Barrio de los Callejones sin Salida

El aprendiz escuchó las palabras de la sinhadre y se quedó tieso una fracción de segundo. La miró de arriba a abajo y comenzó a dudar. Un golpetazo de otro embite de las criaturas lo sacó de su ensimismamiento. Lo rechazó con el canto del escudo hasta que se alejó lloriqueando.

>> ¿¡Por que estoy dudando tanto, joder!?

>> ¿Puedes ayudarla si esta en apuros y derramar tu sangre pero no te atreves a tocarla?... Es patético. Una mujer no es sino una persona como cualquier otra a fin de cuentas, que no sepas darte cuenta de esto es una de tus debilidades.
>>Venga no seas tan cruel con el chico, por lo menos ayudale o todos acabaremos en el mismo hoyo.
>> Me niego a hacerle el trabajo sucio. Pero tienes razón, no puedo dejarlo así... Mira pequeño, piensa en lo que te ha dicho el estirado, una persona. En ti está el darte cuenta de esto más tarde o más pronto, pero piensa que si no la ayudas, acabará muy mal y lo más probable es que muera. ¿Vivirias con eso en tu cabeza? Crece un par de cojones de una vez.
>> ...

Tragando saliva fuertemente y muy rígido, se colocó apartatosamente al lado de la albina y le indicó que se apoyase en él, con la voz casi tomada del todo. Cuando sintió el brazo de la chica dio un pequeño respingo, pero no tuvo más tiempo para dudar. Rechazó otro ataque nuevo y pudo escuchar lo que dijo Lara Croft sobre que la carne hacia que dejasen de atacarles. Alcanzó la cesta más cercana, una de las que habian cogido los sinhadres y, echandose el escudo a la espalda para protegerle de los ataques traicioneros a la espalda, avanzó con la albina apoyada sobre él mientras corrian como podian, arrojando los diferentes contenidos de la cesta sobre las masas de criaturas.
-¡NOS VAMOOOOOOOOOOS!-gritó con fuerza mientras batia las piernas a todo correr y le estrellaba en la cabeza con fuerza uno de los tarros con miel daeliciana a una de las criaturas, matándola casi en el acto.
-¡MARIO KART, CABRONAZA! ¿¡Lo juegas!?-exclamó, victorioso. Pero aunque lanzase carne, el resto de las cosas de la cesta pareció no llamarles tanto la atención y pronto volvieron a ser el blanco de la atención, al ir quedándose rezagados. Se giró para ver si quedaba alguien más atrás y fue cuando se dio cuenta que iban a la cola del grupo. Maldijo en voz baja, sudoroso y comenzó a girar en circulos intentando encontrar la salida entre la marabunta de criaturas que pronto volvieron a centrarse en ellos.
Sin embargo, como una ayuda venida del cielo, el carabés causó que un par de escombros aplastasen a varias de las criaturas y les creó un pequeño camino por el cual podrian salir del cerco totalmente. Alzó el pulgar y estiró el brazo en su dirección y, usando una especie de canal telepático de hermanamiento, le dijo al carabés:

>> ¡Muy buena, aibou!

Pisando fuerte y corriendo junto a la chica, lograron remontar la carrera y dejar bien atras a las criaturas. No pararon de correr hasta asegurarse de que no les seguia ninguna. Jadeando, se paró a confirmar si la albina se encontraba bien y luego siguieron su camino de vuelta al torreón con un ritmo más calmado, pero sin detenerse nunca. Habian vuelto con las manos vacias.

Sigue en el Torreón Maciel.

Llegaron a los callejones, esos callejones laberínticos donde se separaron del resto la vez anterior que estuvieron allí, cosa que esperaba no volviera a ocurrir, ya eran pocos como para que volvieran a dividirse. Decir que aquellos callejones eran laberínticos era quedarse cortos, mas bien parecía como si las mismas casas y muros decidieran moverse por cuenta propia para cerrarles el paso allá donde iban, aunque claro solo era una confusión óptica, o simple y llana desorientación. Por suerte para todos, o al menos para Dhelian, traía el mapa dibujado en su cuaderno y aunque el dibujo de los callejones formaba lineas tan apretadas que apenas eran identificables las calles, al menos era mejor que pasarse horas allí perdidos. Gracias a este pudieron orientarse mas decentemente, aunque igual se encontraron con un par de callejones sin salida y tuvieron que dar algún que otro rodeo, pero finalmente consiguieron llegar al otro lado de ese dichoso lugar, pudiendo también guiarse por el torreón el que se veía por encima de los tejados de las casa que los rodeaban, aquellas que aun seguían teniendo tejados claro.

