La Tierra

La explicación de Noel sobre aquel juego de simulación fue la que logró que Kin finalmente se lo metiese en la mochila. «Lo entenderé cuando lo pruebe, supongo» se dijo. Aunque diese para poca diversión a los terrícolas parecía traerles buenos recuerdos, de alguna manera.

Gael se reía al ver a Wen y Noel disputarse aquel muñeco. Él no iba a coger ninguno de aquellos macacos malrolleros, para empezar porque los mejores parecían habérselos agenciado ya sus amigos, y ni siquiera sabía de dónde venían la mayoría de ellos.

Mientras Noel le explicaba a Kin lo de los televisores, este atendía, algo confuso. Había oído que había que conseguir una pantalla para poder jugar, igual que su consola necesitaba la pantalla holográfica, ya fuese la de su brazo o una externa, pero lo que no entendía era por qué no se vendían en la misma tienda.
—¿Tenéis una tienda para cada tipo de electrodoméstico? —preguntó.
—No exactamente... Ya lo verás. Es que en esas tienen menos juegos —le respondió el fuego fatuo.

Tras aquello Giz se fue por su lado a explorar el centro comercial y el resto se adentraron en una tienda enorme, sobre todo comparada con la anterior, que para Kin era abrumadora por la cantidad de productos de cada tipo que contenía. Se dejó guiar y vio estanterías y estanterías de televisores y ordenadores. Armatostes que ni de broma le cabrían en la mochila, como ya le habían advertido. La tecnología terrestre realmente estaba atrasada respecto a la irrense, aunque era lógico.

Dejó que escogiesen por él y se marchó con un televisor de tamaño mediano, un reproductor de música con auriculares y altavoces, y un ordenador portátil que, aparentemente, hacía lucecitas cuando se encendía. Le habían dicho que esos eran de los mejores, aunque le parecía un poco hortera, como salido de una película clásica donde caracterizaban el futuro de formas poco eficientes o realistas.

Tras eso volvieron a dividirse. Noel y Gael se dirigieron a hacerse con un vehículo, y Giz y Wen a conseguir otro tipo de artículos. El raigaurum no estaba demasiado interesado en la ropa, pero sí quería llevar comida típica para Archi, por el favor, y para sus otros amigos y el resto de habitantes de la sede.
—Estaré en la tienda de chocolate —les dijo al resto. No era chocolate lo único que había allí, y como no sabía que coger, empezó a agenciarse un poco de cada producto.


Gael entre tanto observaba los coches del apartado del aparcamiento del centro comercial reservado para alquileres. No había demasiados modelos donde escoger; no se parecía mucho a lo que había visto una vez cuando fueron a acompañar a su tío al aeropuerto, pero serviría.
—¡Tractores no hay, ya te lo aviso! —respondió al draco riendo—. Pero hay aquí un Mercedes que me está tentando. Creo que es el más lujoso que hay por aquí. ¿Te animas?
Si Noel respondía afirmativamente, procedería a dictarle la matrícula.

Wen rió cuando Noel le dijo que si además de robar coches también robaba droides y que cuantos trucos más tenía escondidos.

-Un mago nunca revela sus trucos- comentó pasando por su lado y sacándole la lengua.

Aunque no le interesaba especialmente ver ropa, Wen decidió seguir a Giz a las distintas tiendas, sobre todo porque le interesaba mirar más libros para Virgo. Aunque en realidad tampoco descartaba encontrar algo cómodo que se adecuara a sus gustos.

Gael y Noel, por otro lado, decidieron ir directamente a por el coche a una agencia de alquiler donde era más probable que pudieran encontrar las laves de algún vehículo sin que hubiera necesidad de que ella tuviera que poner a prueba sus habilidades, las cuales no estaba muy segura de que estuvieran tan frescas como lo habían estado en su prepubertad.

Cuando llegaron a la tienda de ropa, la británica no pudo evitar fruncir el ceño al ver la variedad de estampados estrambóticos y formas raras.

