Varmania

Ka salió disparada hacia los animales, casi sin darme tiempo a prepararme. Apenas vacilé una fracción de segundo. Con las sienes palpitando, salté tras ella. Aunque a por una presa muy distinta.

La adrenalina comenzaba a invadir todo mi cuerpo, aumentando mis ansias. Me sentía, por una vez, completo. Desde la noche de la Luna era la primera vez que cazaba, y mis instintos lo notaban. No era sólo comer: era cumplir con mi naturaleza depredadora. Ahora que podía hacerlo me sentía satisfecho a muchos niveles, incluso cuando no había comenzado a alimentarme de mi presa.

El pastor se quedó congelado por un momento. Sólo fue un instante, tras el que chilló un terror bien fundado. El grito me agradó bastante. Saber que tu presa, tu comida, estaba tan aterrado... No me había imaginado que sería tan placentero ver el efecto que provocaba a los que estaban por debajo de mí en la cadena alimenticia.

El varmano utilizó su arma para guiar a la carrera algunos de sus animales más cercanos. Su intentó de huir era, ciertamente, divertido. «¿De verdad no se da cuenta de que su destino está sellado?» me pregunté, sonriendo siniestramente. Si era un iluso, bien. Eso daría más oportunidad de divertirme.

Salté entre él y el ganado, dejándolo solo. Su cara plasmaba a la perfección la impresión y el terror que provocaba cualquier depredador sobre aquellos que saben que su destino es alimentarlo.  Me lamí los labios, mostrando mis colmillos, acción que pareció despertarlo. En un acto temerario y estúpido me apuntó con su arma, moviéndola locamente por el aire, como si creyese que eso podía pararme. Por un momento pensé en paralizarlo para sacarle aquella estupidez de la cabeza. «Nah. Sería una pena acabar con el juego tan pronto». Una retorcida diversión era plasmada por mis pensamientos y acciones, revelando mi verdadera monstruosidad, mucho más evidente por dentro que por fuera.

Estaba agazapado, mirándolo con unos ojos brillantes de anhelo y entretenimiento. A veces intentaba pincharme con aquella cosita, pero me movía rápido para evitar que me diese. Tampoco podía correr de espaldas, y claramente no se atrevía a darme él mismo la espalda. «Inteligente. Pero debería darse cuenta de que en estas condiciones sólo cabe un desenlace» me comenté a mí mismo, con cachonda perversidad. Era interesante ver cuan estúpidamente desesperados podían ser algunos, incapaces de aceptar lo inevitable.

Daba pasitos hacia atrás, de la misma longitud que los que daba yo hacia delante. De alguna manera absurda parecía creer que así podría escapar. «No puedes». Mi voz, en mi mente, era cantarina. Y contundente.

Y finalmente, de la manera, más estúpida, tropezó. Palmeteó como un pez que de repente se encuentra fuera de su elemento. Como si hubiera sido un gesto convenido me abalancé sobre él, apartando su arma, decidiendo pasar a la verdadera diversión. Le retorcí el brazo en la espalda, dejándolo tirado, cara a cara bajo mí mismo. Mi boca estaba entreabierta, enseñando una lengua que se acariciaba los colmillos, mientras un hilillo de saliva bajaba hasta su mejilla.

Su cara, congelada, era la misma expresión del pánico. Balbuceaba algo que no podía entender, y tenía los ojos llorosos. Poco se imaginaba que eso sólo me satisfacía, que lo único que conseguía así era prolongar su agonía previa.

Comencé a lamerle la cara, disfrutando de su sabor y de los temblores que comenzaron a recorrerle. Su voz se hizo más alta, aunque igual de temblorosa, y comenzó a intentar intentó liberarse de mi agarre. Sólo consiguió que lo sujetase con más firmeza, mientras le sonreía de forma abyecta, dejándole claro cuánto disfrutaba.

