Torreón Letargo (Archivo V)

Kimbra se tomo su tiempo para reaccionar, y en el intervalo silencioso en el que esperó su respuesta, Sekk, ligeramente incómodo, cambió varias veces su peso de una pierna a otra. La pregunta de la krabeliense le dio que pensar, y tras observar dubitativo la tierra arada, esbozó una pequeña sonrisa y procedió a contestar.
—La verdad es que no —respondió—. He pasado toda mi vida en el mar, en la ciudad-barco en la que nací, y aquel no es un sitio adecuado para el cultivo —le explicó, acuclillándose junto al huerto sin invadir el espacio personal de la muchacha—. Mucha agua salada, ya sabes —bromeó, no muy seguro de que Kimbra le estuviera siguiendo—. Lo mío es más bien las pesca.

Durante la comida no se le había pasado por alto que la Hija de las Lunas había estado preparando alguna clase de fertilizante, y aunque sentía curiosidad por saber que le había añadido, prefirió volver al inicio de la conversación.
—Aprendo rápido, de todos modos, y si me dices que he de hacer puedo trabajar contigo para agilizar el proceso —le aclaró—. De donde yo vengo es costumbre trabajar en equipo, ¿no es así en tu tierra? —inquirió, observando a la muchacha con curiosidad.

Las respuestas de Jace y el ave añadieron la información que faltaba para comprender por qué no se habían cruzado con ellos el día anterior. Le preocupó lo que contó el humano acerca de los gritos, pero antes de que pudiese profundizar en ello otros cambiaron de tema y decidió no añadir nada.
—La comida la ha preparado Kimbra —le respondió al norteamericano—. Y yo estoy a favor, Rasqa —le confirmó al reptil que parecía más interesado en la propuesta de Varsai que en el resto de la conversación.

Ruth le llevó al ave una manta cuando este afirmó que tenía frío, mientras que la idrina le había hecho otra sugerencia.
—Si tienes frío puedes acercarte a la cocina, todavía está encendida… A propósito, aún no nos has dicho tu nombre. —Esperó a que el pájaro le respondiese antes de seguir hablando, aunque de todas formas la humana se acercó para explicarle su teoría acerca de por qué no habían visto a los recién llegados hasta ahora—. Creo que es más sencillo que eso, Ruth. Ziack ha dicho que bajó unas escaleras cuando salió de su celda. Estaba bastante oscuro en aquel edificio y tampoco lo exploramos a fondo, no nos hemos debido de dar cuenta de que había otra planta. Claro que lo que tú dices podría ser cierto aun así.

La situación que proponía Ruth no le hacía ninguna gracia. Y ello no tanto por el hecho de que pudiesen engañar a tanta gente, cosa que no estaba dispuesta a admitir fácilmente. Irianna se levantó entonces y comenzó a recoger los platos para lavarlos. Salió al patio en busca de agua para fregar, donde Kimbra y Sekkeh continuaban conversando. Ella quería hablar con la hija de lunas, pero lo haría cuando estuviese libre. De todos modos se dirigió a ella en un momento que vio la oportunidad.
—Perdonad si os interrumpo. La comida estaba muy buena, Kimbra —le dijo a la krabelinense mientras llenaba el barreño con agua del pozo—. Tan solo era eso… Ah, y el ave se presentó por fin, se llama Ziack —añadió antes de continuar su camino de vuelta a la cocina.

La idrina se dedicó a fregar en silencio, absorta en sus pensamientos, mientras decidía qué haría a continuación. La respuesta acudió enseguida a su mente. No llevaba ni dos días sin escribir, pero sentía que ya necesitaba dedicarle un poco de tiempo a su pasión. Así pues, una vez terminó la tarea, la idrina se perdió escaleras arriba y se adentró en el dormitorio para después sacar de uno de los armarios su cuaderno y su pluma. Le hubiese gustado poder escribir en aquel cuarto donde había estado hablando con Kimbra la tarde anterior y que hacía las veces de estudio, pero para su desgracia Roaxen parecía habérselo agenciado. Resoplando molesta, aunque solo internamente, se resignó a escribir sobre su propio regazo, sentándose en la cama que había elegido la noche anterior.