-¿Crees que habrá algo por aquí que no me de ganas de arrancarme los ojos?- preguntó bromeando.

Durante su vida en la Tierra, Wen había ignorado a grandes rasgos la moda, sobre todo porque tampoco tenía la capacidad de adquirir la ropa que ella quisiera por sus circunstancias. Por suerte, nunca había sido muy exigente y se conformaba fácilmente con unos vaqueros y una camiseta oscura.

Eso claramente había cambiado en Rocavarancolia, donde tenía poder adquisitivo y acceso a la ropa de diversos mundos y precisamente por eso solía encontrarse con extravagancias y bizarradas que en otros mundos llamaban ropa y que veía tan raro y diferente que siempre terminaba sorprendiéndose más cuando descubría que la Tierra no tenía una moda tan básica como ella recordaba.

Giz aprovechó la ocasión en la tienda de electrodomésticos para hacerse con una televisión para Lean y Miloslava y una cámara de fotos profesional junto con un montón de accesorios para el nublino, que insistía en que quería aprender el arte. Lean quería llevar acabo una suerte de catálogo de todas las criaturas que cuidara y Miloslava había apuntado que tal vez la cámara le sirviera para salir más del laboratorio y conocer la ciudad. A ella le valía cualquier excusa para cubrirse de protecciones y dar un paseo, pero con Lean era otra historia.

El grupo volvió a separarse y Giz se dirigió a Kin brevemente antes de seguir a Wen hacia las tiendas de ropa.

—Nos vemos allí —dijo, refiriéndose a la tienda de chocolates.

Una vez dentro del primer establecimiento, Giz descubrió que no sabía qué ropa coger. En teoría tenía la talla de cada uno y una premisa breve sobre lo que Miloslava necesitaba, ya que era la más complicada, pero en la práctica el local era inmenso y le costaba distinguir dónde acababa la ropa de chica de la de chico (algo en lo que la rusa le había insistido mucho). Entre eso y la gran variedad de prendas y colores se sintió mareado. Por suerte, la vouivre manifestó que no le gustaba nada y, de alguna forma, aquello le tranquilizó un poco.

—La verdad es que no lo sé, parece complicado —reconoció—. Por cierto, Wen, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Cuál es la ropa “de vestir”?

De nuevo, en teoría Miloslava se lo había explicado, pero el goliat no sabía dibujar aquella línea. Mientras tanto, se limitó a guardar en una bolsa sin fondo aparte una prenda de cada tipo, siempre de las tallas de Miloslava y Lean, o de las siguientes, por si acaso. Así no podría fallar, ¿no?

El sueco rio cuando Gael confirmó que no había ningún tractor. Le preguntó entonces si por algún casual el coche del que le hablaba era descapotable y cuando le dijo que sí no se lo pensó.
—Lástima: yo quería ver tus sick moves con maquinaria pesada. Pero el Mercedes me parece un buen sustituto. Recítame el código.

No le costó demasiado dar con aquellas llaves en particular, ya que estaba claro que lo que había dicho el fuego fatuo era cierto: era el coche más lujoso del alquiler y aquel llavero estaba apartado del resto. Probablemente costaría un pastón conducir aquel vehículo para burgueses, pero ello no hizo que sintiese ningún remordimiento mientras se reunía con Gael y le tendía las llaves con una sonrisa jocosa.
—¿Sabes? Me tienta colarles este marrón también a algún otro de estos pijos extra que viven en los chalés y dejar una nota con la dirección de alguno pegada en el parachoques a medio reventar cuando finalice nuestro tiempo de alquiler.
Ya solo les quedaba esperar a que el resto terminase lo que estaba haciendo y se reuniesen con ellos, aunque Noel decidió abrir el coche y empezar a acomodarse en el asiento trasero.
>>Ridículo el tamaño de estos humanos —comentó mientras se revolvía para encontrar una postura cómoda. Al menos no tendría que agacharse una vez encontrasen el botón de descubrir la capota.

