Dryfus

A Noel no se le pasó por alto el gesto que tuvo el enderth al llevarse la mano a su lanza. Ante el mismo, el draco tan solo ensanchó ligeramente su sonrisa, dotándola de un ligero tinte sarcástico difícilmente distinguible y continuó mostrando tranquilidad tanto en su expresión como en su lenguaje corporal. Era su forma de informarle de que aquel gesto no le había hecho saltar ninguna alarma en lo más mínimo.
—Me sorprendería mucho si lo hiciera —respondió a su última apreciación mientras se descruzaba de brazos y metía las manos en los bolsillos del pantalón—. Pero tal vez seas tú el que se sorprenda cuando te diga que he venido a buscarte a ti —le soltó a continuación sin más rodeos—. Mi nombre es Noel y vengo de Rocavarancolia. ¿Te gustaría tener la oportunidad de explorar un mundo completamente nuevo? No te voy a engañar, cazar allí es un tanto peligroso pero... ¿Qué no lo es en Dryfus? —Acompañó la pregunta de una leve risotada. Había vivido de primera mano varios de los peligros de aquel planeta, a fin de cuentas—. Sería solo por unos meses y después podrías volver. ¿Qué me dices...? —Titubeó unos instantes antes de añadir—, ¿cuál es tu nombre?
El sueco volvió a juguetear con la pipa en su bolsillo; a partir de aquel momento sabría si la iba a necesitar o no. También comenzó a plantearse qué clase de hechizo podría usar en el caso de considerar que una demostración mágica pudiese venir bien para convencerle.

Sin duda se sorprendió, pero tal vez no del modo que quizás su interlocutor esperara. Después de todo era un Enderth: su raza era una rareza e incluso en algunos sitios remotos había visto plumas de su especie vendiéndose a precios destacables. Tampoco se le pasó por alto que no considerara una amenaza su gesto con la lanza, pero eso le daba igual. No era problema del enderth, ni modificaría su forma de actuar en caso de peligro.

–Hmmm. Supongo que sí me sorprendes pero… ¿y qué? ¿Me ofreces ir a un lugar en el que nunca he estado para cazar? Despiertas mi curiosidad, sin duda, pero eso es todo. No veo por qué me desplazaría sin más, ni ningún beneficio que me interese– Además tampoco se fiaba de él, pero eso no se lo diría. No sabía nada de él, y en casos como este tener cuidado y evitar acciones innecesarias  era fundamental.
–Me llamo Kirés. Pareces saber mucho de mi raza pero poco de mí ¿Estás seguro que soy yo a quien buscas?–

Noel analizó la respuesta de Kirés y decidió que tenía que actuar rápido ante la flagrante desconfianza que resultaba evidente en sus palabras. Estuvo a punto de sacar inmediatamente la picadura de Morfeo, pero decidió probar suerte por su cuenta una vez más antes de continuar con el procedimiento más habitual que era el drogar al objetivo para que aceptase sin cuestionarse nada.
—Todavía no te lo he explicado todo, desde luego —aclaró mientras se acompañaba de un gesto con la mano recién sacada de su bolsillo—. Si eso fuese todo yo tampoco habría aceptado cuando fueron a buscarme. Digamos que conozco algunos detalles sobre tu raza, pero esta es totalmente irrelevante. Eres tú, Kirés, el que tienes potencial para desarrollar una fuerza, una habilidad muy superior a la de cualquier otro habitante de Dryfus —<<eso si descontamos al clinger que cosechó Nasher el año pasado, claro está>>. El sueco formó una amplia sonrisa sarcástica—. Supongo que eres de los que no compra el producto antes de probarlo. ¿Quieres una demostración de lo que podrías llegar a hacer?

Y en ese momento, sin previo aviso, el draco alzó el vuelo y realizó varios quiebros en el aire bajo la intermitente lluvia que se colaba en el interior de la bóveda. Descendió rápidamente en dirección a alguna de las criaturas que correteaban por la ciudad a sus anchas y que había oído previamente mientras conjuraba un hechizo de niebla mágica. En el interior de un edificio ruinoso se encontraba una especie de armadillo de gran tamaño el cual decidió marcarse como objetivo. Apuntando con precisión, coló una ráfaga de plumas de sus alas a través de la ventana, que se clavaron certeramente en la cabeza del animal, mientras conjuraba un hechizo de parálisis un tanto potenciado porque sabía perfectamente que en Dryfus se podría encontrar con que hasta una simple mosca estaba dotada de cierta inmunidad a la magia.