-Bueno ya quedo un poco menos para llegar, esperemos que realmente estén allí - comento Dhelian mientras tomaba el lápiz y decidía dibujar el camino por el que habían tomado para no perderse de nuevo en aquel lugar en el futuro, dibujándolo antes de que se le olvidara, avanzando junto a los demás, os concretamente en el centro de ellos ya que tenia su atención dividida en su cuaderno y en lo que le rodeaba.

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No me había entusiasmado la vista de la Cicatriz de Arax, aunque al menos esta vez ningún gusano gigante salió a hacernos compañía. Esperaba poder encontrar al otro grupo, aunque solo fuera para confirmar que la ciudad no era tan mortal como parecía. Estaba decidido a demostrar a la panda de secuestradores de Rocavarancolia que era capaz de sobrevivir a cualquier cosa que vivirse allí, y de momento parecía bastante probable.

Los callejones de aquella parte de la ciudad me recordaban a algunas partes de mi ciudad (aunque versión ruinas) y no pude evitar morderme el labio al sentir algo de nostalgia y, aunque jamás lo admitiría, preocupación. Me pregunté cómo se estaría tomando mi familia mi desaparición, imaginando lo que estaba haciendo cada uno en esos momentos. Sacudiendo la cabeza intenté dejar de pensar en eso.

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Llegamos al poco tiempo al barrio donde perdimos al anterior grupo. Por miedo a perderme sola me acerco a mi compañera violácea siguiendo sus indicaciones marcadas en su blog de dibujo. No entendía mucho el sentido de haberse traído algo con lo que hacer garabatos a un lugar así pero a decir verdad parecía dar algún resultado positivo en estas situaciones.

Mis pensamientos comenzaron a cambiar al encontrarnos el tercer callejón sin salida por lo que comienza a agobiarme la idea de no encontrar el maldito torreón que tanto esperábamos ver. Al cabo de un rato al fin podemos salir de esa maraña de edificios horrendos derruidos y sin color. El supuesto torreón se encontraba al fondo de las calles. En cierto modo me alegro de que los mapas estén bien documentados por lo que azuzando un poco a los chicos llegamos por fin a las inmediaciones de la torre.

Sigue en el Torreón Maciel.

Llegamos al mismo barrio donde el "gran grupo" se dividió de pronto hace ya... ¿Cuánto hacía? El tiempo pasaba volando y no me había detenido a contar los días...
Pero ahí estábamos, pugnando por no perdernos. Juraría que algunas calles y edificios se movían a nuestro paso por ellas, como si fuera el Bosque Viejo pero con edificios... <<Tendría que haberme traído el mp3... Lo que molaría aquí Oomph>>

Fuera como fuese, al final logramos salir, gracias a los dibujos de Lhelian (yo había optado por lo mismo, pero cuando lo hizo ella, dejé de malgastar hojas), y dar con el torreón Maciel y nos acercamos a este, deseando que estuvieran. Y era factible: estaba muy cerca de donde desaparecieron.

Sigue en el Torreón Maciel.

Por lo general los paisajes de la ruinosa ciudad la fascinaban en mayor medida de la que la agobiaban, pues le resultaba en su conjunto un paisaje nuevo y lleno de maravillas y misterios, cierta belleza que no podía ignorar y que llamaba su atención constantemente. Pero los callejones donde se separaron del grupo hace varios días...

Esos malditos callejones la ponían de los nervios, y no terminaba de comprender el motivo. Era la quinta o sexta esquina que giraban desde que habían entrado en el barrio desde la dirección de la Cicatriz de Arax y la sensación de que algo podía aparecer a su espalda en cualquier momento o esperarles en el siguiente cruce o giro no hacía más que aumentar. Y no le gustaba esa sensación.

-Creo que me estoy volviendo paranoica.-comentó en voz baja y para sí misma mientras se acercaba a Lhelian y a Kora.- ¿Cómo vamos?