Gael se lo estaba pasando en grande con las bromas de Noel, y aunque todo aquello seguramente no fuese a salir como esperaba, estaba seguro de que no se iba a arrepentir.
—Claro, claro, ¿quién va a notar la diferencia entre un deportivo y un tractor? Yo no —le replicó, antes de dictarle la matrícula.

El draco no tardó en tenderle las llaves y meterse dentro del coche.
—No te digo que no, si encontramos a alguien que dé el suficiente asco —respondió ante su idea, y luego se quedó mirando cómo se acomodaba en el asiento—. Cuando salgas de ahí va a parecer un coche de los de los payasos —le dijo riendo, mientras examinaba las llaves—. ¡Oh, pero si está aquí el botón!
Gael pulsó el botón con el coche descapotado que salía en las llaves y este empezó a bajar las ventanillas y recoger la capota por sí mismo. El fuego fatuo abrió los ojos, sorprendido porque estaba bastante seguro de que aquello no parecían tan sencillo unos años atrás.

Cuando estuvo listo, el fuego fatuo saltó hasta el asiento del conductor en vez de usar la puerta como una persona normal.
—Siempre había querido hacer eso —se justificó ante Noel. Se acomodó en el asiento, buscando la palanca para ajustarse a los pedales, y luego apoyó el codo en la ventanilla y se giró hacia el draco—. ¿A dónde te llevo? No me estropees la tapicería, que es de piel. Los pobretones no sabéis lo que vale esto.

Lejos de encenderlo, lo que hizo el fuego fatuo fue conjurar levitación sobre el coche y, después, intangibilidad. Con las manos en el volante, comenzó a dirigirse hacia la pared del garaje imitando ruiditos de motor.
—¡Estamos en Regreso al Futuro, tío! —exclamó, emocionado.
De las cámaras de seguridad ya no quedaba rastro, pero tendrían que ser más precavidos para “aterrizar” en la calle.

Wen se había quedado con el ceño fruncido y la vista fija en un vestido ajustado con estampado de leopardo de color verde fosforito intentando buscarle algún tipo de lógica y preguntándose por un instante si estaban en el mundo correcto, cuando escuchó la pregunta de Giz y se giró en su dirección.

-Sí. Bueno, se suele llamar ropa de vestir a la ropa formal, pero sin llegar a ser ropa de fiesta. Digamos que ropa informal sería un pantalón vaquero y una camiseta gráfica; ropa de vestir sería un blazer y un pantalón de pinza, y ropa de fiesta sería un vestido largo o un esmoquin -explicó intentando que fuera simple, pero suficiente para una persona no terrestre. Rápidamente, echó un vistazo por toda la tienda logrando encontrar varias secciones con ropa decente e incluso alguna bonita-. Entonces, si te han pedido ropa de vestir, creo que esa parte de ahí para mujer y esa parte de ahí para hombre, podrán hacer el papel -explicó señalando las zonas que había localizado-. Voy a mirar por ahí también a ver si encuentro algo interesante y si quieres te puedo ejercer de dependienta y contestar las preguntas que quieras.

—Qué categorías más extrañas usáis —le dijo—. Gracias.

No sin algo más de ayuda de Wen, Giz acabó robando más ropa de la que había planeado. Por mucho que, en teoría, supiese los gustos de la rusa o el nublino, siempre le quedaba la duda: ¿Y si esto SÍ? ¿Y si aquello NO? Al final pecó de abarcar mucho. Lean y Miloslava tendrían que hacer una criba entre tanta prenda, irónicamente.

—Lo que sobre lo podemos vender en el mercadillo y nos sacamos unos oros —decidió al final. Quizás para sentirse mejor consigo mismo.

