Varmania
+8
Poblo
Jack
Tak
Leonart
Lops
Yber
Giniroryu
Rocavarancolia Rol
12 participantes
- Rocavarancolia Rol
Varmania
12/08/12, 07:07 pm
Varmania
Portal suspendido sobre un mar mediano del planeta
Portal suspendido sobre un mar mediano del planeta
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Varmania
05/04/13, 05:37 pm
Tras finalizar con éxito el trabajo en Luna Alta y haber conseguido una buena cantidad de dinero a parte de un par de útiles grimorios, los cuchitrileros habían repartido parte del dinero entre todos, incluido Matt, y el resto se apartó para gastos comunes. Durante los días siguientes compraron más comida, consistente principalmente en frutas, verduras y hortalizas, y también algún que otro utensilio para el huerto así como algunas semillas tras informarse en la biblioteca sobre qué era mejor cultivar.
Noel, por su parte, invirtió una porción de su dinero en comprar las telas que necesitaba ahora que podía permitírselo. Todavía no se atrevía a intentar coserlas porque le costaba demasiado y temía estropearlas, por lo que por el momento siguió practicando con trozos sobrantes.
Pronto tendrían otro trabajo, el que les había propuesto Jack, pero dado que eran necesarios algunos "voluntarios", el grupo decidió hacer una visita a Varmania. Gracias a uno de los pregones se habían enterado de que en una ciudad del mundo se había formado un caos que les permitiría ir de "caza" sin problemas. Así mismo al draco también le llamó la atención el hecho de que parecía que las alianzas con Libo iban bien y se sorprendió bastante pero también se alegró por Mánia.
La noche anterior a su excursión, el vampiro les había dejado un carro en el cuchitril a falta de espacio en el burdel, que utilizarían para llevarse a los varmanos. Así pues al día siguiente quedaron con Jack al anochecer y se dirigieron hacia el portal llevando el carro. Toima había decidido, además, llevar con él a la lagarta para comenzar a entrenarla.
Ya habían estado en el mundo varias veces y sabían que el portal se encontraba suspendido sobre uno de los mares del planeta. Casi todos podían volar o levitar por sus propios medios, pero hizo falta hechizar el carro, la lagarta y a Toima. A este último Noel le sugirió jocosamente que fuese nadando, pero le respondió de una forma un tanto brusca para tratarse de una simple broma.
Una vez llegaron a tierra firme, consultaron un mapa de Varmania que habían llevado con ellos. Habían estado allí muchas veces, pero nunca se habían acercado a ninguna población. Dedicaron un buen rato a estudiar la ruta que deberían seguir y una vez lo aclararon pusieron rumbo hacia la ciudad de Tarance, que es la que se había mencionado en el pregón.
El grupo permaneció en las inmediaciones de la ciudad, observando desde lejos. Una especie de cimpiés gigantes y voladores alimentaban el desmedido caos que reinaba en la ciudad. Los varmanos huían, corrían... gritaban. Los gritos inudaban el aire y eran arrastrados por el viento. Noel fue el primero en oírlos y según se acercaban estos se volvían más claros, más consistentes, más... agradables. Contemplar, y sobre todo escuchar aquel caos resultaba perturbadoramente tranquilizador para el draco. Ni siquiera sentía la repugnancia que le había provocado el incidente de Nubla, aquello era diferente. El propio Noel no sabría explicar muy bien por qué, pero así era. Quizás por eso no dedicó demasiado a pensar en lo que iban a hacer, y simplemente se centró en cómo hacerlo.
-Dejad que vaya yo primero -pidió cuando comenzaron a debatir sobre qué hacer a continuación-. Puedo sacar provecho del "factor sorpesa", ya sabéis... -sonrió maliciosamente-. Serán sólo unos segundos, después ya podéis venir el resto.
Sin vacilar demasiado, el draco salió volando a considerable velocidad hacia el grupo de varmanos que huían aterrorizados de sus atacantes. Una vez estuvo lo suficiente cerca, lanzó una buena cantidad de plumas de sus alas en diversas direcciones, acertando varias de ellas en los varmanos y ciempiés por igual. Los habitantes del planeta gritaron aterrorizados ante la nueva amenaza. Noel sonrió con satisfacción al sentir como sus gritos de miedo y desesperación recargaban sus reservas mágicas con mayor intensidad que antes. Pero fue interrumpido por un cimpiés gigante, que se lanzó en picado hacia él con intención de agredirle. El draco se apartó justo a tiempo mientras se descolgaba el hacha del cinturón y arremetió con ella contra el miriápodo. Fue fácil cortarlo de un tajo, pero mientras se encargaba de este, otro insectoide volador había aprovechado para acercársele por detrás y no fue hasta que clavó sus dientes en su brazo izquierdo que Noel se percató de su presencia. El ciempiés había conseguido morderle parcialmente en una zona al descubierto, pero se alejó de golpe al cortarse también con algunas de las plumas duras. Noel sabía que la picadura de estos animales era venenosa, pero decidió que por el momento era mejor centrarse en deshacerse de unos cuantos bichos así como de asegurarse de que los varmanos no huían. Mientras observó por el rabillo del ojo como el resto de sus compañeros ya se acercaban, se lanzó hacia el grupo de varmanos justo bajo sus pies y agarró a uno al que hizo perder el conocimiento con una llave.
Noel, por su parte, invirtió una porción de su dinero en comprar las telas que necesitaba ahora que podía permitírselo. Todavía no se atrevía a intentar coserlas porque le costaba demasiado y temía estropearlas, por lo que por el momento siguió practicando con trozos sobrantes.
Pronto tendrían otro trabajo, el que les había propuesto Jack, pero dado que eran necesarios algunos "voluntarios", el grupo decidió hacer una visita a Varmania. Gracias a uno de los pregones se habían enterado de que en una ciudad del mundo se había formado un caos que les permitiría ir de "caza" sin problemas. Así mismo al draco también le llamó la atención el hecho de que parecía que las alianzas con Libo iban bien y se sorprendió bastante pero también se alegró por Mánia.
La noche anterior a su excursión, el vampiro les había dejado un carro en el cuchitril a falta de espacio en el burdel, que utilizarían para llevarse a los varmanos. Así pues al día siguiente quedaron con Jack al anochecer y se dirigieron hacia el portal llevando el carro. Toima había decidido, además, llevar con él a la lagarta para comenzar a entrenarla.
Ya habían estado en el mundo varias veces y sabían que el portal se encontraba suspendido sobre uno de los mares del planeta. Casi todos podían volar o levitar por sus propios medios, pero hizo falta hechizar el carro, la lagarta y a Toima. A este último Noel le sugirió jocosamente que fuese nadando, pero le respondió de una forma un tanto brusca para tratarse de una simple broma.
Una vez llegaron a tierra firme, consultaron un mapa de Varmania que habían llevado con ellos. Habían estado allí muchas veces, pero nunca se habían acercado a ninguna población. Dedicaron un buen rato a estudiar la ruta que deberían seguir y una vez lo aclararon pusieron rumbo hacia la ciudad de Tarance, que es la que se había mencionado en el pregón.
El grupo permaneció en las inmediaciones de la ciudad, observando desde lejos. Una especie de cimpiés gigantes y voladores alimentaban el desmedido caos que reinaba en la ciudad. Los varmanos huían, corrían... gritaban. Los gritos inudaban el aire y eran arrastrados por el viento. Noel fue el primero en oírlos y según se acercaban estos se volvían más claros, más consistentes, más... agradables. Contemplar, y sobre todo escuchar aquel caos resultaba perturbadoramente tranquilizador para el draco. Ni siquiera sentía la repugnancia que le había provocado el incidente de Nubla, aquello era diferente. El propio Noel no sabría explicar muy bien por qué, pero así era. Quizás por eso no dedicó demasiado a pensar en lo que iban a hacer, y simplemente se centró en cómo hacerlo.
-Dejad que vaya yo primero -pidió cuando comenzaron a debatir sobre qué hacer a continuación-. Puedo sacar provecho del "factor sorpesa", ya sabéis... -sonrió maliciosamente-. Serán sólo unos segundos, después ya podéis venir el resto.
Sin vacilar demasiado, el draco salió volando a considerable velocidad hacia el grupo de varmanos que huían aterrorizados de sus atacantes. Una vez estuvo lo suficiente cerca, lanzó una buena cantidad de plumas de sus alas en diversas direcciones, acertando varias de ellas en los varmanos y ciempiés por igual. Los habitantes del planeta gritaron aterrorizados ante la nueva amenaza. Noel sonrió con satisfacción al sentir como sus gritos de miedo y desesperación recargaban sus reservas mágicas con mayor intensidad que antes. Pero fue interrumpido por un cimpiés gigante, que se lanzó en picado hacia él con intención de agredirle. El draco se apartó justo a tiempo mientras se descolgaba el hacha del cinturón y arremetió con ella contra el miriápodo. Fue fácil cortarlo de un tajo, pero mientras se encargaba de este, otro insectoide volador había aprovechado para acercársele por detrás y no fue hasta que clavó sus dientes en su brazo izquierdo que Noel se percató de su presencia. El ciempiés había conseguido morderle parcialmente en una zona al descubierto, pero se alejó de golpe al cortarse también con algunas de las plumas duras. Noel sabía que la picadura de estos animales era venenosa, pero decidió que por el momento era mejor centrarse en deshacerse de unos cuantos bichos así como de asegurarse de que los varmanos no huían. Mientras observó por el rabillo del ojo como el resto de sus compañeros ya se acercaban, se lanzó hacia el grupo de varmanos justo bajo sus pies y agarró a uno al que hizo perder el conocimiento con una llave.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Varmania
05/04/13, 09:53 pm
Los días siguientes al trabajo de la mansión, Giz se había decidido a trabajar su orientación mágica con la gola en los ratos libres en el laboratorio. Con ayuda de Miloslava, se había preparado unos ejercicios que le servían para practicar con las runas. Consistía en repartir papeles con runas por algunas zonas desocupadas de las mazmorras e ir recuperándolos usando únicamente la gola. Obviamente, el asreniano había comido mucha pared aquellos días, pero con tragarse algunas más, esperaba no volver a marearse en situaciones como las de la mansión de luna alta.