Aterrizó cerca de Kirés de nuevo mientras utilizaba una combinación de intangibilidad y levitación para sacar al armadillo paralizado y con varias de sus plumas clavadas. Lo dejó en el suelo, frente a ellos y volvió a hablar.
—Yo no podía hacer ninguna de estas cosas antes de que me ofreciesen ir a Rocavarancolia. Sobre todo, tampoco podía volar.
Y, con la misma tranquilidad de la que había hecho gala desde el principio, el sueco, tras dedicarle una sonrisa difícil de interpretar al enderth, dejó de mirarlo y sacó por fin la pipa de su bolsillo. La encendió con un sencillo hechizo y esperó. Al igual que había hecho el año pasado no quería correr el riesgo, aunque todavía tardaría un rato más en hacer efecto ya que la acababa de encender. Sentía curiosidad por qué clase de reacción habría despertado su pequeña demostración de las capacidades de un transformado en Kirés.

No se creyó nada de lo que dijo inicialmente el tal Noel. Aquellas palabras parecían simplemente un cuento para ganarse su confianza y facilitarle hacer… lo que fuera que planeaba. Sin embargo lo que pasó después no lo pudo pasar por alto.

Aquel ser no podía saberlo, pero volar era algo que le gustaba muchísimo a Kirés. Aun así no  era de los que se hacen ilusiones, y cuando descubrió que nunca podría lograrlo aprendió a vivir con ello, y se conformó con planear. Ahora estaba viendo a alguien con una anatomía parecida a la suya realizar quiebros y maniobras aéreas con una facilidad ridícula, aunque también le sorprendió lo que le vio hacer con las plumas, y tomo nota mental por si la situación llegaba a ser violenta.

–Magia…– Confirmó para sí mismo, pero los hechizos que había presenciado no se parecían a ninguno que hubiera visto antes. Mientras tanto el humo de la pipa comenzaba a rodearlo. –De acuerdo, tienes mi atención. Pero si de verdad quieres que acepte tu oferta primero quiero saber en qué me estoy metiendo exactamente, así que empiezo con las… preguntas...

La picadura de Morfeo había empezado a hacer efecto, nublando los sentidos del enderth y cambiando su cadena de razonamientos. Las preguntas que planeaba hacer nunca llegaron, y en su lugar lo hizo otra, mucho más personal, y que no habría preguntado en circunstancias normales.

–Mi familia… Nunca he sabido quienes son, o si siguen vivos. ¿Si voy contigo podría ser capaz de averiguarlo?

El humo continuó llenando el aire alrededor de ambos y, cuando Kirés volvió a hablar, el draco sonrió con un deje malicioso todo lo que la pipa en su boca le permitió sin que se le llegase a caer. La pregunta que le hizo el enderth a continuación, no obstante, le devolvió cierta seriedad a su semblante y, mientras retiraba lentamente la pipa de su boca, dedicó una mirada larga al que iba a ser dentro de muy poco, ya que era evidente que la picadura de Morfeo comenzaba a hacer su trabajo, "su cosechado". Aunque para el sueco aquello significaba poco más que había sido él mismo quien había tenido que trabajar para el Consejo (pero por suerte no gratuitamente).

La pipa volvió a su boca al tiempo que Noel dejaba traslucir otra leve sonrisa y volvía dirigir su vista hacia el cielo.
—Es muy probable. Al fin y al cabo, yo pude.

Algo en lo más profundo de su mente le decía a Kirés que lo que hacía estaba mal, que no era seguro, pero ya era tarde. La picadura de Morfeo había hecho un efecto total en el enderth y cada vez que intentaba pensar con coherencia su mente cambiaba las líneas de pensamiento para que todo fuera sencillo. Había preguntado por su familia, y la respuesta había sido afirmativa, bastaba. Ya tenía una razón para marcharse, puede que en realidad no fuera suficiente, pero eso no lo podía pensar con su nublada mente.

Con la mirada perdida, el Enderth selló su destino. –Iré.

