Burdel de Dama Espasmo (Archivo III)

-Tal vez este sea el más apropiado.- Indica mi madre señalando un vestido en concreto en medio de una pila de ropa.
No le hago caso, sigo hojeando la revista que me compró ayer creyendo que era una de mis favoritas pero que en realidad lo único que hacían era criticar a las famosas por cosas sin sentido. Odiaba esa revista, pero prefería leer los últimos trucos en moda y belleza antes que hablar con mi madre:
-Erika, ¿Me estás escuchando?- Hago un gesto afirmativo con la cabeza sin apartar ni un momento los ojos del papel.- ¡Malditas revistas, os comen la cabeza!- Se acerca al sofá en el que estoy tumbada y sin que pueda evitarlo me arranca de las manos la revista:
-¡Eh, la estaba leyendo!- Protesto levantándome instantáneamente del sofá.
-¡Y yo te estoy hablando, así que hazme caso!- Vuelve a señalar el vestido que hay tendido encima de la cama.- Pruébatelo ahora mismo.- Se va de la habitación dejándome a solas con mi vestido y la pila de ropa que se ha entretenido en sacar esta tarde.
Me pruebo la prenda mientras oigo como mi madre habla sola, protesta de lo tarde que es y de que ya deberíamos estar saliendo por la puerta. Tenía esa fea costumbre de hablar por lo bajo para que los demás no nos enterásemos de lo que decía. Eso me ponía de los nervios.
Cuando termino de probarme el vestido me miro en el espejo; El escote era palabra de honor, algo incómodo para mi gusto ya que tenía que estar subiéndomelo continuamente, de largo apenas me llegaba a las rodillas. El punto a favor era el color, un azul claro con una cinta blanca atada a la cintura, tal vez por eso decidí llevarlo aquella noche.

Aquella noche era un día especial, celebrábamos el ascenso de mi padre, “Un puesto más arriba y con un sueldo de maravilla”, repetía constantemente mi madre…Sí, en ocasiones especiales (Más bien, en temas relacionados con el dinero) le salía la vena poética.
Cuando llegamos al restaurante, Danio, el dueño del establecimiento italiano nos dio la bienvenida con un par de besos en la mejilla. Danio nos consideraba sus mejores clientes y amigos cercanos, cosa que respetábamos mucho ya que nos hacia descuentos usualmente.
Nos condujo hasta la mesa número 5, donde los platos y demás ya estaban colocados minuciosamente.
Mientras mi madre y yo esperábamos a que mi padre llegase, picoteaba de vez en cuando los colines que nos habían dado como regalo de la casa.
Me disponía a ir al baño cuando el móvil de mi madre empezó a sonar. Ella, extendió el brazo hacia su bolso de Gucci (Imitación pura y dura) y saco la funda donde guardaba el aparato. Antes de responder miro la pantallita:
-Es tu padre.- Anuncio.
Por las expresiones de su cara deduje que algo bueno no había pasado. Cuando cuelga el teléfono su rostro se vuelve pálido e inexpresivo:
-Tu padre…Ha tenido un accidente.