Echó unos rápidos vistazos al tan artístico mapa de la daeliciana y miró a su alrededor. No tardó demasiado en determinar que: A) la interpretación de mapas no era lo suyo, o bien B) su sentido de la orientación era más bien escaso. Dio las dos opciones como posibles. Si hubiera tenido que atravesar las calles sola no habría sido capaz de volver por el mismo camino, ni de encontrar cualquier otro.

Su férrea presa sobre la empuñadura de una de sus espadas, que mantenía desde minutos después de que hubieran puesto un pie en la sección de la ciudad en la que se encontraban, se relajó considerablemente cuando observaron el nuevo torreón frente a ellos, liberando tensión. Se frotó la mano, consciente entonces del leve dolor y el entumecimiento. «Ya era hora. Un minuto más dentro de ese sitio y...»

Aceleró el paso para seguir el ritmo de sus compañeros, que ya se aproximaban a su entrada. Seguía sin hacerle gracia la idea de alejarse de cualquier grupo, sobre todo teniendo en cuenta lo que ocurrió la última vez.

Continúa en el Torreón Maciel.

RR pasó aquellas semanas invirtiendo todos sus ratos libres en los Callejones sin Salida, encerrado en el interior de un destartalado edificio de tres pisos, con un último nivel reservado a algo parecido a una pequeña torre techada, a la que le faltaban la mitad de las tejas y que lucía un enorme agujero en una de sus esquinas. Aquel tipo de edificios hacían de algún modo las delicias del foner, y quizá aquel pequeño torreón fuera uno de los motivos por los que eligiera el edificio como emplazamiento.

Aunque, si algo había resultado decisivo, habían sido aspectos algo más prácticos: Estaba en medio de los Callejones, en aquel laberinto de edificios inidentificables. Los cimientos estaban en perfectas condiciones, y parecía que la parte puramente estructural de la casa estaba intacta. Y, lo más importante, tenía unos sótanos amplios y secos. Sabía por experiencia que aquellos subterráneos solían estar interconectados entre sí por galerías escondidas o semicamufladas con los edificios aledaños, y se tomó un buen tiempo en explorarlos y cerrarlos, no sin antes dejar un par de trampas explosivas preventivas en los túneles, por si a alguien le daba por reabrir los viejos caminos.

Cuando estuvo seguro de que aquel sótano estaba bien aislado, comenzó el trabajo duro de verdad: Cavar un nivel más bajo. A fuerza de pico y pala encantados adecuadamente para reblandecer el material que golpearan, se abrió paso a relativo buen paso hasta una zona aún más profunda, en las entrañas de la ciudad. A cada paletada, a cada golpe de pico, rezaba por no encontrarse con los verdaderos subterráneos de la ciudad. Por si acaso, siempre tuvo a mano su escopeta.

Mientras cavaba, adintelaba y aseguraba su construcción con la madera que había robado de otros edificios del barrio, que posiblemente se fueran a hundir en breves gracias a las “pequeñas reformas” hechas por el brujo, que consistían en sacar de ellos todo el material de valor constructivo que pudiera necesitar.

Finalmente, tras aquel extenuante trabajo, que logró agotar sus fuerzas físicas y mágicas, RR se halló ante su pequeña creación: Un espacio oscuro y ligeramente húmedo, pero que se tenía en pie. Cubierto de mugre, se atrevió a mostrar una sonrisa cargada de cansada satisfacción: Aquello era el comienzo de algo grande, y lo estaba levantando a puro pulso...

Pero el trabajo no hizo más que comenzar. La siguiente parte de su plan era aclimatar el tugurio, lo que no significaba más que comenzar a llenar el espacio de muebles y trampas. No le fue muy complicado conseguir buena parte de los muebles, pues no tuvo más que reparar algunas destartaladas piezas de menaje que fue encontrando por la ciudad. Si se gastó algo de dinero en aquella empresa, fue únicamente en un colchón decente y en unas cuantas mantas, que desde luego iba a necesitar. Así mismo, consiguió una buena cantidad de velas para iluminar aquel agujero. Consiguió unos cuantos candiles de latón viejos, y cuando consideró que eran necesarios más, simplemente utilizó botellas vacías. Para iluminar el resto de la habitación, se centró en clavar una bayoneta en una de las vigas del techo, para luego colocar una de las velas en el hueco de acople. Así, tras plantar una puerta para delimitar el espacio entre las ruinas y su pequeño cubil, se encontró con su modesta obra: Algo parecido a una trinchera, húmedo, con tres mesas contra las paredes, varias sillas y una cama, así como un par de arcones y unas estanterías. Todo ello parecía recién robado de un vertedero, posiblemente debido a que realmente los había recuperado de la basura.