Le arranqué la ropa desuperior, preguntándome con cierta diversión si se pensaría que mis intenciones con él eran de otro tipo. Seguí lamiendo, disfrutando del sabor de su piel. El cuello, pectorales, brazos... Aquí ya no pude aguantar más. Casi con cariño, casi con delicadeza, en apariencia preucopado por el daño pero realmente intentando que sobreviviera lo máximo posible, hinqué mis dientes en su brazo. Le arranqué su deliciosa carne, comencé a alimentarme.

Sus gritos se dispararon, sus ojos comenzaron a soltar torrentes de lágrimas de dolor, su rictus pasó a demostrar su horrible suplicio. Mientras masticaba lentamente lo miraba, ensimismado, sintiendo placer al verlo reducido a eso.

Karime había cazado ya a unas tres presas cuando decidió parar. Tampoco quería cazarlos a todos, no era necesario ya que, aunque pretendía comerse una de las piezas, las dos sobrantes serían suficientes para que Saren o Atol cocinaran algo en la sede que se saliera de lo normal. La loba se transformó de nuevo, metió las dos presas sobrantes en un saco y se acercó a donde Bran había terminado de disfrutar de su festín.

- Hola, guapo.- le saludó.- Supongo que no querrás un poco de este precioso animalito, ¿no?- le preguntó levantando la presa que pensaba comerse.- ¿Quieres buscar a otro mientras yo me como a este o prefieres que nos volvamos ya? Me gustaría hacer una hoguera para cocinar a este. No tengo nada en contra de la carne cruda, pero la prefiero churruscada por fuera.

Saboreé lentamente a mi presa, disfrutando del poder que ejercía sobre él. Era un sentimiento extasiante casi, y ya me parecía difícil recordar si el hecho de comer me gustaba tanto antes de transformarme. Probablemente no, dado que ahora además de alimentarme recargaba magia.

Ya estaba muerto y prácticamente devorado entero cuando me di cuenta de lo que era... «Un varmano...» Sintiendo como llegaba la calma tras el frenesí de la caza, me fui empapando de esa información. Era el primero... Era el primero que me comía. Sin saber del todo si había sido consciente o inconscientemente, hasta ahora no había comido ninguno. Y ahora... No era exactamente arrepentimiento lo que sentía, pero recuerdos muy desagradables intentaban inundar mi mente.

—No, ese te lo dejo para ti —respondí a la libense, en un tono bromista completamente falso. Era muy de agradecer que ningún idrino estuviera por aquí—. Yo estoy saciado, así que me iría ya.

Sigue en la explanada de los portales.

Varsai se despertó entre el revoltijo de sábanas que componía su cama. Bostezó y se incorporó tratando de despejarse, de fondo se escuchaba una discusión.

-...Que no Gralo, que no pienso cocinar eso - decía una voz masculina que se colaba por las rendijas de la puerta.- Si al único que le gusta es a ti, y sólo por que mamá y papá no vayan a estar no pienso hacerlo.

-Oh venga Nete, por favor...- suplicaba otra voz masculina.

Varsai sonrió aún en la cama, sabía que su hermano Nete acabaría cediendo a las demandas de su gemelo. Por mucho que discutiesen se adoraban mutuamente, aunque no siempre había sido así. Esa adoración había surgido a raíz de un incidente hacía años, una discusión por una tontería en la que Gralo se internó sólo en el bosque y se perdió, le atacó una bestia y por poco lo mata. Por suerte el padre de Varsai había dado con él y se pudo salvar, desde ese día en que Nete casi pierde a su hermano mayor cambió radicalmente, y ahora por mucho que discutiesen nunca era nada grave. Gralo aún tenía las cicatrices que servían como recordatorio.

La niña se levantó de la cama y todavía en pijama salió por la puerta de su habitación y se acercó a la cocina de donde provenían las voces. Si Gralo no tuviera una cicatriz en la mejilla tendrías que ser un experto para diferenciarlos, Nete era ligeramente más alto y Gralo tenía las facciones un poco más afiladas. Pero ahora Gralo tenía una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda y bajaba en vertical hasta llegar a su cuello y desaparecer en el interior de la ropa.