Además de eso, tenía una camada de hienas recién nacidas listas para recibir un buen adiestramiento y había estado hojeando los grimorios. Tenían cosas muy interesantes, aunque Giz sabía de sobra cuánto le iba a costar aprenderlas. Necesitaría mucha paciencia, cierto malgasto de magia y, por qué no, alguna que otra cabra más. De hecho había pensado en fabricar un buen puñado para repartirlas por la ciudad, pues de momento, tenían más probabilidades de sobrevivir que cualquier animal que Giz hubiese creado hasta la fecha.
Cuando se enteró del encargo de Jack y del viaje a Varmania, Giz decidió que era un buen momento para abastecerse de pruebas de adn y estuvo indagando en la biblioteca sobre que animales podrían interesarle. Acabó decidiendo que intentaría dar caza a un osogrifo y se llevaría algún ciempiés también, aprovechando la plaga. Del resto de animales simplemente cogería muestras.
El viaje hasta Tarance no se hizo muy largo, Giz se entretuvo ayudando a hacer flotar a Toima, su lagarto y el carro de Jack cuando hizo falta. Pasó todo el camino abstraído, pensando en las probabilidades que tenía de conseguir toparse con un osogrifo y barajando qué cosas podría hacer con él si llegara a tener éxito. De no ser porque casi se come uno de los bichos, ni se habría dado cuenta de que habían llegado.
Noel tomó la delantera y Giz simplemente esperó a escuchar los gritos de los varmanos para saber que podía bajar a tierra firme. Se dejó caer junto a un grupo de mediana edad que corría en estampida hacia una de las casas y decidió aprovechar que era de noche (y llevaba un hechizo sencillo de ilusión), para hacer amigos.
-Estáis de suerte-les dijo en un tono meramente informativo, sin ningún tipo de deje ni segundas intenciones. Seguidamente formó una barrera de inercia alrededor y esperó a que los insectos que intentaran pasar cayeran como si les hubieran cortado las alas en mitad del vuelo.
Finalmente alzó su poncho hasta que su carcaj estuvo a la vista y fue lanzando flechas, haciendo pinchitos de ciempiés con todos los que habían caído salvo uno. A ese lo durmió y lo cargó en el hombro. Cuando se dio la vuelta, dedicó una sonrisa cordial a los varmanos que no habían podido (o querido) huír de él y los paralizó.
-No os va a pasar nada malo-volvió a informarles. Hizo una señal a Jack y se quedó allí, esperando a que el vampiro se acercara a recogerlos.
Además de eso, tenía una camada de hienas recién nacidas listas para recibir un buen adiestramiento y había estado hojeando los grimorios. Tenían cosas muy interesantes, aunque Giz sabía de sobra cuánto le iba a costar aprenderlas. Necesitaría mucha paciencia, cierto malgasto de magia y, por qué no, alguna que otra cabra más. De hecho había pensado en fabricar un buen puñado para repartirlas por la ciudad, pues de momento, tenían más probabilidades de sobrevivir que cualquier animal que Giz hubiese creado hasta la fecha.
Cuando se enteró del encargo de Jack y del viaje a Varmania, Giz decidió que era un buen momento para abastecerse de pruebas de adn y estuvo indagando en la biblioteca sobre que animales podrían interesarle. Acabó decidiendo que intentaría dar caza a un osogrifo y se llevaría algún ciempiés también, aprovechando la plaga. Del resto de animales simplemente cogería muestras.
El viaje hasta Tarance no se hizo muy largo, Giz se entretuvo ayudando a hacer flotar a Toima, su lagarto y el carro de Jack cuando hizo falta. Pasó todo el camino abstraído, pensando en las probabilidades que tenía de conseguir toparse con un osogrifo y barajando qué cosas podría hacer con él si llegara a tener éxito. De no ser porque casi se come uno de los bichos, ni se habría dado cuenta de que habían llegado.
Noel tomó la delantera y Giz simplemente esperó a escuchar los gritos de los varmanos para saber que podía bajar a tierra firme. Se dejó caer junto a un grupo de mediana edad que corría en estampida hacia una de las casas y decidió aprovechar que era de noche (y llevaba un hechizo sencillo de ilusión), para hacer amigos.
-Estáis de suerte-les dijo en un tono meramente informativo, sin ningún tipo de deje ni segundas intenciones. Seguidamente formó una barrera de inercia alrededor y esperó a que los insectos que intentaran pasar cayeran como si les hubieran cortado las alas en mitad del vuelo.
Finalmente alzó su poncho hasta que su carcaj estuvo a la vista y fue lanzando flechas, haciendo pinchitos de ciempiés con todos los que habían caído salvo uno. A ese lo durmió y lo cargó en el hombro. Cuando se dio la vuelta, dedicó una sonrisa cordial a los varmanos que no habían podido (o querido) huír de él y los paralizó.
-No os va a pasar nada malo-volvió a informarles. Hizo una señal a Jack y se quedó allí, esperando a que el vampiro se acercara a recogerlos.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Lops
Ficha de cosechado
Nombre: Kradko
Especie: Clinger de la sociedad nómada
Habilidades: Agilidad, oído musical, habilidad manualPersonajes :
· Adara: Humana ángel negro.
· Heraldo Rocuo: Ochrorio ominario.
· Kradko: Clinger lepäni.
Armas : · Adara: ballesta, tonfas, espada larga y lanza naginata.
· Kradko: bastón.
Re: Varmania
06/04/13, 11:21 pm
Esto de regatear me empieza a gustar. Ya en la Tierra, ya tuve alguna ocasión de hacerlo, pero muy de tanto en cuanto. En los días siguientes a mi trabajo he aprendido más artimañas que en toda mi vida, y he salido victoriosa de algunos negocios y perdiendo en otros. La predominancia de estos en el tiempo es inversa al orden que le he otorgado en oración anterior. Queda dicho.
El caso es que… ¡tengo ropa! No me he podido permitir mucha más, pero me eran ya muy necesarias unas mudas nuevas. ¡Y una capa! Uno no sabe nunca cuándo puede necesitar una capa bien abrigada, a pesar de todos los hechizos que tenga.
También me he apropiado de unos virotes y he puesto apunto una ballesta recogida en la cicatriz. La tercera ya es esta, y la única que he logrado hacer funcionar. No es tan eficaz como ballesta de repetición que tuve durante mi estancia en la Sede, pero con unos alambres nuevos he podido verificar que tiene una muy buena potencia. Estimo que puede superar los cien metro efectivos, pero… no soy tan experta en ballestas. La práctica me lo dirá. De momento, el mayor problema de esta arma es llevarla encima. Necesitaré un hechizo de inscripción de objetos en la piel, pero para eso necesito a Caín y a mi antorcha con patas preferida o al señor paraguas.
Pero hoy es día de caza, así que dejo de lado mis estudios de runas y mi nueva arma para vestirme con nueva ropa para las incursiones. Esta consiste en un chaleco y guantes largos de cuero marrón, y unos pantalones cortos negros junto con unas botas altas, también de cuero. Para ambientes fríos, puedo también hacer uso de un jersey por debajo del chaleco. Es una ropa muy cómoda, flexible, y que ofrece una protección básica.
Varmania. ¿Cuántas veces he estado aquí? Nunca con tanta compañía, sin duda. Curiosos ciempiés gigantes, pero no son mi objetivo prioritario. Este Noel y sus ansias de tortura… en fin, yo voy a lo mío. Veamos… oh, ¡Varmanos a las tres! Abajo, abajo, a toda leche. Aparta bicho, tú no me das magia. Vuelo a ras del suelo y alcanzo al primero de los hombres gato en plena embestida, usando su cuerpo como freno. ‹‹Ups, eso duele amigo›› Digo en voz alta mientras sesgo su cabeza. Los demás intentan huir en dirección contraria, pero ahí les esperan los miriápodos voladores. Viéndose atrapados, se lanzan todos hacia mí. Mala opción, queridos, y más con una espada para defender tres cabezas.
Con una finta y un giro rápido esquivo al varmano armado y le pateo para, a continuación, empujar a los demás con las alas. Vamos, vamos, al ataque todos. El que sobreviva, se viene conmigo. Corren hacia mí y… mala suerte por ellos, le toca venirse a la hembra. Sin mucha dificultad, le hago perder el conocimiento. Mierda, ciempiés. Utilizo piedras propulsadas por runas para acabar con algunos antes de que se acerquen y, a continuación, me lanzo al ataque. No puedo evitar recibir algún mordisco, pero no me preocupa porque mi propio cuerpo se encargará de eliminar gran parte del veneno. Ya no quedan insectos gigantescos. Puaj, estoy hasta arriba de sangre y otras… sustancias… viscosas. Me doy asco, voy a limpiarme. Como nueva, lo cual es un alivio. Y en cuanto a la chica… ahí está, tendida donde la dejé, sucia de polvo y sangre pero intacta. En fin, voy a entregarla al carro.
El caso es que… ¡tengo ropa! No me he podido permitir mucha más, pero me eran ya muy necesarias unas mudas nuevas. ¡Y una capa! Uno no sabe nunca cuándo puede necesitar una capa bien abrigada, a pesar de todos los hechizos que tenga.
También me he apropiado de unos virotes y he puesto apunto una ballesta recogida en la cicatriz. La tercera ya es esta, y la única que he logrado hacer funcionar. No es tan eficaz como ballesta de repetición que tuve durante mi estancia en la Sede, pero con unos alambres nuevos he podido verificar que tiene una muy buena potencia. Estimo que puede superar los cien metro efectivos, pero… no soy tan experta en ballestas. La práctica me lo dirá. De momento, el mayor problema de esta arma es llevarla encima. Necesitaré un hechizo de inscripción de objetos en la piel, pero para eso necesito a Caín y a mi antorcha con patas preferida o al señor paraguas.
Pero hoy es día de caza, así que dejo de lado mis estudios de runas y mi nueva arma para vestirme con nueva ropa para las incursiones. Esta consiste en un chaleco y guantes largos de cuero marrón, y unos pantalones cortos negros junto con unas botas altas, también de cuero. Para ambientes fríos, puedo también hacer uso de un jersey por debajo del chaleco. Es una ropa muy cómoda, flexible, y que ofrece una protección básica.
Varmania. ¿Cuántas veces he estado aquí? Nunca con tanta compañía, sin duda. Curiosos ciempiés gigantes, pero no son mi objetivo prioritario. Este Noel y sus ansias de tortura… en fin, yo voy a lo mío. Veamos… oh, ¡Varmanos a las tres! Abajo, abajo, a toda leche. Aparta bicho, tú no me das magia. Vuelo a ras del suelo y alcanzo al primero de los hombres gato en plena embestida, usando su cuerpo como freno. ‹‹Ups, eso duele amigo›› Digo en voz alta mientras sesgo su cabeza. Los demás intentan huir en dirección contraria, pero ahí les esperan los miriápodos voladores. Viéndose atrapados, se lanzan todos hacia mí. Mala opción, queridos, y más con una espada para defender tres cabezas.
