Varmania

No tuvo que esperar mucho por su compañero de viaje. Apenas había descansado unos instantes cuando vio aparecer al chico en el horizonte. Se estiró y aprovechó mientras volvía para comenzar el cambio. Cuando Ramas llegó se encontró con la chica pero recubierta del pelaje del leopardo.

No tardó en vestirse y subir a la tabla de un salto, ser un felino tenía sus ventajas. Hizo desaparecer el pelaje y redujo sus sentidos manteniendo sólo el del oído y el de la vista. El oído para poder escuchar al hombre árbol y la vista para no perderse detalle del paisaje.

Se reía con las anécdotas del chico pero la única constacia que tenía éste de tal hecho eran las vibraciones que emitía la chica al reírse. A Varsai se le hizo corto el viaje.

Le señaló un bosquecillo para que aterrizase. Bajó de la tabla y le escribió.

"Fue aquí dónde me cosecharon. Parece que haya sido toda una vida y ni siquiera ha pasado un año aún."

La nieve bajo sus pies crujió a cada paso, el aliento dejaba una estela de vaho al respirar. Era pleno invierno y eso se notaba en el bosque, y aunque la chica debería tener frío no lo tenía. <<Sí que llega lejos la transformación>> pensó alegre. <<No voy a volver a comprar un abrigo>>.

"La ciudad va a estar preciosa. Dime que tienes algo para camuflarte, no puedes perderte el amanecer desde el mirador."

"Aún nos queda por caminar un rato pero es mejor que nadie vea tu tabla voladora, no hay nada así por aquí."

La chica echó a andar hacia la ciudad y fue escribiendo mientras agradeciendo que no estuviera nevando.

"Tengo curiosidad, ¿te costó elegir tu nombre? Yo he pensado en ponerme uno también pero aún no me he decidido por nada."

Cuando Dirke bajó de la tabla, parecía más Pinocho que humano: el frío había ido aumentando conforme se acercaban a casa de Varsai y el hombre árbol se había protegido convirtiendo su piel en una suerte de madera negruza y arrugada. Era la que mejor combatía el frio de todas las que conocía.

Conforme andaron, Dirke fue leyendo las notas de Varsai y dejó escapar una sonrisa. Le parecía muy tierno ver tan de cerca los primeros pasos de los cosechados como ciudadanos en todo derecho; como transformados con nuevos cuerpos, nuevo ser y nuevas formas de afrontar su vida. A veces, cuando se trataban de cosechados suyos, el hombre árbol se sentía un poco padre.

—No puedo usar ilustraciones por ser impermeable a la magia —el alemán se refería a las ilusiones—. Pero tengo un amuleto que hace que la gente no se fije mucho en mí. Es como una burbuja una poca mayor que yo, que me cubre como la capa de Harry Potter, pero peor.

Dirke escondió la tabla en el bosque y guardó el control en su mochila antes de entrar a la ciudad.

—La verdad es que no. No lo pensé mucho tampoco. Al principio lo usaba de broma, porque me gustaba como suena, y al final se ha quedado como algo un poco más serio. Dice mucho más de mí que mi antiguo nombre; Dirke —pronunciar su nombre antiguo en voz alta se le hacía raro, aunque apenas se hubiera alejado de él—. ¿Sabes al menos cómo quieres que sea? En plan: dama Algo o solo Algo o Algo Algo, como con apellido... Ya sabes, esas cosas.

La varmana escuchó a su compañero y frunció el ceño ligeramente. <<¿Ilustraciones? ¿Quién será ese tipo que menciona?>>.

"Aún no lo sé, he visto que muchas mujeres se ponen el dama delante del nombre pero a decir verdad no sé si pega con mi transformación. Quizás algo más adecuado fuese un nombre como el de Cicatriz. Seguiré pensando en ello."

"Cambiando de tema, ¿quienes son Rose y ¿(Jarry/Harry?) Potter? Los has mencionado antes pero no los conozco, ¿son amigos tuyos?"

Varsai vio al fondo la ciudad y observó el cielo, el sol ya estaba bajo y no tardaría en anochecer. De noche no había mucho que hacer en la ciudad y sus hermanos no saldrían.

"Quizá sería bueno quedarnos a pasar la noche, podemos encender una hoguera para que no tengas mucho frío. De noche las temperaturas caen bajo cero y podrías resfriarte."

Dirke sonrió a la varmana. Estaba seguro de que, tal y cómo le pasó a él, en algún momento el nombre le acabaría llegando por sí mismo. Era mejor no preocuparse con aquel tema. Su siguiente pregunta le sacó una carcajada sonora.

