Sinhdro

Cuando el edeel comenzó a contarles que iba a llevarles a un sitio donde aprenderían magia, Neil abrió los ojos sorprendido y formó con su boca una o pequeña. El aurva estaba fascinado ¡podría hacer magia! ¡Él quería hacer magia! Podía imaginarse las mil y una cosas que podía hacer con un poco de magia y sus ojos brillaban por la expectativa a la vez que el humo iba embotando sus sentidos.

La mente del aurva se aclaró levemente cuando sus pies empezaron a elevarse en el aire y en su cabeza empezó a sonar un histérico “no, no, no, no, no, no, no, no,…”. Sus manos y sus pies empezaron a moverse erráticamente intentando encontrar un equilibrio que iba perdiendo a medida que se iba moviendo más y más.

- Gracias, Adru, por la información, pero me di cuenta yo solo- chilló algo agitado.

Neil, en su búsqueda agitada por volver al suelo, asentía a todo lo que su edeel decía sin percatarse mucho de lo que estaba aceptando. A Neil le hubiera gustado disfrutar del vuelo tanto como lo estaba disfrutando su edeel, pero tenía demasiado miedo de caerse.

Le encantó el entusiasmo de Adru, tanto que le hacía sonreír a menudo. ¡Quería llevarse a la familia entera! Menos mal que al vampiro no le costaba quitar ilusiones de aquel tipo. Con suerte sobrevivirían a la Luna y mantendrían su forma de ser. <<Al grano, que no son tus hijos. Por muy bien que te caigan, hay que cosechar>>

-Neil, tranquilo. No te vas a caer, te lo aseguro. Os enseñarán si venís conmigo, pero solo podéis venir los dos -dijo mirando a Adru-. Después podréis volver. Lo siento pero son las normas. La magia y todo lo que aprenderéis es secreto y aunque habéis sido descubiertos como capaces de hacerla y elegidos por ello, tenéis que mantener el secreto.

>> Dejad que haga el hechizo para llamar a la ciudad y que nos dejen ir... Yo no voy, pero no tengáis miedo. Os deseo mucha suerte en las pruebas que tendréis por delante, Adru y Neil, de verdad.

Inspiró y se acercó a ellos mientras los devolvía al suelo con unos gestos. Les sonrió por última vez. Hizo el hechizo, sí, pero en realidad los durmió. <<Que conste que me apetecía tarta. Nos vamos>>

El portal de Sinhdro daba directamente a un bosque. Eara esperaba que no fuese tan difícil orientarse, para lo que desde luego Irianna iba a ser de gran utilidad.

Ella misma le había preguntado a la nebulomante durante el trabajo si le importaría acompañarla a Sinhdro a recoger especias y, de paso, llevarla a conocer su cultura. Alegó que Ayne no se sentía preparado para volver a Sinhdro para justificar su ausencia. No se veía capaz de explicarle a su amiga por qué iban. ¿Cómo reaccionaría Irianna si supiera que estaba intentando decidir si debía volver a su mundo natal?

A Eara la inundó una sensación de nostalgia tan pronto sintió la tierra bajo sus pies, aun si jamás había pisado antes aquel lugar. No sabía si era algo que su cabeza estaba exagerando, pero sintió que el ambiente cambiaba de forma radical. Los peligros de su mundo ahora parecían una tontería. Se sintió a salvo, tan a salvo como en la torre pero muchísimo más libre que en ningún lugar de Rocavarancolia. Allí podía ir a donde quisiera solamente usando sus pies.

Se tomó un instante para apreciar el entorno. Podía oír agua corriente a su izquierda, probablemente un riachuelo. La hierba bajo sus pies estaba húmeda y blanda. Los árboles no tenían nada que envidiar a los del macetero, pero allí nunca se alejaba de la plantación.

