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Lops
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Ficha de cosechado
Nombre: Kradko
Especie: Clinger de la sociedad nómada
Habilidades: Agilidad, oído musical, habilidad manual
Personajes :
· Adara: Humana ángel negro.
· Heraldo Rocuo: Ochrorio ominario.
· Kradko: Clinger lepäni.

Armas : · Adara: ballesta, tonfas, espada larga y lanza naginata.
· Kradko: bastón.

Primera incursión de Adara: Varmania Empty Primera incursión de Adara: Varmania

29/02/12, 09:48 pm
Voy a repasar de nuevo...

Provisiones para cuatro días en la cintura (mi plan es estar menos tiempo, pero en caso de que se prolongue puedo racionar y extender la comida hasta seis días); la ballesta de repetición cargada y con virotes de reserva, proyectiles de reserva en un saquito (aunque no puedo usarlos, de momento); y todo ello atado a la cintura. Estoy lista, diría yo.

Salgo de la Sede de los Taumaturgos y me dirijo hacia el portal. No puedo evitar estar algo nerviosa, es la primera vez que salgo de la ciudad y del planeta al que llegué... mejor dicho, al que me trajeron, hace más de un año. Llego hacia el portal y, volando, lo cruzo hacia Varmania, el mundo vinculado sobre el que había leído.


Aparezco en mitad del mar, tal como esperaba. La luz del mediodía reflejada en el agua me ciega y me encuentro momentáneamente desorientada, pero logro estabilizarme y quedarme estática en el aire mientras me acostumbro a la luz solar lo suficiente para discernir dónde hay tierra. Creo ver algo en dirección contraria al sol y me acerco. Por ahora, todo va como esperaba: el bosque domina casi todo el terreno de tierra.

Paso la primera jornada volando encima de los bosques, reconociendo el terreno y buscando un lugar en el que llevar a cabo la caza. No veo mucha vida, exceptuando un par de grandes ciudades y medios de transporte de lo más extraños, tanto terrestres como voladores (que, naturalmente, evito). Al final del día, bajo hacia el bosque y busco un lugar para dormir. No estoy muy satisfecha con lo que he visto, me pregunto cómo podría encontrar alguien sólo, o a poca gente.


Al día siguiente, me fijo en algo en que no presté atención antes... Ganado. Y donde hay ganado, hay granjas. Estúpida de mí, ¿cómo no se me pudo ocurrir eso ayer? En estas ocasiones... tierra, trágame.

Desciendo y aterrizo cerca del claro en el que están los animales, pero lo suficientemente lejos para que no me perciban. Me acerco con mucha cautela al claro; tal vez no asistí a las clases de infiltración, pero eso no significa que no sepa ocultarme.

Cerca del claro, veo a un habitante de este mundo: un okae, por el pelaje. Parece que es el que vigila el ganado, aunque no se lo está tomando muy en serio, casi da p... No, Adara, no sigas por ahí. Sabes a lo que has venido, sabes que debes matarle. Cuesta hacerse a la idea, sí, pero tengo que hacerlo. Que no tiemble mi mano: determinación.

Pero cuando al fin consigo empezar a avanzar, otros sorprenden al trabajador. Dos okae y un granta salen de la espesura y rodean al pastor. Parecen exigirle algo y no de buenas maneras, pues sacan un cuchillo y lo amenazan con él. No lo dudo: agarro la ballesta y descargo un virote sobre el varmano mas alejado del pastor. No consigo matarlo, pero al menos le dificulto el caminar al darle en el muslo.

Entonces uno de los felinos saca un arma de fuego y dispara. Por poco no me da, creo que si no llego a rodar hacia el lado hubiera quedado, como mínimo, malherida. Parece que no tiene más armas y no puede disparar de nuevo sin antes cargarla, momento que aprovecho para salir del claro a corriendo a toda velocidad. Me encara el otro de los bandidos armado con una especie de daga serrada, pero que se abre en dos por la punta, y me intenta apuñalar cuando llego a su altura. Yo ya me imaginaba que algo así intentaría, así que me agacho justo al llegar a él y clavo un ala en el esternón, sin llegar a atravesarlo pero de forma igualmente mortífera.