—Se me olvida que no sois humanas —se justificó—. Rose es una mujer protagonista de una película sobre un barco que se hundía. Se salvó gracias a una tabla gigante y dejó que su novio de tres días se muriera congelado en el agua fría y se hundiera. Tiró una joya muy cara al mar y nos hizo llorar a todos.

>>Harry Potter es un mago muy famoso de la tierra, de unos siete libros y ocho películas, tiene una cicatriz en la frente y cada curso en una escuela de magia muy chula le pasa algo y le obliga a pelearse con un señor sin narices y con una risa muy rara que quiere matarlo porque no superó que Harry Potter le venciera cuando era un recién nacido.

Dirke lo explicó lo mejor que supo, lo cual no era un dato muy alagador.

—No te preocupes, conozco el árbol perfecto para no pasar mucho frío, pero antes ten —Dirke extendió sus brazos y de estos nacieron varias ramas finas de un color marrón clarito. Madera de uno de los árboles que mejor ardían —. Arráncalas, con esto tendremos para la hoguera —una vez partidas las ramas, Dirke devolvería a sus brazos su aspecto natural y podrían verse varias heridas superficiales, consecuencias de cortar las ramas, a las que Dirke no le daría importancia alguna.

El alemán dejó que la varmana se encargara del fuego y trató de disimular el respeto que le daban las llamas. Debido a esto, en lugar de simplemente acercarse al fuego, el hombre árbol se sentó alejado y recubrió todo su cuerpo de madera oscura.

—Si quieres podemos contarnos historias de miedo. ¿Conoces alguna de aquí? Que sé que a los varmanos os gustan mucho.

Varsai atendió a las palabras de Dirke y un poco confusa se preguntó qué sería una película. Se olvidó de ello cuando el chico le dijo que arrancara las ramas, Varsai dudó un momento pero pensó que no debía importarle si él mismo se lo decía.

Cuando vio las heridas se sintió un poco culpable y se preguntó si al hombre árbol no le dolía aquello. También observó su acelerada desaparición y sonrió ante el hecho de que fuese algo pasajero. Por suerte Varsai había ido alguna que otra vez con sus hermanos de acampada y había aprendido a encender un fuego.

Ya tenía uno hecho para cuando anocheció, buscó una piedra para sentarse y la llevó hasta delante del fuego. Y a pesar de todo se recubrió con una suave capa de pelaje para contrarrestar el frío que no tardaría en hacer. Al escuchar la propuesta del humano y emitió una ancha sonrisa. Siempre le habían gustado las historias de terror. Empezó a escribir sin demora.

"Cuentan que un niño de un pueblo Okae salió a dar un paseo nocturno por el bosque. Lo conocía muy bien y por eso no le preocupaba que fuese de noche. Ya había salido otras veces y nunca le había pasado nada.

Pero aquella no era una noche como otra, ninguna de las dos lunas era visible y el bosque parecía mas tenebroso que de costumbre. El niño empezó a oír ruidos que no pertenecían a ningún animal de aquel lugar. Al día siguiente no encontraron más rastro del chico que un charco de sangre y sus ropas, no quedó más de él."

"Toda la pinta de ser un trasgo ¿verdad?"

Ramas leyó la historia con curiosidad genuina y, lejos de asustarse, sonrió al final. Sí que tenía pinta de ser un trasgo, entre otras muchas cosas. Un vampiro seguro que no era, eso sí que no, no se los imaginaba dejando un rastro de sangre. Al menos Jack no parecía de esos.

—La verdad es sí —reconoció—. Si me descuidas, quizás incluso conozca al trasgo que fue. Hay un buen puñado de ellos en la ciudad.

Aquello le trajo varias preguntas a la cabeza, que no tenían que ver con historias de miedo, pero que podían dar miedo por lo que tenían detrás.

—¿Alguno de tus amigos es un trasgo? —Dirke apenas sabía del moloch, el resto de novatos en la sede parecían más morales que aquel largarto, pero tal vez hubiera otros en Serpentaria o correteando por la ciudad—. Vale vampiro y moloch y cualquier cosa parecida. ¿Qué opinas de ellos? ¿No te asusta de que entren a tu habitación por la noche para sacarte las tripas? —había formulado la pregunta con tono de broma, pero había cierta verdad entremedias.

Dirke había tenido suerte y el ser medio árbol le había sacado del punto de mira de sus compañeros inmorales, pero aún así los primeros meses tenía que reconocer que había vivido con algo de miedo.

Varsai se tomó su tiempo para reflexionar en la respuesta con la mirada perdida en las llamas de la hoguera. Tras hacerlo empezó a escribir lentamente.