>>La pluma se deslizaba por las hojas tan a menudo como se detenía hasta que de su punta surgía el resultado de una inspiración que no siempre convencía a la mano que la movía. Una fina pero firme línea sentenciaba entonces las palabras desechadas cuyo destino era el mismo que el de aquellas que superaban la primera prueba. Al final todas permanecerían encerradas entre las páginas…

Irianna cerró el cuaderno tras observar una vez más aquellos símbolos que ahora eran el único alfabeto que podía leer. Habían transcurrido horas y la idrina ni siquiera había sido consciente de ello hasta que no se dio cuenta de que la iluminación que se colaba por la ventana había descendido considerablemente en intensidad. Y ello porque había pasado de intentar avanzar con un relato empezado a escribir unas líneas autorreferentes porque no sabía cómo continuar la historia. Por una parte, saberse fuera del alcance de Veril en todos los aspectos era tranquilizador. Pero estaba lejos de poder sentirse relajada en aquel lugar, y la seguridad por el momento era uno de los factores que menos influían en ello.

Un fuerte olor desagradable interrumpió el hilo de sus pensamientos e Irianna frunció el ceño mientras se apresuraba a levantarse y guardar sus útiles de escritura. Se dirigió al pasillo y el olor se intensificó, pudiendo identificar claramente de qué se trataba. Bajó a la cocina a paso apresurado, temiendo que si tardaba un segundo más pudiera producirse una catástrofe en el torreón, pero por suerte no había fuego. La idrina observó desde la distancia con los brazos en jarras el estropicio que había formado el ulterano.
—¿Por qué no pides ayuda si no sabes cocinar? —Le reprendió mientras se acercaba resoplando ligeramente y cubriéndose la nariz con una mano. El humo inundaba la planta baja y comenzaba a hacer lo mismo con sus fosas nasales—. ¿Cómo se ventila este lugar? —Preguntó sin esperar respuesta mientras manoteaba con la mano tratando de dispersar el humo a su alrededor. Se dirigió hacia la puerta del patio y la abrió de par en par, no ocurriéndosele que otra cosa hacer—. Tira con el pescado si no es aprovechable, voy a buscar agua.
Suspirando con resignación, la idrina volvió a llenar el barreño que se empleaba para fregar los platos y regresó a la cocina con él para que el capellán sumergiese la sartén en el agua.
>>Espero que frotar se te dé mejor que freír —comentó sin mirar hacia el xolnita cruzándose de brazos.

Ziack se acercó a la leña que prendía para entrar en calor. En parte se sentía mejor de lo que había estado desde que podía recordar: con la manta nueva y el calor de la leña y el estómago medio lleno. Dos días antes, no hubiera imaginado volver a vivir semejante situación.
Se mantuvo quieto en la zona, mirando el torreón. No podía evitar desconfiar de aquellos que le habían dado de comer. Ya no estaba en Dryfus, y tenía que estar siempre alerta.

La mayoría de las criaturas que se encontraban allí eran unos extraños humanoides carentes de plumas y pico, con pelo de color variado sobre la cabeza y vestidos con ropas por todo el cuerpo, cosa que Ziack agradeció.
Uno de ellos eran especialmente claro. ¿Quizá los "humanos" variaban en el color de piel para atraer a las hembras? El enderth se preguntó si la ausencia de color sería una ventaja reproductiva para el que parecía un macho en su especie, o si los individuos claros serían los desechados.

Luego pudo ver a la que parecía ser una hembra de esa especie. El pelo de dos colores y de un rubio frontal, cuya función no tenía clara.
Un macho que parecía haber desarrollado pinchos en los ropajes, lo cual hizo al enderth plantearse si los humanos nacían con la ropa y esta crecía con ellos.

Otra hembra, también de piel clara, con menos ropas que el resto. ¿Era posible que a medida que los humanos crecían, su piel se fuera oscureciendo y su ropa fuera tapando su cuerpo?

También vio a una extraña humana con hocico y orejas puntiagudas, además de un extraño pelo azul. "Parece que hay distintas razas de humanos. O quizá solo sean cambios relacionados con la edad."

Indudablemente no se trataba de un humano el extraño reptil de aquella sala. Pero Ziack no podía saber si se trataba de un "viajero" como él o de un habitante de ese mundo. "¿Una mascota para los humanos? ¿Una bestia de carga?"