Nete la vio llegar pero no dijo nada cuando la niña se llevó un dedo a los labios, se acercó silenciosamente a su hermano por la espalda y le apretó los costados. Gralo dio un salto por el susto y persiguió a la niña que corría hacia el salón, cuando le dio alcance le empezó a hacer cosquillas y sólo cuando vio que a su hermana le estaba faltando el aire paró.

-Todas las mañanas me haces lo mismo y no aprendo - comentó Gralo negando con la cabeza, Nete estaba en el quicio de la puerta observando la escena con una sonrisa en los labios.- Lo que me recuerda... tengo un regalo para ti Varsai, pronto será tu cumpleaños pero en vistas de que haces esto repetidamente te lo daré ya - Gralo desapareció en la habitación que compartía con su hermano y se oyeron ruidos de qeu alguien estaba revolviendo en una caja. Al poco volvió con una cajita que le entregó a la niña.- Así te oiré llegar.

Con curiosidad la abrió y se echó a reír cuando vio que dentro había un cascabel, por la parte de atrás estaba grabado y ponía "Para mi niña silenciosa". Varsai todavía riendo abrazó a su hermano y le hizo un par de señas para que le ayudara a ponérselo, sólo para seguirle el juego. La niña le dio un golpecito a la campanilla disfrutando del sonido repiqueante que hacía. Los tres se dirigieron a la cocina y la niña se sentó en una silla.

-¿Qué quieres desayunar Varsai? - preguntó Nete, era él el que se encargaba de cocinar cuando sus padres no estaban, mientras tanto Gralo normalmente vagueaba. Tostadas respondió la niña.- ¿Y que tal has dormido? - Bien, ¿y tú?.- Fatal, éste no ha dejado de roncar en toda la noche - dijo mientras señalaba a su hermano.

-Yo no ronco - negó Gralo de forma categórica. Tanto Varsai como Nete desviaron sus miradas hacia su hermano mayor en una expresión que a todas luces quería decir "Te estás quedando con nosotros".- Bueno, sólo un poco - Gralo sabía que roncaba desde que un día le despertaron sus propios ronquidos pero no le gustaba admitirlo.- Lo siento - se disculpó ante su hermano.

-No pasa nada, ya estoy acostumbrado - dijo guiñándole un ojo a su hermana y sirviéndole las tostadas.- ¿Qué vas a hacer hoy Varsai? - la niña se metió la tostada en la boca para poder gesticular y luego respondió. Volveré a la cima, quiero terminar de pintar el paisaje. Hoy lo acabaré. Terminó intentando esbozar una sonrisa que quedó por completo ridícula con la tostada en la boca.

-Pues ten cuidado - dijo Gralo mientras alargaba la mano hacia una de las tostadas de la niña. Su hermano lo cortó en seco dándole una bofetada en la mano.- Au.

-Ni se te ocurra. Si quieres una tostada te la hago, pero no se las quites - Nete lo fulminó con la mirada.

-Vale vale, pues hazme una.

Varsai deslizó una tostada sobre la mesa hacia Gralo y le lanzó una sonrisa. Su hermano la mordió rápido pero no la acabó a tiempo antes de que Nete se diese la vuelta.

-Pero yo que he dicho, si es que no puedo darme ni la vuelta - con enfado, pero disimulaba muy mal por que se le curvaban los labios en una sonrisa.

Varsai terminó rápido de desayunar y fue a su habitación para prepararse. Se vistió rápidamente y recogió sus cosas, antes de irse le dio un beso a cada uno.

-Vuelve pronto, que esta noche te haré tu cena favorita - dijo Nete a forma de despedida.

-¿Quééééé? ¿Y a mi no me haces lo que quiero para comer? - lo pinchó Gralo.