"Tengo compañeros así sí, pero no creo que quisieran hacerme algo por el estilo. Nos unimos mucho durante la cosecha y aunque puede que yo no apruebe lo que tienen que hacer para conseguir magia tampoco puedo detenerlos. Ojos que no ven corazón que no siente ¿no?

Es curioso que no sean mis compañeros más cercanos los que más miedo me dan. Tuvimos un compañero, alguien muy desagradable que desde la Luna no he vuelto a saber de él. Si soy sincera no me gustaría volver a verlo nunca."

"Deberíamos ir a dormir, mañana por la mañana quiero enseñarte algo al alba. Una vista única." sonrió al hombre árbol.

Dirke leyó a Varsai y asintió. Por suerte, su cosecha había creado unas amistades duraderas y poca rivalidad. Le apenaba ver que no siempre era el caso. Vivir en la sede era suficiente para descubrir que, de hecho, la rivalidad malsana surgía bastante a menudo. <<Mejor si no le ve, lo último que necesitamos es otra batalla de explosiones entre novatos>> pensó divertido.


—Está bien. Buenas noches, Varsai.

Dirke arraigó en el mismo sitio en el que había estado sentado y en apenas unos segundos no quedó rastro humano en él. Se hacía convertido en un árbol apto para sobrevivir en un ambiente frío, de hojas de aguja. La tabla, la mochila y el resto de la ropa quedaron atrapadas en la parte más alta de la copa. De esta manera, el hombre árbol estaba listo para dormir.

La niña observó con cierta fascinación la metamorfosis del hombre en árbol y se preguntó si el resto del mundo también la verían así cuando ella cambiaba. Varsai alimentó una última vez la hoguera y se levantó, se quitó la ropa, la guardó y se convirtió en leopardo.

Se echó al lado de la hoguera disfrutando del calor que manaba del fuego y no tardó en dormirse arropada por su propia cola. No fue un sueño profundo, al tener aumentados todos los sentidos muchos ruidos fuertes la despertaban pero gracias a eso no perdió la hora de despertarse.

Abrió los ojos y observó el claro, las lunas emitían la suficiente luz como para que la niña pudiese ver perfectamente. El fuego se había extinguido y ya no daba calor pero la leopardo no tenía frío, miró al cielo y por la posición de las lunas supo que tenían tiempo.

Estiró el cuerpo en silencio y bostezó mostrando los colmillos. Comenzó el cambio acercándose a la mochila para sacar la ropa y cuando ya estaba sobre dos patas empezó a vestirse. Se puso algo de abrigo y entonces eliminó el pelaje, mantuvo sin embargo sus sentidos felinos.

Observó el árbol que era su compañero y se preguntó cómo despertarlo, ella no podía hablar. Tras pensarlo un poco y con una sonrisa traviesa decidió hacerle cosquillas. Se encontró con otro problema, ¿dónde tiene las cosquillas un árbol? Encogiéndose de hombros empezó a tocar aquí y allí para ver si lo conseguía.

Dirke estaba sumido en un profundo sueño cuando percibió los toques de Varsai en su corteza. La varmana no logró hacerle cosquillas, estando transformado en árbol era algo imposible, pero sí que logró despertarlo. De la corteza negra surgió poco a poco una cara en mitad de un bostezo. Los ojos tallados parpadearon varias veces y luego se entornaron. Todavía era de noche. ¿No era pronto?

—¿A qué hora sale esa vista única? —refunfuñó más en broma que en serio. Dirke no solía despertarse hasta que el sol le acariciaba las hojas, pero no tenía problemas con la excepción.

Poco a poco las ramas de su copa fueron encogiendo, bajando con sumo cuidado la escasa ropa de Dirke y la tabla. El hombre árbol recuperó su forma humana con tanta maestría que se vistió y se puso la mochila al hombro en pleno cambio. Su piel desnuda brillaba aún, a aquellas horas de la mañana. Pero no lo haría por mucho más tiempo. Dirke había olvidado el frío que hacía y, tras dar un tiritón, volvió a cubrirse de corteza, tal y como había hecho ayer.

—¡Todo listo! —dijo por fin, imitando una pose militar.

Varsai sonrió a la cara surgida de la corteza y luego se sintió un poco culpable por no haberlo avisado.

"Temprano. Perdona por no haberte avisado ayer." le escribió.

La niña no tardó en recoger sus cosas y cuando Dirke estuvo listo echaron a caminar hacia la ciudad. Era muy temprano para que hubiera nadie por la calle pero por si acaso Varsai le instó a que se cubriese para que no lo vieran.