Y luego estaba Irianna. La única de las personas con cuyo nombre se había quedado. Su piel era clara al igual que su pelo, y se diferenciaba de los demás en las extrañas "aletas" que tenía como orejas. De nuevo, ese factor podía tratarse de un diferenciador de razas o de algo más grande.

En cualquier caso, estaba claro que los individuos del torreón no pertenecían a un gremio asignado por su forma de ser o su especie, quizá sí por su posición política.
Pero había asuntos más importantes que atender. Si ellos le habían dado de comer, es que querían algo de él. Probablemente andaban faltos de esclavos, o su propia carne compensaría el alimento que él estaba consumiendo.
"Ahora que ya he comido... debería intentar salir de aquí. No me fío de ellos."

Kimbra conocía el concepto de mar, aunque nunca había visto uno, pero el concepto de barco se le escapaba. “En su mundo, posiblemente, tengan una forma de vivir sobre el agua a la que llaman barco y cultiven plantas acuáticas de alguna manera, llamando a este proceso pesca.” Dedujo la krabelinense, a quien el concepto de pesca también le resultaba desconocido.

El intara siguió ofreciéndose a compartir el trabajo con ella y, a pesar de que Kimbra seguía sin deducir el motivo que le llevaba a querer hacerlo, la engendro procedió a explicarle.

- En Krabelin, al menos en la ciudad Kievek, cada individuo cuenta con un cometido y unas obligaciones determinadas que debe cumplir diariamente. No trabajamos en algo si no hemos sido instruidos para ello. Si tu deseo es aprender los conocimientos que hay que tener para el oficio del cultivo, puedo instruirte en ello, pero has de saber que no conozco las variantes que aseguran un trabajo colectivo óptimo- informó sin salirse de su tono neutral.

Ciertamente, la Hija de Lunas, por su condición de engendro, no había tenido mucha experiencia en el trabajo en grupo, ya que sus congéneres lo evitaban sistemáticamente.

En ese momento, Irianna salió informándole de lo agradable que había resultado la comida como alimento y del nombre del zedim inteligente, para luego volver a entrar en el torreón. Kimbra se preguntó en ese momento si llegaría el día en el que aquellos comportamientos dejaran de resultarle extraños y desconcertantes. En su mundo, si alguien necesitaba su nombre, se lo pedía, si no ni se molestaba en dirigirle la palabra; aquella extraña costumbre de informar a todo el grupo del nombre de uno sin haberlo pedido era confusa. “Presentación, lo llaman.” Se recordó. Además estaba el hecho de informarle de que el estado de la comida había sido favorable, algo innecesario a ojos de la engendro puesto que ella misma había probado esa misma comida y, efectivamente, la había encontrado comestible. “Quizás este comportamiento está relacionado con el de dar las gracias de alguna manera, puesto que ambos se refieren a la comida.” Reflexionó para sí, aunque, como siempre, se guardó sus pensamientos para sí.

Varsai cedió su bloc cuando la idrina se lo pidió, cuando Irianna comentó su propuesta al resto la niña clavó su mirada en el suelo para no cruzar su vista con nadie por vergüenza. Sonrió cuando Rasqa y la propia idrina apoyaron la idea. Viendo que el resto estaban dispersos y que no parecía que se la fuese a requerir para algo Varsai pidió de vuelta su bloc y subió a la azotea a seguir dibujando.

Con su vista y sus manos ocupadas la varmana tenía tiempo para pensar. Pensó sobre los nuevos del torreón, no le parecían mala gente, sólo gente que estaba tan perdida como el resto. Rápidamente llegó a la conclusión de que cuantos más fueran mejor se lo pasaría y así no pensaría tanto en lo que había dejado atrás.

Continuó dibujando y pronto el edificio estaba rodeado de las casas que se veían en la lejanía, el dibujo también les serviría para orientarse cuando fueran, el camino parecía bastante simple pero la niña aún se acordaba de que Rasqa había tenido que guiarlos por un tramo de ciudad y no quería tener que obligar al pequeño lagarto a guiarles si se perdían.

Roaxen Tenvrai

Pero no iba a ser tan fácil para el capellán. Como un perro de presa, Irianna habia entrado en la cocina y le habia pillado con las manos en la masa. Recuperando la compostura y arreglandose la vestimenta, se aclaró la voz, tomada por la peste que circulaba por el aire y contestó a la idrina.
-Caes en una presunción muy erronea, Irianna.-dijo de primeras.-Sé cocinar. Son estos instrumentos defectuosos y el pescado de baja calidad con propiedades volátiles las responsables de este estropicio.-se apuró a añadir.