-De acuerdo, de acuerdo, te lo hago si dejas de darme la brasa, pesado - acabó por responder su hermano con fingida indignación.

La niña sonrió para si misma y puso rumbo a donde había estado yendo los días anteriores, tenía una buena caminata por delante y había que pasar una pequeña zona de bosque, pero las vistas desde allí arriba merecían la pena.

Un río discurría por medio de un pequeño valle lleno de vegetación. De vez en cuando algún pájaro alzaba el vuelo desde un árbol y era bonito de ver. Le quedaba aún por terminar pero de ese día no pasaba sin que acabase la pintura.

Por eso se demoró de más y empezó la vuelta cuando el sol ya se ocultaba entre las montañas. Al pasar entre la pequeña zona boscosa de vuelta a casa se encontró con un brillo verdoso que procedía de entre los árboles. La niña pensando en que podía ser un espíritu trató de alejarse pero lo que surgió de entre ellos la dejó sin palabras.

Una mujer con cuernos llenos de flores y enredaderas, con una especie de patas peludas en vez de piernas y rodeada de animales. Varsai la consideró automáticamente como una de las cosas mas bellas que había visto nunca.

-Hola niña, bonita noche ¿verdad? - y era cierto, coincidía que las dos lunas estaban en su plenitud y arrojaban una luz muy bonita sobre el claro del bosque en que estaban. Varsai asintió a sus palabras y la ninfa sonrió, una ligera niebla verdosa comenzaba a extenderse por el claro y pronto la niña tuvo la sensación de que estaba soñando, de que en realidad había llegado a su casa, cenado y jugado con sus hermanos antes de acostarse y que ahora estaba soñando algo muy bonito.

La extraña le habló de su mundo, Rocavarancolia, un lugar maravilloso lleno de magia y cosas increíbles. Lo describió de tal manera que la niña estuvo tentada de ir enseguida pero entonces se acordó de sus hermanos y sus padres. Pero no puedo dejarles aquí le escribió en una pequeña libretita que usaba con los extraños que no sabían el idioma de gestos, más niebla llegó y la mujer le aseguró que no se acordarían y que pasado un año podría volver si quería. Eso terminó por disipar cualquier duda. Se guardó la libretita y el lápiz, aseguró sus cosas y le tendió la mano a la mujer.

Todo se volvió negro.

Varsai atravesó el portal de Varmania bastante nerviosa, ninguno de los guardianes le dijo nada cuando vieron que con ella iba Dirke. Era la primera vez que la varmana atravesaba un portal, por lo menos de forma consciente y no iba a hacerlo precisamente de la forma convencional.

Al parecer el portal del lado de Varmania estaba situado sobre un mar y la chica no podía usar magia, por si fuera poco Dirke tampoco. El hombre árbol solucionó el problema con una tabla de hacer surf voladora a la que la licántropa se subió con un poco de reticencia.

Nunca había volado y el aparato no le ofrecía mucha seguridad pero suponía que mientras fueran volando bajo no habría problema, un metro de caída no sería más duro que los golpes que daba Sura. Y eso pensaba hasta que al atravesar el portal vio el agua muy abajo. Casi de forma automática se abrazó a Dirke por miedo a resbalar de la tabla y caer. No estaba dispuesta a comprobar si lo de que los felinos y el agua se llevaban mal era cierto, tampoco lo de que caían siempre de pie.

La niña agradeció que el humano se hubiera puesto pantalones, habría sido muy incómodo el estar tan pegada a alguien completamente desnudo.

La niña no pensaba permanecer en aquella tabla más tiempo del necesario, convirtió sus ojos en los de un felino para aumentar su sentido de la vista y buscó por el lugar tierra firme. No la encontró hasta unos minutos después y tras señalársela a Dirke esperaba que él lo entendiese.