Ziack corría entre los árboles con la máxima velocidad que sus piernas heridas le permitían alcanzar. Tropezaba con los troncos caídos de los árboles, y en sus caídas, usaba sus deterioradas alas marrones para evitar estamparse contra el suelo. Su vista empezaba a nublarse, pero no podía caer rendido.
Hoy tampoco había podido llevarse nada a la boca, pero no podía permitirse el lujo de convertirse en alimento de algún depredador del bosque. Tenía que llegar al yermo, y rápido.
Realmente, el enderth no sabía a qué se estaba enfrentando, ni qué estaba siguiéndole a toda velocidad, pero había sentido la presencia de un depredador y esquivado un ataque cuyo responsable había desaparecido de su vista antes de que pudiera identificarlo. En cualquier caso, tenía que salir del bosque antes de convertirse en una presa. Había sido un error quedarse en el bosque hasta tan tarde, pero el hambre le hacía cometer locuras.

Pudo avistar vagamente la oscuridad de la ausencia de árboles delante de sí, y Ziack corrió exprimiendo sus últimas energías. Consiguió finalmente salir del laberinto de árboles, tan asustado que fue incapaz de evitar caer por un pequeño barranco de unos seis metros de altura.
Sus alas estaban agotadas y heridas, pero fueron capaces de llevar a cabo un último esfuerzo, no absente de dolor, para que la caída fuera dolorosa pero no mortal.

Se había salvado, había llegado al final del bosque, y había entrado en el yermo, como todas las noches, pero de forma más accidental. El precipicio por el que acababa de caer le serviría para guarecerse aquella noche, o en cualquier caso, Ziack no iba a moverse de ahí.
Fue entonces cuando vio una silueta acercándose a él desde las alturas... La visión borrosa le impidió reconocer el más mínimo detalle de aquella criatura.

"Se acabó"-Pensó el enderth.-"No me quedan fuerzas para huir de esto también.".
Cerró los ojos, aceptando un destino que no era el que pensaba.

Tras dormir a Kirés, Noel cargó con su primer cosechado y se teleportó a las coordenadas que había grabado durante el día anterior de la zona circundante a la posición del segundo rastro de esencia que había encontrado. Por lo que había podido observar, aquel nuevo cosechado no debería ser demasiado difícil de convencer. El draco se dejó guiar por el detector de esencia y no tardó en localizar la posición actual del otro enderth. No se encontraba a la vista ni su oído captaba nada que pudiera ayudarlo a dirigirse hacia él, no obstante, por lo que decidió utilizar la niebla mágica volando a corta distancia del suelo para terminar cuanto antes. No le sobraba el tiempo.

Localizó a su objetivo bajo la sombra de un pequeño precipicio y procedió a ocultar a Kirés entre la maleza, salvaguardado con hechizos de protección de doble naturaleza, un sortilegio de olor falso que simulaba un olor desagradable, artificial, que debería disuadir a la mayoría de posibles depredadores y un cordel de alarma que le avisaría si alguna criatura se aproximaba a él. Descendió hacia él a una velocidad moderada, no quería asustarlo. Aunque según se acercaba, pudo comprobar que probablemente aquel enderth no hubiera podido huir de él aunque hubiese querido. El día anterior ya había comprobado que su condiciones física no era precisamente la mejor, pero en aquel momento parecía que su estado se había agravado. Tal vez se hubiera caído, o tal vez no. Dryfus rivalizaba con Rocavarancolia en lo que a peligros provenientes del entorno se refería. Y en frecuencia, sin duda, el planeta volcánico llevaba la delantera. Claro que la ciudad disponía de una variedad de métodos mucho mayor.

Cuando aterrizó a su lado, el joven enderth tenía los ojos cerrados y no parecía que fuese a realizar ningún cambio en su postura. La niebla mágica, todavía activada, le permitió evaluar rápidamente los daños que presentaba su cuerpo y, además, le posibilitó comprobar que su brazo izquierdo, oculto tras aquel manto, parecía tener alguna clase de deformidad o atrofiamiento. Probablemente aquel fuese el motivo concreto por el que vagaba solo y desnutrido en lugar de encontrarse asentado en alguna comunidad clinger. Mientras añadía aquel nuevo dato a su modo de actuación, el sueco entonó un hechizo de sanación superficial que aplicó sobre algunas de las heridas del enderth y a continuación lanzó un hechizo vigorizante que le haría recuperar una pequeña parte de sus energías. No disponía del tiempo necesario para tratar sus heridas con más detenimiento y de todos modos aquello era suficiente para que sobreviviese a los primeros instantes en la ciudad. Como mínimo, el draco tampoco deseaba que sus cosechados se muriesen nada más llegar. Simplemente pretendía desvincularse por completo de ellos una vez hubiesen atravesado el portal, tal y como había hecho con el canijo del año anterior.