Todo lo que sabía era que tenían que desplazarse hacia el Oeste para encontrar civilización. Además, Eara tenía en mente aprovechar bien el camino, recogiendo plantas y frutos para llenar la bolsa de cuero que se había traído. Al momento pudo ver la primera planta de interés, y le alegró descubrir que sus conocimientos no se habían desvanecido por falta de uso.
—¡Esta hierba era muy difícil de encontrar donde nosotros vivíamos! Se usa para sazonar guisos de legumbres, y normalmente había que comprarla. Se ve que aquí se da de maravilla. Termino enseguida. —Mientras hablaba, cortaba ramilletes con unas tijeras, que después envolvió cuidadosamente en papel—. Listo. ¿Vamos?

Aunque en un principio le extrañó la ausencia de Ayne en aquella propuesta que le había hecho Eara, la breve explicación acerca de que el anima no quería volver todavía a su planeta natal no le hizo pensar que hubiese ningún otro motivo detrás. La idrina podía identificarse con aquella noción fácilmente y era, de hecho, el motivo por el que todavía no se había atrevido a volver a sacar el tema de invitar a la pareja y a Kirés a Idris, tal y como le había propuesto al enderth. Después de haber hablado con Ayne aquel día cuando la escuchó tocar, además, había descubierto que ambos tenían alguna que otra cosa en común que no se esperaba. No hizo, pues, ninguna pregunta más y aceptó encantada la invitación de la aurva. En parte, aunque se sentía un poco mal por ello, le agradaba la idea de estar únicamente en compañía de la chica y le recordaba a las incursiones en Krabelin con Kimbra y dama Diurna, aunque sin duda Sinhdro no tendría nada que ver con el planeta natal de la hija de lunas.

Así era, y de hecho no se parecía tampoco al Macetero o Dryfus. Probablemente fuese el mundo que había visitado hasta el momento que guardaba un parecido mayor con Idris. Irianna ya llevaba su apariencia sinhadre antes de cruzar el portal: gracias al amuleto que le habían dado no tendría que gastar tanta magia como en Dryfus. Sus ojos eran de un color morado oscuro, lo cual convenía para que pareciese que Eara y ella eran aurva y edeel, y su pelo era de un verde común en Sinhdro. No estaba acostumbrada a cambiar su apariencia de aquella forma y se le hacía extraño, pero era divertido.

Siguió a Eara a través del bosque, observando el paisaje a su alrededor. Al inicio estaba instintivamente en alerta, acostumbrada a visitar mundos peligrosos, pero la calma de aquella montaña pronto hizo que se relajase. No se sorprendió de ver a la aurva entusiasmada recogiendo una planta que había llamado su atención, pues conocía el interés de su amiga por la botánica.
—Qué suerte, entonces —comentó cuando le habló de la rareza de aquella especia—. Tengo que probar a utilizarla para hacer algún guiso.
Espero pacientemente a que Eara terminase de recolectar y asintió cuando le instó a ponerse en marcha.

Eara guardó los bártulos y se sacudió las manos.
—Cuando vuelva pondré las especias a secar y te daré la mitad, como agradecimiento por acompañarme —le dijo a Irianna. No se terminaba de acostumbrar a verla con aquel aspecto aleatorio, pero convenía que lo llevase en todo momento por si se topaban a otros sinhadres antes de lo esperado—. He oído que en otros lugares no se consumen especias tan fuertes, aunque aquí cada ciudad también tiene su estilo. Espero que aun así te gusten.

Cogió un ramillete más y se lo pasó a la nebulomante para que lo oliese mientras se ponían en marcha. Se orientaron gracias al lugar donde el sol se estaba poniendo en esos momentos y echaron a andar. Por la información que habían obtenido previa al viaje, solo era necesaria una caminata larga para llegar a la ciudad más cercana. La magia, de hecho, les sería útil para sortear algunas zonas. El portal no podía estar en un lugar demasiado accesible, al fin y al cabo.

