Dryfus

Giz se hizo intangible tan rápido como pudo para poder malgastar el tiempo observando a aquella imponente criatura. ¿Estaba soñando o le daba un aire a Noel? Como fuera, esta vez la mejor solución parecía ser matarlo. Cuando su gola le advirtió del campo de fuerza, se deshizo de la intangibilidad para evitar gastar recursos y cogió una simple roca del suelo. Si sus compañeros no lo acababan de rematar, se encargaría de hacer intangible aquel pedrusco y hacerlo levitar hasta colarlo dentro de su organismo. A ver qué tal le sentaba comer piedras a aquel bicharraco.

Noel apenas tuvo tiempo de procesar el hecho de que las plumas de aquel ser sí se pareciesen a las suyas cuando otra noción acerca de sus características se hizo patente al impactar su hechizo: era, además, parcialmente resistente a la magia. Tampoco tuvo demasiado tiempo para pensar en cambiar de estrategia, pues el enorme ser se le venía encima y se vio obligado a realizar un quiebro complicado para esquivarlo. Lo cual no le libró de comerse un coletazo que lo lanzó directo al suelo. Consiguió retomar el control de sus alas a muy poco de estrellarse contra el mismo y describió una parábola para recuperar altura.

Las siguientes acciones se sucedieron muy rápido debido a que el enorme reptil estaba siendo hostigado por los cuatro al mismo tiempo y el draco todavía no había comenzado su siguiente ofensiva, ya que tan solo había tenido tiempo a renovar su campo de fuerza, cuando Giz provocó que al ser le estallase literalmente la cabeza. El sueco maldijo en voz alta porque incluso muerto parecía empeñado en aplastarlo y se impulsó con las alas hacia un lateral. Ello no impidió que el enorme cuerpo del ser le golpease de refilón, volviendo a quebrar su barrera por segunda vez en poco tiempo.

Noel resopló mientras aterrizaba al lado del goliat y el gigantesco cadáver.
—Confiesa, Giz —le increpó de pronto al asreniano—. ¿Cuándo me has drogado para llevarme a tu laboratorio y modificar mi código genético con genes de arpía? —Dejó escapar una risa antes de continuar mientras esbozaba una sonrisa sarcástica—. Prometo que a partir de ahora especularé acerca de las debilidades que podrían tener los siguientes “animalitos” que nos encontremos.

Giz se cubrió con las manos de forma instintiva al ver el estallido, hasta que recordó el campo de fuerza que había erigido Gael y se destensó. Tras el temblor provocado por la caida del cuerpo y la lluvia de vísceras, salió del amparo de las defensas y se acercó al enorme cuerpo.

—Recuerda que tengo tu código genético desde poco antes de descubrir lo de Vac y tú—continuó la broma de Noel con tono abstraído, mientras trataba de sacar algo de valor genemágico de aquella bestia—. Sí, esto ha quedado hecho un asco, pero va a merecer la pena. ¿Visteis lo que ocurrió con vuestros hechizos? Este lagarto bien podría ser un octavo de trasgo y otras siete criaturas más. Draco incluído, claro—interrumpió el habla para tratar de hacerse con trozos de aquellas escamas—. Me pregunto qué motivo les llevó a crear algo tan destructivo en un lugar así.

Noel arqueó una ceja y le sonrió burlonamente a Giz cuando este le respondió.
—¿Y eso qué quiere decir? ¿Qué no soy yo sino que soy una mezcla que nació en tu laboratorio a la que después le implantaste mis recuerdos? —le replicó con evidente sarcasmo—. Sí, me di cuenta de que ese cabrón tenía resistencia a la magia, pero desde luego no a piedras en el cerebro, que son bastante más peligrosas que las del riñón —continuó bromeando con la situación.

>>Muy graciosa, Adara. Pero esto son productos genemágicos, ¿recuerdas? Si quieres buscar un culpable deberías sospechar primero del doctor Giz Connors —dijo señalando al asreniano mientras alzaba las cejas en dirección a la ángel negro.