En una esquina se permitió colocar una pequeña estufa a medio oxidar, que había sacado a fuerza de palanca de entre unos escombros. Estaba abollada, y había tenido que ponerle algún que otro remiendo metálico para que realmente cumpliera su función. La pequeña chimenea la sacó a través de un pequeño agujero fuera del recinto, llevándola hasta el tejado, y colocando una runa de disipar humo en su interior para evitar que el encenderse un fuego revelara su posición al visitante indeseado. Así mismo, mandó a unas cuantas ratas excavar túneles de ventilación para renovar el aire con cierta regularidad, aunque fuera un poco. Por supuesto, se deshizo en indicaciones para que sus ayudantes se ocuparan de que sus pasadizos fueran discretos a ojos de un observador externo.

Oh, y las trampas. Disfrutó como un verdadero chiquillo poniendo trampas. El poder mágico concedido por la Luna le permitió dar rienda suelta a sus pequeños prototipos, que distribuyó alegremente por el edificio, sin olvidarse de unas cuantas runas de vigilancia que cada vez le provocaban menos dolor de cabeza. Concretamente se entretuvo distribuyendo sistemas que hicieran pasar un verdadero mal rato a aquellos listillos que le tomaran por un imbécil de calibre superior intentando atravesar las paredes con hechizos de intangibilidad. El ardor que le subía por la tráquea cada vez que pensaba en aquellos anónimos vándalos era directamente proporcional al oscuro regocijo que llenaba su pecho cuando pensaba en lo mucho que iban a gritar los tres segundos que restaran a sus míseras vidas tras su afrenta.

Y, tras todas aquellos preparativos, se decidió por fin a trasladarse fuera del Torreón Serpentaria. Era un lugar cómodo, sin duda alguna, pero el foner era un brujo ambicioso... Y paranoico. Sí, sobre todo paranoico. Y no podía desarrollar a gusto sus planes con tantos posibles asesinos a sangre fría rondando alegremente alrededor de sus aposentos personales. Allí, en cambio, no sólo podía comenzar a trabajar con tranquilidad en sus propios proyectos, sino que se sentía mucho más seguro. Tenía un techo grueso sobre su cabeza, la luz justa y necesaria y una buena cantidad de tierra y piedra entre él y ese horrendo infinito gris y sombrío infinito lleno de peligros al que le habían enseñado a llamar “cielo”. Ahora controlaba su terreno.

Cuando se hubo traído sus apuntes, los soportes para los roedores, la vajilla, y el material de escritura, los libros y sus diseños, así como su modesto equipo básico de alquimia, adquirido a precios razonables en el mercado. Se encontró feliz, a su aire y sin una mísera moneda en el bolsillo. Pero, demonios, no podía pintar todo de color de rosa, ¿no?.

Mandó entonces a sus ratas a cavar túneles hacia las madrigueras más importantes, de las zonas circundantes, de tal forma que todas ellas conectaran con aquel agujero que había escarbado con ahínco y esmero. Estaba vislumbrando el comienzo de su megalítica empresa, allí, sentado a la mesa, con el mapa de la ciudad delante...

O lo estuvo los diez segundos que tardó en desmayarse de puro cansancio encima del pergamino.

-Ah.- dijo como toda respuesta. El roc alzó el vuelo y las cosas comenzaron a hacerse pequeñas a sus pies. En un primer impulso se sujetó más, pero fue aflojando segun el vuelo se hacía estable. Con una sonrisa sarcastica que Saren no podía ver se incorporó para mirar el paisaje, arrebujandose en el abrigo prestado del idrino.
- Me gusta.- dijo con sencillez- Lo cierto es que tengo que añadir las buenas vistas a tu lista de cualidades, junto con derribar mesas y encontrarme pretendientes con dentaduras dignas de museo. Oh, se van a pelear por ti las damas. Solo dejame que le hable de ti a las clientas.