Cuando la mujer preguntó por la manera apropiada de ventilar la cocina el ulterano alzó una ceja.
-Debido a la clara falta de dispositivos de extracción de humos o perfumadores de aires nocivos, me temo que la única alternativa seria confiar en las corrientes de aire. Abrir una ventana o más...-
Aunque no habia hecho falta que se lo dijera, la idrina ya se habia dirigido a abrir la puerta del patio. Aceptando la decisión sobre descartar los restos carbonizados del pescado, o, así creyendo que eran sus palabras, el ulterano no tardó en descatar el carbonizado desastre de pescado que habia pegado en la sarten. Al colisionar con la basura, este se hizo pedazos y el capellán esbozó una mueca de asco. ¿Porqué todo debia ser tan poco confiable?

Cuando la idrina volvió con un cuenco con agua, el ulterano entendió a que se habia referido con "traer agua". Planeaba hacerle fregar los desperdicios y restos de aquella asquerosa herramienta que estaba por el arrastre. Roaxen Tenvai alzó una ceja, batiendo sus manos para librarse de la suciedad que habia en sus guantes y finalmente se cruzó de brazos como la idrina.
-No esperarás de verdad que todavia intentemos dar uso a ese cacharro, ¿cierto?-
Dicho esto, se empujó las gafas sobre el puente de la nariz.

Con su primera frase, la idrina ya se esperaba alguna de las desfachateces habituales en el ulterano, pero incluso estando sobre aviso no pudo reprimir una imagen mental en la que le quitaba la sartén de las manos y le daba en la cabeza con ella. Tan solo exteriorizó una mueca de incredulidad bastante evidente, pero que se trataba de una respuesta muy contenida en comparación con la secuencia que había acudido a sus pensamientos.
—¿Sí? Pues los demás hemos utilizado esos “instrumentos defectuosos y de baja calidad” sin ningún incidente. Y antes de que lo sugieras, no, no utilizamos utensilios tan anticuados en Idris —añadió sin molestarse demasiado en ocultar su estado airado. Roaxen se había ganado a pulso que le mostrase abiertamente lo que opinaba sobre su actitud—. Y “ese cacharro” volverá a quedar como antes en cuanto se le raspe lo que se le ha adherido. No estamos en ningún hotel y esa es prácticamente la única sartén en buenas condiciones. Responsabilizarte de tus actos no te matará, ¿sabes?
Irianna suspiró con cansancio cuando terminó de hablar, preparándose mentalmente para lo que quisiera que fuese a replicarle el xolnita. Esperaba no tener que reconsiderar el uso de la sartén como arma contundente.

A Rasqa le alegró la respuesta positiva a lo de la próxima excursión y quedó complacido. Dejó que el resto de críaturas dialogaran entre sí sobre sus comidas y echó a andar hacia la ventana más próxima. Se impulsó de un salto hasta el alfeizar y, una vez allí, echó a volar en espiral alrededor del torreón. Después de ver lo agresivas que eran algunas especies que poblaban aquel lugar, no se atrevía a alejarse dmasiado de aquella cueva alargada y sus paredes de piedras aburridas. Así, para hacer un poco de ejercicio, simplemente tomó altura muy poco a poco.

Nada más sobrepasar las almenas se topó con que alguien se le había adelantado. Varsai se encontraba en la azotea dibujando en aquella cosa que tenía y cuyo nombre no recordaba bien. <<¿Litreta?>>. Algo así. Rasqa aterrizó sobre una de las almenas y saltó de esta al suelo y luego al hombro de Varsai. No sabía si era muy respetuoso molestar a los dibujantes porque nadie se lo había indicado y a él le era imposible deducirlo por sí mismo.

—¿Cómo lo haces? —preguntó acercando el morro al papel—¿Como copias la realidad tan bien? —aclaró.

El parqio empezaba a pensar que algunos de sus compañeros y otras criaturas de la ciudad tenían cachitos de cielo dentro y por eso hacían cosas tan increíbles. En su archipiélago todo lo extraño provenía de allí arriba y por eso volar era tan importante para él: se alejaba de lo común y se acercaba a lo extraordinario.

