Dryfus

Antes de cruzar el portal habían sido prevenidos de la altura a la que se encontraba y Giz se había aplicado un hechizo de vuelo. Su cara de asombro al pasar no se la quitaría nadie. Le pasaba siempre que visitaba nuevos mundos vínculados. La diferencia entre su tierra natal y estos, e incluso entre estos y la propia Rocavarancolia era demasiado considerable. Sin embargo, no se quedaba solo en eso. Tras un examen rápido del entorno supo que se divertirían cazando en aquel sitio: árboles de tamaños desmesurados y una vegetación exageradamente frondosa avalaban sus ideas. Y lo gracioso de todo aquello era que habían aparecido sobre una rama enorme, en mitad de las alturas. Costaba ver el suelo desde aquel lugar.

Para este viaje, Giz se había traido uno de sus experimentos recién probados. Instintivamente, abrió la gola y una escolopendra batería trepó hasta ella y aparcó en su nuca. La habia traído para no tener problemas de escasez mágica y para afianzar la doma. En cuanto paró, el insecto se volvió invisible.

—Protecciones lo primero—comentó Giz a nadie en concreto antes de alzar defensas físicas y mágicas y anclarlas a sí mismo. Si los experimentos genemágicos eran variados, los peligros podrían ser mágicos y sería un problema no ir prevenido. También tenía calor, pero eso podía aguantarlo—. Creo que voy a empezar por estas pedazo de hojas—Llevaba la curiosidad adherida a cada palabra. Si aquello eran solo las plantas, se moría por saber qué tipo de fauna vivía en un sitio así.

La hoja era tan grande que Giz cabía dentro de ella. Se acercó en pleno vuelo y fue cortando pequeños cachitos haciendo uso de una cimitarra. <<Menos mal que me he traído las bolsas sin fondo>>. Realmente era un alivio en un sitio así.

Visitar un nuevo mundo vinculado siempre era interesante, pero en aquel lugar hacía excesivo calor como para fijarse en ninguna otra cosa. Se habían asegurado de que era invierno antes de visitarlo, cosa que el sueco había aprobado desde el primer momento, pero aun así no era suficiente.
—¿Qué entienden en este planeta por “invierno”? —se quejó inmediatamente tras aletear a pocos metros del portal y sentir como la diferencia de temperatura con Rocavarancolia se le echaba encima como si fuese sólida—. Debería estar prohibido pasar de los diez grados en esta época del año —bromeó refunfuñando para después empezar a conjurar un hechizo térmico que anclaría a sus ropas.

Tras sentirse más cómodo con una temperatura que no le hiciese desear el desencadenamiento de una era glacial sin previo aviso, procedió a observar los alrededores. Era imposible no impresionarse con aquel paisaje, aunque seguramente el efecto hubiera sido mayor si no estuviera ya acostumbrado al gigantismo -aunque en aquel lugar era todavía más exagerado- que compartía la flora y fauna de Dryfus con el Macetero. Aunque lo segundo de momento solo lo podían saber por la teoría, ya que a aquellas alturas lo único que estaba a la vista eran las enormes hojas que prácticamente imposibilitaban ver nada más y el único animal de proporciones desmesuradas al que observar era la escolopendra que acompañaba a Giz.

Se colocó sus propias defensas y a continuación decidió que descendería entre las hojas para examinar los alrededores. Tras avisar escuetamente de ello, Noel se perdió entre las ramas de los árboles a cierta velocidad para impedir que sus alas se enganchasen entre ellas. Aún así el draco fue dejando un rastro de plumas que se clavaron sin piedad en aquellas enormes hojas.

A él el calor no le supuso demasiado al traspasar el portal, aparte de por lo evidente, porque vestía su primera versión de quimera alada. Sí se paró a comprobar la temperatura en su propia piel, más tarde, cuando pudo quitarse de encima el aturdimiento que supuso el primer contacto visual con aquel “bosque”, aquellos troncos y ramas que hacían parecer que los habían encogido a ellos. Por lo hablar del suelo a semejante distancia. Sintió solo un poco de vértigo hasta acostumbrarse, a lo que ayudaron la firmeza y anchura de las ramas.
—¡Ni lo noto! —comentó sobre el calor, con una sonrisa de oreja a oreja. Lo cierto es que algo sí se notaba, respirar era más asfixiante que de costumbre, por mucho que su piel no padeciese aquella temperatura.

Por mucho que las novedades y su curiosidad lo tuviesen distraído, sabía que aquel mundo no era precisamente un jardín, e imitó a sus compañeros en cuanto a defensas y precaución. Lo primero que hizo fue seguir a Giz para observar la hoja de cerca, aleteando casi con miedo de precipitarse al suelo. Estaba tentado de usar magia en vez de las alas de aquel cadáver viejo para volar.
—¿No es increíble? —decía mientras seguía la nervadura de la hoja con ambas manos, más hablando para sí mismo que para nadie en particular. Pero como Giz era quien tenía más cerca, le tocaron a él las preguntas sobre qué hacer a continuación—. ¿Deberíamos subir, quedarnos a esta altura? ¿Es probable que haya más fauna cerca de las ciudades clinger?
Gael saltó a otra hoja con un aleteo rápido y se agarró al borde. Esta se meció suavemente cuando se posó en ella y saltó a otra. «Tiene que ser un juego de plataformas en la vida real, en serio». Le faltó poco para echarse a reír. Se sentía diminuto. Pero por el momento aquel lugar se le antojaba más como un parque de atracciones, solo que un pelín mortífero.