Después de eso se encontraron con Kin, hicieron acopio de comida y otras cosas con las que se fueron cruzando (era difícil no caer en la tentación cuando todo era gratis) y se reunieron con Gael y Noel. No fue muy difícil, porque nadie en la Tierra sabía realizar los hechizos que Giz había percibido con su gola. Los esperaban fuera, subidos en un coche sin techo (el goliat desconocía la palabra descapotable) que no parecía tener sitio para todos. Era especialmente gracioso ver a Noel sobresaliendo tanto por encima.

—Seguro que si abres las alas, vuela el coche entero —dijo sin poder evitarlo.

Se acercó con una sonrisa de diversión en el rostro y levitó para sentarse en los asientos de detrás, en medio, si nadie se oponía.

—Menos mal que no somos claustrofóbicos —se rió.

Cuando Gael dio por fin con el botón de la capota pudo dejar de encorvar la espalda, aunque aquellos asientos seguían siendo bastante pequeños para su altura. Reprimió una carcajada cuando el fuego fatuo se subió de un salto debido a lo que dijo después, para fingir indignación.
—Disculpe, pero le interesará saber que mi postre favorito son millonarios hervidos. Y no sé, llévame a la primera esquina o árbol que se te cruce —Rio finalmente.

Gael arrancó el coche pero movieron el vehículo mediante levitación por el momento. El draco estaba seguro de que estaban viviendo el sueño de mucha gente: tener un coche volador.
—Un momento, Doc: ¿me estás diciendo que has construido una máquina del tiempo con un Mercedes? —Le dijo de forma dramatizada siguiendo su referencia.


Casi se sintió tentado a decirle que se olvidasen de la carretera y continuasen haciendo levitar el vehículo, pero aquel deportivo no iba a estamparse solo. Poco después de “aparcar” llegaron los demás por fin. El comentario de Giz le hizo reír una vez más.
—Lo haría, pero no quiero destrozar la carrocería antes de tiempo.
Se movió como pudo para dejar sitio tanto al asreniano como al irrense. Tal y como decía el goliat no era un coche de un tamaño adecuado para cinco monstruos, especialmente estando él entre ellos, pero tampoco pensaban hacer un viaje de doscientos kilómetros en él, precisamente.

Cuando Wen finalmente ocupó su sitio en la parte delantera dijo:
—Recuerda, Gael: los copilotos no ayudan. Así que haz todo lo que ella te diga para que tengamos un accidente aún más espectacular.

Giz y Wen tardaron más de lo que Kin esperaba en aparecer por la tienda de alimentación, pero como había dicho que esperaría allí no se movió salvo para curiosear los establecimientos de alrededor. Inevitablemente fue cogiendo un poco de todo lo que le entraba por los ojos y metiéndolo en una bolsa de las que había bajo el mostrador.

El irrense siguió a los otros, que parecían saber a dónde iban a pesar de que no habían acordado quedar en ningún lugar en concreto, que él supiese. Sin embargo, en el exterior les esperaban los dos humanos en el interior de un vehículo descapotable, y parecían expectantes.

Gael apenas había dejado de reírse por las bromas de Noel. Al coche ya no lo sostenía ningún hechizo, pero cabía la posibilidad de que tuviese que volver a recurrir a la magia si no se veía ni capaz de encenderlo. Aun así fingía seguridad en sí mismo cuando agitó la mano para saludar a los otros tres mientras se acercaban al coche.
—Coged asiento y renovad vuestras defensas físicas, ¡nos vamos! —anunció el fuego fatuo señalando hacia la carretera principal, vacía a aquellas horas de la noche.

El irrense lo miró con una ceja alzada, pero terminó por hacerle caso. Algo le decía que lo que estaban a punto de hacer no debía de ser tan buena idea como había pensado en un inicio, pero se metió en el coche tras Giz. No había demasiado sitio en aquel asiento pero sí parecía suficiente para meter a tres personas. Por suerte, Giz y él eran bastante más menudos que Noel.
—¿No los había más grandes? —preguntó Kin mientras se sentaba, incómodo por la ausencia de espacio.