—Ya deberías tener fuerzas suficientes para hablar —afirmó mientras se sentaba cerca del objetivo. No quería intimidarlo con su tamaño teniendo en cuenta lo débil que se encontraba el enderth—. Los clingers te han repudiado, ¿no es así? Te consideran inservible y débil. —Realizó una pausa en su discurso durante la que entonó un nuevo hechizo con el que invocó una nube pequeña delante de él y el cercano cosechado—. No podían estar más equivocados. En el lugar de donde vengo eres necesario. Posees un potencial reservado tan solo a personas especiales; no existen muchos como tú en todo el conjunto de los mundos. Rocavarancolia te necesita —afirmó con convencimiento mientras alargaba una garra para recoger una hoja cercana de cierto tamaño.

Mientras se preguntaba si aquel hilo sería suficiente para convencer a un enderth que en la sociedad dryfense tan solo sería catalogado como un estorbo, el draco continuó canturreando un nuevo hechizo que, tras los escasos segundos que invirtió en su conjuración, provocó que la nube comenzase a descargar un pequeño torrente de lluvia. El sueco recogió parte del agua en el interior de la hoja, la cual había doblado ligeramente, y se la acercó al enderth, ofreciéndole que bebiese en un mudo gesto.
—A propósito, me llamo Noel. ¿Cuál es tu nombre, futuro portento?

El dolor se suavizó mientras Ziack recuperaba la conciencia. "Finalmente he muerto...", pensó los segundos posteriores a su despertar.
Luego un extraño comenzó a hablarle de forma calmada. No parecía tener malas intenciones.

El enderth hizo un esfuerzo por abrir los ojos y le sorprendió comprobar que veía con claridad, salvo por la lluvia que impedía una visión perfecta. Escuchó las palabras del extraño sin dirigirle la mirada, todavía cansado, y bebió el agua que le ofreció. Pero el estómago le rugía: tenía mucha hambre.
Entonces, el extraño se presentó.

-Ziack.-Respondió secamente. Era incapaz de pensar con claridad y articular palabra le costaba. El hambre le superaba, no podía pensar en otra cosa.-Ese... lugar del que hablas...-Prosiguió no sin esfuerzo.
-¿Hay comida?

Noel esbozó una sonrisa. Tal vez sí que no necesitase la picadura de Morfeo con aquel.
—Tendrás comida a tu alcance a diario.
<<Otra cosa es que llegues vivo hasta ella, o antes que las alimañas>> completó en su mente tintando un deje sarcástico muy sutil a su sonrisa.
>>Es el lugar al que perteneces, Ziack —añadió tras unos segundos mientras se levantaba del suelo. A continuación estiró un brazo hacia el enderth, con la intención de ayudarlo a levantarse y, de ser posible, sellar su destino con aquel gesto—. En Dryfus solo te espera el rechazo. En Rocavarancolia podrás ser tú mismo sin ser juzgado por ello. Podrás ser mucho más de lo que eres ahora. Te espera la libertad.
<<Y las probabilidades de morir en uno y otro lugar son casi las mismas>>.

Las palabras de aquel ser extraño no podían ser más tentadoras, pero Ziack no se engañaba, era más que probable que no fueran más que mentiras o verdades disfrazadas. A fin de cuentas, un ser al que no había visto jamás le ofrecía llevarle a un lugar del que nunca había oído hablar.
Quizá se trataba solo de una criatura disfrazada que pretendía convertirlo en esclavo, o una especie de depredador que desconocía, pero dadas las circunstancias, tanto daba.

-Que sea lo que tenga que ser...-comenzó a decir el enderth, mientras intentaba levantarse en vano. Hizo un último esfuerzo para estirar su brazo derecho en busca del que aquel ser le ofrecía-...no será peor que esto.

El draco mostró una amplia sonrisa mientras Ziack trataba de incorporarse. Tal y como había supuesto, no había hecho falta recurrir a la picadura de Morfeo para convencerlo. Probablemente el enderth no las tenía todas consigo si no era completamente ingenuo, cosa improbable dadas sus circunstancias, pero precisamente por estas no tampoco tenía nada que perder.
—Has tomado la decisión correcta.
En cuanto su garra se cernió sobre la mano del enderth, este se convirtió en un peso muerto y lo sujetó con más firmeza para evitar su caída.