Giz sufrió una buena encogida al escuchar aquel restallido. Dejó lo de cortar hojas para otro momento más tranquilo y pasó la mirada rapidamente en unas y otras direcciones. Localizó a todos sus compañeros, pero no vio nada. <<Interesante>>. Por precaución, hiló un hechizo de niebla mágica modificado para realizar lecturas térmicas. Había tenido que buscar en un buen puñado de libros para dar con esta variante del conjuro, cuya principal razón de ser era la posibilidad de enfrentarse a Nasher al torneo. Sin embargo, esta era otra gran oportunidad para darle uso.

Hizo un segundo repaso de la zona con aquella imagen caótica de tonalidades azules y rojas y dio con un animal enorme. <<Aquí estás>>. Bajo el poncho, sus manos tejieron un hechizo de inmovilización reforzado con aquel enorme lagarto como objetivo. En cuanto se aseguró de que había funcionado, se acercó al animal inmovil con la intención de llenar frascos con muestras de escamas, piel y sangre.

—Mirad lo que hay aquí, chicos—llamó al resto del grupo. El camaleón, tras saberse atrapado, había dejado la invisibilidad a un lado para reproducir patrones de distintos colores chillones por toda su piel. <<Le hará la competencia a Nash>>. Pensó mientras trabajaba en las muestras. Por el bien de su salud visual, evitaba centrar demasiado la atención en la piel del bicho.

Noel permaneció unos segundos escrutando atentamente la dirección de la que había venido aquel restallido atronador. Frunció el ceño mientras se acercaba con cautela al no ver ningún ser vivo ni nada que hubiera podido producir el sonido, pero para cuando comenzó con las conjeturas Giz ya bajaba con la respuesta.

En cuanto el asreniano lanzó el hechizo de inmovilización al gigantesco camaleón, Noel se desplazó hacia allí para verlo más de cerca mientras soltaba un silbido de admiración.
—Si tuviera alas creo que me sentaría a esperar a que quedase solo su esqueleto y soltase su alma. Aunque sería una lástima asesinar a la evolución de Nasher —comentó con una sonrisa jocosa examinando su espalda. De pronto los ojos del draco se abrieron por la sorpresa al darse cuenta de que lo que estaba contemplando no eran escamas. Siguió el recorrido del lomo hacia la base y constató lo que le había parecido en un principio: aquel reptil disponía de unas alas membranosas—. Pues al final creo que voy a tener que sentarme a esperar de verdad —les señaló al resto.

El ruido lo alertó también a él, dejándolo confuso por su posible procedencia. No conocía la variante del hechizo de niebla mágica que estaba usando Giz, así que se limitó a acercarse a él de nuevo sin hacer ruido, porque no era un buen momento para que el grupo estuviera separado. Lo que el goliat encontró era algo bastante particular, y Gael saltó de la hoja emprendiendo un vuelo picado y pasando a planear antes de posarse al lado de la criatura inmovilizada –de las hojas y otros estorbos menores que lo pudiera frenar se encargaron las defensas–.
—Es un bicharraco increíble, ¿cómo hizo ese ruido? —a pesar de la admiración era mareante mirarlo, y enseguida se centró en los alrededores mientras Giz seguía sacando muestras. Podía haber más animales entre la maleza. Solo se volvió cuando empezó a emitir un sonido que fue acallado por Giz. Miró interrogante a los cuchitrileros, pero eso fue todo. Ya se había alejado varios pasos del reptil, y quizá por eso se libró de lo que escuchó a su espalda, cuando se repitió el mismo sonido de cuando empezó todo. Se giró confuso, a tiempo de ver a los nuevos ejemplares siseando y echando a volar «¿cómo han podido llegar tan rápido? ¿cómo demonios pueden volar así?». Lo peor no era que pudiesen volar, sino que no había forma de verlos, salvo quizá por aquel hechizo que había usado Giz. Sin saber qué otra cosa podía hacer volvió a acercarse a sus amigos de cuatro zancadas, levantando rápidamente un campo de fuerza reforzado alrededor de todos ellos, incluyendo el ancho de la rama para que los reptiles no pudieran siquiera posarse cerca de ellos. Al menos eso les daría tiempo para organizarse.

Giz había pecado de despreocupado. En cuanto había inmovilizado al animal, había deshecho el hechizo de niebla mágica para dedicarse a fondo con las muestras. Debido a esto, cuando recibió el golpe y sufrió el retroceso, el goliat volvía a estar ciego ante sus atacantes. <<Tendría que haberlo paralizado para evitar esto>> se dijo. Por suerte, enseguida vio a Gael acercarse y percibió su campo de fuerza. Giz volvió a conjurar la niebla entonces y se dispuso a disparar tantos lanzazos mágicos como atacantes hubiera, de tener tiempo. El primero lo dirigiría contra el más cercano a la ángel negro.

—Cuidado, Adara—avisó antes de disparar. Tras aquel disparo, trató de señalar al resto del grupo dónde se encontraba el resto de reptiles.