Con una finta y un giro rápido esquivo al varmano armado y le pateo para, a continuación, empujar a los demás con las alas. Vamos, vamos, al ataque todos. El que sobreviva, se viene conmigo. Corren hacia mí y… mala suerte por ellos, le toca venirse a la hembra. Sin mucha dificultad, le hago perder el conocimiento. Mierda, ciempiés. Utilizo piedras propulsadas por runas para acabar con algunos antes de que se acerquen y, a continuación, me lanzo al ataque. No puedo evitar recibir algún mordisco, pero no me preocupa porque mi propio cuerpo se encargará de eliminar gran parte del veneno. Ya no quedan insectos gigantescos. Puaj, estoy hasta arriba de sangre y otras… sustancias… viscosas. Me doy asco, voy a limpiarme. Como nueva, lo cual es un alivio. Y en cuanto a la chica… ahí está, tendida donde la dejé, sucia de polvo y sangre pero intacta. En fin, voy a entregarla al carro.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido MusicalPersonajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Varmania
07/04/13, 03:08 am
Toima
El ulterano seguia ligeramente ofuscado ante la expectativa de verse obligado a nadar. No solo el miedo que le daba el mar abierto, sino más bien la humillación que tendria que sufrir por no saberlo. Intentó borrar aquellos pensamientos de su mente. La lagarta iba tirando del carro que Jack habia dejado en el cuchitril la noche antes. No estaba nada acostumbrada a tirar de algo tan pesado, pero tampoco se la veia incómoda. Toima la animaba con regalos y palabras amables a que siguiera con su tarea. Pronto la pondria de verdad a prueba. Al parecer una serie de plagas de insectos gigantes infestaba aquel planeta. Los insectos eran la comida favorita de los Basara, teniendo en cuenta que eran seres que luchaban sin miedo a la muerte y eran sin duda letales y duros.
Llegaron al rato. Se veia la ciudad humeando, numerosos Varmanos huyendo y, sobretodo, ciempieses gigantes. Toima se agarró fuertemente a la placa pectoral que portaba. Si aquellos animales tuvieran una especie de ácido que la derritiese, seria como si se enfrentase desnudo a ellos. En estos momentos echaba de menos las armas de fuego. El peso de los cuchillos en su cinto, melena y brazales, le hizo tener un poco más de confianza. Noel se adelantó, claramente buscando su propio beneficio. No tardaron en seguirle Giz y Adara. Toima se crujio el cuello antes de girarse al carro y comunicarle a Jack que ahora le tocaba tirar de su propio carro. Soltó a la hembra, quien alegremente, retozó al lado de su amo. Toima se arrodilló y, acariciandole el morro, intentó mentalizarla para aquella situación. Podia ser un cachorro, pero los Basara tenian el instinto asesino desde el nacimiento, siendo una raza fraticida.
En un destello, esprintaron a través de las praderas que le llevaron a las lomas de la ciudad. En la distancia, Toima pudo apreciar la silueta relampageante de Noel y Adara. Giz estaba un poco más apartado con un grupo de Varmanos. La crueldad que estos demostraron con los locales resbaló a Toima mientras este se preparaba para el combate en movimiento. A su lado, la lagarta, quien solo habia practicado su presa en la ciudad estaba seriamente mentalizada, probablemente por el olor de la sangre, los gritos y el placer de la caza. Los ojos de ambos, unos ambar, otros escarlata, escudriñaban su nuevo campo de batalla. Pudiendo elegir entre las numerosas presas que este les ofrecia, se decantaron por los ciempies, ya que ofrecian mayor resistencia a morir que los varmanos y estos últimos ya estaban siendo monopolizados por sus compañeros transformados.
El primero calló relativamente rápido. Una bola de Toima salió volando y atrapó la parte superior de su cuerpo en una maraña de cadenas, haciendole caer torpemente sobre su lomo contra el suelo. La lagarta basara dio buen cuenta de su presa debilitada y garras y cuchillas dieron buena cuenta de la parte blanda del insecto. Toima se giró en redondo para cortar de un tajo a otro de los reptantes. Una de las partes seguia moviendose despues de muerto. Silbó para llamar a la lagarta y este le trajo otro de los insectos. La evolución de esta, simplemente cazando para comer a matar por el placer de hacerlo habia sido rápida y sin más problemas. Bautizada con sangre, la raza reptiliana de los basara eran los verdaderos asesinos de la naturaleza. Las pupilas dilatadas, buscando una nueva presa. Toima la halagó mientras acababan con otro miriapodo más.
-¡Lo hueles! ¡El camino del asesino!-
La lagarta soltó un gruñido profundo mientras se abalanzaba al punto ciego de otro de los insectos y lo derribaba boca arriba contra el suelo y el mayal del ulterano le partia el primitivo craneo hasta reducirlo a pulpa. El trabajo en equipo de ambos les hacia ser una máquina de matar perfecta. Montura y maestro, aunque jóvenes, llevaban en la sangre su oficio. Pero, pronto la inexpresión de los miriapodos no fue lo suficiente satisfactoria para ambos y el ulterano mandó a la lagarta a cazar varmanos para saciar en ansia de la caza, pues estos huian del lagarto enorme con garras como cuchillas. Soltó una serie de aullidos cortos, como una sirena antes de lanzarse en busca de carne. Carne de verdad.
Toima se arrastró a un callejón abandonado y procedio a clasificar su equipo. Algunas piezas debian ser limpiadas, otras estaban tan completamente desgastadas que debian ser reemplazadas, pero sin duda le habian rentado. Sus ojos captaron un movimiento entre una pila de basura. Un estilete apareció entre sus dedos y se clavó en el punto exacto en que veia aquello que se habia movido. Su estilete no se habia clavado en carne alguna, pero habia atrapado al desvalido varmano contra la pared. El niño, de no mas de ocho años tenia unos sendos lagrimones cruzando su cara y su expresión denotaba miedo mientras que el olfato denotaba que se habia orinado encima, o peor. Agarró al niño por la pechera y le dejó colgado delante de su cara. El olor era insoportable, pero la curiosidad de Toima fue incluso mayor. Aquellos seres, los varmanos, sentian el mismo miedo que las personas, probablemente sentirian afecto, inspiración, cansancio y placer que las personas tambien, pero sin embargo, eran débiles. Su planeta estaba siendo destruido por unos meros insectos y Rocavarancolia se aprovechaba de su miseria, cazandolos como el ganado que eran. Estuvieron asi unos segundos, el ulterano escudriñando al infante mientras este se retorcia de miedo, temblando como nunca antes lo habia hecho. El corazón le latia a ambos a gran velocidad. Siguiendo la oleada de adenalina, el ulterano estampó al pequeño contra el suelo del callejón. De la manera que se retorció y gimio de dolor, el ulterano pudo adivinar que este se habia partido el brazo derecho y se retorcia abrazandoselo. Se sentó en un carro destrozado mientras evitaba mirar abiertamente al crío. Se le denotaba enfadado. Se dedicó a escuchar los sonidos de la ciudad. Gritos, explosiones, más gritos. Si cerraba los ojos y se dedicase a escuchar, podria adivinar que era el causante de que gritos. Los demás cuchitrileros estaban peinando la zona, masacrando varmanos y ciempies por igual. Se río. Se río ante la crueldad del destino antes de notar que el crío habia huido arrastrandose, con el brazo colgándole a un costado. Se quedó así unos segundos antes de escuchar el familiar retintineo de las garras de la lagarta.
Descendiendo un edificio con la sola ayuda de su agilidad y garras, la basara aterrizó al lado del ulterano. Sus patas y morro estaban teñidos de dos tipos de sangre que no eran la suya. El ulterano la recibio acariciando su melena y esta se dejo hacer, agachando la cabeza. Cuando dio el halago por terminado, alzó el morro a la lagarta antes de mostrarle el estilete que habia usado para retener al crio antes. Las pupilas de la lagarta se dilataron una vez más ante el olor y su mirada se dirigio a su amo, esperando las ordenes.
-Adelante. Rastrea. Caza. Mata. No vuelvas con las manos vacias.-
Aunque no entendiera el lenguaje de su amo, pudo entender el mensaje claramente y la lagarta se abalanzó callejón abajo, saltando ocasionalmente de una pared a otra para ganar altura y finalmente lanzarse sobre la tan deseada presa. Un grito cercano se pudo oir. Toima soltó otra carcajada mientras confirmaba la caza con solo un ojo abierto. A mitad de la carcajada el ojo se comenzó a humedecer y una sola lágrima cayó de este mientras la carcajada moria.
El ulterano seguia ligeramente ofuscado ante la expectativa de verse obligado a nadar. No solo el miedo que le daba el mar abierto, sino más bien la humillación que tendria que sufrir por no saberlo. Intentó borrar aquellos pensamientos de su mente. La lagarta iba tirando del carro que Jack habia dejado en el cuchitril la noche antes. No estaba nada acostumbrada a tirar de algo tan pesado, pero tampoco se la veia incómoda. Toima la animaba con regalos y palabras amables a que siguiera con su tarea. Pronto la pondria de verdad a prueba. Al parecer una serie de plagas de insectos gigantes infestaba aquel planeta. Los insectos eran la comida favorita de los Basara, teniendo en cuenta que eran seres que luchaban sin miedo a la muerte y eran sin duda letales y duros.
Llegaron al rato. Se veia la ciudad humeando, numerosos Varmanos huyendo y, sobretodo, ciempieses gigantes. Toima se agarró fuertemente a la placa pectoral que portaba. Si aquellos animales tuvieran una especie de ácido que la derritiese, seria como si se enfrentase desnudo a ellos. En estos momentos echaba de menos las armas de fuego. El peso de los cuchillos en su cinto, melena y brazales, le hizo tener un poco más de confianza. Noel se adelantó, claramente buscando su propio beneficio. No tardaron en seguirle Giz y Adara. Toima se crujio el cuello antes de girarse al carro y comunicarle a Jack que ahora le tocaba tirar de su propio carro. Soltó a la hembra, quien alegremente, retozó al lado de su amo. Toima se arrodilló y, acariciandole el morro, intentó mentalizarla para aquella situación. Podia ser un cachorro, pero los Basara tenian el instinto asesino desde el nacimiento, siendo una raza fraticida.