Andaron por las solitarias calles en pendiente de la ciudad y la varmana dirigió al humano al mirador de la ciudad. No tardaron mucho en llegar y Varsai miró al cielo. La luna marrón ya se había ocultado y la gris estaba empezando a hacerlo.

"Vamos a ver el amanecer desde aquí." le señaló al oeste donde había unas montañas nevadas y al cielo que empezaba a clarear por allí. El cielo se tiñó de un color rosado dando paso a un naranja claro.

Varsai tenía una sonrisa permanente en el rostro, la niña pensaba que nunca más volvería a ver aquella vista y los meses de miedo de la cosecha parecieron lejanos en comparación.

Dirke le quitó peso a lo de madrugar. Realmente no le importaba y no quería que Varsai se sintiera mal por ello, más aún si le iba a llevar a un sitio con tan buenas vistas. Cubierto hasta las cejas de madera aislante, el hombre árbol activó la ilusión y dejó que su imagen pasar a ser la de un joven varmano aleatorio. Mientras caminaban, de vez en cuando el hombre árbol se distraía mirando sus huellas. Le hacía mucha gracia ver la ilusión que le cubría llevar zapatos y que su rastro fuera el de un par de pies descalzos. <<Menos mal que no hay nadie despierto>> se dijo a sí mismo, antes de comentarlo con la varmana.

Una vez llegaron al lugar, Dirke lo entendió todo. Estaban situados en un mirador de aspecto acogedor que les permitía ver toda la ciudad a sus pies y las cumbres nevadas al fondo. Sin duda era un espectáculo magnífico y así lo hizo saber con su expresión boquiabierta y un par de suspiros alargados. Los cambios de color del cielo eran preciosos y el hecho de que tuvieran tantas lunas no lo hacía sino más increíble.

—Qué pasada, Varsai —reconoció. El muchacho inclinó su tabla de transporte y se apoyó de espaldas a ella para ver aquel espectáculo natural de forma relajada.

Varsai no apartó la mirada del amanecer y tan sólo asintió a las palabras del hombre árbol. Para Varsai aquello significaba una despedida, era la última vez que vería el amanecer desde el mirador, sería la última vez que vería a sus hermanos y por ello, al pensa en eso, un par de lágrimas se escaparon de sus ojos.

Se las secó disimuladamente y forzó una sonrisa cuando volvió a mirar a Dirke. Esa sonrisa se volvió menos forzada cuando vio al chico anonadado con la salida del sol. Varsai archivó aquella imagen en su memoria para poder pintarla luego.

"Tengo hambre. Vamos, te invito a desayunar."

Varsai conocía una panadería que abría temprano que además tenía servicio de cafetería donde vendían bollos recién horneados. Antes de ir a la ciudad la niña muchas veces había desayunado allí, bien fuera sentada en su terraza o interior como llevándose un bollo para comer de camino a clase.

No era el único motivo, si todo seguía como debiá uno de sus hermanos pasaría por allí a comprar el pan, aquella era su panadería habitual.

"¿Qué quieres? Tienen unos bollos rellenos de chocolate y nata muy buenos." le preguntó cuando se acercaron a dicho lugar.

Varsai sacó su monedero, antes de ir a Varmania la chica había cambiado algunas monedas por dinero varmano con el que poder costearse algún recuerdo.

Una vez acabaron de ver la salida del sol desde el mirador, Varsai le dijo que le invitaba a comer y Dirke decidió no decir nada al respecto, salvo asentir. Seguro que la leopardo necesitaba reponer energías tanto cómo él, pero en su caso no funcionaba igual. Una vez llegaron a la panadería, el hombre árbol entendió por qué le había traído ahí (o eso creyó). Los dulces tenían una pinta buenísima aun cuando Dirke no sentía ningún tipo de interés por comerlos.

—Perdona, no quise decir nada, pero no puedo comer nada de esto —le explicó—. Para mí un vaso de agua estará bien, pero si coges unos pocos bollos podemos invitar a la vuelta a los de la Sede —acabó sugiriendo.

Varsai bajó la mirada avergonzada, se reprendió a sí misma por no haberse dado cuenta de aquel dato. Desde que conocía al hombre árbol nunca lo había visto probar bocado, tenía que haber caído en ello.

Se acercó a la mujer que estaba tras el mostrador y escribió en su cuaderno. Al principio le resultó raro volver a escribir en varmano pero tras las primeras palabras ganó confianza en los trazos que tan familiares le resultaban. Pidió para sí un bollo y un té de frutas, para el chico pidió un vaso grande de agua. También pidió que le apartaran unos bollos para llevar que recogería antes de irse.