Durante la caminata Eara se paró en varias ocasiones a recolectar hierbas, especialmente cerca de estanques o lagos con syv. La aurva le habó a Irianna de las particularidades del agua sinhadre, que antes de Rocavarancolia no creía en absoluto especiales, y de los usos de las plantas que iba recolectando. Algunas eran especias y otras infusiones.

Prácticamente había caído la noche cuando vieron a lo lejos los farolillos que empezaban a encenderse. Para los sinhadres, la jornada acababa de empezar. A Eara la visión de aquellas luces la emocionó. Era un panorama cálido, nostálgico, radicalmente diferente de la negrura de Rocavarancolia en la noche. Y de día no era mucho mejor.

Era una buena hora para pasear porque en las calles pronto habría bastante bullicio, el suficiente para que nadie se fijase en ellas. Eara creía que, aunque las escuchasen hablar en otro idioma, nadie las interrumpiría.

Llegaron a la ciudad atravesando un extenso de campo de juegos, vacío a esas horas. La sinhadre se dio cuenta de que pertenecía a un colegio para aurvas al ver el enorme edificio anexo.
—Es un colegio —dijo, por si el tamaño del edificio también le llamaba la atención a Irianna—. Yo me crié en uno como este. Todos los aurvas lo hacemos, aquí. ¿Cómo son los colegios donde no os separan?
Irianna era un aurva, exactamente igual que ella, pero ya sabía que en ningún otro mundo eran separados de sus padres biológicos y unidos a un edeel.

La idrina sonrió agradecida ante el ofrecimiento de Eara.
—Me encantaría. A mí me gustan los sabores algo fuertes de vez en cuando. Tengo curiosidad… De todas formas es improbable que sean más fuertes que algunas de las especias de Kimbra —añadió con una leve risa.
Aceptó el ramillete y se lo acercó a la nariz durante unos instantes. Olía fuerte, pero no le parecía desagradable. Se lo devolvió a Eara para que lo guardase y continuaron su camino.

La nebulomante se contagió enseguida por el entusiasmo con el que la sinhadre recolectaba plantas y le hizo varias preguntas al respecto. Cuando llegaron a un estanque de syv su curiosidad aumentó y se preguntó si aquello se podía beber. La explicación no tardó en llegar y la lacustre hizo nota mental acerca de que si veía un líquido amarillo debía mantenerse alejada de él. Ella no había convivido con ningún sinhadre durante su cosecha, pero tras aquellos meses compartiendo refugio con varios ya había notado que siempre bebían aquellas infusiones en lugar de agua. No le resultaba extraño que tuviesen propiedades, aunque sí se lo parecia el hecho de que hubiese estanques con sustancias líquidas como aquellas. Por lo general, las infusiones se hacían con plantas. Irianna había bebido driv sin saber qué era, la variante negra de syv que había en las cestas de provisiones, en bastantes ocasiones ya que le agradaba su sabor.

Ya había anochecido del todo cuando se acercaban a su destino y pudieron ver los farolillos encenderse en la distancia. A la idrina le pareció una visión muy acogedora . Ciertamente se estaba preguntando qué era aquel edificio que tenía aspecto de ser importante cuando Eara se lo explicó. Irianna no sabía demasiado acerca de la cultura sinhadre con excepción de algunos aspectos que le habían contado Ayne y la propia aurva, por lo que desconocía aquel dato.
—Vaya, no sabía que os separaban para ir al colegio… —Le resultaba extraño y no entendía la razón. La única que se le ocurría no era nada halagüeña, pero no sabía qué pensaría Eara a ese respecto y prefirió limitarse a tratar de responder a su pregunta—. Pues… No sé exactamente qué otras diferencias habrá en realidad. Hasta los dieciséis años cada uno va a la escuela que se le asigna por proximidad a dónde vive y a partir de ahí puedes elegir si empezar a trabajar o continuar tus estudios para especializarte, aunque tienes que pagar para ello. Yo estaba a punto de terminar mis estudios básicos cuando me cosecharon, aunque no tenía demasiado claro qué iba a hacer a continuación… —No profundizó más en aquello: no tenía ganas ningunas de hablar sobre los motivos y tampoco creía que fuese el momento ni el lugar—. Si a vosotros os dividen… ¿Os enseñan cosas diferentes a aurvas y edeels?
No se imaginaba otro motivo para separarlos que aquel, aparte de mera discriminación social, y no pudo evitar fruncir un poco el ceño ante la suposición.