En un destello, esprintaron a través de las praderas que le llevaron a las lomas de la ciudad. En la distancia, Toima pudo apreciar la silueta relampageante de Noel y Adara. Giz estaba un poco más apartado con un grupo de Varmanos. La crueldad que estos demostraron con los locales resbaló a Toima mientras este se preparaba para el combate en movimiento. A su lado, la lagarta, quien solo habia practicado su presa en la ciudad estaba seriamente mentalizada, probablemente por el olor de la sangre, los gritos y el placer de la caza. Los ojos de ambos, unos ambar, otros escarlata, escudriñaban su nuevo campo de batalla. Pudiendo elegir entre las numerosas presas que este les ofrecia, se decantaron por los ciempies, ya que ofrecian mayor resistencia a morir que los varmanos y estos últimos ya estaban siendo monopolizados por sus compañeros transformados.
El primero calló relativamente rápido. Una bola de Toima salió volando y atrapó la parte superior de su cuerpo en una maraña de cadenas, haciendole caer torpemente sobre su lomo contra el suelo. La lagarta basara dio buen cuenta de su presa debilitada y garras y cuchillas dieron buena cuenta de la parte blanda del insecto. Toima se giró en redondo para cortar de un tajo a otro de los reptantes. Una de las partes seguia moviendose despues de muerto. Silbó para llamar a la lagarta y este le trajo otro de los insectos. La evolución de esta, simplemente cazando para comer a matar por el placer de hacerlo habia sido rápida y sin más problemas. Bautizada con sangre, la raza reptiliana de los basara eran los verdaderos asesinos de la naturaleza. Las pupilas dilatadas, buscando una nueva presa. Toima la halagó mientras acababan con otro miriapodo más.
-¡Lo hueles! ¡El camino del asesino!-
La lagarta soltó un gruñido profundo mientras se abalanzaba al punto ciego de otro de los insectos y lo derribaba boca arriba contra el suelo y el mayal del ulterano le partia el primitivo craneo hasta reducirlo a pulpa. El trabajo en equipo de ambos les hacia ser una máquina de matar perfecta. Montura y maestro, aunque jóvenes, llevaban en la sangre su oficio. Pero, pronto la inexpresión de los miriapodos no fue lo suficiente satisfactoria para ambos y el ulterano mandó a la lagarta a cazar varmanos para saciar en ansia de la caza, pues estos huian del lagarto enorme con garras como cuchillas. Soltó una serie de aullidos cortos, como una sirena antes de lanzarse en busca de carne. Carne de verdad.
Toima se arrastró a un callejón abandonado y procedio a clasificar su equipo. Algunas piezas debian ser limpiadas, otras estaban tan completamente desgastadas que debian ser reemplazadas, pero sin duda le habian rentado. Sus ojos captaron un movimiento entre una pila de basura. Un estilete apareció entre sus dedos y se clavó en el punto exacto en que veia aquello que se habia movido. Su estilete no se habia clavado en carne alguna, pero habia atrapado al desvalido varmano contra la pared. El niño, de no mas de ocho años tenia unos sendos lagrimones cruzando su cara y su expresión denotaba miedo mientras que el olfato denotaba que se habia orinado encima, o peor. Agarró al niño por la pechera y le dejó colgado delante de su cara. El olor era insoportable, pero la curiosidad de Toima fue incluso mayor. Aquellos seres, los varmanos, sentian el mismo miedo que las personas, probablemente sentirian afecto, inspiración, cansancio y placer que las personas tambien, pero sin embargo, eran débiles. Su planeta estaba siendo destruido por unos meros insectos y Rocavarancolia se aprovechaba de su miseria, cazandolos como el ganado que eran. Estuvieron asi unos segundos, el ulterano escudriñando al infante mientras este se retorcia de miedo, temblando como nunca antes lo habia hecho. El corazón le latia a ambos a gran velocidad. Siguiendo la oleada de adenalina, el ulterano estampó al pequeño contra el suelo del callejón. De la manera que se retorció y gimio de dolor, el ulterano pudo adivinar que este se habia partido el brazo derecho y se retorcia abrazandoselo. Se sentó en un carro destrozado mientras evitaba mirar abiertamente al crío. Se le denotaba enfadado. Se dedicó a escuchar los sonidos de la ciudad. Gritos, explosiones, más gritos. Si cerraba los ojos y se dedicase a escuchar, podria adivinar que era el causante de que gritos. Los demás cuchitrileros estaban peinando la zona, masacrando varmanos y ciempies por igual. Se río. Se río ante la crueldad del destino antes de notar que el crío habia huido arrastrandose, con el brazo colgándole a un costado. Se quedó así unos segundos antes de escuchar el familiar retintineo de las garras de la lagarta.
Descendiendo un edificio con la sola ayuda de su agilidad y garras, la basara aterrizó al lado del ulterano. Sus patas y morro estaban teñidos de dos tipos de sangre que no eran la suya. El ulterano la recibio acariciando su melena y esta se dejo hacer, agachando la cabeza. Cuando dio el halago por terminado, alzó el morro a la lagarta antes de mostrarle el estilete que habia usado para retener al crio antes. Las pupilas de la lagarta se dilataron una vez más ante el olor y su mirada se dirigio a su amo, esperando las ordenes.
-Adelante. Rastrea. Caza. Mata. No vuelvas con las manos vacias.-
Aunque no entendiera el lenguaje de su amo, pudo entender el mensaje claramente y la lagarta se abalanzó callejón abajo, saltando ocasionalmente de una pared a otra para ganar altura y finalmente lanzarse sobre la tan deseada presa. Un grito cercano se pudo oir. Toima soltó otra carcajada mientras confirmaba la caza con solo un ojo abierto. A mitad de la carcajada el ojo se comenzó a humedecer y una sola lágrima cayó de este mientras la carcajada moria.
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Varmania
07/04/13, 05:34 pm
Terminar aquella misión en Luna Alta les había traído de nuevo bienestar. Parecía mentira que el dinero pudiese ayudar tanto en la felicidad, pero así era, por mucho que se tratara de aleccionar siempre de lo contrario. Agujas variadas, instrumentos especializados, hilo, un par de camisetas nuevas y un pantalón… y más cosas que tenía en mente Gael para el dinero de la siguiente misión. De momento empezaron a estar muy ocupados preparando su futuro huerto, pero en cuanto estuviera lista la primera siembra tenía en mente llevar a cabo muchas ideas que había tenido, aunque la gran mayoría pasaban por las runas que todavía acababan de empezar a aprender.
El resto del tiempo se lo dedicó casi por entero a la gata que, sobre todo Yloh, le ayudaba a cuidar cuando tenían que salir, de ahí que no tuviera tiempo de terminar las quimeras que se traía entre manos. No le importó distraerse por un tiempo, aquel animal tan débil requería mucha atención para no pasar hambre. Apenas se movía y maullaba todavía, se limitaba a reptar por su cajita con los ojos cerrados y a beber la leche que le daban con un pequeño tubo. Gael había hechizado su caja para que mantuviera una temperatura agradable para la gata por su madre ausente, y dedicaba mucho tiempo a mirar al animal y acariciar su pelaje cuidadosamente con un dedo mientras pensaba qué nombre podría ponerle.
El pregón, por supuesto, no se les había olvidado, y de ahí que terminaran por decidirse a hacer una incursión en Varmania, más allá de los límites que tenían fijados para cazar animales que echar al puchero. Gael sintió curiosidad por ver las ciudades, aunque las circunstancias no fueran las mejores, y también por aquellos insectos gigantes que tantos problemas les estaban dando. No pensó para nada en lo que podía implicar ir allí, en su comodidad no le dio más vueltas al asunto y se apuntó deseando ganar algo de magia y algún cuerpo extra. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Tarance, los recuerdos de Nubla volvieron. Estaba más que concienciado de las necesidades de todos sus compañeros, pero el caos siempre le resultaba ajeno. Los ciempiés le parecieron francamente horrendos, pero había visto cosas del estilo en los subterráneos y se juró reprimir el asco. Estaban haciendo una buena en aquella ciudad, el fuego fatuo apenas dedicó unos segundos a ver el panorama general. Noel ya estaba sacando provecho de los gritos, y Adara se acababa de lanzar a hacer lo propio. «Tal vez yo también debería limitarme a conseguir lo mío». Las batallas sin sentido ni rivales le ponían enfermo, pero poca diferencia podían marcar un puñado de rocavarancoleses en aquella masacre.
Fue a lo alto de un edificio y desde allí partió, dejando sus pertenencias atrás, lo que incluía su espada y el ratón muerto que llevaba en un bolsillo por si acaso. Fue de cadáver en cadáver, sin importar si era de varmano o insecto, incluso aunque descubrirse en estos últimos le hacía sentirse raro y asqueado de sí mismo. En sus vueltas entrevió las acciones de sus amigos, pero no se interpuso en la refriega. No le gustaba mirarlos atentamente, prefería que cada uno se quedase para sí lo que hacía cuando trataba de satisfacer sus necesidades.
En medio de aquel caos eligió otro cadáver de un varmano y cuando estuvo poseyéndolo descubrió que protegía entre sus brazos a una niña de unos diez años, menuda y que había perdido el conocimiento. Tragó saliva al ver que respiraba, se había incorporado un poco creyendo estarla aplastando. Pero el hecho de moverse alertó a un ciempiés que se arrastraba serpenteando por la fachada de una casa. Se abalanzó al ver la pose ofensiva que había adquirido el muchacho desde el cuerpo del varmano, que todavía llevaba en la mano un martillo que seguramente nunca antes había sido usado de arma hasta aquella invasión. «Justo ahora que había encontrado este cuerpo en buen estado…» se lamentaba al blandir el martillo. Los intentos de ciempiés por inyectar veneno en aquel cuerpo ya muerto fueron inútiles, tanto que terminó dándose por vencido y huyó perdiendo hemolinfa por varias contusiones. Gael empezó a buscar un nuevo cadáver al que moverse, pero la vista no dejaba de írsele a la niña, tirada en medio de la calle, totalmente indefensa. Él había aprendido que los débiles no tenían una oportunidad, pero él era débil y había llegado hasta allí, y lo había hecho porque otros le habían enseñado primero a valerse por sí mismo. «¿Acaso no merecemos todos una oportunidad?» pensó al recogerla y echar a correr hacia el carro de Jack. «No te espera lo mejor del mundo, pero vivirás… y verás con tus ojos la ciudad de los milagros y portentos».