Al contrario que Varsai, Dirke se encontraba eufórico sobre aquella tabla. La superficie tan alejada de ellos y las nubes tan cerca, el viento revolviéndole el cabello... Para el alemán era como patinar pero en circunstancias mucho más mortales y, por lo tanto, más divertido. De haber ido solo, habría ido de pie o se habría colgado cual murciélago de la tabla como ya había hecho en otras ocasiones, utilizando sus capacidades vegetales para hacerse un nudo de corteza con las piernas. Pero por cortesía, esta vez permaneció todo el trayecto sentado hasta que la varmana le señaló tierra a la vista.

Sin embargo, el alemán no pudo evitarlo y en lugar de aterrizar en tierra, frenó con el mar todavía a sus pies, cerca de una playa. Dirke hizo descender la tabla hasta una altura que les permitiese sobrevivir a la caída, guardó el control en la mochila y se giró hacia Varsai con una sonrisa maliciosa.

—¡Es hora de bajar! —gritó entusiasmado al tiempo que se ponía de pie en el poco espacio que tenía—. ¿Sabes nadar?

Si la respuesta era positiva, el hombre árbol no se lo pensaría dos veces y saltaría al grito de "Lo siento, Rose, esta tabla es demasiado grande para los dos". Si fuera negativa... Bueno, si fuera así probablemente saltaría igual. Ya bajaría a Varsai con el mando.

En vez de bajar en tierra firme Dirke descendió en las cercanías de la playa. Varsai ató cabos con la pregunta del humano y supo lo que pretendía. Sopesó la caída con una mirada crítica y determinó que no debería haber problema para su otro cuerpo.

Le hizo una seña afirmativa y otra para que esperase, sacó la libreta que llevaba y la guardó dentro de la mochila. Mochila que ató a tabla y al cabo de un momento Dirke saltó con un grito del todo incomprensible para la varmana. <<¿Se habrá olvidado de mi nombre?>> se preguntó descartándolo rápido. Ya le preguntaría abajo.

Con cuidado para no caer se puso de pie sobre la tabla, que ésta no se tambalease ayudaba bastante. Con más cuidado aún se empezó a quitar la ropa mientras comenzaba el cambio a animal. Hizo surgir el pelaje para cubrir su desnudez aunque no había nadie mirando. Ató la ropa a la mochila y se lanzó al agua completando la transformación en el aire. Varsai en forma de leopardo cayó al agua cuan pesada era haciendo que el agua salpicase en todas direcciones. Salió a flote y usó sus poderosas patas para impulsarse hacia el hombre árbol. Persiguió al humano con intenciones de hundirlo en el agua y después salir a tierra a secarse.

Al alemán le hizo ilusión ver que se atrevía a saltar.

—¡Eso es, Varsai! —gritó, dejándose llevar por la diversión de aquel momento.

Lo que no esperaba el hombre árbol era que la leoparda se vengara de él. De forma instintiva, Dirke cubrío su boca y sus fosas nasales de madera y se permitió a sí mismo ser víctima de la venganza felina. Una ahogadilla más tarde, Dirke volvió a respirar y se endureció a sí mismo para flotar tranquilamente hasta la orilla.

—Nos espera un buen camino hasta tu pueblo —le explicó al a licántropa—. Si quieres que vayamos más rápido podemos seguir usando la tabla. Mis pies no están hechos para correr —tras esto se puso a canturrear una canción en inglés.

Una vez en tierra firme, el alemán agitó la cabeza cual canino para sacudirse una parte del agua y sacó el control de la mochila para acercar su vehículo.

Varsai observó como el hombre árbol salía del agua. Había adoptado una pose de dignidad sentada sobre sus patas traseras y estuvo tentada de lamerse la pata, luego recordó que estaba llena de agua salada y arena y no lo hizo.

Para responder al humano esperó a que la tabla estuviese sobre tierra firme, adoptando una figura antropomórfica pero llena de pelaje escribió en su libreta.

"Me parece bien si prometes no separarte mucho del suelo. Si no te importa antes quiero hacer una cosa, nunca he podido correr a toda velocidad y quiero probar aquí. En la ciudad hay demasiados quiebros y la arena de la playa no es apta para correr. Una llanura es lo más adecuado. Intentaré seguirte el paso, ¿qué me dices?"