Que les asignasen una escuela por proximidad quería decir que no eran internados, o eso supuso la aurva. Independientemente de su color de ojos los niños idrinos vivían con sus padres, y al parecer tampoco necesitaban alejarse de ellos para ir al colegio. Estaba acostumbrada ya a aquellas diferencias, pero de algún modo seguía sorprendiéndole. En cierto sentido, la cultura sinhadre era única. ¿Era eso lo que hacía que Ayne se desentendiese cada vez más de sus raíces?
—Los colegios son bastante diferentes, al parecer. —La aurva sonrió, pero era una sonrisa llena de dudas que esperó que no se notaran—. Aquí también te puedes especializar, claro, pero lo normal es aprender las profesiones como aprendiz. Todo depende del estatus social. Entre aurvas y edeels también hay diferencias, como imaginas. Aquí —señaló vagamente al colegio mientras empezaban a dejarlo atrás— aprendemos cosas que no enseñan a los edeels, sobre todo relacionadas con tareas del hogar. Pero hacen falta muchas manos para limpiar y cocinar en los colegios, así que aprendemos a la vez que ayudamos a los sacerdotes, que ya tienen suficiente con los más pequeños. También aprendemos a comportarnos. No estoy segura de en qué se diferencia nuestra educación de la de un edeel con detalle, pero en lo relativo a cultura aprendemos lo mismo. En Idris no vivís en el colegio, ¿no es así? ¿Qué tipo de cosas aprendéis?

La idrina torció ligeramente el gesto al escuchar “estatus social”, ya que aquel concepto sí que le era familiar. Demasiado familiar. Pero por si no bastase con aquello, en Sinhdro además tampoco se trataba de la misma forma a la gente dependiendo de su color de ojos. Irianna suspiró interiormente: ella no creía en el Reflejo y veía difícil que la religión sinhadre tuviese algún fundamento real, pero obviamente no pensaba cuestionar ni criticar las creencias de Eara. Además, no habría nada de malo en ellas si no fuera por… bueno, lo obvio. Se mantuvo pensativa unos instantes, tratando de buscar las palabras adecuadas para no resultar ofensiva. Se limitó en un principio, pues, a responder a su pregunta.
—Existen colegios internados en los que sí vives casi todo el año en ellos. Pero por lo general no, no vivimos en el colegio—. La siguiente pregunta estaba demostrando ser más difícil de responder de lo que debería: era algo que todo el mundo solía dar por hecho como que no necesitaba explicación, a fin de cuentas—. Pues… cultura de todo tipo, imagino que en eso no será muy diferente a las materias que estudiéis Sinhdro, tan solo cambiará aquello en lo que difiere cada mundo. Matemáticas, lenguaje, historia, biología… Conocimientos generales, ya sabes. Pero si te refieres a si nos enseñan cómo comportarnos o algo así… No exactamente, eso suele ser trabajo de tus padres… Y de uno mismo en realidad. Eso no quiere decir que no nos castiguen si nos comportamos mal o infringimos alguna norma, por ejemplo, pero no es que haya alguna clase de asignatura dedicada a ello.