Sin embargo, con todo lo que estaba descubriendo en aquel lugar, dudaba que subir fuera la respuesta siempre. A veces bastaba con dar cuatro pasos en línea recta.

Varsai oyó un ruido detrás de ella pero no se giró para comprobar de quién se trataba, supuso que quien fuera hablaría, no se esperaba que un lagarto le saltase encima y se quedase en su hombro. Instantáneamente la niña dio gracias por no estar sentada en las almenas o seguro que habría caído. Por otra parte se alegraba de que fuese Rasqa el que se hubiese acercado, el pequeño parqio había sido el primero con el que había intercambiado palabras.

<<¿Copiar la realidad? Debe estar refiriéndose a dibujar, o eso creo>> pensó cuando se lo preguntó.

"Empecé a dibujar hace muchos años, es algo que me entusiasma desde niña.
De todas formas deberías haber visto mis primeros intentos, no lo hacía nada bien."

La niña le dirigió una sonrisa al parqio y luego escribió.

"Tú puedes hacer cosas que yo no, y al revés. Por ejemplo yo no puedo volar, no tengo alas.
Dime, ¿qué se siente al volar? Tiene que ser increíble."

Preguntó con curiosidad y un punto de deseo. Si ella pudiera volar no estaba segura de querer tocar tierra otra vez.

—Vaya... —el parqio habría preferido una respuesta un pelín más elaborada, pero el hecho de que fuera el resultado de algo tan natural como aprender a volar le sorprendió de igual forma—. Yo tampoco nací volando, si te consuela.

La pregunta de la varmana hizo que se le encandilaran los ojos a Rasqa y, aunque fuera algo difícil de responder, el parqio puso todo su empeño:

—Es como.... No sé... ¡Muy fiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! ¡Y muy weeeeeeeeee! —La hiperactividad se apoderó de él de tal manera que empezó dando saltos sobre el hombro de Varsai y acabó subiendo a su cabeza conforme continuaba con las onomatopeyas—. Y sientes el empuje del aire como muy iiiiiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooooeeeeeeee—. Se empujó con los cuartos traseros y echó a volar frente a la varmana—. Y luego el viento se te cuela bajo las alas y es OOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA—el parqio dio una voltereta en el aire y aterrizó frente a ella—. Y eso, ¡que es genial!

Respiró hondo tratando de tranquilizarse, pero el ajetreo todavía permanecía en él en forma de un tic nervioso en la cola. Se acercó de un movimiento rápido a la varmana e interpuso su cabeza entre ella y la libreta, para lanzarle un soplido.

—¿Y tú qué sientes cuando dibujas cosas bien?

Roaxen Tenvrai

El ulterano alzó una ceja un poco confuso de que la idrina trajese a la conversación su planeta, pero dedujo que era en base a algún prejuicio rencoroso que la mujer habia decidido endosarle, aun con la explicación que habia proporcionado, horas antes.
Habia un fallo en la lógica de Irianna. Roaxen Tenvrai no creia que mintiese, pero parecia bastante obvia la situación que se estaba dando. La sarten tenia un tiempo de vida útil y este habia expirado y, por lo tanto, era inutil intentar adecentarlo. Sin embargo, el ulterano vió algo en el patrón de habla de la mujer que le hizo idear algo mucho mejor que una simple y banal discusión sobre sartenes.

Una comisura se torvó mientras habló.
-Te equivocas, Irianna. Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad de depositar mi confianza sobre este instrumento tan zafio y burdo. Eso fue mi error, sin duda. Pero creo que es más importante probar mi punto aquí.-se abrió de brazos ligeramente, invitando al habla.-Pero estoy dispuesto a hacer lo siguiente: Yo limpiaré el cacharro, al menos, hasta el punto que me lo encontré, pero tú has de probarme entonces que funciona de verdad, usando para ello las mismas condiciones bajo las que yo estuve.-

Alzó una ceja, sugerente.
-Es un buen trato o mejor dicho, apuesta, ¿no? Si de verdad tienes tanta confianza en su... utilidad...-el capellán juntó las manos por las yemas de los dedos.-Pero si te equivocas, el cacharro deberá ser descartado junto al resto de residuos, habiendome probado yo, como era de esperar, el que poseia la razón.-

Irianna sintió ganas de gritar de desesperación ante el nuevo alarde de desfachatez por parte del xolnita. Mientras una parte de ella se recordaba que no debía perder la compostura más de lo que ya la había perdido o no sería mucho más madura que Devoss, la otra se asombraba de leer en el lenguaje corporal de Roaxen que, al contrario de cuando había afirmado que sabía cocinar que había sido una mentira muy evidente a sus ojos, creía con bastante firmeza en lo que estaba diciendo. Exteriormente, no obstante, se limitó a escucharle con los ojos ligeramente entornados y una ceja tensa.