Le enseñó lo escrito y le sonrió esperando que el chico entendiese las necesidades animales de la chica.

"No será mucho tiempo y luego iremos sobre tu tabla." Prometió volviendo a escribir.

Dirke no pudo evitar soltar alguna carcajada al ver al felino salir del agua con los pelos apelmazados.

—Pareces una croqueta —bromeó mientras la licántropa se convertía en el tio de la familia Adam y se ponía a escribirle algo. Una vez leyó su nota, asintió y le dio el visto bueno usando el idioma de aquella manera—. Me importa bien, espero que tengas buen fondo porque voy a ir a toda pasta —a Dirke le encantaban las competiciones y, cómo no, se estaba tomando aquella nota como una carrera—. Ruge cuando te canses.

El hombre árbol saltó sobre la tabla y se arrodilló con tan solo una pierna, quedando la otra libre para apoyar el mando. Acto seguido ascendió y voló hasta el final de la playa para colocarse en la linea de salida. Para asegurarse de que no se caía, echó raíces alrededor de la tabla.

—¡A la de ya! Preparados... Listos... ¡YA!

Con la velocidad máxima marcada, el alemán arrancó su vehículo de madera y salió disparado hacia delante. Estaba deseando que llegaran a algún bosque para jugar a sortear a sus primos (sin darse un leñazo por el camino, a ser posible). De vez en cuando, debido a pequeños venazos de conciencia, frenaba ligeramente y se giraba para asegurarse de que Varsai le seguía.

No le sorprendería que le acabara adelantando.

Varsai emitió un gruñido bajo cuando el chico dijo lo de rugir, ella no podía pero ya se había vuelto a transformar y guardado la libreta. No le dio importancia, supuso que si el chico miraba hacia atrás y no la veía volvería a por ella.

Se agazapó al lado de la tabla en posición de salto y cuando dio la salida la leopardo saltó abarcando una buena distancia. No salió corriendo o al trote, directamente esprintó. Jamás había corrido a aquella velocidad, se sorprendió a sí misma y supo que de no ser por sus sentidos aumentados a los dos segundos ya habría tropezado con algo. Las cosas pasaban ante ella como centellas y gracias a su vista pudo retenerlo todo.

Medio minuto después tuvo que reducir la marcha, se estaba agotando a ojos vista, aquella no era una velocidad que se pudiera mantener. Pasó entonces a correr sin esprintar y durante un rato tuvo a la vista la tabla pero ella no podía competir contra algo que volaba y terminó perdiéndola.

Cuando se cansó de correr se sentó y se dispuso a recuperar el aliento a la espera de que el alemán volviese a por ella.

Dirke disfrutó del vuelo a máxima velocidad sobre su tabla hasta que notó que perdía a la licántropa. El hombre árbol fue aminorando la marcha lo justo y necesario para que Varsai pudiera seguirle el ritmo, hasta que la varmana se acabó cansando, como era natural. En ese instante Dirke descendió su tabla hasta el lugar en el que descansaba el felino y estiró su antebrazo retorciéndolo entre ramas para llegar con la mano a darle una palmada en la espalda.

—¡Lo has hecho genial! —la felicitó, mientras devolvía su brazo al tamaño original y palmeaba el espacio sobrante sobre su tabla—. Sube y descansa.

El resto del paseo sería un viaje agradable. El alemán se aseguraría de no refrenar demasiado, pero sin meterse más prisa de la cuenta. Pasó la mayor parte del paseo callado, concentrado en la conducción, pero de vez en cuando alzaba la voz para contarle a Varsai alguna anécdota que le ocurrió en algún punto que sobrevolaran o simplemente le señalaba el lugar de nacimiento de algún varmano que hubiera cosechado (y que probablemente estuviera muerto).