-"Lo dudo seriamente, no tengo cualidades de ese tipo -rió con ganas-. Ahí atrás he sido torpe, encantadoramente torpe, pero torpe a fin de cuentas" -añadió, sin comentar nada mas sobre aquel asunto. Solía quedarse sin contestaciones ingeniosas cuando las conversaciones derivaban en aquellos temas en los que tristemente no sabía desenvolverse. El vuelo había terminado de despejarle y ahora estaba completamente despierto, por lo que no le costo recordar algo que la sinhadre había hecho hacía escasos minutos y por lo que no le había preguntado en su momento.
-"¿Qué es eso de que no aguantas a tu jefe?, ¿tienes algún problema con él? -se intereso- Te noto un poco extraña, Alder, generalmente eres mucho mas alegre" -añadió, no muy seguro de si debía insistir.

No sabía que era, pero algo le rondaba la cabeza, y era mas de una cosa seguramente. Saren no tenía derecho a preguntar, pero tal vez pudiera ayudarla de alguna manera. Sabía que una de las razones de su estado era la discusión con Zmey, pero no era la única, y no había venido a hablar del piromante. Sabía perfectamente que no iba a razonar con ella sobre ese tema y tampoco quería echar mas leña al fuego, solo quería saber si podía hacer algo para que la chica recuperara su chispa habitual.

- Lo que yo decía, encantador.- dijo cantarina. La sonrisa se borró de su cara cuando Jack salió a colación.- No he dicho que no le aguante. De hecho, soy un ejemplo de corrección y mesura con él.- chasqueó la lengua - Le faltó tacto a la hora de recordarme que no somos amigos y que no debería irle con mi penas a cualquiera. Mas que nada, porque las líneas generales de su mensaje era que podía estar agradecida de seguir viva, dado que no muchos lo esperaban. Y que él no esta para novatos. Asi que digamos que me tomo en serio las sugerencias de mi superior y he decidido que mejor si nuestra relación es solo profesional. - hacía tres semanas de aquello por lo que aunque era claro que no le hacia ninguna gracia lo dijo con bastante despreocupación. - Pero que dices de mi alegria? Soy una joven flor de campo en la chispa de la vida. Reboso entusiasmo.

Se quedó en silencio un rato largo, antes de que decidiera que ya que Saren si era amigo suyo desde hacia tiempo, no tenía problemas en explicarselo a el también.

- La luna os cambiado lo suficiente como para daros la sensación de que perteneceis aquí. Y no importa si lo haceis, ahora podeis enfrentar a la ciudad como iguales. O al menos, habeis dejado de ser el palillo de dientes del monstruo de turno. Bien, no es asi para mi. Y nadie hace que sea sencillo olvidarlo. Cuando la situacion lo requiere estoy impotente y a merced de las rabietas de un sociopata con dos años mentales. Y si quisieras matarme ahora, ¿crees que puedo hacer algo aparte de caer y besar el suelo? Estoy atrapada en este lugar, donde siempre se me van a mirar por encima del hombro, y ademas tienen todos los motivos del mundo para hacerlo. - Alder estaba pegada al cuello del ave, con las manos entrelazadas delante.- ¿No era suficiente sentirme una inutil cuando la diferencia era solo un puñado de hechizos?

La pregunta quedó en el aire por unos segundos.

- Entusiasmo, te lo dije.- dijo con la voz enrarecida por el nudo en su garganta.

El idrino escuchó en silencio a la muchacha, asimilando toda la información lo mejor que pudo. Se le hacía extraño mantener una conversación de aquel tipo sin mirar a la sinhadre a los ojos, pero no sabía si aterrizar o continuar volando un rato mas. No se esperaba que el malestar del Alder fuera a causa de lo que le contaba, pero si lo pensaba fríamente, debería haberse dado cuenta mucho antes. Tenía que ser duro ver como todos tus compañeros se transformaban a tu alrededor afectados por la Luna mientras su luz no te afectaba. Le dolió la parte que le tocaba en lo de poder terminar con ella dejándola caer, pero no digo nada, esperando a que terminara. Lo de que al parecer no mucha gente creía que iba a sobrevivir fue en opinión del selkie un golpe bastante bajo, y no creía que el vampiro había hecho bien en mencionarlo. No entendía a algunos de los veteranos, pero había muchas cosas que se le escapaban en la ciudad, cosas que tardaría mucho tiempo en comprender.

