duermo finalmente.

Pasa un mes, el peor, el más desagradable que he tenido desde que he llegado, más incluso que cuando ocurrió la muerte de Ziack. Solo hay un tema fijo que ronda en mi cabeza todos estos días, el del que vamos a cambiar, me llega a la cabeza cuando como, cuando me ducho, cuando duermo, a todas horas hasta el punto de que se convierte en casi una obsesión. No decido contarles ese secreto a nadie, ni siquiera a Devoss, después de lo que pasó en el cementerio hablar de aquello es un tema espinoso, de modo que me mantengo al margen, distante en cuanto a tener que discutir el tema, ni siquiera hablo cuando se le cuenta la noticia a Maciel, ya que es inevitable que tenga que pensar en ello constantemente no quiero seguir haciéndolo en voz alta, ni siquiera le replico a Roaxen cuando este vuelve a hacer de las suyas varias veces.
Intento ocupar mi mente de la mejor forma posible, ya sea charlando con el holandés, entrenando con él o con Jace, me apunto a un mayor número de salidas aún a sabiendas de que me puedo encontrar algo peor, incluso logro sacar varios hechizos más sin mirar que cada vez mi alcance sobre la magia sigue siendo más limitado. Mi hoja de listado de hechizos avanza cada vez con más lentitud, peor no por ello me siento más inútil, estoy mejorando para esquivar, noto que cada vez lo hago con soltura, y Billy, el muñeco de entrenamiento es golpeado cada dos días en un afán de dar de forma más certera con las dagas.
Ese es mi día a día, bueno, eso y contemplar a través de la ventana algunas veces por las noches, no hay motivo, solo lo hago antes de acostarme, intento buscarle un por qué los primeros días pero no tiene que tratarse de algo raro, así que dejo de hacerlo. No fue eso lo único que cambió en mí, me percato de que voy cogiendo un poco de masa muscular en el abdomen, muy poco y si se lo dijera a alguien probablemente se reirían de mí, pero es algo que yo sé que pasa, los abdominales de Devoss van haciendo su efecto.

Esta mañana me despierto sin hacer ruido, levantándome de la cama con suavidad y bajando al patio con un pequeño bostezo, contemplo mi propio reflejo en el pozo, deslizo mis dedos por el flequillo, el pelo también me ha crecido, lo llevo tres dedos más de la altura de los hombros, pero no me apetece cortármelo, por una vez me gustaría llevarlo largo.
Cansada de estar allí me dirijo a la armería y apoyo mi espalda contra la pared, deslizándola hacia abajo hasta estar sentada en el suelo, últimamente he estado practicando hechizos de levitación, es obvio que no hasta al punto de llegar a levantar mi propio cuerpo como lo hace Irianna pero al menos si soy capaz de hacer flotar objetos, tras varios intentos bochornosos parece que empiezo a dominara algo, pero esta vez prefiero hacerlo a solas, la última vez  le di accidentalmente con una manzana en la cabeza a Devoss, no fue un golpe fuerte pero lo suficiente para que desapareciera de la habitación antes de que el holandés viera quien había sido.
Fijo mi vista en mi propia daga, puesto en el suelo a un par de pies de donde estoy, y recito el hechizo acompañándolo de varios gestos, al instante el arma empieza a tener sacudidas en el suelo como si la estuvieran golpeando.
>>Venga, tienes que pescarla, concentrate<<.
Y la agarro, se empieza a elevar  y una vez en el aire la giro despacio, mirando con satisfacción como da un pequeño rodeo, pero se da contra la pared y cae al suelo.
-Mierda, siempre se me ladea hacia la derecha.

No me equivoco, pierdo toda la tranquilidad que había obtenido, pero me muerdo la lengua. El seguir discutiendo solo nos pondría en más peligro. Mi única respuesta es una mirada de enfado a los que no están de acuerdo y al camino por donde se fue Dama Poda. Volvemos a Letargo, ando absorto siguiendo al grupo, no entiendo nada. ¿ Cómo nos va a poder cambiar una puñetera luna? Esto es para nada, cada sitio nuevo que visitamos, cada excursión a por comida. Para nada. Sobrevivir. Que palabra tan bonita..... Si no te dicen a que precio, claro....

