Torreón Maciel (Archivo IV)

Recuerdo del primer mensaje :

El paseo terminó frente a un edificio de piedra azulada. En el pasado debía de haber tenido cuatro plantas, pero ahora, el edificio estaba coronado por el esqueleto de algún animal marino. El idrino se quedo mirando la estructura, bastante asombrado. Su mirada se posó en una de las cadenas rotas del puente levadizo, y supuso que si hacían de aquel lugar su refugio, habría que arreglarla de alguna manera. El norteño comprobó la estabilidad del puente, y lo atravesó a paso rápido, llegando hasta las puertas, que para su sorpresa, estaban entreabiertas.

Saren entró en el edificio el primero, y mientras recorría el corredor que daba a la planta baja observando las pintadas de los muros en silencio, sus compañeros entraron detrás de él, cerrando las puertas cuando el último miembro del grupo estuvo dentro. El idrino se encontró en una gran estancia que, debido al aire enrarecido y por la capa de polvo intacta, debía de llevar abandonada varias semanas. Una mesa grande, unas cuantas sillas, y varios sillones bastante raídos, eran el principal mobiliario de aquella planta. A un lado de la estancia había una cocina, con una pequeña encimera, un horno de leña, y varios fogones de hierro, ademas de unos armarios de madera, que supuso llenos de algunos cacharros y bastantes telarañas.

Saren dejo la cesta que llevaba en la encimera, y se encaminó a las escaleras, dispuesto a ver que había arriba. No tardó en recorrer las dos plantas superiores, bajando para informar que en la segunda había una especie de estudio con estanterías vacías y un cuarto con barreños de latón para asearse; y que en la tercera había varios cuartos comunales con unas cuantas camas de aspecto cochambroso. No había subido al piso ocupado por el gran esqueleto, pero informo de que había oído algún que otro aleteo a través del techo de la tercera planta. Había baúles y armarios en as habitaciones, pero no había mirado dentro. Un patio de suelo empedrado, en cuyo centro se alzaba la estatua de un pájaro negro con un gran reloj bastante raro a sus pies, completaba el edificio. En él, había un pozo y al fondo, varios retretes.

-Bueno, yo tengo bastante hambre, así que si adecentáis un poco esa mesa -dijo señalándola, tras informar de sus descubrimientos-, yo me pondré con la cena.

El norteño se acercó a la cocina y busco algo para encender la cocina. Encontró una pila bastante escueta, pero suficiente por el momento, de leños polvorientos, que cogió y colocó en el hueco de piedra bajo los fogones. El norteño sacó un poco de yesca, con la que prendió la madera, paradespués cerrar la pequeña puerta de hierro que protegía el fuego. Mientras la cocina se calentaba, Saren procedió a buscar varios cacharros adecuados para cocinar, y unos cuantos platos y cubiertos que dejo a mano para aquel que pusiera la mesa. Les quitó el polvo, y salió al patio a por un poco de agua.

Saren se quitó los mitones y los guardó en uno de los bolsillos del abrigo, que colgó de un gancho en la pared, para cocinar mas cómodo. Se lavó las manos con un poco del agua que había traído y se arremangó la camisola oscura. Sacó algo de carne cruda y unas verduras de las cestas, y lo limpió todo con el agua del pozo que le quedaba, mientras ponía a calentar un par de cacerolas con un poco de la propia grasilla de la carne, esperando que se derritiera. Cuando tuvo los ingredientes listos, preparó un salteado con las verduras, mientras la carne se tostaba en dados con unas pocas hojas rojizas que había encontrado en la cesta. Apartó las cacerolas del fuego, antes de que la verdura se pasara y la carne se hiciera por el centro, y preparo esta última en una bandeja, para meter el recipiente en la pequeña cavidad al lado del fuego que hacia las veces de horno.

Unos minutos después saco la carne del horno y la puso junto con las verduras en una gran fuente, mientras un sabroso olor se extendía por el edificio. El exterior de la carne estaba algo mas churruscante por el asado. En bastante poco tiempo, Saren, haciendo gala de su talento para la cocina, había preparado un plato delicioso con un aroma casero, que algunos de sus compañeros desconocían, y que venía perfecto para reponer fuerzas. Unas piezas de fruta completaban el menú.

-La cena esta lista-anunció con una sonrisa, siempre le había gustado comer bien.

Al llegar a Maciel, un rápido interrogatorio a un YR que daba buena cuenta del resto de dulces con la voracidad que sólo una vida de hambre podía proporcionar informó a Shizel de que dos letarguinos acababan de irse y Alder con ellos. Se preguntó si volverían a ver a la sinhadre por allí.

Vio a DL haciendo guardia en la puerta de las mazmorras. Le dio las gracias y se dispuso a relevarle.
Cerró la puerta y bajó con precaución las escaleras y cargando con el libro solamente. No quería tener las manos ocupadas bajando con el baúl hasta que no hubiese comprobado el estado del psicótico particular de Maciel.