A la idrina le entraron ganas de echarse reír, pero tan solo esbozó una sonrisa contenida queriendo evitar dar ninguna clase de información sobre lo que se le pasaba por la cabeza en aquellos instantes.
—Muy bien, friégala y después freiré algo para cenar. <<Ya lo iba a hacer de todas formas>>.
Aliviada de no tener que seguir lidiando con la verborrea del capellán, Irianna decidió buscar a Kimbra para hablar con ella tal y como tenía pensado horas antes de que la escritura la atrapase por completo.

Roaxen Tenvrai

El ulterano sonrió, complacido con su respuesta, pero sin embargo, la precisión no debia de ser tan vaga y junto a su deseo de saldarlo cuanto antes, salió tras la chica y la interrumpió a medio camino, todo ello, sin cruzar cierta linea de espacio vital que el ulterano respetaba en todo momento. Su propio espacio vital, no él de ella, claro está.

-¿Irianna? Me referia a hacerlo ahora mismo. Soy capaz de poner la sartén a punto en cuestión de minutos. Lo cual te daria la oportunidad de hacerlo de inmediato. Sin posibilidad de amaños o trucos de por medio. Suena lógico, ¿no?-

Procedieron entonces a entrar de nuevo en la cocina. Con una sonrisa de superioridad, el ulterano se quitó los guantes y comenzó a limpiar la sarten a una velocidad considerable. La falta de experiencia la compensaba con las energias que el odio hacia la suciedad le aportaba y, en menos tiempo del esperable, la sarten se encontraba limpia y lista para su nuevo uso. De tanto rascar y frotar, sin embargo, el ulterano se encontraba al borde de la exhaución, combinado con que aun no habia comido nada más que un mediocre desayuno, le tendió la sartén a la idrina.
-Tu turno.-le dijo, mientras se apartaba unos pasos y comprobaba la manicura que aun le quedaba en las manos. Algunas de las brillantes amatistas se habian desprendido, pero el ulterano habia hecho lo imposible por ir guardandolas todas en el bolsillo. Y, cruzado de brazos, esperó a la idrina.

Sigrún miró al recién llegado arqueando una ceja con cierto aire divertido.

<<Mira este que listo… como todos los mamíferos, guaperas>>.

La falsa respuesta de Roaxen le hizo poner los ojos en blanco. <<A este tío hay que cargárselo como sea. O al menos reunirle con el escarabajo, que le llame atrasado a él, a ver qué le responde>>.

Él también esperó la réplica del bomboncito, confiando en una pelea verbal entre los dos y divertirse un poco, mas no hubo suerte.

No pudo evitar arrugar la nariz con la comida; picaba demasiado, al menos para su gusto. Sin embargo, a los demás parecía gustarles, por lo que se esforzó en disimular y terminarse el plato, bebiendo más agua de lo que sería natural en él.

Aburrido y levemente cansado, se sentó en un sillón al terminar la comida, donde vio al pájaro acercarse al fuego.

<<No me tientes, pajarito, no me tientes>>. Casi le entró la risa cuando oyó a la israelí "sugerir" al tal Ziack que quizá querría darse un baño.

<<Será mejor que la próxima vez ponga la mesa o la quite, ya solo me faltaba que éstos me tachasen de vago>> se dijo, mirando la cocina.

La pequeña empezó a reírse cuando el lagarto le saltaba encima porque le hacía cosquillas con las patas al moverse, esa risa continuó cuando se separó de ella, esta vez por que le divertía ver al parqio tan emocionado intentando explicarle lo que sentía al volar.

La niña se paró un momento a pensar la respuesta a la pregunta de Rasqa.