—¿Los copilotos no ayudan? Puede ser —le respondía Gael al draco mientras miraba a Wen—. Pero al menos me podrá decir “trata de arrancarlo, Carlos”, ¿no? —Gael se rió, aun sabiendo que sus compañeros no iban a entender a qué se refería—. Y no me vendría mal un poco de ánimo porque no sé ni si es un coche de gasolina o qué. A ver…

El fuego fatuo giró la llave, pero el sonido del motor encendiendo se ahogó.
—Ah. Los pedales, ¿verdad? —preguntó mirando a Wen. Tras pensar durante un par de segundos volvió a girar la llave y el sonido del motor se mantuvo, lo que hizo que hiciese un pequeño gesto de victoria. Lo siguiente que notarían el resto de pasajeros sería un tirón y el coche calándose. Tras unos segundos, otra exclamación—: Mierda, ¡el freno de mano!

Gael buscó la palanca, no encontrando nada que se le pareciese. Los coches habían cambiado bastante en su ausencia, o quizá nunca había pisado uno tan caro en toda su vida.
—¿Será esto de aquí?
Al pulsar un botón en el medio de los dos asientos delanteros, el icono rojo de advertencia que aparecía en los mandos desapareció.
»Ahora sí, ahora va la vencida —anunció antes de calar el coche de forma espectacular al intentar arrancar, haciendo que todos los pasajeros saliesen ligeramente disparados hacia delante.
—¡La madre que te…! —pudieron oír decir al irrense mientras se agarraba con fuerza al asiento de enfrente.

Wen se encogió de hombros con indiferencia cuando Giz le dijo que sus categorías eran extrañas. En retrospectiva y después de haber conocido tantos mundos, todo lo que antes era una normalidad en su vida actualmente podía considerar como extraño.

Al final Wen pudo encontrar alguna prenda y accesorios que le gustaron lo suficiente como para llevárselas, añadiendo también algunas para Virgo y alguna cosita para Noel.

-Somos muchos, no creo que sobre. Y si sobra, hacemos cojines para la fauna del Cuchitril -sugirió como ocurrencia, ya que no creía que les fuera a sobrar realmente.

Aunque habían estado bastante tiempo en la tienda de ropa, Kin aún les estaba esperando en la tienda de comida y Wen ayudó rápidamente a Giz a guardar toda la comida seleccionada (aunque hubo poca selección ahí teniendo en cuenta que cogieron un poquito de todo) y luego siguió al goliat confiando en su percepción de la magia de Gael y Noel para guiarlos hasta ellos.

La vouivre silbó apreciativamente ante el Mercedes descapotable que habían seleccionado, agradecida de que no hubieran requerido sus habilidades de puenteo, ya que no se veía capaz de puentear un coche como ese, y no tardó mucho en decidir esperar hasta que todos estuvieran sentados antes de saltar al asiento sin abrir la puerta para luego ponerse con chulería una de las gafas de sol que había cogido de la tienda de ropa preocupándole bien poco que todavía llevaran la etiqueta colgando.

-Siempre había querido hacer eso -explicó con una sonrisa de superioridad, sin saber que Gael había hecho el mismo acto y dicho las mismas palabras poco antes.

Wen rió cuando Noel dijo que los copilotos nunca ayudaban y asintió dándole la razón. Una vez Gael comenzó las pruebas, la vouivre se mofó de los intentos pero no tardó en agarrarse con una mano al salpicadero y con la otra al asiento cuando el coche se caló.

-Bien, ahora prueba lo siguiente. Atento: adelante, adelante, atrás, atrás, izquierda, derecha, izquierda, derecha, una vuelta sobre ti mismo y directo hacia ese pilar -indicó girándose en su dirección de forma seria.

La situación era tan absurda que a Giz le estaba encantando.

—Haces bien en dejarle ese honor a la primera cosa con la que choquemos—respondió al draco, divertido. Empezaban a molestarle las mejillas de tanto reírse.