-Ya deberías poder hablar- le llamó aún mientras descendía los escalones al piso de abajo. Fue preparando un hechizo de iluminación para anclarlo en una de las antorchas de abajo con el objetivo de alumbrarle mientras leía-. ¿Cómo te encuentras?- preguntó a modo de prueba. No esperaba que RR realmente le contestase, pero si su respuesta no incluía genocidios ni asesinatos con hachas sería una buena señal.

Un rato después apareció Shizel que ya había vuelto de su salida y que pensaba relevarle.

-No creo que te de mucho quehacer, esta siendo muy bueno -añadió DL algo entretenido, aunque dudaba que el efecto de la magia del idrino fuese a dura mucho mas. Tras ese comentario salio estirándose perezosamente para salir al patio por un cubo de agua para despejarse un poco, aunque tras el encuentro con Karime estaba mas que despejado y relajado. Y relajarse por completo en esa ciudad no era muy conveniente. Tras eso fue a la cocina por un par de frutas hambriento, echando un vistazo a la comida que tenían. No podían vivir solo de dulces, así que pensativamente se dirigió al patio. En principio le daba igual quien fuera, pero tras encontrar a Branniel, decidió comentárselo a el.

-Branniel, ¿me acompañas por las cestas de comida? - pregunto observandolo mientras se acomodaba las armas, nunca se sabia si encontrarían algo. Y en la ultima salida por las cestas se encontraron un tipo raro peleando contra un bicho ácido y dos nuevos cosechados, ya se esperaba de todo. Al recordar a aquella bestia le hizo plantearse algo, tal vez no era importante y solo se movía por su curiosidad, pero ya que las cestas quedaban de camino no perderían mucho tiempo en ir a ver-Ya que os vais a quedar tendremos que traer comida para todos, ademas hay algo que quiero ver...- no tenia pensado ir solo y si el se negaba, no tendría problemas en preguntarle a alguien mas. No lo conocía mucho y no le daba buena impresión, pero lo atribuía mayormente a sus discusiones con Wintel y porque eran cada vez mas.

Llegué al Torreón tras Shizel, colocando el libro en la mesa y hojeándolo. Los grabados y dibujos eran maravillosos, y mostraban una ciudad de bullicio, hermosa a la par que caótica, oscura y luminosa. La ciudad que se veía en los libros, los monumentos y obras que mostraba y explicaba, eran muy distintos a lo que se podía ver ahora mismo. En la última página se podía ver un dibujo idílico que representaba una hermosa plaza durante la noche de la Luna Roja, con montones de criaturas (hermosas, grotescas, maravillosas, terribles) bailando al son del astro.

Decidiendo que lo obervaría detenidamente más tarde, subí hasta la habitación y dejé cuidadosamente el libro encima de la cama. Ahora debía encontrar a Ka, que probablemente estaría en el patio. Lo difícil era pedirle que me entrenase sin que me mirase de forma asesina, teniendo en cuenta lo poco que le gustaba por el caso que me hacía su diosa, cosa que se había agravado de por sí al reírme el día anterior de RR. No obstante, cuando entraba al patio llegó detrás de mí DL, preguntándome si quería ir con él a recoger las cestas de comida. Por un momento, miré hacia donde los demás estaban entrenando. Pero, realmente, teniendo en cuenta que ya había empezado hacía un rato, no podía meterme yo ahora, lo mejor sería pedírselo después a Ka y empezar el día siguiente.

—Claro, no tengo nada que hacer —me pregunté qué era lo otro que quería hacer DL por el camino, aunque preferí no preguntarle. En cualquier caso, pronto me enteraría—.

Tras que el nublino aceptase miro al resto de los que seguían entrenando, suponía que ellos dos se bastarían con las cestas pero nunca estaba de mas comunicar donde iban.

-Vamos a ir por las cestas, no tardaremos- anuncio a los demás desperdigados por el patio antes de girar para salir del torreón y dirigirse a los callejones junto con Branniel. Si alguien se quería apuntar de ultimo momento ya era desicion propia. No creía que fuesen a tardar mucho en volver de todos modos. De paso tal vez podría preguntarle a Branniel sobre un par de cosas que había mencionado cuando llego al torreón.

Sigue en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

Me sorprendió algo que no fuese a venir nadie, más todavía después de lo que vi hacer el día anterior a Shizel con unas tripas que no daban la sensación de venir de un animal indefenso. No obstante, se supone que estaríamos poco tiempo. Por un momento me pregunté si habría otros cosechados solos, viviendo independientemente de los torreones. No parecía ser el caso, puesto que en las mazmorras sólo vivíamos Marina y yo. Por otra parte, teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad, tampoco sería tan extraño...

«En fin», pensé, «es absurdo teorizar sobre eso, mejor ir sobreviviendo al día hasta que salga la Luna».