No estaba del todo segura de estar ofreciéndole una buena explicación a la sinhadre, pero tampoco sabía cómo condensar un concepto tan amplio como la educación en una explicación resumida. De todas formas seguía dándole vueltas al resto de las cosas que había explicado Eara acerca de los colegios de aurvas.
—Me resulta muy extraño todo lo relacionado con las diferencias entre aurvas y edeels —dijo finalmente mientras se pasaba la malo por el pelo con cierto nerviosismo—. No me refiero a vuestras creencias —aclaró—. Si no a las diferencias sociales… En Idris no hay roles asignados de forma tan directa por ninguna característica de nacimiento y es un concepto extraño para mí. ¿No te parece… injusto?
Había dudado un poco al hacer aquella última pregunta, pero quería conocer la opinión de la aurva al respecto.

—En Idris no hay diferencias en como se os cría, entonces —dijo Eara al escuchar la descripción de Irianna sobre su colegio—. Pero los aurvas dependemos de los sacerdotes para que nos críen desde bebés, por eso nos enseñan a comportarnos, y qué tenemos qué hacer cuando nos unan a nuestro edeel. Para profundizar nuestros conocimientos podemos usar la biblioteca.

Escuchó a Irianna tratar de poner en palabras lo extraña que le resultaba su cultura. Seguramente no era fácil, pero Eara entendía cómo se sentía. Para ella había sido tremendamente chocante descubrir que en ningún otro mundo se preocupaban por completar sus almas... Especialmente porque no parecía afectar a ningún ámbito de su vida.
—Las diferencias sociales en realidad solo se hacen más marcadas según en qué familia acabes. Es cierto que nuestros colegios son estrictos, pero no es fácil educar a tantos niños juntos. —Si Irianna la observaba atentamente, su intuición idrina podría decirle que Eara no hablaba con tanta determinación como pretendía aparentar. La sinhadre había dicho que sí a todo desde que tenía uso de razón, y lo sabía—. Sé que a veces no es bonito, que hay casos en que los aurvas no son tratados bien. Pero no son la mayoría ni mucho menos. Las familias de nuestros edeels nos acogen como a uno más.

A Eara se le empezaba a secar la boca. Estaba obviando algo importantísimo, algo que se forzaba a olvidar ella misma. Irianna no lo entendería y no podía, ni quería, decírselo.
—Allí hay una plaza —dijo, señalando a una calleja a su derecha—. Vayamos por ahí, parece que es el mercado de esta ciudad. Seguro que es bonito.

Irianna asintió ante la apreciación de Eara.
—No las hay. Aunque existen otras sociedades diferentes a la mía y tienen creencias y formas de hacer las cosas diferentes —aclaró.

Se estaba fijando deliberadamente en el lenguaje corporal de la aurva, por lo que sí pudo notar algo de vacilación al intentar justificar aquel tipo de discriminación global en su mundo. Las explicaciones que le dio al respecto no le satisficieron en absoluto, pero no sabía hasta qué punto era correcto cuestionar a su amiga de esa forma. Quería hacerle algunas preguntas clave, pero sentía que iba a incomodarla demasiado.
—Está bien que por norma general se os acepte en la familia de vuestro edeel como uno más, pero… ¿Qué ocurre cuándo es así? —Dudó unos instantes, antes de añadir la siguiente pregunta— ¿Existen leyes para protegeros de familias… bueno, abusivas?
Había notado a Eara más nerviosa y por un instante pensó si debería tal vez disculparse, pero en realidad la lacustre no sentía que estuviese haciendo algo malo. Creía de verdad que la situación en Sinhdro no era justa en absoluto y Eara no le estaba dando a entender que hubiese demasiado control al respecto, aunque esperaba equivocarse.
>>Por supuesto, tengo muchas ganas de verlo —añadió ante la propuesta y sonriendo afablemente para tratar de relajar un poco el tono de la conversación.

Eara no consiguió responder de inmediato la última pregunta de su amiga. Se tomó un tiempo mientras examinaban en la distancia el lugar al que se dirigían. Había gente montando puestos en la calle, pero por lo demás apenas se veía bullicio.
—Si se diese el caso de llegar a esos extremos… estoy segura de que los sacerdotes harían algo al respecto. No he conocido personalmente ningún caso, pero estoy segura de que se podría pedir ayuda, igual que si cualquier otra persona te daña. Pero nos educan para respetar a nuestra otra mitad, y eso una parte muy importante de nuestra cultura.