El mencionado no tardó mucho más en hacerse con sus muestras de rigor y el grupo decidió ponerse en marcha y avanzar hacia una nueva área tras un largo trecho durante el que no volvieron a encontrarse con nada que quisiera convertirlos en su merienda. En esta empezaron a ver los primeros vestigios de vegetación a parte de los árboles y, con ella, los primeros herbívoros. El sueco no pudo evitar señalar dejando escapar una leve risa a aquellos dinosaurios-ornitorrinco, pues si el segundo animal terrestre ya era una mescolanza de cosas muy particular, aquellos ejemplares de la fauna Dryfense se llevaban la palma.

El draco, además, había pasado de desplazarse volando a caminar junto a los demás y por eso pudo sentir el temblor además de oírlo.
—No sé qué lo habrá provocado pero será mejor prevenir que curar… —dijo mientras volvía a conjurar un campo de fuerza por enésima vez. El temblor había sido bastante leve, pero aquel planeta no dejaba de sorprenderles. A continuación aguzó el oído por si había algún otro tiranosaurio rex tuneado acechando en las cercanías.

Aquella manada de herbívoros llamó la atención de Giz. El hecho de que dos de ellos hubieran fijado su atención en el grupo cuchitrilero no le hizo mucha gracia. Trabajaba con suficientes animales como para intuír que no era nada bueno ese detalle. Percibió la mirada de Gael y fue a responder cuando aquel repentino terremoto le obligó a callar.

El asreniano no necesitó ni levantar protecciones, el temblor pasó rápido y solo resultó ser un susto para ellos. Aprovechó entonces para responder.

—Debería acercarme, pero con intangibilidad no debe de ser tan complicado—lanzó el hechizo sobre sí mismo y, por si las moscas, lo acompañó de un sortilegio de defensa—. ¿Voy yo solo o...—Giz no creyó necesitar acompañar la frase y el resto tampoco, para entenderla. Mientras él avanzaba por tierra, ellos decidieron acercarse desde el aire.

Para que no se violentaran, Giz se movió bajo tierra y surgió varios metros por delante, junto a uno de los lagartos vigilantes, para paralizarlo. Decidió esperar a ver cómo reaccionaba el resto de la manada antes de quitarse la intangibilidad para recoger muestras.

Noel siguió a Giz desde el aire mientras se acercaba al herbívoro, atento a los alrededores por si volvían a ser atacados por alguna criatura hostil. Las extrañas criaturas emprendieron una retirada en estampida sin ningún percance para el grupo, por lo que el draco aterrizó cerca del animal paralizado mientras el asreniano comenzaba a recoger sus muestras de rigor.

Un nuevo temblor, mucho más fuerte que el anterior, casi le hace perder el equilibrio. Abrió las alas de par en par para mantener más fácilmente la verticalidad. No obstante, la potencia no había sido lo único diferente en esta ocasión y al terremoto lo había acompañado un sonido que el oído del sueco distinguió como un violento desplazamiento de un fluido bajo el suelo.

El draco conjuró rápidamente niebla mágica y, aunque no podía llegar a tanta profundidad como hubiera querido, en las capas superiores del subsuelo pudo distinguir varios túneles en forma de tubo y una gran cantidad de grietas que se repartían a lo largo de toda la zona circundante que examinó. Si ya se había alarmado con el sonido, ahora había poco espacio para la duda.
—Volveos intangibles ahora mismo y alejémonos lo más rápido posible de aquí —dijo en un tono que evidenciaba que estaba hablando completamente en serio—. Creo que nos encontramos sobre suelo volcánico.

Giz había deshecho la intangibilidad para servirse, una vez hubieron huído el resto de la manada. Se acercó al animal y tras un hechizo de corte para recoger un pedacillo de carne del animal, el suelo volvió a temblar. El goliat tuvo que cerrar los ojos para no marearse. Una vez cesó el terremoto, la voz de Noel no tardó en alzarse.

—Oh... ¡Venga ya!—exclamó molesto con la ineptitud de aquellos seres para elegir su hábitat. Tras una patada al animal paralizado, Giz se hizo intangible y se aplicó el hechizo de vuelo a regañadientes.