Sigue en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

Karime se pasó el rato entrenando con Alder, bromearon sobre todo y se contaron la una a la otra anécdotas de su vida fuera de la ciudad. Ambas tenían un humor muy parecido y, en vez de intercambiar historias, parecía que lo que intercambiaban eran bromas y formas de fastidiar a sus semejantes.

Cuando aparecieron Tap, Pablo y Wintel, Karime se dio cuenta de que apenas había hecho caso en esa mañana a otra persona que no fuera ella y la gente que se iba encontrando. Sabía que, de momento, en el torreón estaba segura, pero quizás era momento de empezar a controlar las idas y venidas de sus compañeros con el fin de evitar intrusiones.

Cuando Alder anunció que volvía al otro torreón, Karime le hizo prometer que volvería y que se verían más a menudo. Esos días con la sinhadre habían sido realmente divertidos. No es que Ariv no fuera una buena compañía femenina, pero no tenía la chispa que caracterizaba a Alder y que Karime tanto agradecía cerca de ella. “Vivimos en la misma ciudad. Malo sería…” se dijo mientras se despedía del grupo de letarguinos.

De nuevo en el patio, Karime se dispuso a entrenar en soledad ante la ausencia de sus compañeros, cuando una voz le hizo inmovilizarse: era la diosa o, como comúnmente parecía llamarse, Marina. A Karime le producía una extraña sensación estar a su lado: por una parte, se veía obligada a servirla y obedecerla por su apariencia de diosa; pero, por otra parte, su actitud no concordaba con la de una diosa libense y eso la hacía sentir desconcierto. Sacudiendo la cabeza para dejar sus pensamientos a un lado, hizo una leve reverencia y puso una expresión solemne, tal y como le habían enseñado que debía dirigirse a la reina. “Es la más adecuada.”

- Su divinidad.- la saludó.- Quedan algunos dulces si lo que deseáis es comerlos.- informó.- Si me permitís, iré en su busca.

Despidiéndose con otra reverencia, la libense se apresuró a la cocina donde aún quedaban algunos dulces guardados, mientras gruñía por lo bajo. Aunque la presencia de la diosa debería ser motivo de gozo, Karime sentía una extraña sensación de desagrado, posiblemente causada por su confusión y por la obligación de mantenerse seria cuando se encontraba de esplendido humor. Con los dulces entre sus manos, salió de nuevo al encuentro de la diosa y se los ofreció ceremoniosamente. Tras su degustación, la varmana le pidió a la libense que le enseñara a usar el arco, cosa que extrañó mucho a la ultima ya que, a su parecer, una diosa libense debería ser diestra en cualquier disciplina aplicable a la batalla.

Karime pasó toda la tarde enseñando a una no muy diestra Marina a posicionar el arco de forma optima para que el tiro pueda, al menos, salir disparado del arco con algo de fuerza. “Es desesperante.” Se decía a cada fallo de la varmana. La verdad, es que posiblemente Marina no lo hiciera tan mal teniendo en cuenta que era su primera vez; pero, ante la concepción de la morena, ella tenía que saber, al menos, como sostener correctamente un arco por ciencia infusa.

Al caer la noche, Karime, haciendo acopio de sus últimas fuerzas y paciencia, le dijo a la varmana de la forma más educada que pudo que por ese día habían terminado. Esa noche, la libense apenas cenó y subió corriendo a la habitación a dormir. Su buen humor de la mañana se había perdido en aquella tarde.

A la vuelta de recoger las cestas, dejo las que cargaba en cocina cogiendo un par de frutas para subir a su cuarto, sentándose en el suelo apoyado en su cama, sacando el pequeño hueso que había traído, no sabia si funcionaria, y era una idiotez enorme realmente.Pero ese hueso era de un bicho que soportaba el ácido... debía valer con suerte podría darle doble uso. Con eso en mente saco su daga mas afilada para comenzar con bastante esfuerzo a afilar el dichoso hueso, guardando los otros que había cogido en su bolsa bajo la cama ya les daría uso. Realmente sus dotes manuales era completamente nulas...por eso tuvo que tener cuidado par ano quedarse sin dedos mientras afilaba el pequeño hueso dándole la forma que deseaba lo cual le llevo horas y algunos cortes en las manos. Definitivamente un hueso duro de roer.

-Demonios...- murmuro ya un buen rato después habiendo conseguido finalmente parte de la forma del dichoso hueso. Definitiva era manco en la artesanía, pero se negaba en pedirle a RR algo tan estúpido, primero porque no era un crió y debía aprender a hacerse las cosas por su cuenta por mas que le costasen y segundo porque RR en esos momentos no estaba precisamente con toda su cordura. Se dio un descanso tomándose una d las frutas que había cogido, últimamente la carne, a no ser que fuese cocinada por Saren le producía cierto asco. Seguramente cuando se le pasara lo del bicho del barrio volvería su apetito a la normalidad. Tras ese descaso siguió con lo que hacia, intentando agujerean sin romper el hueso por la parte mas ancha. con mucho cuidado. Realmente no supo cuanto tiempo estuvo con el dichoso hueso, unido a su torpeza natural y a que era la primera vez que hacia algo así, pero finalmente lo consiguió, aunque casi se dejo los ojos en ellos, pues había oscurecido sin darse cuenta y la luz dela antorcha que alumbraba la habitación, titilando de esa forma lo mareaba. Finalmente suspiro, tenia los ojos cansados y las manos echas un asco llenas de cortes.