La voz de la niña sonó pegada a su oreja, diciendo unas palabras que no podía entender, susurradas débilmente y precedidas por un quejido. El muchacho se sobresaltó. No se había dado cuenta de cuándo había empezado a pensar en voz alta. La varmana se había despertado, pero apenas abría los ojos y luchaba por rascarse el brazo que colgaba fuera de su regazo. Pararon en seco, la chica también había sido envenenada. El cuándo era algo que ignoraba, pero se temía que había sido desde que él la había encontrado. La niña alzó la mano sana y toqueteó una herida abierta en la cabeza del varmano de Gael, diciendo otra frase incoherente para él, asombrada.
Enfadado, echó a correr ignorando ciempiés, caos, varmanos, compañeros, hasta llegar al carro. La niña ya había dejado de respirar para entonces, pero él la depositó con cuidado entre los demás.
-Esta es para mí –informó antes de dirigirse al siguiente cadáver para seguir tomando cuanta magia le fuera posible.
El resto del tiempo se lo dedicó casi por entero a la gata que, sobre todo Yloh, le ayudaba a cuidar cuando tenían que salir, de ahí que no tuviera tiempo de terminar las quimeras que se traía entre manos. No le importó distraerse por un tiempo, aquel animal tan débil requería mucha atención para no pasar hambre. Apenas se movía y maullaba todavía, se limitaba a reptar por su cajita con los ojos cerrados y a beber la leche que le daban con un pequeño tubo. Gael había hechizado su caja para que mantuviera una temperatura agradable para la gata por su madre ausente, y dedicaba mucho tiempo a mirar al animal y acariciar su pelaje cuidadosamente con un dedo mientras pensaba qué nombre podría ponerle.
El pregón, por supuesto, no se les había olvidado, y de ahí que terminaran por decidirse a hacer una incursión en Varmania, más allá de los límites que tenían fijados para cazar animales que echar al puchero. Gael sintió curiosidad por ver las ciudades, aunque las circunstancias no fueran las mejores, y también por aquellos insectos gigantes que tantos problemas les estaban dando. No pensó para nada en lo que podía implicar ir allí, en su comodidad no le dio más vueltas al asunto y se apuntó deseando ganar algo de magia y algún cuerpo extra. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Tarance, los recuerdos de Nubla volvieron. Estaba más que concienciado de las necesidades de todos sus compañeros, pero el caos siempre le resultaba ajeno. Los ciempiés le parecieron francamente horrendos, pero había visto cosas del estilo en los subterráneos y se juró reprimir el asco. Estaban haciendo una buena en aquella ciudad, el fuego fatuo apenas dedicó unos segundos a ver el panorama general. Noel ya estaba sacando provecho de los gritos, y Adara se acababa de lanzar a hacer lo propio. «Tal vez yo también debería limitarme a conseguir lo mío». Las batallas sin sentido ni rivales le ponían enfermo, pero poca diferencia podían marcar un puñado de rocavarancoleses en aquella masacre.
Fue a lo alto de un edificio y desde allí partió, dejando sus pertenencias atrás, lo que incluía su espada y el ratón muerto que llevaba en un bolsillo por si acaso. Fue de cadáver en cadáver, sin importar si era de varmano o insecto, incluso aunque descubrirse en estos últimos le hacía sentirse raro y asqueado de sí mismo. En sus vueltas entrevió las acciones de sus amigos, pero no se interpuso en la refriega. No le gustaba mirarlos atentamente, prefería que cada uno se quedase para sí lo que hacía cuando trataba de satisfacer sus necesidades.
En medio de aquel caos eligió otro cadáver de un varmano y cuando estuvo poseyéndolo descubrió que protegía entre sus brazos a una niña de unos diez años, menuda y que había perdido el conocimiento. Tragó saliva al ver que respiraba, se había incorporado un poco creyendo estarla aplastando. Pero el hecho de moverse alertó a un ciempiés que se arrastraba serpenteando por la fachada de una casa. Se abalanzó al ver la pose ofensiva que había adquirido el muchacho desde el cuerpo del varmano, que todavía llevaba en la mano un martillo que seguramente nunca antes había sido usado de arma hasta aquella invasión. «Justo ahora que había encontrado este cuerpo en buen estado…» se lamentaba al blandir el martillo. Los intentos de ciempiés por inyectar veneno en aquel cuerpo ya muerto fueron inútiles, tanto que terminó dándose por vencido y huyó perdiendo hemolinfa por varias contusiones. Gael empezó a buscar un nuevo cadáver al que moverse, pero la vista no dejaba de írsele a la niña, tirada en medio de la calle, totalmente indefensa. Él había aprendido que los débiles no tenían una oportunidad, pero él era débil y había llegado hasta allí, y lo había hecho porque otros le habían enseñado primero a valerse por sí mismo. «¿Acaso no merecemos todos una oportunidad?» pensó al recogerla y echar a correr hacia el carro de Jack. «No te espera lo mejor del mundo, pero vivirás… y verás con tus ojos la ciudad de los milagros y portentos».
La voz de la niña sonó pegada a su oreja, diciendo unas palabras que no podía entender, susurradas débilmente y precedidas por un quejido. El muchacho se sobresaltó. No se había dado cuenta de cuándo había empezado a pensar en voz alta. La varmana se había despertado, pero apenas abría los ojos y luchaba por rascarse el brazo que colgaba fuera de su regazo. Pararon en seco, la chica también había sido envenenada. El cuándo era algo que ignoraba, pero se temía que había sido desde que él la había encontrado. La niña alzó la mano sana y toqueteó una herida abierta en la cabeza del varmano de Gael, diciendo otra frase incoherente para él, asombrada.
Enfadado, echó a correr ignorando ciempiés, caos, varmanos, compañeros, hasta llegar al carro. La niña ya había dejado de respirar para entonces, pero él la depositó con cuidado entre los demás.
-Esta es para mí –informó antes de dirigirse al siguiente cadáver para seguir tomando cuanta magia le fuera posible.
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistenciaPersonajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Varmania
07/04/13, 09:37 pm
A la tarde siguiente, fui al Cuchitril a recoger el carro y a reunirme con ellos para luego dirigirnos al portal hacia Varmania. Aún recordaba el primer viaje a este mundo, en el cual lo destacable fue el chapuzón repentino. No pasó así esta vez, pero sí hubo que hacer levitar el carro, gasto nimio si se tiene en cuenta lo que veníamos a hacer. Eso sí, a la vuelta costaría más...
Una vez en tierra firme, nos dirigimos hacia Terence, ciudad que estaba siendo atacada y donde podríamos actuar sin problemas. Pero teniendo cuidado de los ciempiés que vimos al llegar, enormes criaturas que sembraban el caos entre los nativos. Y para colmo, venimos nosotros con intenciones letales para con los varmanos... Qué se le va a hacer. El primero en disfrutarlo es Noel, siendo el primero en atacar para aumentar la música de gritos.
Adara se suma luego al ataque y después Toima y su lagarta seguidos de Gael. Yo me quedo mirando mientras pongo a punto las cadenas y runas del carro, a la vez que recojo a los varmanos que traen con prontitud sorprendente. <<No hay prisa, diablos>> A quien me dirijo entonces es a Giz, pensando en el Refugio.
-Hey, antes de que te alejes... ¿Hay algo común en todas las sangres de los varmanos? Alguna propiedad o célula que sea común...-digo sin tener mucha idea del tema.-Es para que una runa reconozca sólo a esa raza y se active en consecuencia.-explico con más seguridad.
Acabada la conversación... Miré a la marabunta de gente, los devastadores ciempiés y mis amigos y sonreí mientras me ajustaba la ropa/armadura y verificaba las runas impresas. Por un lado me contrariaba tener que controlarme para tener que dejar algunos vivos pero... El posterior uso de dichos vivos me alentaba. Eso sí, no sería tan bestia ni caótico como en Nubla y estaba además la amenaza de los ciempiés...
-Al lío.
En forma de humo cubro la distancia que me separa del primer grupo de varmanos que huyen de un ciempiés y luego me cuelo entre ellos apareciendo y desvaneciéndome varias veces a la par que reparto certeras cuchilladas que, en segundos, les dejan sin gota de sangre. Si tuviese una cámara de la Tierra, la imagen de los varmanos con los ojos desorbitados y las bocas en O, quietos, saldría perfecta. Bueno, durante un segundo o dos previos al desplome del grupo entero.
-Qué brutos son los demás... Tsk.-digo riendo mientras sigo caminando.
Mis pasos y cuchilladas me llevan a lo que, imagino, antes era una plaza rodeada de árboles pero que ahora es un amasijo de piedra y madera astillada. Con su ciempiés gigante y un grupo de cadáveres incluidos. <<Esa cosa no me es nada útil... No tengo sitio siquiera para llevarme su cuerpo y reciclarlo... Imagina a Gael dentro de un bicho así... Y encima vuelan>> Pero el ciempiés en cuestión no va a imitarme en quedarse mirándome, oh no, la criatura tiene hambre.
-Maldito zumbido. Todo el maldito viaje hacia aquí escuchando el zumbidito. ¿No podéis dejar de volar?-gruño mientras me acerco.-Vamos a remediarlo.
En el momento en que la criatura se lanza a por mí, me deshago en humo a tiempo de observar sus fauces y amenazantes apéndices exteriores. Se detiene en seco pero por el movimiento de sus antenas y que se queda mirándome está claro que no paso desapercibido. <<Malditas alas y antenas. Decidido>> Me solidifico de nuevo y esquivo su acometida para luego cortarle las antenas y las alas, dejándolo retorciéndose unos segundos.
Algunos varmanos se asoman de entre los escombros mirándonos de diferente manera. La criatura sigue retorciéndose en el suelo intentando morderme las piernas mientras la esquivo, pero comprendiendo qué sucede, la remato cortándola en dos. Ahora es cuando los nativos se relajan y se acercan unos a otros y a mí. <<Les he salvado... Pobres>> Al par que tengo más cerca lo paralizo y envuelvo en oscuridad para asombro de sus congéneres. Al momento siguiente me lanzo de uno en uno, clavando y cercenando, cubriéndome de su sangre hasta llegar al único supeviviente que queda aterrado en el suelo. Otro al que paralizo y junto con los otros vuelvo al carro evitando a los ciempiés. <<De los míos, tres vivos: dos que han visto a sus congéneres salvados y otro que los ha visto reducidos a pedacitos. A ver cómo evolucionan en Rocavarancolia. Ya quedan menos>>
Cuando amarre y duerma a los nuevos volveré a internarme en la ciudad a seguir...