El roc giró el cuello un segundo, echando un vistazo a la muchacha con uno de sus grandes ojos grises. No se le había pasado por alto el nudo en su garganta al hablar, y durante un instante estuvo tentado de retornar a su forma idrina para poder darle un abrazo, pero se contuvo al darse cuenta de que sería contraproducente, no quería sobresaltarla.
-"Yo creo que sobrevivir a la criba te hace parte de esta ciudad como al que mas, digan lo que digan las malas lenguas. Me parece muy bien que opinaran que no tenias posibilidades, pero yo creo que les has demostrado que estaban equivocados de pleno. Si, es cierto, la Luna no te a bendecido, ¿pero cuantas personas han llegado hasta la Luna sin estar destinadas a tranformarse, Alder? Yo creo que has sido de las pocas, y aun así sigues teniendo coraje para plantarle cara a esta ciudad demente, me gustaría ver como se desenvolvería Jack sino fuera un chupasangre -comentó-. Estoy seguro de que Seon ya te lo ha dicho, pero hay formas de que obtengas lo que la Luna te ha negado, de que puedas defenderte sin la necesidad de que te protejan; solo hace falta tiempo. Tienes tanto derecho como el resto a estar aquí, peliverde, y estoy seguro de que un día se lo demostraras a esos incrédulos" -afirmó, de verdad creía que estaba en lo cierto.

Había empezado a descender poco a poco, y para cuando terminó de hablar estaba aterrizando en el terrado lleno de musgo de un edificio abandonado.

- No lo entiendes. Nunca dije que quisiera ser una ciudadana de pleno derecho. No pertenezco a...- dijo mientras descendía al suelo, después del aterrizaje. Había dejado de mirarle a la cara.- Pero no me puedo ir, tampoco. No sin Seon, y sospecho que ella no quiere volver en realidad. Tampoco recuerdo mi idioma. No sabría justificar mi ausencia de un año...Tengo que resignarme a que este es mi lugar. Y en Rocavarancolia la criba nunca acaba, es mentira. Luego simplemte es peor y si no te adaptas caes. Por eso hay que "igualarme". La cosa es que no soy igual. Si, Seon estaba trabajando en remediarlo pero ¿sabes lo frustrante que es? No soy nada por mi misma. No puedo hacer nada sin depender de ella. Y su visión de las cosas a veces me saca de quicio. Todo es demasiado feliz y esperanzador, y sinceramente, Seon siempre fue un poco una ilusa y esta cosa que es ahora solo se lo ha empeorado.

El rostro de la sinhadre se había ensombrecido notablemente.
- Todo esto de "irá a mejor" es un pobre consuelo. Es algo que repetirse mientras las cosas no estan bien.

Saren se desprendió de la piel en un instante, guardándola en silencio mientras escuchaba las palabras de la muchacha. Alder no lo miraba, pero el norteño notaba la amargura en su voz y en su postura. Ella no quería estar allí, estaba llegando a su límite, pero tampoco podía irse, y eso la estaba pasando factura. El selkie no podía siquiera pretender entender el dilema de la sinhadre, pero no le gustaba verla así. Por segunda vez en menos de un mes le entró pánico, pues no estaba muy seguro de lo que debía hacer. No podía repetirle lo mismo que ya le había dicho, sería una estupidez, pero no se le ocurrían argumentos que reforzaran sus palabras. El contacto físico parecía ser la opción correcta, pues el norteño estaba empezando a entender que a veces esas muestras de afecto hacían mas por la persona que tratabas de ayudar que el simple roce de tu voz.