Habiendo terminado su labor, ya al día siguiente vería si le daba uso, lo guardo bajo la cama junto a los costillares que había recogido, bajando sin percatarse mucho de nadie para coger cubos de agua y llenar la bañera tras calentarlos en la cocina. Dándose un baño rápido y recordándose a si mismo al verse los leves cortes en las manos que no eran profundos que debía aprender hechizos de curación lo antes posible para casos así o mas peligrosos. Termino su baño, se seco, vistió y se fue acostar sin cenar, las frutas que se había comido le eran mas que suficiente. Aun así, no se durmió de inmediato. Estuvo un rato leyendo las notas de hechizos que tenia, buscando los de curación y leyendo uno de ellos intentando aprendérselo aunque sin realizarlo, hasta que finalmente se quedo dormido.

La salida había tenido sus frutos pero no había sido tan discreta como hubiera deseado, ahora sabia de la existencia de otro torreón donde huir cuando fuese necesario, todo sería perfecto si la puerta de aquel torreón estuviera cerrada a cal y canto.


La estancia en Maciel con mis dos camaradas no fue muy productiva en ideas, Pablo parecía ensimismado y el pequeñajo tan duro de mollera como siempre pero no había perdido la fe en él, sabia que algún día entraría en razón.


Cuando mis dos camaradas se fueron del torreón me despedí de ellos y les recordé muy discretamente que teníamos que volver a intentar abrir aquel torreón, que tendrían noticias mías pronto.


Birlé un poco de comida para mí y algo más para Gusano, cogí mas comida de lo que era normal. Subí con las estirges, Gusano estaba realmente hambriento y algunas estirges también se abalanzaron sobre mí para arrebatarme comida, causándome algunos arañazos, parecían inquietas.


Después de un rato con ellas baje y me metí en mi madriguera dispuesto a dormir, estaba cansado aquel día había sido largo…

Al llegar a maciel, DL y yo dejamos las cestas en la cocina. Me pregunté lejanamente qué querría hacer el foner con el hueso, pero alejé el pensamiento de mi mente. Tras comerme un trozo de queso, subí a mi habitación y volví a ver el libro.

Prácticamente todas las páginas tenían una imagen de un monumento, edificio o plaza contruída por el rey Jeremías, junto con anécdotas y datos de su contrucción. Había datos extraños, como "Con el fin de borrón el monumento, el rey Jeremías prometió un pueblo borrón al arquitecto borrónasgo", que no lo entendía muy bien. ¿Por qué le había prometido el rey el gobierno de un pueblo a un asgo (fuera lo que fuera éso)? ¿Y dónde estaba ese pueblo? ¿Más allá de las montañas? ¿En otro mundo? ¿Y qué podía buscar un "asgo" en gobernar un pueblo de otro mundo?

No obstante, la hermosura de los grabados hacía que me olvidara de mis dudas sobre los extraños y fragmentados datos que se daban. Verdaderamente, las historias de Nubla no hacían justicia a aquellos dibujos: la ciudad que se mostraba era muy distinta a la que veía ahora, era una ciudad de delirio, de maravillas.

Pronto me di cuenta de que se estaba haciendo de noche. El libro me había enganchado, pero mis grandes dudas seguían existiendo: ¿qué había provocado la decadencia de Rocavarancolia? ¿Tenía relación con el corte en las relaciones entre mi mundo y éste? ¿Por qué algunos eran capaces de hacer magia y otros no? Y había otra, que dudase que nadie pudiese contestar: ¿en qué nos transformaríamos?

Tras bajar a comer un par de frutas, volví a subir y me acosté, con una decisión tomada.

Cuando me transformarse, haría lo posible por transformar la Rocavarancolia decadente en la Rocavarancolia de Jeremías.

Después del paseo hasta la biblioteca y el regreso al torreón, el enfado del norteño había remitido bastante, pero no lo suficiente como para conversar con nadie. Había pasado el resto del día encerrado en su mundo, y aunque el aire fresco le había sentado bien, su humor aun tenía tintes sombríos. Mientras los demás hacían vida en el torreón, el idrino había estado afilando su hacha en el patio, con movimientos mecánicos y relajados, manteniendo la serenidad y tratando de no pensar en nada en particular. Su mente se había alejado en parte de su cuerpo y había entrado en un estado de serenidad que le había ayudado a terminar de borrar su enfado.