Eara no quería que pareciese que Irianna había hecho una pregunta maleducada. Aquellas cuestiones normalmente no se planteaban en su mundo y por eso no había sabido responder al momento. Si acaso había oído a sus compañeros de colegio intercambiando con discreción sus dudas acerca del futuro. Eara recordaba haber evitado pensar en lo que estaba por venir, pero no saber qué clase de persona iba a ser tu edeel era una de las inquietudes que cualquier aurva habría tenido alguna vez. Lo que no sabía era que había caído en un colegio particularmente estricto, que los consideraba el complemento del edeel, y eso solo había logrado avivar los sentimientos de duda de algunos.

La vista de Eara se desvió hacia la mercancía que colocaban en las tiendas mientras pasaban. Las personas de la plaza también hablaban entre sí y ni Irianna ni ella llamaban la atención. Reconoció las verduras que solían comer; muchas de ellas no las probaba desde hacía mucho tiempo. También vio un puesto que vendía bisutería hecha con piedras pintadas, plumas, y cuerda trenzada. Sus pasos se volvieron más lentos.
—Qué bonito —dijo, y miró a Irianna con una sonrisa que quería devolver el ambiente a la normalidad—. Me habría gustado comprar algo si tuviésemos con qué. Pero sé trenzar cordeles para hacer complementos, ¿te gustaría tener alguno?
Señaló a uno de sus pies, donde llevaba una tobillera verde de hilo que había hecho deshilachando retales de las clases de costura con Twix.

La explicación de Eara no le parecía satisfactoria en absoluto. No estaba segura de lo que decía, siquiera, y parecía basarse en suposiciones. Eso, en definitiva, significaba que la respuesta a su pregunta realmente era “no”. Y, como mínimo, que no se les explicaba a los aurva qué podían hacer en caso de encontrarse en una situación de abuso. No obstante, resultaba evidente que a la sinhadre comenzaba a incomodarle bastante aquella conversación, incluso si trataba de hacer como que no tenía importancia, y la idrina lo último que quería era presionarla demasiado.

El mercado parecía un lugar con buen ambiente y la nebulomante siguió a Eara observando los puestecillos que vendían toda clase de productos. Aminoró el paso al notar que la aurva hacía lo mismo y se fijó en el puesto que tenían delante en particular. Desvió la vista hacia el pie de su amiga cuando esta lo señaló y asintió sonriendo.
—Desde luego, me gusta vuestra forma de vestir. Es diferente a lo que estoy acostumbrada, pero me parece que usáis tonos muy agradables a la vista y complementos muy bonitos.

Eara sonrió al escuchar que a Irianna le gustaba la ropa sinhadre. Tal vez algún día le podría hacer una prenda inspirada en su mundo, si encontraba la tela adecuada y una ocasión que mereciese un regalo. Por lo de pronto, todavía tenía bastante que aprender de patronaje antes de hacer nada desde cero, y prefería limitarse a cosas sencillas.
—Te haré una pulsera, u otra cosa si prefieres —le dijo. Las que tenía delante la habían inspirado respecto a lo que podía hacer.

En el siguiente puesto se vendían especias. Eara reconoció algunas de las que ya había recogido, junto con otras más caras y escasas que no podía ni soñar con encontrarlas en el bosque. No pudo evitar pensar en cómo siempre había creído su futuro ligado a las plantas, y por el momento parecía haber acertado. Aunque había cambiado radicalmente de trabajo.
—¿Sabes? Siempre pensé que todo lo que haría con mi vida sería llevar la botica de la madre de Ayne. Realmente no había otra opción, teniendo dos negocios familiares. Sin embargo ahora… Se han abierto tantas posibilidades de repente que casi resulta aterrador. Pero no son para mí. Irianna, ¿crees que mi sitio está realmente en Rocavarancolia? —terminó preguntando. Cuanto más veía la paz que reinaba en aquellas calles más confusa estaba, y mejor entendía por qué Ayne le había dicho que volviese. Eara tendía a no considerar las opciones que no creía posibles, y había estado ocultándose a sí misma la nostalgia que sentía. Allí estaba segura, y allí era una más. Pero allí no había magia ni otros mundos y culturas. En comparación, la vida en Sinhdro era plana, pero sencilla.