Se sentó en una mesa pegada a la pared con Dirke. Miró hacia arriba y sonrió, señaló un cuadro que tenía sobre las cabezas y le escribió.

"Lo pinté yo y se lo regalé a los dueños hace unos años. Su hijo y yo íbamos al mismo curso de la escuela y éramos cercanos. Me alegra ver que esa pintura aún dura aunque no lo hagan los recuerdos sobre mi."

El cuadro representaba la fachada del local junto a sus dueños. La pintura desprendía cierta calidez, Varsai había sabido captar el cariño que le tenían los dueños a la panadería y lo había plasmado inmortalizándolo en el cuadro.

Llegaron las cosas que había pedido y sonrió al chico pero se sintió un poco mal, por eso comió despacio y aunque estaba muy bueno no lo exteriorizó. Al poco le señaló a Dirke un joven que había entrado por la puerta, éste tenía cicatrices por la cara quele bajaban por el cuello, eran bien visibles.

"Mi hermano mayor." escribió y lo observó hasta que se fue con la bolsa del pan bajo el brazo. Su mirada se había tornado triste y de pronto el dulce ya no le supo tan bien.

Al contrario que Varsai, para Dirke no hubo ningun mal en que la muchacha no hubiera caído en que no comía. Era algo que ocurría sorprendentemente a menudo y el hombre árbol jamás le había dado importancia. Él tampoco sabía con certeza todas las implicaciones de las transformaciones de sus amigos, ¿por qué debía ser diferente?

—El cuadro es precioso —reconoció—. Algún día tienes que pintarme un paisaje bonito.

Y se sumió en silencio, dejando que Varsai desayunara tranquilamente mientras él disfrutaba del local. Su último mensaje, la llegada de su hermano, no hizo sino reforzar aún más ese silencio. Dirke sonrió a la muchacha y le acarició el hombro suavemente, dejándola asimilara a su ritmo la entrada de su hermano. Si le pedía cualquier cosa, Dirke la haría encantado; si no, dejaría a la varmana en privado con sus emociones.

Mientras tanto, el alemán se pelearía consigo mismo. Visualizar estas escenas le traía mucha más tristeza de lo que se podía ver desde fuera.

Cuando su hermano se fue Varsai le dirigió una sonrisa a Dirke, era una sonrisa triste pero la niña intentó con todas sus fuerzas sonreír y no echarse a llorar. Lo consiguió centrándose en su comida y en terminar su desayuno.

El chocolate la animó, no cabía duda de que ese dulce la reconfortaba. Ver a su hermano había sido como echarle sal a una herida abierta. Dolía, pero la niña sabía que era necesario para que por fin empezase a sanar.

Algo más animada tras el desayuno insistió en llevar al humano por la ciudad dando un paseo y enseñándole los distintos lugares de ella. Los parques en los que había jugado cuando era más pequeña, el colegio donde había aprendido, el bloque de pisos que había llamado casa. La niña mantuvo su sonrisa durante el recorrido y, aunque al principio había sido forzada, ahora era genuina. Se divertía contándole anécdotas al hombre árbol.

"Sólo me queda una cosa por hacer." le escribió cuando el sol marcaba cerca del mediodía. Era día de mercado y la costumbre de sus hermanos era dar un paseo mirando los tenderetes, Varsai necesitaba ver a su otro hermano. Escribió una cosa en un papel que no le enseñó a Dirke, lo arrancó, lo dobló y se lo metió en un bolsillo.

Llegaron a la plaza del mercado y Varsai activó sus sentidos animales para que le ayudaran a localizar a sus hermanos. Cuando los hubo encontrado le pasó a Dirke su mochila pidiéndole que la cuidara un momento. Varsai se acercó sin hacer ruido a su hermano mayor e introdujo dentro de un bolsillo suyo la nota que había escrito. Lo observó de cerca durante unos segundos en los que se sorprendió de lo poco que había cambiado, para Varsai parecía haber pasado una eternidad cuando tan sólo había sido menos de un año.

Por fin se volvió hacia Dirke y se alejó de sus hermanos. Aquello le estaba costando la vida, cada paso era un suplicio en el que se obligaba a continuar adelante y dejar atrás a sus seres queridos sin sinquiera darles un último abrazo. Cuando llegó a la altura del humano grandes lágrimas se precipitaban por sus mejillas, le hizo un gesto para que la siguiera y una vez fuera de la ciudad se abrazó a él enterrando la cabeza en su hombro y permitiéndose llorar por fin.

En la nota que su hermano encontraría horas después decía: "Gracias por todo."