"Lo cierto es que nunca me lo había preguntado.
Supongo que me siento bien, mientras lo hago me distraigo y no tiendo a pensar en cosas malas. Lo mejor viene cuando la gente me alaba por dibujar bien, dicen que tengo un don increíble. Me siento orgullosa de que lo que dibujo guste, aunque detrás de cada dibujo hay bastante esfuerzo."

La niña quería dibujar a Rasqa también, pero quería que fuese natural y además quería darle una sorpresa, para eso esperaría a pillarlo dormitando un día.

"¿Te costó mucho aprender a volar?"

Preguntó la niña, cualquier información sobre volar le fascinaba. Lo cierto es que a Varsai le encantaban las alturas, y esa sensación de hormigueo en el estómago cuando miras hacia abajo y lo ves todo a tus pies. Esa era la razón por la que a la varmana le habría encantado tener alas, el poder contemplar las cosas desde lo alto, esa sensación de libertad que ella imaginaba que le proporcionaría... Sí, la niña habría dado cualquier cosa por tener alas y saber volar como podía hacer el parqio.

Asentí, un poco cortada. Su respuesta era simple, pero inteligente, y ahora que reflexiono, posiblemente cierta. Mi antigua teoría era demasiado...complicada o mejor dicho, rebuscada. Me quedo un poco en ridículo, mis mejillas se sonrojan y desvío la mirada hacia Jace, que observa con asombro el torreón. >>¿Cómo no se me podía haber ocurrido antes?.<<.

Evito quedarme de brazos cruzados, así que desciendo a nuestra armería personal, pero una vez estoy totalmente decidida a escoger un arma primeriza con la que entrenarme futuramente, me percato de una nueva habitación. Esta es más oscura, y está en penumbras, por lo que pongo toda mi atención donde piso. Cuando me acostumbro a la falta de luz me despejo el flequillo de la frente y vuelvo a toser por enésima vez ante el polvo enemigo, que se une a mis pulmones.
Palpo la pared con cautela deslizando mis dedos por las frías grietas de la pared de piedra, busco un interruptor desesperadamente. >>Torpe, te olvidas de donde estás.<<
Me llevo la mano izquierda a la frente y me golpeo con suavidad dos veces.
Cada vez mi visión va aumentando sobre el lugar hasta hacerse aceptable. Ahora lo distingo todo.
>>¿Hay barrotes?. No, se tratan de celdas, ¿Para qué, acaso aquí han despertado más como nosotros o se trata de otro el objetivo por el cual se encuentra en este lugar.?.<<. >>Cada  vez que me adentro más, que me concentro en investigar, cada vez que me planteo resolver este misterio, me pierdo el doble de lo que en un principio estaba.<<.
Suspiro frustrada e irritada.

>>En primer lugar, estoy respirando aire de otra galaxia, y eso, ya es demasiado. En segundo despertamos en una ciudad de la que solo conocemos el nombre, bebemos de una fuente que nos cambia el idioma y nos aconsejan refugiarnos en estos edificios. Perdemos a la mitad  del grupo de la que no se sabe si seguirán vivos o no por culpa de la repentina aparición de ese escarabajo gigante. Y en tercer lugar, en nuestro hogar ( no sabría decir si permanente o temporal, aunque opto por la primera) hallamos una armería con toda clase de herramientas de defensa y ataque, y para colmo descubro estas preciosas celdas. Sin mencionar el episodio de las ilusiones claro, y añadiendo la convivencia con otros seres, y el insoportable Roaxen.<<.
-Los dos días más intensos de mi vida- susurro apoyando mi espalda contra la pared. Incluso el día que marcaron para siempre mi cicatriz no tiene comparación con esto. Aún pienso que estoy soñando, y que algún día no muy lejano, deberé de despertar.
>>Piensa Ruth, piensa.<<.