Como no sabía hasta qué punto era broma o no, el goliat hizo caso a Gael y conjuró una barrera física sobre sí mismo, por si las moscas. Luego llegaron una serie de intercambios de palabras que, en general, no entendía y el coche se movió. Más o menos. O menos más que más. Probablemente la inercia que les hizo chocarse contra los asientos de de conductor y copiloto los había movido más de lo que había avanzado el propio coche. Después de un pequeño susto y un "uuuuy" muy poco serio, el coche se volvió a apagar. Sin embargo, la risa de Giz se hizo más sonora al escuchar al demonio raigaurum.

—A ver si nos van a cerrar el portal —bromeó.

Aquella forma de transporte, en el fondo, le parecía obsoleta, por lo complicada que resultaba en comparación a realizar un hechizo. Pero tenía su encanto, de forma extraña. O tal vez solo era que se lo estaba pasando bien. Uno de esos momentos donde no había absolutamente nada triste nublandole la mente, ni ningún tipo de preocupación. Se sentía bien.

No entendió la referencia de Gael así que solamente se encogió de hombros por toda respuesta y luego se dirigió a Kin.
—Tal vez, pero este es un coche de los caros y encima descapotable: ya que nos vamos a estampar hagámoslo con estilo.
Le volvió a entrar la risa cuando Wen repitió la misma jugada que el fuego fatuo para entrar en el coche, haciéndoselo saber.

—Va, si tú esto ya lo tienes dominado —le dijo a Gael cuando pidió ánimos—. Tu acreditación de conductor de tractores fijo que te convalida para conducir deportivos caros, no veo por qué iba a ser de otra manera. Los pedales creo que suele ser buena idea tenerlos en cuenta, sí. Yo ya estoy acostumbrado a eso de tocar la batería: si es que al final debí haber conducido yo —bromeó.

El primer calado le pilló desprevenido y al apoyar bruscamente su garra sobre el asiento delantero le dejó un buen boquete al mismo. A continuación volvería a empezar a reír y ya no se detendría por un buen rato, entre los intentos del fuego fatuo por arrancar el coche y las posteriores instrucciones de Wen.

—Bueno, si nos cierran el portal tenemos un buen alijo de millonarios a los que desvalijar —respondió a Giz cuándo las carcajadas se lo permitieron—. ¿Apostamos cuántos minutos dura este coche antes de que quede para el desguace? Yo digo siete, por darle un voto de confianza a nuestro conductor.

Las reacciones a su fallo garrafal para arrancar fueron variopintas. El fuego fatuo rodó los ojos y se lanzó a responderles con fingida indignación.
—Conducid, conducid. Seguro que si tocas los pedales como una batería el coche se parece aún más a una atracción de feria —le dijo a Noel, y luego añadió para todos—: El portal nos va a pillar cerrado si os hago caso a todos, así que fus, fus.
Les hizo callar con un movimiento de mano, pero Kin ya estaba poniendo el cronómetro de su ordenador y enseñándoselo a Giz y Noel sin decir nada. Aunque no entendiesen las cifras irrenses era evidente de qué se trataba.
—Yo digo cuatro —murmuró.

Ajeno a aquello, el fuego fatuo volvió a aferrarse a la palanca de cambio y peleó por meter la marcha, por si provenía de ahí el error. Le parecía que recordaba como si fuese ayer cuando su hermano se preparaba para sacar el carné de conducir y él y su padre iban con él los domingos al aparcamiento del polígono industrial a practicar. Incluso le habían dejado llevar el coche un poquito. Lamentablemente, hacía demasiados años desde aquello, pero no quería admitir que no sabía ni lo que estaba haciendo. Aquel coche respondía con mucha más potencia de la que recordaba al levantar el pie del pedal, pero era lógico.