—Me gustan sobre todo los colgantes, pero una pulsera me parece estupendo también, por supuesto —le respondió a Eara afablemente.
La siguió hasta el siguiente puesto, donde vendían especias de aspecto interesante. Tenía que preguntarle a la sinhadre cuáles eran sus especias favoritas para cocinar y poder intercambiar sabores nuevos para sus guisos. Atendió con interés a lo que quería contarle la aurva… que enseguida tomó unos derroteros menos casuales. La nebulomante notaba la duda en todo el lenguaje de Eara, aunque incluso sin contar con la capacidad idrina para leer matices sutiles no le habría costado en absoluto creer que estaba sincerándose. Era un asunto bastante delicada, pero…
—Creo que solo tú puedes responder a esa pregunta —decidió que ella también sería abiertamente sincera con aquello y la respuesta se le había hecho obvia enseguida—. Es verdad que la Luna solo afectó a Ayne, pero no creo que ese sea el único factor para determinar cuál es tu lugar. Has pasado por las mismas adversidades que él… que nosotros durante la criba. Tienes derecho a considerarte parte de Rocavarancolia. Siempre que eso sea lo que quieres, por supuesto. Sé que tiene que ser tremendamente difícil para ti.
Le había dicho lo que creía que pudiera responder a alguna de las dudas que rondasen su mente, pero prefirió dejarle espacio para poder exponer su punto de vista al respecto, para reflexionar o incluso para desestimar su respuesta si es lo que quería.

—Haré un colgante, entonces —le había llegado a responder a la nebulomante. A Eara no le importaba hacer una cosa u otra, lo único que le importaba era agradecer apropiadamente a Irianna la ayuda prestada.

Mientras dejaban atrás más puestos, Eara escuchaba la respuesta de su amiga. Le resultó agridulce, por algún motivo. Ella misma le había dicho algo parecido a Ayne, pero las razones que había dado su edeel seguían teniendo sentido. Era conscinete de que solo ella podía decidir dónde quería quedarse. Y hasta aquel momento había creído tenerlo claro.
—Gracias —le dijo. Agradecía que la considerase una más—. Yo pensaba lo mismo, pero es cierto que para otros rocavarancoleses no es así. En Rocavarancolia no todo el mundo va a respetarme igual que a Ayne porque allí nadie da validez a nuestro vínculo. Nunca quise darle importancia, pero la tiene. —Suspiró. No sabía si hacía lo correcto al haber consultado a Irianna, dado que la ponía en una situación difícil. Pero necesitaba hablarlo con alguien, alguien que no fuese Ayne, porque no había sido capaz de sacar el tema de nuevo—. La verdad es que he venido aquí para decidir si debería volver a Sinhdro. No quiero abandonar Rocavarancolia —se apresuró a añadir—, pero es algo que tengo que considerar. Venir aquí ha sido doloroso. No recordaba lo que era sentirme segura y libre de ir a donde quisiera, pero esta ciudad también me parece… no sé explicarlo con palabras, pero esta tranquilidad parece artificial. Rocavarancolia siguie existiendo, al otro lado del portal, aunque nadie lo sepa. No quiero volver a ignorar todo lo que he aprendido y no quiero dejar atrás a la gente que me importa, tampoco.