Entramos en nuestro preciado torreón, guardo el arma y voy directo a la azotea. Quiero pensar con claridad, me quedo mirando la ciudad hasta que me voy a la cama. Ya dentro de ella intento contenerme, pero uno no puede con todo. Lloro en silencio. ¿ Por qué? Por seguir aquí, por haberle gritado a mis compañeros, y porque existe la posibilidad de que ninguno de nosotros seamos humanos cuando acabe el año.

El siguiente mes, hace que me ponga nervioso. Que pase significa dos cosas:1. Estamos vivos. 2. Se acerca la Luna Roja. Entreno como siempre, noto una mejoría, tengo la sensación de que si me atacara una hiena, ahora le daría su merecido. También sigo haciendo abdominales con Ruth, sonrío al ver que mis ejercicios la están ayudando. De vez en cuando voy a las recogidas de alimentos, no voy a estar encerrado todo este tiempo. Quiero sentirme útil para el grupo, y creo que cada vez lo soy más.

Últimamente me encontraba más tranquilo, incluso feliz, mis mejoras con la lanza me estaba subiendo el autoestima, no existía nada que me cabreara bastante. Pero uno de los últimos días del mes paso algo que no pude explicar. Íbamos a salir como otras tantas veces. Justo cuando me faltaban centímetros para coger el arma, Ruth es más rápida y me la arrebata entre risas. Nada más tocarla siento una rabia ilógica. ¿Por qué tiene que quitarme mi lanza? Es mía, no tiene ningún derecho a robármela. Me la devuelve con gesto burlón, está claro que era una broma, pero hasta que no deja de estar en sus manos la ira no disminuye. Evidentemente no le río la broma. Horas después continúo sin sacar una conclusión de mi cólera.

Ya en el día de hoy, me despierto temprano, me incorporo y bajo a la cocina a prepararme algo. Joder, un mes entero sin muertes, puede que la suerte exista...

Irianna no podía sentirse más agradecida a Kimbra cuando les replicó a los humano, ya que las continuas confrontaciones cuestionando su forma diplomática de hacer las cosas comenzaban a resultarle muy tediosas. Ni siquiera comprendía por qué alguien podría mostrarse tan abiertamente inmaduro y terco en algo tan obvio y lo único que añadió al discurso de la hija de lunas fue un “nada de eso responde a la pregunta que os he hecho”, dando claras muestras de que para ella se había acabado la discusión. Tras asentir a Kimbra cuando se le adelantó sugiriendo volver, de hecho, apenas volvió a hablar hasta atravesar el portón de Letargo. No solo porque estuviese cansada, sino porque dama Poda les había dado demasiado en lo que pensar.

Fue una de las personas que ayudó a relatar lo sucedido a los que se habían quedado en el torreón, aunque omitió todo lo referente a la discusión que habían mantenido con los humanos. Para su sorpresa, Jace, Vorela y Sigrún no fueron los únicos oyentes del relato y por primera vez en muchas semanas la lacustre se cruzó con Roaxen. El xolnita no se acercó a ellos en ningún momento y la idrina hizo caso omiso de su presencia como si no se hubiera dado cuenta de que estaba escuchándoles.

Pero aquel evento marcó el fin del confinamiento absoluto de Roaxen y el ulterano comenzó a volver a dejarse ver e incluso interaccionar con ellos. La idrina, por su parte, mantuvo una actitud de indiferencia hacia el xolnita: si le hablaba le respondía escuetamente y si era necesario decirle algo lo hacía de la misma manera. Por suerte no hizo falta que interviniese en ningún otro incidente provocado por el capellán, aunque las ocasiones en las que surgió el tema de la información que les había facilitado dama Poda y el xolnita se encontraba delante, la lacustre tenía que hacer acopio de todo su autocontrol para evitar que se le notase lo mucho que le ponía de los nervios la reacción histérica que el ulterano adoptaba cada vez.