Aun seguía algo cansado y no tenía ganas de reír ni de bromear, así que había pasado por la cocina para recoger un poco de fruta y se había dirigido a su cama, donde se había metido después de desvestirse y dejar sus armas a mano. Saren no tardó en dormirse, y aquella noche su sueños fueron algo agitados.

RR no parecía haber mejorado, por lo que hubo que volver a paralizarlo ese día. Cuando cayó la noche Shizel se bajó una manta, y acabó llevándole otra al foner sin saber muy bien por qué. Quizá porque en la mazmorra hacía lo que a él le parecía un frío de mil demonios, y tuvo la paranoica impresión de que los ojos de RR le miraban acusadores.

Durante unos pocos días los macieleros siguieron turnándose para vigilarlo. Shizel solía encargarse de los turnos de noche, dado que le ofrecían una excusa inmejorable para quedarse despierto hasta la madrugada practicando magia. El idrino devoró con avidez el manual de combate que había "pedido prestado" a Aleksei. Usaba los muñecos de prácticas de la mazmorra como objetivos, reparándolos después como buenamente podía. Aunque seguía haciéndolo hasta avanzadas horas de la mañana, Shizel empezó a tener más prudencia con sus límites, ya que podía verse ante la circunstancia de tener que volver a hacer uso de los hechizos paralizantes y no quería estar con sus reservas a cero. El cambio fue teniendo lugar muy gradualmente, pero el proceso se aceleró en cuanto se dio cuenta de que rendía más de aquella manera.

Dado que la mazmorra estaba ahora visiblemente más concurrida que antes, Shizel le ofreció a Timmy ocupar su habitación mientras durase aquello, pero para su sorpresa el chico se negó. Así pues, cuando le apetecía salir a tomar el aire el idrino le dejaba a él la vigilancia, ya que el pelirrojo salía raramente de las mazmorras. Ya que el mono no podía durarle mucho más a RR, la última noche Shizel optó por dejarle el turno de noche completamente a Timmy.

Aquella mañana se levantó temprano a propósito. Tras remojarse la piel salió al patio, donde como siempre se encontró a Karime entrenando al filo del amanecer.
-K, tengo una propuesta que hacerte ahora que no estás entrenando a ninguno de tus niños- le dijo sin más rodeos. Estaba de un excepcional buen humor, y se le notaba.


[Señores macieleros, les resumo la situación: esta última noche en que Timmy le "vigila", RR se escapa. Se lleva consigo todas sus cosas, un poco de comida, un pico de combate y una pala. Las trampas de su habitación siguen activas, por lo que aún no se puede entrar. Álvar no va a poder postear, así que en cualquier momento del día podemos poner que Timmy nos avisa de su fuga (supongo que fingiendo que RR le ha amenazado), o comprobarlo por nosotros mismos.]

En los días próximos a su ansiado y merecido desfogue, se pudo ver como la libense, no solo se comportaba con su habitual excelente humor, sino que este era, incluso e increíblemente, superior. La libense se paseaba por el torreón más alegre que nunca, más bromista y más sarcástico e insinuante. No parecía que hubiera nada que pudiera minar su moral, excepto Marina. Cuando la varmana se acercaba a la libense, esta cambiaba completamente su comportamiento y se volvía seria y disciplinada, toda una soldado. Por otro lado, en su interior se libraba una dura batalla: la imagen de diosa que daba la niña peleaba con su carácter para nada equivalente, haciendo que Karime dudara constantemente de la identidad de la varmana, cosa que le frustraba.

Esa mañana, como todas desde que había llegado al torreón, siempre y cuando no se quedaba dormida o pasaba algún imprevisto, cosa que había pasado pocas veces, se encontraba entrenando en el patio. Hacía un tiempo que se replanteaba el fabricar ella misma sus flechas, con el fin de hacerlas más aerodinámicas y potentes, en eso pensaba cuando Shizel se le acercó anunciando una propuesta.

- ¿Es indebida, Perlita? ¿Me vas a pedir que te enseñe como le he alegrado la vida a DL?- preguntó levantando las cejas sugerentemente.- Porque ahora mismo estoy ocupada pero puedo hacerte un huequito para luego.- terminó diciendo mientras le guiñaba un ojo.

Shizel rió de buena gana ante las palabras de Karime.
-No iba por ahí, no- le aclaró, aunque añadió con picardía:-. Pero tomo nota.
La mención contribuyó a mejorar aún más su humor. A continuación le explicó a la libense en qué había estado trabajando aquellos días. La mayoría de los hechizos de aquel manual estaban orientados a duelos de magia, pero el idrino dudaba seriamente de que fuese a entablar uno con nadie (aunque la posibilidad le atraía, para qué negarlo). El único peligro tangible eran los monstruos, y eso incluía un componente físico.