Tiempo más tarde el viaje llegó a su fin, la ciudad de origen de Varsai asomaba al fondo.

No tuvo que esperar mucho por su compañero de viaje. Apenas había descansado unos instantes cuando vio aparecer al chico en el horizonte. Se estiró y aprovechó mientras volvía para comenzar el cambio. Cuando Ramas llegó se encontró con la chica pero recubierta del pelaje del leopardo.

No tardó en vestirse y subir a la tabla de un salto, ser un felino tenía sus ventajas. Hizo desaparecer el pelaje y redujo sus sentidos manteniendo sólo el del oído y el de la vista. El oído para poder escuchar al hombre árbol y la vista para no perderse detalle del paisaje.

Se reía con las anécdotas del chico pero la única constacia que tenía éste de tal hecho eran las vibraciones que emitía la chica al reírse. A Varsai se le hizo corto el viaje.

Le señaló un bosquecillo para que aterrizase. Bajó de la tabla y le escribió.

"Fue aquí dónde me cosecharon. Parece que haya sido toda una vida y ni siquiera ha pasado un año aún."

La nieve bajo sus pies crujió a cada paso, el aliento dejaba una estela de vaho al respirar. Era pleno invierno y eso se notaba en el bosque, y aunque la chica debería tener frío no lo tenía. <<Sí que llega lejos la transformación>> pensó alegre. <<No voy a volver a comprar un abrigo>>.

"La ciudad va a estar preciosa. Dime que tienes algo para camuflarte, no puedes perderte el amanecer desde el mirador."

"Aún nos queda por caminar un rato pero es mejor que nadie vea tu tabla voladora, no hay nada así por aquí."

La chica echó a andar hacia la ciudad y fue escribiendo mientras agradeciendo que no estuviera nevando.

"Tengo curiosidad, ¿te costó elegir tu nombre? Yo he pensado en ponerme uno también pero aún no me he decidido por nada."

Cuando Dirke bajó de la tabla, parecía más Pinocho que humano: el frío había ido aumentando conforme se acercaban a casa de Varsai y el hombre árbol se había protegido convirtiendo su piel en una suerte de madera negruza y arrugada. Era la que mejor combatía el frio de todas las que conocía.

Conforme andaron, Dirke fue leyendo las notas de Varsai y dejó escapar una sonrisa. Le parecía muy tierno ver tan de cerca los primeros pasos de los cosechados como ciudadanos en todo derecho; como transformados con nuevos cuerpos, nuevo ser y nuevas formas de afrontar su vida. A veces, cuando se trataban de cosechados suyos, el hombre árbol se sentía un poco padre.

—No puedo usar ilustraciones por ser impermeable a la magia —el alemán se refería a las ilusiones—. Pero tengo un amuleto que hace que la gente no se fije mucho en mí. Es como una burbuja una poca mayor que yo, que me cubre como la capa de Harry Potter, pero peor.

Dirke escondió la tabla en el bosque y guardó el control en su mochila antes de entrar a la ciudad.

—La verdad es que no. No lo pensé mucho tampoco. Al principio lo usaba de broma, porque me gustaba como suena, y al final se ha quedado como algo un poco más serio. Dice mucho más de mí que mi antiguo nombre; Dirke —pronunciar su nombre antiguo en voz alta se le hacía raro, aunque apenas se hubiera alejado de él—. ¿Sabes al menos cómo quieres que sea? En plan: dama Algo o solo Algo o Algo Algo, como con apellido... Ya sabes, esas cosas.

La varmana escuchó a su compañero y frunció el ceño ligeramente. <<¿Ilustraciones? ¿Quién será ese tipo que menciona?>>.

"Aún no lo sé, he visto que muchas mujeres se ponen el dama delante del nombre pero a decir verdad no sé si pega con mi transformación. Quizás algo más adecuado fuese un nombre como el de Cicatriz. Seguiré pensando en ello."