Gael lo intentó una y otra vez, con muchísimo cuidado para que nadie saliese disparado de nuevo, pero el coche se le caló unas cuantas veces más. Fue cuestión de suerte, y de haber dejado el coche en llano, que lograse arrancar y avanzar en primera hacia la carretera principal.
—¡Os lo dije, os lo dije! ¡Vamos!
La efusividad de sus palabras no acababa de pegar con la velocidad a la que iban, y pronto el motor empezó a sonar demasiado revolucionado. Cambiar a segunda no era tan fácil como recordaba y tuvo que arrancar una vez más cuando se le hubo calado en el proceso.

Cuando se incorporaron a la carretera, por fin en segunda, el fuego fatuo parecía extremadamente concentrado, y un poco temeroso de continuar subiendo marchas.
—Ya me he pasado el pilar de antes, ¿dónde sugieres que nos estampemos ahora? —le preguntó a Wen a medida que ganaban velocidad por la circunvalación.
—Mierda, yo ya he perdido —decía el irrense en ese momento para los del asiento trasero, mostrando el cronómetro.
—¿Eh? —Gael se giró ligeramente al escucharle.
—Mira hacia delante, haz el favor —le advirtió Kin al notar que la trayectoria del coche se desviaba hacia un lado.

Wen hizo un mohín con los labios cuando Noel le dijo que su salto ya lo había hecho Gael, pero la verdad es que era algo tan habitual en cualquier escena televisiva que incluyera un descapotable, que lo que le parecía raro es que el propio draco no lo hubiera hecho siendo el único terrestre además de Gael y ella.

Wen rio con todos cuando Giz bromeó con que el portal se les cerraría, pero en seguida comenzó a negar con la cabeza.

-No, no, no. De eso nada. Ni se os ocurra llegar tarde al portal. Ya he vivido 16 años en este mundo y si puedo evitarlo no viviré ni uno más. Además, ¿de verdad queréis dejar el Cuchitril al cargo de Adara y Toima solo con Tania como adulto responsable? Volved a pensarlo.

La vouivre mantuvo su risa por lo bajo para no distraer a Gael en los sucesivos intentos de conducción, preguntándose más que cuánto duraría el coche, cuánto tiempo tardaría el fuego fatuo en exigir que condujera otro por frustración. En realidad, la británica espera que esto no pasara, ya que la siguiente en la lista con la mayoría de posibilidades de ser elegida para el trabajo sería ella y precisamente habían sido los pedales y cambios de marcha lo que le había mantenido lejos de los volantes que había puenteado.

Cuando finalmente se incorporaron a la carretera, Wen estuvo tentada a ponerse a aplaudir, pero decidió no hacerlo para no desconcentrar a Gael, que se veía muy puesto en su trabajo.

-En realidad cualquier pilar, muro o bolardo me sirve. No soy quisquillosa sobre en qué lugar estamparme, siempre que sea de forma aparatosa.

Giz no pudo no reírse cuando Noel sugirió robar a más multimillonarios y aquello siguió cuando Kin le enseñó el cronómetro, aunque no distinguiera los números. No hacía falta en realidad.

—Pobres ricos —dijo con preocupación fingida cuando pudo hablar, antes de participar en la apuesta—. Yo digo que 6 minutos, va, para compensar los vuestros un poco. —Y entonces Wen dio con un punto vital para que no se retrasaran y se olvidaran de los saqueos—. Tania no se merece un futuro así.

A Gael parecía que se le resistía el coche, por lo que cuando lograron entrar en la carretera, el goliat dio un par de aplausos y silbó, algo a lo que no acostumbraba, pero que le salió natural en ese instante.

—Yo voto por un bolardo, para saber qué es —añadió, poco después de un meneo sorpresivo cuando el fuego fatuo miró hacia atrás.

Al principio, la brisa había sido agradable y se preguntó si habría prejuzgado los coches como vehículos. La sensación le recordó a la levitación a poca velocidad, que era algo muy disfrutable, y pensó que era normal que le gustara a los humanos. Eso fue hasta que Gael cogió ritmo en la carretera y, como la levitación a mayor velocidad, llegó la sensación de comerte mosquitos sin querer.