Una vez en tierra firme, nos dirigimos hacia Terence, ciudad que estaba siendo atacada y donde podríamos actuar sin problemas. Pero teniendo cuidado de los ciempiés que vimos al llegar, enormes criaturas que sembraban el caos entre los nativos. Y para colmo, venimos nosotros con intenciones letales para con los varmanos... Qué se le va a hacer. El primero en disfrutarlo es Noel, siendo el primero en atacar para aumentar la música de gritos.
Adara se suma luego al ataque y después Toima y su lagarta seguidos de Gael. Yo me quedo mirando mientras pongo a punto las cadenas y runas del carro, a la vez que recojo a los varmanos que traen con prontitud sorprendente. <<No hay prisa, diablos>> A quien me dirijo entonces es a Giz, pensando en el Refugio.
-Hey, antes de que te alejes... ¿Hay algo común en todas las sangres de los varmanos? Alguna propiedad o célula que sea común...-digo sin tener mucha idea del tema.-Es para que una runa reconozca sólo a esa raza y se active en consecuencia.-explico con más seguridad.
Acabada la conversación... Miré a la marabunta de gente, los devastadores ciempiés y mis amigos y sonreí mientras me ajustaba la ropa/armadura y verificaba las runas impresas. Por un lado me contrariaba tener que controlarme para tener que dejar algunos vivos pero... El posterior uso de dichos vivos me alentaba. Eso sí, no sería tan bestia ni caótico como en Nubla y estaba además la amenaza de los ciempiés...
-Al lío.
En forma de humo cubro la distancia que me separa del primer grupo de varmanos que huyen de un ciempiés y luego me cuelo entre ellos apareciendo y desvaneciéndome varias veces a la par que reparto certeras cuchilladas que, en segundos, les dejan sin gota de sangre. Si tuviese una cámara de la Tierra, la imagen de los varmanos con los ojos desorbitados y las bocas en O, quietos, saldría perfecta. Bueno, durante un segundo o dos previos al desplome del grupo entero.
-Qué brutos son los demás... Tsk.-digo riendo mientras sigo caminando.
Mis pasos y cuchilladas me llevan a lo que, imagino, antes era una plaza rodeada de árboles pero que ahora es un amasijo de piedra y madera astillada. Con su ciempiés gigante y un grupo de cadáveres incluidos. <<Esa cosa no me es nada útil... No tengo sitio siquiera para llevarme su cuerpo y reciclarlo... Imagina a Gael dentro de un bicho así... Y encima vuelan>> Pero el ciempiés en cuestión no va a imitarme en quedarse mirándome, oh no, la criatura tiene hambre.
-Maldito zumbido. Todo el maldito viaje hacia aquí escuchando el zumbidito. ¿No podéis dejar de volar?-gruño mientras me acerco.-Vamos a remediarlo.
En el momento en que la criatura se lanza a por mí, me deshago en humo a tiempo de observar sus fauces y amenazantes apéndices exteriores. Se detiene en seco pero por el movimiento de sus antenas y que se queda mirándome está claro que no paso desapercibido. <<Malditas alas y antenas. Decidido>> Me solidifico de nuevo y esquivo su acometida para luego cortarle las antenas y las alas, dejándolo retorciéndose unos segundos.
Algunos varmanos se asoman de entre los escombros mirándonos de diferente manera. La criatura sigue retorciéndose en el suelo intentando morderme las piernas mientras la esquivo, pero comprendiendo qué sucede, la remato cortándola en dos. Ahora es cuando los nativos se relajan y se acercan unos a otros y a mí. <<Les he salvado... Pobres>> Al par que tengo más cerca lo paralizo y envuelvo en oscuridad para asombro de sus congéneres. Al momento siguiente me lanzo de uno en uno, clavando y cercenando, cubriéndome de su sangre hasta llegar al único supeviviente que queda aterrado en el suelo. Otro al que paralizo y junto con los otros vuelvo al carro evitando a los ciempiés. <<De los míos, tres vivos: dos que han visto a sus congéneres salvados y otro que los ha visto reducidos a pedacitos. A ver cómo evolucionan en Rocavarancolia. Ya quedan menos>>
Cuando amarre y duerma a los nuevos volveré a internarme en la ciudad a seguir...
No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
My Only Escape Is Underground
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Varmania
07/04/13, 10:39 pm
Noel podía sentir como el caos era alimentado con la presencia del grupo de rocavarancoleses. Durante el tiempo que duró la refriega, lo único que le impedía disfrutar en condiciones del caótico tumulto de gritos eran los molestos zumbidos producidos por las alas de los ciempiés. Había podido oírl el murmullo desde una distancia considerable, y ahora que estaba en el centro del desastre cada minuto que pasaba le resultaba más irritante. Aquel molesto sonido le impedía oír con la claridad que le hubiese gustado los gritos de los varmanos. Es por ello que dedicó una buena parte del tiempo a arremeter contra ellos sin compasión, arrancándoles las alas cuando podía o simplemente descargando el hacha con furia sobre sus blandos cuerpos de insecto. Ya no le cogían por sorpresa como aquel que le había mordido, le bastaba con prestar atención a sus molestas y zumbantes alas para saber que tenía uno cerca. Sin embargo ese pensamiento le hizo recordar que debía curarse o podría ser problemático.
Descendió a tierra aprovechando que sus amigos ya se encontraban de lleno en la refriega, aterrizando deliberadamente cerca de una pareja de varmanos que gritó aterrorizada y echó a correr cuando el draco puso los pies en el suelo a su lado. Sonrió con satisfacción sin ni siquiera mirarlos y conjuró sobre la herida un hechizo de curación nívea. Una vez estuvo satisfecho con el resultado salió corriendo tras los dos varmanos. Aprovechando su velocidad los adelantó sin dificultad y se plantó frente a ellos. Ambos varmanos se frenaron en seco y lo contemplaron aterrorizados. Noel les devolvió la mirada un instante, justo antes de que uno de ellos, un varmano que parecía bastante avanzado en edad, se lanzó de improviso contra él, con una máscara de decisión en el rostro tratando de ocultar el evidente terror que sentía. Esta acción cogió por sorpresa al sueco, que se limitó a agarrarlo de un brazo para frenarlo. Mientras tanto un grupo de ciempiés se había congregado a su alrededor. Noel miró hacia arriba, casi al mismo tiempo que el varmano, y lanzó una ráfaga de plumas que alejó a varios miriápodos al tiempo que mataba a otros. El varmano y el draco se miraron unos instantes, hasta que finalmente lo soltó.
-Huye de aquí -dijo simplemente Noel, a pesar de que sabía que no podría entenderlo, mientras pasaba de largo para abatir al otro varmano que se encontraba temblando, paralizado de miedo en su posición, con intención de llevárselo al carro.
Mientras cargaba con él de vuelta, Noel no pudo dejar de pensar en por qué había dejado marchar al otro. En realidad era muy simple. Los fuertes sobrevivían. Aquel varmano podría tener alguna oportunidad de sobrevivir incluso en medio de aquella locura.
La batalla no duró mucho más y pronto el grupo se alejó de la ciudad deshaciéndose de los últimos miriápodos que se empeñaban en seguirlos para su propia desgracia. El carro del vampiro ya estaba lleno de varmanos en diferentes estados aunque en general enteros e inconscientes. Dedicó unos instantes a observar como se encontraban sus amigos. Todos estaban cubiertos de suciedad y sustancias viscosas procedentes de los ciempiés, pero no era eso lo que pretendía comprobar. No se había fijado en sus compañeros mientras luchaba, no hacía falta, no necesitaban ayuda y sabía perfectamente de las dudas que albergaba Gael, la pasión por el combate de Adara o Jack y la característica brutalidad de Toima. Todo aquello se podía mascar todavía en el ambiente tras el combate, y el draco no pudo evitar sonreír ligeramente mientras realizaba un hechizo de limpieza sobre sí mismo y sus ropas.
Ya sólo faltaba capturar al osogrifo que quería Giz. Habían visto varios en sus innumerables visitas al planeta para cazar comida, por lo que guiados por los cuchitrileros se dirigieron hacia un bosque que ya conocían como la palma de su mano, relativamente cerca del portal. Acordaron que atraerían al animal hacia afuera y luego lo paralizarían para llevárselo, ya que el goliat lo necesitaba vivo. No les llevó mucho rato rastrear donde descansaba uno de estos animales, conociendo de antemano sus hábitats y con el buen olfato del que disponían algunos. Noel se ofreció a ir a buscarlo mientras el resto esperaba en los lindes del bosque.
Lo más silenciosamente que pudo, se acercó a un claro en el que había un pequeño lago. Allí estaba el animal, bebiendo despreocupadamente. El draco se adentró en el claro y el animal se puso alerta, sin duda lo habría olido. No se hizo esperar y le lanzó un par de plumas apuntando a una zona no vital. Su objetivo sólo era provocarlo para que lo persiguiera. El osogrifo miró en su dirección y rugió. Noel volvió a atacarlo justo antes de alzar el vuelo a poca altura y dirigirse en dirección a la salida del bosque. Con un fuerte gruñido el animal salió corriendo tras el. No le resultó demasiado complicado guardar las distancias, la velocidad propia de su transformación lo hacían bastante más veloz que su pesado oponente, por lo que de vez en cuando se aseguraba de que el animal lo seguiría, lanzándole alguna que otra pluma más, procurando no acertar más que de refilón. Tras unos minutos de persecución ininterrumpida, Noel pudo ver los lindes del bosque en la distancia y aceleró un poco el vuelo tras asegurarse de que el osogrifo no se desviaba del camino que sin darse cuenta le estaba marcando.
-¡Atentos! -exclamó cuando se encontraba cerca del resto y salió, por fin, de la maraña de árboles.
El osogrifo, todavía enfurecido, también salió tras él.