Chasqueo los dedos con la impresión de que se me escapa algo, cualquier detalle que haya pasado por alto podría ser importante. Repaso mentalmente las palabras de los extraños que nos hablaron de comida y alimañas, y a pesar de todo, no dijeron nada de otro mundo. Pero repitieron que nos andásemos con cuidado. >>Lo que está claro es que no desean de forma segura nuestra muerte, pues nos han proporcionado alimento, resguardo y armas. Las palabras de Doce lo confirman. Un año, sí. ¿Pero un año para que?, ¿Para volver a casa? ¿Para reencontrarnos con la mujer gatuna?.<<.
Una pequeña bombilla se enciende en mi interior. Una sonrisa de satisfacción recorre ahora mi rostro de oreja a oreja.
-Luna Roja...-mascullo varias veces.
“¿Cuántos de vosotros moriréis, y cuántos llegareis a ver la Luna Roja?.”.
Eso dijo sí.
Le doy varias vueltas a la frase, reflexionando, sin olvidar ningún punto, ninguna frase, ninguno de los gestos de ese hombre. Ellos dos, son lo más cercano a una pista de esta pesadilla que hayamos tenido en este corto periodo de tiempo.
>>Si mencionaron ver una Luna debe de tratarse del próximo plenilunio, por lo que falta un mes para que avistemos esta premonición en el cielo. Pero no tiene por qué ser el mismo tiempo terrestre, o ni siquiera tratarse de una Luna, sino de cualquier otra cosa. El nombre de un monstruo. Quién sabe.<<.
Lo único que puedo hacer es ahora, es esperar. Exacto. Debo confirmar mis sospechas sobre si esa Luna sale cada mes, o algo por el estilo.
Lo único que me interrumpe y provoca mi arrugamiento de nariz es un olor a pescado quemado, reprimo una arcada.
>>¿Qué leches ha pasado?<<.

Cuando Roaxen fue tras ella y le comunicó lo que pretendía, Irianna rodó los ojos antes de girarse hacia él con expresión neutra. En realidad, en el asunto de los amaños tenía que darle la razón al ulterano: no le hubiese extrañado alguna acción de ese tipo por parte del que de pronto se había convertido en su oponente en una absurda apuesta sin sentido.
—Muy bien, esperaré aquí sentada —respondió mientras apartaba una de las sillas de la mesa para poder sentarse.

Los minutos que el xolnita invirtió en fregar la sartén se le hicieron eternos. De vez en cuando miraba en su dirección, tanto por asegurarse de que no cometía ninguna barbaridad con el instrumento como por puro aburrimiento, pero la apartaba enseguida. Estar allí, en silencio y sola con Roaxen no era una experiencia agradable. Trató de evadirse mentalmente ideando las siguientes escenas de la historia que la había ocupado durante horas aquella tarde, aunque no le sirvió tanto como le hubiese gustado. Cuando empezaba a sopesar buscar alguna excusa para alejarse de allí, incluso si tenía que decir que necesitaba ir al servicio, el capellán terminó por fin.

Se levantó y recogió la sartén que el ulterano le tendía, evitando mirarlo mientras contenía el impulso de apartarse y, con el utensilio en la mano, se hizo con un trapo para secarlo. Apartó la sartén y buscó lo que iba a preparar en las cestas. Ya que habían comido carne y que era lo que el ulterano había intentado preparar, decidió que haría pescado para cenar, pues pensaba aprovechar aquella absurdez de todas formas, aunque tuviesen que calentar de nuevo la comida más tarde. Limpió y preparó el pescado concienzudamente y a continuación colocó la sartén sobre los fogones, asegurándose de que el fuego todavía ardía en condiciones antes de extender un poco de grasa para cocinar. No echó demasiada, lo justo para que la comida no se pegase, ya que había notado que era muy densa y probablemente muy calórica. Al cabo de unos instantes comprobó la temperatura colocando una mano a unos centímetros sobre el utensilio y echó el pescado.  Le dio la vuelta después de un rato, suponiendo correctamente que ya debía de estar bien hecho de aquel lado y tan solo tuvo que esperar hasta quitarlo para un plato tras comprobar levantándolo ligeramente que ya estaba listo.

Irianna, no obstante, no comentó nada al respecto, aunque en su interior se encontraba expectante. Repitió el proceso con el siguiente trozo de pescado con la intención de hacer una cantidad suficiente para todo el torreón excepto Rasqa, quien se servía directamente de las cestas siempre. <<No, para Kimbra tampoco>> se recordó. La hija de lunas había dicho que comía una única vez al día.
—¿Con qué podría acompañar el pescado? —Se preguntó en voz alta, pensativa—. ¿Alguna sugerencia? —añadió al cabo de unos segundos esbozando una leve sonrisa cordial al girar ligeramente la cabeza hacia Roaxen.