Al final de la calle esta se dividía en tres. Eara fue instintivamente hacia la más grande e iluminada, y al fondo pudieron ver un gran edificio con dos cúpulas que llamaba la atención por estar decorado con motivos de colores. La aurva no sabía cuál sería su utilidad, pero pensó que valdría la pena verlo de cerca y continuó guiando a Irianna hacia allí.

Las dudas de Eara no eran en absoluto infundadas y la idrina no pensaba darle falsas esperanzas al respecto cuando sabía perfectamente que era una realidad. No obstante, ella sabía que también había más gente agradable de la que parecía y es posible que… No llegó a decir nada, porque lo que añadió la aurva a continuación la pilló desprevenida. No por mucho, porque en realidad todo lo que decía su amiga tenía bastante lógica. Era normal que, especialmente alguien en su situación, tuviese que considerar detenidamente acerca de su futuro.
—Sé a qué te refieres… —constató cuando la sinhadre mencionó la sensación de seguridad ficticia, fijando la vista en el bullicioso y tranquilo mercado—. Aunque sí es cierto que este es un lugar mucho más seguro que la ciudad, de todos modos… Entiendo cómo te sientes, pero no creo que la decisión que tomes, sea cuál será, vaya a ser errónea. Tienes derecho a pertenecer a Rocavarancolia y quedarte con Ayne si es lo que quieres. Pero tampoco creo que sea egoísta decidir volver porque consideres que la ciudad no es tu sitio.

Irianna creía de verdad lo que decía, por lo que sus palabras sonaron firmes y sin rastro de duda. Siguió a la sinhadre por el camino que había elegido en la encrucijada y enseguida se fijó en el llamativo edificio.
—¿Cuál es su función?

La comprensión de Irianna hizo que Eara consiguiese sacarse un peso enorme de encima. Ayne no parecía capaz de comprenderla a ella, y viceversa, por lo que creía que ese iba a ser el caso de cualquier otro transformado. Sin embargo Irianna había sabido ver el conflicto sin presionarla. La aurva creía que cualquier decisión que tomase era errónea y terminaría arrepintiéndose, por eso que la alentaran a confiar en su propio criterio le sentó bien. Tomar decisiones siempre implicaba descartar algo, y había estado demasiado obcecada con lo que no podía tener.
—Muchas gracias —respondió, esta vez con una sonrisa. Eara no podía olvidar que en Rocavarancolia había algo muy importante que no tenía en Sinhdro: amigos, gente de su edad con la que se sentía a gusto. Era cierto que se llevaba muy bien con Hela y con Baen, y que los echaba de menos, pero ellos eran familia, no amigos. No había hecho amigos nuevos después de su unión, y ni siquiera había tenido muchos antes. El ambiente competitivo de su colegio no había sido nada favorable para ello.

Habían llegado casi al edificio que había visto a lo lejos y se detuvieron. Los motivos estaban dibujados con pequeñas losas incrustadas en la piedra, y los colores predominantes eran el verde, el azul y el anaranjado. Formaban motivos irregulares pero armónicos, como un fluido en movimiento, y a la luz de los farolillos a Eara se le antojaba bastante místico.
—Puede que sea una biblioteca o un lugar de reuniones —respondió, mientras se acercaba a una ventana. Había sinhadres ocupándose de iluminar el interior, y Eara pudo ver que se trataba de una sala bastante grande con un pedestal en el centro. Sobre él había tres instrumentos de percusión—. Creo que ya sé lo que es. Donde vivía antes había un edificio en el que se hacían actividades de ocio: danza, música, recitales… a Ayne le gustaba mucho e íbamos de vez en cuando. Este puede que se use para algo similar.
»¿Te gustaría esperar para saber si hoy tienen alguna actividad o prefieres seguir paseando? Tienen instrumentos musicales ya en el escenario —añadió señalándolos. Se preguntaba si Irianna los reconocería o serían exóticos para ella. Uno era un tambor, otro tenía aspecto de concha de tortuga metálica, y el tercero era una marimba.