Primer sueño de Karime

Karime se vió en ventaja desde el principio. Parecía como si, realmente, todo hubiera sido una obra de teatro y no un duelo como ella había pensado, pero la chica seguía estando inerte en el suelo. Cuando su espada atravesó a su oponente, Karime no puedo más que sentirse extraña. Por una parte, se sentía satisfecha por haber ejecutado al asesino, pero por otra parte se sentía mal consigo misma. “No era más que un niño. No tenía ni idea de pelear.” Con ese pensamiento rondándole la cabeza tiró la espada al suelo y bajó del escenario. Era consciente de que ni siquiera había sido ella la que había dado el golpe de gracia y no podía saber exactamente qué había pasado, quién la había empujado, quién se había reído o quién aplaudía, pero casi se sentía cansada por todos los pensamientos que borbotaban en su mente como para también pensar en todas esas cosas.

La libense se tiró de nuevo en el diván pensando en lo que acababa de hacer, sin darse cuenta que su codo se había clavado en el botón de la cruz.

Karime no se dio cuenta de que había pulsado el botón hasta que los murmullos cambiaron y la figura antes muerta de la asesinada comenzó a moverse mientras no dejaba de reír. AL descubrir la cara del que acababa de morir a manos de Karime, un gemido de horror escapó de su boca. Todo pareció encajar: las negativas y las palabras repetidas del chico debían ser un intento de que la libense comprendiera que se trataba de un error, que él era su hermano. “Debió hablar en libense y yo por culpa de la fuente lo he olvidado. Por culpa de la fuente he matado a mi hermano.” Pensó horrorizada, intentando autoconvencerse de que no era culpable del asesinato, aunque en el fondo estaba bien claro. Acababa de matar a su ser más querido de todos los mundos existentes y por existir a sangre fría.

- Ilol… - murmuró tapándose la boca con una mano en un intento de reprimir un sollozo, que salió igualmente junto a algunas lágrimas, fruto de la mezcla de sentimientos que en ese momento sufría sin remedio: horror, pena, sufrimiento, incredulidad y muchos otros que se amontonaban en su corazón oprimiéndolo.

Pero la incredulidad de Karime creció cuando la figura femenina descubrió su cara: también era su hermano. La libense no podía disimular su confusión, más aun cuando ambos se levantaron como vueltos a la vida y avanzaron a saludar. Karime solo pudo abalanzarse hacia el borde del escenario donde sollozó pidiendo perdón a sus hermanos.

- Yo… Ilol, no sabía… perdóname… Ilol… - era la único que se le entendía a la libense entre balbuceos, aunque tampoco sería capaz de decir mucho más, la verdad es que no entendía nada de lo que estaba pasando.

Cuando la libense se percató de los hilos que manejaban a las dos versiones de su hermano, una rabia tremenda la recorrió. ¿Quién podía tener tan poco corazón como para jugar con los cadáveres de dos niños? “Quizás la misma persona que tiene tan poco corazón como para matar a su hermano.” Pensó de pasada la libense, y sacudió la cabeza rápidamente. Prefería concentrarse en enfadarse con quien manejaba los hilos de su hermano y no pensar en que había sido ella quien lo había matado, o se volvería loca.

Karime quiso subir al escenario para buscar a la persona que le estaba haciendo eso al cadáver de su hermano, pero fue demasiado tarde: su hermano y su versión andrógina ya adornaban el suelo con sus cuatro pedazos cada uno. Karime no tuvo fuerzas más que para derrumbarse entre los dos cadáveres y llorar.

- Yo… yo no quería… Ilol… yo no quería que esto pasara… íbamos a estar siempre juntos… íbamos a conseguir que entraras al ejercito… serías el primer hombre de la familia en entrar… mamá y la abuela estarían orgullosas… y yo moriría de felicidad por tenerte ahí… Ilol… levantarte y dime que es una broma… Ilol… - Karime no podía dejar de llorar y balbucear algunas palabras incomprensibles. No podría creerse que su querido hermano terminara así. Lo único bueno de que la Reina lo comprara sería que estaría siempre protegido. “Y ahora está muerto.” Se dijo la libense con rabia, para luego levantarse de un salto y comenzar a rugir al cielo, donde veía los hilos que manejaban a los titeres-cadaveres desaparecer en la oscuridad.- ¡Baja aquí! ¡Baja! ¡Enfréntate a mí! ¡Muy valiente para manejar a un par de cadáveres de niños, pero no lo suficiente para enfrentarte a un soldado!- Karime localizó las espadas de los niños y cogió una en cada mano adoptando una pose ofensiva aún con lágrimas en los ojos.- ¡Baja!

El espectáculo que protagonizó a continuación los trozos de las dos versiones de su hermano no pudo sino repugnarle hasta tal punto que en más de una ocasión estuvo a punto de vomitar. La líbense se apartaba de la masa de carne al ver como sus extremidades se acercaban a ella con mortecina vida intentando atacarla. Al ver que la masa de carne ascendía abruptamente, la líbense se protegió la cabeza con las dos espadas que llevaba en las manos, pero no pudo evitar que el chorro de sangre le diera en la cara. Con una arcada se quitó la sangre de la cara y sus ojos se abrieron como platos. Ya no se encontraba en el teatro, sino en el anfiteatro en el que había estado con Timmy, RR y Wintel el día de las hienas. Al recordar a gran bestia a la que había cabalgado, la líbense enseguida se puso en guardia y al instante se arrepintió. Dos majestuosas diosas la rodeaban. “Así es realmente una diosa. Debe ser la forma de diosa y la chica que vive en el torreón debe ser la apariencia que toma imitando la nuestra.” Dedujo para sí la líbense, a la vez que tiraba las armas al suelo e intentaba limpiarse la ropa y el cuerpo y adecentarse un poco. Sabía de sobra que la actitud de las panteras-Marinas era del todo amenazante, pero Karime había llegado a la conclusión que eso se debía porque su pecado había sido tal que las diosas felinas habían decidido que su castigo sería la muerte, aunque ser devorada por panteras le parecía más un regalo después de lo que había hecho.

- No suplicaré perdón, oh grandes diosas, solo pediré para mi hermano paz, descanso y todo lo que no pudo tener en vida y yo le arrebaté.- dijo arrodillándose ante las hermosas bestias, exponiéndose a su destino.- Y, aunque no lo merezco, ofrezco mi vida a cambio de la de mi hermano.