-Por eso me gustaría que me ayudaras- finalizó su explicación-. Practicar a secas este tipo de hechizos no sirve de nada. Tengo que acostumbrarme a usarlos bajo la presión de que voy a recibir un palo, y para eso necesito un adversario. La idea es que tú me ataques de todas las formas que se te ocurran y yo intento defenderme a base de magia. Más adelante lo suyo sería intentarlo llevando la espada en la otra mano y tratar de apañármelas con ambas cosas, pero de momento eso es pedir mucho- se rascó la nuca un poco incómodo.

>>Así que básicamente te estoy dando permiso para darme de hostias. No es algo que diga muy a menudo- finalizó con un deje de humor. Luego su mirada descendió a los alfanjes que llevaba Karime al cinto y se apresuró a añadir:-. Pero con espadas de madera, por favor.

Saren había dedicado los últimos días a entrenar en solitario, practicando magia de vez en cuando y reflexionando sobre su comportamiento de los últimos días. Aquel aislamiento autoimpuesto del que los demás apenas se habían percatado había ayudado a extinguir los últimos rescoldos de su rabia, aunque su buen humor de siempre tenía ahora algunos tintes cínicos. Sabía el porque de la mayoría de razones de su enfado, pero no había sido capaz de entender porque ver a K y a DL de aquella manera había terminado por hacerle explotar. El norteño le había dado muchas vueltas, pero no había sacado nada en claro, por lo que había terminado por olvidarlo sin darle importancia, o eso creía él.

Aquella mañana se había levantado muy pronto, antes de que rayara el alba, y había pasado un par de horas entrenando en solitario en el patio. Después había subido unos cubos de agua a la segunda planta y se había dado un baño con agua fría, agradeciendo la sensación de entumecimiento que le había quedado en el cuerpo tras un rato sumergido completamente. Salió de la tina y se secó con una toalla, vistiéndose después con su ropa oscura y cogiendo su abrigo y su hacha, de los que no se separaba. El norteño bajó al salón con su libro de magia bajo el brazo, al cual tenía poco acceso gracias a sus compañeros, que también usaban para practicar. Tenía intención de practicar, pero al sentarse en el sofá, le entro algo de cansancio y se recostó, cerrando los ojos y adormilándose unas horas.

Cuando volvió a la consciencia, ya era entrada la mañana, y a su alrededor se empezaba a notar la actividad de sus compañeros. Saren saludó a aquellos con los que cruzó su mirada y abrió el libro, poniéndose a practicar algunos hechizos. Llevaba un rato con ello, y el salón estaba relativamente vacío, cuando se dio cuenta de que hacía rato que debía haber bajado a sustituir a Timmy en su guardia. El norteño se puso en pie frunciendo el ceño, extrañado de que el chico no hubiera subido a avisarle de que se había saltado el turno. Saren cogió su hacha y se encaminó hacia la escalera mientras un mal presentimiento empezaba a ensombrecer sus pensamientos.

Ariv en los últimos días apenas se había dejado ver en el torreón. Se había pasado las horas muertas encerrada en su habitación, leyendo un libro de magia, o entrenándose en el patio mientras sus compañeros se enfrentaban a la ciudad. No sabía la razón, pero no tenía muchas ganas de salir. Prefería quedarse tranquila en lo que había sido su hogar.
Cuando llegaron, tampoco se relacionó mucho con los nuevos. Sí, los había visto en el torreón, pero no habían suscitado su curiosidad. Quizás había sido por el extraño aislamiento al que se había sometido para entrenarse. No obstante, poco después, cuando la niña volvió a la normalidad y decidió que ya había permanecido al margen durante demasiado tiempo, se acercó a ellos con el entusiasmo de siempre. Se presentó, les hizo preguntas, les dio la bienvenida. Ambos le habían caído bien, y la actitud que presentaba K ante la chica, Marina, le hacía mucha gracia. Jamás había visto a su amiga comportarse de aquella forma.
En cuanto a Alder, le dio pena su partida. Le habría gustado aprovechar el tiempo con su compañera sinhadre, hablar de su mundo, quizás recordar cosas buenas de él. Se prometió a sí misma que la próxima vez no dejaría escapar la ocasión. Estaba segura de que tanto ella como Seon la ayudarían a reconciliarse del todo con el lugar del que provenía.
Apenas se unió a los turnos para vigilar a RR. El foner, en aquel momento, le inspiraba temor. Se dedicó a lo de siempre, a sus entrenamientos, ya acompañada por los demás.
Aquella mañana se levantó con energía. No le costó mucho abandonar la habitación. Corrió escaleras abajo, pertrechada con sus dagas –que manejaba ya con más soltura-, preparada para salir al patio. Sí, era lo mismo de siempre, pero, poco a poco, se iba acostumbrando a su rutina.
Allí se encontró a Shizel y a K. Los saludó, alegre. Parecía que se disponían a entrenarse en serio. La niña, curiosa, se sentó cerca de ellos y los observó en silencio. Y esperó. También se aprendía contemplando a los demás.