Ella, por su parte, no tenía muy claro qué pensar al respecto. Las reacciones de otros, como la del citado ulterano  y la visión catastrofista que aportó Hal cuando informaron al grupo de Maciel le dejaban una sensación amarga. Por una parte era fácil contagiarse de una visión tan negativa, por otra le hacía pensar que la relativa tranquilidad que sentía ella misma al respecto no era normal. Lo cierto era que la lacustre no sabía qué creer. Se hizo a sí misma la pregunta de si de haberlo sabido se habría negado a acompañar a Miseria Nombre y no le costó demasiado dar con la respuesta. La duda era si seguiría manteniendo la calma con el paso de los meses y la Luna Roja amenazase con traerles el prometido cambio.

Decidió centrarse en el presente y mejorar en todos sus entrenamientos. El paso de las semanas y el hecho de que Roaxen no volviese a protagonizar una escena violenta hizo que la idrina pudiese sentirse con un mayor margen de maniobra en cuanto a repartir el tiempo para sus actividades, lo cual se traducía en no tener que priorizar por completo el estudio de magia, ya que de todos modos consideraba que ya conocía los hechizos más útiles en una situación de emergencia tras haber añadido alguno más durante aquel mes. El hechizo de corte, uno para volver las cosas ignífugas y otro de simular olores falsos se encontraban entre los que había podido realizar de una larga lista que tuvo que descartar porque simplemente no le salían por más que lo intentase. Quizás su mejor hallazgo durante aquel mes en el voluminoso grimorio fue un sortilegio de curación de mayor potencia que pronto descubrió que únicamente se encontraba a su alcance y al de Sigrún.

En el ámbito físico siempre tenía la sensación de progresar mucho más lentamente, sobre todo en el combate cuerpo a cuerpo, pero al menos se sentía bastante satisfecha con la mejora de su puntería. Al haberse vuelto cada vez más habituales sus salidas al patio para entrenar, la idrina acabó estableciendo una preferencia sobre el clima para llevarlos a cabo: por algún motivo la luz del sol le había empezado a resultar muy molesta y se sentía aliviada cuando se despertaba por las mañanas y se encontraba con que las nubes dominaban el cielo. Achacó la molestia a la costumbre de leer en el interior del torreón, donde reinaba la penumbra y por ello no le dio demasiada importancia ya que de todos modos no parecía agravarse.

En una ocasión tuvo una pesadilla muy desagradable. No había sido como la vez que soñó con la presencia de Veril en el torreón, aunque estaba claro que el desagraciado no pretendía abandonar por completo su subconsciente por muchos mundos de por medio que hubiese puesto entre ambos. Aquel vívido sueño la había impactado por otros motivos, aunque no se despertó chillando en esa ocasión, pero sí hiperventilando y con una sensación de agobio aplastante. Lo primero que hizo fue comprobar que su piel no tenía ninguna de aquellas repugnantes heridas provocadas por unos sapos que tan solo recordarlos le producía dentera. Y el rostro de Veril, grotescamente convertido en una máscara sobre aquel extraño… No pudo volver a dormir esa noche y se levantó para poder humedecer su garganta, completamente reseca. Así fue como se encontró a Sekkeh, insomne como de costumbre, y resultó que el ulterano también había tenido una pesadilla. La idrina no tuvo problema en relatarle la mayoría de los elementos de su sueño, pues los recordaba a la perfección, aunque se abstuvo de mencionar nada más sobre “la cara de otra persona”.

Si algo tenían en común su sueño y el de Sekkeh, tal y como le hizo notar al intara, era el cambio. Ambos habían cambiado en aquel sueño, y le planteó al chico la posibilidad de que tal vez la supuesta realidad que les había desvelado dama Poda les había inducido a soñar algo así. Aquel incidente no sucedió mucho antes del término de aquel mes, por lo que la lacustre volvía a darle vueltas a las palabras de la bruja en un bucle del que no podía salir: no había forma de comprobar si eran ciertas hasta que llegase el momento. Pero, según lo que Sekkeh había afirmado, el día se acercaba amenazadoramente. Quizás tres meses todavía fuese bastante tiempo, pero era menos de la mitad desde su llegada a Rocavarancolia.

La idrina solo tenía clara una única cosa: ni siquiera con la amenaza del cambio volvería a Idris si le diesen la oportunidad. Aferrándose a dicha convicción, su postura cada vez se acercaba más a la resignación de pagar el precio por ello.