Poco después, el portal de Dryfus fue atravesado por un draco de Estínfalo y dos cuerpos emplumados levitando tras él, profundamente dormidos.

Sigue en el Cuchitril.

Valek:

Se encontraban en pleno invierno, de modo que no había sido necesario utilizar protecciones térmicas. Aun así el invierno de dryfus era prácticamente como el verano en la tierra y la humedad del ambiente hacía que aquel lugar se sintiera asfixiante de todos modos.
De acuerdo al mapa que tenía: el portal estaba relativamente cerca del fin del bosque, contrario a lo que podría parecer por la cantidad de vegetación, y la ciudad más cercana estaba a unos kilómetros al sur de donde se encontraban. Dejé que los demás se fueran acostumbrando a lo que los rodeaba e inmediatamente comencé a conjurar los hechizos de orientación que necesitaríamos.


Xalkoth:

Este por su parte no llevaba protección térmica alguna. Recibió la atmósfera de su mundo natal con los brazos abiertos y tuvo que respirar varias veces de forma consciente para terminar de creerse que estaba allí y no en el clima frío de la ciudad. Lo notó algo más caliente de lo normal aun así, fruto de su nueva condición como ser vivo de sangre caliente, pero de la emoción apenas se dio cuenta de esto último.
–¡Por fin! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me fui? ¿Un año, cinco? No, tantos no. Tal vez menos de uno. En cualquier caso: ¡BIENVENIDOS!

Valek:

Por mi parte, e ignorando descaradamente al clinger, había terminado de conjurar los hechizos de medición de magnitudes y varias esferas en círculo flotaban en la palma de mi mano, todas ancladas al campo magnético del planeta, una brújula mágica en todos los aspectos.
Señalé al sur –La ciudad clinger a la que nos dirigimos está por allí.

Kin se llevó las manos a la cabeza cuando descubrió que Xalkoth había obviado un detalle tan importante al explicarle la incursión a Archi. También se preguntó si habría algo más que debieran saber, pero en cualquier caso era tarde para echarse atrás.

Por otro lado lo de usar la nave clinger renovó sus ganas de adentrarse en el portal, incluso si tenía que confiar en Xalkoth para dirigir el timón –al fin y al cabo llevaba tiempo haciéndolo y seguía vivo–.

Finalmente se adentraron en Dryfus tras aguantar la tabarra pertinente, y los irrenses desconectar la electrónica. El raigaurum todavía no se había acostumbrado a la sensación de cruzar portales, pero al llegar al otro lado la olvidó enseguida. Era la primera vez que pisaba un mundo que no fuese Irraria o Rocavarancolia, y desde luego era la primera vez que pisaba un mundo genuinamente cálido. No era asfixiante tal vez, pero se sintió como si atravesase la puerta de un horno.

Lo que vio tampoco lo dejó indiferente. Estaban en árboles, unos tan enormes como no se conocían en cualquiera de sus mundos, y no se podía ni ver el suelo. Kin se sentía como un insecto y no creía que fuese a acostumbrarse pronto a esa sensación.

—Tienes un serio problema midiendo el paso del tiempo —le dijo con una risa despreocupada al clinger, antes de informarlo del número de meses que había pasado desde el primer día de criba.

El vampiro entre tanto había estado conjurando para poder señalar la dirección a seguir. Kin miró también al sur, preguntándose si resultaría dificultoso avanzar entre las ramas. Además le tenía respeto a todos los peligros del planeta, de los que tanto había oído hablar. Por algo se había ocupado de llevar buenas protecciones físicas.
—¿Y está muy lejos? —También le preocupaba ser el más lento del grupo.

El kairós, como resultaba evidente, se había informado de los factores más importantes acerca del planeta originario de Xalkoth en preparación para el primer contacto con el mismo. Debido a las altas temperaturas que poseía, incluso durante el invierno y especialmente si se comparaba con el clima glacial de Irraria, el biomecánico había aprendido un hechizo nuevo que había considerado de utilidad: el escudo térmico. Si no se lo aplicó antes de atravesar el portal fue porque quería comprobar por sí mismo cómo se sentía un clima tan opuesto al que estaba acostumbrado. Aunque cualquier observador neutral habría afirmado que se trataba de puro masoquismo.