Habían pasado varios días desde que Timmy intentara liberar a RR. Su frustración fue mayúscula cuando descubrió que le habían frustrado su plan. RR ahora estaba constantemente vigilado y no iba a ser fácil sacarle de allí.

Pero uno de los siguientes días, para su asombro, descubrió que la ingenuidad y la estupidez de sus compañeros de torreón era mayor de lo que esperaba, pues no le ofrecieron otra cosa que quedarse él a solas para vigilar al prisionero.
Por supuesto, Timmy se ofreció de buen grado, no sin antes fingir cierta inseguridad para asegurarse de que no sospecharan nada.

Y así fue como la noche en cuestión fue a visitar al prisionero.

-Vaya vaya... despues de lo que me esforcé para darte tu ansiada libertad y mira como acabó la cosa. Pero hoy es tu dia de suerte, pelirrojo. Tu mejor amigo ha vuelto para romper las cadenas de tu opresión. Porque... ¿imagino que seguirás queriendo largarte, no? Desde luego aquí no debes estar a gusto. Mírate, enjaulado como un perro... no digno de alguien como tú, ¿cierto?

Tras acabar la frase, Timmy comenzó a notar una extraña sensación en la cara. Una especie de fuego interior que le producía un ligero picor. Se rascó un segundo y continuó con lo que estaba haciendo.

Se acercó al prisionero y lo liberó de sus ataduras. Se aseguró de que estaba en condiciones y volvió a revisar sus pupilas.

-Desde luego ya no estás tan colocado como antes. Es una lástima, podrías haber liado una buena y nos hubieramos echado unas risas ¡Jia jia!. Pero bueno, lo importante ahora es sacarte de aquí. Eres... mi inversión de futuro. ¿Aún conservas las bombas que te dí?

Al ver como el foner afirmaba enseñándole aquellos preciados objetos, el irlandés se alegró.

-Bien, bien. Bueno, supongo que ahora no quieres armar un alboroto, así que optaremos por el estilo ninja. Te abriré la puerta, subiré yo primero a la sala principal para asegurarme de que no hay nadie y te haré una señal para que salgas.

El picor volvió a surgirle en la piel de la cara y no tuvo más remedio que volver a rascarse. Mientras lo hacía, cayó en la cuenta de un pequeño detalle.

-Se me olvidaba. Voy a tener que darles una excusa de por que te he dejado escapar. No creo que cuele que me fui al baño y al volver no estabas, ya sabes... ¡Jia jia jia!

Empezó a mirar por la sala, haciendose el pensativo de una manera excesivamente teatral.

-Sin que sirva de precedente... creo que lo mejor será que me golpees. Ya sabes, forcejeas, te desatas, golpeas al pobre niño irlandés y te piras aprovechando la ocasión- dicho esto cogió un pedazo de roca que habia en el suelo de la mazmorra y se lo entregó al foner.

Acto seguido, se apartó el pelo de la frente y le señaló la zona exacta donde debia golpear.
-Aquí. Justo aquí. Mucha marca, muy visible pero pocos daños irreversibles... espero. Vamos vamos, que no tenemos toda la noche y en el fondo se que lo estás deseando, maldito cabrón. Además, con suerte me quitarás este maldito picor.

El foner se lo pensó unos instantes antes de actuar, pero al final le dió un golpe con todas sus fuerzas al muchacho, en parte cargado de cierto rencor acumulado en anteriores ocasiones. Timmy cayó al suelo debido al golpe y empezó a sangrar a borbotones.

-Tenías ganas, ¿eeeeeh? ¡Jia! ¡Me siento vivo!

Una vez se puso en pie, se aseguró de taparse la herida con un trozo de tela para no manchar por el camino. Abrió la puerta de la celda y subió a la sala principal y se aseguró de que no hubiera nadie aún allí. Por suerte, solo estaba el otro foner. Aquel maldito lisiado llamado YR que pasaba mas tiempo insconsciente que despierto. Le hizo una señal a RR y éste subió las escaleras. Ambos se dirigieron a la puerta principal y la abrieron con sumo cuidado. Una vez fuera se dirigió una vez más a RR.

-Ahora eres libre, bastardo. No hagas que me arrepienta ¡Jia! Tomate un descanso si quieres. Vete por ahí, explora, lo que quieras... solo prometeme que harás buen uso de mis regalitos. Querré todos los detalles cuando volvamos a vernos, para lo cual confío en que no pase demasiado tiempo. Por ahora será mejor que te alejes todo lo posible, porque el ambiente va a estar caldeado por aquí, pero dentro de unos días busca la forma de hacerme saber donde estás. Yo te acabo de salvar el culo y querré que me devuelvas el favoooor-Dijo entonando la frase con musicalidad.