El mismo instante en el que el cadáver cae a mis pies, siento el poder. Llevaba tanto tiempo escaseando, racionando los hechizos que realizaba que... no puedo describir la sensación que tengo este momento. Me limito a levantarme del suelo con calma. El hombre felino herido ha conseguido incorporarse y agarrar una daga como la del muerto, mientras que el de la pequeña pistola ha conseguido terminar de colocar la munición y me apunta de nuevo con ella. Me dice algo que no entiendo, pero creo que tampoco lo haría si me hablara en una lengua conocida. Ahora sólo tengo una cosa en la cabeza: la magia.

El de la pistola me dispara, pero falla pues me he adelantado disparando antes uno de mis proyectiles. Estas son piedras del tamaño de mi pulgar a las que les he imprimido una runa para que salgan disparadas a gran velocidad de entre mis dedos.
Runa:
El proyectil no le ha matado, pero le ha perforado el estómago y le ha dejado incapacitado. Avanzo ávida hacia el que herí con la ballesta y, sin darle opción a réplica, le corto la cabeza con las alas. De nuevo, siento como la energía mágica entra en mí. Sólo queda el del proyectil en el estómago y el pastor, al que dirijo la mirada. Tiene miedo, está indefenso, pero yo sólo puedo pensar en matar, en consumirle. Avanzo con rapidez hacia él, le hago caer al suelo cortándole en una pierna, me planto encima y empiezo a desmembrarle. Sin ton ni son, perforo las partes de su cuerpo con ansia, deleitándome en su sufrimiento. Siento como más poder entra en mi cuerpo, ha muerto el otro; extasiada por el poder que acabo de recibir, rebano el pescuezo al que tengo bajo mi cuerpo.


Al terminar el asalto, siento como la euforia va cediendo al raciocinio y, con este, vienen las nauseas. ¿Cómo he podido perder así el control, qué me ha pasado? Vomito.

Yo... he salido ilesa, pero lo que he hecho escapa de mi comprensión. Era necesario que les matara, ¿pero acaso lo era montar una carnicería? No lo entiendo, no es normal en mí perder el control de esta forma.

Retrocedo hacia donde dejé la ballesta y las provisiones, pero me encuentro con que me disparan un virote. No puedo reaccionar a tiempo para evitarlo, pero por suerte el varmano no tiene experiencia con mi arma y el disparo sólo me da en un costado; pero, aún así, me ha perforado una costilla: es doloroso. Maldita sea, ¿cómo he podido ser tan descuidada? Por los ropajes que lleva, el okae que me ha disparado debe ser compañero de los tres bandidos.

Por desgracia para él, no sabe volver a cargar el virote, así que deja caer la ballesta al suelo y corre hacia empuñando una daga similar a la de los otros. Evito su puñalada tirándome al suelo, pues me duele demasiado la herida para intentar esquivarlo de forma normal. Intento arrojarlo a él conmigo pero me evita de un salto, ante el que reacciono golpeándolo con un ala que no puede evitar. Desde el suelo, apunto hacia su cuerpo caído y disparo uno de los proyectiles que he sacado de la bolsita de la cintura. El estallido de magia que penetra en mi cuerpo confirma que el disparo ha sido mortífero.

Lo primero que hago es buscar algo para tapar la herida. La próxima vez debo traer unas vendas o algo con que poder aplicar unos primeros auxilios. Sé de la capacidad de regeneración de mi especie, pero no por ello he de dejar de tener cautela. Cuando consigo taparme la herida con la vegetación local y extraer el virote, busco un lugar para comer y descansar hasta estar suficientemente bien como para poder volar de regreso.


Cuando vuelve a despuntar el sol, le herida ya está casi cerrada y, aunque siento dolor por el hueso roto, no tengo problema con volar si no me fuerzo mucho. Despego y, con calma vuelvo a la ciudad, a Rocavarancolia. Necesito un buen baño y descansar hasta que esté bien de la costilla. Ah, pero prometí a Noel que le enseñaría a volar con su nuevo cuerpo. Supongo que lo próximo que le pediré a Gael es que me enseñe a hacer un hechizo de sanación.
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