Al final él había sido el más optimista de los tres y dejó escapar una risa ligera al ver a Kin cronometrando el tiempo. Bromearon acerca de la posibilidad de quedarse atrapados en la Tierra, que por suerte se trataba solo de eso, una broma, porque si hubiese existido la más mínima posibilidad el draco hubiese activado su hechizo de teletransporte allí mismo.
—Joder, yo estaba pensando en lo horrible que sería que nos quedásemos aquí, pero tienes razón: la que lo tendría peor es la pobre Tania —comentó tras Giz el hipotético escenario de Wen.

Miró de reojo hacia el demonio raigaurum cuando este hizo un comentario sobre su pequeña apuesta una vez el fuego fatuo logró arrancar definitivamente el coche y le dedicó un encogimiento de hombros al mismo que posiblemente no llegase a ver cuando se giró hacia ellos, con sospecha.

—El Capitán Lagartijo ha hablado. A toda marcha hacia un bolardo. Donde quiera que haya uno. Si lo haces a suficiente velocidad podremos salir catapultados de forma espectacular.

Gael se estaba riendo un montón con las bromas de no regresar y dejar el cuchitril al cargo de aquellos tres, pero no podía permitirse despistarse demasiado de los mandos del coche, por lo que estuvo extrañamente callado hasta que enfilaron una especie de autovía. Sujetaba el volante rígido como un maniquí, y si había logrado meter la tercera era porque la carretera era prácticamente recta, ancha, y estaba vacía. No se atrevería a cambiar la marcha de nuevo porque las probabilidades de que se le atascase la palanca eran bastante altas.

—No sé si habrá bolardos por aquí, si os vale que me estampe contra la mediana… —comentó el fuego fatuo mientras bromeaban sobre con qué darse—. En los juegos de coches me pasaba siempre, así que… ¡Oh! Ya sé. Mi lugar ideal para estamparnos sería una rampa. ¿Por qué no hay rampas en las calles fuera de las películas? ¿Alguna idea? Me gustaría hacer volar el coche otra vez, pero ahora sin magia.
—A la velocidad que vas lo único que saldría medio volando serían nuestros culos —se burló el raigaurum inclinándose hacia los asientos delanteros para hacerse oír a pesar del viento creciente. La sensación era agradable, a pesar de todo. Ni siquiera había experimentado el hechizo de vuelo a menudo, siendo uno que no podía realizar, así que aquello no estaba nada mal. Aunque, eso sí, el ruido del motor era bastante desagradable. Lo que no sabía Kin era que aquel ruido no era exactamente normal, sino que el fuego fatuo no tenía intención de cambiar de marcha.

Tras emerger de una curva bastante amplia en un paso a nivel aparecieron un par de luces rojas ante ellos. Gael se había ceñido al carril derecho, pero ahora un coche que iba más despacio había aparecido en su trayectoria. El fuego fatuo dio un volantazo y necesitó dar algunos giros más antes de volver a recuperar el control del coche.
—¡Perdón!
En ese momento empezaron a pasar al lado del otro vehículo. Se trataba de un utilitario con un anciano en su interior, que se giró hacia ellos al verlos adelantar. El hombre llevaba unos guantes de cuero y unas gafas de sol de aviador en plena noche. El fuego fatuo también se le quedó mirando con una ceja alzada, y sin darse cuenta el descapotable empezó a salirse del carril hasta que el lateral se golpeó contra la mediana. El espejo retrovisor izquierdo saltó hasta caer dentro de los asientos traseros, y Gael dio otro volantazo, pasando a escasos centímetros del anciano, que pegó un frenazo y se quedó detenido a sus espaldas en medio de la autovía.
—¡No digáis nada! Aún no he perdido —exclamó.
—El coche no opina lo mismo —le respondió el raigaurum a la vez que arrojaba el espejo fuera del vehículo.