Tras esto, RR se fue corriendo en la noche y Timmy volvió a entrar en el torreón. Según volvía a las escaleras que daban a a las celdas se volvió de pronto. No sabía por qué, pero tuvo el presentimiento de que alguien le observaba. Pero en aquella sala solo estaba YR, tendido en el sofá y profundamente dormido. Pero algo de aquello no le gustó a Timmy. No quiso asegurarse, pero algo le decía que el otro foner no estaba del todo traspuesto.

Cuando llegó de nuevo a la celda buscó las manchas de sangre inmediatas al impacto que había sufrido, y cuando las localizó se tendió sobre ellas, pues pensó que iba siendo hora de echar un sueñecito. A la mañana siguiente, si para entonces no lo habían encontrado allí tirado, se aseguraría de darles la noticia a todos para que supieran que el pelirrojo drogado había escapado y, lo peor de todo, había golpeado a ese pobre e indefenso niñito.

Los siguientes días estuvo dándole uso a la aguja que había creado en principio cosiéndose la ropa y un saco que fuese mas portátil y menos abultado para cuando saliera del torreón y realizaran sus escaramuzas por la ciudad. Eso si ganándose pinchándose de todo tipos en las manos y haciendo uso de un hechizo que aprendió a duras penas y que le aprecio inútil hasta ese momento. Al menos su costuras no se romperían tan fácilmente. Tras coser el saco portátil se lo amarro al cinturón donde llevaba sus cuchillos arrojadizos donde no molestaría. Aprovechando sus turnos para cuidar y vigilar a RR para aprender y repasar una y otra vez los hechizos de curación que tantos dolores de cabeza le estaban dando, quedándose agotado cuando llegaba la noche para cederle su turno a alguien mas solo esperando un sueño tranquilo y descansador en pos de recuperar las energías.

Se removía inquieto con gotas de sudor empapandole, despertó de golpe con intensas ganas de vomitar subiéndole desde la boca del estomago con la mirada desorbitada mirando un punto cualquiera de aquella imaginación, en un intento de volver ala realidad con las imágenes aun circulando traumaticas y espeluznantes en su mentes produciendole arcadas que apenas pudo contener.

-Mierda...joder...joder...- gruño jalándose del pelo con fuerza intentando alejar esas inquietantes imágenes de su mente pasándose las manos con desesperación por su cabello llevándose algunos cabellos blancos entre sus dedos- No, no puede ser...- murmuro con la boca seca recordando casi como si realmente lo hubiera vivido el dolor de su frente, la sensación de la carne quemándose y cayéndose a trozos, el momento de colocarse el....el ojo de su compañero. El revivir esas escenas solo le revolvió mas su débil estomago en esa mañana. Se palpo la frente con temor real de que ese sueño, pesadilla mas bien, hubiera ocurrido realmente. El alivio que sintió cuando noto su frente libre de cualquier orificio o bulto extraño, fue inmenso- Estúpida pesadilla, joder deja ya de torturarme...yo...no seria capaz de hacer eso maldita sea- gruño frustrado y sintiendo picores en el cuerpo, fruto de las sensación tan vividas de aquel sueño. Aun así su cuerpo seguía frió y algo tembloroso sin poder quitarse la mala sensación del cuerpo respiro hondo levantándose torpemente de la cama, pareciera que su cuerpo hubiera decidido no darle su control por unos momentos, hasta que finalmente e recupero asqueado hasta lo imposible, sintiendo que debía limpiarse no solo porque estaba bañado en sudor, sino porque la sensación de la piel de todos sus compañeros cubriéndole aun permanecía de forma vivida. Ni se dio cuenta del momento en el que bajo las escaleras, no del todo claro como fue que no bajo rodando por estas ante su mente perdida, su desorientación y disfucion motora esa mañana.

Fue como si una lluvia hubiese caído sobre el limpiándole y reviviendole de las escenas que aun permanecía en su cerebro en un intento traidor de su subsconciente de torturarlo, cuando vio en el patio a Shizel junto a K. Fue como un bálsamo al verlos allí hablando, vivos y con los órganos y pieles en sus logares...la imagen aun fresca de sus cuerpo siendo despellejados como si fuesen reses apareció en su mente de nuevo. Y en esta ocasión no pudo contener las arcadas terminando por vomitar lo poco que había cenado la noche anterior, no muy lejos del pozo. Se sintió avergonzado de su reacción ante una pesadilla y aun con con el estomago hago revuelto, saco un cubo de agua del pozo para enjuagarse allí mismo y quitarse el mal sabor de boca...definitivamente iba tardar unos días en poder comer con normalidad.

"Como puedo ser tan débil ante un estúpido sueño, ni siquiera es real maldita sea" se maldijo con frustración y enojo consigo mismo echándose el cubo de agua fría encima tras limpiarse, debía reesfrescarse y sacar las imágenes de su mente. Era del tipo de personas que nunca olvidaba, que le daba miles de vueltas a todo y en esos momentos eso le parecía mas una maldición que algo bueno.