"Cambiando de tema, ¿quienes son Rose y ¿(Jarry/Harry?) Potter? Los has mencionado antes pero no los conozco, ¿son amigos tuyos?"

Varsai vio al fondo la ciudad y observó el cielo, el sol ya estaba bajo y no tardaría en anochecer. De noche no había mucho que hacer en la ciudad y sus hermanos no saldrían.

"Quizá sería bueno quedarnos a pasar la noche, podemos encender una hoguera para que no tengas mucho frío. De noche las temperaturas caen bajo cero y podrías resfriarte."

Dirke sonrió a la varmana. Estaba seguro de que, tal y cómo le pasó a él, en algún momento el nombre le acabaría llegando por sí mismo. Era mejor no preocuparse con aquel tema. Su siguiente pregunta le sacó una carcajada sonora.

—Se me olvida que no sois humanas —se justificó—. Rose es una mujer protagonista de una película sobre un barco que se hundía. Se salvó gracias a una tabla gigante y dejó que su novio de tres días se muriera congelado en el agua fría y se hundiera. Tiró una joya muy cara al mar y nos hizo llorar a todos.

>>Harry Potter es un mago muy famoso de la tierra, de unos siete libros y ocho películas, tiene una cicatriz en la frente y cada curso en una escuela de magia muy chula le pasa algo y le obliga a pelearse con un señor sin narices y con una risa muy rara que quiere matarlo porque no superó que Harry Potter le venciera cuando era un recién nacido.

Dirke lo explicó lo mejor que supo, lo cual no era un dato muy alagador.

—No te preocupes, conozco el árbol perfecto para no pasar mucho frío, pero antes ten —Dirke extendió sus brazos y de estos nacieron varias ramas finas de un color marrón clarito. Madera de uno de los árboles que mejor ardían —. Arráncalas, con esto tendremos para la hoguera —una vez partidas las ramas, Dirke devolvería a sus brazos su aspecto natural y podrían verse varias heridas superficiales, consecuencias de cortar las ramas, a las que Dirke no le daría importancia alguna.

El alemán dejó que la varmana se encargara del fuego y trató de disimular el respeto que le daban las llamas. Debido a esto, en lugar de simplemente acercarse al fuego, el hombre árbol se sentó alejado y recubrió todo su cuerpo de madera oscura.

—Si quieres podemos contarnos historias de miedo. ¿Conoces alguna de aquí? Que sé que a los varmanos os gustan mucho.

Varsai atendió a las palabras de Dirke y un poco confusa se preguntó qué sería una película. Se olvidó de ello cuando el chico le dijo que arrancara las ramas, Varsai dudó un momento pero pensó que no debía importarle si él mismo se lo decía.

Cuando vio las heridas se sintió un poco culpable y se preguntó si al hombre árbol no le dolía aquello. También observó su acelerada desaparición y sonrió ante el hecho de que fuese algo pasajero. Por suerte Varsai había ido alguna que otra vez con sus hermanos de acampada y había aprendido a encender un fuego.

Ya tenía uno hecho para cuando anocheció, buscó una piedra para sentarse y la llevó hasta delante del fuego. Y a pesar de todo se recubrió con una suave capa de pelaje para contrarrestar el frío que no tardaría en hacer. Al escuchar la propuesta del humano y emitió una ancha sonrisa. Siempre le habían gustado las historias de terror. Empezó a escribir sin demora.

"Cuentan que un niño de un pueblo Okae salió a dar un paseo nocturno por el bosque. Lo conocía muy bien y por eso no le preocupaba que fuese de noche. Ya había salido otras veces y nunca le había pasado nada.

Pero aquella no era una noche como otra, ninguna de las dos lunas era visible y el bosque parecía mas tenebroso que de costumbre. El niño empezó a oír ruidos que no pertenecían a ningún animal de aquel lugar. Al día siguiente no encontraron más rastro del chico que un charco de sangre y sus ropas, no quedó más de él."

"Toda la pinta de ser un trasgo ¿verdad?"