Descendió a tierra aprovechando que sus amigos ya se encontraban de lleno en la refriega, aterrizando deliberadamente cerca de una pareja de varmanos que gritó aterrorizada y echó a correr cuando el draco puso los pies en el suelo a su lado. Sonrió con satisfacción sin ni siquiera mirarlos y conjuró sobre la herida un hechizo de curación nívea. Una vez estuvo satisfecho con el resultado salió corriendo tras los dos varmanos. Aprovechando su velocidad los adelantó sin dificultad y se plantó frente a ellos. Ambos varmanos se frenaron en seco y lo contemplaron aterrorizados. Noel les devolvió la mirada un instante, justo antes de que uno de ellos, un varmano que parecía bastante avanzado en edad, se lanzó de improviso contra él, con una máscara de decisión en el rostro tratando de ocultar el evidente terror que sentía. Esta acción cogió por sorpresa al sueco, que se limitó a agarrarlo de un brazo para frenarlo. Mientras tanto un grupo de ciempiés se había congregado a su alrededor. Noel miró hacia arriba, casi al mismo tiempo que el varmano, y lanzó una ráfaga de plumas que alejó a varios miriápodos al tiempo que mataba a otros. El varmano y el draco se miraron unos instantes, hasta que finalmente lo soltó.
-Huye de aquí -dijo simplemente Noel, a pesar de que sabía que no podría entenderlo, mientras pasaba de largo para abatir al otro varmano que se encontraba temblando, paralizado de miedo en su posición, con intención de llevárselo al carro.
Mientras cargaba con él de vuelta, Noel no pudo dejar de pensar en por qué había dejado marchar al otro. En realidad era muy simple. Los fuertes sobrevivían. Aquel varmano podría tener alguna oportunidad de sobrevivir incluso en medio de aquella locura.
La batalla no duró mucho más y pronto el grupo se alejó de la ciudad deshaciéndose de los últimos miriápodos que se empeñaban en seguirlos para su propia desgracia. El carro del vampiro ya estaba lleno de varmanos en diferentes estados aunque en general enteros e inconscientes. Dedicó unos instantes a observar como se encontraban sus amigos. Todos estaban cubiertos de suciedad y sustancias viscosas procedentes de los ciempiés, pero no era eso lo que pretendía comprobar. No se había fijado en sus compañeros mientras luchaba, no hacía falta, no necesitaban ayuda y sabía perfectamente de las dudas que albergaba Gael, la pasión por el combate de Adara o Jack y la característica brutalidad de Toima. Todo aquello se podía mascar todavía en el ambiente tras el combate, y el draco no pudo evitar sonreír ligeramente mientras realizaba un hechizo de limpieza sobre sí mismo y sus ropas.
Ya sólo faltaba capturar al osogrifo que quería Giz. Habían visto varios en sus innumerables visitas al planeta para cazar comida, por lo que guiados por los cuchitrileros se dirigieron hacia un bosque que ya conocían como la palma de su mano, relativamente cerca del portal. Acordaron que atraerían al animal hacia afuera y luego lo paralizarían para llevárselo, ya que el goliat lo necesitaba vivo. No les llevó mucho rato rastrear donde descansaba uno de estos animales, conociendo de antemano sus hábitats y con el buen olfato del que disponían algunos. Noel se ofreció a ir a buscarlo mientras el resto esperaba en los lindes del bosque.
Lo más silenciosamente que pudo, se acercó a un claro en el que había un pequeño lago. Allí estaba el animal, bebiendo despreocupadamente. El draco se adentró en el claro y el animal se puso alerta, sin duda lo habría olido. No se hizo esperar y le lanzó un par de plumas apuntando a una zona no vital. Su objetivo sólo era provocarlo para que lo persiguiera. El osogrifo miró en su dirección y rugió. Noel volvió a atacarlo justo antes de alzar el vuelo a poca altura y dirigirse en dirección a la salida del bosque. Con un fuerte gruñido el animal salió corriendo tras el. No le resultó demasiado complicado guardar las distancias, la velocidad propia de su transformación lo hacían bastante más veloz que su pesado oponente, por lo que de vez en cuando se aseguraba de que el animal lo seguiría, lanzándole alguna que otra pluma más, procurando no acertar más que de refilón. Tras unos minutos de persecución ininterrumpida, Noel pudo ver los lindes del bosque en la distancia y aceleró un poco el vuelo tras asegurarse de que el osogrifo no se desviaba del camino que sin darse cuenta le estaba marcando.
-¡Atentos! -exclamó cuando se encontraba cerca del resto y salió, por fin, de la maraña de árboles.
El osogrifo, todavía enfurecido, también salió tras él.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Varmania
08/04/13, 05:05 pm
Tras hablar con Jack, Giz decidió no participar más en la caza de varmanos ni en la de insectos gigantes. Se limitó a alejarse de la ciudad y esperar a que el resto acabaran. Todavía podía escuchar algunos gritos pero aunque no se sentía cómodo con ellos, no pensaba ayudar a nadie. Esto no se parecía en nada al caso del nublino que intentaba curar en su laboratorio. El nublino había sido convertido en un aberración por culpa de un hombre corto de inteligencia, dominado a su vez por una mujer ambiciosa aficionada a los trucos de magia baratos. Los miriápodos solo tenían hambre.
Cuando acabaron de recoger varmanos, se encontró de nuevo con el resto y prepararon la caza del osogrifo. Se desplazaron hasta un bosque que solían utilizar para cazar y Noel se encargó de atraer al animal hacia ellos. El animal no dio muchos más problemas, pues quedó paralizado en cuanto llegó a su campo de visión. Tras esto y un rato más, dedicado a abastecer sus despensas, por fin pudieron emprender su viaje de vuelta.
Giz tuvo que derrochar algo de magia en dormir al par de animales que se llevaba para poder hacerlos levitar sobre el agua hasta el portal sin que les dieran problemas, pero le pareció un gasto necesario. Con esas dos especies podría hacer cosas muy interesantes y merecía la pena invertir esa magia en trasladarlos.
Cuando acabaron de recoger varmanos, se encontró de nuevo con el resto y prepararon la caza del osogrifo. Se desplazaron hasta un bosque que solían utilizar para cazar y Noel se encargó de atraer al animal hacia ellos. El animal no dio muchos más problemas, pues quedó paralizado en cuanto llegó a su campo de visión. Tras esto y un rato más, dedicado a abastecer sus despensas, por fin pudieron emprender su viaje de vuelta.
Giz tuvo que derrochar algo de magia en dormir al par de animales que se llevaba para poder hacerlos levitar sobre el agua hasta el portal sin que les dieran problemas, pero le pareció un gasto necesario. Con esas dos especies podría hacer cosas muy interesantes y merecía la pena invertir esa magia en trasladarlos.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Varmania
09/04/13, 01:52 am
Pronto no supo alejarse más sin perderse, así que decidió volver por donde había venido, de cadáver en cadáver, sopesando a cuál más podría sacarle provecho. Cuando volvió a la zona donde esperaba el carro lo hacía corriendo, ocupando un varmano fortachón que pasaba de la treintena en vida. Solamente tenía rasguños y magulladuras de las reyertas que habría vivido antes de caer a causa del veneno, así que era perfecto. Lo dejó en el carro junto a la niña, evitando mirarla a la cara, y volvió a la azotea a por sus cosas. Ya tocaba abandonar la ciudad, y se encontraba físicamente bien, repleto de magia, pero anímicamente se sentía extraño. Se crujió las articulaciones mientras el carro abandonaba la ciudad, pensando en los beneficios de aquella incursión. Poco o nada había significado allí su presencia, y los varmanos del carro casi se podía decir que estaban siendo salvados.
-Qué plaga más desagradable -murmuró volviéndose hacia la ciudad una vez más. El zumbido de aquellas alas era un todo, llenaba el ambiente desde que habían llegado, pero aunque tuviera los oídos entumecidos de tanto oírlo fue capaz de distinguir un aleteo que se aproximaba. Aburrido de aquellos bichos se volvió con la espada en mano y cortó al insecto, que dejó un viscoso rastro amarillento en el filo. «Qué asco...» pensó mientras lo limpiaba. Después no volvió a envainar el acero, aun lejos de la ciudad aquellos ciempiés surgían sin previo aviso de cualquier lugar.
Del osogrifo se encargaron Noel y el propio Giz, pero ya que no había que desaprovechar la visita, Gael se fue en otra dirección a conseguir carne para la cena. Escondido en el ratón fue fácil husmear por el bosque, oculto por hojas y piedras, hasta que escuchó algo arrastrándose por delante de él. Era un gran roedor, semejante a un capibara pero de menor tamaño. «Bueno, esto mismo servirá». Abandonó su ratón a una distancia prudencial y desde allí preparó su hechizo de parálisis, acercándose con sigilo y acertando al animal en medio de su carrera, que había comenzado en cuanto él rozó unas hierbas altas con su pie. «Bicho astuto, pero de poco te ha servido» pensaba mientras se lo echaba al hombro y volvía al carro tarareando quedamente. A pocos pasos recogió el ratón y un poco más allá, la espada, con la que pudo desangrar al animal para llegar junto a los demás con él listo. Al reunirse cada uno traía sus propias presas, vivas o muertas, pero finalmente habían terminado con todo lo que habían ido a hacer allí. Acompañados de los crujidos del carro retomaron el camino hacia el portal.
Sigue en el Cuchitril.
-Qué plaga más desagradable -murmuró volviéndose hacia la ciudad una vez más. El zumbido de aquellas alas era un todo, llenaba el ambiente desde que habían llegado, pero aunque tuviera los oídos entumecidos de tanto oírlo fue capaz de distinguir un aleteo que se aproximaba. Aburrido de aquellos bichos se volvió con la espada en mano y cortó al insecto, que dejó un viscoso rastro amarillento en el filo. «Qué asco...» pensó mientras lo limpiaba. Después no volvió a envainar el acero, aun lejos de la ciudad aquellos ciempiés surgían sin previo aviso de cualquier lugar.
Del osogrifo se encargaron Noel y el propio Giz, pero ya que no había que desaprovechar la visita, Gael se fue en otra dirección a conseguir carne para la cena. Escondido en el ratón fue fácil husmear por el bosque, oculto por hojas y piedras, hasta que escuchó algo arrastrándose por delante de él. Era un gran roedor, semejante a un capibara pero de menor tamaño. «Bueno, esto mismo servirá». Abandonó su ratón a una distancia prudencial y desde allí preparó su hechizo de parálisis, acercándose con sigilo y acertando al animal en medio de su carrera, que había comenzado en cuanto él rozó unas hierbas altas con su pie. «Bicho astuto, pero de poco te ha servido» pensaba mientras se lo echaba al hombro y volvía al carro tarareando quedamente. A pocos pasos recogió el ratón y un poco más allá, la espada, con la que pudo desangrar al animal para llegar junto a los demás con él listo. Al reunirse cada uno traía sus propias presas, vivas o muertas, pero finalmente habían terminado con todo lo que habían ido a hacer allí. Acompañados de los crujidos del carro retomaron el camino hacia el portal.