Alzó el rostro de la muchacha por la barbilla, obligandole a mirarle a los ojos y la atrajo hacia sí, estrechándola en un fuerte abrazo.
-¿Y qué podemos hacer si las cosas van mal? -le preguntó en voz baja, sin soltarla- Cualquier consuelo, por pobre que sea, es mejor que ahogarse en un mar de amargura. No estas sola peliverde, por muy raros que nos hayamos vuelto seguimos siendo tus amigos, y los amigos están para apoyarse -afirmó convencido. No sabía que mas hacer, pues aunque todo lo que decía lo hacía de corazón, sus recursos sociales eran bastante limitados.

- Mar de amargura. -resopló contra él. Y con lentitud le devolvió el abrazo. Trató de abandonar el tema añadiendo: - ¿ves lo que decía? Las clientas de la bodega te adorarían.

Suspiró sin separarse, aunque se vio obligada a decir: entre tu y el abrigo, me sofocais.

-Lo siento -se disculpó con una sonrisa, deshaciendo el abrazo y dando un par de pasos hacía atrás. Dejó que el hechizo térmico se perdiera con un pequeño gesto, pues a ras del suelo la temperatura era mayor, pero se aseguró que estaba bien abrigada tirando de las solapas del chaquetón de forma distraída. Una vez satisfecho con el resultado, el norteño echó un vistazo a la sombría ciudad, siguiendo con la mirada las evoluciones de los murciélagos flamígeros contra el cielo oscuro.
-No voy a insistir si te incomoda, pero quiero que sepas que se te echaría de menos si no estuvieras, peliverde -añadió, centrándose de nuevo en la sinhadre con una media sonrisa pintada en el rostro-, seguro que la mayoría de los clientes de la bodega se sentirían decepcionados si dejabas de aparecer -comentó con una sonrisa pícara, continuando la broma de antes-. Digas lo que digas yo allí no pinto nada, soy demasiado patán para tan refinadas damas -dijo mientras desviaba la mirada con gesto burlón. A pesar de que no le costaba bromear con aquel asunto, apenas comprendía los fundamentos del mismo, pues nunca había tenido ningun tipo de relación con nadie. No añadió mas, sin embargo, al darse cuenta de lo tarde que era y recordar que tenía algunos asuntos pendientes en la Sede.

-¿Qué te parece si vamos hasta Serpentaria caminando por el aire? -le preguntó guiñándole un ojo mientras tejía sendos conjuros de levitación sobre los dos-. Podríamos ir a pie, pero aun soy incapaz de orientarme por estos callejones en plena noche, y si a eso le añadimos los hambrientos vecinos que salen a cenar a estas horas, la perspectiva no es agradable. Creo que prefiero un paseo por el cielo en compañía de una alegre sinhadre, ¿conoces a alguna? -se interesó, riendo con suavidad y tendiéndole la mano con una leve reverencia.

- Bah.  Conozco al menos una persona en la bodega que se interesaría por ti- hizo la pausa necesaria y dijo-. Nuestro amigo de colmillos. Vi como te miraba, era dificil de pasar por alto. - había posado una mano sobre el pecho del idrino para recuperar el contacto visual y sonreirle. Ante la siguiente pregunta, hizo toda la pantomima de estar pensandoselo, con un  "hmm" incluido. - No, no conozco ninguna. Supongo que tendrás que conformarte conmigo.- dijo tomando la mano que le ofrecia, para agarrase de su brazo en el paseo. El era el del hechizo, después de todo.

La idea de que el colmilludo grandote tuviera interés en algo mas que en darle una hostia se le hacía extraña, y la confusión se reflejo es su rostro unos instantes. Se repuso con rapidez, sin embargo, y asió la mano de Alder para alzarla a su lado, iniciando el paseo en dirección a Serpentaria.
-Procurare mantenerme alejado entonces -comentó, poniendo los ojos en blanco-, estar en la lista de un caballero con esos dientes no debe ser buena cosa -rió con suavidad.

De camino a la torre de hechicería, el norteño iba señalando cosas que le llamaban la atención, mostrándoselas a la sinhadre con una sonrisa curiosa. Veía sombras moviéndose en la oscuridad, edificios semiderruidos que en otro tiempo debían haber sido majestuosos, y sitios que aun no había tenido ocasión de explorar. El chico miraba la ciudad que se agazapaba bajo sus pies con ojos distintos desde que había visto la Luna, pues aunque seguía siendo peligrosa, ahora pertenecía a ella.

Continúa en la Torre Serpentaria.