El calor, de todos modos, no era lo más impactante de la primera impresión al poner pie en el tropical mundo: incluso estando sobre aviso, ni el mismo Archime pudo evitar sorprenderse debido al gran tamaño de la vegetación. Era muy diferente leer sobre ello en un libro que experimentar aquella sensación de que uno mismo había encogido. Sus sentimientos al respecto, no obstante, no trascendieron de forma verbal y, desde luego, no se reflejaron en su rostro salvo quizás en la mirada escrutadora y rítmica que dirigía al entorno.
—Gracias Xalkoth —respondió a su bienvenida de forma distraída—. Pero ha transcurrido exactamente un año, siete semanas y tres días desde nuestra llegada a Rocavarancolia —le corrigió después de la intervención de Kin, tras comprobar la fecha en su ordenador y realizar un cálculo rápido.

El demonio raigaurum había hecho la única pregunta que podía haber verbalizado él mismo en aquellos momentos, interesado en conocer la respuesta. Según cual esta fuera, calcularía si le sería necesario hacer uso de la levitación para evitar un agotamiento prematuro que supondría un lastre para el grupo.

Valek:

–Unas horas a pie –Respondí a la pregunta. Tras eso solo quedó revisar protecciones y comenzar el viaje.

Decir “a pie” era aventurar un poco, ya que al viajar por ramas sería imposible avanzar mucho sin tener que levitar o dar rodeos molestos. Para evitar lo último usamos levitación y de ese modo alcanzamos nuestro destino en el tiempo previsto. Xalk fue el primero en ver la ciudad, acostumbrado a ellas, pero los demás no tardamos en distinguirla.

Frente a nosotros teníamos un árbol ligeramente más alto que los que lo rodeaban, pero eso no era lo que lo hacía más llamativo ya que por todo el tronco y ramas hasta la cima, la copa entera según los planos, estaba repleta de lo que a lo lejos parecían ser protuberancias de diferentes formas. Eso eran en realidad las edificaciones de los clingers, la mayoría de forma esférica pero se podía encontrar cualquier diseño siempre que fuera aerodinámico. Construidos principalmente con madera solían tener el mismo color que el tronco, de ahí que al principio pudieran parecer malformaciones de la gigantesca planta. Todos se encontraban pegados verticalmente en el tronco, sobre las ramas e incluso colgando de ellas por la parte de abajo, mantenidos mediante un potente adhesivo que la raza insectoide fabricaba. También se podía ver vagamente a sus habitantes, que se desplazaban por todo el árbol como si de hormigas terrestres se tratara.

Xalkoth:

Por su parte el insecto seguía tan feliz como ántes. Habían recorrido la distancia que los separaba de su destino sin incidentes ni ataques, algo que siempre se agradecía, y cuando distinguió el contorno de la ciudad no pudo reprimir sentir un pinchazo de nostalgia, aunque tampoco es que estuviera intentando reprimir emoción alguna. El vampiro aprovechó que habían llegado para hacer un alto, y Xalk esperó pacientemente (menos de cinco segundos) a que los irrenses examinaran la ciudad para preguntarles lo que opinaban de ella.
–¿Bueno qué os parece? ¿Bonita? ¿Fea? Práctica es asi que no me molesto en preguntaros eso. ¿Algo que os llame la atención? ¿O que no? o… o...

Se había quedado sin combustible para más preguntas... por ahora.

Kin no se quejó al escuchar lo de las dos horas, aunque para sus adentros pensó que probablemente sería un viaje tedioso. Especialmente si se tenía en cuenta que el único de sus acompañantes al que parecía gustarle conversar era Xalk. De todos modos no tenía ningún problema con que no hubiese conversación continua, en aquel mundo había que estar ojo avizor y no era buena idea distraerse.

Empezaba a estar acostumbrado a aquel entorno nuevo cuando por fin divisaron la ciudad a lo lejos. Nunca había visto nada como aquello. Los edificios de los clinger hacían que la ciudad pareciese una colmena y todos ellos reducidos a escala de insectos.

A Kin le divirtió el arranque de orgullo que le parecía que tenía el clinger al preguntarles acerca de la ciudad.
—¿Lo echabas de menos, no? —le preguntó con una media sonrisa—. Sinceramente, me parece extraña. Pero es bonita también, o curiosa como mínimo. Habrá que ver qué tal desde cerca. ¿Cómo nos vamos a colar? —Esta vez se dirigía a Valek.