Sigue en el Cuchitril.
- InvitadoInvitado
Re: Varmania
03/08/13, 03:23 am
Cosecha de Marsi
La casa estaba completamente en silencio cuando llegó, y se habían apagado todas las luces. Sus padres trabajaban al día siguiente, bien temprano, por lo que no les culpaba por no haberla esperado. Su padre le había dejado cena; unos bollos de semillas que ya se habían enfriado, salchichas y una tortilla. No tocó el plato y subió directamente a su habitación. Se quitó el vestido prestado que llevaba, con preciosos motivos vegetales, y los incómodos tacones. Se frotó con fuerza la cara para quitarse el maquillaje, y en lugar de ponerse el pijama buscó su ropa de trabajo. Pantalones desgastados, botas resistentes de piel, camisa limpia y blanca, remangada hasta el codo, chaleco y guantes. Era la ropa que había llevado aquella tarde, antes de que Oriana la invitase a la fiesta, antes de que la disfrazaran de niña pija. Se recogió el pelo en dos coletas altas y se miró al espejo, ajustándose las gafas sobre la cabeza. Así era ella, así era Marsi. Oriana había sido una idiota al intentar cambiarla para complacer a sus amigos, pero no podía culparla. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y bajó a por su cena. Comió en silencio y casi a oscuras, pensando en calentarse un poco de leche con miel para conciliar mejor el sueño, pues sabía que si se acostaba acabaría teniendo pesadillas. En su cabeza resonaban las risas y burlas de los amigos pijos de Oriana, y por mucho que tratase de contenerlas, las lágrimas de rabia y vergüenza no dejaban de salir.
Acabó decidiendose por pasar la noche en las cuadras, con las bestias. Los osogrifos le hacían compañía, y una de las hembras había parido hace poco y nada en el mundo le alegraba el día como jugar con las crías. Tras atravesar el patio que separaba la casa de los establos, cogió su látigo de la puerta por si alguna de las hembras recién paridas se ponía violenta y se lo colgó del cinturón. Abrió el portón, y al asomarse al interior vio un resplandor verde siniestro. Se le erizó el vello, y pensó en todas las historias de fantasmas que el novio de su madre le contaba. Pero no, allí no podía haber ningún fantasma, los fantasmas no eran reales, se repetía mentalmente.
-¿Hay... alguien ahí?- preguntó llevándose la mano al látigo.
Estaba siendo estúpida, no podía haber nadie allí salvo los osogrifos y los insectos. Pero lo había. Un enorme árbol refulgente había crecido de la nada en medio de la cuadra. Marsi se lo quedó mirando sin llegar a creérselo. Encima el árbol le estaba hablando, le decía que era especial, le hablaba de un mundo mágico, y todo estaba lleno de un humo verdoso que olía raro.
<< ¿¿Papá qué me has echado en la cena??>> pensó asustada. Nada de aquello tenía sentido, mucho menos el hecho de que el árbol se hubiese convertido en un chico desnudo de orejas cortadas.
-Muy bien- dijo, sentándose en el suelo y respirando con dificultad- Me he quedado dormida y estoy soñando. Eso, o se me ha aparecido un espíritu del bosque a concederme un deseo. ¿Es eso? Porque si vas a concedermelo ahí va mi deseo; quiero ser poderosa. Quiero demostrar lo que valgo a esos niños pijos, que dejen de mirarme por encima del hombro.-<< Y quiero que Oriana me quiera, y que me prefiera al pavo que tiene por prometido>> quiso añadir, pero no lo dijo en voz alta.
El espíritu del bosque le prometió que allá donde la llevaba podía hacerse poderosa, más que nadie en su ciudad, y que podría tener tierras, y dinero, y que todos la adorarían. Y Marsi se echó a reir ante lo absurdo de la idea, pero aceptó.
La casa estaba completamente en silencio cuando llegó, y se habían apagado todas las luces. Sus padres trabajaban al día siguiente, bien temprano, por lo que no les culpaba por no haberla esperado. Su padre le había dejado cena; unos bollos de semillas que ya se habían enfriado, salchichas y una tortilla. No tocó el plato y subió directamente a su habitación. Se quitó el vestido prestado que llevaba, con preciosos motivos vegetales, y los incómodos tacones. Se frotó con fuerza la cara para quitarse el maquillaje, y en lugar de ponerse el pijama buscó su ropa de trabajo. Pantalones desgastados, botas resistentes de piel, camisa limpia y blanca, remangada hasta el codo, chaleco y guantes. Era la ropa que había llevado aquella tarde, antes de que Oriana la invitase a la fiesta, antes de que la disfrazaran de niña pija. Se recogió el pelo en dos coletas altas y se miró al espejo, ajustándose las gafas sobre la cabeza. Así era ella, así era Marsi. Oriana había sido una idiota al intentar cambiarla para complacer a sus amigos, pero no podía culparla. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y bajó a por su cena. Comió en silencio y casi a oscuras, pensando en calentarse un poco de leche con miel para conciliar mejor el sueño, pues sabía que si se acostaba acabaría teniendo pesadillas. En su cabeza resonaban las risas y burlas de los amigos pijos de Oriana, y por mucho que tratase de contenerlas, las lágrimas de rabia y vergüenza no dejaban de salir.
Acabó decidiendose por pasar la noche en las cuadras, con las bestias. Los osogrifos le hacían compañía, y una de las hembras había parido hace poco y nada en el mundo le alegraba el día como jugar con las crías. Tras atravesar el patio que separaba la casa de los establos, cogió su látigo de la puerta por si alguna de las hembras recién paridas se ponía violenta y se lo colgó del cinturón. Abrió el portón, y al asomarse al interior vio un resplandor verde siniestro. Se le erizó el vello, y pensó en todas las historias de fantasmas que el novio de su madre le contaba. Pero no, allí no podía haber ningún fantasma, los fantasmas no eran reales, se repetía mentalmente.
-¿Hay... alguien ahí?- preguntó llevándose la mano al látigo.
Estaba siendo estúpida, no podía haber nadie allí salvo los osogrifos y los insectos. Pero lo había. Un enorme árbol refulgente había crecido de la nada en medio de la cuadra. Marsi se lo quedó mirando sin llegar a creérselo. Encima el árbol le estaba hablando, le decía que era especial, le hablaba de un mundo mágico, y todo estaba lleno de un humo verdoso que olía raro.
<< ¿¿Papá qué me has echado en la cena??>> pensó asustada. Nada de aquello tenía sentido, mucho menos el hecho de que el árbol se hubiese convertido en un chico desnudo de orejas cortadas.
-Muy bien- dijo, sentándose en el suelo y respirando con dificultad- Me he quedado dormida y estoy soñando. Eso, o se me ha aparecido un espíritu del bosque a concederme un deseo. ¿Es eso? Porque si vas a concedermelo ahí va mi deseo; quiero ser poderosa. Quiero demostrar lo que valgo a esos niños pijos, que dejen de mirarme por encima del hombro.-<< Y quiero que Oriana me quiera, y que me prefiera al pavo que tiene por prometido>> quiso añadir, pero no lo dijo en voz alta.
El espíritu del bosque le prometió que allá donde la llevaba podía hacerse poderosa, más que nadie en su ciudad, y que podría tener tierras, y dinero, y que todos la adorarían. Y Marsi se echó a reir ante lo absurdo de la idea, pero aceptó.
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Personajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Varmania
08/02/14, 11:46 pm
Por el camino al portal fuimos poniéndonos al día sobre los viejos compañeros de cosecha. También, cuando estábamos cerca, le pregunté sobre qué tipo de cuerpo necesitaba para poder tener un objetivo cuando llegásemos. Y, además, de improviso, se me ocurrió secuestrar a mi aprendiz para que saliera un poco de ese torreón del que apenas salía <<Y que cace un poco conmigo>> Lo hicimos, sí. Venía gruñendo pero venía, que era lo importante.
Así, cruzamos el portal y, conocedor de su ubicación, nada más aparecer al otro lado me dejé caer al agua. La explicación era tan sencilla como que me apetecía, sin más. Eso sí, salí rápidamente levitando pues la fauna marina no la conocía mucho y mejor no arriesgar. <<Además, hay cosas que hacer>> Llegué riendo junto a Gael y Pablo, me sequé la ropa con un hechizo y les dije:
—Tenía que hacerlo, sorry. Bueno, ¿buscamos alguna aldea, algún cazador, leñador, algo solitario?
Ante su asentimiento, levitamos hacia la costa más cercana e iniciamos la búsqueda desde el aire, barriendo el terreno con niebla mágica en las zonas boscosas. Empezamos a toparnos con las primeras bestias. No hizo falta buscar mucho para empezar a encontrar cazadores lidiando con lobos u osogrifos así como leñadores. Pero necesitábamos un grupo reducido así que seguimos buscando hasta dar con tres de estos.
—Bueno, caperucita, ¿ves bien alguno de esos tres? ¿Bajo y hago mi magia? ¿Cuál quieres? Los otros dos nos los repartimos, vampirito—les dije, relamiéndome.
Así, cruzamos el portal y, conocedor de su ubicación, nada más aparecer al otro lado me dejé caer al agua. La explicación era tan sencilla como que me apetecía, sin más. Eso sí, salí rápidamente levitando pues la fauna marina no la conocía mucho y mejor no arriesgar. <<Además, hay cosas que hacer>> Llegué riendo junto a Gael y Pablo, me sequé la ropa con un hechizo y les dije:
—Tenía que hacerlo, sorry. Bueno, ¿buscamos alguna aldea, algún cazador, leñador, algo solitario?
Ante su asentimiento, levitamos hacia la costa más cercana e iniciamos la búsqueda desde el aire, barriendo el terreno con niebla mágica en las zonas boscosas. Empezamos a toparnos con las primeras bestias. No hizo falta buscar mucho para empezar a encontrar cazadores lidiando con lobos u osogrifos así como leñadores. Pero necesitábamos un grupo reducido así que seguimos buscando hasta dar con tres de estos.
—Bueno, caperucita, ¿ves bien alguno de esos tres? ¿Bajo y hago mi magia? ¿Cuál quieres? Los otros dos nos los repartimos, vampirito—les dije, relamiéndome.
No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
My Only Escape Is Underground
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.